Las emociones fuertes no solían ser el plato favorito de los Saiyajin, a pesar de ser una de las fuentes de poder de esa raza, no era realmente algo que fuese cómodo para ellos, al menos para Trunks, al únicamente querer una vida tranquila, paz y armonía. Podría decirse que era un caso muy Sui Generis en su raza, todos los híbridos lo eran en realidad. Tal vez no estaban tan destinados al combate cómo los Saiyajin puros, quizá eran una raza fallida, o simplemente estaba sobreanalizando, opción que él veía cómo la más adecuada, posible, y de hecho casi con seguridad, correcta. Tampoco había razones para creer qué sus pensamientos intrusivos estaban injustificados, en realidad era todo lo contrario, más motivos habían para creer qué estaba justificado su perpetuo estado de paranoia y estrés qué siempre llevaba. Siempre alerta, atento, que no le fuesen a tomar por la espalda o desprevenido. Que fue justamente lo que pasó cuando llegó a casa.
Una multitud de gentes se encontraba arremolinada en su hogar, que también resultaba ser la punta de lanza de la reconstrucción y la supervivencia de la humanidad, para su pequeña desgracia en ese momento, dónde él quería únicamente estar sólo y relajarse. Pero ¿qué era lo que sucedía? Su madre, eso era lo qué estaba pasando, la extravagante, exhilarante, y orgullosa Bulma, estaba dando una conferencia de prensa, una la cuál él sabía que debía haber escuchado, pero que debido a pensar en su salud mental, optó por omitir, pasando por encima y aterrizando en el patio de su hogar. Entonces... —¿Quién eres?— Preguntó una mujer se cabello oscuro, con una voz suave y agradable, pero realmente firme, casi molesta. —Haz decidido entrar en la corporación equivocada.— La mujer, tal vez por la sorpresa o el estrés, no se percató del parentesco entre él y la mujer qué, ahí fuera, estaba hablando cómo sí fuese la soberana, y simplemente apuntó y disparó una escopeta qué disparó una bala de energía qué, sí no fuera por su resistencia inhumana y reflejos de talla incalculable, le habría volatilizado la cabeza. —¿¡qué estás haciendo!?— Preguntó Trunks, quién estuvo a nada de subir las manos, para usar un Kiai en ella e inmovilizarla, pero la situación se vio detenida cuando uno de los robots apareció. —¡Sseñor Trunkss, la sseñorita Bulma le ha dejado ropa nueva en su habitaciónn!— Lo que provocó qué la mujer abriera los ojos en señal de sorpresa. —¡¿tú eres Trunks?! La señorita Bulma me dijo que estabas en un viaje de estudios.— La mujer ahora tomó un rostro de vergüenza, soltando la escopeta y yendo a atender a Trunks, acercándose al rostro del híbrido, revisando milimetricamente y a gran velocidad que no hubiera dañado el fino, pero fuerte rostro, del hijo de la mujer más importante de la historia. —¡Lo siento! Es que ¡Me diste un susto de muerte!— Ella suspiró, puso sus manos en el rostro, y agradeció a Kami de qué el chico tenía reflejos que no Cuestionó, ella había visto muchas cosas en el pasado.
Trunks se quedó en silencio, mirándola rápidamente, de arriba abajo, y se quedó en silencio. Él sentía qué conocía a la chica de algo... pero no sabía de qué. —¿Quién eres...?— Con un tono de cautela preguntó, causando un pequeño sonido de alivió en la mujer, al no escuchar enojo en la voz del "príncipe". —Me llamo... Mai.— Trunks... no la conocía de nada.
Algunos minutos pasaron, y el primogénito del heredero al trono Saiyajin, se encontraba sentado en frente de un escritorio, sosteniendo un lápiz, empezando a trazar algo en un papel, un cuaderno qué él llevaba a todas partes y que servía cómo desahogo de sus pensamientos más profundos, qué serían hasta ridículos sí fuesen externalizados. "Mí padre vió cómo su mundo era destruido, y su padre, mí abuelo, era asesinado. Mí maestro apreció cómo su mundo era devastado, sus amigos y familia aniquilada, y yo... ¿habré sufrido realmente o mí vida ha sido apenas una suerte de miel sobre hojuelas a comparación de las cadenas que han edificado los pilares de mí vida?" Trunks dejó el cuaderno allí, y Murmuró una respuesta. —No.— Eso era lo que él pensaba... qué su sufrimiento no era nada a comparación del de sus pares, su vida apenas había sido algo accidentada, algo qué él debía de agradecer.
Miró otro cuaderno, uno qué se había encontrado hacía unas semanas por su madre, uno que ella reconoció propiedad de Gohan. Un cuadernillo que cuando él abrió, le recibió con solamente... Gohan. Un cuaderno de poemas qué irradiaba la escencia de Gohan, olía a él. Todo eso le hizo enarbolar una pequeña sonrisa.
Entonces él se había olvidado de porque había ido a los bosques, pero recordaba lo que siempre había hecho, seguir adelante cómo lo había hecho su familia, incluyendo Gohan. Eso era lo que debía, lo que tocaba. Y con orgullo aceptaba su destino, al menos de momento.
