Claro qué recordaría ese lugar, por siempre, para siempre. Corporación cápsula, en muchas tiempos, había sido cede de la humanidad, de prosperidad, de unidad y magnificencia. En otros había sido el último bastión de la humanidad, y en lamentablemente otras imágenes ella yacía destruida, en escombros, cómo apenas un fantasma de lo qué alguna vez fue. Para el alivio de Trunks, en su tiempo ella yacía bien, impoluta, símbolo de la opulencia ya no sólo familiar, sino que pronto invadiría a la humanidad entera… O eso quería creer él. La falta de recursos era algo qué, tras acaba la amenaza de los androides, se posó cómo el mayor enemigo de la humanidad, de su madre, de él. Algo que tendrían que solucionar tarde o temprano. Antes de ser arrastrado por Chronoa a un número incalculable de aventuras, entre madre e hijo habían hablado varias veces de planes de terraformación, de extractivismo en otros mundos, pero ninguno de esos planes terminaban de convencerlos, simplemente nadie estaba dispuesto a abandonar el planeta, menos Trunks. Podría parecer que eso había hecho, en pos de un bien mucho mayor, una situación de la cuál su madre era plenamente conocedora, pero tampoco había sido un abandono total. Siempre que podía, le echaba un ojo a su hogar. No había crimen en hacerlo ¿No? Ya… Ello no era tan sencillo cómo sonaba.
La luna estaba en su punto álgido, se posaba sobre la corporación cápsula, cómo un ojo, un regente que miraba de forma imperterrita y solemne el sueño de todos aquellos que confiaban en ella. Trunks no confiaba en nadie. Ni siquiera en él, por lo que sus hábitos de sueño se habían convertido en "cuestionables".
Bajó del vehículo temporal, sus botas chocaron contra el pasto recién cortado, y la máquina se volvió una cápsula qué guardó en sus bolsillos una vez más. Lentamente entró a la corporación, las máquinas guardianas hicieron los chequeos correspondientes, confirmando que era él, el primogénito de Bulma estaba en casa. Ignoró cualquier mensaje de la maquinaria de seguridad, sentándose en el primer sofá qué vio, cerrando los ojos por un segundo, necesitaba descansar la vista. Cuándo los volvió a abrir, estaba con una manta alrededor de su cuerpo, sintiéndose extrañamente cómodo.
El aroma a sopa y café invadieron sus fosas nasales, levantándose, solamente para encontrarse con su madre, que lo miraba con unos ojos de duda, sospecha, pero infinito cariño al mismo tiempo. —Dime que no se trata de otro demonio destructor de mundos.— Habló ella, dándose la vuelta y ofreciendo una taza de café y una sandwich a su hijo, quién recibió con una pequeña sonrisa los alimentos. —No, mamá. Me dieron vacaciones, o eso creo.— Confesó a su madre, quién abrazó con fuerza a su hijo, rodeandole con más fuerza que nadie. La madre se mantuvo así durante algunos segundos, hasta separarse. Ella evaluó el aspecto de su hijo, tomando uno de los mechones de su cabello, tirando ligeramente de este. —¡vaya! sí qué en la patrulla no conocen de disciplina... ni de mucho... Al menos tú sacaste mí gusto por la ropa, no quiero imaginar el cómo se ven.— Ambos comenzaron a reír. Trunks bufó después de unos segundos. —Si los vieras, creo qué... Con algunos, te darían ganas de morir.— Dijo esté, mientras se sentaba en la mesa. Trunks había crecido, era más alto que su padre, bastante más, de hecho. Se veía algo más musculoso, quedaba claro para Bulma que su hijo se había vuelto más poderoso, y era extraño, pues... para ella apenas habían pasado unos meses desde que Trunks había partido en sus misiones, pero para él... El tiempo había perdido su cuenta. —Hay un Vegeta en la patrulla...— Comentó él, llamando la atención de Bulma, quién desayunaba junto a su hijo. —¿ah sí...? ¿y cómo es?— Ella estaría siempre interesada en saber que había sido de su esposo, aunque no fuera técnicamente suyo pues tenía otra Bulma y era de otro tiempo. Pero eso para Bulma eran solamente detalles. —Es más dócil qué el qué conocí en el pasado. Más fuerte, pero... parece que tú influencia en él iba a ser enorme, es mucho más humano que muchos otros.— Palabras que sorprendieron de sobremanera y gratamente a Bulma, quién tuvo en sus labios el destello de una sonrisa. —Me lo imaginaba.— Habló la mujer con un ligero tono de soberbia, pero en el fondo de profundo amor y felicidad.
Cuándo el desayuno terminó, Trunks levantó la mesa, tomó los platos y los lavó. Sintiendo la mirada de su madre en su espalda, él terminó rápidamente y se dió la vuelta, mirándola a los ojos. —¿que sucede, madre?— Ella suspiró, y sonrió. —Estoy felíz de qué estés aquí... Espero dure tú estancia acá. Yo tengo que salir, tú quédate acá, descansa, o haz lo que quieras.— Con eso, la mujer salió de la zona qué era su hogar de capsule corp.
Trunks... solamente sonrió.
