—Uno muy divertido, sin duda —sigue el mago—. Y dime, Anthony... ¿estás casado? ¿Los demonios pueden casarse?
Aziraphale sonríe con esa pregunta. Crowley vacila un segundo con esa pregunta, mira a al ángel un segundo y...
—De hecho, sí —chasquido de dedos y aparece un anillo en su mano y otro en la de Aziraphale.
Omg! Aziraphale... le mira con la boca abierta completamente. ¿Casado con quién? (Perdón pero no ha notado aún el anillo)
—Estupendo, déjeme adivinar, de "viaje de negocios" con la mujer en casa, no se preocupe, esto no se emite por televisión. No será usted el primero... ni el último —hace la bromita fácil el mago y la gente se ríe de nuevo
—No! —protesta Aziraphale.
—De hecho, no. Estoy aquí de vacaciones con él. Está sentado aquí en la primera fila.
Cielos, Aziraphale abre más la boca aún, SÚPER sonrojado. Pues si Crowley va a acabar en este rollo por su culpa por lo menos que sea divertido. Seguro lo enfocan o lo buscan con el foco. Y los ojitos de amor... Y de hecho, el mago lo invita a subir también.
What?!
Subir. Al escenario. Otra vez esos aplausos malditos que obligan a la gente a cosas. Vais a ser la adorable pareja gay del espectáculo de magia por el resto de tiempo que esteis aquí.
Aziraphale les mira y vacila un poco... pero, vamos... es que la adrenalina del momento ayuda. Se levanta yendo hacia él y es ahí donde nota el anillo.
Crowley espera con una sonrisita de esas, mirándole, habiendo dado un pasito atrás. Así que cuando sube al escenario se está viendo la mano con los ojos muy muy abiertos
—Estás... cosas se piden —le susurra a Crowley.
—Luego me arrodillo —responde sonrojándose un poquito.
—Muchas gracias por subir tú también... —empieza el mago esperando que Aziraphale le diga su nombre.
—Francis.
—Francis, estupendo. ¿Cuánto hace que estáis juntos?
—Seis mil años —sentencia repentinamente sorprendiéndose a sí mismo. El mago parpadea un poco con eso.
—El tiempo vuela cuando te diviertes —añade Crowley encogiéndose de hombros.
—Toda una vida —agrega Aziraphale.
—Ehm... —vacila el mago con todas estas respuestas surrealistas de todos, odia cuando el público empieza con tonterías—. Bien, supongo que tendréis vuestras alianzas...
—Por lo visto... —Aziraphale se mira la mano y se sonroja.
—Necesito que me las prestéis porque vamos a probar si vuestro amor es o no verdadero...
Crowley se pellizca un poco el puente de la nariz por la absurdidad de todo esto.
—¿Con las alianzas? —pregunta Aziraphale y es que... quisiera al menos verla con atención.
Crowley no ha tenido mucho tiempo de pensar nada muy elaborado, así que es clásica y aburrida, de oro y lisa. Sin más. Es... ¡de oro y lisa! Mira que linda es. La acaricia un segundo... ¡tiene una alianza!
—¿¡T-Tengo que dársela?! —pregunta un poco mortificado.
—Voy a devolverlas —asegura el mago.
Aziraphale mira como Crowley entrega la suya con absoluta naturalidad, mientras él está todo renuente. El mago toma la de Crowley y mira a Aziraphale.
—¿No quiere salir? ¿Traemos algo de jabón?
—Es... s-sí, sí quiere salir —se la da MUY renuentemente y mira a Crowley por un segundo, que carraspea un poco sin mirarle.
—Aún no puedo creerlo —murmura esperando al mago.
—Bien, vamos a ponerlos sobre este pañuelo —sigue el mago para la audiencia, haciéndolo—. Y vamos a imaginar que se trata de estos dos encantadores señores, que vienen a cenar aquí esta noche —empieza a cubrirlos con las puntas sobrantes del pañuelo—. Luego ven nuestro maravilloso espectáculo y cegados por la magia y el amor luego se retiran discretamente a su cuarto...
El facepalm de Crowley con eso deben poder oírlo hasta los patos de St. James. Que al final si tienen orejas. Gracias, Wikipedia.
—What?! —el escándalo
—Y...! —hace todos sus pases mágicos y cuando vuelve a abrir el pañuelo, donde deberían estar las dos alianzas una dentro de la otra, sigue separadas porque alguien está pasivo agresivo con este tema. Aziraphale parpadea.
—What? Qué hay?!
O sea, lo que ha hecho Crowley es hacer que no suceda NADA. Que cualquier cosa que hiciera el mago se deshiciera, por eso lo pasivo agresivo.
Heavens! Crowley! Ya, ya... Aziraphale está intentando entender. Sinceramente, el mago también y junto con él toda la audiencia.
—¿Qué ha pasado?
—Pues qué va a pasar. Nada —susurra Crowley.
—¿Que debía pasar? —protesta Aziraphale.
El demonio se encoge de hombros, el ángel le frunce el ceño y el mago vacila un poco y pide a la audiencia un poco de paciencia, haciendo algún chiste sobre que después de seis mil años, aparentemente se pierde un poco la chispa y vuelve a hacer el truco, esta vez bien.
—Así que tú conclusión es esa...
—¿Mía?
—O la del universo.
—Inefabilidad, debe ser.
Aziraphale le mira, un poco dolido con eso mientras el mago les devuelve las alianzas pidiendo un aplauso en señal de que vayan a pelearse a otro lado fuera de su escenario. Gracias.
Crowley se pone la suya porque... por qué no y se va detrás de Aziraphale, que se sienta en su sitio aún con su alianza en la mano, apretándola con el puño.
El demonio se deja medio escurrir como si fuera de gelatina en la de al lado con un suspiro, porque además esta mierda parece que aún no acaba.
—¿Por qué? —Aziraphale le pregunta a Crowley unos cuantos segundos más tarde.
—¿Por qué, qué?
—Me haces subir ahí, les dices a todos esto, para luego...
—Querías que cooperara, ¿no? Me estabas riñendo por eso.
—¡No para decirles que... somos un pésimo matrimonio! —refunfuña y termina, muy maduramente... por sacarle la lengua.
—No creo que sea esa la conclusión que han sacado... —le mira levantando las cejas con eso.
—¿Cómo no? ¿Qué conclusión crees? —susurra para no interrumpir el show.
—Pues que el mago es idiota. Los demás no tienden a darme la culpa de todo, eso solo lo haces tú.
—No te doy a ti la culpa de nada más que cuando la tienes. Y aun así...
Oooojos en blanco.
—Pues ve y acláralo, si tanto te preocupa.
—No voy a aclararles nada —mira la alianza de reojito y se sonroja pensando que... todos aquí piensan que están casados. Y hace rato le ha dicho ESO que le ha dicho. Y... todo esto se está moviendo muy rápido pero, por una vez, no tiene tanto miedo de que vaya rápido... como de que no camine. Vaya con las... interesantes contradicciones.
Crowley le mira de reojo y luego se vuelve al mago pensando que sigue sin entender como no le parece absurdo a todo el mundo, si es que TODOS saben que tiene truco, aunque no sepan cuál es.
Aziraphale le mira de reojo y ahora mismo si se incomoda un poquito pensando en todo el rollo que ha hecho Crowley con el pato y los ahogos. Vamos, que técnicamente esto no debía ser tan sorprendente... Crowley SABÍA. Quizás el mismo solo estaba complicando las cosas.
Ah, venga, ¡eso fue un recurso líbrico!
Aplaude muy animosamente eso sí, cuando el mago decide poner fin al suplicio de Crowley.
Ese "joder, menos mal" entre los aplausos podría haberse oído menos, querido.
—¡Ha estado muy bien! —Aziraphale TAN emocionado y encantado dando saltitos en su asiento. Ojos en blanco otra vez, del demonio pero nadie te cree si se te escapa la sonrisa.
—Quizás podríamos venir de nuevo mañana.
—¡Va a ser el mismo número con los mismo trucos! —casi solloza—. A lo mejor podríamos al menos... cambiar de idiota.
Sonríe con esas quejas.
—Como si Queen no fuera las mismas canciones idénticas una y otra vez en loop hasta el infinito.
—Eso no me lo digas a mí, ¡díselo al coche!
—Vale... tengo ya una lista con quince distintos...
—¡¿Quince?! Y yo que creía que el infierno era malo...
El ángel se muere de risa.
—Podemos elegir solo a cinco o seis, dependiendo de los días que estemos aquí.
—He visto cosas, angel, cosas que te darían pesadillas nada más pensar en ellas. Allí abajo no se andan con chiquitas, pero nadie obliga a nadie a ver quince veces algo como esto, ¡tenemos nuestros límites! —sigue haciendo drama, sonriendo.
—¡Exageras!
—No puedo creerlo... Belcebú debería contratarte a ti, en serio, les darías mil vueltas a más de la mitad ahí abajo.
Aziraphale se ríe con eso como si fuera una especie de halago.
—Quince... de hecho voy a escribir una carta para proponerlo como tormento. ¡Me van a hacer jefe de algo solo con esto!
—Tan, TAN exagerado.
—¡No tiene nada de exagerado! ¡Es completamente desalmado! ¡Quince! —sigue y sigue solo porque él otro idiota no para de reírse.
—Yo preferiría hacerte yo el truco de magia...
—Ese aun sería peor tormento...
—Podrías ser mi asistente.
—Desde luego, con un traje ajustado y de purpurina como esas pobre chicas —no tienes necesariamente que disfrazarte de mujer cada vez que piensas en disfrazarte. Aunque sea sarcástico.
—Y falda corta.
—Y aparentemente menos aspiraciones en la vida que... que…. Bueno, algo que no tiene aspiraciones. ¿No es muy triste eso?
—Podrías ser mi ayudante como Crowley y ya. No puedo creer que prefieras ser ayudante de ÉL que mío.
—Lo bueno es que te saldrían bien todos los trucos... ¿Él?
—¡Ya me los salen!
—Sí... claro... —el sarcasmo otra vez.
—¿Quién protesta de todo ahora? —sonríe de lado.
—¿Por esto? —señala el escenario y la sala en general—. Yo.
—Es hora de ir a donde dejes de protestar
El demonio se levanta sonriendo ampliamente y chasquea los dedos, aparentemente no sucede nada. Aziraphale levanta una ceja y... se mira la mano a ver si será la alianza
No, de hecho, lo que ha cambiado es que ahora sus gafas lo reflejan todo igual excepto por las cartas, que van a reflejar las que Crowley quiera fingir que tiene en mano. Para todos saaaaalvo para Aziraphale
—¿Qué ha sido eso?
—Nada. Medidas de prevención. Vamos.
—Hmmmm... —le mira con los ojos entrecerrados.
Crowley sonríe de modo indescifrable mirándole mientras anda a la puerta.
—Quizás deberíamos establecer unas reglas
—Oh, ya empezamos...
—Unas muy generales. No puedes quebrar al casino, por ejemplo —se ríe un poquito.
—No pretendía. Ya te he dicho que ganar siempre es sospechoso y aburrido.
—Vale, vale... yo solo puntualizo.
—Yo también tengo unas reglas para ti.
—¿Para mí? Ah, es verdad, que te he dicho que jugaría —bromea un poco, porque bien que lo tiene presente.
—No, estaba hablando con ese hombre, disculpa la confusión —responde sonriendo, señalando a cualquier cliente aleatorio del hotel que haya por ahí. Le hace los ojos en blanco un poco.
—Advierto que... no lo hago muy bien.
—Tú intenta retener el impulso de preguntarle a todo el mundo si esa es su carta.
—Es que además casi no podemos hablar durante la partida —lloriquea.
—¿Quién dice eso?
—Ah, ¿sí se puede?
—Bueno, no al nivel que a ti te gusta, pero...
—Vale, intentaré solo no preguntar nada a nadie, entonces. Y cuidar lo que digo.
—De hecho... —es que sonríe de lado porque lo imagina PERFECTAMENTE siendo todo lo expresivo que es siempre, poniéndose contento con cartas buenas y protestando con cartas malas hasta que nadie quiera jugar en su mesa.
Eso es justo lo que va a pasar. Este hombre NO TIENE póker face.
—Tal vez sería más divertido empezar con algo más fácil y con menos reglas que el póker.
—¿Cómo qué? ¿No hay algo que podamos jugar... en equipo?
—Desde luego... casi todos los demás. De hecho, incluso el póker.
—Ohhh... ¡pues haberlo dicho antes! Jugamos en equipo y ya está. ¡Juguemos lo que quieras!
Le mira de reojo, sonriendo, porque mira que emocionado está de repente. Es que en equipo la cosa cambia completamente porque no tiene la presión de hacerlo solo, ni mal y puede quedarse por ahí revoloteándole a Crowley alrededor y puede que hasta sacar un libro y leer cuando se aburra.
—Está bien. Black Jack. Todas las figuras valen diez, el As puede valer uno u once. Hay que conseguir hacer veintiuno. Si te pasas pierdes —se acerca a las cajas sacando dinero y cambiándolo por fichas en lo que le explica.
—Vale... vale. Aunque contigo... es que vas a hacer todo el tiempo que te salga... —parpadea.
—De veras, puedo no intervenir. Pero ese es exactamente el problema con la ruleta.
—Es que van a echarnos del casino entero —se lo piensa, la verdad. Y puede que no por culpa de Crowley.
—¿Por?
—Pues porque... hay veces que pasan cosas cuando uno las desea!
—¿Cómo qué?
—Como que salga una carta.
Le mira sin entenderle del todo. Aziraphale se aclara un poco la garganta.
—Vamos, que seguro a ti te pasa también —sonríe nerviosito
—¿Qué pasan cosas que deseo... sin querer? —piensa en el beso que aun quiere darle—. Sí, claro. Por ejemplo, deseo que se me llene el vaso con ginebra, así que me acerco al bar sin querer, hablo con el camarero por error... et voilà!
—No hablo de eso precisamente —le mira con esa cara de media indignación.
—¿Entonces? —igual se acerca a la barra a hacer realidad uno de sus deseos sencillos.
—Hablo de algunos milagros... un poquito sin querer.
Crowley levanta las cejas porque no, no le pasan esas cosas a él. Si acaso todo lo contrario, que cuando hace algunas cosas malas estas acaban devolviéndosele creándole inconvenientes a él también.
—Ehm... ¿n-no?
—Sin querer, no.
—Vaya.
—¿A ti sí? ¿No estarás... enfermo o algo?
—¿¡Enfermo?!
—Pues no me parece normal —le toma de las mejillas y le mira directamente a los ojos por encima de las gafas de sol.
A Aziraphale casi le da un infarto.
Crowley parpadea un instante al notar que no tiene ni idea de... bueno, lo que hace. O sea, ni sabes cómo se pone enfermo un ángel. ¿Pueden tomar ibuprofeno? ¿Aspirina? ¿Cada cuánto hay que regarlos? ¿Hay que sacarles a pasear? ¿Cambiarles la arena de la caja?
¡Es que están muy cerca! Aziraphale está más concentrado en pensar si este no será un pretexto para darle un beso.
Aun así le inspecciona los ojos que siguen igual de brillantes y azules que todas las otras veces. ¿La pupila está un poco dilatada? Había leído algo de eso en algún lado ¿Eso significa que está hambriento? ¡No puede estar hambriento, han cenado hace cinco minutos! A lo mejor le falta fertilizante. Con las plantas suele ser eso. Se humedece los labios.
Es que se le acelera el corazón, pronto podrás agregar taquicardia a los síntomas extraños del ángel enfermo.
—Estás... sonrojado —Todos, querido, lo estamos TODOS. Aziraphale le pone las dos manos en el pecho con suavidad ¿cómo no va a estar sonrojado por el amor de Dios?
—E-Es... y-yo...
—Pero no parece que...
Hay muchos tipos de personajes, todos con funciones muy variopintas en una historia, están los protagonistas, que generalmente son los encargados de hacer avanzar una trama, los antagonistas, que suelen ser los encargados de que haya trama. Y los secundarios, que intervienen en mayor o menor medida según son requeridos por la trama general.
Uno debería tener siempre a mano un par de estos personajes secundarios por lo que pudiera llegar a pasar, son como la sal en un plato, incluido si es algo tan cliché como que un borracho le dé un pequeño empujón a Crowley al pasar detrás suyo. Lo más conveniente sería huir de los clichés pero... ¿a quién le gusta comer soso?
—N-No parece, no... —repite solo por decir algo, mirándole a los labios idiotizando, sin estar en lo absoluto consciente de la presencia de borrachos empujadores que quizás podrían mejorar su situación actual. O empeorarla. O complicarla. Hay varios tipos de clichés.
Lo que hace este en concreto es... empujar al demonio para complicarla, que gira la cabeza en el último segundo porque las idioteces se le dan de maravilla.
Aziraphale le debe dar un muy amoroso besito en el tatuaje de la oreja quizás... o quizás se lo da al aire. Al final solo le roza muy suavemente el tatuaje, pero en su mayoría termina besando al aire así ridículamente y la verdad con bastante cara de "wtf... has girado la cara!" Un instante más tarde, abre los ojos un poquito en pánico.
Crowley, que se había girado a ver al idiota que le ha empujado, se queda un poco paralizado, eso... ¿habían sido sus labios?
Claro que habían sido sus labios. Aziraphale le empuja un poco, ni tan sutilmente, porque... venga ¡es que ha girado la cara!
Crowley le mira parpadeando un poco y soltándole cuando le empuja.
—Y-Yo... yo... —pasito para atrás.
—¿Estás bien? Un idiota me ha empujado.
¡Eso era! Le habían empujado. Vamos, había varios tipos de accidentes idiotas en la vida. Unos eran torpezas como tirar algo o empujar a alguien estando borracho... que no tenían mucha importancia.
Otras eran los accidentes medianamente catastróficos en la vida, como elegir mal un vino para la comida, o manchar tu saco favorito.
Luego estaban las tragedias griegas como embarazar a tu novia a los quince años, o elegir aprender a bailar la gavotte y que pase de moda... y por último están las vergüenzas absolutas... como hacerte amigo de un demonio y pensar que va a besarte en un momento muy romántico, que alguien le empuje y el gire la cara.
Así que ahí estaba, en su momento de vergüenza absoluta, mirándole con horror.
Crowley parpadea un poco con esa cara, preocupándose.
—¿Q-Qué? ¿Te he hecho daño? ¿te he clavado algo? —¿A caso tienes algo que clavarle?
Gira del todo la cara enormemente decepcionado, al menos por un momento. Vamos, no que eso cambiara nada... pero creía que estaban teniendo un... bueno, unos momentos. Drama angelical, on
—Angel! —protesta—. Aziraphale, vamos! —le sigue un poco intentando que le vuelva a mirar.
—V-Vamos... —no, no le mira aún, tratando de recuperarse un poco—. Perdona, fue... N-No estoy pensando muy claro.
—¡El alcohol aclara los pensamientos! —exclama sonriendo intentando animarle, tomándole de los hombros para dirigirle al bar.
El rubio sonríe un poquito forzadamente, aunque... le cae bien y la sonrisa y todo eso le ayudan un poco.
—Venga, ¿qué te apetece?
—Algo fuerte. Quizás... un coctel de Ginebra, de esos que tienen pimientas flotando.
Y ahí va Crowley a pedir dos gin-tonics con pimientas flotando. Y flores. Y frutos rojos. Y limón. Y hierbas aromáticas. Y si eso un poco de aliño y una cerveza para acompañar la ensalada.
—¡Por todos los infiernos! —exclama cuando por fin le traen las bebidas.
—Creo que gustará... —toma la suya y le da unos buenos tragos—. No es tan dulce —pero súper rosado gay sí que es, querido.
—No es eso... ¿por qué tienen a niñas de ocho años preparando cócteles en un bar?
Aziraphale sonríe un poquito con eso, aunque la sonrisa no le llega del todo a los ojos.
—¡Venga! ¿Preparado? —toma la suya igualmente girándose a las mesas de juego y es que era OBVIO que Crowley no querrían besarle. Ahora visto en perspectiva suena sumamente lógico y... eso, obvio.
—Sí, sí... preparado.
—¿Cuál te gusta?
Tú. Tú me gustas. Mucho más de lo que crees.
—La que quieras tú, Crowley.
—Dame un minuto y te diré que baraja está cargada —le sonríe.
—¿Cómo está cargada una carta? —Le sonríe un poco también.
—Una baraja —corrige—. Es cuando han salido más cartas malas de números bajos que buenas y quedan sobre todo las buenas por salir. Antes era más fácil, pero ahora ya no barajan a mano —nota, parpadeando.
—Oh, ¿y es bueno o malo que esté cargada la baraja?
Le mira con cara de... ¿Te burlas de mí?
—No entiendo si es bueno o no que hayan salido muchas bajas. ¿Quién se beneficia?
—Bueno, en realidad, todo el mundo, mira, ven —lo toma de la mano con esa naturalidad y lo acerca a una mesa cualquiera—. Cada punto juega uno a uno contra el croupier. Si salen cartas buenas, hay más posibilidades de ganar porque son siete puntos contra uno.
Aziraphale le aprieta un poquito la mano, porque aunque... llevaba todo el día especialmente idiota con estas cosas, sintiendo mariposas en el estómago y demás. Vamos, aún eran ellos dos. Aun cuando no quisiera darle un beso.
—Probabilidades. Entiendo. ¿Entonces es algo del casino contra los que juegan?
—Eso es —asiente y le sonríe.
—Pero no hay forma de saber eso, ¿o sí? —Le sonríe un poquito también.
—¿De saber qué?
—Si el casino está siendo malo contigo.
—Bueno, supongo que los sabots tienen normas de seguridad estrictas y todo eso, o al menos eso dice el sentido común, si no la gente no vendría a jugar.
—¿Sabots?
—Las máquinas de barajar.
—Cielos. ¿Trabajabas en un casino?
—¿Es ese tu ego herido porque yo sabía una palabra que tú no?
—Es una palabra técnica —arruga un poco la nariz.
—Si así vas a sentirte mejor...
—Bien, Crowley. El marcador está ahora más o menos cien mil millones a... uno. Ya casi me alcanzas —ojitos en blanco.
Crowley se ríe porque ¡mira que enfadado está!
Frunce el ceño un poquito porque ¡no era esta la respuesta correcta!
¿Y cuál era?
¡Pues refunfuñar con él!
Ya, claro. Pat pat en la cabeza.
—Además, no se dice técnica, se dice de argoc—le imita todo tan estirado. Para que luego digas que no te escucha.
—Argot.
—Es lo que yo he dicho.
Le mira... y sonríe sinceramente esta vez. Juer, ha costado. Crowley le mira de vuelta y la verdad es que se emboba un poco.
—Sí, my dear, es lo que has dicho —y es que vale... vamos, quizás era verdad que llevaba demasiado tiempo en la tierra para acostumbrarse a los placeres de ella y a esperar los afectos... humanos habituales, como un beso. Finalmente, lo que tenía con Crowley no requería beso alguno mientras le mirara de esa forma y le hiciera reír... aunque eso también fuera humano
Parpadea lentamente con eso. No creo que ni oiga las palabras, vamos y las gafas no te ayudan.
—Y es perfectamente justificable que no conozca el argot de algo tan intrínsecamente... diabólico —agrega un poco más tarde de lo que debería, ejem. Blablabla. Parloteo.
Crowley parpadea saliendo del embrujo y carraspea.
—Ehm... Well. Whatever. No me líes, basta de cháchara —se acerca a una mesa y pone una ficha en CUALQUIER lado para apostar.
Aziraphale sonríe un poco y se le va detrás. Aunque mantiene un poco una distancia prudencial, observándole. La va a perder estrepitosamente por idiota. Es el punto de otro jugador, que además... se pasa.
—What the hell? ¿Quién pide carta con dieciocho? —protesta.
Aziraphale hace jijiji por ahí detrás, la verdad, a volumen suficiente como para que le escuche.
—¿No se trata en teoría de... ganar?
Ojos en blanco del demonio.
—A ver... mira ahí hay un punto libre —tira de él para ir a sentarse.
Se deja tirar, desde luego. Crowley deja sobre la mesa su bebida rosa, no sin sonrojarse un poco ante la mirada del resto de los presentes y hace la apuesta en el punto.
—No va más —asegura la croupier con un gesto de la mano sobre la mesa.
—¿Eso qué quiere decir? —pregunta Aziraphale a Crowley
—Que ya no se hacen más apuestas, ni se quita ni se pone. ¿Ves? Ahora reparte las dos cartas a cada uno y... ahora va a empezar a abrirlas —lo hace con un par de puntos hasta llegar a las suyas—. Es tu turno, angel, haz tu magia.
—¿Yo? ¿Qué hago, las miro?
—Que cuando las levante sean un as y una figura.
Aziraphale le mira de reojo... y se humedece los labios. Crowley sonríe divertido con esto.
El ángel carraspea un poco. NO debería hacer ningún tipo de magia con esto, desde luego. Pero quiere impresionarle un poco.
—Van a ser dos doses... —murmura en un susurrito para él. Crowley le mira de reojo. Y la chica las levanta anunciado que son... Un as y un rey. De tréboles.
—Blackjack! —exclama la chica tan contenta y Crowley se ríe.
Aziraphale se muerde el labio y es que no podría verse más COMPLETAMENTE culpable.
—¿No iban a ser dos doses? Cada vez se te dan mejor los trucos de cartas.
—Yo no he tenido NADA que ver con esto, desde luego Crowley —se cruza de brazos muy seriecito, pero aun viéndose dramáticamente culpable.
—Claro que no... —sonríe y aun sonríe más cuando la croupier saca veinte para la casa y le paga el Blackjack—. Pero esta —le muestra la ficha que acaba de darle—. Me la voy a guardar para siempre.
Aziraphale le mira con eso mientras el demonio se mete la ficha en el bolsillo de la camisa.
—La pésima influencia... tuya. Desde luego —sonríe de lado
—Un amuleto de... mi ángel de la guarda.
—Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día... —se le recarga un poquito encima, sutilmente.
—Ugh, ¡no me reces! —Y es que le deben dar escalofríos y algún picor en la espalda, si el terreno consagrado le quema los pies.
—Demonio de mi guarda, agridulce compañía... —Se ríe un poco con eso—. Vaya, creo que he encontrado un arma contra usted, señor demonio.
Se sonroja con eso, Aziraphale le da un traguito a su ginebra
—Voy a rezarte cada vez que te portes ligeramente mal. Puedo así meterte en cintura.
—Que vas a rezarme, vas a chillarme que es lo que haces siempre.
—Chillarte y hacerte ojitos de perro. Dame otra ficha —extiende la mano. Crowley lo hace, sonriendo con eso.
—Y yo sacaré mi ficha "Gabriel, adivina lo que hace tu beato."
—Según tú hago todo tipo de cosas horrendas conti... ¡no le menciones!
Se muere de risa.
—Como crea que le hablo y venga, te juro...
—¡Pero si lo he dicho yo!
—Bueno, últimamente no parece haber una línea muy clara.
—Entiendo la fascinación por estar en mi pellejo, pero...
—Ninguna fascinación por estar en tu pellejo pero empiezo a pensar que en el cielo... no distinguirán demasiado lo que haga yo a lo que hagas tú.
—Bien, solo te ha costado seis mi años darte cuenta, ¡a eso llamo yo ser una centella!
Aziraphale entrecierra los ojos mirándole fijamente.
—Sé que no les importamos, Crowley, no hablo PROPIAMENTE de eso.
—¿Entonces?
—A que lo poco que piensan de nosotros, es... como... uno.
—¿Qué?
—Un equipo.
—Mmmm... —no lo ve muy claro.
—Creo que ahora somos los... caídos —sonríe un poco y mira a la chica de las cartas a ver si empieza este juego de nuevo.
De hecho el juego ha estado siguiendo sin que él se entere de una mierda, tan mono levanta las cejas al notarlo.
—Los... ¡¿qué? ¡Por todos los demonios! yo ya no puedo caer de más sitios. Ni siquiera...
—Los caídos a la tierra.
—A la tierra... ojalá. Ojalá fuera eso y nos dejaran en paz definitivamente. Pero desde luego no hay jubilación en el infierno.
—No... No pensemos en eso ahora, ¿vale? Solo no llames a ninguno de ellos —le pone una mano en el hombro.
—De todos modos insisto en que no creo que nos hayan dejado definitivamente en paz. Debe de haber alguien, en algún lado, acechando también —no sé si es que le va el drama, las pelis de espías o es un paranoico. O a lo mejor todo a la vez.
—No me atrevo a desear que sea así —sonríe de lado pensando en su arranque de rebeldía de un rato atrás, mirando paranoicamente a su alrededor.
—Quiero decir... debéis tener... los tuyos, algún corresponsal aquí también, ¿no? Alguien vestido de Elvis casando a gente o algo parecido. Porque de los nuestros hay unos cuantos.
—Podrías dejar de intentar que desee que nos vayamos de aquí inmediatamente... vamos, sería apropiado si no quieres que aparezcamos repentinamente en una isla desierta.
—Vale, vale... solo se me ha ocurrido ahora —se defiende, levantando las manos y alguien se acerca a pedirle que si no va a jugar, deje el punto libre
—Ven, vamos a otra mesa —le pide esta vez él, tomándole de la mano.
Crowley se baja del taburete, siguiéndole. Aziraphale tira de él hacia el punto que encuentra más solitario y se gira hacia él.
—Crowley.
El demonio le mira, pensando que esto no es una mesa, pero vale.
—¿Crees que... crees que estamos siendo demasiado... irresponsables? —Mr. Ángel agobiado ha aparecido repentinamente aquí. La maaaaadre de todos los ojos en blanco.
—¿Te sentirías mejor si dijera que lo de las vacaciones fue idea mía... y tú solo me perseguiste para frustrar mis planes?
—En realidad... sí —le mira a los ojos por un segundo.
—Bien, entonces las versión oficial será que tú estás cayendo cada vez más y yo solo estoy aquí para asegurar que sea algo estrepitoso —sonríe, picándole y el ángel abre un poco la boca en shock.
—No, no... ¡Nada de que estoy cayendo estrepitosamente!
—¡Vale, vale! —se ríe—. Es solo una broma, ¡no hay que ponerse así!
—No me... no me pongo de ninguna forma —cambia el tono a media frase y le sonríe un poco.
—De todos modos no se te está dando ni tan mal —le muestra su pila de fichas—. Ni me estás dejando apostar.
—Casi ni siquiera has bebido —se ríe un poquito con eso.
—¡Además eso!
—Por qué no voy a buscarte un whiskey y tú eliges la mesa que te guste... —le propone con ese tono de voz de absoluto afecto. Crowley le asiente sonriendo
—Intenta que no sea rosa esta vez.
—Prometo que traeré algo que odies profundamente. Con una sombrilla.
—No esperaba menos... pero recuerda, si tiene más de tres frutas, no es un coctel, es macedonia.
—¿Consideras frutas a la aceitunas?
—Todo lo que no lleve alcohol de perse es fruta. Hasta el hielo.
—Lo tomaré en cuenta... —le medio guiña un ojo, yendo a la barra.
Crowley parpadea un poco con eso, incomodito y se va a una mesa de póker.
Aziraphale aprieta los ojos yendo rápidamente, porque... por qué le ha guiñado un ojo, ¡maldita sea! Se acaba su gin y se dispone a pedir el whiskey apropiado para Crowley y otra bebida dulce para él.
