31


Edward

Un ruido agudo me hace despertar. Estoy medio consciente cuando caigo en cuenta que un celular está timbrando y palmeo a Bella junto a mí. Ella ya se está removiendo, tanteando en la oscuridad. Su espalda desnuda se aleja de mi pecho y la habitación es iluminada por un relámpago.

—Es el tuyo—masculla, pasándomelo y retorciéndose contra mí.

Entrecierro los ojos ante la brillante luz de la pantalla y respondo. Es Paul. ¿Qué mierda hace llamando a las tres de la mañana?

—Hola—murmuro. Hay ruido del otro lado de la línea.

—Hey, hombre—saluda—. ¿Estás ocupado?

¿Qué mierda? Me abstengo de rodar los ojos.

—Estaba durmiendo, ¿qué carajos quieres?

Bella se ríe bajito junto a mí y aleja su cabello de su rostro. Las puntas de su pelo me pican en el pecho.

—Escucha, hombre… eh, Seth, ya respondió… Escucha, ¿viste que estuvo lloviendo todo el día y lo sigue haciendo? —Seth le habla y Paul deja de explicarme la razón de su llamada.

—Si llamaste para hablar de la lluvia voy a colgarte ahora.

—¡No, espera! —más ruido y menos explicación—. Eh, mira, nuestro apartamento se inundó, una mierda pasó con otra mierda. ¿Hay alguna posibilidad de que podamos ir a tu casa?

—¡Por algunos días! —Seth añade, a gritos.

—Hasta que arreglen esto, hombre—continúa Paul.

Justo ahora, sólo quiero dormir así que no me importa lo que ellos hagan.

—Seguro.

—¡Genial! Estaremos ahí en un rato.

—Si, como sea—finalizo la llamada y dejo mi celular en el buró de mi lado.

—¿Qué pasa? —Bella cuestiona, con voz ronca.

—Su apartamento se inundó. Vendrán aquí.

—Mmm—ella murmura.

Rodeo su torso con un brazo y la pego más a mí. Su trasero desnudo se presiona en mi regazo y sostengo uno de sus pechos. Ella gime de satisfacción y cierro los ojos.

Un rato después, Bella pega un salto, despertándome en el proceso.

—Están aquí—dice en la oscuridad. Está sentada, sosteniendo la sábana contra su pecho.

Cierto. Paul y Seth. Esos imbéciles están derribando mi puerta y luego mi celular comienza a sonar.

—¡Ya voy! —respondo.

—¡Vamos, Edward! El agua está jodidamente fría—dice Seth.

Enciendo la lámpara y me paso una mano por el rostro mientras mis ojos se acostumbran a la luz. Bella está caminando alrededor de la habitación, tratando de encontrar su ropa. Nos vestimos en silencio, yo más rápido que ella y me apresuro a bajar las escaleras.

Cuando abro la puerta Paul y Seth están peleando, como siempre, por el paraguas.

—Finalmente—Seth entra, sacudiendo su cabello.

—Hola—Paul saluda, quitándose su chaqueta.

Las gotas de agua que traen con ellos me salpican. Seth sostiene un par de pijamas en sus manos y salta en su lugar.

—Gracias por dejarnos estar aquí—comenta, pasando su brazo por mis hombros y jalándome hacia él.

—No es nada. Escuchen, dormiré en casa de Bella, así que pueden usar la…

—Pido la cama—Seth se apresura a elegir.

—¡No! —Paul refuta—. Dijimos que nos turnaríamos.

—Pff, yo jamás dije tal cosa—Seth le frunce el ceño.

Paul está a punto de darle un golpe cuando una puerta cerrándose arriba lo interrumpe.

—¿Esa es Bella? —aventura Seth, mirando hacia las escaleras.

—Si, es ella—luego sus pasos—. No seas molesto, Seth—le advierto en un cuchicheo.

Mi nena aparece en el pasillo y sonríe, acercándose.

—Hola—saluda con voz suave.

—¡Hola, Bella! —Seth saluda sonriente, jalándola para un abrazo—. Soy Seth. Y ese es Paul. ¡He oído mucho de ti! —le guiña, dándome una mirada y rodeándola por los hombros.

—¿Ah sí?

—¡Claro! —la agita—. ¡Bella esto, Bella aquello!

Ella se ríe entre dientes, entornándole los ojos. No le cree ni una mierda. Y él debería saber que nadie está tan feliz como él luego de ser despertado en plena madrugada.

—Buenas noches entonces—hago ademán de irme y Seth le da su pijama a Paul.

—El sofá te espera.

—No dormiré en el sofá. Usaré la cama—dice él y luego nos mira a Bella y a mí—. ¿Están las sábanas limpias?

Uuhh. Debí pensar en eso.

—Acabo de cambiarlas—Bella asegura, pero no pensé en eso porque sabía que Bella se encargaría.

—De acuerdo—él sonríe—. Gracias—nos dice a ambos y comienza a caminar por el pasillo antes de que Seth corra tras él.

—¡Pido la cama! —lo rebasa, arrojándolo contra la pared. Paul trata de atraparlo por su camisa.

—¡Hey, vuelve aquí!

—Andando, nena—alcanzo el paraguas desechado, con intención de salir a la tormenta—. Estarán despiertos por un buen rato.

—¿Tú crees? —Bella ya se está poniendo los zapatos cuando un gran portazo se escucha desde arriba, seguido por el grito escandaloso de Seth.

—¿Lo ves?

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Un consejo: Nunca digan que si a nada cuando siguen medio dormidos.

Aprendí la lección muy rápido.

—¡Sshh! —Paul gruñe—. ¿Qué haces aquí?

Enciendo la luz de la habitación ahora que ya está despierto. Se cubre los ojos y luego arroja el brazo de Seth, que está rodeándole el torso, lejos. No hubo ningún ganador, ambos compartieron la cama.

—Ehh… aquí vivo—murmuro, abriendo las puertas de mi armario.

Seth ya está despierto también, sentado, tallándose los ojos. Paul refunfuña, alcanzando su celular para ver la hora.

—¡Hombre, son las 6:30!

—¿Y? Tengo que ir a trabajar, Paul.

Seth lanza un gemido.

—Si, bueno, nosotros apenas hemos estado dormidos como por dos horas. Este idiota hizo un gran escándalo por la cama—Paul golpea el brazo de Seth y deja la cama, caminando hasta el baño.

—Edward, apaga la luz. Necesito mi sueño de belleza—Seth ordena, antes de regresar a su posición fetal.

—Y yo necesito ir al trabajo.

—¡Largo! —gime—. ¡Es temprano como la mierda!

Golpeo su espalda con la almohada luego de alcanzar algo de ropa.

—¡Es mi casa!

—Felicidades por eso—Paul comenta, de regreso, y palmeándome la espalda—. Vístete en la sala o no sé—entonces apaga la luz.

Nunca creí que el día en que no fuera bienvenido en mi propia casa fuera a llegar tan pronto.

Pequeñas mierdas.

Bella

Recorro la casa, atrapando ropa sucia y echándola al cesto. Tomando basura y metiéndola a la bolsa.

Mi casa es un desastre. Hay porquerías por toda la sala, el baño huele horrible y ni hablar de la habitación.

Desde la gran tormenta del miércoles y los posteriores invitados, Edward ha sido vetado de su propio hogar. Los gritos provenientes de la casa de al lado no se detienen.

Nunca.

No al menos cuando estoy en casa y Seth y Paul también lo están. Y sigo sin saber si Edward les habló de la puerta del jardín porque se han extendido a mi casa también.

Razón por la cual el baño huele a gasolinera.

Los odio.

Pero son graciosos.

—¿Esto es tuyo? —tomo los boxers del Hombre Araña entre mis dedos índice y pulgar y se los muestro a Edward.

Él aleja su vista de la pantalla de su laptop.

—No, son de Seth.

Los suelto.

—¿Por qué están aquí?

—No estoy seguro—suspira—. En verdad lo siento.

—Está bien—me encojo porque ¿qué más puedo hacer? Los chicos no tienen una casa.

¡SETH!, y ahí va otro grito.

—¿Alguna vez se callan?

Edward se carcajea, cerrando su laptop.

—Nunca.

¡PERRA!

—Mmm, encantador.

—Estoy seguro de que sus vecinos están felices de no tenerlos ahí. Al menos, por supuesto, que sus apartamentos también estén inundados.

—Creo que disfrutaría alejarme de eso de cualquier manera—digo señalando la pared.

Pasos rápidos en las escaleras. Otro grito de Seth.

—¿Me ayudas llevando esto a la lavandería? —palmeo el cesto, observando alrededor por alguna prenda olvidada.

—Lamento que tengas que limpiar todo—Edward murmura, alcanzando mi cintura. Tallo mi mejilla en su pecho—. Deberías ver mi casa. Es como si un tornado hubiera pasado por ahí.

Enredo mis brazos a su alrededor y rasco su espalda antes de besarlo.

—No vayas al bar hoy—susurro contra sus labios.

—Prometo que el domingo seré todo tuyo… hasta que tenga que ir.

Odio eso.

—¿Mmm? ¿Y por qué no mañana?

Edward toma mi rostro entre sus manos, palmándolo.

—Iré a tomar esas fotos, ¿lo recuerdas?

Nooo—gimo, apretando los ojos—. ¿Por qué tienes que estar ocupado todo el tiempo? No eres divertido.

Me alejo, irritada y hago intento de tomar el cesto, pero él lo toma y me sonríe.

—Lamento también eso.

Las disculpas no lo arreglan. Hay un golpe en la puerta y me dirijo a abrirla.

—¿Puedes también bajar la caja con ropa que está arriba? —le pido sobre mi hombro.

—Si, señora.

—¡Isabella! —Seth saluda, sonriente, haciéndome a un lado—. ¿Dónde está Edward?

—Haciendo quehaceres, ¿qué quieres?

Si. Ya pasamos las formalidades y la amabilidad desde que lo encontré infestando mi baño.

—Es hora de irnos—dice casualmente, entrando a la sala.

—Oh, creo que hay ropa interior tuya ahí.

—¡Oh, Peter! —sonríe, alcanzando sus calzoncillos—. Creí que los había perdido. Son de la suerte. ¿Sabías que siempre que los uso termino teniendo…

—Andando—Edward lo corta—. Ella no necesita saber eso. La caja está junto a la lavadora ahora—me dice.

—Genial.

Finalmente, llega el momento en el que Edward tiene que irse, mejor conocido como La Hora Triste.

Incluso el sol se oculta detrás de una nube.

Agito mi mano desde el escalón del porche y los contemplo mientras los tres trepan al auto de Paul.

Tan pronto como entro a casa le ordeno a Alexa reproducir algo de música mientras lavo la ropa. Tomé el valor suficiente para ordenar la ropa de papá y apartar la que debería ir a la lavadora. Me quedaré con algo de eso, principalmente sus camisas de cuadros y sus enormes playeras. Una gorra, sus lentes, sus calcetines.

Echo puños de ropa a la máquina, no deseando verla más de lo necesario cuando mi celular vibra con un mensaje.

Rosalie: Te necesito mañana. Día súper divertido lleno de tareas de dama de honor. Ángela también viene.

Bella: No tengo opción, ¿cierto?

Rosalie: Duh.

Esa loca.

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—Primera parada… Starbucks—dice Rose, girando el volante y mirando por el espejo retrovisor—. Tengo un montón de cosas qué hacer.

—¿Cómo cuáles? ¿Has empezado ya con tu vestido? —pregunta Ángela, mirando ausentemente por la ventanilla, antes de inclinarse a saltar la canción que suena en el estéreo.

—Floristas, invitaciones, registro para regalos…—Rose resopla, cansada—. Y si, cada vez va tomando más forma.

—¿Cómo es? ¿Podemos verlo? —pregunto desde el asiento trasero. Rose sonríe antes de darme una mirada.

—Lo verán cuando esté listo.

—Puaj, ¿enserio? —Ángela aventura— ¿No podemos verlo antes en caso de que necesites una opinión que diga "es horrible, deberías cambiarlo"?

—Ja, como si yo, Rosalie Hale, pudiera hacer algo horrible. ¿Qué quieren ordenar?

Pedimos nuestros lates porque, ¡bienvenido sea Octubre!, y Rose conduce hacía la florería. Se está reuniendo con posibles floristas que hagan de ese día todo un sueño hecho realidad. El entusiasmo en su voz y sonrisa es tan palpable que pronto me encuentro contagiada, alzando y subiendo mi pierna, ansiosa por ver nuestras ideas en físico.

—Jessica me recomendó estas florerías. Creí que al contratarla ella haría todo el trabajo por mí—Rose toma su bolso y abre la puerta—. Resulta que no.

Paseamos por el lugar, esperando a la florista y para cuando aparece, Rose ya está a punto de trepar las paredes.

Nos sentamos en su oficina, mostrándole nuestras opciones y ella dispara más ideas y posibles costos. Y como las excelentes damas de honor que somos, prestamos atención y tratamos de recordarle a Rose cosas importantes de las cuáles puede olvidarse.

Lo cual no ocurre, porque Rosalie parece tener todo bajo control en su agenda de novia y en sus interminables listas.

—¿Acaso no son lindos estos? —comenta cuando la florista sale de su oficina, señalando unos ramos de rosas borgoña y rosa pálido.

—Son preciosos, Rose—aprieto su brazo.

—Estoy pensando en añadirle algunas plumas a mi ramo, tal vez añada cordones de tul por debajo.

—¿Para sujetarlo? —pregunta Ángela, asintiendo.

—Exacto. ¿Creen que luzca bien?

—Estoy segura que todo lo que elijas se verá perfecto—le aseguro—. Sólo sigue tu intuición.

Ella asiente, sonriente y sus ojos se llenan repentinamente de lágrimas.

—Gracias por estar aquí—toma nuestras manos y les da un apretón—. Y lamento haber pensado que no estaban siendo unas buenas amigas antes—me mira, sus cejas frunciéndose.

—No te preocupes. Estábamos siendo horribles—respondo, por su propia salud mental. Ángela frunce el ceño.

—¿Cuándo dijiste eso?

La respuesta de Rose se interrumpe por la florista regresando.

—Luego hablamos de eso—es todo lo que dice.

La siguiente tarea que tachamos de nuestra lista es apartar el espacio para las invitaciones y la creación de los Aparta La Fecha.

Rosalie tiene su primer depósito bajo el brazo y con un paso confiado entra al lugar, haciendo notar su presencia, saludando a todo el mundo y agitando su cabellera rubia, mirando alrededor, como la perra con confianza y buena autoestima que es.

—Puedes recoger tus Aparta La Fecha en dos semanas entonces—la mujer detrás del mostrador le asegura—. Toma, tu tiara.

Rose sonríe.

—Oh, qué amable. Muchas gracias—se lleva la mano al pecho y se la coloca, contenta—. Ahora sí que luzco como una duquesa—nos guiña.

—¿Por qué le dan una tiara? —pregunto, mirando a Rose de soslayo y sintiéndome un poco envidiosa. Yo también quiero una.

—Se las damos a todas nuestras novias—responde la chica—. Muchas gracias a ti por tu confianza. Espero verte pronto.

—Más le vale—Rose masculla una vez que salimos. El cabello nos revolotea alrededor del rostro con el viento que de pronto se desató en la ciudad—. Estoy dejando que tomen el control de mi vida justo aquí.

—Siempre puedes enviar correos—Ángela murmura, mirando para ambos lados de la calle, así que se pierde la mirada letal que Rosalie le da.

—No, Ángela, no puedo enviar simplemente correos. Y todavía tengo que reunirme con posibles fotógrafos.

Tomo el asiento delantero.

—¿A dónde ahora, jefa?—pregunto.

—Al centro comercial. Tengo que registrarme para los regalos.

—Como si necesitaras regalos—Ángela comenta, abrochando su cinturón de seguridad.

—Todo el mundo necesita regalos. En especial tu duquesa, plebeya—Rose inclina su cabeza, presumiendo su tiara de plástico.

—Quiero tu tiara—mascullo.

—Consigue una propuesta de matrimonio primero.

—Ugh, inmadura. Como sea… Edward es fotógrafo, ¿sabes?

Me mira rápidamente.

—¿Qué? ¿Enserio?

—Ajá—asiento, un poco orgullosa—. Y es bueno.

Sé que es grandioso. Es perfecto en todo lo que hace.

—Interesante—Rose asiente, jugando con la idea—. Pero… ¿no crees que es como un abuso? Es decir, está saliendo contigo y no quiero tenerlo trabajando durante la boda, tendrá que grabar el vídeo, ¿sabes?

Cierto.

—Mmm, eso es cierto. Y no es un abuso, lo contratarás como a cualquier otro fotógrafo.

—¿Y qué pasa si él y Bella ya no están saliendo en ese entonces? ¿Se imaginan lo incómodo que sería eso? —aventura Ángela.

—A Rose no le importa eso—hago notar, mirando a Ang sobre mi hombro.

—Así es. Si no están saliendo en ese entonces aun así planeo invitarlo a la boda. Le daré un Aparta La Fecha, así que ese bastardo tiene que ir—jura Rose.

—Siempre puede elegir no ir—opino.

—No si lo contrato—Rose sonríe malévolamente—. Eso sería incómodo y gracioso… al menos para nosotras.

Ambas se ríen.

—Los contratos pueden romperse.

—Silencio, Bella, tú fuiste quién lo sugirió—Ángela dice.

—Toca el tema descuidadamente—Rose me mira—. Y hazme saber qué dice.

—Lo haré.

Ángela y yo nos alejamos de Rose una vez que entramos a la tienda departamental, no queriendo ver los costosos regalos que está apartando y que, obviamente, tendremos que comprarle nosotras.

—No sé si pueda pagar algo de eso, ¿sabes? —comenta Ángela, olisqueando las muestras gratis de perfume—. Mi sueldo de profesora no es suficiente. Soy la pobre del grupo.

Me río entre dientes.

—Será mejor que empieces a ahorrar. O elige el más barato. Siempre puedes regalarle una cuchara, necesitará de esas.

Compartimos una risa y luego nos tomamos fotografías frente a los espejos. Fui capaz de robarle la tiara a Rose, así que sonrío a la cámara y me aseguro de que la piel de mi abdomen se vea por debajo de mi crop top porque, obviamente, seré una princesa sexy.

Es una buena foto y la única en donde Ángela no aparece, así que escribo algo excesivamente ridículo y molesto sobre ella: "sólo necesito un dulce príncipe" y la envío directamente a mis historias de Instagram.

—¿Quieren comer algo? —Rose se acerca, tecleando en su teléfono—. He terminado aquí.

—Eso fue rápido—digo.

—¿Rápido? Hemos estado aquí como por cuarenta y cinco minutos—refunfuña Ángela—. Y si, si quiero comer algo.

—Antes de eso quiero gastar un poco de dinero. En lencería. Andando—soluciono, echando mi celular al bolsillo de mi falda.

Ellas también compran un par de conjuntos y cuando salimos de la tienda ya tengo un par de notificaciones: respuestas a mi historia. De chicos molestos. Asqueroso.

El hecho de que mostrara mi ombligo no quiere decir que quiera sus estúpidos comentarios. Sólo quería ser una princesa sexy para mí y actualizar mi puta historia. Entonces me llevo una grata sorpresa.

—¿Qué te tiene riendo así? —Rose intenta ver la pantalla—. ¿Es un meme?

—Nop.

Creí que ese chico había sido borrado de la faz de la tierra. Tonto español.

alejandrosand-metrio: sexy.

Ni siquiera voy a responderle. Estoy esperando que anuncie a su nueva novia para hacerle saber a la chica el tipo de comentarios que envía a las mujeres en internet. ¡Déjame arruinar tu vida, guapo español!

edwardcullen: mi dulce princesa loca.

¿Lo ven? No es necesario ser vulgar. Con tan sólo cuatro palabras mi corazón ya dejó de latir y mi cuerpo va flotando al cielo.

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Rose detiene su camioneta justo afuera de mi casa y luego dejo que ella y Ángela se pongan cómodas en mi sala.

Edward dejó un mensaje diciendo que había terminado con su asunto de las fotos y que ahora estaba en su oficina, así que tiro la bolsa de lencería en el sofá y voy hacia allá, usando la puerta del jardín.

Hay ruido de disparos en el televisor viniendo desde la sala, acompañados por las risas y gritos estruendosos de Seth y Paul. Estoy muy segura de que no me escuchan subir las escaleras y me dirijo a la oficina de Edward.

No está ahí, pero si sus cosas y su computadora encendida, así que me acerco, queriendo ver su trabajo de hoy.

¿El asunto donde mi corazón deja de latir y mi cuerpo va al cielo? Si, concluyo que también puede ser malo.


¡Hola! ¡Feliz fin de semana! Les traigo un nuevo capítulo. Si encuentran a Seth y a Paul molestamente graciosos los próximos capítulos les van a gustar.

Muchas gracias por leer. Nos seguimos leyendo.