DISCLAIMER: Naruto no me pertenece.

ADVERTENCIA: Muerte de personajes/ Leve OoC/ Universo alterno.

Espero que lo disfruten.


Amores que matan

Capítulo V: Castigo

Los párpados le pesaban como si se los hubieran embadurnado con pego y cemento. Pese a ello, Sasuke logró abrir los ojos y trató de enfocar una imagen entre las sombras. Enseguida, el sonido de su voz le llegó como la tonada de una antigua y dulce melodía. Como el cántico celestial de un orfeón de ángeles, susurrándole al oído.

¿Significaba eso que estaba muerto?

Sasuke sacudió la cabeza para contradecirse. Y ese simple movimiento hizo que se le agarrotaran todos y cada uno de los músculos del dolor. No era posible que estuviera muerto cuando todo le dolía así. Además, si lo estuviera, ella no estaría allí de seguro. El karma podía ser cualquier cosa, menos benevolente y no le daría a él lo único que siempre había deseado tener y que no había podido conseguir.

—¡Sakura! —murmuró en un quejido que no notó en qué momento había emitido hasta que se escuchó a sí mismo—. Explícame por qué sigo vivo.

Un carraspeo seco.

—Te lo dije —escuchó que respondía Itachi.

Seguía sin poder ver nada, porque el lugar estaba en completa penumbra, aun así, podía jurar que estaban en su habitación, en la Hermandad. El aroma a incienso de canela y sándalo que se mezclaba con el olor mohoso del musgo húmedo era demasiado familiar como para pasar desapercibido incluso en la oscuridad; por muy atontados que estuvieran sus sentidos en ese momento. También era perfectamente capaz de identificar las voces con claridad. Hasta podía distinguir la nota de comicidad y preocupación que se filtraba en las palabras de su hermano.

—Te reñirá antes de darte las gracias.

—Todavía está drogado —musitó ella, posando sus manos tibias sobre las mejillas de Sasuke. El contacto fue tan sobrecogedor que él se vio tentando a dormirse de nuevo. Pero la sola idea de perderse detalles de su presencia, logró mantenerlo despierto y aunque él no era capaz de verla, quiso imaginar que le sonreía y se ruborizaba escandalosamente cuando él clavaba sus ojos en ella—. Por lo menos parece que la fiebre remitió.

—Eso es alentador, teniendo en cuenta que ya ha pasado suficiente desde que inició el nuevo tratamiento.

—No me siento drogado, Sakura. —repuso Sasuke con una voz ronca y somnolienta que lo desmentía, ignorando a propósito las intervenciones de Itachi. Mientras, la cabeza se le desquebrajaba por tratar de calcular qué día era. ¿Lunes? ¿Tal vez martes? —. Si así fuera, no me dolería todo el maldito cuerpo.

—Apenas es jueves —respondió Itachi a una pregunta que él creyó que no había formulado en voz alta. Pero debió haberla hecho, porque por muy prodigioso que fuera su hermano mayor, Sasuke estaba seguro que no poseía habilidades psíquicas extrasensoriales que le permitieran escudriñar en su mente—. Han pasado cinco días desde que te dispararon. Así que es normal que te sientas adolorido.

Sasuke se removió bajo las sábanas, reprimiendo un gruñido de dolor. La garganta le escocía como si llevara horas gritando.

—Tengo sed. —cayó en cuenta.

Las manos se alejaron de su rostro cuando por fin logró enfocar una imagen lo suficientemente clara como para no tener que seguir imaginándosela: Sakura, ataviada en conjunto de chándal negro, había encendido la luz de la mesilla de noche y ahora estaba acomodando otra bolsa de suero al gotero que Sasuke tenía conectado al dorso de la mano y revisando sus signos vitales en el monitor del Holter; se movía tan rápido como una exhalación.

Él le lanzó una mirada escrutadora y ella le sonrió. El alivio que se evidenció en cada línea de sus facciones ocultó por un segundo el agotamiento que parpadeaba en sus ojos. Sin embargo, Sasuke podía aventurar por las oscuras manchas que surcaban el contorno de sus ojos verdes y la maraña de rizos recogidos en un moño informal en lo alto de su cabeza, que Sakura llevaba varias noches durmiendo mal y poco.

—Tengo sed —repitió.

Ella se apresuró a llenar un vaso con agua y luego de asistirlo trabajosamente para que pudiera reclinarse sobre las almohadas, le ayudó a tomar un par de sorbos. Sasuke, quien no lograba identificar que parte del cuerpo le aquejaba más tras el esfuerzo, tragó con dificultad, pero sin apartar la mirada del rostro de Sakura. Alguien volvió a carraspear y los ojos de Sasuke dejaron de observarla. Más hacia al fondo, había una sombra que rebotaba contra la luz de la lamparilla en movimiento: él dedujo que se trataba de Itachi.

—¿Del uno al diez cuánto de duele? —quiso saber ella una vez que Sasuke hubo saciado su sed.

—Doce —murmuró él, sintiendo como el ardor se concentraba en su torso vendado, quemándole.

—Voy a suministrarte otra dosis de morfina.

—No quiero que me drogues. Otra vez.

—Es la única manera de paliar el dolor.

—Entonces puedo soportarlo. —Él miró a la expresión de Sakura; se debatía entre complacerlo y verlo sufrir o ignorarlo y aliviar su pena. Para inducirla a claudicar, agregó—: Puedo soportarlo, Sakura. Solo no me drogues. Por favor.

—Haruno, dásela —ordenó Itachi, dando un paso al frente y sacando a Sakura de su dilema. Ella, que no acostumbraba a discutir las disposiciones de Itachi (al menos no en asuntos importantes) cogió la jeringa con el medicamento al tiempo que éste salía completamente de las sombras; su rostro una máscara de rudeza—. Casi no la cuentas, hermanito. Así que deja de jugar al héroe.

Sasuke hizo una mueca de asco más que por la sonrisa sarcástica de su hermano, por el hecho de que éste había apretado suavemente el hombro de Sakura en un gesto que buscaba ser tranquilizador. Lo había visto hacer eso cientos veces y nunca, como hoy, le había causado tanta repulsa.

—Eso me recuerda —replicó Sasuke, intentando sonar más duro de lo que la inflexión de su voz le permitía—. ¿Por qué sigo vivo, Sakura?

Ella terminó de suministrarle el medicamento y sin hacer contacto visual, le dijo:

—Itachi te salvó la vida.

Por el rostro de Sasuke traslució un gesto de afligido enojo; el orgullo herido. Trató de incorporarse sin ayuda, pero el dolor de su pecho se expandió por todo su cuerpo y volvió a inmovilizarlo. Aunque no se quejó, las manos de Sakura volaron hacia él para recostarlo nuevamente en la cama y él sintió otra vez como su toque se convertía en consuelo balsámico para sus pesares.

—¡Maldita sea! —rechistó, apretando los dientes con impotencia. ¿Por qué mierdas le dolía tanto?

Se quedaron en silencio por varios minutos. Sakura se quedó juntó a él, acomodando su almohada o revisando el suero. Buscando cualquier excusa que justificara estar a su lado por el mayor tiempo posible.

—Eso no es verdad —retomó Itachi, rompiendo el repentino silencio. Con la misma impostada voz de circunstancias que usaba cuando quería quitar méritos a sus hazañas, le contó—. Yo solo limpié el desastre. Sakura, por su parte, ya había decidido que te mantendría con vida en una maniobra que incluyó sometimiento, robo, secuestro e invasión a propiedad privada.

—Nada que no hayamos hecho antes —rebatió ella con hosquedad mientras rebuscaba en la gaveta de la cómoda hasta dar con una cajita. Un espasmo recorrió la columna vertebral de Sasuke cuando ella le acarició el brazo y con cuidado introdujo el termómetro debajo de su axila.

Itachi sonrió, incómodo. Sasuke, cuya actividad cerebral estaba empezando a recuperar algo de su agudeza habitual, lo recordó sonriendo así muchas veces antes; sobre todo durante los momentos que él y Sakura tenían algún tipo de interacción y se preguntó por qué esa cercanía entre ellos perturbaba tanto a su hermano, cuando era más que obvio que si ella estaba colgada de alguien, era de Itachi y no de él. Y cuando, además, siempre había sido evidente para todos en La Hermandad que los sentimientos de Sakura no eran de ninguna manera correspondidos.

—36 grados —sonrió para sí al comprobar la temperatura de Sasuke. Guardó el termómetro en su cajita y anotó el reporte en la historia clínica para que Ino la revisara durante su guardia.

—Tienes razón —le concedió Itachi, que estaba tratando de desterrar de su sistema el repentino malestar que le producía la escena ante él—. Pero…

—Pero… —Sasuke continuó, como si pudiera ver en los pensamientos de su hermano—. Nunca para salvar la vida de alguien.

—Tú no eres simplemente "alguien" —Sakura se había alejado de ellos, huraña y Sasuke maldijo el enfado que la ausencia de su contacto le causó—. Eres como mi hermano.

—No soy tu maldito hermano, Sakura —escupió éste como si sus palabras lo hubieran ofendido.

—¡Arg! —repuso Itachi, haciendo un mohín de repugnancia, como si la sola idea le pareciera tan abominable como inconcebible— Por supuesto que no lo eres.

Ante esa respuesta tan desagradablemente efusiva por parte de su hermano, Sasuke achicó los ojos con sospecha. Muy en el fondo, él sabía porque la idea de estar emparentado con Sakura le resultaba tan mortificante, pero no alcanzaba a entender las razones que podía tener Itachi para sentirse de esa forma. Por el contrario, Itachi siempre la había tratado exactamente así: como una molesta hermana menor. ¿Entonces por qué ahora no parecía estar cómodo con la alusión de algún lazo de consanguineidad entre ellos? Lánguidamente, su cabeza intentó descifrar la respuesta y si los efectos de la morfina no hubieran empezado ya a revertir los alcances de su sagacidad, ese habría sido el momento y el lugar en el que al fin Sasuke habría entendido que el enamoramiento de Sakura por Itachi no era un asunto unilateral.

Otra vez aquella sonrisa incomoda se apoderó de los rasgos de su hermano. Itachi se alejó más de Sakura como si con eso pudiera poner fin a lo que sea que siempre había existido entre ellos.

—Es suficiente con un tonto hermano menor; no creo que soportaría tener que cuidar de dos.

—Y, sin embargo… —Sasuke estaba empezando a sentirse mareado; una extraña pesadez que se expandía por su torrente sanguíneo adormilándole nuevamente los sentidos. A pesar de ello, él ya lo sabía: en el fondo de su mente seguía parpadeando ese atroz descubrimiento a la espera de ser admitido abiertamente como una absoluta verdad—. Y, sin embargo, lo haces. La soportas y nunca, hasta ahora, te había escuchado renegar al respecto.

—Es sobrecogedor saber lo que sienten por mí —se quejó Sakura, asaetándolos alternativamente con una mirada de falso rencor—. Me aseguraré de tenerlos en igual estima.

Sasuke murmuró algo en respuesta, pareció una disculpa, pero lo hizo tan bajito y tan ininteligible que el eco de la habitación se tragó todo el sentido de la frase. En un santiamén, había vuelto a quedarse dormido.

Y en ese momento, Sakura e Itachi no saben qué hacer con lo que fingen que no sienten el uno por el otro. Y con lo que saben que ambos sienten por Sasuke.

—¿Está dormido? —preguntó Itachi en un carraspeo que pretendía disipar cualquier viso de incomodidad.

Ella se acercó a la cama para cerciorarse:

—Sí.

—Entonces ya es hora de irnos.

—Sí.

—No estés nerviosa, Sakura. Esto es solo una formalidad.

—Lo sé.

Antes de apagar la luz, inspeccionó una última vez los signos vitales de Sasuke. Por lo menos, en lo que a su salud se refería, él estaba bien. Solo por eso, ella estaba haciendo de tripas corazón con lo que se le avecinaba. Y aunque estaba tratando de no demostrarlo, lo cierto era que estaba jodida de miedo. Hoy iba a ser sometida a un juicio por sus acciones y aunque confiaba en Itachi y la influencia de su rango, sabía que no podía cantar victoria antes de tiempo. Menos cuando Konan, quien era más cercana al Líder que el propio Itachi, había expresado sin reparo alguno que esperaba que Sakura recibiera un castigo ejemplar por haber infringido "tan alegremente" las reglas de La Hermandad.

Como acto reflejo, Sakura hizo una breve reverencia; sin embargo, no supo cómo sentirse cuando al entrar al despacho del Líder solo estaban en el recinto éste y Konan. Ella había pensado que por tratarse de un juicio por desacato se encontraría allí con todos los miembros de La Hermandad en pleno y aunque la resolución de esos casos casi siempre dependía de las pruebas y alegatos que se pudieran presentar en defensa del procesado, Sakura había pensado que, a pesar de no tener mucho a su favor, tenía más posibilidades de salir indemne si las deliberaciones eran hechas de forma objetiva y el castigo era impuesto por un jurado no tan parcializado como el conformado únicamente por Konan.

Konan la detestaba.

Nunca había sabido el porqué, pero después de tener edad suficiente para revelarse en su contra, Sakura no había hecho nada para indagar en sus razones o ganarse su indulgencia y, en cambio, había pasado los dos últimos dos años de su vida desafiándola; aunque siempre había temido que, más temprano que tarde, Konan obtendría su revancha.

Al parecer ese momento había llegado.

Sakura trató de no dejar traslucir ningún gesto que delatara el miedo que sentía en ese momento y aunque el corazón le martilleaba furioso dentro del pecho, su rostro era una máscara de impasibilidad y desapego; eco de la expresión de Itachi. No le otorgaría a Konan una victoria que no era suya, porque a fin de cuentas ella no tenía ningún mérito en la desgracia que estaba a punto de venírsele encima. Por el contrario, la única responsable era Sakura y su debilidad por Sasuke.

¡Sasuke!, suspiró para sus adentros. Por más extraño que le pudiera parecer a cualquiera, el pensar en él fue lo único que logró traerle paz en esas circunstancias. Sasuke estaba vivo, recuperándose y eso más que consolarla, la llenaba de una especie de alegría que no era capaz de definir con palabras. Porque ella nunca había sido capaz de poner en palabras terrenales lo que sentía por Sasuke.

—Sakura —la saludó Konan con un deje de falsa alegría que solo podía presagiar lo mal que iba ir esto—. Te esperábamos sola.

Itachi enarcó una ceja, pero aparte de ese lacónico gesto no hizo ni dijo nada.

A Sakura le bajo el estómago al piso de solo imaginarse que tendría que enfrentar su juicio sin el apoyo de Itachi. Era solo por él que todavía no se había desmoronado. Estaba a punto de decir algo en su defensa, pero Konan la interrumpió diciendo:

—Supongo que da lo mismo —volvió a sonreír falsamente mientras le mostraba varios folios de papel al Líder; éste último los hojeó superficialmente y después de intercambiar miradas con su colega, estampó su firma en ellos—. Esto terminará en un segundo.

"Terminará en un segundo", repitió Sakura en su mente al tiempo que esa aseveración le helaba la sangre. ¿Terminará en un segundo? ¿O sea que ya estaba resuelto? Entonces su juicio no era más que una pantomima, porque su destino ya había sido decidido sin siquiera considerar lo que ella tuviera para decir. Sin darle la oportunidad de defenderse. Sabía que el Líder era conocido por ser implacable, pero desde que pertenecía a La Hermandad nunca había visto que se le negara a nadie el derecho a un juicio justo. ¿Por qué estaban siendo tan arbitrarios con ella? ¿Y por qué, en nombre de Dios, Itachi no estaba intercediendo a su favor?

Justo cuando su rostro estaba a punto de girarse para encarar al susodicho en busca de una explicación, el Líder llamó su atención:

—Haruno Sakura…

Ella cuadró los hombros instintivamente; gruesas gotas de sudor rodando desde la base de su nuca por el largo de su espalda. El Líder era un hombre huraño y de pocas palabras. En los nueve años que Sakura llevaba viviendo en el cuartel eran contadas las veces que había coincidido con él en alguna reunión y más pocas las que él había tenido la necesidad de dirigirle la palabra. Era por eso y por ese aire de autoridad tan inherente a su presencia que Sakura se halló convertida en manojo de nervios cuando él puso sus penetrantes ojos sobre ella.

—Acércate.

Obedeció en el acto, casi por inercia. Dio tres o, quizás, cuatro pasos al frente y se situó al borde del escritorio. Desde allí escuchó a Itachi carraspear a sus espaldas, pero no se sintió capaz de volverse para echar un vistazo. Estaba tan tensa, que temía que cualquier movimiento brusco la hiciera romperse en diminutos fragmentos; aun así, muy lentamente hizo otra reverencia y permaneció en silencio sin atreverse a mirar a nadie en la sala.

—¿Tienes algo que decir? —le preguntó el Líder a Itachi; su voz, aunque rasposa, no tenía la misma severidad con la que le habló a Sakura instantes atrás.

—Sí, señor —replicó el aludido mientras se acercaba hasta quedar hombro con hombro con Sakura; ella pudo notar su mirada sobre ella y cómo con la postura de su cuerpo buscaba protegerla—. Quisiera que tomara en consideración…

—No hace falta que intervengas, Itachi —lo interrumpió Konan con nada más que sorna detectable en su voz—. Tu testimonio y el de Shisui ya fueron agregados al expediente de Sakura. El asunto ya está resuelto, así que no creo que existan motivos para prolongarlo más.

Y allí, con esa afirmación que fue inmediatamente secundada por el Líder, se desvaneció la única esperanza que Sakura albergaba de recibir un castigo benevolente. Uchiha tenía toda la intención de rebatir, pero Sakura en una muda súplica le imploró que no lo hiciera. A leguas se notaba que no valdría la pena. Que absolutamente nada de lo que él dijera o hiciera iba a cambiar el veredicto. Konan ya se había asegurado de ello.

—Continuemos —sugirió Konan, mostrando seriedad y profesionalismo por primera vez—. Haruno Sakura: expediente 761459. Esta es tu declaración. Como Sasuke sigue inconsciente confiamos que lo que él tenga para decirnos coincidirá con lo que tú ya declaraste —. De nuevo con esa sonrisa petulante con la que los había recibido, ésta le tendió a Sakura los documentos que había estado examinando—. Revisa que todo esté en orden y fírmalos para el archivo. Si necesitas una copia, solo tienes que pedírmela.

Esforzándose para que no se notara el temblor de su mano, ella recibió el folio que Konan le ofrecía. Trató de repasar las líneas rápidamente para saber de una vez por todas a qué atenerse, pero al parecer su cabeza iba más rápido que sus ojos, porque mientras su cerebro ya había compuesto el más catastrófico de los escenarios, ella por más que intentaba leer con premura no conseguía llegar al apartado donde se precisaba su sanción.

El documento estaba enteramente diligenciado con datos referentes a su declaración previa. Sakura no podía creer que se estuviera tomando como cierta su versión de los hechos y que además no se hallara ninguna objeción que invalidara su testimonio. Siguió leyendo hasta que por fin pudo toparse con la línea donde se dictaba su sentencia y cuando leyó la palabra "Absolución" las piernas le flaquearon y por un segundo sintió que no tenía las fuerzas para sostener su propio peso. Itachi debió notar los indicios de su desfallecimiento, porque mientras ella a duras penas estaba recobrándose de la conmoción, él la sostuvo de los hombros para evitar que se cayera.

—¿Sakura, estás bien? —indagó al tiempo que le dirigía una mirada oscura y amenazante, primero a Konan y después al Líder.

Ella asintió. Una vez que recuperó la sostenibilidad de sus piernas, se alejó de la desestabilizadora cercanía de Itachi. No podía fiarse de ella misma si seguía cerca de él. Había querido besarlo desde que tenía memoria. Al principio, se había tratado de afecto pueril por alguien que siempre le había procurado cariño, pero después cuando empezó a convertirse en una mujer esa necesidad se había convertido en algo más urgente y libidinoso. Había deseado besarlo durante tanto tiempo que, si no se alejaba de él en ese instante, terminaría por besarlo allí y ahora. Sin importarle nada. Sin importarle la presencia de las otras dos personas que estaban en el despacho, tratando un asunto por demás delicado. Sin importarle que él la rechazaría.

—No entiendo —musitó Sakura con la voz cortada y los pensamientos todavía dispersos—. Me absolvieron.

Konan sonrió brillantemente cuando las miradas de Sakura e Itachi se volcaron sobre ella; asombrada una y satisfecho el otro.

—¿Esperabas otro veredicto? —preguntó la mujer, dándole a Sakura un bolígrafo para que firmara el expediente.

—No —respondió Itachi por Sakura, quien en realidad no terminaba de salir de su estupor ante este desenlace. Ella, que tenía una propensión natural a la paranoia, se había preparado para cualquier escenario menos el de su total absolución—. Por supuesto que no. Hicieron lo correcto, como era de esperarse.

El Líder observó a Itachi con una mirada dubitativa antes de asentir y levantarse para dar por concluida la reunión.

—Uchiha, acompáñame —le pidió el Líder, saliendo por una de las puertas laterales del despacho, que Sakura nunca había sabido hacia donde conducían, dejando a las dos mujeres a solas.

Mientras Sakura intentaba poner en orden el desorden de su mente, y terminaba de firmar todos los folios de su expediente, Konan le habló:

—Sé que estás sorprendida por la sentencia —Sakura trató de no tensarse ante la cruda frialdad que se colaba en la voz filosa de su interlocutora, y aunque le fue imposible no hacerlo, se concentró en, al menos, no demostrárselo—. Sobre todo, teniendo en cuenta que no merecías nada menos que el exilio por tu desfachatez e imprudencia. Nos pusiste a todos en riesgo.

Ella sabía que así había sido. Por eso no terminaba de entender cómo era que todo había terminado tan bien. Menos ahora que Konan reiteraba su posición al respecto. ¿Entonces cómo era que ella había conseguido salirse con la suya? El Líder nunca habría tomado una decisión que contradijera los deseos de Konan; así que, por muy incoherente que le pareciera, ella debió haber intercedido a su favor. Pero, ¿por qué lo había hecho? ¿A cambio de qué?

—Estás en lo correcto —le dijo ella como si fuera capaz de oír los pensamientos de Sakura—. Yo abogué por ti. Y como eres una chica lista te estarás preguntando por qué. Bueno, lo hice por Itachi. Obviamente, él me lo pidió.

Claro que Itachi lo había hecho. Sakura se esperaba algo así de él. Lo que no se esperaba era que ella accediera a ayudarlo, menos si con esa ayuda la mayor beneficiada iba a ser Sakura.

—Él está muy agradecido contigo porque salvaste a Sasuke —Konan puso los ojos en blanco, como si el hecho de que Itachi viera a Sakura como una clase de heroína fuera una idea absurda—. Así que recurrió a mí para evitar que recibieras el escarmiento que te merecías. Yo accedí por tres razones.

Sakura intuía que esas tres razones que Konan estaba a punto de exponerle, iban a lastimarla tanto o más que si hubiera recibido la sanción que su falta había merecido desde un principio.

—La primera, ya te la dije: lo hice como un favor personal para Itachi; ya que él es una persona muy importante para mí.

Sakura puso mala cara; aunque hubiera querido no dejar traslucir sus celos, fue obvio por la sonrisa burlona de la mujer que no lo había conseguido. Esta era la primera vez que Konan admitía abiertamente que veía a Itachi como algo más que un compañero y Sakura, que nunca se había atrevido a albergar esperanzas de ser correspondida, sintió la comprensión de esa verdad como una navaja que le laceraba el pecho.

Porque simplemente no había forma que ella, una chiquilla que rondaba los dieciocho años, pudiera suponer una amenaza para una mujer como Konan Amegakure.

—La segunda, es que estoy segura que volverás a cometer un error y cuando eso suceda, nada, ni siquiera Itachi Uchiha podrá evitar que se te castigue cómo es debido. Es solo cuestión de tiempo —le dijo, mirándola con desprecio—. Nunca has tenido lo que se necesita para formar parte de esta organización y más temprano que tarde terminarás por darme la razón.

Sakura resopló como un intento desesperado por hacer retroceder las lágrimas. No podía darse el lujo de demostrar que Konan la estaba lastimando; solo quería irse de allí y terminar con ese asunto para siempre. Pero sabía que ella no la dejaría ir hasta que dijera todo lo que tenía por decir; así que únicamente con la intención de acelerar su suplico, le preguntó:

—¿Cuál fue tu tercera razón?

Konan respondió primero con una de sus sonrisas.

—Me alegra tanto que lo preguntes. —Caminó lentamente hasta encontrarse junto a Sakura y al oído le susurró—: No volverás acercarte a Itachi; ese, querida Sakura, es tu verdadero castigo.


Hola, queridos lectores (si todavía queda alguno por allí).

Se que ha pasado algún tiempo desde la última vez que me aparecí por este fic (cerca de siete años) pero, como siempre digo, tengo la intención de terminar todas mis historias y aunque por razones de índole personal estoy algo desentrenada en la escritura, quiero que sepan que siempre que puedo trato de avanzar con mis proyectos. Por eso les traigo este capítulo que llevaba bastante tiempo marinándose en mi computador. Es más largo que los anteriores, como una forma de recompensarlos por mi larga ausencia y bueno, sin más que decir espero que les guste y que me puedan compartir su opinión.

Gracias infinitas a todos los que comentaron el capítulo anterior.

¡Feliz existencia!