17


Bella

Emmett y Rosalie mantienen una conversación en murmullos mientras yo me siento ahí, frente a ellos, rascando la espalda de Kitty. Es tan enorme, ¿cómo es eso posible?

Miro a Rose y ella desvía su vista, sus ojos cayendo otra vez en Emmett.

Esto se está poniendo extraño.

Tan sólo el lunes fue a la oficina y se paseó por el pasillo. Incluso se puso a hablar con la secretaría de Eleazar y cuando le sonreí a través de mi pared de cristal ella fingió no verme y tomó asiento, dándome la espalda.

Y ahora no me está hablando.

Está molesta por algo, sólo que no sé qué es. O tal vez está ocultándome algo, lo cual es más probable.

La miro atentamente, deseando que ceda. No lo hace y Carmen interrumpe, entrando a la sala.

—Andando, la cena está lista—dice.

Soy la primera en levantarse, ansiando huir de esa incomodidad. La cabeza de Kitty me llega al codo y le doy unas palmadas antes de ir al baño.

Cuando llego al comedor todos están en sus asientos y la Sra. Cope está terminando de colocar los tazones al centro de la mesa.

Apenas me he sentado cuando Carmen me mira.

—¡Bella! ¿has pensado algo respecto a la casa de tu papá?

Oh, aquí vamos…

—De hecho, si—todas las cabezas se levantan y me miran, incluso Rose (prefiere verme cuando nuestros ojos no se encuentran)—. Estoy tratando de encontrar un día para hacerme cargo de eso.

—Oh, ¿necesitas ayuda? Estoy seguro que la Sra. Cope podrá…—inicia mi tío, pero lo cortó.

—No, está bien. Planeo hacerlo lentamente. Todavía no aterrizo mis ideas.

Él asiente y toma sus cubiertos, cortando su salmón.

—¿Comenzarás a vivir ahí? —Emmett pregunta—. Puedo ayudarte con la mudanza—me codea.

—Todavía no lo he decidido.

Un sonido ligero se escucha en el fondo: el collar de Nabi y sus uñas golpeando el piso mientras se aproxima al comedor.

—¡Ah! Será muy divertido ayudarte con la mudanza—continua Carmen como si mi respuesta hubiera sido "sí, quiero vivir ahí"—. ¡Con la decoración! Te gustó la decoración en tu casa, ¿cierto? Contratamos a las mismas mujeres que…

—Eehh… ¿por qué el perro está usando un pañal? —Rose interrumpe, frunciendo el ceño, su tenedor a medio camino.

—Oh, tiene su periodo y sangra por todo el lugar—explica Carmen.

Emmett deja de comer, baja el tenedor hasta su plato, disgustado.

—Encontramos un poco de sangre en la…

—Carmen, estamos comiendo—Eleazar la interrumpe, palmeando su mano.

—Oh, cierto. Lo siento—mi tía se escuda con las manos y luego chasquea su lengua, llamando a Nabi. La Pomerania salta a su regazo y Carmen rasca su cabeza.

Me río.

Luce graciosa con un pañal. Pobre animal. Me mira atentamente con sus enormes ojos y desvío la mirada porque nuestras batallas de miradas siempre terminan mal. Generalmente conmigo enojada porque ella no se rinde o con ella gruñéndome.

Carmen dirige la conversación hacia Rosalie, bombardeándola con preguntas sobre su colección de otoño-invierno. Estoy contenta de haber dejado de ser el centro de atención, en especial respecto a la casa de mi padre.

Emmett me codea y lo miro.

—Eh, quiero hablar contigo luego de esto—susurra.

—¿Sobre qué?

—No hagas preguntas—me entrecierra los ojos—. Sólo necesito tu ayuda.

Le entrecierro los ojos de vuelta.

—No es nada relacionado con granos, ¿cierto? Tuve suficiente de eso—le advierto.

Él rueda los ojos, sus hoyuelos pronunciándose cuando me da una sonrisa.

—Sé que te gustó.

—Asqueroso—musito.

Después del postre, Emmett hace lo imposible para que Rose acceda a quedarse un rato más. Y finalmente confirmo que me está evitando.

La tensión es palpable cuando nos dejan solas en la sala. Nabi jadea, echada sobre el sillón y Kitty no está a la vista.

Rosalie está usando un vestido floreado, amarillo, y su cabello está sujeto en una coleta con una bandana.

—¿Estás evitándome? —le pregunto.

Su pulgar se queda suspendido en el aire y aleja la vista de su celular. Me mira brevemente.

—No. ¿Por qué lo haría?

—Bueno, no lo sé, pero luces… molesta. ¿Hice algo malo?

Ella bufa y se echa su coleta sobre el hombro.

—Tomaré eso como un "sí."

Ella rueda los ojos.

—No hiciste… bueno, si, si lo hiciste.

—¿Podrías decirme qué pecado cometí?

—Estoy triste y… algo dolida con ustedes—anuncia, se mira las uñas.

—¿Con quienes?

—Ángela, Jessica, tú…—hace un gesto vago con su mano—. En verdad esperaba un poco más de apoyo con respecto a la boda, actúan como si no fuera nada importante. Y no creo que estén siendo unas buenas amigas justo ahora, así que las estoy evitando porque no quiero empeorarlo diciéndoles algo que lamentaré después.

Rose está actuando, extrañamente, madura con esto. Me miro las manos, creo que puedo entenderla. Un poco.

—De acuerdo. Lamento si me he burlado antes. No pretendía hacerte sentir mal, es sólo que…—me mira, alzando ligeramente una ceja. Lo dejo pasar—. Olvídalo, lo lamento. Seré más comprensiva respecto a tu boda.

No agrego la parte de "tu boda que no está sucediendo justo ahora."

—Mmm—ella murmura.

Nos quedamos en silencio después de eso y miro alrededor. ¿Dónde diablos está Emmett?

—Tu vestido es lindo—le digo. Rosalie se mantiene estoica por un momento, pero luego me mira y sonríe levemente.

—Lo sé, ¿verdad? También está en azul y rosa.

—¿Puedo tener uno rosa? —pregunto, usando mis mejores ojos de cachorro.

Rueda los ojos, rindiéndose.

—Claro.

Me levanto de un salto y voy a su lado, abrazándola. Ella está sonriente cuando nos alejamos.

—En verdad lo lamento.

—Está bien. Estoy tratando de lucir extra bonita en mis citas con Emmett, ya sabes, en caso de que se me proponga—comienza a explicar—. Creí que lo haría hoy, ya sabes, con todos ustedes aquí.

—Tranquila, estoy segura de que encontrará el momento adecuado.

—¡Ese es el problema! ¿Qué si lo hace cuando no esté presentable?

—Creo que le seguirás gustando incluso entonces.

—¡Ugh, no lo entiendes! —lanza sus brazos al aire.

Estoy a punto de decir algo más cuando Emmett entra a la sala, chiflando.

—Bella, papá quiere hablar con nosotros. Nos iremos luego de esto, Rosie.

—De acuerdo—ella acepta y se inclina para tomar el control de la televisión.

Sigo los pasos de Emmett y lo detengo en el pasillo.

—¡Oye! ¿Cuándo te le vas a proponer? Dijiste hace más de dos semanas que sólo estabas esperando el anillo.

—Si, lo sé, pero estoy nervioso y es por eso que necesito tu ayuda.

Me cruzo de brazos. Este gran zopenco.

—¿Para qué?

Me toma del codo y me aleja, llevándome hacia la sala de entretenimiento.

—¿Por qué, siquiera, estás nervioso? Sabes que va a decir que sí.

—¡Ayúdame! —lloriquea, lanzándose a mis brazos. Apoya su frente en mi hombro y le golpeo la nuca.

—¿Qué mierda te pasa?

Él se aleja, sobándose.

—Tienes que ayudarme, a planearlo y todo eso.

—¿Por qué yo?

—Eehh, ¿por qué eres mi prima y amiga de Rose? ¿Por qué no tengo a mujeres que me ayuden? —arquea las cejas.

—De acuerdo—gimo.

Él sonríe.

—¡Genial! Reservé una cabaña remota, ya sabes que le gustan las actividades al aire libre…—se queda callado ante mi meneo de cabeza.

—Emmett, si estás intentando proponerte luego de una caminata, mientras Rose esté sudando, estás idiota.

Se lleva una mano al pecho, ofendido.

—¡No haré tal cosa!

—¿Qué vas a hacer exactamente?

—Vamos a cenar una cena que tú me ayudarás a organizar.

—Ugh—arrugo la nariz—. ¿Por qué no sólo contratas a alguien?

—¡No! Sólo vas a poner la mesa… y a hacer otras cosas.

—¿Qué tipo de cosas?

—Oh, ya sabes…—se rasca el cabello detrás de la oreja—. Poner flores, prender velas… todo eso—le resta importancia con la mano—. Este sábado.

—¿Este sábado? ¿Por qué no me avisaste con más tiempo de anticipación?

—Ay, vamos, Bella, todos sabemos que desde que Jake te dejó no haces nada los sábados por la tarde.

Jadeo, ofendida. Él se da golpecitos en la boca, arrepentido por haber hablado de más.

—No voy a ayudarte. Tienes dinero, contrata a alguien—me giro, dispuesta a irme, pero él me detiene por el codo.

—Lo siento, pero ¿tienes algo mejor que hacer?

Le entrecierro los ojos. Él me alza las cejas, implorando.

—Esta vez no—murmuro.

Emmett oculta una risa.

—Bien. ¿Me ayudarás?

Le hago una cara larga.

—De acuerdo.

—Te mandaré la dirección. Trata de ser cautelosa.

—Lo que digas.

xxx

Nunca la he hecho de Cupido y estoy emocionada por esto. Finalmente podremos poner manos a la obra respecto a la boda de Rose. Se sentía extraño hablar de algo que no era cercano. Jessica tiene razón. Las bodas reales son mejores que las hipotéticas.

Aunque ver a Emmett y a Rose tan cerca de casarse me hace sentir asquerosamente sola.

Soy un cisne al que le han cortado las alas. Soy como un pato.

Lo que me lleva a pensar en cierto vecino con manos fuertes que roban duraznos y aprietan mi piel y labios suaves que me hacen gemir contra ellos.

Todavía no supero la vergüenza.

Soy como un pato sin dignidad.

No sé a dónde estoy yendo respecto a Edward, sólo sé que lo estoy extrañando.

Se convirtió en un puerto seguro y le añadió sabor a la vida después de Charlie. A la vida después de Jake.

Tengo que hablarle. No puedo simplemente ghostearlo de esa forma.

Cuando llego a casa voy hacia su puerta y llamo tres veces. Nadie responde. Miro por su ventana. Probablemente no está. Paseo mi mirada por la tranquila calle.

¿Es esta una señal del universo para no hablar con él? No lo sé, pero decido ignorarla.

Tomo una ducha y me pongo un par de pijamas suaves y cómodas mientras lo espero.

Cuando escucho sus pasos en los escalones del porche y el tintineo de llaves salgo a enfrentarlo.

Su cabello está muy revuelto y sus ojos lucen nublados.

—Hola.

—Hola. ¿Cómo estás? —pregunta sonriente. Me tranquiliza saber que no está, de alguna manera muy justificada, molesto.

—Genial, ¿tú?

—Asombrosamente, tuve un gran día.

—¿Enserio? Exudas serotonina, ¿qué ocurrió? —inquiero. Sus ojos brillan y me pregunto vagamente si está borracho. Ciertamente no lo está, ¿verdad? Es miércoles.

—Conseguí un ascenso.

—¡Oh por Dios, Edward! ¡Eso es asombroso! —me apresuro hacia la verja, abriendo mis brazos porque quiero abrazarlo por esto—. ¡Estoy muy feliz por ti!

Sip, definitivamente bebió. Huele a tequila. De acuerdo borrachera del miércoles, estás justificada.

—Si, es genial—sus manos se van hacia su cabello e incómoda, paso mis dedos por la cerca—. Como sea, ¿ya terminaste de evitarme?

Mierda.

Soy un pato sin dignidad que hiere a las personas.

No debí hacer eso.

Me muerdo el labio, mirando al suelo.

—Mmm, creo que necesitamos hablar de eso.

Él asiente lentamente, sus cejas se bajan y gira la llave en el cerrojo.

—Seguro, ¿quieres pasar?

Oh. Su casa. Su peligrosa casa con paredes que me hacen querer ser encerrada ahí.

—De acuerdo—cierro mi puerta y lo sigo.

Mis manos tiemblan y me concentro en hacer esto bien. Mi amistad con él no tiene por qué terminarse. Este apuesto ladrón me agrada.

Edward señala su sofá con la barbilla y voy hacia allá mientras él deja su mochila en el suelo y saca su billetera y su teléfono de sus bolsillos.

Se deja caer junto a mí y salto un poco en mi lugar. Observa el espacio entre sus rodillas por un rato y noto que ambos estamos esperando a que el otro diga algo.

—Creo que lo que pasó fue un error—comienzo. Él me mira rápidamente—. Pero… no creo que haya sido uno malo.

Se ríe entre dientes.

—Sólo creo que no debió haber sucedido… todavía—agrego con voz pequeña.

Edward exhala, sus ojos moviéndose mientras piensa y estoy a punto de cometer otra vez el mismo error. Amo que haga eso.

—Si, creo que tienes razón—otra vez la mano en su cabello, la deja ahí, rascando en su nuca.

—No creo que estamos en esa situación todavía y no sería conveniente—agrego, peinando el campo para lo siguiente.

—¿Conveniente? —frunce el ceño, curioso.

—Si. No me gustaría arruinar esto—señalo el espacio entre ambos—. Creo que estamos mejor siendo amigos por el momento.

Él mira hacia la nada, contemplando mis palabras. Seguramente cayendo en cuenta de que estoy terminando con él. Terminando lo que apenas iba a empezar. Dios, soy un desastre.

Edward inhala lentamente.

—Está bien—murmura—. Tal vez sea mejor. Seamos amigos… por el momento—agrega también.

Creí que esto sería más complicado, creí que no aceptaría la parte de "por el momento." En su lugar, abrazó la situación y no puedo evitar sentir que, a pesar de estar apagando el fuego que comenzaba a arder, se ha abierto un mundo entero de posibilidades.

Lo miro entre mis pestañas. Sería tan fácil sacarme la blusa y lanzarme encima de él. Justo ahora me siento como un pato usando un liguero.

¿Un pato podría usar un liguero? Estoy divagando cuando de pronto Edward está acercándose, cerniéndose sobre mí.

—No va a pasar otra vez—murmuro, tratando de no tropezar con la misma piedra.

—Lo sé—susurra. Siento su aliento en mi rostro. Tequila y peligro.

—Entonces regresa a tu lugar—logro decir entre dientes. Exhalo temblorosamente y él sonríe. Creo que sólo está jugando conmigo.

—Seguro—dice, pero no se aleja. En su lugar, se inclina aún más. Mis párpados aletean, cerrándose. Mi piel se eriza y cierro la distancia.

Mis ojos se van hacia atrás de placer. Es tan cálido y atractivo. Edward atrapa mi labio inferior entre sus dientes y llevo mi mano a su nuca. Él sostiene mi mejilla, anclándome a él. Como si yo tuviera la voluntad de alejarme, por favor.

Jugamos con nuestros labios, atrapando y soltando. Resguardando nuestras lenguas y nos limitamos a sentir nuestra piel.

Él rompe el beso luego de un rato, dejando un camino de besos hasta la punta de mi nariz y entonces apoya su frente en la mía.

—No… no va a pasar…otra vez—suspiro. Y estoy hablando muy enserio, aunque sólo quiera lo contrario.

Él sonríe.

—Lo sé. Sé a lo qué sabe un último beso—comenta, como quién no quiere la cosa.

Sonrío con labios apretados y hormigueantes.

—De acuerdo—acepta, sonriente, antes de dejar otro corto beso en mi boca.

Me froto los muslos y me levanto lentamente, dispuesta a salir de ahí antes de que esto dé un giro.

—Me iré ahora—anuncio y voy hacia la entrada de la sala—. Felicidades otra vez—le sonrío—. Lo harás genial.

Edward me regresa el gesto luego de un momento. ¿Acaso mis habilidades para besar lo hicieron olvidar de su ascenso? ¡Hurra!

—Gracias, Napoleón.

Le muestro el dedo medio y salgo de ahí. Escucho su risa antes de cerrar la puerta.

Al diablo el pato, soy un puto cisne.

Un cisne rompe corazones.


Ay, Bella. Esta mujer se complica la existencia por nada, pero Edward le demostrará que no hay mucha ciencia detrás de esto.

Muchas gracias por sus comentarios y nos seguimos leyendo.