El estigma que la sangre ha dejado en mí no se ha ido y no se irá.


No sé en qué momento ocurrió, ni siquiera sé en qué momento empezamos a caminar, pero antes de que siquiera pudiera dejar de llorar o tranquilizar un poco mi respiración, estaba parada en medio del baño, con Hiccup acomodando un par de cosas. Yo solo lo observo mientras sigo llorando, sencillamente no puedo detenerme, aún siento la garganta raspada e irritada y la espalda me arde como si me hubieran quemado mil cigarrillos en ella. Hay un taburete en medio de todo donde Hiccup en algún punto me pide que me siente.

Al sentarme él detiene todo lo que hace, no sé si ya ha terminado de arreglar todo lo que quería acomodar o si lo dejará para después, pero la cosa es que se ha detenido por completo. Se ha colocado entre mis piernas y se ha inclinado un poco para tomar el borde de mi camisa. Me pregunta con la mirada si tiene permiso para continuar e imagino que no puede ver nada más que lágrimas y un terror enorme a algo más porque solo me da un beso en la frente y me promete que todo estará bien. Decido creerle porque, a pesar de lo que digan esas malditas voces, Hiccup es digno de confiar... además de que si no confío en él no creo que me quede absolutamente nada más en lo que pueda confiar, Hiccup es todo lo que tengo ahora mismo y, a pesar de estar en esta situación es innegablemente horrible, estoy agradecida de que sea a su lado.

Me quita lentamente la camisa, puedo ver como aprieta los labios por unos segundos y desvía la mirada antes de tomar los costados de mi short para también quitármelo lentamente y con mucha delicadeza, llevándose también mi ropa interior por el camino, lo hace todo con tanto cuidado que por un momento parece que soy solo una muñequita de porcelana que ante el primer movimiento brusco terminara destrozándose por completo. Es tan solo cuando abre el grifo para que salga el agua caliente que me doy cuenta que me quiere ayudar a bañarme, no es que pensara que tenía planeado algo en estos momentos en el que estoy tan sensible e indefensa, sino es que sencillamente no me he tomado ni un solo segundo para preguntarme qué era lo que quería hacer.

Siento el agua correr por todas partes, por el momento se siente bastante bien, cierro los ojos y me pregunto cuál es su temperatura. ¿Sería caliente o fría? ¿Estaría tibia? ¿Realmente importaba en lo más mínimo?

Luego de unos segundos cierra por completo el grifo y lo deja en otro lado, frunzo un poco el ceño, por la confusión y porque realmente me gustaría seguir sintiendo el agua paseándose con calma por mi piel. No tengo fuerzas para quejarme en lo absoluto, por lo que solo veo como echa un poco de gel de baño en una de sus manos para limpiarme. Sus manos pasan por mis hombros, por mis brazos, por mis piernas y mi torso, sus manos terminan acariciando absolutamente toda parte de mi cuerpo. No hay nada sexual en ello, tampoco sabría decirte si es romántico, es una persona cuidando de otra en necesidad, es alguien tendiéndole una mano amiga a otro alguien, es un muchacho preocupado atendiendo a una muchacha que ahora mismo no puede hacer nada consigo misma.

Suelto un suspiro pesado mientras recuesto el rostro en el estómago de Hiccup, sin fuerzas par absolutamente nada, él con delicadeza toma mi cabello para ahora pasar a limpiar mi espalda.

Pego un respingo y le araño un poco uno de sus brazos cuando siento ese horrible ardor invadiéndome desde la espalda hasta el resto de mi cuerpo. Intento escaparme lejos de sus manos, pero es Hiccup quien se aparta lo suficiente antes de que siquiera recobre las fuerzas necesarias para moverme. Se aparta un poco de mí y se mueve hacia atrás para ver qué era lo que estaba pasando. Tiene una de sus manos en mi hombro y cuando se detiene aprieta con algo de fuerza mi hombro, se arrodilla de momento a otro.

Chillo e intento apartarme de sus dedos cuando los siento sobre mi piel pero él me sujeta para que no me mueva. Sigo intentando escapar pero pronto me agoto por completo y solo puedo retorcerme levemente por el ardor.

–¿Cómo te has hecho eso? –me pregunta con la voz ronca y la mano algo temblorosa–. ¡Maldita sea! –maldice de momento a otro antes tomar una toalla y apretarla rápidamente contra mi espalda, siseo por el ardor que vuelve a recorrerme de pieza a cabeza–. Maldita sea, maldita sea, maldita sea –repite sin parar, con su voz tomando más y más nervios a cada segundo... jamás lo había visto así de nervioso, jamás lo había visto así de espantado y tembloroso.

Su preocupación me va llegando a mí poco a poco, sobre todo porque siento algo cálido desplazándose desde varios puntos de mi espalda, intento volver a retorcerme pero con el más leve movimiento siento que me mareo de momento a otro, tengo un nudo en la garganta que me obliga a apretar con todas mis fuerzas mis labios, el corazón me retumba con fuerza y muerdo con fuerza mis labios cuando siento a Hiccup rodeándome con la toalla haciendo un nudo apretado, me asegura apresurado que volverá en solo unos segundos pero me aferro rápidamente a sus brazos para que no se vaya.

Quiero decirle que se queda, que me abrace, que me acaricie, que haga algo conmigo porque tengo la mente completamente destrozada y lo necesito para que tome estas piezas rotas en las que me he convertido e intente volver a poner todo en su sitio, quiero decirle que no puede sencillamente dejarme sola en medio del baño, temblando de pieza a cabeza, a punto de vomitar, completamente desnuda y sin saber qué es eso que le ha aterrado tanto de mi estado, pero antes de que siquiera pueda soltar algo que no sea un patético sollozo se me van por completo las fuerzas, se me va por completo el aire.

Todo se torna negro.


Me pesan los párpados, la cabeza me da tumbos y la espalda me arde como el infierno.

¿Qué narices me ha pasado?

Tengo una manta bastante gruesa encima mío, tan gruesa que incluso pesa un poco, la muevo lentamente hacia un lado, maldigo por lo bajo cuando me doy cuenta de que cualquier movimiento hace que el dolor de la espalda se me extienda por todas partes.

A ver, ahora que tengo algo más de claridad mental lo lógico sería intentar recordar qué narices pasaba conmigo antes de que terminara aquí. Vamos a ver, había despertado espantada de aquel horrible sueño –aun tengo que buscar sobre esos dos niños antes de que se me olviden sus nombres–, Hiccup vino a tranquilizarme... ¿y ahora estoy en su cuarto?

Intento levantarme, pero eso sencillamente es una horrible idea tal y como cualquiera se lo hubiera imaginado. Vuelvo a lloriquear y maldecir por el dolor que me recorre entera, pero en ese momento me doy cuenta de algo que definitivamente debí de haber visto antes.

Hiccup está ahí mismo, sentado justo a unos centímetros de la cama, durmiendo en una posición terrible para su pobre cuello. Hace una leve mueca antes de recomponerse por completo y centrarse de inmediato en mí. Sus ojos angustiados inmediatamente me alarman un poco, que se incline hacía a mí tan rápido también me dice que realmente algo malo ha ocurrido en todo este tiempo que he estado durmiendo.

–¡Copito! –suelta aliviado–. Dioses, que bueno ya has despertado, ¿estás bien? –acuna mi rostro con mucha delicadeza, yo de inmediato me deshago en sus caricias me siento tan agotada y definitivamente su atención y cariño era exactamente lo que necesitaba. En algún punto incluso se levanta de la silla para arrodillarse al lado de la cama y atrapar mis labios en un beso bastante necesitado que intento seguir de inmediato pero termino completamente arrollada por toda su desesperación.

Jadeamos por unos segundos cuando finalmente nos separamos, me aferro rápidamente a su cuello mientras él apoya su frente contra la mía y cierra los ojos.

–Ah, ¿cariño? –le llamo con delicadeza.

–Dime, copito –me responde con cariño, moviendo ahora los brazos para sujetarme con fuerza la cintura.

–Tengo unas cuantas preguntitas –le digo con una sonrisa nerviosa, jugueteando un poco con su cabello.

Él se levanta un poco después de darme un rápido y corto beso en los labios. –Dime –asiente mientras me suelta la cintura para apoyarse en sus antebrazos y así quedar unos centímetros por encima de mí, el cabello se le cae un poco sobre la cara, ahora que me detengo a fijarme detenidamente, puedo ver que se le marcan levemente ojeras.

Temiendo la posibilidad de haber estado durmiendo por demasiado tiempo, lo primero que le pregunto es lo siguiente. –¿Cuánto llevo dormida?

–Yo diría que has estado más bien inconsciente –me corrige demostrándome mucha más calma que hasta ahora.

–Ah, guay, que alivio –bromeo rodando los ojos–, bueno ¿cuánto tiempo llevo inconsciente?

–Unas cuantas horas –me responde, suspiro aliviada–. Creo que dentro de poco será medianoche.

Chasqueo la lengua. –Demonios –mascullo–. Vale, segundo, ¿me puedes ayudar a sentarme?

Él me sonríe de esa manera tan perfecta que me encanta, nuevamente me besa los labios por unos segundos para luego levantarse tomando mi cintura para tirar de mí hacía arriba. Vuelvo a sisear por el dolor, pero cuando finalmente me quito la manta de encima y mis pies tocan el suelo puedo lograr concentrarme en otras cosas.

–Vale, creo que ya te imaginas cuál es mi siguiente pregunta –le digo intentando bromear, pero la mueca de dolor no se me iba del rostro, por lo que Hiccup solo lograba observarme angustiado–, ¿qué diantres me ha pasado en la espalda?

Hiccup toma aire profundamente antes de responderme. –No tengo ni idea de cómo pudo haber ocurrido, ni por qué te ha ocurrido, pero, luego de que te despertaras de la pesadilla, cuando te lleve al baño para ayudarte a tomar una ducha.

–¿Luego de qué perdona? –le interrumpo sintiendo como el rostro comenzaba a cobrar colores rojos muy fuertes, él también se sonroja.

Se aclara la garganta antes de responderme. –Estabas sudando de pieza a cabeza, luego de cada pesadilla siempre tomas una ducha así que pensé... –duda un poco y desvía la mirada antes de continuar–, no creí que pudieras hacerlo por tu cuenta y... solo quería cuidar de ti, solo quería ayudarte a estar cómoda.

–Me has bañado –afirmo, como para ayudarle a que lo diga él mismo. Él aprieta con fuerza los labios antes de asentir–. Me has visto desnuda.

–Lo siento –murmura, aún sin mirarme.

Me extiendo lo suficiente para tomar una de sus manos, intento sonreírle, pero el dolor sigue aprisionándome, espero que Hiccup no lo confunda con incomodidad o desconfianza o cualquier cosa por el estilo.

–Está bien, definitivamente necesitaba ayuda. Además, confío plenamente en ti, sé que no te aprovecharías de mí.

Él toma mi mano y deja un beso en su dorso. –Por supuesto que no –me dice firmemente.

Asiento con calma. –Lo sé, cariño, lo sé. Ahora, ¿qué pasó con mi espalda?

Hiccup no suelta mi mano en lo absoluto, es más, la apretuja con más fuerza. –No entiendo de dónde demonios han salido, pero tienes toda la espalda llenas de heridas. Profundas y extensas, líneas por toda su espalda que de momento a otro se abrieron y empezaron a sangrar, creo que te desmayaste por toda la sangre que perdiste, te hice beber algo de néctar, eso paró un poco el sangrado pero hizo falta ponerte vendas porque no parecía que fueras a curarte solo con eso –se queda en silencio unos segundos luego de haber explicado todo tan apresuradamente–. Cuando te desvestí no vi absolutamente nada, aparecieron de momento a otro, e incluso si antes has tenido heridas ahí es sencillamente imposible que se hubieran abierto a tal profundidad de momento a otro, es como si...

Se calla por completo cuando le aprieto con fuerza la mano, necesitaba unos segundos para analizar eso y es un alivio que Hiccup lo haya notado con solo un gesto. Suspiro pesadamente y cierro los ojos intentando comprender qué diantres era lo que había pasado conmigo misma, intento llevar la mano desocupada hacia mi espalda pero me arrepiento de inmediato.

La sensación de ardor es la misma que la del sueño, eso lo sé perfectamente, eso me aterra por completo.

No puedo hacer otra cosa que suspirar pesadamente y mirarlo directamente a los ojos con una única idea en mi cabeza: descubrir más con respecto a qué le hicieron a esos niños.

–¿Cómo luce? –pregunto de la forma más normal posible, disimulando todo lo que puedo, recordando de golpe y porrazo como me disculpe llorando con Hiccup por estar ocultándole tantas cosas. Pero sencillamente no puedo evitarlo, no puedo decirle nada por el momento.

Abro los ojos por completo cuando me doy cuenta que está temblando por completo y que se tiene que pasar una mano por el rostro rápidamente para quitarse las lágrimas.

Toma aire antes de responderme con una voz temblorosa. –Son definitivamente las marcas de un látigo, como si te hubieran azotado... como a una esclava.

Entiendo de inmediato esa comparación, no me quiero ni imaginar la cantidad de veces que ha tenido que ver como esas heridas se hacían, la cantidad de veces que ha visto esas heridas en el cuerpo de compañeros, tal vez en el cuerpo de su madre, tal vez en su propio cuerpo. No soy capaz de verlo así de destrozado, por lo que tiro de él para que me abrace. Me envuelve entre sus brazos de inmediato, puedo sentirlo temblar, puedo sentir como oculta el rostro en mi cuello y deja salir algunas lágrimas, yo lo aprieto con fuerza contra mi cuerpo, sin importarme en lo absoluto el dolor.

Me reparte besos por todas partes, la quijada, el cuello, las mejillas. Yo lo detengo acunando su rostro para besarlo en los labios, necesito esto, necesitamos esto. Hiccup ha tenido que lidiar con unas heridas en mi cuerpo que no solo aparecieron de la nada y me hicieron perder mucha sangre, sino que también le han traído horribles recuerdos de tiempos peores... y yo... pues yo he pasado por susodichas heridas repentinas... y por el trauma de esa maldita pesadilla.

No llevo ni una semana en este maldito barco y hay que ver como estamos.


.

.

.

.

Necesitaba darles este tipo de escena, necesitaba darles un momento tremendamente intimo que no tuviera ningún tipo de contexto sexual ni nada por el estilo, necesitaba darles una escena donde se pudiera dejar completamente en claro lo mucho que Elsa confía sin dudar en Hiccup y lo mucho que Hiccup respeta y aprecia a Elsa.

También creo que podría asegurar que esta es la primera vez que Hiccup llora frente a Elsa, no estoy contando los sueños que Elsa haya podido tener porque en sí él no sabe qué es lo que está viendo y no lo está haciendo delante de ella. Esta vez es diferente –aunque no sé si puedo asegurar si el Hiccup de algunos sueños ya ha llorado frente a Elsa o esta es directamente la primera vez que lo vemos llorando– porque él está completamente dispuesto a mostrarse así frente a ella, porque él tiene la confianza suficiente para que ella lo vea en sus peores momentos, porque realmente esos son recuerdos horribles para él y necesita desahogarse con ella.

Estas heridas honestamente han sido una decisión a último momento pero que van a ser fundamentales para Elsa, para lo que será en el futuro su estabilidad mental, su futuro en la misión y una parte importante del resto de la saga. Estas heridas nunca se le van a ir y quiero desde ahora marcar mi inspiración con el mechón blanco de Percy Jackson y Annabeth Chase.

En el tercer libro ellos terminan obteniendo unos mechones blancos que representan el hecho de que cargaron con el mismismo cielo, ellos solos, cada uno por separado, literalmente sobre ellos estuvo el peso del mundo. Esos mechones son su esfuerzo, su sacrificio, esos mechones son prueba de que tuvieron opciones y eligieron la correcta. Los mechones, canónicamente aunque a muchos en el fandom no les gusta la idea, se van desvaneciendo con el tiempo, porque son acciones de hace mucho tiempo atrás, porque han tomado miles de decisiones más, porque su vida no se basa únicamente en aquella ocasión en la que sostuvieron el cielo.

Pero las marcas de la espalda Elsa no se las ha ganado, no han llegado por haber tomado una decisión, no son los restos de una batalla, no son las pruebas de una buena acción llevada hasta la última consecuencia. Esas marcas las tiene por los pecados de otros, esas marcas son, por decirlo de alguna forma, una especie de herencia. Esas marcas son vergonzosas, esas marcas son la muestra de su falta de oportunidad para elegir, de su falta de libre albedrío. Esas marcas no se van, esas marcas son un estigma que ha llegado a hasta ella, y es todo lo que alguna vez han visto y verán de ella, es todo lo que es Elsa para los demás. Las marcas de otros, las decisiones de otros. Lleva toda su vida peleando en contra de las marcas imaginarias e invisibles, pero ahora tiene unas verdaderas, unas marcas que todos pueden ver, unas marcas que se hacen notar justo cuando empiezas a olvidarte de ellas. Estas marcas, estas heridas producidas por el dolor y los pecados de otros jamás se irán de ellas, de la misma forma que no puede dejar de ser la hija de una diosa traidora, de la misma forma que jamás podrá escapar de ser Elsa Snow la hija de Quíone.