No pude soltar esta vendetta contra mi hermana. SEPAN PERDONAR: escribí esto en 2.5 horas (18 palabras por min), no releí, quedará para una edición futura (en siete años(?)) por si encuentro algún error.
Bang Bang
por Syb
Capítulo VI: Six
Koushiro Izumi no estaba listo para verla llegar con su hijo, pero aun así esperó frente a la ventana con las cejas tan fruncidas que parecía que solo tuviera una. Mimi y Benjamin Barton se llevarían a su hija a pasar una tarde en el centro comercial, viendo una película y comiendo un helado como si de una familia se trataran. Imaginó que eso era lo que Mimi siempre hacía con su hijo, era lo que su versión adolescente siempre le pidió hacer, pero su agenda ocupada le obligaba a cancelar. ¿Acaso esa era una forma de castigarlo?
Su hija se fue a parar frente a la ventana junto a él, visiblemente afectada de ver al hijo de Michael, y Koushiro quiso apartarla del cristal inmediatamente, las hijas debían ser más inteligentes que sus padres y aprender de sus errores; pero ella estaba picando el anzuelo que el hijo de Mimi le había lanzado. Quizás debía decirle a su hija de su error, para que ella no fuera a intentarlo como él; pero Mina apareció entre sus neuronas. Osen lo odiaría si lastimara a su madre de alguna forma.
—Me casaría contigo en unos años, eres esa clase de chico, pero ahora no necesito eso —le dijo Mimi en el pasado, sus neuronas fueron más rápidas que su sentido común y se imaginó a sí mismo divorciándose de su esposa para casarse con la chica de sus sueños, pero como Osen tomaría el lugar de Mina, su hija jamás aprobaría ese nuevo matrimonio y le haría su vida más miserable aún.
—No te pongas ansiosa —le dijo Koushiro a su hija sin despegar la mirada de la ventana, ya que no estaba convencido de lo que iría a decir ahora mismo y a él no le gustaba mentirle a su hija—. Benjamin Barton es solo un chico. Habrá más en un futuro y todavía estas muy pequeña para tener un novio.
La chica bufó completamente sonrojada de la vergüenza.
—Lo dices como si mamá no hubiese sido tu primera novia.
—No lo fue —le dijo con los hombros caídos, era la primera vez que hablaba de ese tipo de cosas con su hija—. Tuve una novia en la secundaria, era la chica más popular y bonita del instituto, tal cual Benjamin. Conocí a tu madre en la universidad.
—¡De qué estás hablando! —gritó su hija con exaspero—. Si una chica popular quiso estar contigo siendo un cerebrito…
—No —amenazó el padre, pero la chica ya vivía en otra realidad.
—Tengo una oportunidad con Ben —susurró maravillada.
—Esa chica, mi novia, se cansó de mí —intentó explicarle—, estaba intentando ganar una beca, ya sabes, los abuelos no tienen tanto dinero…, mi novia se cansó de esperarme y se fue con un chico popular.
Osen se detuvo al escuchar la triste historia de su padre, ya que había empezado a caminar hacia su habitación desmantelada de premios, medallas y trofeos para trabajar mejor en su outfit del día. Su padre había tenido dificultades, no como ella, ya que los abuelos no tenían los recursos como para cubrir todas las inquietudes que tenía la mente avanzada de su padre. No estaban preparados para criar a alguien como él, pero Koushiro sí lo estaba para Osen.
—Siempre dices que tienes todo cubierto en caso de que quiera estudiar en alguna universidad en el extranjero —dijo ella—, no necesito una beca, así que tendré tiempo para Benjamin Barton.
Koushiro frunció la boca, su hija era más inteligente que él.
Estuvo a punto de caer bajo y usar la estrategia más infantil en toda su vida como padre de esa niña, incluso abrió la boca para decirle que Mimi Barton había su novia y que, en otra dimensión, quizás ella y Benjamin serían hermanos, con el único fin de que su hija se retorciera del asco; pero el sonido de un claxon alertó la llegada de un automóvil en el patio delantero.
—¡Benji! —gritó tan aterrada como extasiada.
Koushiro miró con la garganta seca hacia la ventana, vio que Mimi se había bajado del vehículo y lo saludaba con la mano; pero su hijo estaba todavía sentado en el asiento del copiloto, como si realmente no quisiera estar ahí. Al menos, Benjamin se veía lo suficientemente molesto como para destruirle las esperanzas a su hija.
—Como debe ser —murmuró para sí mismo. Osen ya había corrido hacia su habitación para cambiarse por milésima vez de ropa. Frunció la boca para no sonreír y la saludó con un gesto con la mano, mil veces menos efusivo que ella. No podía soportar lo bella que se veía con esa mueca risueña tan de ella.
—¡Papá! —gritó su hija—. ¿Me veo bien?
La chica se había puesto su vestido verde agua y él asintió, no queriéndole decir que ese vestido había sido el mismo que había utilizado en la fiesta en casa de los Ichijouji, porque sabía que le gritaría exasperada, diciendo que Benjamin pensaría que no tenía más ropa.
—¡No! Benjamin pensará que no tengo más ropa —dijo al segundo de pensarlo, como si le hubiese leído la mente.
—Ponte algo rápido, te están esperando.
—¿No vienes conmigo? —dijo al borde del pánico.
—¿Por qué iría contigo?
—No quiero estar con la señora Barton, ¡qué vergüenza! Ven conmigo para que tú estés con ella.
Koushiro quiso estrellar su cabeza contra el vidrio de la ventana para tener que ir a urgencias en vez del centro comercial con su primera novia, pero su hija venía primero que él. Así que caminó lentamente a su habitación para cambiarse la camisa del trabajo a una de color verde olivo, peinarse un poco y verificar que su boca olía a menta y su cuerpo a perfume. Espera, ¿perfume? ¿Acaso era estúpido? Recordó que era Mimi Barton la que los esperaba, así que intentó quitarse el maldito perfume tallándose el cuello con una toalla de manos. No era su cita, era la de su hija con el chico Barton. No quería que Mimi pensara que aún estaba enamorado de ella ni que hacía un esfuerzo para estar presentable. Él iba de chaperón, sí, se convenció a sí mismo; sonrió y salió de su habitación para ver el progreso de su hija. Osen salió con un vestido verde olivo con una sonrisa, pero al verlo a él con el mismo color, gritó con un silbido como el de un delfín y le estampó la puerta en la cara.
Pensó que esos eran síntomas indiscutibles de la preadolescencia.
Debía mantener la calma, se dijo; Mimi estaba esperándolo afuera y debía enfrentarla tarde o temprano. Decidió que era el momento y aclaró la garganta.
—Estaré afuera esperándote, ¿sí? Con cualquier vestido te veras bien, no lo pienses tanto.
Al no obtener respuesta, decidió que era mejor enfrentar sus propios demonios y salir. Tomó sus llaves y respiró una última vez antes de salir por la puerta principal y mostrarse ante su peor pesadilla. Se guardó las manos en los bolsillos del pantalón porque no sabía qué podría más podría hacer con ellas y caminó cabizbajo para no verle la cara a esa ninfa coqueta que estaba esperándolo. Mina estaba oculta en lo más profundo de sus neuronas, por más que quisiera sacarla a la superficie.
Koushiro se repitió mil veces que solo se sentía así por lo mal que se sintió en su adolescencia y que ahora podría redimirse si solo pasaba una tarde con ella y su hijo.
—Osen todavía está cambiándose —le dijo apenas llegó.
—La entiendo —respondió ella con una amplia sonrisa—, también fui una chica. —Su hijo chasqueó la lengua, molesto, a lo que su madre se rió, como si fuera inmune a tales berrinches, luego bajó la voz para dirigirse al hombre que tenía al frente—. Siempre quise una hija.
Maldición, se dijo Koushiro, su mente era tan rápida que no pudo evitar pensar en toda la ropa bonita y de diseñador que tendía su hija en caso de ser Mimi su madre. Ni él ni Mina eran tan versados en ese tema como lo eran los Barton.
—No te preocupes, Koushiro, podemos esperarla el tiempo que sea —indicó la mujer de Michael con total soltura, como si fuera otra ese día. Se veía más resuelta que las últimas veces que habían hablado, incluso después de que le pidiera perdón por lo que había con Michael en la secundaria y eso lo llenó de curiosidad—. Koushiro, sería bueno que vinieras con nosotros. No creo que nuestros hijos quieran que este tan cerca de ellos toda la tarde.
Nuestros hijos.
—Eso mismo pensé —dijo él y volvió su atención a su casa.
Sintió la mirada de Mimi sobre él y sintió como si parte de su cuerpo estuviese quemándose. No iría a ser una salida fácil para él, pero parte de él la deseaba como si fuera a terminar con esa maldición que había empezado en la secundaria, cuando él ya no pudo ocultar sus sentimientos hacia ella y se los confesó. Ella no se alarmó, le sonrió y le dijo que ella también sentía algo por él, así que debían intentarlo.
—Te fue bien —comentó Mimi, parándose a su lado para admirar su casa.
—Sí…
—Tu plan funcionó —le dijo ella y él tuvo que mirarla sin entender—. Ya sabes, ganarte esa beca y entrar a ingeniería. Te felicito.
Koushiro sintió cómo sus labios quisieron curvarse un poco, pero frunció la boca intentando callar esa sonrisa. No quería ser feliz con Mimi, porque sentía que sería una falta de respeto para Mina y él no quería eso. Era feliz con su esposa, aunque haya cambiado tanto desde que fue al gimnasio y empezado a asustarlo, además de haber perdido su atracción sexual hacia él. No, eso no sonaba bien.
—¡Aquí viene la princesita! —gritó Mimi Barton cuando Osen apareció tímida en la puerta principal, finalmente había decidido llevar un vestido de color azul—. Benji, siéntate atrás con Osen.
—Pero…
—Es una orden —dijo la mujer con un segundo de seriedad y luego volvió a su sonrisa normal para mirar a Koushiro—. ¿Vamos?
—Sí…
Sentarse en el asiento del copiloto donde seguramente lo hacía Michael cuando bebía demasiado se sintió extraño, casi se sintió culposo, pero Mimi rápidamente empezó a hablar de lo que verían en el cine, ya que ni él ni los niños decían algo. Benjamin porque no quería estar allí, Osen porque estaba aterrada de tenerlo tan cerca de ella y él porque no quería seguir pensando en Mimi, lo cual era casi imposible al tenerla a su lado. Su hombro se sentía en llamas por la cercanía y lo peor era que cada vez que ella se movía, Koushiro sentía que saltaría como un venado asustado.
Al entrar al centro comercial, Koushiro ya estaba intoxicado por el perfume que usaba Mimi, por lo que casi estaba contento de llegar al cine para comprar los boletos de la función.
—Cuatro, por favor —dijo él a la chica que estaba atendiendo—. Dos adultos y dos niños.
—Plan familiar —dijo la chica mientras tecleaba algo en la pantalla táctil que tenía al frente, Koushiro sintió la necesidad de corregirla por respeto a Mina, pero la chica simplemente les mostró en la pantalla los asientos disponibles—. ¿Cuáles quieren?
—Queremos en el centro —dijo Mimi a su lado, en el lugar de Mina y él sintió que se le secó la boca—. Yo pago, tú ve a comprarles refrescos a los niños.
Koushiro asintió absorto en sus fantasías y los chicos lo siguieron hacia el mesón de las golosinas. Estaba siendo más difícil de lo que había imaginado, pero no estaba del todo enfadado y eso lo llenaba de malestar. Cuando llegó al lugar y vio la bebida cola y todas las posibilidades de azúcar que tenían enfrente, miró a Osen y casi pudo oírla decir que estaban haciendo algo tan prohibido como excitante, ya que su esposa Mina no estaba ahí para regañarlos por las calorías vacías que estaban por ingerir.
—Yo quiero una bebida cola grande, por favor —dijo Mimi llegando a su lado, con los boletos en mano y la misma sonrisa cálida en los labios.
—¡Yo también! —gritó Osen extasiada.
—Y yo —murmuró Koushiro.
—Yo quiero un agua con gas —indicó el príncipe Barton.
—Añade pop-corn, ¿sí? —dijo Mimi y cerró su mano brevemente en su hombro. Si sus sensaciones se materializaran, su brazo ya se había calcinado y caído al suelo.
Osen le dio un sorbo a su bebida cola e hizo una mueca de placer que hizo reír a Mimi, Benjamin solo siguió caminado con su botella de agua simple. Koushiro tuvo que luchar contra sí mismo para no tener la misma reacción de su hija apenas probó su bebida cola de la discordia.
—Parece que Mina no los deja comer golosinas —murmuró Mimi a su lado, cuando estaban en la fila para entrar en la función. Koushiro no pudo evitar recordar a Michael quejarse a un lado de la parrilla en casa de Miyako, diciendo que Mimi no le ponía límites. Se preguntó si eso también le habría afectado a él como a Barton—. Descuida, no le diré que la traicionaron a sus espaldas.
Él solo sonrió, un poco incómodo.
No dijeron mucho más al entrar al cine y Koushiro tuvo que enfocar su concentración en la pantalla o sus manos intentarían tocar las manos de ella como dictaba una salida al cine. Dos horas pasaron rápida y tortuosamente.
—¡Qué buena película! —dijo Mimi y solo Osen le respondió—. ¿Quieren dar una vuelta?
—¡Sí! —gritó Osen, la chica parecía estar más maravillada con la madre de Benjamin que el chico mismo. Koushiro pensó en que quizás tenía que ver con la soltura con la que pidió una bebida cola de tamaño grande, tal libre y risueña, y se sintió a morir.
—Me da igual —opinó el niño.
Caminaron por las tiendas y Koushiro tuvo que dejar de ver a Mimi interactuar con Osen, así que volcó su atención hacia una tienda de videojuegos. No se dio cuenta que Ben lo siguió, igual de curioso que el pelirrojo.
—¿Juegas shooters? —preguntó Ben casi con enfado, pero el papá de Osen reconoció algo más en su expresión.
—A veces —indicó con los hombros caídos, luego de que Mina le dijera que ya no se sentía atraída sexualmente a él, Koushiro sintió ira, solo logró sacarla de su organismo luego de descargar un demo de un juego bastante gráfico con el que pudo cumplir su fantasía de dispararle a los hombres musculosos del gimnasio. Le había funcionado mejor que trotar—, pensaba en entrar y ver lo que hay de nuevo.
—¡Vamos! —dijo el chico con una sonrisa que no pudo ocultar más y se escabulló dentro como si se tratara de un ratón.
Koushiro miró por sobre su hombro, como si buscara la aprobación de la madre, y sí la tuvo: Mimi parecía acongojada, pero feliz y le indicó con un gesto que se apresurara a entrar a la tienda. Quizás nadie había conectado con su hijo al ser tan retraído, pero eso no era problema para él, ya que siempre había sido igual de retraido y callado que el hijo de Michael. Qué ridículo era ese giro de acontecimientos con tan solo una ida al centro comercial: el hijo de Mimi se le parecía bastante, incluso si no fuese su hijo.
—Necesitamos la aprobación de tu papá, niño —dijo un chico frente a una infinidad de consolas y juegos—. Es un juego muy gráfico.
Ben lo miró como si suplicara apenas lo vio entrar a la tienda, para su sorpresa hablaban del mismo videojuego que usaba cuando se sentía frustrado. Koushiro suspiró.
—¿Prometes no decirle a tu mamá que te ayudé a comprarlo?
—¡Sí!
—¿Y que no lo jugarás si hay una mínima posibilidad de que ella entre a tu habitación y te vea jugando eso?
—¡Sí! —gritó el chiquillo extasiado—. Jugaré cuando ella esté en el trabajo.
—Elige más juegos —murmuró entonces—. Si ella te pide ver lo que compraste, dejará de prestar atención luego de ver los primeros dos.
El niño desapareció dentro de la tienda para buscar los juegos que necesitaba y el pelirrojo fue a esperarlo con el encargado del lugar.
—Me hubiese gustado tener un padre como tú —le dijo el encargado con una sonrisa, pero antes de que Koushiro le pudiera explicar que no era su hijo, Ben llegó con los juegos entre manos y le sonrió.
—Gracias, papá —dijo Ben, era tan astuto como Mimi, ya que si el encargado se daba cuenta de que él no era el verdadero padre del chico, pediría hablar con la madre y Mimi no dejaría que Ben se saliese con la suya.
—De nada…, hijo.
El plan de Mina de juntar a Osen con Benjamin Barton había funcionado, pero no de la forma que ella esperaba. Osen Izumi estaba tan extasiada con la señora Barton que no paró de hablar de lo genial que era ella, apenas los habían dejado en su hogar luego de tan preciosa velada. Ella tan linda y extravagante, decía la niña, ¡había tomado una bebida de cola grande! Y, lo mejor, le había permitido tomar una igual. Le contó que luego de que él entrara con Ben a la tienda de videojuegos, ella y la señora Barton habían ido por un helado y ella le había enseñado a cómo vestir su color de cabello tan fuerte.
—¡Le gustó mi vestido, papá! Dijo que el verde y el azul eran nuestros colores.
—Qué bien —le respondió con una sonrisa incómoda—, pero no hablemos de eso con tu mamá. Solo dile que la pasaste con Ben.
—Bueno, sí, creo.
Mimi sintió que lloraría cuando los vio entrar a su casa, una casa que no era de ella. Koushiro había sido demasiado atento con Benji, algo que extrañaba de Michael, aunque hasta ese momento, ella no se había dado cuenta de que su esposo había dejado de conectar con Ben. Ell niño no se veía molesto frente a Koushiro, como lo hacía frente a su padre. A su lado, su hijo se estaba acomodando el cinturón de seguridad con la misma expresión seria de siempre, todo había vuelto a ser como antes.
—Quisiera que el señor Izumi fuera mi padre —dictaminó, pero no dijo nada más, por mucho que Mimi intentara sacarle más información.
Ahora que tienen la aprobación de sus hijos, ¿qué pasará?
