CAPÍTULO 5.
InuYasha me soltó súbitamente. La calidez de su cuerpo desapareció y entendí que se había puesto en pie y caminó hacia atrás, queriendo poner distancia entre nosotros.
Mi primer impulso fue decirle que volviera a mi, que me tocara, que me ayudara a entender que no estaba sola gracias a su contacto ya que no podía verlo; pero nada de eso salió de mis labios. En su lugar, solté la pregunta que había empezado a rondar por mi mente. Necesitaba saberlo aunque podía ver que se mostraba reticente por ello.
—InuYasha... — pregunté, entrelazando mis dedos en el regazo— ¿Eres humano?
—Ka-Kagome...
—Por favor, di sí o no.
—Desgraciadamente, no es una pregunta de sí o no— dijo con un rastro de burla interna.
—¿Cómo?
Lo escuché resoplar con fuerzas, para después gruñir por lo bajo.
—Sí y no— confesó en voz baja.
Preguntas y más preguntas surgieron en mi cabeza, y aunque seguía queriendo saber más, en parte me lamenté ante el hecho de que mi curiosidad lo había alejado de mí. Quería que volviera a tocarme. Cuando lo hacía, la oscuridad... era menos mala; me hacía sentir menos atrapada.
—Mi madre era humana, pero mi padre...
—¿Era un demonio?— me aventuré.
Soltó un gruñido que lo traduje como un "sí" vago.
—Entonces... ¿significa que puedes ver en la oscuridad? ¿Tienes garras? ¿Qué más cosas puedes hacer? ¿Puedes volar?
InuYasha soltó un sonido ahogado, casi diría que... ¿sorprendido?
—¿Te digo que soy un medio demonio y eso es lo primero que preguntas?
—¿Qué tiene de malo mis preguntas? Solo tengo curiosidad— inquirí confundida.
—No... yo... —dudó, y entonces soltó un carcajada seca— Solo no me lo esperaba.
—¿Qué creías que pasaría?
Tuve el silencio como respuesta, y después de repasar nuestra conversación, entendí a lo que se refería. Mi corazón se retorció en ese momento y si no fuera por el miedo a caerme o darme de bruces con la pared, habría caminado en su dirección para cogerle la mano.
—He sido criada para temer a los demonios— murmuré, levantando mis piernas y rodeándola con los brazos. La piel herida de mis rodillas tiraron, pero ignoré la sensación mientras sentía a InuYasha escucharme atentamente— Y sé que hay muchos son malos, que disfrutaron saqueando nuestros campos, comiéndose a nuestro ganado o atacando la aldea. Pero... también sé que no todos son así. ¿Sabes?, cerca de mi aldea vivía, bueno, vive, otro medio demonio. Jinenji se llama. Él es bueno. Le gusta ayudar con las plantas, con la medicina y remedios naturales. Mi madre siempre ha sido una mujer de salud frágil... y yo... bueno, Jinenji nunca me pidió nada a cambio, no como los sanadores ambulantes. Lo que quiero decir con esto es que... bueno, no me importa lo que seas. Por favor, no creas que te voy a odiar ahora que... lo sé.
Durante un momento no hubo movimiento o sonido alguno, y se extendió tanto el mutismo que empecé a preguntarme una vez más si había dicho o hecho algo malo. Pero entonces, lo escuché suspirar y caminar en mi dirección.
Se sentó a mi lado en el catre, dejando una distancia prudente entre nuestros cuerpos. No lo pensé, ni siquiera razoné que el gesto de algún modo simplemente podría molestar a InuYasha; sin dudar ni un instante, me moví y me acerqué hasta que nuestros cuerpos se tocaron.
Expiré todo el aire que no sabía que estaba conteniendo y mi manos picaron por volver a aferrarse a las suyas.
—Yo... no... Si tú...— balbuceé como tonta.
InuYasha, parco en palabras, como estaba empezando a entender que era, tocó mi pierna con una de sus manos en una muda aceptación. Con una sonrisita escapándose en mis labios, rápidamente rodeé su brazo más próximo como los míos. InuYasha no pareció molestarse por el gesto, sino, más bien, se acomodó mejor para que mi cabeza pudiera quedar apoyada en su hombro.
Con su cálido cuerpo pegado a mi, me sentí reconfortada en la oscuridad. En realidad, ahora me sentía menos sola que cuando podía ver desde mi celda.
—Entonces, dime, ¿puedes volar?
Lo escuché reír y una sensación algodonosa se asentó en mi estómago. Mis labios se curvaron como acto reflejo.
—No, no puedo volar, humana. Ojalá.
—Vaya— resoplé dramáticamente— Menudo chasco. Entonces, ¿qué puedes hacer además de ver en la oscuridad?— me burlé, como si esa acción fuera normal en mi día a día.
Lo sentí girar la cabeza y mirarme y tuve el repentino deseo de mirarlo de vuelta, pero ahora que sabía que él sí podía verme... Odiaría volver a avergonzarme enfrente suya, y por su culpa. Síp, mejor me quedaba dónde estaba.
—No mucho más. Tengo el oído un poco más desarrollado de lo normal, también el olfato, y ya.
—Oh.
—¿Te esperabas escamas o que echase fuego por la boca?— inquirió burlón.
Me encogí de hombros.
—¿Puede?
Volvió a reír y yo me perdí en el sonido. Oh, cielos, rápidamente se estaba convirtiendo en mi sonido favorito; incluso superando al ya-casi-olvidado canto de mi madre.
De pronto, me sobrevino un bostezo y no pude hacer nada por combatirlo.
—Descansa, anda. Ya debe ser muy tarde.
—Pero...
Sus manos cubrieron las mías, que se aferraban a la manga de su ropa.
—Descansa. No dejaré que pase nada.
Intenté mantenerme despierta, pero no conté con la sensación de seguridad que envolvió mi corazón.
Por primera vez en meses, dormí profundamente, sabiendo que nada me sorprendería con la guardia baja mientras estuviera InuYasha.
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Palabra: 943
¿Pueden ser más adorables ambos? Awwwwww
Para el siguiente, estaremos un poquito más cerca del misterio de sus secuestros *guiño*
