10


Edward

Eran estos momentos, cuando entraba al One Eyed Pete abarrotado, los que me hacían querer invertir en el bar de Paul y Seth y unirme al barco.

También pienso en eso al tomar el autobús. El dinero extra me vendría bien y finalmente podría conseguir un jodido auto.

Paseo mi mirada por la pista llena de cuerpos moviéndose debajo de las luces. Un grupo de amigas se frotan entre ellas y un poco más allá un chico y una chica están explorando sus gargantas. Pobre cabrón, espero que consiga algo de acción esta noche. Luego caigo en la cuenta de que el pobre cabrón soy yo, dirigiéndome solo hacia la barra.

Paul está sirviendo tragos, usando su mandil y un trapo sobre su hombro.

Me siento en un taburete libre y espero. Miro alrededor. Seth no se ve por ningún lado.

—¡Finalmente, pedazo de idiota! —Paul dice sonriente, colocándose frente a mí y arrojándome gotitas de agua con su mano mojada.

—Hombre esto se ve genial—respondo, señalando vagamente a mí alrededor y limpiándome la mejilla húmeda—. Lo están haciendo bien.

—Lo sé, ¿verdad? —él suspira, orgulloso. Sus sienes brillan un poco por el sudor—. Y ese cabrón de Seth no está por ningún lado.

Frunzo el ceño.

—¿Perdido otra vez?

—Estaba aquí hace un momento, pero…—un par de chicos lo interrumpen—. Ya vuelvo—dice y corre por la barra, inclinándose y atrapando órdenes.

La puerta de la oficina se abre y Seth aparece. Luce fresco y relajado. Me encuentra rápidamente y sonríe.

—¡Eddie! Finalmente apareces, idiota—dice, sacudiendo mi antebrazo. Le ruedo los ojos.

—Paul te necesita.

Seth frunce la cara, como aturdido y hastiado.

—Él puede arreglárselas solo. Es un bombón, las chicas compran más bebidas con tal de venir a verlo—me guiña y me río, mirando a Paul, que agita un cóctel y un par de chicas están babeando viendo sus brazos.

—Como sea—Seth continúa—. Tenemos que contratar a alguien más de todas formas—me da una mirada, quieren que me les una. Ignoro su indirecta—. Hoy saldré a campo.

—¿Eh?

Él rueda los ojos.

—Paul jura y perjura que una encuesta de satisfacción al cliente es importante. Importante mis pelotas. A la gente no le interesa eso. Ellos sólo quieren tragos y música. Ni siquiera les interesa un baño limpio.

Paul se coloca a su lado, dándole un golpe en la nuca.

—¿Dónde mierda estabas?

—Oh, cariño, estaba refrescándome en el baño—Seth pasa un brazo por sus hombros y Paul se lo saca de encima.

—¿Qué estás esperando para hacer esa encuesta?

—A mi ayudante—Seth responde, agitando su mano y tecleando en su celular.

—¿Quién mierda es tu ayudante? —Paul pregunta, abriendo una botella de whisky.

—¡Oh, acaba de llegar! —Seth aplaude, golpeando su pecho con su mano libre y sonríe. Toma un clipboard y una pluma de debajo de la barra—. Ya vuelvo, linduras.

Seh, era difícil no conseguir un amigo gay de la escuela de diseño.

—¿Qué te sirvo? —Paul me pregunta, limpiándose la frente con un pañuelo que vuelve a guardar en el bolsillo de su mandil.

—Sólo cerveza, gordo.

Él me pasa una Corona y le doy un gran trago. Paul sacude sus pies, como si le dolieran.

—¿Alguna novedad sobre un auto? —le pregunto. Su tío tiene un negocio de autos y Paul me mantiene informado sobre nuevas adquisiciones.

—Siempre, hombre, sólo tienes que decidirte—dice, limpiando vasos—. Esta semana tendrá unos nuevos, semi nuevos, tirándole más a nuevos—explica ausentemente, mirando a las personas.

Hago una mueca, alzando una esquina de mi boca y chasqueando mi lengua antes de darle otro trago a mi cerveza.

—Dinero, hombre.

—Si te unieras a nosotros…—él comienza.

—Si, lo sé, cállate—respondo. Ahora me arrepiento de no haber iniciado esto con ellos. Tal vez podría hacerla de barman los fines de semana…

—Si, esa encuesta va de maravilla—gruñe Paul, antes de interrumpirse y decir "oh oh."

Miro sobre mi hombro.

Mierda.

Seth está en la pista, chocando sus caderas con las de Lauren y agita el clipboard mientras alza sus manos.

Sólo Paul puede creer que es buena idea mandar a Seth a la pista a hacer preguntas. Sí, claro…

Y luego está el asunto de Lauren. Ellos no saben que la he estado viendo. Tal vez Seth sepa, pero Paul definitivamente no.

Así que pretendo.

—Mierda—resoplo.

Paul se está riendo a mi costa, sus ojos arrugados y menea la cabeza. Entonces siento una palmada en la espalda.

—¡Edward, Paul! Aquí está Lauren—anuncia Seth. Esa perra traicionera. Guía a Lauren con una mano sobre su hombro y la sienta a mi lado. Ella está usando un vestido rojo, con un corte en su muslo—. Paul, sírvele algo, ¿quieres?

No sé qué hacer. No sé si Seth esté al tanto, no sé si Lauren quiera hablarme en público. No hablamos de eso cuando empezamos nuestro jugueteo.

—Hola—ella dice, sonriéndome y luego se inclina y me besa en la mejilla. Huele a canela. Quiero enterrar mi rostro en su cuello porque amo el jodido aroma a canela y su piel es suave.

Paul está esperando frente a nosotros. La mano de Lauren se queda sobre mi antebrazo y luego le dice que le prepare una margarita.

Paul asiente y se aleja, tiene una sonrisa burlona en su rostro.

Seth está escribiendo algo en el clipboard y no sé si él es tan descarado como para inventar las respuestas.

Lauren y yo compartimos miradas. Ella ve mi cuerpo entero mientras yo observo sus piernas.

Paul regresa con la margarita de Lauren, sacándome de mi ensoñación, y ella le sonríe. Los ojos de Paul se quedan pegados a su escote mientras ella se ríe con Seth, su mano blanca y delgada sujeta su vaso. Lleva las uñas largas y rojas.

Luego él me mira y alza las cejas, burlándose. Meneo la cabeza y bebo de mi cerveza. Esto es incómodo.

Él vuelve a reírse.

—Idiota, la encuesta—Paul señala a Seth con el dedo.

Seth rueda los ojos.

—Eres un tirano, ¿quién te hizo tanto daño? —luego me mira—. Eddie, cariño, ¿puedes hacerle compañía a Lauren?

Creí que ella era su ayudante, pero como sea.

—Seguro—respondo. Paul no se mueve de su lugar, está disfrutando esto.

—¡Que lindo muchachote! —Seth pellizca mi mejilla y parte hacia la pista.

Lauren le da el primer trago a su margarita y Paul tiene que irse porque la fila en la barra está haciéndose más larga.

—¿Cómo estás? —Lauren pregunta—. Mamá preguntó por ti el otro día.

—¿Por qué? —le frunzo el ceño. Ella rueda los ojos.

—Seguía en casa cuando regresé y luego hizo las preguntas de siempre, así que tuve que decirle. Cree que regresamos—hace un mohín—. No puedo esperar para irme de ahí—agrega.

La mamá de Lauren es un caso. Demasiado invasiva e intensa. Me daba ansiedad estar a su alrededor. Un día, Lo remodelaba su habitación y naturalmente, me pidió ayuda. Linda, su madre, no dejaba de pasear por ahí en cada minuto libre que tenía, dándonos miradas sospechosas. ¿En dónde íbamos a follar? ¿En el suelo cubierto de plástico? Para eso estaba mi apartamento.

Esa señora necesita relajarse. O conseguirse un novio.

Lauren tiene veintitrés y ella cree que ya es hora de salir de la casa de su madre. Desde que la conozco quiere hacerlo. Con una mamá así, yo me hubiera ido tan pronto como aprendiera a caminar.

—Como sea, ¿cómo va el trabajo? —pregunta.

—Va bien—le respondo, rodando la botella de mi cerveza entre mis palmas—. ¿Cómo va el spa?

—Genialmente—ella dice, rascando su mejilla—. Por cierto…—se detiene, como si estuviera contemplando lo siguiente—. Tal vez empeore el asunto con Linda, pero no lo sé, ¿quieres hacer unas fotografías para el spa? Para una nueva colección.

Honestamente no me interesa lo que su madre tenga qué decir. Al fin de cuentas, Lauren es la que lidiará con ello. Y el dinero vendría bien.

—Seguro.

Ella sonríe, sus ojos brillantes y luego aprieta mi antebrazo.

—Genial. Te haré saber los detalles.

—¡Literalmente a nadie le importa! —Seth regresa, gritando y agitando el clipboard—. Sólo tres personas respondieron amablemente. Dos me confundieron con un mesero y el resto está demasiado borracho.

Paul se acerca y él y Seth se enganchan en una discusión, así que Lauren y yo los ignoramos.

—¿Viniste sola?

—Unas amigas vienen en camino—responde, echándose el cabello lacio hacia atrás. Sigo el movimiento. Dios, chicas. Pelo largo, piel suave, olores deliciosos, manos suaves, ojos grandes, uñas largas… chicas.

Diablos, no quiero decir lo siguiente.

Lauren me mira de reojo y luego se inclina. Me acerco, sus labios están muy cerca de mi oreja.

—¿Quieres… quieres que pase por ahí más tarde? —susurra.

Dios, sí. Si quiero. Justamente lo que quería decirle… o escuchar.

—Si quieres—respondo en su lugar, en un intento por parecer relajado y no demasiado metido en nuestro juego—. No me quedaré mucho rato.

Su mirada está apagada. Luce triste. O molesta.

—Haré el intento—responde en voz baja.

No entiendo su cambio de humor… no, si lo entiendo, sé por qué el cambio de actitud, sólo que no quiero pensar en eso ahora, no quiero lidiar con mis pensamientos, así que bebo de mi cerveza.

Lauren se concentra en su margarita y en su celular. Oculta su rostro detrás de una cortina de cabello. Seth comienza a hablarme de los cursos que Paul le está pidiendo que tome.

—Una de las razones por las cuales fui a la escuela de diseño fue porque no quería lidiar con teoría de negocios, ¿entiendes? —me codea—. Y otra de las razones fue porque tengo una afinidad por las figuras y los colores—finaliza, sonriente.

Le ruedo los ojos, estoy a punto de hacerle saber lo idiota que es cuando él llama a Lauren a gritos.

Ella alza la vista. Sus ojos están llorosos. Alejo mi mirada, me concentro en ver mis manos. Seth ignora su rostro apagado.

—Me daré una vuelta por el spa esta semana—sigue Seth—. Mi piel está sufriendo resequedad.

—Un poco de ácido hialurónico te ayudará—ella responde.

—¡Oh, mierda, si! Terminé mi botella el mes pasado y ya puedo sentir las arrugas venir.

—Házmelo saber—ella dice y luego le sonríe a alguien a la distancia y tres chicas en fila india caminan hacia la barra.

Paul les sirve bebidas y luego las cuatro caminan hacia la pista. Lauren lanza una despedida al aire, pero no me mira en ningún momento.

Bella

Rosalie me está mareando con su caminata. Los holanes de su vestido negro se agitan con cada paso que da y ella, simplemente, no cierra la boca.

—Creí que no me invitarían—dice esto dándome una mirada—. Ya saben, como la última vez.

Ángela y Jessica la ignoran. Jessica está concentrada en su delineado y Ángela teclea en su celular, soltando risitas. Suspiro y miro al frente, decidiendo qué zapatos usar.

—Pero lo hicimos—respondo con voz seca. Los Jimmy Choo brillosos serán.

—Mmm, claro—Rose murmura, enredando un mechón de pelo en su dedo.

Creo que fue mala idea invitarla. O decirle que podía prepararse en mi casa. Si la hubiéramos citado en el bar, podríamos fingir no escuchar sus comentarios lastimeros debido a la música.

Escucho la puerta de Edward cerrarse. Cada vez que él abre o cierra su puerta tengo que cerciorarme de que es la suya y no la mía. Es molesto, pero así es esto.

Él seguramente saldrá por la noche también.

Ayer por la noche, cuando llegué a casa, estuve tentada a tocar su puerta y sólo hablar. Tal vez hacer planes para esta noche. Planes de películas y pizza, planes que involucraran su sofá y sus preguntas.

Disfruté hablar con él el fin de semana pasado. Edward puede ser un buen amigo.

Luego decidí que estaba demasiado vulnerable luego de la cena en homenaje a los dos meses luctuosos de papá y si él se negaba probablemente mi cara me delataría. Mi cara de cachorro pateado.

He vivido sin mi padre por dos meses. Han pasado dos meses sin ver sus ojos, sin observar su bigote moverse o sus ojos enchinándose al sonreír.

Oh, papá, cuánto te extraño.

—Bella—Jessica agita mi brazo—. ¿Entonces?

—¿Eh?

—¿El rojo o nude? —pregunta, mostrando sus opciones de labial.

—Nude—respondo sin pensarlo. Ni siquiera me importa de qué color Jessica pinta sus labios.

—Entonces creo que Emmett me pedirá matrimonio—continúa Rose, que al parecer fue interrumpida por Jessica. La miro brevemente antes de darle la espalda en caso de que mi cara delate los planes de mi primo—. ¡Oh, ya puedo imaginarlo! —canturrea, aplaudiendo.

—¿Qué te hace pensar que te pedirá matrimonio? —Ángela pregunta, subiendo el cierre de su vestido hasta media espalda y girándose para que Jessica termine de hacerlo.

—Mi intuición. Tengo un sexto sentido—Rosalie se toca la sien con su dedo índice—. Además, él no es muy sutil.

—¿Ha hablado de matrimonio y de hijos en las últimas semanas? —Jessica cuestiona.

—No—Rose responde.

—¿Se te ha perdido un anillo como para que él lo haya tomado para verificar tu talla?

—No—el ceño de Rosalie se frunce. Me río internamente, ella no lidia bien con alguien metiéndose en su ensoñación.

—¿Te ha dicho que te pongas particularmente linda para una cita particularmente importante?

—Bueno, no, pero…

—¿Entonces cómo estás tan segura? —Jessica alza una ceja. Esa perra.

—¡Sólo lo sé, de acuerdo! —Rose explota, su yugular saltándose—. ¡Oh, puedo verlo claramente! —su voz vuelve a ser soñadora mientras alza los ojos al cielo y se lleva las manos al pecho—. Seré la jodida Duquesa de Forks.

Lanzo una carcajada y ella me aniquila con sus ojos.

—¡Ay, vamos, Rose! —me defiendo—. Ni siquiera tú puedes creer eso.

Ángela y Jessica se están riendo de ella también, soltando risas entre dientes frente al espejo.

—¡Claro que lo creo! Emmett es rico, es como… su familia es de las más importantes del puto estado.

Meneo la cabeza.

—¿Enserio? ¿Duquesa? —Ángela cuestiona, sin poder creerlo, arrugando la nariz.

—¿Estás con mi primo sólo por su dinero? —la miro perspicaz, ocultando una sonrisa.

Rose rueda sus ojos azules.

—Ay, como si esa no fuera una de las razones—finaliza, tomando su bolso.

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—…así que te enviaré un par de diseños nuevos—continúa diciendo Rosalie. Vaya, esta chica sí que habla—. ¿De acuerdo?

—De acuerdo—le respondo—. Sólo pudiste haber dicho que me enviarías ropa nueva, Rose—le entrecierro los ojos.

Ella rueda los suyos.

—Quería que supieras de mi travesía completa—se encoge de hombros—. Perdón por querer contarte—su voz suena pequeña antes de beber de su Martini y me siento culpable inmediatamente.

—Lo siento—aprieto su brazo—. Es sólo que… olvídalo, lo siento.

—Seguro—responde distraída, como si no quisiera ahondar en el asunto y mira hacia el mar de gente.

Jessica y Ángela regresan tomadas de la mano.

—Los bármanes son guapos—dice Jessica—. Uno rubio y uno pelirrojo. Divinos manjares.

—Deberías sentirte avergonzada por intentar darles tu número—Ángela la codea—. Son bármanes, son como… como los faraones de estas tierras.

—Pues quiero probar su elíxir—Jessica se lame los labios, mirando hacia la barra sobre todas las cabezas.

—Creí que tenías un asunto con ese chico… ¿Jared? —murmuro, alcanzando mi margarita.

Ella le resta importancia con un gesto de mano.

—Sólo fueron unas fotos y un acostón, relájate.

—Uy, perdón.

—Necesitas algo de verdad, Jessica—Ángela la agita por el hombro—. Un amor arrollador.

—No, gracias. No quiero tener un corazón roto por un idiota que no me entiende.

—Los chicos no entienden a las chicas—apunta Ángela y quiero darle crédito por su comentario—. Estamos gobernadas por la luna, la marea y las estrellas. Somos seres místicos.

—Si, yo casi me convierto en eso—Rose intercede—. En el mar, de noche, en una playa nudista en España.

Ellas ríen.

—Ah, cómo olvidar el sexo en la arena—murmuro, asintiendo con la cabeza. Mis dedos jugando ausentemente con mi pajilla.

—¿Tuviste sexo en la playa? —Rose me mira, frunciendo el ceño, realmente esperando una respuesta.

—Algo así—respondo. Lo que pasa en Ibiza, se queda en Ibiza.

—¡Como sea! —Jessica dice—. No necesito un amor arrollador, sólo un chico que me deje un par de moretones—dice esto paseando la mirada por la vista, como eligiendo a su siguiente presa.

Arrugo la nariz. No es placentero verle sus chupetones en partes extrañas del cuerpo.

Nos movemos hacia la pista, mi margarita derramándose un poco en mi mano cuando un par de chicos se acercan. Mi cuerpo se siente ligero. Uno de ellos es muy alto, alcanza mi cintura y se inclina para hablarme al oído

—¿Cómo te llamas? —pregunta. Huele a tabaco y a marihuana.

—Bella—respondo. Él asiente con la cabeza y continúa bailando a mi lado.

Otra margarita. Cuerpos sudando. Luces que crean movimientos lentos. Su boca en la mía, su mano en mi espalda baja, no bajando más.

Y de pronto estoy otra vez en aquel bar elegante, besándome con un desconocido en el pasillo prohibido. Una noche antes de perder a mi padre. Si hubiera sabido que esa sería su última noche, habría ido a su casa y me habría acurrucado a su lado.

Jessica toma mi brazo y me acerca a ellas. Habla a gritos mientras lee en su teléfono.

—One Eyed Pete, es nuevo, ¿quieren ir ahí?

—¿Vamos a bailar? —Ángela pregunta, terminándose su Martini.

—Si, buena música y ¡oh por Dios, un barista guapo! —Jessica chilla, llevándose la mano al pecho.

—Andando—. Ángela asiente.

Hay un nudo en mi garganta y mis ojos están llorosos. Quiero ir a casa. Quiero llorar. Quiero a papá.

—Creo que… que me iré a casa—las detengo una vez que estamos en la acera.

—¿Qué? ¡No! —Rose pasa su brazo por mis hombros. Está borracha.

—¡Vamos, Bella! —insiste Ang.

—No, enserio no—respondo, sacando mi celular de mi bolsillo—. Vayan ustedes.

Ellas tratan de pelear, pero las estoy ignorando, llamando a un Uber en su lugar. Están borrachas así que se rinden fácilmente y comienzan a reírse como idiotas.

Su Uber llega minutos antes que el mío y se despiden con abrazos.

—Buenas noches—él chófer saluda cuando abro la puerta.

—Hola—respondo y desbloqueo mi teléfono, encontrando una fotografía de Charlie en el álbum de mi cámara.

Al parecer tengo una tradición de llorar en el asiento trasero de un auto.


¡Hola! Gracias por sus comentarios :)

Espero que les haya gustado el cap. ¿Creen que Paul y Seth descubran a Edward y a Lauren?

Y pobre Bella, sólo necesita un abrazo.

Saludos, nos seguimos leyendo.