13
Bella
Estoy concentrada intentando terminar mis pendientes del día cuando recibo una llamada. Es Jessica.
—Hola—respondo, sosteniendo mi celular con el hombro y haciendo clics.
—¡Hola, Bella! —ella canturrea, hay ruido a su alrededor—. ¿Cómo estás?
—Bien, ¿tú? ¿qué pasa?
—Genialmente. ¡Johnny, te dije que estarás a cargo de las flores, carajo! —grita y luego gruñe. Me río entre dientes—. Oye, ¿puedes hacerme un favor?
—¿Me estás hablando a mí?
—Claro, ¿a quién más?
Ruedo los ojos y asiento.
—Genial—dice—. ¿Podrías, por favor, decirle a tu primo que le pida matrimonio a Rosalie lo antes posible?
Frunzo el ceño, pero no puedo evitar reírme. Oh, Rosalie.
—¿Qué hizo ahora esa rubia loca?
Jessica gruñe, me la puedo imaginar golpeándose la frente.
—¡Qué no hizo! ¡Está loca, Bella! ¡La chica está loca! Justo en este momento tengo cuarenta y seis mensajes sin leer.
—¿Cuarenta y seis? ¡Madre mía!
—¡Lo sé! Está enviando un montón de fotos e indicaciones. Uno podría pensar que ella en realidad ya tiene el anillo puesto.
—Oh, apiádate. Sólo está enamorada… y loca—añado, bajo mi aliento. Jessica se ríe.
—Contestaré con un "de acuerdo," es todo lo que puedo darle justo ahora.
—De acuerdo—me burlo—. Oye, ¿quieres salir mañana por la noche? —pregunto, aunque lo dudo. Probablemente estará ocupada, considerando cómo le gritó al pobre Johnny.
—¡Baah! —Jess lloriquea—. No puedo, nena, tengo una boda y ¡me estoy volviendo loca! La jefa está enferma y me dejó a cargo. ¿Por qué me dejó a cargo? No soy buena para esto.
—Eres buena. Ese es tu trabajo: ser la mejor planeadora de bodas de Forks.
—Si, claro—masculla distraídamente—. ¡Johnny, vuelve aquí, carajo! Nena, lo siento, sólo…
—Si, si, atiende eso—respondo, como si yo no estuviera ocupada—. Tendré en cuenta lo de la futura novia.
—Ugh, por favor. Bisous!
—Bisous! —respondo en una risa.
Ella lanza besos y luego finaliza la llamada.
Un toque en la puerta me hace mirar al frente y luego mi tío está sonriéndome.
—¿Estás lista?
—Claro, dame un segundo.
Asiente y luego detiene a la compañera de Jake, Liz, y comienza a preguntarle cosas.
Apago mi computadora y luego tomo mi iPad y mi bolso, saliendo de la oficina. Me siento un poco ansiosa. Es la primera vez, después de mi estallido, que estaré a solas con Eleazar. Espero que no mencione nada porque en realidad ya no quiero ahondar en el asunto. Ya decidí desde hace tiempo dejar ir y soltar. Soltar, soltar, soltar.
Eso es bueno.
Emmett se detiene en la puerta de su oficina, fisgoneando y escuchando la conversación entre Eleazar y Liz. Está comiendo Fritos y hace mucho ruido. Le ruedo los ojos y lo codeo.
—¿Cuándo le pedirás matrimonio?
—¿Eh?
—¿Cuándo le pedirás matrimonio? ¿A Rose?
—Oh, eso—se lame la sal de sus labios y alza las cejas, echándole un vistazo a sus papitas mientras parece deliberar—. Estoy esperando que su anillo esté listo.
Abro la boca.
—¿Mandaste a hacer un anillo?
—Claro—dice petulante—. ¿Por qué?
Eso es tan romántico. Espero que alguien haga lo mismo por mí. Hago una nota mental de dejarle pistas a mi futuro amante.
—Eso es tan romántico—me llevo una mano al pecho. Él asiente, orgulloso de su idea—. Como sea, ¿tardará mucho?
—Algunos días, pero luego tengo que prepararme.
Le ruedo los ojos.
—Sólo tienes que ponerte en una rodilla.
Él está a punto de preguntar algo cuando Eleazar me llama.
—Deberías darte prisa—le digo a Emmett sobre mi hombro y sigo a mi tío por el pasillo hasta alcanzar el ascensor.
Trepo a su Range Rover negra y me apodero del estéreo.
Nos dirigimos a los cultivos, simplemente para supervisar y por gusto. El abuelo tenía la firme convicción de que era de vital importancia conocer el negocio desde la raíz, y les heredó esa convicción a sus hijos. Y sus hijos nos la heredaron a Emmett y a mí.
Me gusta visitar los cultivos y hablar con los agricultores, tomar fotografías, opinar y respirar aire fresco.
Eleazar baja el volumen de la música y lo miro.
—¿Has hablado con tu vecino? —pregunta. Oh, tío, hemos hecho más que eso.
—Si, es un buen tipo—respondo, regresando mi mirada al paisaje.
—Parece serlo—dice—. Estaba muy emocionado por el jardín cuando estábamos cerrando el trato.
Sonrío, pensando en Edward y en su hamaca, en él regando los árboles, en su canasta, en él robando mi fruta. Mmm, pequeño cabrón.
—Si, eso fue bueno. Me alegra que cuide el jardín—omito el comentario de "porque vertí mi tiempo y mi vida en él antes de que dividieran la casa." Creo que él ya lo sabe y no hay necesidad de echarle sal a la herida.
—Si, habría sido una pena dejar el jardín a su suerte.
Si, ¿verdad? ¡Qué pena!
Idiota.
El resto del camino lo pasamos en silencio, no es incómodo ni tenso. Él vuelve a subir el volumen de la música y luego me pregunta por una canción. Paso un buen rato buscándola porque él no parece recordar la letra correctamente.
Cuando llegamos a los cultivos, pego un brinco y me echo mi bolso al hombro. Sonriendo a las personas que andan por ahí y estrechando manos.
Los agricultores tratan de limpiarse sus manos aterradas en sus overoles y eso me resulta increíblemente cortés. Ellos incluso colocan costales sobre los charcos para que yo pueda pasar.
—Es la señorita Swan—dicen en murmullos mientras los costales pasan de mano en mano. Me hacen sentir como una princesa.
Luego Harry se saca su gorra, haciendo una ligera reverencia con su cabeza. Es un anciano tan tierno. Él nos habla del rumbo de la producción, nos dirige por los caminos y tomo fotografías.
—Señorita Swan—me llama cuando Eleazar se aleja—. Seguramente querrá manzanas y algunos duraznos, ¿verdad?
Ah, me conoce tan bien.
Camino hasta los árboles más alejados y luego él llena una canasta con ricos y jugosos duraznos.
—Son buenos, muy buenos—dice—. Tienen antioxidantes, hierro… son buenos—divaga.
Cada vez me dice lo mismo, le sonrío a la parte trasera de su cabeza. Entonces camina al manzano olvidado. Fueron los dos árboles que el abuelo plantó cuando se hizo de estas tierras. Ninguno de los frutos que estos árboles dan se venden, los frutos se quedan en la familia.
—Dicen que una manzana diaria…—su voz se pierde—. Es buena, muy buena.
Él incluso se empeña en llevar las canastas hasta la camioneta, como si Eleazar no pudiera cargarlas. Harry vuelve a sacarse su gorra cuando se despide.
—Ese es un montón de duraznos—dice Eleazar, echando un vistazo al asiento trasero—. ¿Podrás comerlos todos?
Sonrío.
—Seguramente si—respondo, sabiendo muy bien que no seré la única que lo haga.
Edward
Carajo.
Carajo.
Carajo.
Esto se siente bien. Jodidamente bien. Dios. Un meneo de caderas. Dios.
Lauren rasca mis hombros, mierda sí.
—¿No… no deberías estar… tr-trabajando? —gime.
—Trabajo desde casa—respondo, con respiración elaborada. Apoyo mi puño en la pared. Ella echa la cabeza hacia atrás, así que beso la base de su garganta.
—A eso me refiero.
—Cállate.
Ella gime, apretando mi cuello con sus antebrazos.
—Hazlo más rápido.
Obedezco porque estoy a punto de terminar y luego ella lleva una mano hacia abajo y comienza a frotarse, sus dedos acarician mi miembro. Carajo, si, nena, sigue haciendo eso.
La siento tensarse. Gime más alto.
—¡Vamos! —la apresuro. Cuando la beso, ella ronronea contra mi boca. Es muy sexy.
Dejo que termine a mí alrededor y no dejo de moverme hasta soltar un gruñido, sosteniendo un gemido en mi garganta.
Me tambaleo y doy una estocada más. Suspiro, tratando de controlar mi respiración. Apoyo mi frente en su hombro y después de unos segundos me alejo. Ella se alisa el vestido sobre los muslos.
La dejo ahí sobre la cajonera del pasillo mientras me escabullo al baño, arrancando un largo tramo de papel higiénico. Ella llega luego de unos segundos y baja el asiento del inodoro.
Alivia su vejiga justo ahí mientras me lavo las manos después de abrochar mi pantalón.
—¿Tienes toallitas húmedas? —pregunta.
Le doy una mirada.
—No, ¿por qué tendría eso?
Rueda los ojos y se conforma con el papel.
Me voy hacia mi oficina y me dejo caer en la silla.
Vaya follada. Sigo un poco mareado.
Apoyo la cabeza en el respaldo y cierro los ojos. Escucho los ligeros pasos de Lauren y luego se sienta en mi regazo, llenando mi rostro de besos.
Son estos momentos los que me hacen extrañarla.
Extrañarla de verdad.
Sería tan fácil volver a intentarlo… pero luego Vecina Bonita aparece en mi mente y me siento culpable.
Bella es… bueno, como que me está empezando a gustar. Estoy confundido.
Los besos de Lauren se detienen cuando se levanta. No abro los ojos, escucho ruidos y luego sé que su bolso se abrió y ahora toda su mierda está tirada en el piso.
La miro, de cuclillas, con su cabello rubio cubriéndole el rostro. Pateo un labial que rodó hacía mí y ella lo atrapa.
Se echa el cabello detrás de la oreja.
—¿Quieres salir mañana por la noche? A beber o algo así.
La contemplo antes de responder. Se echa su bolso al hombro y alcanza sus lentes de sol. Quiero preguntarle por qué se molestó aquella noche en el bar, por qué luego de eso me ignoró monumentalmente y por qué no vino por la noche.
Pero me quedo callado porque sé exactamente por qué lo hizo. Sé que la cagué. Habría sido tan fácil haberle dicho "si, si quiero que vayas a mi casa" cuando ella lo comentó, demostrarle mis verdaderos deseos. En lugar de eso me encogí de hombros y dije "si quieres," como si me diera igual lo que ella decidiera, como si no importara, como si pudiera seguir la noche sin ella.
Entonces escucho su voz jodidamente rota y sus ojos llorosos aquella lejana noche de marzo.
—No sé por qué mierda estoy llorando—dijo, alcanzando su chamarra—. Estaba segura de que pasaría, pero… mierda—resopló.
—¿A qué te refieres? —le pregunté, con mis manos en el bolsillo delantero de mi sudadera, sentado en el alféizar de mi sucia ventana.
Ella no contestó en ese momento, subió el cierre de su chamarra y me miró. Su nariz roja y su cabello revuelto. Esa puta chamarra siempre hacía que su pelo se llenara de estática.
—A que eres… Dios, siempre me hiciste sentir tan estúpida, como si… carajo, nunca te importé y…—sus manos temblaban mientras cerraba los cierres de su mochila rosa—. Sabía que yo estaba más adentro que tú.
—Eso no es cierto.
—Lo es, Edward, eres… eres un puto orgulloso. No quieres a nadie—dijo, dando un portazo.
—¿Entonces? —ella alza las cejas. Claro, está esperando mi respuesta.
No se lo merece, me vuelvo a decir por enésima ocasión.
—Sabes que no somos… algo, ¿cierto?
Frunce el ceño, está enojada.
—Me refería a…—resopla—. ¡Jódete!
Mierda.
—Eh, espera…
Ella me muestra el dedo antes de salir de la oficina. No la seguiré. No tiene sentido.
Escucho el portazo.
Mierda.
xxx
Me esfuerzo en quitarme la sensación apática y molesta por el resto de la tarde. Subo el volumen de la música y respondo a los mensajes de Eric y Heidi. Esos idiotas finalmente están haciendo su trabajo. Y, por suerte, Caius no ha preguntado nada.
Que siga así.
Mientras Heidi y Eric trabajan en el asunto atrasado me concentro en lo siguiente: las ilustraciones para los Horóscopos.
Jódeme, Mercurio retrógrado.
Más o menos una hora después, llaman a mi puerta.
Voy a abrir y me deleito de ver a Vecina Bonita ahí. Está cargando una canasta con duraznos y manzanas.
—¡Hola! —sonríe—. Traje esto para ti.
—Vaya—murmuro, haciéndome a un lado y Bella entra, sacándose sus zapatos. Sigue usando su ropa de trabajo. Su chaqueta luce cara—. ¿De dónde sacaste tanto?
—Visité nuestros cultivos hoy—explica—. Siempre regreso de ahí con las manos llenas.
—¿No es un poco temprano como para que estés en casa? —pregunto, tomando la pesada canasta de sus manos.
—Día de cultivos significa día parcialmente libre.
—Genial—le sonrío—. Quisiera decir lo mismo.
Bella frunce el ceño.
—Oh, no quiero interrumpirte. Sólo quería darte esto. Son manzanas ácidas, deliciosas y frescas.
Le sonrío.
—Genial, gracias. ¿Te gustan los duraznos con helado?
Sus ojos brillan.
—No quiero interrumpir—repite, contradiciendo su expresión emocionada. Mueve sus manos, aplacando el ambiente.
—No te preocupes. Me vendría bien un snack. Y una distracción.
—De acuerdo—se rinde y me sigue a la cocina.
Ella se lava las manos bajo mi atenta mirada mientras espero mi turno.
—¿En qué estás trabajando justo ahora? ¿En dónde están…? —se interrumpe cuando encuentra el juego de cuchillos sobre la encimera. Alcanza uno—. Oh, yo lavaría eso—señala con su barbilla los duraznos.
Tomo unos pocos y los enjuago bajo la llave.
—En algunas ilustraciones, para los Horóscopos—respondo.
—Uuhh—murmura, interesada—. ¿Cuál es tu signo?
Le doy una mirada. Se ríe.
—Soy virgo—se lleva una mano al pecho, orgullosa.
—Géminis—respondo y luego ella hace una pedorreta.
—Nunca antes había conocido a un Géminis—dice—. ¿Acaso no son los más odiados del Zodiaco?
—Gracias.
—Sólo digo—se escuda con las manos.
Ella corta los duraznos en perfectos gajos y luego me mira entre sus pestañas.
—¿Qué día naciste?
—El 20 de junio—me alejo de la encimera y abro la nevera, sacando el helado de vainilla.
—Oh, entonces eres casi un Cáncer.
Hago "mmm," y luego espera a que esté a su lado para hacer su siguiente pregunta.
—¿A qué hora?
Me río y ella se sonroja.
—¿Vas a leer mi carta astral?
—Probablemente—se encoge de hombros.
Vierto un poco de helado en los tazones y se los paso. Ella coloca los duraznos en un perfecto círculo, dándole golpecitos a cada rebanada con su dedo índice.
—En realidad no sé la hora. Le preguntaré a mi mamá—gimo.
Ella ríe. Amo su risa.
Subimos a mi oficina y ella se tira en el puff, deslizando su dedo por la pantalla de su celular y comiendo duraznos descuidadamente.
Trabajo en silencio. Es cómodo y ella tararea algunas veces, cuando reconoce las canciones en mi playlist.
—Oye, ¿quieres ir a algún lugar esta noche? —pregunta luego de un rato, estirando sus brazos sobre su cabeza.
Alejo mi mirada del monitor y le echo una ojeada. Ella sonríe y es ahí cuando me doy cuenta de que con ella no tengo que pensar nada. Simplemente puedo tomar una pluma y escribir en una hoja en blanco.
—Seguro.
—¡Genial! El otro día mi amiga mencionó un lugar…—se golpea la barbilla con el dedo—. One Eyed algo… no lo sé, estaba borracha, no lo recuerdo. ¿Quieres ir ahí?
Mi corazón se acelera.
—Escuché que es revoltoso. Conozco un lugar mejor—respondo, sintiendo que estoy escondiendo algo, de alguna loca manera.
Tal vez… mierda, tal vez la hoja no está tan en blanco como pensaba.
Y seguimos con más.
Ya vimos un poquito del pasado de Edward y Lauren, ¿creen que Lauren debería de alejarse? ¿o creen que Edward debería de rendirse? Y luego Bella que quiere seguir pasando el rato con Edward.
Son estas pequeñas cosas las que me gustaron mucho y retrataron perfectamente mis ganas de escribir sobre el amor "moderno" que nos rodea hoy en día, donde parece que entre más ligues es mejor, donde hablar con dos personas al mismo tiempo te da más valor. Edward no está jugándole al romántico o no está alimentando su ego, pero quise plasmar esto: la fina línea entre el ego y el "vale, es que así se han dado las cosas."
Espero que les haya gustado.
¡Nos seguimos leyendo!
