Bang Bang

Capítulo III


EDIT: julio 2023


—¿Está todo bien? —preguntó Miyako a todos los presentes como la buena anfitriona que era. Se sentía más relajada ahora que Ken estaba cargando al bebé, mientras conversaba con Daisuke a un lado del calor de la parrilla que estaba por apagarse.

—No estoy bien —le dijo Mimi, para sorpresa de la dueña de casa—, deja de servir y quédate conmigo.

—¡Santo cielo, Mimi! Casi haces que me dé un ataque. —La mujer se tocó el pecho con insistencia, seguramente su corazón había dado un vuelco tan dramático que la había dejado sin respiración. La mujer se había cambiado a una jardinera que la hacía parecerse a su hija adolescente, demostrando una vez más lo poco que podía cuidarse a sí misma al tener que lidiar con el periodo de su hija mayor, los cambios de voz de su hijo mediano y los primeros dientes de su bebé.

Y para Mimi era inaceptable no estar cerca de su amiga para ayudarla, así que no desperdiciaría esta gran oportunidad de sociabilizar con gente adulta.

—¿Cómo estás? —le preguntó entonces, de igual forma como lo había hecho al llegar.

—Estoy bien ahora que están ustedes aquí.

Sonaba cansada, aunque su tono fuese todavía alegre como la recordaba. Mimi recordaba lo mucho que se reían al hablar por teléfono y comentar toda la cultura pop y sus lo que sea que estuviesen haciendo sus amistades, todo parecía haber pasado hace tantos años atrás, cuando ella recién se había casado con Michael y Miyako estaba empezando la universidad. La estudiante ingeniería le comentaba las pocas citas que había tenido desde empezar la carrera y aunque varias veces mencionaba a Ken en sus relatos, ella jamás se imaginó que terminarían casados y una gran familia. Si bien las señales de que Ken quería una cita con la joven candidata a ingeniera, muchas veces Mimi las ignoraba sin saber y conducía la conversación hacia el ingeniero pelirrojo que se graduaría un año antes que su amiga Miyako. Solo quería saber de su corazón roto al haber sido la victimaria, pero cuando supo que había empezado con una chica de intercambio de la facultad de economía, no pudo evitar sentir una mezcla rara de decepción y alegría. ¿Es que quería a Michael y a Koushiro solo para ella? Dejó de preguntar por él por vergüenza y, un tiempo después, sus llamadas solo se trataban de Ken Ichijouji y su sorpresivo romanticismo.

Ciertamente, ver a Koushiro tan compuesto había alterado la química de su cerebro. No podía con el qué hubiese pasado en caso de elegir al pelirrojo en vez del estadounidense, y si bien quería preguntarle a Miyako todo sobre la vida del ingeniero, no podía por la culpa de haber sido ella su victimaria. Si quería actuar como si nada hubiese pasado, y así enterrar sus sentimientos lo más que pudiera, debía intentar hablar como en esas llamadas de teléfono de hace diez años atrás.

—¡Oh, cielos! Mira, Miyako, estoy tan celosa.

—¿Qué? —La mujer de los enormes anteojos tuvo que volver a ponérselos después que Mimi, en un movimiento brusco, la volteara. Taichi estaba junto a su esposa, a quien le sacaba una cabeza de altura, mirándose a los ojos como un par de adolescentes enamorados mientras compartían un cigarrillo entre los dos. El humo los envolvía en una atmósfera romántica—. Te dije que se veían bien.

—Nunca he fumado algo así con Michael.

—Si te sirve como consuelo, así te comportabas con Michael en tus veintes.

—No lo recuerdo, fue hace tanto tiempo atrás. Ahora es como hacerlo con una morsa —replicó con una mezcla de risa y pena. Tenía que aceptarlo tal y como era, y no avergonzarse. Ella lo había elegido, no era tiempo de arrepentirse.

—Si te sirve de consuelo, las morsas tienen el miembro masculino más grande de todos los mamíferos. Estoy segura que tu morsa al menos lo intenta, mi esposo ya ni siquiera trata.

Era la esposa de Koushiro, ¿qué clase de trampa era esta? Se sintió descubierta con tan solo una mirada. La mujer tenía el cuerpo que toda mujer querría, también tenía la habilidad de hacerle una llave apenas descubriera que estaba tomando prestada la imagen de su esposo por motivos personales. No ayudaba que hubiese sido la novia no oficial de su esposo por unos cuantos meses antes de volviera Michael y tenido el descaro de dejarlo solo para fantasear con él años después. Así que ¿qué era eso de que Koushiro ya ni siquiera trataba? ¿Era una prueba?

—Disculpa, soy Mimi Barton, ¿eres la esposa de Koushiro?

—Sí, no sé si tu esposo te comentó que me contrató como entrenadora personal.

—Sí, lo hizo —dijo sin saber qué otra cosa decir—. Así que me vas a arreglar a mi querido esposo. Y, dime, ¿qué es eso de que Koushiro no lo intenta?

Miyako empalideció.

—Nada, fue una tontería, nada más.

—Sí, Mimi, solo una tontería —reafirmó la dueña de casa—. A veces una dice cosas que no debería, Ken no siempre está listo para la acción, lo cual es completamente normal.

—¿Es eyaculación precoz? Oh, ¿es que la tiene pequeña? —dijo Mimi, intentado dejar por el suelo la imagen que tenía del pelirrojo—. Michael no tiene problemas, estando fuera de forma y estando siempre drogado, está siempre listo. Imagínate cuando lo dejes como en sus veinte. ¡Que el cielo me ayude! —resopló acalorada, la esposa de Koushiro la intimidaba—. Necesito beber una copa, permiso.

Mimi había desviado la atención de ella y Koushiro con satisfacción, aunque todavía no lo supiera, ya que la señora Izumi cambió la percepción que tenía de su nuevo cliente simpáticote. Lo buscó por el patio del matrimonio Ichijouji y lo vio parado incómodamente en la parrilla, como si buscara restos de la barbacoa que habían hecho horas atrás. Siempre con su lata de cerveza en la mano. Y ella se preguntaba… ¿qué tipo de encanto tenía un hombre como él? Indiscutiblemente era varonil, su personalidad era efervescente y carismática; imaginó que en la cama daría todo de sí mismo para complacer a una mujer tan hermosa como Mimi Barton. Después de todo, ella todavía lo amaba pasada una década, Hikari le había comentado lo obsesionados que estaba el matrimonio en sus primeros años, tal cual mi hermano Taichi con su actual esposa, dijo la maestra.

—Fuck, it hurts —dijo el estadounidense tocándose con insistencia el vientre, la faja empezaba a molestarle desde que había empezado a beber cerveza. Por lo que había ido cerca de la parrilla apagada para eructar el silencio, al no haber nadie más merodeando una vez acabada la barbacoa de Daisuke. No quería pelear con su esposa por los gases de la cerveza, estando aún en casa de su amiga.

No escuchó cuando alguien se le acercó por detrás.

—¿Estás bien? —le preguntó el ingeniero un tanto incómodo, se había acercado al no haber alguien más como para asistirlo si estaba con una arteria tapada. No se veía bien, incluso podría haber jurado que hasta le costaba respirar, sin saber que la faja era su problema.

Michael se volteó y dio con cabeza roja de Koushiro. Él había sido el mejor amigo de su esposa en la preparatoria, pero más que eso, no sabía; siempre asumió que su amistad había sido por conveniencia al ser él un genio y su esposa una estudiante del promedio hacia abajo, y que por eso no supo más de él apenas su esposa entró a la escuela culinaria. Esa noche, Michael había visto una pequeña niña con una cabeza roja similar a la de él hablar con su hijo, como Michael no pensó que Koushiro había podido reproducirse, se sorprendió bastante de verlo realmente en la fiesta, incluso hablando brevemente con su esposa Mimi. El genio escualido era padre de una criatura de cabeza roja y, más aún, la había concebido con una mujer hermosa y atlética como su futura entrenadora personal.

—Mi querida esposa decidió que estaba muy gordo para venir, así que me enfajó —dijo divertido, lanzó un eructo discreto y le dio el último sorbo a la lata de cerveza desvanecida que tenía en la mano; por último, aplastó la lata en su mano. Koushiro no sabía si Michael estaba al tanto de sus intenciones románticas con su esposa en la adolescencia, así que inmediatamente se preguntó si estaba de algún modo mandándole un mensaje—. Debe ser duro estar casado con una entrenadora personal.

—No del todo.

—Mimi deja que coma todo lo que quiera, no me ayuda que cocine tan bien —siguió hablando como si ambos fuesen remotamente amigos—, supongo que ese es mi problema. Necesito que sea más firme conmigo.

Koushiro solo asintió con la cabeza, incómodo, no eran amigos ni lo serían en un futuro, casi arrepintiéndose de ir en su ayuda luego de verlo sufrir a un lado de la parrilla, pero nadie más era consciente de Michael en la fiesta. El Koushiro adolescente que vivía en él le pedía a gritos que se fueran de ahí, quizás, en el fondo, quería comprobar si Mimi estaba tan feliz como hace una década atrás; pero de alguna forma, sabía que era una interrogante de la que no sabría qué hacer con la respuesta, sea cual sea. Murmuró una disculpa y se retiró.

Pensó que sería un tormento interactuar con ella, pero cuando se encontró a Mimi en la mesa de los bebestibles, quiso saciar su curiosidad y conocerla otra vez. Quizás así podría levantar ese hechizo que sin querer había dejado sobre él. Ella estaba tomando un refresco que estaba dispuesto para los niños y miraba insistentemente una botella de vino blanco que nadie había abierto aún. Koushiro sonrió, llevaba la misma expresión de cuando era una adolescente que no podía conseguir el capricho que tenía en mente. Ella lo notó luego de mirarla detenidamente.

—Soy la conductora designada —dijo con una timidez que no le conocía.

—Lo mismo por aquí.

—¿Tu esposa puede beber con esa dieta tan estricta de deportista?

—No, pero aun así no le gusta conducir —admitió con los hombros encogidos. Ella sonrió y le dio otro trago a su vaso de plástico con motivos infantiles. No había más tema de conversación entre ellos dos, era algo bueno y casi sintió cómo su versión adolescente se despedía de él.

Mimi se mordió el labio inferior. Su esposo iba por otra cerveza y hablaba animadamente con Ken y Daisuke. La esposa del pelirrojo estaba desaparecida y a nadie parecía importarle que ella hablara con él. Imaginó que él la tomaba de la mano, salían de la casa de los Ichijouji para ir a besarse e intimar en el auto. O simplemente arrojar todo lo que estaba en la mesa para hacerlo allí. La mirada intensa del ingeniero era su atributo más atractivo. En la adolescencia había sido algo especial, ahora solo era provocativo.

Debía dejar de pensar en él.

—Cariño, debemos irnos; tengo entrenamiento mañana temprano —dijo la esposa de él.

Estar en terreno prohibido al desear al hombre de otra, avivó la llama que sentía y se sintió como la pésima feminista que era.

En ese mismo instante, al otro lado del patio, Osen se sonrojó cuando Benji le dijo que era inteligente como si fuese algo bueno. Lo sabía, estaba claro teniendo todos esos trofeos y medallas que decoraban su habitación. Sin embargo, que el chico más lindo de la fiesta aburrida de sus padres se lo dijera, era distinto. Nunca se había sentido medianamente aceptada con los chicos de su edad. Además, Benji seguramente era el chico popular de su propia escuela.

—¿Inteligente?

—Sí, arreglaste mi teléfono.

—No fue nada; de hecho, vi cómo se hacía en un video por internet —tartamudeó un tanto.

—Osen, nos iremos —llamó su padre, avergonzándola más de la cuenta—. Tu madre tiene entrenamiento mañana.

—Son las diez de la noche —respondió molesta.

—Tu madre quiere irse.


—Te vi hablando con la hija de la entrenadora personal, hijo —dijo Michael de forma burlona mientras se encontraba acomodándose torpemente en el asiento del copiloto, Mimi abrió los ojos de golpe, ¿por qué todos querían hablar de la familia de Koushiro? Era bastante para ella lidiar con la obsesión culposa que tenía con él, la cual explotó en llamas después de esa noche. Acomodó el asiento frente al volante ruidosamente, ya que Michael alejaba lo más que podía el asiento del volante para poder conducir cómodo.

Benji le restó importancia al acontecimiento, su padre lo juraba un rompe-corazones como alguna vez lo fue él.

—Arregló mi teléfono.

—¿Estaba malo? —preguntó la madre, tratando de desviar el tema.

—No, casi no era nada.

—Lástima, viendo a su madre, seguramente será una chica muy linda cuando crezca.

—¿Acaso te gusta? —resolvió Mimi, arrancando el automóvil familiar y con una idea clara en la cabeza: iría a fingir un ataque de celos para que su esposo no fuese a mencionar nunca más a la familia de Koushiro.

Michael se rió.

—Mírame, jamás se fijaría en mí, mi amor —dijo con simpatía—. Además, nunca te dejaría. Eres lo mejor que me ha pasado.

Benji puso los ojos en blanco, las demostraciones de cariño de su padre eran demasiado empalagosas cuando su madre estaba celosa. Sin embargo, todo aquello le molestaba simplemente porque su padre no hacía absolutamente nada. No creía que la dieta y el ejercicio hicieran que su padre cambiara a largo plazo, porque a su corta edad ya había reconocido el patrón de perezoso que tenía. Deliberadamente había elegido el futbol soccer para molestarlo. Y con respecto a la chica pelirroja, la había estado observando junto a su madre y su padre. Osen después le platicó un rato y le confirmó lo que había pensado: su padre siempre la ayudaba en sus proyectos de ciencia, pero ¿acaso Michael Barton alguna vez se levantaba de su asiento para practicar deportes?

Había llegado a pensar que su madre merecía a alguien mejor que su padre.

Mimi siempre llegaba a casa luego del trabajo con las compras y la cena en mente. Mientras que Michael no se había movido un ápice desde que Benjamin llegaba de la escuela. Tanta era la decepción que tenía de su padre, que había decidido dejar de regañar cuando debía hacer la tarea solo para no transformarse en el rubio. Si alguna vez lo había admirado, ya había pasado mucho tiempo.

Michael sacó su pipa y fumó tranquilamente hasta llegar a casa, haciendo que Benji se despidiera sin muchos ánimos y se fue a la cama tal rapido como abrieron la puerta principal.

—¿Estará bien?

—Sí, debe ser la edad —resolvió el padre—. Sácame la faja, siento que explotaré.

Ella asintió, quitó el seguro de la espalda y la faja salió disparada para golpearla en el ojo. El abdomen de su esposo creció libre y a gusto, haciendo que Michael se sintiera en las nubes. Le dio la última calada a su pipa mientras se rascaba la barriga, ajeno al dolor de su esposa. Nunca más lo enfajaría, se decía a sí misma, el karma se encargaba de castigarla una y otra vez. El botón asesino de la camisa que saltaba cuando su marido se hinchaba de comida y cerveza no era nada comparado con la faja de maternidad.

—Qué bien se siente...

—Sí —resolvió Mimi a un lado del tocador, viéndose su ojo malherido—. ¿Empiezas el lunes, cariño?

—Sí, volveré a ser como antes.

—Qué bueno —replicó emocionada.

—¿Quieres empezar a ejercitarme? —dijo coqueto, rodeándola con sus brazos y tocándola con su panza—. ¡Qué te pasó en el ojo!


Koushiro no pudo dormir inmediatamente. Miró el techo con insistencia, pensando en lo que había visto ese día. Mimi y Michael Barton ahora solo eran una pareja, tal cual él con su esposa; no eran los adolescentes acaramelados que no podían separarse ni un centímetro o les faltaría el aire. Era como si su relación idílica, no fuese tan idílica después de todo; quizás Taichi sí había tenido razón cuando le dijo, a modo de consuelo, de que lo de Mimi y Michael no era más que hormonas y que pronto se les pasaría. No tan pronto, debía corregir, una década no era un periodo corto como para considerarse pronto. Audaz viniendo del hombre que actuaba de la misma forma con su nueva esposa francesa, Koushiro no se imaginaba actuar alguna vez así; aunque Mimi era su némesis. Su yo adolescente se había sentido destrozado cuando alguien le fue a comentar que la chica con la que salía, había sido vista comerse a besos con el chico de intercambio en la fiesta que él no había podido ir, ya que sus padres habían planeado una cena con semanas de anticipación.

—Solo pasó —dijo ella, excusándose, pero algo le decía que no estaba del todo arrepentida. Sus ojos estaban rebosantes de felicidad.

—¿Seguirá pasando? —preguntó entonces, ella se encogió de hombros.

—Somos jóvenes, debemos disfrutar mientras podamos —explicó con una sonrisa, sonaba a excusa y quiso creer que en su voz había culpa—. Me casaría contigo en unos años, eres esa clase de chico, pero ahora no necesito eso.

Quiso preguntarle qué era lo que necesitaba, pero Michael, con su enorme cuerpo atractivo, le quedaba más que claro.

Cuando salieron de la escuela, se separaron sus caminos. Él fue a la universidad y ella a la escuela de cocina internacional. Por Taichi supo que finalmente se casaría con Michael y pensó una y otra y otra vez en lo que le había dicho ella como si fuera un enigma. Si se casaba con Michael tan pronto, ¿por qué había dicho que en unos años lo habría hecho con él?

Pasó tiempo para que por fin pudiese olvidarla, ella siempre volvía a su mente de forma burlona junto a su paladín estadounidense. Los imaginaba besándose, acariciándose y acostándose. Se despreciaba a sí mismo por quererla, ya que Mimi, por su naturaleza, jamás lo querría a él. Era demasiado distinto a ella. Y Michael, sin embargo, calzaba perfectamente con Mimi.

Ese día, había visto a la misma chica de la que se había enamorado en la adolescencia; pero desanimada y avergonzada por su esposo. Sin querer, se abrió a la posibilidad de que por fin había llegado el momento. Ya que, según sus propias palabras, él era la clase de chico para casarse.

El único detalle era que ya no era el adolescente que esperaba su oportunidad. Ahora era padre y esposo.


Me costó y sinceramente no quedé muy contenta con el resultado, pero ya quería sacar este cap de mi sistema. El próximo será mejor :)

Gracias a ChieroCurissu y a Japi la loca por sus reviews, me revolqué en ellos.