Demasiado interesantes cómo para él descuidarse, demasiado para pensar que las cosas saldrían bien. Una parte, minúscula, le dijo qué se relajase, qué podía con sus enemigos, qué nadie en el universo podría hacerle frente, pero otra parte le dijo, la más fuerte, qué era mentira, e introdujo en su cabeza la pregunta ¿y sí...? Esa era la mayor preocupación de Briefs.
Él se encontró a si mismo practicando con su espada en una de las montañas lejanas de la ciudad, haciendo un sparring contra el aire mismo. No había manera de escapar de sus pensamientos, no conocía la forma de poder huir de su miedo, el terror, la abominación de sus recuerdos. Cortes contra rocas, golpes a los árboles, saltos por cascadas, algo inútil para él a esas alturas, pero que de algún modo le hacía sentir que estaba haciendo algo.
Apretó los dientes, y reprimió un grito. Caminó hasta un lago, mirándose en el reflejo del agua... ¿qué estaba haciendo? Él había salvado a cientos, a miles, quizá millones, de mundos del caos, de la destrucción, de la maldad. Aún así... ¿Podría hacer eso para su mundo? Él no pudo contestar esa pregunta. Por un momento pensó qué podía ir y buscar la llave espada y asegurarse de no tener problemas con nada ni nadie, pero sabía qué eso sería un uso de su poder de manera irresponsable. Miró una vez más la fecha, y suspiró. Quedaba una semana para que sucediera lo que sabía qué iba a pasar. Y... ¿por qué tendría que tenee miedo? Había enfrentado cosas infinitamente más peligrosas que eso. Debía relajarse, quizá sus nervios podrían traicionarle y hacerle cometer un error en la delicada situación en la que se encontraría. Además, tampoco quería darle a entender a su madre qué él estaban allí solamente por una situación apocalíptica que debía de detener, no, él quería que ella pensará qué estaba allí para descansar, por ella.
Hecho una bola de fuego, él salió de los bosques y ascendió. Pensó en qué podía ir a las montañas Paoz, a visitar a la madre de Gohan pero luego pensó "¿para que causarle el dolor del recuerdo?" y desistió de esa idea. Estando arriba, miró la casa de Muten Roshi, impoluta, intacta, con el viejo maestro ahí dentro, tal cómo él lo había dejado. Una pequeña sonrisa se gestó en sus labios al momento de saber qué en su ausencia de meses, para él quizá años, todo seguía en orden. E iba a asegurarse de que así se mantuviera. Costase lo que tuviera que costar.
Así, con la cabeza más ordenada y limpia de pensamientos qué fuesen un soberano estorbo, salió disparado a casa, en dónde las cosas se volvieron a tornar... "llamativas".
