Mi unica aliada.
Esa noche dormía en los brazos de su hermana mayor, tal como lo hacía cuando él era un niño pequeño que le tenía miedo a la oscuridad, esa noche, era otra la oscuridad que lo acechaba y lo asustaba, aún más que a cualquier monstruo. El miedo de perder a las personas que amaba solo por ser diferente.
Aquella noche no empezó así, más bien empezó con él en el cuarto de su hermana y ella, diciéndole unas palabras que no olvidaría nunca.
– Lincoln, quiero que empieces a tomar tus sentimientos con calma y respeto.
– ¿A qué te refieres Luna?
Su hermana estuvo a punto de decir algo, pero se paró en seco para repensar su respuesta. Era un tema delicado que debía abordar con cuidado.
– Esto es algo difícil de decir porque se supone que es un secreto, pero no eres exactamente el único en la familia que ha tenido esta clase de problemas.
– No… ¿En serio?
– Lo digo muy en serio.
– ¿Quien?
– Eso debo dejarlo a tu imaginación, y no te conviene ir husmeando en los secretos ajenos, ¿a ti no te gustaria, cierto?
– … No, claro que no.
No le importaba mucho que sus hermanas supieran que era lo que le gustaba, pero sus padres, ellos podrían tener opiniones bastante radicales. Muchas veces escuchó a su padre referirse a otros hombres en la televisión como "esos maricas no saben jugar" o "esos putos siempre les gusta llamar la atención". Su madre tampoco se quedaba atras, cuando Luna se declaro como lesbiana le costo bastante aceptar todo el embrollo, pero termino cediendo al final, asi que no todo podia estar perdido con ella.
– Algunas de nuestras hermanas han tenido problemas de identidad, y estos se han resuelto por sí solos. – dijo Luna, un poco ofuscada – Lo que estás sintiendo podría solo ser una fase, uno de los dolores de la pubertad, ¿me captas?
– Si… Creo. – dijo Lincoln, algo confundido – Pero lo que siento, bueno, se siente tan real, tan intenso.
– ¡Si, si, yo igual senti lo mismo cuando… ! – dijo Luna, la que detuvo su emoción inicial para poner una fachada seria – Q-quiero decir, tal vez cambies de opinión… Por eso quiero que mantengas la calma y no quiero que niegues lo que estás sintiendo, no eres un enfermo o un engendro por pensar así.
Que alguien le dijera esas palabras era un verdadero bálsamo para su alma, pero a su vez le costaba creerlo. Tenía un gran conflicto interno, una guerra contra sí mismo en su cabeza, por una parte, se decía una y otra vez que estaba bien ser distinto, pero otra parte, más oscura, le decía que era un degenerado, un marica, un engendro que tenía que ser normal igual que todos. Extrañamente, esa voz oscura era la que generalmente ganaba la batalla.
– Se supone que los hombres no deberíamos hacer "esas" cosas con otros hombres.
– ¿Quieres un consejo?
– Claro, por qué no.
– A la mierda lo que piensen los demás, solo escucha a las personas que te aman, los que verdaderamente te aman. – le dijo Luna, poniendo sus manos sobre los hombros de Lincoln – Y si esas personas terminan no aceptando lo que eres, quiere decir que no te amaron desde un principio, solo amaban una imagen que se hicieron de ti.
Lo que decía su hermana mayor le hacía sentido, a las personas que amaba no las juzgaba por sus preferencias, si estas cambian de repente podría parecerle raro al principio, pero siempre terminaría amándolas a pesar de todo.
– Yo te quiero Luna.
Y esas sencillas palabras parecieron iluminar los ojos de su hermana, la que lo abrazó fuerte, haciendo que su cabeza se hundiera en sus pechos.
– ¡Y yo te adoro! Mi pequeño Linky.
– ¡Mhmh! ¡Mhmh! – dijo Lincoln, el que apenas podía respirar por ese abrazo.
– ¡Oh! Lo siento.
Recupero el aire y la miro a los ojos, su hermana se veía diferente, más luminosa y contenta que nunca. Y él se sentía igual, era como si ahora ambos compartieran un lazo aún más fuerte que el que tenían antes.
– Tal vez fue egoísta pedir ayuda, cuando no te ayude con lo de Sam, en ese tiempo no entendía nada.
– No seas duro contigo mismo, bro. Yo soy la mayor, es mi trabajo el preocuparme por ti.
– Lo entiendo, pero si alguna vez me necesitas, quiero estar ahí para ayudarte.
– Lo tendré en mente. – dijo Luna, esta vez dándole un abrazo más liviano – Ahora vamos a dormir, tenemos clase mañana.
– ¿Puedo dormir contigo?
– Sure bud, no problem.
Y eso lo llevaba al presente, acostado pero pensando y su hermana a su lado, roncando aún más fuerte que Lynn.
Levantó un poco las sábanas y con bastante curiosidad, observó el cuerpo casi desnudo de su hermana. Llevaba puesto solo un top morado y unas bragas negras con encaje que se veían bastante delicadas, parecían contrastar con el actuar algo rudo y rebelde de la chica que las usaba, pero se veían hermosas. Su piel era pulcra, solo accidentada por algunos lunares que aparecían de repente en sus muslos desnudos, su estómago y en su espalda baja, las mismas partes que ella cubría con su ropa, tal vez algo avergonzada de estos.
Sus proporciones eran hermosas, caderas anchas como su madre, un trasero bastante redondo, unos pechos que, aunque pequeños, estaban bastante bien formados, y un estómago plano con un ombligo pequeño que se veía algo tierno allí en medio. Al verla así, pensó o más bien deseo, tener un cuerpo así, ser alguien como ella, hermosa y a la vez fuerte.
Esa noche se decidió a hacer algo que no le gustaba, pero que tenía que hacer de todas formas para saber si lo que sentía era real. Se bajó el pantalón de su pijama hasta sus muslos y bajó un poco sus boxers para dejar su pene expuesto. Se asustó y trago un poco de saliva cuando ella se movió de pronto, pero ella seguía dormida.
Armándose de valor, apretó su pene y comenzó a masturbarse, viéndola a ella dormir. Se sentía asqueroso haciendo eso, como si algo estuviera muy mal. Trato de pensar en ella como en una mujer y no como su hermana y ese malestar subsano un poco, pero seguía sin tener una erección. Por mucho que lo intentara, ese cuerpo majestuoso que tenía enfrente no le causaba la misma reacción que imaginarse a un chico apuesto a su lado.
Soltó un suspiro y dejó de intentarlo, se subió su ropa interior y pijama y abrazó a su hermana. Se sintió asustado, porque descubrió algo que lo dejaba con sentimientos encontrados, ya no era un chico normal, ya no le atraían las mujeres, solo los chicos.
