16


Edward

No estoy seguro si un ladrón entró a la casa de al lado o así es cómo las mujeres se comunican entre ellas. Me está dando dolor de cabeza.

Y ahí va otro grito.

Bella tiene un escándalo.

Ahora sería un buen momento para ir a tocar su puerta y gritarle, así como ella vino a hacerlo un sábado por la mañana. Probablemente lo haría… si tan sólo siguiéramos hablando.

Un cristal rompiéndose. Tal vez si sea un ladrón. ¿Los ladrones roban al ritmo de Shakira? Probablemente. Si es un ladrón con buen gusto.

Y ahí están las risas. Bien, no es un ladrón y nadie está siendo asesinado a unos cuantos metros de mí.

Alcanzo mi billetera y mis llaves, palmeándome el bolsillo para cerciorarme de que mis chicles y mi celular están ahí y salgo.

Hay una Toyota blanca estacionada afuera de mi casa y otro auto está afuera de la casa de Bella. Meneo la cabeza.

Le estoy dando el espacio que necesita. Fue demasiado obvio que consideraba nuestro beso como un error. Si las cosas hubieran estado bien, ella me habría dejado levantar su falda de tweed y habríamos caminado a mi habitación. En cambio, ella dijo "debería irme."

Y luego sólo hubo silencio.

Sé captar una indirecta. Gracias.

Aunque no creí que fuera tan serio como para que ella gateara por su jardín en un intento por evitarme. Salí a recoger mi libro olvidado en la hamaca y me encontré con un nido de hormigas cerca de los árboles. Así que lo inspeccioné, considerando seriamente matarlas o dejarlas vivir.

Y al final ni siquiera conseguí mi libro. Tuve que cerciorarme de que ella ya no estuviera ahí antes de regresar al jardín. No la haría pasar por otra vergüenza, no soy así de malévolo. Sólo quería un poco de honestidad, para aclarar el asunto y no empeorarlo.

No funcionó.

Así que me alejé.

Bella puede hablarme cuando desee, es claro que ella es la que está arrepentida.

No debería. Fue bueno. Fue jodidamente bueno, Dios, sus labios suaves y sus gemidos. ¡Y ella rascó mis hombros! Me pregunté seriamente si Lauren le habló de eso en aquel bar.

Maldición, extraño tontear con ella. Extraño hablar con ella y apenas ha pasado una semana. Es una buena amiga.

Una morena, curveada y suave amiga.

Alcanzo el autobús y meto mis earpods en mis oídos, reproduciendo algo de música durante el trayecto al bar.

Paul y Seth están, obviamente, sirviendo tragos detrás de la barra. Seth incluso luce un poco sudado y eso me sorprende de sobre manera. Se seca la frente dando golpecitos con ayuda del pañuelo en su hombro. Le ruedo los ojos antes de que siquiera me vea.

Encuentro un lugar en la barra detrás de un grupo de chicas y me apoyo en mi codo. Todos los taburetes están ocupados.

—¡Margaritas para las bebitas! —Seth canturrea, riéndose de su propio chiste—. ¡Vamos, vamos! —las despide con sus manos, meneando las caderas al ritmo de la música y ellas se alejan lanzando risitas.

Miro a Paul. Él luce concentrado, agitando y atendiendo seriamente.

Ellos en verdad necesitan ayuda. Lo estoy considerando. ¿Sería tan malo?

Un rato después ellos me notan. Seth corre a lo largo de la barra, moviendo sus manos, feliz y emocionado, como si tuviera una gran noticia qué dar. Paul lo sigue detrás. Creo que han servido a todos.

—¡Edward! —Seth canturrea—. ¿Cómo…? —se detiene, su cara se crispa como si hubiera recordado algo horrible—¿Por qué diablos no me dijiste que volviste con Lauren?

Mierda. Ya lo saben. No, no, ¿volver? Todo el mundo está hablando de volver, ¿qué está pasando?

Paul se carcajea.

—No volví con ella. ¿De qué mierda hablas?

Seth apoya su cadera en la barra, me guiña.

—De nada. Sólo trataba de sonsacarte más información. Me lo dijo el otro día.

—¿Qué te dijo? —le entrecierro los ojos. Tal vez ella si está yendo por el mundo diciendo que regresamos.

—Dijo que tenían sexo—dice—. Estaba borracha cuando lo confesó.

Me paso una mano por el rostro. Eso es mejor. Es decir, es justo lo que estamos haciendo.

—¿Enserio te estás acostando con ella? —Paul pregunta, limpiando vasos.

—A veces—murmuro entre dientes—. Eh, dame una cerveza—le ordeno a Seth. Él rueda los ojos, pero camina hacia el refrigerador y lo abre de mala gana.

—Creí que lo suyo estaba bien muerto y enterrado—continúa Paul, alzando sus cejas.

—Lo está—aseguro, dando un trago—. A veces—agrego.

Él se ríe.

—De acuerdo, tomaré un descanso—Seth hace intento de quitarse el mandil y Paul lo detiene.

—No estás yendo a ningún lado. La fila está comenzando.

—¿Otra vez? —Seth patalea, mirando al final de la barra. Vuelve a atarse el nudo en su mandil y alcanza su trapo, gruñendo—. Le llamaré a las madres de todas estas personas.

Lo observo irse, su ceño fruncido cambiando a una sonrisa cuando saluda a los primeros chicos de la fila.

—Estoy considerando unirme—le digo a Paul. Él me mira con ojos entrecerrados.

—¿Es una broma? ¿O estás hablando enserio? Ya habías dicho eso.

—Es enserio. Seriamente lo estoy contemplando.

—No lo contemples demasiado. Hay un mandil justo aquí.

Le ruedo los ojos y bebo de mi cerveza.

Risas colectivas desde el final de la barra llaman nuestra atención. Seth está haciendo malabares con shots de tequila y tiene a la multitud comiendo de la palma de su mano.

—¿Qué pasa si quiebra uno de esos? —aventuro.

—Ese idiota tendrá que pagarlo—sentencia Paul.

xxx

—Su nombre es Victoria, inicia el lunes, así que necesito que estas primeras semanas estés aquí en la oficina…

Ahogo las palabras de Caius. En verdad no entiendo cómo es que él quiere que me concentre en otra cosa además del "el puesto es tuyo" que me acaba de lanzar.

Lo hice. Lo conseguí. Conseguí un jodido ascenso.

Él se queda callado y alza las cejas ligeramente. ¿Acaso me preguntó algo?

—¿Eh? —musito, creo que mi boca ha estado abierta durante los últimos minutos.

—Por los clavos de Cristo, ¿escuchaste algo de lo que dije? ¿Dejé a un tonto a cargo?

Le ruedo los ojos. Si, ahora puedo rodarle los ojos. Aunque siga siendo mi jefe.

—Si lo escuché. Romina inicia el lunes.

—Victoria—me corrige.

—Victoria, si, Victoria inicia el lunes.

—Y tienes que venir.

—Si, seguro.

—Largo de aquí, Edward—palmea su escritorio y recorre su silla, regresando a su trabajo.

—De acuerdo. ¡Gracias, hombre!

—Si, si—masculla, agitando la mano y salgo de ahí, trotando hacía nuestra oficina.

Las cabezas de Heidi y Eric se levantan simultáneamente en el momento en el que cruzo la puerta.

—¿Y bien? —pregunta Eric.

—Llámenme "señor Cullen," por favor.

Heidi rueda los ojos, echando su cabeza hacia atrás, incluso añade el gruñido. Eric aplaude.

—¡Eso es genial! Lo es, ¿cierto? —Eric se pone de pie, acercándose.

—¡Lo es! —le sonrío y luego él me abraza, palmeando mi espalda y todo el asunto.

Heidi lo hace a un lado.

—Oww, ¿lo ves, Edward? No tener el trabajo listo no hizo que nada malo pasara—señala contra mi oído. Heidi huele a lavanda y un poco a césped. Eric ha hecho infinidad de bromas respecto a su olor y su veganismo.

—Estás comenzando a oler a espinaca—suele decir.

—Y tengo noticias. Victoria inicia el lunes.

—¿Quién es Victoria? —Eric frunce el ceño, sentándose en su escritorio.

—La nueva adquisición de Le Monde—responde Heidi—. ¿Vives debajo de una roca? Sólo espero que sea divertida. No quiero compartir oficina con una rarita que no habla.

—No he sido notificado al respecto—Eric cruza los brazos—. ¿Se está uniendo a nosotros?

—Si, idiota—respondo, tirándome en mi silla—. Y te envié un correo desde hace como dos semanas—le entrecierro los ojos, llevo mis manos detrás de mi cabeza.

—Oh, interesante—es todo lo que dice antes de volver a su asiento.

—Esto merece una celebración. Con tequila.

—Es miércoles, por Dios—Eric gime, incluso entierra sus manos en su cabello.

—¿Y? ¿Tienes escuela mañana? —Heidi le rueda los ojos—. ¡Y nachos! ¿Por favor? —me alza las cejas, implorando.

—De acuerdo—alcanzo mi celular—. Vayamos a One Eyed.

—¡Genial! —Heidi aplaude y luego le lanza un lápiz a Eric—. Dale play a la música.

xxx

Eric está vomitando en el baño. Y Seth está lanzando carcajadas.

—¿Para esto abrí mi bar un martes en la noche? —Paul ladra—. ¡Hombre, ese no es el inodoro!

Heidi y Seth hacen una buena mancuerna. Y hoy aprendí que es una mala idea dejarles una botella de tequila en sus manos.

Me limpio la boca con una servilleta, tratando de controlar mi respiración luego de las risas para llamar a mamá. No sé si papá esté trabajando justo ahora, pero no puedo esperar. Ya esperé suficiente.

Camino hacia la bodega y llevo mi teléfono al oído.

—¡Edward, bebé! ¿Cómo estás? —saluda.

—Hola, mamá. ¿Está papá ahí?

—No, cielo, está en el hospital. ¿Qué ocurre? Oh, es Edward—murmura. Sé que es Alice la que preguntó.

—¡Hola, baboso! —grita en la bocina y luego se escucha un "¡Alice!" seguido de un grito de mi hermana. Probablemente mi mamá le pellizcó el brazo.

—Edward, estás en alta voz. Estamos horneando. No sé de dónde Alice saca tantas recetas.

—De internet, mamá.

Y ahora ellas están teniendo una conversación sin importar que yo haya llamado.

—Pásame el azúcar—ordena mamá—. No, esa no. La morena.

—¿Mamá?

—¡Oh, si, Edward! ¿Qué ocurre?

Le ruedo los ojos.

—Lo conseguí, ma. Me dieron mi ascenso.

—¡Oh, bebeee! —canturrea—. ¡Oh, Edward!

Sonrío.

—¡Eso es genial! —Alice grita—. ¿Eso significa que ahora si podrás comprarme cosas?

—¡Alice! —la reprende mamá—. ¡Oh, cielo, estoy tan feliz! ¡Sabía que lo harías! ¡Es tan grandioso! ¿Estás feliz?

Un sonido de otra arcada me hace cerrar la puerta de la bodega.

—¡Bastante! —jodidamente feliz—. ¡Dios, lo quería tanto! —me froto la cara con mi mano libre.

—¡Ven mañana! ¡Haré tu cena favorita! ¡Y te hornearé un pastel!

—¡Comeremos helado! —Alice interviene.

—¡Te haré un pastel de helado de veinte pisos, cielo!

—Creo que eso es demasiado, ma—Alice masculla—. ¡Un pastel de tres leches! ¡Y helado!

—¡Se lo contaré a tu padre! ¡Estará tan feliz!

La sonrisa no cabe en mi rostro, siento un nudo en la garganta. Dios, amo tanto a mi familia.

—De acuerdo, las quiero.

—¡Nosotros también! —mamá responde—. ¡Ven a las siete!

—Adiós, Wardo—Alice termina la llamada y regreso a la tierra peligrosa.

Heidi está metiendo a su boca un montón de sus nachos. Tortillas bañadas en salsa con frijoles y aguacate. Ugh. No son nachos sin queso.

—¿Sigue en el baño?

—Sip—responde—. Creo que tendremos que llevarlo al hospital.

Alcanzo un nacho de los buenos y me encojo de hombros.

—O podemos dejarlo morir.

—Si, esto no se comerá por sí solo—finaliza Heidi.

Afortunadamente, Eric no murió.

xxx

Estoy tan feliz y ligero que siento que podría aferrarme a las farolas de la calle y cantar. Tal vez incluso pueda echarme unas piruetas. O caminar de manos.

Tanteo los bolsillos de mi mochila y saco las llaves de casa, subiendo los escalones de un brinco y justo cuando estoy girando el cerrojo, la puerta contigua se abre.

No sé si esto será un episodio incómodo o Bella en verdad me estaba esperando.

—Hola—saluda. Creo que es lo segundo. Parece que quiere hablarme ahora.

—Hola—le sonrío, tratando de no ver sus labios. Le miro la frente—. ¿Cómo estás?

—Genial, ¿tú? —se cruza de brazos, apoyándose en el marco de su puerta. Ya está usando pijamas.

—Asombrosamente, tuve un gran día—acepto, balanceándome en mis talones, sujetando un tirante de mi mochila.

Sus cejas se alzan, ya está sonriendo.

—¿Enserio? Exudas serotonina, ¿qué ocurrió?

—Conseguí un ascenso.

Sus ojos se abren, sorprendidos, y se envara. Bella se acerca a la verja.

—¡Oh por Dios, Edward! ¡Eso es asombroso! ¡Estoy muy feliz por ti! —chilla, abriendo sus brazos y me acerco.

Nuestros muslos rozan la cerca y Bella huele a champú. Su cabello está un poco húmedo.

—Si, es genial—me revuelvo el pelo, no sabiendo qué hacer con mis manos una vez que nos alejamos. Ella asiente y tamborilea sus dedos sobre la madera—. Como sea, ¿ya terminaste de evitarme?

Sus cejas caen, mira el piso.

Si, obviamente estaba en lo cierto. Me estaba manteniendo alejado con un palo, como si tuviera la peste.

—Mmm, creo que necesitamos hablar de eso.


Esperemos que eso resulte bien y felicidades a Edward, veremos qué más puede lograr.

Muchas gracias por sus comentarios (:

Nos seguimos leyendo.