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Bella
Estoy a punto de desmantelar esta traición. Mi rabia y mi deseo de ver los rostros incómodos de mi presunta familia una vez que los confronte son lo que me mantienen alerta al camino porque quiero llegar a la casa de Eleazar y Carmen tan pronto como el jodido límite de velocidad me lo permita.
¿Cómo se atreven? ¿Cómo pudieron darle parte de nuestro patrimonio a un desconocido? No me tomó mucho tiempo descubrir su nombre. Una llamadita al abogado de Eleazar fue suficiente.
—¿Cómo se llama otra vez el chico al que mi tío le vendió la casa?
—¿Por qué preguntas, Isabella?
—Quiero buscarlo en Instagram. Es guapo. Y es mi vecino.
—¿Por qué no se lo preguntas tú?
—Haces muchas preguntas, Marcus.
Una risa y un "Edward Cullen" musitado.
Edward Cullen. Edward Maldito Entrometido Rompe Hogares Cullen.
Arde en el infierno, Cullen.
Aunque puedo aceptar que él no tiene la culpa de nada, como él mismo lo dijo. O algo así. Estoy enojada justo ahora, así que todos son culpables para mí.
Tomo mi bolso Prada (lo elegí porque me da valor) y bajo de mi camioneta.
La primera en verme cuando entro al jardín es Rosalie. Está sosteniendo una margarita y usa un vestido bodycon patriótico, con la bandera de los Estados Unidos en lentejuelas. Le ruedo los ojos y hace un puchero, acercándose.
—Al fin llegas, ¿qué con tu atuendo nada patriótico y… sudado? —se aventura a preguntar.
Estoy usando la nueva colección de Adidas, de cabeza a los pies. Resulta que puedo cargar un bolso Prada blanco con leggins y sigo viéndome fabulosa. Pero no estoy sudada. Estoy furiosa.
—Ahora no, Washington—paso a su lado y me dirijo hacia mis tíos. Rosalie jadea, claramente ofendida.
—Bella…—Eleazar se queda callado tan pronto como ve mi expresión. Tía Carmen se gira y abre los ojos. Saben por qué estoy así y este es el momento de sus rostros incómodos que tanto esperé… sólo que no puedo saborearlo como pensé que lo haría.
Emmett está sentado en la gran mesa y baja su teléfono ante el tono de su padre.
—¿Quién diablos iba a decirme que vendieron la casa? —exploto y la Sra. Cope se sobresalta, dejando una bandeja de sandía en el medio de la mesa.
Ellos intercambian miradas. Rosalie ya está detrás de Emmett, con ambas manos en sus hombros. La gran danés de Carmen, Kitty, se acerca a mí, como si quisiera participar en esta discusión.
—Bella, por favor hablemos tranquilamente sobre esto—inicia Eleazar.
—¡No vengas a pedirme favores cuando cedieron el patrimonio del abuelo a un desconocido! ¡Y ni siquiera me consultaron! —a pesar de que estoy en verdad molesta, no puedo evitar sentir una incomodidad en mi pecho al hablarle de esa forma a Eleazar.
Es la primera vez que le grito.
Pero viví en esa casa toda mi vida. Pasaba incontables noches ahí y luego cuando los abuelos murieron, me "apropié" de alguna forma de ella. Salí de la casa de mi padre a los dieciocho sólo porque existía ese lugar. Y además tenía que ir a la universidad, pero eso no importa ahora.
Ese era mi hogar antes de que ellos decidieran dividirla (también sin consultarme).
—¡Ni siquiera me consultaron para las remodelaciones!
—Ese fue el deseo de Charlie, Bells—Emmett murmura por lo bajo. Le lanzo una mirada oscura.
—¿Y tú qué? ¿No se supone que esa mitad sería tuya?
Él no dice nada, sólo mira ansiosamente alrededor. Rose aprieta sus hombros y la miro. Luce incómoda y me arquea las cejas, mirándome con pena.
—Bella, los planes cambiaron…—inicia Carmen, pero sigo cortándola. Nabi, la Pomerania que carga en su brazo derecho me da una mirada desdeñosa.
—¡Un desconocido vive ahí! Si no ibas a querer tu mitad ¿por qué dividirla en primer lugar? —vuelvo a enfrentarme a Emmett—. Pudieron simplemente dejar mi casa como estaba.
Eso lo hace. Todos me lanzan una mirada de "no puedes estar hablando enserio."
Y Emmett está lleno de mierda. Ese no fue el deseo de mi papá. Eleazar fue el que sugirió la división de la propiedad y mi padre aceptó, sin tener mucha opinión porque la entrometida de Carmen comenzó a planear todo incluso antes de llegar a un acuerdo. Hablando de lo especial que sería que ambos nos quedáramos con la casa, hablando de lo genial que sería para su hijo el tener un hogar. Como si el idiota de Emmett no tuviera ya todo un piso a su nombre.
—La casa no era tuya, Bella—sigue Emmett. Se está convirtiendo en mi principal enemigo.
—¿Estás jodidamente bromeando? ¡Viví ahí toda mi vida! ¡Hice el puto jardín! —manoteo, mi bolso casi golpeando el rostro de la Sra. Cope que simplemente sigue trayendo la jodida comida a la mesa como si la tercera guerra no se estuviera desatando.
—Legalmente…—él ladea la cabeza, poniéndose de pie.
Bufo, cruzándome de brazos.
—Increíble—espeto, mirando a todos ahí—. Increíble que, para ustedes, "la familia perfecta"—incluso hago las comillas—, una firma en un papel sea importante ahora. Muy conveniente.
Ellos no dicen nada. Jodidamente nada.
Carmen coloca a Nabi en una silla y se sirve más vino blanco en su copa. Eleazar se rasca la mejilla con el pulgar y Emmett está hablando con Rose a través de sus ojos.
Me doy la vuelta y salgo de ahí.
Podría quedarme, podríamos hablar, pero no quiero.
No quiero hablar de cómo simplemente un día mi papá me dijo que tenía que empacar mis cosas y salir de ahí porque iban a hacer remodelaciones. En otras palabras, iban a deshacer lo que había conocido toda mi vida. La casa en la que viví por siete años. Aunque, al parecer, ese no es tiempo suficiente para poder llamarla tuya.
En el camino de regreso, comienzo a creer que Eleazar sólo quería deshacerse de la propiedad. Era un espacio que no le sumaba nada. Estoy segura de que si no hubiera sido por mi padre insistiendo en los trámites legales del terreno, mi tío me hubiera dejado sin casa.
Papá me dijo que mi parte era finalmente mía, incluso firmé los papeles. Debí haber preguntado si Emmett también lo había hecho.
No estoy diciendo que mis tíos son desalmados y crueles (porque no lo son). Viví con ellos durante el primer trimestre del año, durante las remodelaciones y Emmett y Carmen incluso amueblaron y me mudaron mientras estaba en Ibiza.
Han hecho cosas buenas, son buenos, pero esto es… Es jodidamente decepcionante.
¿Cómo se atreve Emmett a decir que no es mi casa cuando nadie la ocupó durante mi estancia en la universidad? Nadie quería esa casa vieja y desvencijada. Nadie quería recordar que hubo un momento en el que eso fue todo lo que el abuelo pudo pagar. Nadie quiere recordarlo porque ahora cargamos bolsos Prada y tenemos apartamentos enormes a nuestro nombre.
Y decían que la materialista y superficial era yo.
Cuando voy a mi habitación, a continuar con mi fin de semana de lamentos porque no tengo intención alguna en celebrar el 4 de julio, mi celular vibra con un mensaje.
Emmett: Es sólo una casa, Bella.
No respondo. Jodido cabrón. No es sólo una casa. No era sólo una casa.
Dice eso como si tener una casa no fuera un gran asunto.
Me está llamando materialista.
¿Eso creen? ¿Mi familia cree que soy una perra materialista que saca las uñas porque hacen cosas sin consultarme?
Bueno, está bien.
Idiotas.
Edward
Me siento un poco idiota cuando papá y Alice me dejan en mi calle. Me siento como un adolescente sin auto que depende de sus padres. Lo que es verdad. En parte. Porque no soy un adolescente, pero si dependo del auto de papá.
Me despido y camino por la acera, con las manos en los bolsillos.
El festejo en casa de mis padres fue divertido. Hacía tiempo que no pasaba tiempo con ellos, la última vez fue diciembre.
Comimos los hot dogs que mi papá y yo hicimos, Alice volvió a hornear su pastel de fresa y mamá hizo brochetas de fruta mientras que la abuela se encargó de las de carne. Fue suficiente.
Tanteo mis bolsillos y saco mis llaves. Mi mano pica por alcanzar mi teléfono y enviarle un mensaje a cierta rubia que sé que está borracha justo ahora.
La vecina bonita está sentada en el porche, con la luz encendida, las piernas sobre la silla y un libro en sus rodillas.
Tengo que saludar porque resulta que nuestros porches están literalmente juntos, sólo una pequeña verja de madera los separa.
—Hola—murmuro, esperando que su coraje haya bajado. Tal vez incluso ella se disculpe por gritonearme sobre cosas de las que no tengo control.
—Hola—su voz es suave. Resulta extraño que esté sola, su casa completamente a oscuras y en silencio en plena noche de 4 de julio.
—Feliz 4 de Julio—le digo, porque no sé qué más decir.
Vuelve a despegar la vista de su libro y frunce ligeramente el ceño, como si hubiera olvidado el día en el que vive.
—Si, supongo.
Suena malditamente deprimida. Nada qué ver con la fiera de la mañana de ayer. Su rostro está enrojecido, tal vez estuvo llorando, o tal vez esté enferma.
Me quedo ahí de pie. De alguna manera, si quiero que se disculpe. Creo que estaría bien llevar la fiesta en paz. Primero, porque es mi vecina y segundo, porque es sexy.
—¿Tuviste un buen día? —lo intento de nuevo.
—Eso creo—murmura.
—¿Pudiste hablar con tu familia? —esa suena como una buena pregunta, dado que de alguna manera me incumbe.
Ella se pone de pie rápidamente, no me mira.
—Me iré a dormir ahora. Buenas noches—dice. No he respondido cuando ella ya cerró la puerta.
Un segundo después la luz del porche se apaga.
Una cosa es segura: mi vecina es realmente rara. O jodidamente grosera.
