No quería enamorarme, lo juro.

No quería dar mi corazón a otra persona.

Papá decía que no era bueno para una mujer, amar. Decía que debía aprender a defenderme, defender mi vida, la del resto. Nunca amar.

A veces nos sentábamos a conversar. Le contaba mis cosas, pero muchas de ellas le parecían tontas.

«Son cosas de jovencitas. Ya aprenderás que el mundo es mucho más duro y complicado».

Lo supe luego. Él mismo me lo enseñó. Se fue a la guerra y no volvió. Mi corazón se partió en dos.

No quería enamorarme, estaba de luto y mi alma estaba destrozada. El dolor se volvió mi compañero y aunque no siempre me gustaba, prefería tenerlo ahí y sentir que aún sentía. Que el único amor que me podía permitir era aquel vestido de tristeza por la partida de mi padre.

Yo no esperé llegar a amar a la persona que llegó a mi casa, a quien coloqué un puesto en mi mesa, y que a partir de entonces se convirtió en mi inquilino. Es que no estaba lista para verlo sentarse a mi lado cuando yo comenzaba a contar alguna historia. El peligro de empezar a sentirse escuchada es que después te acostumbras más que al dolor, más que a la tristeza, y es más desgarrador cuando se va. Nunca hubo una mirada condescendiente por parte de él, ni un «son cosas de chicas». Quizá lo que yo decía era importante, al menos para él. Quizá… yo misma podría serlo.

Me acompaña cuando salgo, siempre tiene un chiste para alegrarme, una anécdota que sabe, me hará sonreír porque está relacionada a mis intereses.

Pero mis amigos me lastiman cuando se ríen de mis sentimientos. Cuando dicen que yo soy la tonta, la fea que se enamoró y alberga alguna esperanza. Llenan mi corazón de vergüenza, de pudor. A veces, ser mujer es triste e injusto, se burlan de mis ojos brillantes y mis mejillas sonrosadas. De mis labios que suelen invocar su nombre cada vez que quiero hablar de algo. No puedo evitarlo, siempre está en mi mente.

Este amor es lo más puro que tengo, es mi mayor tesoro y mi secreto, pero cuando lo rebajan a una tontería, quisiera morirme y que no me vea nadie, ni siquiera el hombre al que amo, no vaya a ser que él piense lo mismo de mí, que soy una tonta, que él no quiere el amor de una tonta. Me moriría de la tristeza y la desilusión, porque, aunque no puedo confesarlo, aunque no quería enamorarme…

Lo he hecho profunda, eterna, e imperecederamente de ese hombre que me mira con la luna llena reflejándose en sus ojos violeta.

Julio 28, 2023.

Nota de autor.

Estoy de vuelta en la universidad y como volvió Kenshin, volví a darme una vuelta por aquí.

Blankiss.