CAPÍTULO 4

El grito que pugnaba por escapar de mi garganta quedó atascado en ella en el momento que sentí unas manos sosteniéndome y alzándome con premura.

—¿Kagome?— oí una voz ronca... y familiar.

—¿I-InuYasha?

—Joder, sí— exhaló. Sentí sus manos sobre mí, primero yendo a la cuerda que mantenía sujeta mis extremidades, desatándolas con increíble facilidad, y después a la venda que cubría los ojos.

Un siseo escapó de mis labios al intentar volver a colocar los brazos hacia delante. El hombro sobre el que había caído me dolía y sentía que tenía las rodillas llena de arañazos, pero al menos no me había hecho nada serio. Estaba por acunarme las manos en el pecho cuando sentí la tela fuera de mis ojos. Súbitamente me detuve a medio movimiento.

—No veo nada.

Mis ojos estaban abiertos, pero no veía absolutamente nada. Era como si no me hubieran quitado la venda, aunque yo estaba cien por cien segura de que ya no estaba allí. Mi cuerpo empezó a temblar y mi respiración se volvió trabajosa.

—Tranquila— unas manos me rodearon las muñecas; unas manos cálidas y extrañamente seguras— Respira. Estás en mi celda.

Miré a la dirección en la que me hablaban y a pesar de que sabía que estaba a pocos metros de mí por el sonido de su voz, no pude verle. Saber que no estaba sola calmó un poco mis miedos, pero esta oscuridad tan absoluta... Ni siquiera traspasaba el leve brillo de la rendija de la puerta.

Todos los vellos se me pusieron de puntas.

—¿Por qué estoy aquí?

—No lo sé.

—¿Por qué han hecho esto? ¿Qué sentido tiene moverme de una celda a otra?— insistí, mi cabeza dando vueltas sin parar.

InuYasha permaneció en silencio por un momento, y si no fuera por la firmeza de sus manos en mis hombros habría creído que estaba sola. Inconscientemente, me aferré a mi vez a sus muñecas, como si en cualquier momento fuera a soltarme y dejarme sola en la negrura.

—De verdad que no lo sé, Kagome— terminó diciendo con un suspiro. Masculló algo por lo bajo— Ven, vamos a sentarnos en el catre.

Di pasos tentativos, creyendo sin lógica alguna que de pronto habría un precipicio bajo a mis pies. InuYasha me llevó con calma, sin meterme prisa o molestarse por mis reticencias, y pronto mis pies golpearon con el catre bajo que había en la celda, semejante al mío. Empujó mis manos hacia abajo en una muda orden para que me sentara y eso hice.

En ningún momento nuestras manos se soltaron y puesto que no estaba sentado a mi lado, supuse que estaría en cuclillas delante mía.

—Respira— me llegó su profunda voz— Expira.

—Sí— murmuré, haciendo lo ordenado. Inspiré hondo y expiré un par de veces, y poco a poco sentí mi corazón ralentizándose, mis nervios calmándose.

—¿Estás mejor?

—Sí, perdón por... bueno— por algún motivo, mis mejillas se pusieron rojas. Por primera vez desde que abrí los ojos, me alegré de que no pudiera verse nada— por haber enloquecido y eso.

—No pasa nada.

Inspiré hondo una vez más, llenando mis pulmones al máximo, y ahora que tenía la cabeza más despejada, descubrí un ligero aroma a madera y sangre penetrando por mis fosas nasales. Tardé un par de segundos en entender que se trataba del aroma de InuYasha, y de pronto un deseo irrefrenable por verlo me asaltó. Su largo cabello albino, así como sus ojos dorados.

¿Estaría él pensando lo mismo de mi?

Una vez más, mis mejillas se ruborizaron, y agradecí la ceguera.

—¿En qué piensas?

Como si hubiera sido pillada hurtando en el mercado, me sobresalté y solté un ligera risita, que chirrió en el lugar y el momento.

—Intento encontrar el motivo de lo acontecido— mentí descaradamente, esperando que no se me notara.

Escuché a InuYasha soltar un "mmm" vago, pero no me contradijo, así que celebré mi pequeña victoria.

—Yo tampoco sé que pretenden trayéndote aquí. Por qué nos han juntado ahora.

Incliné la cabeza con un suspiro y sentí un mechón de mi cabello acariciarme el hombro. De pronto, el aire se onduló sobre mi rostro y ese mismo cabello descansó tras mi oreja con una leve caricia en mi arco.

Me quedé petrificada.

¿Pero cómo...? ¿Cómo había podido ver el mechón? ¿Saber en qué lugar exacto estaba? ¿Y si...? ¿Y si...?

—¿Puedes ver?— susurré con voz casi inaudible, como si esperase que se riese en mi cara.

Se quedó callado por un momento. Sentí la vacilación de él.

—Algo así— respondió finalmente, aún con dudas.

Mi cuerpo respingó.

—Pero estamos en absoluta oscuridad. Ni siquiera veo mis hombros si miro hacia abajo, o sería incapaz de ver mis manos si las pusiera a un palmo de mí.

Mis manos se movieron, queriendo ratificar ese hecho con una demostración, y solté uno de nuestros agarres. Él al principio se negó y sus dedos se cerraron con más firmeza en torno a mi muñeca, pero pegué un tirón más fuerte y finalmente me soltó con un suspiro.

Nuestras manos y pieles se rozaron en el movimiento, y entonces sentí algo.

Tardé solo un momento en reconocer que se trataban de unas afiladas uñas... o garras.

¿Quién o qué es InuYasha?

·

·

Palabras: 894


Fun fact: la idea original de la historia vino dada porque un día vino a mi el pensamiento de que muchos pájaros enjaulados que son colocados en los patios de vecinos, oyen las voces de sus semejantes pero nunca se han visto cara a cara :( (que conste que estoy en contra de tener a los pájaros encerrados en jaulas) y pensé en dos personas encerradas, que hablan entre sí pero que nunca se han visto. Después de una par de vueltas a eso, he aquí el resultado final.


Bueno bueno... Así que han metido a Kagome en la celda de InuYasha... Hmmm... ¿para qué será? ¿qué estarán tramando? *pone cara tener pensamientos pensantes*

Por cierto, ¿como creéis que será la reacción Kagome a la revelación? *sonrisa divertida*

¡Muchas gracias a todos los reviews! No sabéis lo feliz que me hace leer vuestras reacciones