REY DE LOS DEMONIOS

¡Hola! :) Otra vez estoy aquí con un nuevo cap.

- Lin Lu Lo Li: ¡Hola! Ya vamos conociendo mejor la actitud de Kagome y aunque parezca dura, en el fondo está sufriendo :c Veremos qué es lo que hace Inu ahora que la encontró. ¡Gracias por leer! :3 Espero que te guste esta nueva actualización.

El próximo capítulo está casi terminado, en el veremos si Kag también tiene el mismo don que su madre y en qué situación lo utiliza. Prometo actualizar pronto. ¡Por lo pronto disfruten de esta nueva actualización!

Atte. XideVill


Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.


CAPÍTULO 7.

KAGOME

Rápidamente retiré mi mano, dejando la suya suspendida en el aire. Bajé la cabeza y contuve las ganas de salir corriendo.

– ¿Cómo dijo? – dice el mercader totalmente ajeno a la situación.

– ¿Acaso no fui lo suficientemente claro? Dije que la compro.

– Pero…

Dejó caer sobre la mesa una bolsa llena de monedas de oro.

– ¿Es suficiente? – preguntó agrio.

– Si… si – El mercader lo miró por unos segundos antes de asentir – ¿Es usted Majestad?

Aquello era difícil de ocultar, la cabellera plateada y los ojos dorados eran distintivitos únicos de los Taisho.

De pronto sentí que todo mi cuerpo se paralizó y dio paso al temor. Temor de ser descubierta por aquellos que iban tras mi familia.

– Já – Pareció que a Inuyasha le causó gracia aquel comentario – ¿Me va a dar o no la joya? – insistió prepotente.

– Cla.. Claro, es suya señor.

Di un paso hacia atrás aprovechando el momento, pero nuevamente una de sus manos me detuvo.

– No tan rápido Princesa, creo que usted y yo tenemos muchas cosas de qué hablar — Me susurró al oído.

Suspiré. Con toda la impresión por volverlo a ver se me había olvidado por completo el motivo por el cual había bajado al pueblo.

– Antes tengo algo que hacer, si deseas puedes acompañarme. Pero por favor actúa como la gente normal.

– ¿Qué quiere decir?

– En primera – advertí – Ya no soy una Princesa, ni mucho menos tengo un Reino así que por favor llámame por mi nombre. Y por último "Majestad" no pague con monedas de oro, no estamos en Lothar – dije cansada.

Después de haber comprado todo lo necesario nos dirigimos hacia el templo. Lamentablemente y para mi mala suerte Inuyasha no me había despegado la mirada ni por un segundo.

– Puedes dejar de hacerlo – pedí.

– ¿Qué cosa?

– Puedes dejar de mirarme.

– Ah, eso – dice despreocupado.

– Sí, es un tanto incómodo.

Asiente, pero de todas formas no lo deja de hacer, no hasta que nos encontramos con alguien en el camino.

– Señorita Kagome – saludó con una sonrisa.

– Buenos días joven Hojo.

Luego de unos segundos sus ojos se posaron en Inuyasha y rápidamente vuelvió a mirarme.

– Es un viejo amigo – solté antes de que hiciera preguntas – Viene desde muy lejos y…

– Vine por Kagome – sentenció el menor de los Taisho.

Lo miré disgustada, pero antes de que dijera algo en su contra este me tomó de la muñeca y siguió por el camino que llevaba al templo.

– ¡Señorita Kagome!

Pude escuchar la voz de Hojo desde lejos, giré la cabeza y fingí una sonrisa.

– ¡Estoy bien, nos vemos pronto! – Fue todo lo que dije antes de sentir la presión de su mano en mi muñeca hacerse más fuerte – Auch, puedes soltarme.

No respondió y aquello no hizo más que incrementar mi enojo. Al entrar al templo me imaginé ver la cara de Sango llena de sorpresa al darse cuenta de que no venía sola, sino que nada más ni nada menos que con el Príncipe de Lothar.

Pero nada más equivocado que eso, Sango me miró, pero su cara era la de "Ya era hora" y lo comprendí cuando vi que bajo sus pies tenía atado a un hombre. Miré a Inuyasha y este solo sonrió.

– Miroku, te dije que no te metieras en problemas – soltó divertido.

– No pude evitarlo – dijo el hombre con una inmensa sonrisa – La bella Sango es mucho más ágil de lo que me imaginé.

– ¡Princesa! ¿Se encuentra bien?

Asentí.

– Solo un poco cansada – Aquella confesión salió de mí sin previo aviso.

– ¿Se siente bien? – La voz de Inuyasha pareció sonar un poco preocupada.

Lo miré, luego a mi muñeca y rápidamente me liberé de su agarre.

– Eso es lo de menos – sentencié dando un paso hacia el hombre atado – Se puede saber ¿Qué hacen dos caballeros tan distinguidos lejos de su Reino?

– Gracias… – me susurró Miroku luego de haberlo liberado.

– De nada... – dije de la misma forma.

– Acaso no es obvio.

– Quisiera que fuera más claro Majestad – ironicé.

Los ojos de Inuyasha parecieron mirarme dudosos antes de mirar a su amigo.

– Será para mañana, hoy estoy muy cansado – dijo despreocupado.

Miré hacia las afueras del templo y pude comprobar que ya no falta mucho para que se esconda por completo el sol. Solté un suspiro cansada antes de asentir.

– Te puedo ofrecer una habit…

– No es necesario – se adelantó Inuyasha, girando sobre sí y dándome la espalda – Dormiré afuera.

– Acaso te has vuelto loco, es muy peligroso. ¿Qué pasa si…?

Guardé silencio, probablemente ellos no sabían nada de la existencia de demonios.

– ¿Qué pasa si qué? – dijo curioso.

Negué. A estas alturas por qué me importaba tanto lo que llegara a pasarle.

– Haz lo que quieras – Fue lo último que dije antes de adentrarme en el templo.

Las noches en particular me desagradaban. No por el hecho en sí, sino porque era el momento perfecto en donde mi mente traía recuerdos del pasado, aquellos momentos dolorosos y sangrientos que no dejaban de atormentarme.

Me puse de pie y antes de siquiera pensarlo ya me encontraba fuera del templo. El frío que entraba por mis pies me indicaba que esta no era una noche como las demás, miré al cielo y lo comprobé, era noche de luna nueva.

A lo lejos, entre los árboles, me pareció ver una luz parpadeante. Miré nuevamente dentro del templo y sin pensarlo me alejé de él. La curiosidad era una de mis maldiciones o al menos eso era lo que solía decir el abuelo, claro que él no lo llamaba así, sino que, decía que la curiosidad siempre traía algo ya sea bueno o malo.

Cuando volví en mí, me di cuenta de que solo podía ver árboles a mi alrededor y la oscuridad de la noche no era del todo útil. Yo me había metido en todo esto así que no había marcha atrás. El viento sopló y el sonido de las hojas de alertó.

– Si tienes miedo no debiste de haber salido del templo.

Di un pequeño salto cuando la voz de Inuyasha adornó todo el lugar.

– No tengo miedo – dije mirando a mi alrededor tratando de encontrarlo – ¿Dónde estás?

– Es mejor que regreses Kagome, es muy peligroso que andes por aquí tú sola.

– No estoy sola – solté de inmediato – Estoy contigo.

El silencio se hizo presente por unos segundos. Segundos que se me hicieron eternos al comprobar que aún no podía verlo.

– Inuyasha…

– ¿Sabes lo que dijeron de ti? Dijeron que estabas muerta, que ese fue el final de todos los Higurashi.

– ¿Entonces qué haces aquí? – cuestioné aun buscándolo.

– Yo siempre supe que estabas viva.

– Debiste dejar de buscarme y seguir con tu vida. Después de todo ¿no era eso lo que querías? – solté esperando que reaccionara, pero nada pasó – Así no tendrías que casarte con alguien tan detestable como yo.

– ¡Yo no dije que fueras detestable!

– Tal vez no, pero tus acciones decían todo lo contrario ¿Qué, ya se te olvidó lo último que dijiste de mi abuelo?

– Kagome..

– ¡Que era un viejo y por eso murió!

Escuché el aleteo de unas a veces a lo lejos. Luego de aquello todo se volvió silencioso hasta que escuché el crujido de una rama tras de mí.

– No voltees – pidió mientras me envolvió en sus brazos.

Sentí la calidez de su pecho en mi espalda. Inspiré profundamente y me dejé embriagar por su aroma.

– Fui un idiota y no sabes cuanto me arrepiento – sonó sincero – Pero tenía mis motivos.

– ¿Motivos para tratarme mal todo el tiempo que estuve en Lothar? – cuestioné jocosa – Quisiera saber cuáles son esos motivos.

– Kagome…

– ¿Enserio me estuviste buscando todo este tiempo?

Lo escuché tomar aire por la nariz luego de poner su mentón sobre mi cabeza.

– Le hice una promesa a alguien.

– ¿Qué clase de promesa?

Me pareció escuchar una suave risa.

– Eres muy curiosa ¿Ya te lo habían dicho?

Sonreí mientras asentía.

– Lo he escuchado un montón de veces – confesé sincera.

– A veces la curiosidad nos puede llevar a descubrir algo desagradable.

– También lo he escuchado – respondí – Pero quien sabe, tal vez descubra algo maravilloso algún día.

Quise girar, pero sus brazos a mi alrededor me lo impidieron.

– Inu…

– Kagome, no soy como piensas.

– Creo que lo voy descubriendo – dije con una sonrisa.

– No hablo de eso.

– ¿Entonces de qué? Porque yo creo que por fin estoy conociendo al Inuyasha de aquella noche.

– Ahora soy totalmente diferente al Inuyasha del que hablas.

Fruncí el ceño, pero antes de poder decir algo sentí una punzada en el abdomen. Bajé la cabeza y lo que vi me dejó helada. Sus manos, aquellas que me habían sorprendido en el pueblo hace poco, ahora tenían garras, grandes y afiladas garras.

Contuve un grito mientras giraba lentamente, esta vez Inuyasha no opuso resistencia, y cuando al fin pude ver su rostro este era el mismo, sus mismos ojos dorados, sus mismos labios, sus mismas facciones, pero de pronto algo destacó ante mis ojos. Y eran un par de orejas peludas que adornaban su cabeza.

Instintivamente llevé mis manos hacia ese lugar, dudé por un segundo, pero mi curiosidad pudo más y cuando las acaricié, estas eran las cosas más suaves que había tocado en toda mi vida.

– Kagome yo… Puedo explicarlo, te juro que…

– Son hermosas – solté sin pensar.

Los ojos antes aterrados de Inuyasha pasaron a suavizarse cuando entraron los míos.

– ¿Qué…?

– ¿Qué eres? – dije apartando mis manos de él.

El silencio nuevamente nos hizo compañía cuando vi duda en su mirada.

– Soy un demonio – confesó.

Sentí una estocada en el pecho.

– No… – negué en un susurro – Tú no eres un demonio – sentencié firme mientras mi mente traía de vuelta imágenes de aquellos seres aterradores – Tú no…

– Es una maldición y entiendo que me tengas miedo.

– No te tengo miedo – respondí en cuanto recuperé el aliento – Tú no eres como ellos.

– ¿De qué hablas?

Dio un paso hacia mí y por instinto retrocedí, luego me di cuenta de mi error cuando vi sus ojos y me sentí culpable por algo que aún no entendía.

– Perdón… – dije mientras derramaba una lágrima.

Y aquello no hizo más que incrementar su angustia, rápidamente caminé hacia él y me hundí en su pecho. Lo sentí dudar, pero luego de unos segundos me envolvió entre sus brazos.

– Kagome…

– Sé que tú jamás le harías daño a alguien.

– Nunca te haría daño a ti – dijo tajante.

Pero luego de eso sentí sus manos sobre mis hombros y de un rápido y brusco movimiento me empujó a un montón de arbustos que había a unos metros de nosotros. Sentí el dolor del golpe recorrer todo mi cuerpo y me sentí mareada luego eso.

Traté en enfocar mis ojos y buscar a Inuyasha, pero cuando lo encontré él estaba en el suelo cubierto de sangre y con la ropa desgarrada. Sus ojos me vieron y entonces escuché un rugido aterrador a lo lejos.

– ¡CORRE! – demandó Inuyasha poniéndose de pie y yo negué.

No iba a dejarlo y menos con el demonio que mató a gran parte de mi gente

– Inuyasha…

– ¡KAGOME CORRE! Yo estaré bien…

Un latido doloroso se instaló en mi pecho cuando lo vi enfrentarse cara a cara con aquel ser aterrador. Una parte de mí revivió el recuerdo que compartía con mi madre, aquel "Yo estaré bien" era mala señal y definitivamente esta vez no iba a huir como una cobarde.

Continuará...