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Giyū esperó en silencio; llevó las tazas a la mesa y se sentó frente a ella.
—¿Hicieron todo esto cuando estabas aquí? —preguntó serio. Con la mirada, Giyū señaló las marcas de bala en el vidrio del escaparate, las cuales arruinaban la imagen familiar y amistosa del local:
El personaje kawai de una taza de café animado con ojitos azules saludaba abiertamente a los clientes con sus manitas delgadas con guantes blancos al estilo de Bugs Bunny. En grande, sobre este simpático amiguito ponía: "Cafetería Tomioka", y su eslogan debajo del nombre, el cual ellos inventaron juntos: "Un sorbo para animar el alma".
Nada en esto era lo que había representado este negocio.
—Tsutako, dímelo todo —pidió, tratando de no perder la compostura. Cosa que le costaba mucho lograr.
—Son dos millones de yenes —dijo ella al final de un prolongado silencio, estando totalmente quebrada—. En total debemos dos millones... y los intereses aumentan... y aumentan.
Volvió a llorar.
Giyū ni siquiera bebió el café; se quedó pasmado.
—¿Dos millones? ¿Desde cuándo les deben? ¡Oye! ¿Ellos te hicieron eso?
—Eso no importa, se llevaron a Sora-kun.
—¡Qué se lo queden! ¡Por dios, hermana! ¡¿Ya te viste en un espejo?!
Quizás no debió ser tan brusco, ya que ella lloró mucho más por un buen rato. Repetía sin parar que debían rescatar a Sora, y que necesitaba esos 2,000,000 de yenes y no 600,000 como le había dicho a Giyū en un principio.
«Sabito no me prestará tal cantidad, y menos porque Tsutako los quiere para salvar a ese miserable» pensó desesperado, queriendo sacar ese dinero mágicamente abriendo su propio estómago.
Sintiéndose muy enfermo, Giyū dejó a su hermana desahogarse un poco más. No insistió en hacer más preguntas. Luego, sin preocuparse por lavar las tazas, él incitó a cerrar el local; la acompañó hasta el apartamento donde ella vivía... el cual, ya no era el apartamento que su padre les había "heredado" a ellos dos.
—¿Lo vendieron? —preguntó Giyū, realmente enfadado, pero manteniéndose frío.
En su interior, Giyū sabía que todo esto era culpa de Sora Takahashi.
—No nos alcanzaba para la renta... tuvimos que...
—Hermana, quiero entenderte, pero no me lo haces fácil.
—Perdóname... sólo te causo problemas.
Cuando Tsutako volvió a llorar, esta vez un poco más silenciosa, Giyū se desesperó el doble. ¿Qué clase de embrujo le había hecho Sora a su hermana para enredarla en esta telaraña?
Miró esta porquería de apartamento, era peor que el suyo, más pequeño. ¿Y dónde estaban los muebles que él recordaba? Estos "nuevos" se veían mucho más viejos que los que él poseía. Ni siquiera había televisión.
—Tsutako... —masculló Giyū al mismo tiempo que el celular de su hermana comenzó a sonar.
Ella soltó un grito de terror, tomó el aparato y su cara palideció aún más al ver el número que le marcaba.
Instintivamente, Giyū le quitó el celular y contestó por ella.
—¿Hola? —habló, sintiendo su propio cuerpo temblando.
—Espera, Giyū —susurró su hermanan, temerosa, tratando de quitarle el celular, pero bastó una mirada de él para dejarla quieta.
—¿Señora Takahashi?
—Ella duerme, soy su hermano.
—Qué tierno —musitó el hombre al otro lado de la línea, con burla—, escucha, imbécil, dile a la señora que el interés aumentó. Y si no quiere que le devolvamos a su marido en pedazos, nos dará tres millones al finalizar el siguiente mes.
¡¿Qué, qué?!
—¿No se supone que eran dos millones antes de que termine este mes? Aún queda tiempo.
—¡Pues ha aumentado hoy! ¡¿Alguna objeción o tengo que mandarles la cabeza de este estúpido para que entiendan su situación?! —gritó de tal modo que hasta Tsutako gritó; innegablemente había oído eso.
—¡No, por favor!
—¡Tres millones antes de que finalice el siguiente mes! ¡¿Oyeron?! —hizo una ligera pausa—. Y para asegurarnos de que nos estamos entendiendo...
La llamada finalizó, pero casi inmediatamente, al celular de Tsutako llenó la notificación de un mensaje.
Al abrirlo, la imagen del local en llamas, puso pálidos a ambos hermanos.
—Malditos —musitó Giyū sorprendiéndose de lo rápido que había sido eso.
—¡Dios mío! —exclamó Tsutako, cayendo de rodillas al piso—. ¡No! ¡Por favor, ya no más!
Sintiendo su corazón desgarrado por su hermana, Giyū trató de calmarse, tenía que pensar.
Ellos dos no habían dejado el sitio hace mucho, tal vez, una hora. ¿En qué momento esos malnacidos incendiaron la cafetería?
¿Los estarían vigilando?
«Eso es lo más probable» pensó, enojadísimo, apretando el celular.
Sean quienes sean estos tipos, eran peligrosos y no tenían un solo gramo de misericordia. Lo que le ponía más mal a Giyū, era saber que Tsutako haya estado lidiando con ellos... prácticamente sola, por mucho tiempo... y por culpa de Sora.
Una segunda notificación de mensaje llegó, esta vez era una foto de Sora Takahashi amarrado y vendado de los ojos en un sitio ennegrecido. Se veía un poco oscura por falta de luz, a lo mejor sólo usaron la luz del flash para esta foto, pero al parecer Sora no tenía daños físicos. Un tercer mensaje venía sólo con una línea: "si llaman a la policía, él se muere. Tres millones".
Mientras Tsutako trataba de recuperar la calma, acostándose de lado en ese horrible y viejo sofá rojo deslavado, Giyū tuvo que dejarla sola un momento para hacer una llamada propia. Se metió al horroroso baño y marcó a Sabito.
—Eso fue rápido.
—Ahora tú calla y escucha —le dijo Giyū serio.
—Eh, de acuerdo...
—Acepto. Quiero trabajar para Oyakata-sama, y sí... voy a necesitar un préstamo, pero será uno muy, en serio, muy grande.
—¿Qué tan grande?
—Tres millones, ¿los tienes?
—¡¿Qué?! No... es decir, no en efectivo. ¿Te urgen mucho? ¿Cómo está tu hermana?
—Al parecer mi hermana y ese bastardo pidieron dinero prestado a unos usureros. Ahora él está secuestrado y le exigen a mi hermana tres millones de yenes o lo matarán.
—¡Pues que lo maten! —grito embravecido—. ¡Trae a tu hermana conmigo, yo la cuidaré! Puedo sacarla del país mañana mismo.
—Sabito, creo que estos tipos tienen vigilada a mi hermana; ¡incendiaron su cafetería! Apenas una hora después de que nos fuimos de ella. Y Tsutako está herida... esos malditos le pusieron las manos encima —gruñó entre dientes.
Quiso gritar. Apenas pudo contenerse.
—Entiendo. La situación es muy grave. Escucha, dile a tu hermana que me de nombres, con tan solo uno y averiguaré hasta de qué color cagan todos esos hijos de puta. No la dejes sola, cualquier cosa, llámame. Le diré a Oyakata-sama de tu situación. Y... ¿cómo vas con tu entrenamiento? ¿Has dejado que tus habilidades se oxiden? ¿Tienes algún padecimiento o enfermedad de la que no sepa yo?
¿Con su trabajo de medio tiempo?
Claro que no había dejado que su entrenamiento se detuviese.
—No estoy enfermo ni tampoco estoy padeciendo de nada. Y estoy listo para lo que sea que Oyakata-sama tenga para darme —dijo severo, decidido a lo que sea por su hermana, incluyendo arriesgar la vida para salvar la maldita cabeza vacía del imbécil que los metió en esto—. Quiero que esos miserables paguen por lo que le han hecho a Tsutako. Quiero la sangre de todos ellos.
—Cálmate, no dejes que esto te supere. Y cuidado con lo que pides, amigo. Primero déjame averiguar a qué te quieres enfrentar. Dame un nombre —le recordó antes de colgar.
Después de lavar sus manos con agua fría en un intento de calmarse, Giyū volvió con Tsutako, que estaba sentada en su sofá. Con la mirada perdida y cansada, luciendo ese horrible moretón y ese labio herido.
—¿Qué voy a hacer ahora? —musitó ida.
—Hermana —preguntó, tratando de no ser tan duro con ella; al final, no era culpa suya nada de esto—, ¿sabes el nombre de alguna de esas personas?
—¿Eh?
Aunque odiaba tener que presionar a Tsutako ahora que claramente no estaba nada bien, Giyū no tuvo elección. La sujetó de los hombros y la agitó un poco, lo más suave que pudo.
—Por favor, mírame. Necesito que te concentres, ¿sabes quiénes son ellos?
Ella parpadeó lento un par de veces, quizás, ya cansada de estar atrapada en esta situación.
—No sé sus nombres. Sólo sé que... son parte de... un grupo. Creo... creo que se llaman... —tragó saliva, pensando—. Armas del diablo... o algo así.
—¿Armas del... qué? —Giyū repitió a medias ese nombre, poniendo los ojos en blanco, «qué originales. Suena a Yakuzas de los setentas» pensó sarcástico, «¿y qué clase de estúpido se tiene que ser para pedirle dinero prestado a un grupo que se hace llamar "armas del diablo"?» se preguntó queriendo matar él mismo a Sora Takahashi.
—Giyū... por favor, no te involucres... vete. Por favor, no quiero que salgas herido también, no por mi culpa —a punto de llorar por milésima vez en este día, Tsutako lo abrazó.
Ella estaba sentada y él arrodillado, pero de alguna forma Giyū se sintió mayor que su hermana. Eso no era lo usual. Tsutako siempre lo había protegido desde que la madre de ambos los abandonó y su padre tuvo que trabajar el doble para mantenerlos. Ella siempre llevó la carga de prácticamente criarlo.
Ahora él debía cuidarla. Él debía devolverle a Tsutako la calma que Sora, en compañía de esos miserables, le arrebató.
Qué coincidencia...
Giyū casi podría decir que era una bendición divina que Sabito apareciese justamente cuando Tsutako y él estaban a punto de morir a manos de unos delincuentes.
Luego pensaría más en eso.
—Tsutako, escúchame... —pidió, abrazándola de vuelta—. Puedo conseguir ese dinero.
—No puedes, ¿de dónde? ¿A quién se lo pedirás prestado? —preguntó llena de pánico, sujetándolo fuerte de la ropa.
—Eso no te lo diré —dijo serio.
—¡Eso mismo me dijo Sora-kun y mira!
—¡No me compares con él! —exigió soltándose de ella, levantándose—. Yo conseguiré eso que les debes, y si aun así no lo sueltan... te aviso que sólo me importas tú... sólo tú, hermana.
—Giyū-kun —musitó Tsutako anonadada y pálida, muy pálida.
Esa era la primera vez que Giyū le levantaba la voz. Y aunque él no se enorgullecía de eso, creía que ya era hora de ser severo con su hermana y hablarle con la verdad. Ese enamoramiento estúpido por Sora Takahashi había sido un error; él se aseguraría de corregirlo aún si iba en contra de la voluntad de Tsutako.
—Traeré ese dinero, luego, "Sora-kun" o no "Sora-kun", tú vienes conmigo.
Soltando un gemido de sorpresa, ella lo vio temblorosa.
—¿De-de qué hablas?
—De que voy a hacer lo que debí hacer hace dos años: alejarte de él.
—Pero...
—¡Nada de peros, hermana! ¡Harás lo que te digo! ¡Volverás conmigo! ¡Tomarás terapia o algo! ¡Y a él no lo volverás a ver ni en pintura! —decretó mirándola con severidad, como un padre que castigaba a su hija rebelde.
De hecho, pensaba en hacer lo posible por mandar a Tsutako con el padre de ambos a Tailandia. Él no planeaba dejarle caer la "bomba" de información encima de golpe al señor Tomioka, Giyū sólo le diría que Sora había metido en problemas a Tsutako y ella debía alejarse de Japón por un tiempo gracias a eso. Giyū estaba segurísimo de que su padre la aceptaría de vuelta con él hasta que todo se calmase, y quién sabe, quizás Tsutako aprecie vivir con un hombre que no la apuñalaría por la espalda.
Tsutako lo vio anonadada; estaba muda.
—Ahora, voy a vender mi alma por ese dinero. Y tú vendrás conmigo. No te lo estoy preguntando.
—Continuará—
…
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Aquí tienen el otro capítulo. Sé que muchos ansían por ver a Shinobu, pero aún tenemos el problemita de los hermanos Tomioka. Como ven, Tsutako está en serias dificultades; con su esposo secuestrado, su negocio ardiendo en llamas, y su hermanito a punto de meterse en un negocio peligroso, habrá que ver cómo sale la pobre de esto. :o
Espero que este episodio haya sido de su agrado y tal vez nos veamos pronto en otra actualización.
Saludos.
¡Gracias por leer y comentar a...!
matryoshkah, sofit11 y Wance NumberN.
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