DISCLAIMER: Naruto no me pertenece.
ADVERTENCIA: Muerte de personajes/ Leve OoC/ Universo alterno.
Espero que lo disfruten.
Amores que matan
…
Capítulo I: Letal
…
El viento estival era frío y lacerante sobre su cara. Desde lo alto del edificio, Sakura Haruno achicó los ojos, volviendo el rostro, cuando algunas hebras de su rosado y desordenado cabello se introdujeron en ellos. Su compañero, un palmo delante de ella, la miró de reojo para lanzarle una agría mirada de desaprobación y ella, que llevaba conociendo a Sasuke Uchiha desde hace nueve años -cuando por avatares del destino se convirtió en el miembro más joven de La Hermandad- entendió el mensaje implícito que aquellos pozos de antracita le comunicaban; así que sin necesidad de que él agregará nada más, Sakura se deshizo de su teléfono móvil y empezó a hurgar en uno de los bolsillos de su pantalón de cuero hasta dar con una liga; acto seguido, se ató la guedeja en una estricta cola alta con ella.
El gesto de acuerdo de Sasuke también fue mudo; sin embargo, después opinó:
―Deberías cortarte el cabello. Es muy llamativo.
Sakura sonrió triunfal. Ocultando el gesto hacia el cielo límpido de esa noche estrellada, trató de concentrarse en su próximo movimiento; no pudo, sin embargo, evitar que el corrientazo de satisfacción que le recorrió la espina dorsal por lograr que Sasuke volviera a prestarle atención, la distrajera de plan original. Llevaba toda la noche intentando que él le hablara, pero después de la discusión que habían tenido esa tarde; donde básicamente ella lo gritoneó mientras él la observaba con aburrida indiferencia, Sasuke había hecho con ella lo que mejor se le daba: ignorarla.
Ella se paseó a su lado, al borde la azotea; abajo el tráfico bullía en una arquitectónica vorágine de vehículos y transeúntes. Lo miró directamente por primera vez en toda la noche; iba vestido de negro como era habitual durante las noches de asedio y el oscuro cabello, disparado en distintas direcciones por el salvaje vaivén de la brisa, se le estrellaba en el nacarado rostro. El cinturón de armas le rodeaba las caderas y las fundas le caían sobre el costado de los mulsos, arañándole los jeans negros mientras las botas de odre sintético se ajustaban a sus tobillos; la chaqueta de grueso cuero tensándose por el movimiento de sus músculos superiores al sujetar los binoculares. Sakura se situó frente a él, provocando que Sasuke emitiera un gruñido poco amistoso cuando su figura enjuta se interpuso en la trayectoria de los binoculares.
―Sabes bien que nunca lo haré.
Tras esas palabras, Sakura lo sorprendió poniendo los ojos en blanco y el corrientazo de complacencia se le extendió por todo el cuerpo. Estaba empezando a creer que Ino tenía razón y que sacar a Sasuke de sus casillas sí era, como ella decía, uno de sus pasatiempos favoritos.
―Hump ―lo oyó gruñir con un mueca de hastío que Sakura era experta detectando. Sasuke, sin más ambages, giró su cuerpo para sacarla de su campo visual.
―Deja de hacer eso.
Silencio como toda réplica.
―Sasuke. ―le dijo; su voz tan anhelante como una plegaria.
Sakura refunfuñó ante la ausencia de respuesta y, obstinada, se volvió a interponer entre él y su objetivo.
―Sasuke. ―Ella repitió.
El aludido bufó y quitándose los binoculares le lanzó a Sakura una ardiente mirada de desdén. La pálida piel de su escote, donde el escudo de la familia Haruno brillaba al final de la cadena de plata que le cruzaba el cuello, destacaba bajo la oscura camiseta de tirantes. Los calentadores de cuero que cubrían sus brazos para protegerla del frío y heridas leves, se pegaban a sus bíceps y tríceps como una segunda piel al tiempo que las botas acordonadas apretaban sus pantorrillas sobre los ajustados pantalones. Ella no llevaba un cinturón de armas, pero Sasuke conocía todos los inimaginables lugares de su cuerpo donde Sakura solía escondérselas.
―¿El qué? ―le riñó, exasperándose y confirmándole con su respuesta que sí la había estado escuchando.
―Ignorarme. No puedes molestarte conmigo y luego simplemente ignorarme. Soy tu mejor amiga.
―Eres mi compañera ―la corrigió con el aire de irritante petulancia que empleaba siempre que Sakura se le antojaba molesta―. Y nuestro encargo está a punto de irse a la mierda por culpa de tus melodramas.
―No son melodramas, Sasuke.
Él la miró en completo silencio; una ceja ligeramente arqueada. Ante ese gesto tan acusadoramente conocido, Sakura pareció claudicar:
―Está bien, tal vez lo sean un poco.
La capitulación de Sakura no surtió ningún efecto en Sasuke; su expresión una máscara de frío aburrimiento.
―Tenemos quince minutos para cumplir nuestro encargo antes de que el líder se entere que hemos estado perdiendo tiempo valioso discutiendo frivolidades.
Sakura arrugó la nariz. Sacudió la cabeza, haciendo ondear los detritos de cabellos que se escapaban de su cola y llevó su mano derecha a la zona baja de su espalda, a la altura de la pretina de su pantalón donde ocultaba una de sus armas. Con un movimiento ágil, cogió a Katsuyu, su Glock 9 milímetros, y dando un giro de noventa grados apuntó a un objetivo impreciso, al otro lado del cristal del edificio de enfrente.
―¿Si mato a ese granujas me prestarás atención?
Sasuke la miró, inconmovible, como siempre.
―Más vale que no erres ese disparo ―la conminó; en su voz se colaba una nota cortante: medio burlándose, medio desafiándola.
Ella le sonrió torcidamente al tiempo que viraba la cabeza y clavaba la vista en su objetivo. Un hombre de mediana edad, elegantemente trajeado tenía el cuerpo inclinado sobre la mesa donde había estado comiendo con una mujer en apariencia bastante más joven que él. Por su postura, Sakura determinó que estaba a punto de dar por concluida la velada; así que cuadró los hombros y cerrando su ojo izquierdo fue más precisa a la hora de apuntarlo. Contuvo el aire un par de segundos en sus pulmones y cuando el sujeto hizo amago de levantarse de su lugar, apretó el gatillo. La detonación fue sorda, pero además de sentir el impacto impelerla levemente hacia atrás, Sakura escuchó el silbido de la bala al cortar el viento y después el ruido del ventanal haciéndose añicos.
Mostrándose sereno, Sasuke dio un paso al frente, ajustándose los binoculares solo para corroborar lo que ya sabía que había sucedido. El cuerpo inerte del hombre estaba desparramado sobre la mesa; un hilillo de espesa sangre le surcada la mejilla desde un agujero prominente en su sien. El resto era un caos de gritos y excitación que lo traía sin cuidado.
―Certero ―musitó Sasuke sin ningún rasgo de deleite o pesar―. Letal.
Al escrutarlo, Sakura captó un brillo apagado en sus ojos, que le recordó a la forma en que él la miró la primera vez que ella había matado a alguien. Fue hace tres años; ambos tenían apenas catorce y, sin embargo, Sasuke ya había asesinado muchas veces antes. Esa había sido la primera vez que ellos habían ido juntos a ejecutar un encargo del líder. A ella se le había ordenado dar muerte a un alcalde corrupto que tenía tratos, bajo cuerda, con proxenetas de La Mafia Okasuna.
Sakura había pensado entonces que un hombre que no tenía piedad para comerciar con el cuerpo de jóvenes cautivas e indefensas, no merecía que se le mostrara ni un ápice de misericordia; así que había accionado el gatillo con firmeza, a pesar de que le temblaba cada centímetro del cuerpo. A pesar de que había declinado el ofrecimiento de Sasuke de hacerlo por ella y, aunque después de hacerlo había devuelto todo el contenido de su estómago, ella no sintió nada parecido al remordimiento. Ni siquiera al ver aquel frío crepitar en la aciaga mirada que Sasuke le dedicó cuando la ayudó a levantarse luego de que terminara de vomitar. Inclusive entonces, ella solo sintió una especie de descarga de energía que se inyectó en su torrente sanguíneo; ardor que solo había ido aumentando con los años y cada comisión de asesinato.
―¿Me dirás ahora que te pasa? ―siseó Sakura, inspeccionando con sus ojos verdes la expresión inalterada de Sasuke.
―Muévete. ―rugió éste. La cogió del brazo, apartándola del borde la azotea cuando uno de los esbirros del occiso se asomó por la ventana y empezó a peinar la zona con unos gemelos de metal cromado―. Larguémonos de aquí.
―Sasuke… ―Quiso protestar Sakura, pero las palabras se le quedaron pegadas a la garganta cuando éste la condujo al otro extremo de la azotea.
―Debemos saltar.
Ella torció el morro no muy convencida luego de corroborar la distancia que había entre el borde de la azotea donde estaban y los aleros del edificio contiguo. Él saltó primero. Su aterrizaje fue perfecto. Sakura lo contempló durante el rápido trayecto y se maravilló por las posturas atléticas que adoptó su cuerpo mientras lo hacía; una fiel imitación del vuelo de un halcón.
―¡Tu turno! ―le gritó Sasuke―. ¡Date prisa!
El cuerpo ya se le estaba convulsionando por la quemazón de la adrenalina al correrle por las venas. Sakura contuvo el aliento, retrocedió para ganar velocidad y luego se impulsó para saltar. El viento gélido le asaetó el rostro y le desordenó aún más el cabello durante el descenso. Planeó junto a Sasuke con un movimiento aparatoso; siempre se le había dado terriblemente mal lidiar con las alturas. Él la ayudó a recuperar el equilibrio y sin soltarla la guió a lo largo de la plataforma hasta que la cruzaron por completo.
―Déjame adivinar ―ironizó Sakura; la voz reducida a un susurro cuando se detuvieron cerca de los canalones de metal que bordeaban la plataforma que los separaba a unos seis metros del suelo―. Debemos saltar.
Sasuke no respondió; básicamente porque no tuvo tiempo de hacerlo. Una voz en su cabeza le dio el aviso y su cuerpo se activó incluso antes de que la primera detonación hiciera eco en el aire. Rodeó a Sakura con los brazos y, entre una lluvia de disparos, saltó al vacío. Ella consiguió ahogar un grito de sorpresa únicamente gracias a los años de práctica. No obstante, cuando se estrellaron contra los contenedores de basura que amortiguaron su caída, Sakura chilló una retahíla de blasfemias mientras que con la ayuda de Sasuke se ponía en pie y se preparaban para la huida.
―Por aquí ―la orientó él a voz en grito, haciéndole una seña amplia con la mano. Sakura lo siguió sin chistar hacia un recodo oscuro del callejón donde sabía que habían ocultado a Manda, la Harley Davidson de Sasuke―. Debemos salir de aquí, date prisa mujer.
Aún en su estado de agitación, ella rodó los ojos en respuesta. Sasuke, por lo general, era un chico de poquísimas palabras. Jamás decía más de lo necesario para expresar su opinión y cuando discutía con Sakura, cosa que ahora pasaba bastante más a menudo que antes, él adoptaba un cariz de muda indiferencia o la silenciaba con una de sus irrefutables y mordaces réplicas. De cualquier modo, podía considerársele un chico callado. Pero al fragor de un encargo, cuando las cosas se ponían peliagudas y él estaba embebido por la sobrexcitación de sus sentidos entrenados para matar, Sasuke se convertía en alguien sorprendentemente hablador, repartiendo instrucciones aquí, siseando barbaridades allá.
Con las detonaciones de diferentes y reconocibles tipos de proyectiles como cortina musical de fondo, Sakura oyó el ruido sordo del motor de Manda al ser encendida por Sasuke y antes de que él volviera a apremiarla para que se le uniera, ella desató la cola de su cabello y cogió el oscuro casco que su compañero le tendía. Se subió a la moto luego de asegurarse el casco a la cabeza y se sujetó a la cintura de Sasuke, hundiéndole las manos bajo la chaqueta, cuando el motor rugió para ponerse en vibrante movimiento. Salieron del callejón disparados como un cohete, confundiéndose rápidamente con el agitado tráfico y las luces de neón del centro de la ciudad; la brisa estival cosquillándole en las terminaciones nerviosas. Las mismas terminaciones nerviosas que registraron, una vez que los efectos hilarantes de la adrenalina le hubieron desaparecido del cuerpo, la humedad fangosa que empapaba un costado de la camiseta de algodón de Sasuke. Ella sintió la sangre helársele en las venas y los latidos del corazón disparársele dentro del pecho al tiempo que sentía todo el peso del mundo caerle en encima. Con el aire solidificado en los pulmones, Sakura se echó hacía atrás separándose de él y se miró los dedos blancos manchados de sangre.
―Oh, Dios, Sasuke… ―En la voz quebrada de Sakura se escuchó una clara nota de alarma―. Estás herido.
Espero que les guste este nuevo proyecto. ¿Se merece reviews?
¡Feliz existencia!
