Una Heeler yacía recostada en su cama, con la mirada perdida al techo y su cola agitándose con suavidad.
"No..." Pensaba.
"No..." Apretó su cola en un intento de detener la sacudida, y funcionó, por unos segundos, ya que, en esos segundos su enfoque fue hacia su cola, logrando ignorar por momentos aquel chico que se metió a su cabeza.
Nuevamente, volvió a sacudirse al recordarlo, y, recordar aquel momento que se les escapó de las manos y que provocaba el rubor en su rostro.
"No..." Volvió a repetirse mientras aplastaba sus orejas contra su cráneo.
"¿Me estoy volviendo a enamorar?" Se pregunto mientras su mente la obligaba a sumergir en aquel recuerdo de, hace, un par de días.
Aquel sujeto había llevado consigo, un pequeño canasto del que llevaba algunos postres con la que esperaba deleitar a las Heelers.
Quien lo recibió a la puerta fue aquella Heeler anaranjada, quien volvió a cuidar de su pelaje y tratar de ignorar y olvidar aquellos sentimientos que le provocaron semanas de arduos de lamentos y dolor.
—Hola. —Entendió ella.
Bingo había empezado a tomar sus decisiones, como cualquier persona, pero, de vez en cuando, carecía de esa fuerza d voluntad y la domaba los pensamientos abrumadores que acorralaron su cabeza. No tenía ningún plan que hacer. Claro que salía de vez en cuando con amigos, pero ella no necesariamente decidía el destino. Pedían su opinión, si, dejaban que decidiese, también, pero era decisiones, que, muchas veces, no deseaba tomar.
Lo que había parecido coincidencia en ese momento, pareció ser un castigo para cuándo lo recordaba. Pues, a su celular, el mensaje de Chucky junto con la imagen adjunta de unos animales, le alegraron el día. Estaba ansiosa. No olvidó al invitado y, con una sonrisa radiante que contagiaba a quien sea que la viese, le pregunto si la podría acompañar.
La feria era aquel sitio en donde el grito adrenalínico de los niños, se mezclaban con los murmullos de las personas y vendedores exclamando sus productos por todas partes.
El aroma de los caramelos, frituras, postres y platillos, chocaron contra sus narices, generando así, las ganas de saciar su hambre.
—Este lugar sabe provocar hambre —Comento su acompañante. Ella asintió con una sonrisa, mientras se dejaba perder entre la corriente de aromas que alimentaban su olfato.
Entre todas las golosinas que podía ver, y oler, el que más le llamó la atención fue aquellas barritas de helados, las mismas que desprendían un sabor ácido que la hacían sonreír cada que lo lamía.
—Dos por favor —Ella vio, con sorpresa, la mirada de su acompañante, quien le devolvió la sonrisa mientras pagaba por los helados. Le apenaba que gastará el dinero en ella, pero tampoco podía negarse ante la tentación del dulce, quiero decir, ácido.
—Gracias. —Dijo mientras recibía el helado— No era necesario.
—Tonterías, además ya está pagado. Tómalo sin pena. —Respondió. La Heeler observó con ternura a aquel joven. Tomo un bocado de su helado, su lengua se encontró con un sabor ácido que le hicieron sacar una mueca, oprimió los labios mientras lo saboreaba con mucho gusto.
Continuaron caminando en busca de aquella granja.
Una granja de tortugas.
Su emoción se elevó por las nubes, su ilusión parecía materializarse frente a sus ojos, y les brindó una gigantesca sonrisa a esas tortugas que nadaban por la pequeña piscina.
—Veo que te gustan las tortugas. —Escucho junto a ella. Volteo a verlo y desprendiendo esa sonrisa contagiosa, dijo.
—No me gustan, las adoro. —Corrigió mientras observaba con emoción a aquellos reptiles que tanto le fascinaba— Mira esa variedad de cuellos largos: las anchas, Darwin y...
—Nariz de cerdo —Completo la oración. La Heeler asintió fascinada y sorprendida por el conocimiento de su acompañante. Su hermana se lo había dicho, y el mismo sujeto ya lo había demostrado en una ocasión, pero, esa sensación generaba cierta atracción hacia él.
—¡Si! —Sus ojos se desviaron en una de las tantas tortugas que había ahí, para ser exactos, de una que reflejaba los rayos del sol y se asemejaba a una bola luminosa adornada con pequeñas manchas de azul marino. Su cola se agito con agresividad mientras apreciaba, a detalle, a la tortuga— ¡Mira!
Su acompañante desvió sus ojos en aquella dirección, e igual que Bingo, su cola empezó a menearse con agresividad.
—¡Una tortuga alargada! —Dijeron en coro. Sus miradas chocaron por la impresión, y el momento les pareció tan cómico que se echaron a reír.
Poco a poco, Bingo empezaba a sentirse ligera, se volvió mas atenta a la voz de su acompañante y sin darse cuenta, dejo pasar algo en su corazón.
—¿La conoces?
—Gracias a mi madre. —Respondió— Ella siempre me muestra un álbum de todos los animales que ha visto, y me contaba que tal fue la experiencia.
—Oh por favor, preséntamela. Ella y yo vamos a tener una larga charla —Comento con una sonrisa.
La Heeler había encontrado a alguien que compartía algunos de sus gustos, o conocía algunos. Con toda la emoción y entretenimiento, ambos se sumergieron en las voces de cada uno; En el que intercambiaban distintas cosas sobre ellos, sobre sus vidas y demás.
El objetivo, en un inicio, era solo visitar aquella granja, pero, a medida que avanzaba el tiempo, se había convertido en una salida que Bingo apreciaría, una en la que, al fin, pudo dejar de lado, de hecho, desvanecer en su totalidad, aquel dolor que tanto le hiso daño y que le dificultaba el brindar y perdonar que tanto la caracterizaba.
Las risas fueron un ruido constante que escapaban por sus labios. Se divirtieron con los juegos, como la típica arma con dardos y atinarle al premio, permitió que la emoción recorría su cuerpo, se entretuvieron con el paisaje, con el aroma de la comida y, sobre todo, con la presencia del otro. Era una tarde divertida para esos dos.
—Entonces el sujeto salió disparado con el vehículo. —Terminaba de contar el joven.
—Diablos, tuvo que haber sido difícil para tu padre. —Comento Bingo— Para toda tu familia.
—No es nada, como dijo papá, es algo material.
—Algo demasiado caro, en mi opinión. —Él ahogo una carcajada mientras desviaba la mirada al paisaje.
—¿Qué tienes con las tortugas? Dime —Pregunto. Ambos permanecían sentados, apreciando los últimos momentos del sol en el cielo, y dando paso, con lentitud, a la luna, quien deseaba volver a posarse sobre los miles de cabezas que habitaban la ciudad.
Su acompañante se llevó un bocado del algodón, que empezó a disolverse en su boca y se deleitaba con su sabor azucarado.
—No lo sé, simplemente me gustan. —Respondió con los hombros encogidos. Se recostó en el asiento de la banca y tomo un pedazo de aquel algodón— Yo jugaba con un juguete de pequeña. Lo llamaba "chico tortuga"
—¿Chico tortuga?
—Si, me pareció perfecto el nombre. —Su mirada desprendió una sonrisa, algo nostálgica, mientras recordaba esos días en el que solo era una niña, una sin tantas preocupaciones, sin tantos problemas, sin tantas dificultades.
—¿Y lo tienes guardando polvo? O ¿Lo tienes adornando la habitación?
Ella negó suavemente con la cabeza.
—Ni una ni la otra. Ese muñeco no me pertenecía, y nunca me lo lleve a casa. —Su acompañante levanto una ceja. Bingo continuo para poder disolver aquella confusión que género en el joven— Cuando era pequeña, yo y mi papá, encontramos un muñeco en el parque. Jugaba y me divertía con él, y si, quise llevármelo —Aclaro, prediciendo la pregunta del joven— en los primeros días, pero... Había algo inusual en esa tortuga.
—¿Inusual? ¿Exactamente en qué? —Pregunto, algo intrigado— Tenia vida o algo así.
Ella negó con la cabeza mientras lo observaba con una sonrisa.
—Jaja. No. — Respondió. Ella tampoco se lo explicaba, o, no podía describirlo bien. Ahora que era una adolescente, el sentimiento y cariño ante esos recuerdos, además de ser nostálgicos, se convirtieron en algo más profundo.
"¿Por qué?" Se preguntaba la Heeler. Como paso de un recuerdo simple y, bastante, sencillo, a uno que moldearía su ser, a ser aquello que formaría su carácter y que se convertiría en un recuerdo más, del montón, que le genera nostalgia y deseos de volver a estar ahí.
—No lo sé... —Esa siempre era una respuesta cuando se le preguntaba por ella. Era una respuesta que le generaba dudas y, que, a diferencia de su hermana, le tomaba menos de tiempo en entender— Y sonara raro, pero, era como tener un amigo.
—Todos hemos tenido un juguete como amigo. —Comentó.
—No. Lo digo enserio —Respondió de inmediato, intentando afirmar lo que ella recordaba y sentía—, yo no sentía a ese muñeco como un juguete, yo realmente sentía que tenía un amigo. Uno del que solo podía sentir su presencia, no lo veía, pero, se sentía así.
Su acompañante lo vio extrañado, intentado procesar o entender las palabras de Bingo que le llamaron la atención. Mientras su acompañante escuchaba, a Bingo le llego algo en mente, una respuesta, una que le daba claridad en lo que sentía y actuaba.
—Bingo... tu... ¿Tienes algún fallecido? —Es lo que dedujo el joven, y tenía la intriga por saberlo y poder ayudarla en lo que fuera posible.
Bingo negó con la cabeza, y, mientras perdía su vista en el atardecer, continuo.
—Me gustan las tortugas, por su forma de ser, tan pacíficas y a paso lento. —Ella había deseado antes, que el tiempo fuera más lento y todo para evitar e ignorar los cambios que había a su alrededor. Eso era antes de platicar con el labrador— Me gustan porque tienen que acudir ante grandes marreas solas. —Chucky fue el primer amigo, del que, pensó que iba a perder contacto. Tal vez no haya sido el mejor de los mejores amigos, pero fue de esos niños que la apoyaron incondicionalmente, y le daban fuerzas desde la distancia.
"Ey" parecía un susurro al oído "Entre tantas mareas".
"Los más fuertes" Continuo la voz de Bingo.
"Sobrevivirán" Eran sus, supuestas, últimas palabras cantadas en coro con emoción, antes de decirse adiós y ver como ese chico, junto con su hermano, iban a emprender el vuelo. Ella recuerda, con cariño, a aquel joven que fue como su consejero.
"Pero él tiene a alguien" pensó, y no se refería a un estilo de "alguien", se refería al estilo de otro "alguien".
Un hermano.
—Me gusta las tortugas —Termino por decir— Porque ellos llevan un peso que va creciendo, uno que podría ser sofocante y, aun así, siguen, ya sea arrastrándose. Y porque... —Ella estaba buscando algo entre sus dedos, no había nada, pero continuaba buscando— Pueden esconderse en cualquier momento, ignorar solo por un momento aquello que los rodean —Recordó los problemas que traía su hermana con su "cambio"—, cubrirse cuando están asustados —El miedo de perder a sus padres era grande, y eso solo se intensifico cuando vio como la mayor los ignoraba. Ella no deseaba olvidarlos por nada del mundo—,o cuando ven algo que las molesta o las digusta. —El beso entre Banjo y Lila se presentaron.
—Bingo... —Su acompañante la vio con lastima, él ya tenía un presentimiento de algo.
—Ellas tienen esa opción —Junto sus manos y apoyo los codos contra sus piernas, mientras arqueaba la espalda—, yo no... Siento que, deje de ser la menor hace mucho tiempo. —Los recuerdos con su hermana se volvían presentes, de forma abrupta, en su cabeza. La nostalgia la invadió por un momento— Siento, que ahora yo soy la que debo guiarla, quien debe rezar por el bien de la familia, y ayudarlos, pero... ¡Yo no sé! ¡Soy solo una adolescente!
—Lo entiendo Bingo —Dijo en un intento de mantenerla calmada— pero, lo dices como si hicieras todo eso sola.
—¿Y no es así? —Cuestiono. Poso su mirada en el de su acompañante— ¡La mayor parte de mi vida, me la pase siguiendo órdenes de mi hermana, y de la nada, me sede ese cargo! —Dijo con enojo. Nunca le ha gustado la idea, se sentía incapaz de manejarla y, aun así, ella estaba haciéndolo.
El joven se quedó callado, sin tener idea de que hablar, pues, nunca ha tenido la suerte, o desgracia para algunos, de tener un hermano.
—Yo... no creí que uno podía sentirse así, ya sabes, como el mayor.
—Y no lo soy. —Dijo, ella veía con enojo al atardecer, pues, Bluey fue quien le dejo esa tarea— A puesto que ella no entendería lo que se siente, ella... Simplemente los aparto, a todos.
El joven se vio asustado, pero intrigado, había algo que no deseaba escuchar, algo en lo que no deseaba pensar, pero lo estaban confirmando enfrente suyo. Su propia hermana había confirmado lo malo que podría llegar a ser Bluey Heeler.
—O tal vez sí. —Sus palabras llamaron la atención de la Heeler, quien lo vio extrañada— Digo, uno nunca sabe lo que otro siente, pero, ¿Y si lo supieran? ¿Eso generaría una diferencia?
—No lo sé. —Respondió— Dudo mucho que ella entienda esto.
—Bueno... Al parecer, tú tampoco. —Sus palabras eran las ultimas gotas que aclaraban su vista. Se sorprendió por lo observador que es aquel muchacho— De hecho, yo tampoco sé lo que me sucede, o en lo que en verdad quiero. Llevo un largo tiempo en tratar de pensar sobre mi futuro, pero cada vez que lo intento, me entra el miedo, y ni siquiera sé por qué. —Dijo mientras se llevaba las palmas al pecho y perdía su mirada en el paisaje— Soy un ignorante. SOMOS ignorantes de nuestras propias emociones.
Bingo asintió. Ella había entendido el porqué de su nostalgia ante su niñez. Porque en ese tiempo, solo era una niña, y nada más.
—Aunque, tú, pareces avanzar más rápido que yo. —Continuo su acompañante, provocando el sonrojo de la Heeler, ya que, estaba más que claro, que el significado de sus palabras eran "Eres más sabia y fuerte que todos los demás".
—No lo sé... Tal vez. —Dijo algo insegura.
—Enserio, entonces. ¿Cómo te sientes?
—¿Eh? —Se pregunto la Heeler.
—Ahora que lograste "cubrirte" de tu familia, y demás cosas por este día. ¿Cómo te sientes?
El sol cayó, y consigo, el anochecer domino la ciudad. Cuando todo parecía oscuro y contaba con la poca iluminación de los posters. Las esferas verdosas acudieron a ella, como si hubieran sido llamadas por la Heeler.
Aquellas esferas empezaron a rodearlos y a juguetear entre sí. Su presencia logro que el paisaje de aquel sitio, fuera enternecida con su luminosidad verdosa. Estaban viendo el arte, pero no a través de una pintura, sino, en carne y hueso.
Ambos se levantaron de la impresión, y sus miradas persiguieron a las luciérnagas que volaban a su alrededor. Fue entonces que pensó en la pregunta del joven, lo pensó, lo reflexiono y vio en todo eso, una oportunidad.
No lo conocía mucho, pero deseaba hacerlo. Sentía una pequeña flama, al que quería mantener y agrandar con el carbón. No se sentía sometida a sonreír y fingir, a tomar la postura de la mayor y mucho menos, a tener que lidiar con los problemas. Por fin se estaba dando su descanso.
Ahora ella iba a decidir lo que deseaba hacer. Y, esta vez, ya no quiso ir por el camino lento, por el que ha estado recorriendo por varios años, ahora, quería arriesgarse a dar ese gran salto, a arriesgarse y, por primera vez, dejar de usar tanto la cabeza y dejar que las emociones la guiaran por una vez, vivir lo que fuera lo que sucediera. Sin reglas, solo su decisión en seguir con la caminata, o, dar ese salto tan arriesgado que podría lastimarla o podría endulzarla con la adrenalina y amor.
Vio a los ojos de aquel joven, quien era iluminado por la luz de la luna y acompañado por los pequeños insectos que le daban un toque verdoso. Con suavidad, tomo su mano, lo que llamó la atención de su acompañante. Bingo intento ser fuerte para mantener su mirada en aquel joven, tratando de ignorar el sonrojo de la vergüenza por lo que iba a hacer. Y, con delicadeza, la Heeler acerco sus labios hasta presionarlos con los del Joven.
Lo primero que paso por su cuerpo, fue una corriente que le hervía las sangre y generaron un rubor gigantesco en su rostro. Era una sensación fascinante y excitante para ella, que, alargo aquel beso que parecía eterno y aprovechaba en experimentar nuevamente, esa sensación.
Aprovecho para poder saborear aquellos carnosos labios que la dejaron algo atontada; En dejar fluir la adrenalina por sus venas y dejar que el corazón se sobresaltara. Después del primer beso, ella no le dejo oportunidad al joven, y, nuevamente, sin previo aviso, volvió a juntar sus labios con los del joven, esta vez, acorralándolo en un beso más profundo que le genero calor en el pecho.
Una vez roto el beso. Ambos se observaron perplejos, en silencio y con una vergüenza inmensurable que los dejo inmóviles. Mientras que Jean Luc, permanecía inmóvil e intentando procesar lo ocurrido, Bingo se encontraba observándolo con mucha pena, pero no estaba arrepentida de su decisión.
—Libre Jean Luc —Dijo.
Fue hace mucho, que ella dejo de sentirse, libre.
