Gabriel traga saliva porque acaba de hacer un golpe de cojones un poco fuerte frente a todas las altas esferas del cielo solo por callarle la boca a Azrael.

La verdad han habido también otros murmullitos, ni se hagan, querubines, que solo murmullan por culpa de Aziraphale como si fueran unos santos el resto del tiempo.

Y los serafines... vamos, mi abuelita ya lo decía, no hay cosa más chismosa que un serafín en el cielo.

Parpadeo. O...k.

Nah, claro que no, venga.

Azrael le mira con una ceja levantada. Y la verdad es que no es Azrael el único que le mira.

—Ehm... —vacila Gabriel—. Bien, dicho esto...

Vamos a decir que ha conseguido callar de manera bastante efectiva a todos los presentes. Bueno, Ehm, "silencio", fuera de los murmullitos.

Carraspeo, carraspeo.

—Volvamos al tema que nos atañe, la revuelta en el infierno.

—Vaya... —murmura Azrael, que por lo visto es infinito.

Gabriel pone los ojos en blanco sin siquiera mirarle.

—Hay que atacarles —insiste Sariel, conforme con este asunto.

—No, no —vuelve Remiel—. Pero ¿qué pasa con lo otro? Lo que nos iba a explicar el principado.

Raguel mira a Gabriel con una ceja levantada. Él se lleva un dedo al cuello de la camisa que de repente le aprieta un poco. Inexplicablemente.

—Sinceramente, me interesa saber lo que tienes que decir tú —Raguel le pone una mano en el brazo suavemente con un tono un poco distinto a su dulzura habitual.

—Bueno... veamos. Hay... un reporte del principado en el archivo para la consulta de cualquiera que quiera sobre esas actividades ilícitas en las que él asegura se vio envuelto de manera forzada. Y también hay uno del arcángel Sandalphon de cuando estuvo de compañero con el principado en la tierra en el que describe el acto. Si a alguien le interesa consultarlos puedo daros el número de expediente después en mi despacho.

La intimidad de Aziraphale al descubierto de todos.

—Es decir, realmente no tienes experiencia... de primera mano —insiste Raguel.

Otra vez Gabriel se relame, esta vez con un cosquilleo en sus latigazos.

—Por supuesto que no.

MENTIRAAAAAAAAAAAAAAAAAA, ASEGURA BELCEBÚ!

Nadie te ha invitado a esta reunión a ti.

YO SOY LA DUEÑA DE TU VIRGINIDAAAAAD

Ugh. Pura poesía esto tuyo.

Bueno, tú eres dueño de otras cosas suyas.

Her heart

—¿Qué concluyes de tu investigación? —pregunta Raguel aclarándose la garganta.

—Un... ángel no cae nada más por realizar el acto sexual con un demonio.

—¿Cómo es... el acto sexual con un demonio? —pregunta Sariel... sin pensar, en un instante de "lo dije o lo pensé".

Gabriel se sonroja, ahora sí sin esperar esa pregunta, la verdad. La verdad Sariel se cubre la boca con la mano en cuanto lo dice, pero es que... curiosidad, causa.

—Es... como... el de los humanos —responde Gabriel visiblemente nervioso, Raguel se revuelve en su asiento.

—¿A qué te refieres? —pregunta ella.

—El acto. La dinámica, es igual que con los humanos.

—¿No tiene nada... raro?

—Pequeños... matices.

—¿Cuáles? —pregunta Azrael.

—Bueno, un demonio no es una mujer humana —ay, Gabriel.

—¿A qué te refieres?

—Ellos hacen... cosas. Como nosotros hacemos la sanación.

—¿Qué cosas? —pregunta Remiel levantando las cejas un poco.

—En la línea de la excitación sexual... creo, no lo sé. Es confuso —es que le va el corazón súper rápido. Raguel carraspea con esa forma de explicarlo de Gabriel.

—¿Disminuyen la excitación sexual? —vuelve a preguntar Sariel. Raguel intenta moverse lo menos posible, sin siquiera parpadear, cualquier podría confundirlo con un mueble, ¿esa escultura de Raguel siempre estuvo ahí?

Gabriel mueve la cabeza de lado a lado un poquito y aprieta los ojos para acabar negando porque... todo lo contrario.

Una exclamación silenciosa recorre la sala haciéndole sonrojar un poco más y es que, tal vez deberían estar sintiendo un poco su... incomodidad y su... ejem. Bueno que se está acordando un poco vívidamente. Lo bueno es que es lógico estar incómodo por este tema, ahora, no sé cómo vas a explicar lo otro. Aunque como no es del todo... amor propiamente, aunque lo hay un poco, no sé si acaben de identificar.

—Ohh... ¿N-No lo hace? Pero...

—Al contrario —susurra y casi se ahoga. Sin ser capaz de mirar a nadie, con la imagen vívida de cómo es que... para nada es "disminuir" lo que hace.

Tienes ganas de repetirloooo...

¡No!

Siiiiií

—Espera, ¿qué estás diciendo exactamente? —interviene Raguel.

—¿Eh? —sale de sus pensamientos

—¿Estás diciendo que el principado reportó que los demonios pueden... mejorar el acto sexual? ¿Prolongarlo? —insiste Raguel, además, para hacer esto más incómodo.

Traga saliva porque el concepto... prolongarlo como si hubiera una duración estándar que aumentar. Belcebú asegura que no lo alarga lo bastante.

—P-Prolongarlo —repite Gabriel.

—No, mejorarlo o hacerlo más intenso —matiza un poco incómodo también, pero interesado en descubrir si Gabriel lo ha realmente leído o experimentado de primera mano.

Lo que se le alarga es la anaconda.

—¿M-Mejo... rarlo?

—Eso les haría aún más peligrosos —interviene Remiel reflexionando.

—Eso depende —replica Gabriel.

—¿De qué? —sigue Raguel.

—No se puede mejorar algo de lo que no se tiene experiencia previa —Gabriel le mira con cara de "como sea yo el único imbécil que no..."

—Ah... bueno... eso —Raguel se encoge un poco de hombros, mirando la mesa—. Sí.

Gabriel cambia de postura mirándole de nuevo más intensamente.

—Igualmente, para todo aquel que no lo ha probado, si es algo en lo que un demonio se especializa esto sería un... problema. Sabemos todos el peligro que implica esa actividad para la mente y para el cuerpo... como ejemplo tenemos al principado Aziraphale que parece haberse perdido en esas tentaciones —Sí, veo que el cinismo es parte de la esencia angelical.

—Para... todo aquel... —repite Azrael, es que...—¿Cómo sabes tú todas esas cosas, Gabriel?

—Tú lo has dicho, hice mis investigaciones...

—Pero hay cosas que no puedes saber preguntando.

—¿Por qué no?

—¿Cómo vas a saber si excita más o menos si no lo pruebas?

—Eso es justo lo que yo he dicho, Azrael, no se puede mejorar algo que no se ha probado.

—Igualmente, ¿cómo sabes que saben hacer eso si no lo has probado?

—Porque lo he visto con el principado.

—Quizás... deberías probarlo tú —responde Raguel mucho más bajito, mirándole y volviendo a ponerle una mano en el brazo. Gabriel se paraliza con esa idea.

—¿Q-Qué?

—Hablemos de eso más tarde —le indica de nuevo bajito y luego sube el tono de voz—. Quizás hemos de hablar mejor del estado actual del infierno.

Gabriel sigue mirándole con los ojos abiertos como platos.

—¿Qué tan factible es atacar? ¿qué tan probable es que ganemos?

—La verdad, no creo que tengamos mejor oportunidad que esta —asegura Uriel a quien la conversación vuelve a interesarle.

—Pienso lo mismo —asegura Sariel—. Estamos incluso en una mejor posición que en el apocalipsis. El infierno está diezmado y desorganizado.

—Y ellos no se lo esperan —asiente Uriel—. Tengo aquí las estadísticas sobre varios posibles escenarios... —se vuelve a las pantallas empezando a mostrarles.

Raguel no mira a Gabriel aunque sabe que le está mirando con ESA cara.

—Tampoco estamos nosotros en el mejor de los estados —asegura Azrael—. Para empezar la comandante de nuestro ejército está descorporizada.

—Pero va a estar bien en unas horas —responde Uriel.

—Y la situación del infierno quizás mejore en unas horas. ¿Sabemos cómo está el infierno ahora mismo, Gabriel?

—No, no hay comunicaciones... —le mira y busca su teléfono porque hace rato que no lo comprueba.

—Pero no vamos a perder esta oportunidad solo porque un ángel sea baja, así sea Miguel —sigue Uriel.

—Es una oportunidad de oro para vencer al infierno, Gabriel —insiste con ella Sariel.

—La verdad... —empieza Gabriel echándose atrás en su silla y olvidando el asunto del teléfono, debe haberlo dejado en su despacho. Hace una pausa, jugando con un bolígrafo de por ahí en sus manos.

Todos le miran.

—Los eventos recientes me han hecho reflexionar sobre eso y es que... una vez venzamos al infierno... ¿Qué?

Sariel parpadea varias veces sin esperarse eso. Uriel mira a Sariel por ayuda, la verdad.

Aziraphale opina que ya podría haberse dado cuenta de eso antes de intentar matarle...

Una cosa no tiene que ver con la otra.

Bleh

—¿Cómo que qué? —protesta Sariel indignada

—¿Cuál es el plan entonces?

—Ser los ganadores, disfrutar la victoria. Librarnos de los demonios para siempre... ¡y de ser posible quizás también de los condenados!

—¿Y qué pasará entonces con los pecadores?

—Esas preguntas incendiarias no son buenas, Gabriel, sabes bien a donde llevan —le advierte Uriel, nerviosa.

—Sabemos bien que si el plan es terminar con el infierno, Dios sabrá que espera para ellos —asiente Sariel con los mismos nervios.

—No me preocupa lo que les espere a ellos, me preocupa lo que nos espere a nosotros.

—¿Dices que ya no tendremos una contraparte? —pregunta Raguel.

—Digo que no habrá nadie para gestionar lo que el infierno gestiona, así que supongo que nuestra señora elegirá a algunos ángeles de entre nosotros para ocuparse de esas labores.

—Parece lógico pensarlo... —susurra Remiel—. Pero los caminos de Dios son inescrutables.

Azrael se revuelve un poco mirando a Remiel de reojo.

—Bien que lo sé, Remiel. ¿Pero que podría hacer si no? ¿Crear demonios nuevos? Eso solo haría que tuviéramos el mismo problema otra vez, con gente distinta. ¿Eliminar el pecado? Eso no entra dentro de sus planes sobre el libre albedrío —sigue Gabriel.

—E-Es imposible definir cuál es el designio de Dios, pero siempre ha parecido que vencer al infierno era, claramente, una de las cosas que debíamos hacer —explica Sariel, mordiéndose el labio y mirando a Uriel de reojo.

—Lo que no veo es en que nos iba a beneficiar a nosotros eso. No veo un escenario real y posible en el que después de todo... salgamos realmente beneficiados.

—Pero estás... pero... —es que Sariel está sin palabras, porque ha oído a Gabriel apoyar la idea de destrucción del infierno otras múltiples veces.

—No será que ese principado corrompido te está corrompiendo a ti por oírle demasiado —sigue Uriel.

—Uriel... —Raguel la mira, un poco en plan de... "mira lo que le estás diciendo a Gabriel, no te pases..."

—Lo sé, lo sé, pero este discurso es muy parecido al del principado, este.. cuestionamiento a los obvios planes divinos, nuestra propia naturaleza contraria al infierno, la guerra definitiva que se detuvo...

—Supongo que podemos seguir ese plan y ver qué ocurre... —responde Gabriel—, al final, siendo yo el encargado del correo, no creo que nuestra señora me elija para ocuparme de las almas de los condenados, cuando hay personas aquí que ya están acostumbradas a hacer eso.

Sariel levanta un poco las cejas, sintiéndose repentinamente aludida.

—Realmente no sabemos si... es decir... podría ser cualquiera —alega.

—T-Te refieres a... —Remiel también se revuelve porque la reencarnación es solo como... otra opción alternativa.

—Me refiero a que alguien deberá seguir entregando los mensajes divinos... pero no creo que hubiera problema en añadir algunas responsabilidades más a... el ángel de la muerte. O la encargada de los pecadores. O justamente el encargado de las reencarnaciones.

Azrael levanta una ceja.

—A mí no me van a encandilar más responsabilidades de las que ya tengo —protesta.

—Bueno, alguien tendrá que encargarse de lo otro así que... tal vez te las cambien teniendo en cuenta que uno de los jinetes podría hacerse cargo de las tuyas actuales.

—Discúlpame pero me parece que no tienes NI IDEA de lo que estás diciendo, office boy.

—Lo que digo es que si fuera tú estaría más preocupado de lo que estoy, pero si tú estás tan seguro... —levanta las manos.

—¡Yo no he dicho que deberíamos atacar tan a la ligera! De hecho justamente estaba de tu lado en esto, del tuyo y de tu novia —vuelve a protestar, Azrael, nervioso.

—No tengo... —empieza, desde luego.

—Vamos, es que si el plan de Dios no es atacar... —interrumpe Sariel, que ahora mismo le parece que si es ella la encargada de las almas de los pecadores en la tierra... sin que haya infierno seguro, SEGURO que le toca a ella en el más allá, ¡ya lo está viendo!

—¡Pero como no va a ser el plan de Dios atacar el infierno! —sigue Uriel, indignada ahora con Sariel.

—¡Pues realmente uno no sabe!

—No puedo creer en serio que vayáis a poneros todos ahora en este plan.

—Pues uno no sabe realmente cuales son las expectativas. ¿Y si atacamos y no es lo que ella quiere? ¿¡Qué señal más clara puede haber que el que la comandante del ejército esté completamente incapacitada!? —insiste Sariel. Vale, Gabriel, te has salido con la tuya.

Gabriel sonríe triunfante.

—Además, Uriel, por la experiencia con Rafael... el Arcángel de la sanación... y lo hizo caer. No creo yo que tú y yo estemos tan exentos de esto tampoco.

—¡Sus motivos tendría! —chilla Uriel—. Ella no nos haría caer sin un buen motivo.

—Calmen, calmen... lo único que está ocasionando esto es dividirnos —Raguel les mira a todos en la mesa.

—Votemos entonces —propone Gabriel.

—Votemos... —asiente Azrael.

—A mano alzada, quien cree que NO deberíamos atacar el infierno.

—En este momento —aclara Sariel... y levanta la mano. Remiel y Gabriel también la levantan. Raguel se abstiene como en el noventa por ciento de las votaciones como estas.

Azrael... mira a Uriel... ve que definitivamente no van a ganar, así que... no la levanta, solo para no estar de acuerdo con Gabriel.

—Bien, tres y tres, habrá que esperar a Miguel para el desempate

—¿Tres? ¿Cuáles tres? —pregunta Azrael levantando las cejas.

—Tres a favor y tres en contra —sigue Uriel.

—¿Quién es el tercero a favor?

—Tú, Raguel y yo.

Azrael se gira a mirar a Raguel.

—No, querida Uriel, lo siento, pero yo me abstengo. No puedo estar a favor de una invasión. Tampoco quiero estar en contra.

Ojos en blanco de ella.

—Aún así, habría que esperar la decisión de Miguel y yo tendría que votar para el desempate si estuviera del lado de la invasión —explica Raguel, al que no le gusta que ella se enfade.

—Miguel va a votar a favor de atacar, es su... live motive.

Raguel suspira. Gabriel mira a Azrael porque antes ha dicho que estaba de su lado.

Ojos en blanco. Ugh.

—Yo cambió mi voto a no atacar.

Uriel levanta las cejas. Azrael no le mira, ni a ella ni a Gabriel.

—¿Algo más?

—Entonces... ¿No vamos a hacer nada de nada? —pregunta Remiel, que tampoco quiere que Uriel se enfade.

—No creo que esa sea una buena idea tampoco —asegura Sariel, mirando a Uriel de reojo.

—¿Alguna idea? —pregunta Raguel.

—¿Pues qué queréis hacer? ¿Bajar a ayudarles? —protesta sarcásticamente.

—Uriel, venga... —Raguel mira a Gabriel de reojo porque se tensa mucho con este tipo de cosas.

—Precisamente —responde Gabriel sonriéndole a Uriel.

—¿¡Perdona?! Por Dios, Gabriel, ¡ahora si te ha comido la cabeza esa demonio! —chilla Azrael.

Uriel también le mira indignada porque... joder!

—Hombre, Gabriel, tal vez eso es un poco demasiado... —añade Remiel intentando calmar los ánimos.

—Explícate, Gabriel, por favor —pide Raguel.

Gabriel se pone de pie. Como te gusta esto, darling.

—No estoy diciendo que les ayudemos de manera altruista. El infierno está en una situación delicada, por lo que vi ahí abajo, había dos grandes frentes importantes. El de Leviatán y... bueno, obviamente el régimen actual —no te atreves a decir su nombre, muy bien... igual estás vibrando un poco en otra frecuencia, querido—. Sé que los rebeldes han sido reducidos, pero por supuesto siguen habiendo pequeños focos con diferentes lealtades repartidos por zonas. No tengo muy claras cuales son porque todo lo que hay ahí abajo es un caos y no tuve tiempo de hacerme un mapa completo de la situación. Además estoy seguro que para estas alturas ya ha cambiado.

No te atreves a decir Belcebú.. No, le da miedo que noten...

—Ah, Leviatán no me desagrada —suelta Azrael solo para molestar—. Quizás deberíamos apoyarle.

—Le vi morir.

La verdad, eso levanta más de algunas cejas, porque Leviatán no es un cualquiera.

—Qué bonito... ¿a manos de quién? —pregunta Azrael. Gabriel vacila un poco pensando en decir "fuego cruzado."

—B-Belcebú —responde lo más llanamente que puede, sin mirarle—. Pero eso no es lo importante —cambia de tema rápidamente.

—Tu novia —agrega Azrael que tiene ganas de marcha.

—El caso —se sonroja, ignorándole—. Es que tenemos la posibilidad de intervenir y prácticamente ELEGIR quien nos interesa desde el cielo que esté a cargo del infierno.

—A ti te interesa ella, precisamente —sigue Azrael el infinito, riéndose un poco.

—Esto no va de mí, ni de los que equivocadamente creas que son mis intereses personales.

—¿Vas a decirnos que no quieres que ELLA siga siendo la que está a cargo del infierno?

—Jóvenes, les recuerdo que están los querubines y los serafines aquí... —les riñe un poco Raguel. Gabriel traga saliva con esto.

—Lo que quiero es que elijamos lo que más nos convenga a todos, les ayudemos y así, además, estén en deuda con nosotros.

—Bueno, pues por favor véndenos la idea de que sea ella.

—Porque no nos la vendes tú, ya que pareces tan interesado —se humedece los labios, mirándole fijamente.

—No, sinceramente creo que es un desastre...

—Tienes alguna opción mejor, deduzco.

—Esperaba que tú nos convencieras.

—¿Para qué? si tú ya lo estás, perfectamente.

—Venga, Gabriel no seas tímido.

—No es timidez.

—Parece que te da vergüenza hablar bien de ella.

—Azrael, para ya —protesta Raguel, frunciendo el ceño.

—Tampoco es vergüenza, ya te he dicho que estás imaginándote cosas y sacando otras de contexto.

—No voy a parar cuando bajamos todos ahí a por él, arriesgando la piel... ¡y él está proponiendo además ayudarla!

—Ni siquiera es una cosa arriesgada... Es una propuesta que parece bastante lógica, Azrael —insiste Raguel.

—Tú eres el único que la está señalando a ella.

—¡Atrévete a decirnos aquí frente a todos que no quieres favorecerla a ella!

—A quien quiero favorecer es a quien más nos convenga a todos.

—¿Y no es ella?

—Eso es algo que hay que decidir entre todos.

—Pues justo por eso pensé que tú, que la conoces más, debías tener algún argumento a su favor o en su contra.

—Igualmente esperaba saber si había apoyo o no a la idea antes de hacer campaña por uno u otro bando.

—Pues votemos.

Gabriel se humedece un poco los labios porque no han discutido siquiera, solo ha sido Azrael dando por culo con Belcebú.

Pues discute, anda, diles antes de que no ganes.

—¿Quién quiere hacer eso que dice Gabriel? —pregunta Azrael.

—A lo mejor podríamos hablar antes de las inquietudes de los demás que no sean básicamente acusarme de manera infundada de semejante atrocidad como si pretendieran ocultar algo propio, Azrael.

Azrael hace los ojos en blanco

—Pues es que estás proponiendo ayudar al infierno, Gabriel, también te acuso yo —protesta Uriel.

—No estoy proponiendo ayudarles, estoy proponiendo sacar partido de su conflicto.

Thank you, Uriel.

—¡Ayudándoles!

—La verdad es que suena un poco inmoral —interviene Remiel, pensándoselo.

—¿Inmoral ayudar a alguien? —pregunta Gabriel.

—Bueno, no a alguien... ¡Al infierno!

—A su novia —susurra Azrael.

—Al bando más conveniente —media Raguel—. A lo mejor podrías explicarnos como están los otros bandos.

—No he visto demasiado, Leviatán era la oposición más ferviente, Lucifer estaba con él y hasta donde sé cuándo redujeron a Leviatán él tomó el mando de los rebeldes, pero había otros focos de otros señores del infierno que no iban con ellos, aunque no estoy seguro de quienes eran, supongo que Aamón y Mammón porque Asmodeo estaba encerrado en las mazmorras desde antes de que estallara la revuelta.

—¿Estaban vivos? —pregunta Raguel soltando una bocanada de amor inesperadamente y sin que parezca que viene a cuento de nada.

—Cuando estuve ahí, parecía que sí, no te sé decir ahora.

—Entonces, nuestras opciones son Belcebú, Lucifer, Aamón y Mammón —enumera Remiel.

—En serio seguís valorando esto —protesta Uriel.

—Tampoco está nadie proponiendo alternativas... —sigue Gabriel.

—¡Yo he propuesto una! —vuelve a insistir Uriel.

—Yo sí quiero saber quién sería el bando más conveniente según ustedes —asegura Sariel.

—Pues... eso depende mucho.

—¿De qué?

—De lo que queramos. De lo que nos convenga. Podría convenirnos tal vez un demonio... experimentado y que ya sabemos cómo trabaja y qué cosas va a hacer, con quién ya tenemos términos de convivencia y límites relativamente claros —carraspea Gabriel—. O podría convenirnos un demonio nuevo en el cargo completamente explosivo en sus ansias de poder pero al que podamos más o menos modelar a nuestro antojo.

Relativamente. Muy relativo todo.

¡Pues todo estaba más claro y era menos relativo antes de que ella empezar a hacer cosas raras!

Que te gustan... ¿O preferirías volver a ese momento?

Shut up! A ratos, sí.

—Todos han sido el demonio al cargo en algún momento, tal vez podríamos apoyar a alguno con el que no nos haya ido mal cuando estuvo en el poder... —propone Raguel y Azrael sonríe.

—También habría que ver con que bando tenemos más posibilidades, esto no sirve si no apoyamos a los que ganen...—insiste Gabriel.

—Yo no creo que tenga que ser al bando que gane, o sea... ¿Cómo pretendes ayudarles? ¿Bajamos ahí y... bendecimos a sus enemigos? —pregunta Remiel.

—No puedo creer que realmente os estéis planteando todo esto tan estúpido —protesta Uriel oootra vez cruzándose de brazos.

—Menos aún después de la última vez que bajamos —concede Azrael a Uriel.

—Si no apoyamos al bando que resulta vencedor... el que lo sea les ajusticiará una vez se termine la revuelta y si además descubren que hemos colaborado nosotros, aún más van a aniquilarlo por completo. No sirve de nada tener el favor de un puñado de demonios muertos —explica Gabriel.

—Pero es que... elijamos el bando que elijamos, van a ganar por defecto, ¿no? Quiero decir... ¿acaso cualquier otro bando tiene mucho que hacer contra el apoyo celeste? —pregunta Remiel.

—Ese es un buen punto —asiente Sariel—. Daremos ventaja a cualquiera.

—Eso depende, puesto que la idea no es bajar y pelear junto a ellos. Solo ayudarles... por ejemplo, dándoles armas y dejando que ellos gestionen el conflicto —explica Gabriel—. Por muy poderoso que sea lo que les demos, si los que elegimos no saben gestionarlo bien, no importa lo que hagamos.

—¿Armas? ¿Quieres darles ARMAS al infierno? —protesta Uriel, incrédula de lo que oye.

—Armas letales para ellos e inofensivas para nosotros. El principado Aziraphale tuvo la idea, cuando se le encomendó matar al demonio Crowley, de utilizar pistolas de agua bendita. Y funcionan. Son inofensivas para nosotros, pero funcionan.

El parpadeo generalizado.

—¿¡Pretendes usar agua bendita para qué?! —pregunta Sariel salgo escandalizada.

—Para que se maten entre ellos y aun mermen más su poder —explica Gabriel—. Lo he visto, así es como redujeron a Leviatán —insiste sin pensar que hace rato ha dicho que lo hizo Belcebú... así que alguien tuvo que darle el... arma del crimen para hacerlo.

—¿No había Belcebú matado a Leviatán? —sí, es Azrael el que lo dice. Gabriel vacila y... no responde a eso, porque... bueno, sí. Y una cosa no conflictua la otra—. ¿¡Ven?! ¿¡Ven?! ¡Él quiere ayudarla a ELLA!

—Azrael, deja que hable —le riñe Raguel.

—¿Lo que estás diciendo... es que tú YA le diste esas armas a Belcebú? —pregunta Uriel deduciendo lo mismo que Azrael.

—Bueno... No podría haber venido aquí a presentar una idea sin saber si era factible o no —vacila sonrojándose, si serás cínico.

—¿¡Cómo se te ocurre darles agua bendita así sin preguntar a nadie1? —riñe Raguel a Gabriel palideciendo un poco.

—¡Y ahora lo está presentando como una idea para aprobación de todos! ¡Hasta confiesa! —sigue Azrael.

—No estoy confesando nada, no fue a la única a la que le di armas. Otros fueron tan estúpidos de no confiar en mí y de incluso hacerlas explotar en sus manos reduciéndose a sí mismos. Solo digo que es algo a tener en cuenta —se defiende, nervioso. Raguel se lleva una mano al corazón con un pequeño micro infarto por esa descripción.

—Él le da armas a ella, ella confía en él. ¿¡En serio no lo ven todos?! —sigue Azrael.

—Ella no confía en mí, solo es lo bastante lista como para aprovechar las oportunidades que se le presentan —replica poniendo los ojos en blanco, anda que no suena MAL eso.

—La oportunidad de liarse contigo, por ejemplo...

—¿Eso es por lo que... ha explicado el principado antes? —pregunta Remiel sin saber cómo interpretarlo.

—¡No, claro que no! —chilla sonrojándose más y cada vez costándole más ocultar sus emociones, Raguel le mira intensamente. Todos, de hecho—. Está bien, está bien. Interpreto que no es una idea que nos atraiga, así que... descartémosla y ya —decide, en pánico, tratando de calmarse.

—A mí me gusta —suelta Azrael—. Hay que votar.

Ojos en blanco de Gabriel y Uriel. Bueno, o eso haría Gabriel si pudiera respirar.

—¿Quién quiere que a Belcebú se le presenten más... oportunidades? —pregunta Azrael levantando una mano.

WTF! Gabriel no va a votar eso... y desde luego Uriel tampoco.

Raguel se abstiene como siempre, bastante pálido y Sariel no entiende que es lo que están votando, la verdad. Remiel les mira sin saber qué hacer tampoco...

—Ehh...

—Oh, venga ya, Gabriel —protesta Azrael.

—No pienso ser vuestro hazmerreir, Azrael. Estás malinterpretando completamente todo esto, prefiero mantenerme al margen en la votación.

—¿A qué viene esta tensión excesiva entre ustedes dos? —pregunta Raguel.

—¿Me estás acusando de difamarte? —sigue Azrael ignorando un poco a Raguel.

—Sí. Es exactamente lo que estás haciendo —replica Gabriel.

What? ¡No!

—Te parece un juego muy divertido molestarme.

—Yo no estoy mintiendo, no me acuses de eso.

—Claro que lo haces, mira de que me estas acusando a mí.

—Estoy siguiendo la lógica.

—Una lógica rebuscada que te has sacado de la manga.

—¡No soy el único que piensa esto!

—¡Desde luego que lo eres!

Uriel carraspea como si también lo pensara. En otras circunstancias no se habría metido pero ahora está enfadada con Gabriel. Él la mira con cara de "Traidora!" Azrael se echa atrás en su asiento con ese carraspeo y sonríe de lado.

—Soy el único que se atreve a decírtelo, que es distinto.

—Bueno, qué vamos a hacer al final entonces —carraspea.

—Pensé que ya habíamos votado —responde Raguel.

—Votemos de nuevo... ¿quién estaba favor de ayudar a Belcebú a ganar la guerra?

—Entonces no vamos a ayudarles. ¿Qué vamos a hacer en vez de ello?

—¿No hemos dicho que vamos a votar por ello? Todos los que vemos asuntos relacionados con el infierno hemos tratado con Belcebú, y... de alguna manera conocemos este régimen, para bien o para mal —sigue Azrael.

—Y la votación ha salido a uno a favor, Azrael.

—¿Vas a decirme que tú no vas a votar por tu propia idea?

—He dicho que yo prefería abstenerme para no crear más conflictos inducidos.

—Anda ya, Gabriel. Igualmente, dos votos no son suficientes —sigue Uriel.

—¿Y nadie más tiene interés en que Belcebú nos deba un favor? —Azrael mira a Remiel y a Sariel.

—Es que... no lo veo claro. No creo que ella vaya a ser tan... o sea, perdonadme, pero me parece que ella no va a considerar que nos debe un favor. Y aunque lo considerara, ¿confiaríamos en ella para que nos hiciera un favor? —explica Remiel un poco incómodo con todo esto.

—Más que en el resto... el problema es que si no es ella, será alguien más —agrega Azrael.

—¿A qué te refieres?

—¿De verdad queremos que el infierno tenga a alguien más al frente? ¿Cuántos años tardamos en organizarnos con esta administración? —Azrael insiste, incluso un poco apasionadamente.

Gabriel le mira de reojo, entrecerrando los ojos. ¿En serio? ¿En serio vas a estar CELOSO ahora?

—Pero Gabriel ha dicho que ella estaba ganando de todos modos, ¿para qué iba a aceptar nuestra ayuda si en realidad no la necesita? —sigue Remiel.

—¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que gane y no reconozca a nuestra ayuda? Igualmente ganamos bastante con que no sea algún otro de los príncipes el que quede a cargo... ¿te imaginas al régimen de Belfegor? O, Dios no lo quiera, ¿a Aamón? —sigue Azrael.

—Pues nos arriesgaríamos a bajar a ofrecer nuestra ayuda y que se burle de nosotros o que nos haga lo que le hicieron a Miguel... o a ti mismo.

—Para mí el riesgo vale el evitar el potencial desastre.

—Y supongo que muy proactivamente te vas a presentar voluntario a bajar ahí —replica Gabriel esta vez. Otra vez... los celos.

—Pues... quizás.

—No puedo creer que estés diciendo todo esto y que vayas a bajar e intentes hacer creer a todos que el... affair lo tengo yo —frunce el ceño.

—¿¡Tienes un affair?! —pregunta Sariel que se ha perdido un poco.

—Al parecer, según Azrael, pero empiezo a pensar que me señala a mí para que nadie le vea a él.

—Oh, come on! —Azrael protesta y se sonroja un poquitín, solo por la acusación en si—. Belcebú me cae bien, la he visto un montón de veces y tiene un humor... peculiar. Pero ¿un affair? Ni siquiera parece alguien con quien se pudiera tener un affair.

—Pues suenas muy seguro al acusarme a mí... y por lo visto a ti te cae bien incluso —Gabrieeeeeeel, en seriooooo. Los celoooos.

La verdad hay ciertos nurmullitos entre el resto de oyentes.

—Todo lo bien que me puede caer un demonio. ¿A ti no?

—Así que no solo te cae bien y te hace gracia... la defiendes como la mejor opción de príncipe del infierno y te propones tú mismo para bajar a ayudarla.

Azrael le mira a los ojos y él le sostiene la mirada, haciéndole un gesto con las cejas de "donde las dan las toman".

—La verdad, preferiría que alguien más bajara... el principado o... yo qué sé, debe haber otras opciones.

—Qué casualidad.

—Me acaban de herir casi mortalmente ahí abajo... no necesito otra herida así. Es tu plan, seguro tú puedes organizarlo.

—Ah, claro, claro... la herida mortal.

—Me hace gracia que intentes voltearme esto a mi cuando eres tú el que admitiste que ella estaba enamorada de ti.

Gabriel se humedece los labios haciendo una pausa.

—Y tal como te dije entonces, ese es SU PROBLEMA —responde suavemente.

Raguel levanta la cara con eso, porque les estaba oyendo únicamente, tenso, TENSO.

—¿Qué has dicho? —pregunta con un tono más afilado del normal.

—Que si acaso es cierto... es problema de ella.

—Ella está enamorada de él —repite Azrael al mismo tiempo. Gabriel se cruza de brazos, sonrojándose un poco.

Raguel se humedece los labios con eso, mirando a Gabriel y frunciendo un poco el ceño. Remiel levanta las cejas porque eso si que no se lo esperaba y Uriel pone los ojos en blanco con ESTE BLOODY TEMA OTRA VEZ. ¿Cuántas veces tiene que decirles que los demonios NO PUEDEN AMAR?

—Retira a los querubines y serafines, por favor —le pide Raguel a Gabriel para hacerlo todo aún peor, no es por nada.

—¿Disculpa?

O sea que les pidas que se retiren, tú que lo mueves todo. No que vayas tú, querido. Pero vale, puede hacerlo él. Lo que le ha parecido ahora es que esto es un asunto más delicado y no debe oírlo todo el mundo. Lo cual hará que TODO el mundo hable de ello. Se gira a un querubín y le hace un gesto para que se acerque.

No, no, ahí va Gabriel a levantarse, lo que pasa es que es súper anticlimático que los eches en mitad de esto porque justamente va a hacerse la madre de todos los RUMORES.

Sí... Oh, sí.

De hecho, ya están empezando, Gabriel ha creído oír a alguien mencionar de nuevo el asunto de cuando lo subió volando y de que la curaron.

Azrael sonríe traviesamente con todos los murmullos.

Tras un poco de esfuerzo y de órdenes consigue cerrar la puerta detrás del último de ellos.

—Thank you.

Gabriel se vuelve a su sitio.

—¿Qué está pasando, muchachos? ¿Qué es esto de que el príncipe del infierno está enamorado de ti, Gabriel?

Gabriel no le mira. Raguel sí que mira a Gabriel y al notar que no le mira se gira a Azrael.

Uriel vuelve a poner los ojos en blanco porque todos siguen vacilando y vacilando infinitamente.

—Es una idea que se ha inventado Azrael y que yo le seguí porque no parecía que fuera a entrar en razón —explica Gabriel.

—¿Ahora vas a decirme que lo he inventado yo? —protesta Azrael.

—Sí.

—Pues es que es obvio, ¿Cómo va a estar ESE demonio enamorado de Gabriel? —pegunta Sariel, casi intentando reírse medio nerviosa.

—Exacto, los demonios no... —sigue Uriel.

—Así que me mentiste, Gabriel, cuando dijiste que si estaba enamorada de ti —Azrael les ignora.

—¿Eso te alivia?

—No, simplemente no te creo capaz de mentir con esa frialdad solo para callarme.

(Ja, dice Belcebú... ¡JA!)

—Más que mentirte era decirte lo que querías oír con tal de que me dejaras tranquilo.

—¿Por qué están peleando los dos de esta forma? —pregunta Raguel, preocupado.

—YO, porque él insiste en difamarme —se defiende Gabriel.

—No insisto en DIFAMARTE, insisto en saber qué te traes entre manos.

—Ya te he dicho que nada.

—Estoy sintiéndoles a ambos que están peleando... por afecto —explica Raguel.

What?

—¡No! —protesta Azrael un poco tomado por sorpresa con esa declaración.

—Pareciera que están peleando por el afecto de un demonio.

—¡No! —vuelve a insistir Azrael.

—Desde luego que no, si acaso estamos peleando para ver cuál de los dos es el que lo tiene porque nadie lo quiere

Raguel mira a Gabriel atentamente, que no le mira. Ni a él ni a nadie, ojos cerrados. Concentración máxima, no sientas, no sientas, no sientas. Repitiendo la tabla de siete. Siete por uno siete, siete por dos catorce, siete por tres veintiuno...

Siete por cuatro Belcebú.

Siete por cuatro Belce... NOOOOO

—No me gusta cuando pasan estas cosas y lo saben, muchachos.

—¿Qué cosas? —pregunta Remiel.

—Cuando peleamos y no colaboramos entre nosotros. Esto es lo que hace el infierno, dividirnos... no podemos permitir que su influencia llegue hasta nosotros —sigue Raguel.

Gabriel gira un poco la cara y se muerde el labio porque sabe que esto es su culpa. Azrael gira la cara para el otro lado pensando que esto... es su culpa. Él es el que no ha dejado de molestar a Gabriel, presionándole completamente sin tener seguridad de nada.

—Necesitamos mantenernos juntos y decidir lo que sea mejor para todos nosotros. Quizás sí es sacar provecho de la situación del infierno, pero no puede ser a cambio de quebrantar nuestro amor.

Si no hubiera... caído en la tentación... probablemente esto era lo que quería ella. Dividirlos así a todos, por algo era el príncipe del infierno, sigue pensando Gabriel.

Belcebú FACEPALM

¡Pues, pues!

—Por favor, mírense a los ojos, pídanse disculpas y encontremos lo más conveniente para nosotros.

Gabriel traga saliva y mira a Azrael de reojo, que se levanta de su asiento yendo hacia él.

Gabriel se levanta también, nervioso y Azrael le abraza de golpe, sonriendo un poco, a lo que el otro suspira y le abraza de vuelta.

—No te enfades, no lo hago a la mala...

—Lo lamento, estoy asustado.

—No lo estés, todo va a estar bien... —le aprieta más.

Gabriel toma aire profundamente porque... solo le dice eso porque no lo sabe todo.

—Y puedo ayudarte si necesitas que lo haga —le susurra, bajando más aún el tono de voz.

Niega un poco porque... nadie puede ayudarle. Drama drama drama. Absoluto drama.

—Vengaaaa, Dios siempre provee una salida —le susurra dándole un último apretón y separándose un poco.

Gabriel se separa sin mirarle porque le parece que es él quien está defraudándola a ella.

Venga ya, ¡No! ¡Ugh! ¡Azrael!

A Dios, no a Belcebú.

Sí, sí, eso imaginábamos. Belcebú se queja de que Azrael está haciéndole pensar esas mierdas.

—Gabriel y yo bajaremos al infierno si a todos les parece bien, para seguir su plan —determina Azrael sonriendo un poco.

Gabriel se tensa con eso.

—Bien, eso suena a un plan —Sariel da una palmada, sonriendo.

—Pero la votación ha salido que no —protesta Uriel.

—Uriel necesita un abrazo... —Azrael la mira sonriendo.

—¡Lo que necesito es que todos dejéis de ser así!

—Ven aaaaquiiií

—¡Azrael! ¡No!

Gabriel sonríe un poco con las protestas de Uriel.

—Remiel dile... dile que venga —abraza a Gabriel con un brazo y abre el otro para invitar a Uriel, sonriendo. Gabriel hace lo mismo.

—Urieeeel... —pide Remiel, riéndose un poco (y quien en este mundo no se querría meter a un abrazo de esos dos, Uriel, no nos jodas).

Ella les mira a los tres, vacilando. Gabriel tira un poco de Azrael de la cintura para acercarle a ella.

Azrael se deja tirar, acercándose a Uriel para levantarla de su silla. Ella protesta un poco pero al final cede.

Y ahí la abrazan del toooooooodo, Azrael le da unos cuantos besos en la cabeza, levantándola un poco del suelo cargada. Gabriel también le ayuda.

Sí, tienen 5 años. Ella protesta un poco pero pronto se ríe.

Azrael se ríe más aún... bien que les quiere y la verdad, uno de los dos, no sé cual, se va a llevar un beso de los buenos de Gabriel... porque necesita probar que...

¿Que... aún tiene el toque especial o que... nadie más le hace sentir lo que le hace sentir Belcebú?

La segunda, porque en realidad me parece que lo de los besos no es tan raro que lo hagan.

Pueden ser los dos, primero uno y luego el otro.

Belcebú traga saliva, nerviosita ¿Y si siente lo mismo con uno de ellos? ¿O con los dos? O peor aún ¿y si siente algo mejor con ellos?

No, maldita sea. No es lo mismo para nada. Puede que sea solo por lo prohibido o... quien sabe, pero... No. Maldita sea. Con ella como que... siente como un escalofrío en la espalda y con ellos pues es como abrazar a un hermano. Está SEGURO que no van a lograr que se le levante nada, ellos.

Pues claro que no, son tus hermanos. Ella... es tu chica.

Ugh, o sea... no, pero... Es que... ni siquiera una imagen bucólica de la casita con el jardincito y la valla.

Ni siquiera te haría la más mínima ilusión.

Ugh.

Azrael se ríe un poco, levantando la mano y despeinándole (perdón, quiere hacer esto hace DÍAS)

Ugh. UGH. Paso atrás, porque estaba un poco ensimismado en su drama mientras Belcebú le recuerda que si tuvieran una casita con un jardincito, probablemente ella no le dejaría salir casi nunca, le tendría completamente a su merced en la cama.

—Creo que... creo que no deberíamos hacer esto —responde Gabriel asustado de repente.

—¿Hacer qué?

—Nada que yo haya propuesto.

—¿Por qué? —pregunta Azrael.

—Es... es posible que yo esté siendo... es posible que... ese discurso...

—¿Ahora estás diciendo que debemos atacarles? —pregunta Sariel.

—No lo sé, no lo sé, creo que estoy siendo influenciado. No soy... no... creo que sería mejor para todos si me quedara completamente al margen de todo esto.

Raguel suspira un poco, empático con el repentino ataque de pánico de Gabriel y cierra los ojos.

—¿Pueden dejarme a solas con Gabriel, por favor? —o sea al final vas a quedarte a confesar, por lo visto.

—R-Raguel...

Please.

—Pero... ¿Entonces todo eso ha sido el infierno hablando a través de él? —pregunta Remiel, asustado.

—No, desde luego que no. Gabriel es... un Arcángel fuerte, más fuerte que todos nosotros y en gran medida, el que toma las riendas del liderazgo del cielo. Pero como todos nosotros, tiene momentos difíciles... especialmente después de situaciones traumáticas como la que acaba de vivir en el infierno. Así que ayudémosle a tener tranquilidad y confiemos en su fortaleza. Ahora... vayan a rezar.

Sariel vacila y se acerca a Gabriel para abrazarle otra vez. Azrael también le mira, de reojo, preocupado pero al final van hacia la puerta.