La conferencia de Bulma había acabado, y ella se encontraba hablando con "Mai" en el salón, tomando una taza de té, mientras que él se encontraba en su habitación, terminando de leer los poemas de Gohan. No podía evitar alzar los labios ante algunos. "Aparentemente, Gohan tuvo una enamorada… Increíble… ¿ella seguirá viva? El funeral no fue público… Quizá tuvo que haberlo sido… Pero lo hecho hecho está." Dejó eso, y bajó a la sala de estar. El par de mujeres lo miraron, y las risas estallaron. Trunks alzó la ceja, ellas ¿Eran amigas? Así parecía para el híbrido, el cuál se acercó a la puerta. Al momento, escuchó un sonido de preocupación emanar de la boca de su madre, y luego sintió una alteración en el Ki de ella, su ánimo. —¿A dónde vas Trunks? Es muy tarde.— Habló la mujer de cabello azul, siendo seguida por la mujer azabache. —Sí, ¿por qué no mejor te nos unes?— Dijo ella, haciendo que el hijo de Vegeta lo pensase unos segundos. Él desvío la mirada hacia el par de chicas, y habló. —Saldré un momento, no se preocupen.— Sin más, abrió la puerta y salió a la oscuridad de la noche. —¡hAHaha!— Fue lo último qué escuchó, lo único qué pudo realmente, antes de salir a caminar. Nunca entendería al mundo entero qué era su madre.
Con las manos en los bolsillos, el cabello suelto, y el viento corriendo con fuerza, salió a caminar por las calles de la Capital del Oeste. Esta había obtenido un toque de seguridad algo extraño, habían centinelas en varias esquinas, que se aseguraban de mantener la seguridad en las calles. "Después de haber vivido en el infierno ¿quién querría hacer el mal?" Se preguntó él, llegando hasta la plaza vista por él desde las alturas. Allí él se sentó en una banca, mirando hacia arriba. Sus ojos se cerraron, relajándose ante el viento frío de la noche, cuando de pronto lo escuchó. El grito de cientos de personas, corriendo despavoridas. Miles de vidas gritando de terror, calladas en un segundo. La sensación se volvió cansina, terminando por abrir los ojos, frustrado por la sensación de desasosiego que se había asentado en su corazón en ese momento. Se levantó, y comenzó a tocar el metal de uno de los columpios, con mucho interés, apreciando las fallas y la mala soldadura de esté. Tan absorto, tan humano, tan inocente se encontraba él, qué casi había bajado la guardia. Pero no fué así. Rápidamente elevó su poder, provocando una corriente de viento, y se dio la vuelta, encontrándose con la azabache de antes. —Bulma me pidió que viniera a verte, supuse que estarías acá... No imaginé qué te fueras muy lejos, y me alegro de que así fuera. En los círculos más lejanos de la capital, las cosas aún siguen siendo peligrosas.— Comentó ella, sonando consternada y algo preocupada. —¿cómo...?— Trunks sabía que habían muchas brigadas de defensa en la ciudad, pero con los androides destruidos ¿No tendrían que haberse disuelto? —Sí. Esta ciudad es de las más asediadas por los androides, por lo que se formó una cultura de hostilidad en ciertos sectores. Bulma intenta llegar a acuerdos, pero... es difícil. Pero será cuestión de tiempo...— Mai se sentó en uno de los columpios, invitando al pelimorado a hacer lo mismo. Él, con algo de recelo, accedió a ello, viendo una sonrisa de satisfacción en ella. —Ella me dijo qué saliste a aprender del mundo cuando los androides fueron destruidos... Es increíble que hayas decidido viajar en un mundo así. Supuse que esa espada sería tuya.— Claro, él había dejado la espada en el sofá, no pensando en qué nadie más se metería en casa, además de él y su madre. —Uh, sí… No es una buena idea salir sin nada con lo qué protegerse.— Lo que provocó una mirada de reproche en la mujer. —Sí, por eso me dijo qué viniera por tí.— Luego ella río ante eso, y él solamente se preguntaba "¿qué es lo tan gracioso?" pero no lo dijo, claro.
Los minutos pasaron en silencio, cuando de pronto, una de las dudas del hijo de Bulma fue externalizada. —¿De dónde conoces a… mí madre?— Cuestión que le hizo parpadear unos instantes, antes de ella tomar aire y hablar. —La conocí cuándo ella tuvo una expedición a la ciudad del este... Esta vivía en una anarquía total ante la incertidumbre de creer o no en la muerte de los androides. Entonces, ella llegó y nos ayudó a reconstruirnos, y me dió un hogar acá, en un mejor lugar. Nos hicimos amigas, y ahora hago de guardaespaldas cuando ella quiere alguien con quién hablar.— Comentó ella, mientras se arreglaba el pelo con los dedos, frunciendo el ceño, para luego dirigirse con la mirada al híbrido. —Deberías haberla llamado antes, no sabes cuan sola se sintió en éstos meses.— Reprochó ella, causando algo de remordimiento en el hijo del amor entre el principe y la científico. —Sí... ¿vamos? No debemos dejarla sola.— La azabache asintió con la cabeza, estado de acuerdo con esa idea. —Bien dicho.— Ella lo tomó del abrigo por unos instantes, y se dirigieron a casa de los Briefs, en dónde una tercera taza de té, y un plato de pastel, se unió a la mesa de las dos chicas.
