Naruto © Masashi Kishimoto

Serie de relatos cortos inspirados en los 19 escenarios propuestos por creativepromptsforwriting en Tumblr en su post de «First Kisses». Es decir, un montón de posibles primeros besos ShikaTema. Los dividiré en varios capítulos porque algunos son muy cortos. Excepto por el 5, 17 y 18 los demás no se relacionan entre sí ni van en orden cronológico. ¡Espero que les guste!

Notas: posibles leves referencias sexuales (muy suave, nada explícito). Algunos son canon divergente o semi-AU.


1. Beso accidental.

Shikamaru se encontraba mortificado.

Ciertamente no era su culpa, pero a pesar de tener veinte años y un historial para nada despreciable como estratega, de analizar y mover las cosas y personas de su entorno con ingenio como si se trataran de fichas de Shogi, aquí se encontraba cometiendo la misma absurda situación de Naruto y Sasuke.

Si bien Shikamaru ya no tenía doce años y nunca había tenido que volver al aburrido salón con Iruka-sensei, alguien acaba de empujarlo por atrás y sus labios se habían conectado con los de Temari no Sabaku.

Un genio, sí, pero nunca en su vida habría podido anticipar que algo como eso ocurriría. No con ella. Con ella —la mujer más hermosa que conocería aunque objetivamente hablando Ino o Hinata eran más atractivas— había fantaseado en su cabeza escenarios muchos más apreciables para un beso, incluso aunque fueran sólo por un breve momento.

Contrario a eso acababa de tener su primer beso con ella como si de un chiquillo se tratara.

—Besas terriblemente —anunció entonces Temari con total autoridad—. Apuesto que igual a como lo haría un pulpo. O alguna otra babosa criatura del mar…

¿Cuánto tiempo se había quedado él callado que Temari estaba haciendo pésimas bromas y desprestigiándolo?

Shikamaru bufó.

—Eso apenas cuenta como un beso —aseguró él mientras se echaba para atrás con brazos cruzados.

La próxima vez definitivamente no iba a ser un accidente. Tenía un plan que trazar, uno que realmente sí contara.


2. Beso como un reto.

Acababan de tener por fin su cita, la que durante meses habían estado aplazando. Sin embargo, no había sido en absoluto lo que Temari había estado esperando.

No del todo. ¿Había sido en un lindo restaurante? Sí lo había sido; ¿Shikamaru y ella se habían puesto ropa acorde a la ocasión? Definitivamente sí, Temari se había sentido linda cuando le dio una última mirada al espejo antes de abrir la puerta y recibirlo y Shikamaru se veía de tal forma que nadie podría negar que era la cabeza de un importante clan; ¿habían evitado hablar de cosas de trabajo o política? Mmm, más o menos, pero incluso aunque al inicio fue inevitable decir una o dos cosas relacionadas a Konoha, Temari había ido confiada de que les sobraría temas de qué hablar.

Su frustración radicaba en que Shikamaru había actuado… no como lo esperaba. Demasiado silencioso y poco participativo, como si hablar requiriese tal esfuerzo que había preferido no hacer; y por momentos había puesto su brazo colgando detrás de la silla y expresado tan poco entusiasmo que había hecho arrugar el ceño de Temari porque nunca lo había visto así, casi como un playboy que tenía tantas citas al mes que la actual «era pan comido». Temari habría preferido verlo desparramado en su asiento y con sus manos detrás de su nuca, algo que era más usual en él.

Eventualmente Temari se rindió —aunque ella nunca se rendía, sólo había reevaluado la situación— y durante el último tramo del encuentro comieron casi que en total silencio, terminaron, pagaron —dividiendo la cuenta como habían establecido en un inicio— y ahora, por fin afuera, por alguna razón Shikamaru miraba incrédulo mientras ella insistía en que no era necesario que la acompañara de regreso a casa.

—Mujer, acabamos de tener una cita. Una cita.

—Oh, créeme, estoy bastante consciente de eso.

Shikamaru pasó a verla con mayor concentración, entrecerrando un poco sus ojos y probablemente cayendo en cuenta de su ahora altivez.

—¿Por qué lo dices en ese tono? ¿Qué

he hecho?

—Nada. Sólo pienso que podríamos habernos ahorrado el esfuerzo de haber acordado esto —afirmó con la mayor serenidad posible.

Shikamaru se tomó entonces el tiempo para considerar sus palabras.

—¿No querías tener esta cita?

—Lo hice, por meses —expuso ella de inmediato—. Quería una cita con Shikamaru Nara, no con un idiota con el que apenas crucé palabras. ¿Sabes?, no creo que siquiera te guste y si accediste a esto sólo porque no podías negarle algo a la hermana del Kazekage, ¡bien! ¡Puedes ir a casa ahora!

—Temari…

No lo dejó hablar prefiriendo, por el bien de las naciones, restarle importancia:

—Está bien, en serio, sólo finalicemos lo que sea que fue esto —apresuró mientras daba media vuelta y se alejaba de él.

—¡Tem! —dijo él entonces elevando más su voz y ella tuvo que detenerse. Oh, Kami, ¿por qué quería seguir prolongando esto? Le había dado una salida fácil y ciertamente no quería escucharlo darle una disculpa y decirle que en efecto no tenía sentimientos por ella. No de ese tipo de sentimientos, los que Temari sentía por él que se arremolinaban en su estómago y hacían querer besarlo en cada instante que lo veía.

—¡¿Qué?! —respondió ella más fuerte y girando sobre sus talones.

—Quiero una segunda cita —aseguró entonces él y esta vez fue ella la sorprendida.

¿Pero para qué? ¿Para ver si quizá ella en realidad era lo suficientemente interesante? ¿Darle una segunda mirada para evaluar pros y contras? La persona que había estado frente a él era lo único que podía ofrecerle, ni más ni menos, sólo Temari no Sabaku haciendo preguntas y tratando de reír con sus mejillas enrojecidas —al menos en un inicio hasta que Shikamaru poco a poco la hizo enojar con sus monosílabos y poca atención hacia ella.

Temari entonces se cruzó de brazos.

—¿En serio? Porque si tuviese que concluir algo es que fui un total fastidio para ti. Probablemente ni siquiera querías aparecer; supongo que tengo que agradecerte al menos haber hecho presencia, sólo Kami sabe lo que puede hacerle a la autoestima de una mujer dejarla plantada. Aunque no te preocupes, no es como si esto vaya a crear algún conflicto internacional...

Hasta tal punto era obvio que Temari estaba hablando y hablando y hablando probablemente como alguna especie de reacción psicológica para nivelar lo que estaba sintiendo. En el momento en que dejara de hablar y todavía tuviese a Shikamaru frente a ella quizá su nariz se arrugaría y su labio inferior temblaría, algo que no había pasado hace mucho.

Temari no era alguien que llorara —o arrugara su rostro a punto de hacerlo— frente a otros. Y ciertamente quería regresar a su apartamento ahí en Konoha y refugiarse debajo de sus sábanas.

—Dame una segunda cita, Temari —dijo el mucho más serio, casi como una orden.

Temari se estaba desesperando.

—No habrá segunda cita, Shikamaru. No si es demasiado trabajo.

Shikamaru entonces llevó ambas de sus manos a su rostro y restregó sus palmas en gesto de frustración.

—Realmente lo arruiné, ¿cierto? Estaba tratando de actuar… no sé, como alguien… uh…

¿Maduro? ¿Con experiencia? ¿Imperturbable?

Temari dejó de tener sus brazos cruzados.

—Sólo tenías que actuar como alguien a quien le gusto. —Ese era todo el objetivo de una cita, ¿verdad? Simplemente no funcionaba cuando una de las partes no estaba interesada de esa forma—. En el caso que así fuera. Está bien si no-

—Qué problema… Sé que ha sido un completo error —dijo él interrumpiéndola aunque entendiendo de inmediato que su elección de palabras no era la mejor. Justo como ella, él estaba sintiéndose desesperado—. Quiero decir, en serio me gustas, créeme Temari, yo-

—Está bien. Demuéstralo.

Eso había sonado claramente como un reto y Temari no se había dado cuenta que a Shikamaru sólo le bastaban dos amplios pasos hasta llegar a ella y besarla.

La segunda cita vino inmediatamente después y fue exactamente como Temari había estado esperando.


3. Un beso luego de un largo tiempo anhelando.

Temari sabía el momento exacto en que había dejado de verlo como… una lombriz; justo en la entrada de Konoha en un día caluroso que había prometido burocráticos papeles por llenar y con un Shikamaru esperándola por órdenes de la Hokage, él con algunos cuantos centímetros de más y habiendo dejado de usar su vestimenta verde claro para pasar al verde propio del uniforme estándar de Konoha.

Temari no sabía, sin embargo, el momento exacto en que dejó de verlo sólo como un confiable aliado y un fuerte colega; aquello no había acontecido en alguna fecha que pudiera señalar en el calendario, simplemente había pasado, gradualmente luego de la Cuarta Guerra y antes de dar las últimas firmas de la nueva Unión Shinobi; había pasado entre visitas a su famoso y prohibido bosque Nara en donde él le había ofrecido suaves y dulces frutas que nunca se producirían en Suna mientras con la cabeza le señalaba en qué dirección estaba enterrada la cabeza de Hidan. «No me digas exactamente en dónde, el líder de un clan ninja no debería compartir secretos con shinobis de otras naciones», le había dicho ella esa vez primera, casi regañándolo y a pesar de que semanas después y sin darle previo aviso, la había llevado hasta aquel infame pedazo de tierra. «Sólo quieres regodearte, ¿eh?», le había comentado ella apenas entendió dónde estaba, ambos con leves sonrisas de orgullo en su rostro.

¿Eso había pasado quizá hace más de un año? Era difícil de recordar porque hasta ahora sentía que había visitado el bosque —y la casa de Shikamaru y la floristería de Ino y a Yakiniku Q— lo que parecía ser incontables veces.

Tantas que los seres que vivían ahí, aquellos machos y macizos animales que caminaban a paso lento con opulentos cuernos y una considerable altura en comparación a los más jóvenes y tiernos ciervos, ya la reconocían y dejaban pasar sin darle mayor atención como si acaso ella también formara parte del paisaje, como si hubiese sido una niña que había crecido correteando por allí. Aún así, nunca había entrado sin la compañía de Shikamaru, casi siempre él delante de ella pisando el denso piso, incluso cuando su mano a veces se estremecía por querer extenderse hasta entrelazar sus dedos con los de su guía. Por supuesto, en ninguna de esas ocasiones se había atrevido a hacerlo porque ya resultaba demasiado polémico que por algunas noches durmiera en una habitación ofrecida por Yoshino en vez de su asignado lugar en la Embajada.

Y, además, cualquier posible interés público hacia un hombre sólo resultaría en un tema a tratar con el Consejo de Suna y en posible más papeleo con Konoha.

No valía la pena, trataba de convencerse cada vez que lo veía y muy a pesar de que algunas de las acciones de Shikamaru le hacían sentir un peso en su garganta, como si las palabras que no se atrevía siquiera a pensar se acumularan ahí sin su permiso.

Sin embargo, al parecer siempre había sido una cuestión que sobrepasaba a las palabras.

Un día, luego de una reunión Kage en Konoha y de un difícil debate que se había extendido por tres días para poner límites al poder de los Señores Feudales sobre su elección hasta entonces completamente libre de escoger aldeas ninjas fuera de su propio país para llevar misiones de alto rango —un tema que años atrás había llevado a Suna al borde de su ruina económica y había sido una de las razones para la invasión a Konoha—, Temari se adentró a aquel bosque por primera vez sola, segura de que encontraría a Shikamaru allí escondiéndose de las mil felicitaciones y estrechones de manos que todos querían darle porque sólo gracias a él se había llegado a un acuerdo, preguntándole a un joven ciervo que la guiara hacia su amo aunque Temari aún no creyera que tales animales en realidad pudieran entender palabra alguna, y luego de pisar gruesas raíces y hojas caídas él estaba allí, en medio de un claro y con sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón justo como esa primera vez en la entrada de Konoha.

—Eres un genio —exhaló ella como si fuera la primera vez que lo reconocía, nunca deteniéndose en sus pasos, pasando de largo al ciervo que en efecto la había guiado a él.

Frente a él extendió sus manos por fin, atrayendo su cabeza hasta la altura de ella y besándolo, el nudo en su garganta desvaneciéndose con cada movimiento de sus labios contra los de él.

Y por primera vez Shikamaru, respondiendo con gran gusto y besándola más profundamente, definitivamente no se quejó ante un impulsivo acto de ella.


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