Belcebú... ¿va a subir a la reunión? La reunión semanal.
No, ahora no va a subir para nada porque ya sabe que no va a ver a Gabriel. De hecho puede que ahora no le vuelva a hablar como castigo, a ver si se asusta. ¡Porque joder!
Lo que no se es... Como va a subir su cuerpo y meterle en la oficina de Gabriel
Pueden discutir eso o podría subir a su... reunión. Ejem. Y esconderse. Opina Crowley.
Esa... no es tan mala idea. De hecho, podemos empezar por ahí, por Belcebú pidiendo ver a Gabriel, temprano en la mañana para su junta de los martes.
Aunque va a tener la reunión con Miguel. ¿Va a... poseer a Miguel luego?
Poseer a... Miguel. ¿Te refieres para salir de ahí? Hmmm... No, es muy arriesgado.
Hasta encontrar a otro ángel al que poseer ¿Pues cuál es el plan?
Bajar y poseer a uno de los dos ¿No puede bajar así sin cuerpo?
Sí, claro, pero ¿no parece un poco... arriesgado?
Ugh ugh ugh. Vale. Vale... Pues ahí va con cara de aburrida a preguntar... de hecho pregunta directamente por Miguel y le llevan al despacho de ella.
Belcebú mira de reojo la puerta del despacho de Gabriel.
De hecho, ahí está, tecleando en el ordenador. Levanta la cabeza al verla pasar.
Belcebú casi se detiene de caminar, mirándole con bastante fiereza, porque no esperaba verle tan pronto.
Gabriel parpadea y carraspea, volviéndose al ordenador como si hubiera pasado cualquier otro.
Belcebú frunce el ceño con ese movimiento y ahora si se detiene y vuelve. De hecho, metiendo la cabeza en su despacho.
Daniel, que es quien la acompañaba, se detiene también yendo tras ella y diciéndole que no puede hacer eso.
—¿Ahora ni hola?
—¿Disculpa?
—Ahora ni hola me vas a decir.
—No.
Belcebú frunce el ceño aún más.
—What the fuck!?
—No has venido a verme a mí.
—¿Y qué?
—No saludo personalmente a toda la gente que pasa por aquí o no trabajaría en lo absoluto —hace un gesto a Daniel, frunciéndole el ceño.
—Yo no soy toda la gente.
Daniel se acerca a Belcebú sin atreverse a tocarla, pero es que esa mirada de Gabriel...
—No sé qué quieres que te diga.
—You are an arsehole, you know?
—Alguien... tiene que serlo.
Belcebú le mira unos cuantos segundos fijamente y piensa que, para colmo, se ve sumamente guapo. Él le sostiene la mirada.
—Lo que tú digas —saca la cabeza de la oficina, odiándole un poco la verdad.
Gabriel se sonroja un poco y traga saliva, mirándola a través del cristal. Ella no le mira esta vez, levantando la nariz, con toda su aura del príncipe del infierno encendida. Suena tocata y fuga de fondo.
Gabriel aprieta los ojos y se asegura a si mismo que así es como debe ser y está seguro que eso que suena no estaba en la infinitamente desesperante lista de villancicos de spotify.
Ahora lo está.
Ugh.
De manera un poco espeluznante.
Mierda.
Tras unos instantes, Gabriel se levanta y sale al pasillo, quedándose ahí de pie, plantado como un idiota. Por lo visto a alguien le duelen los huevos. Te dije que esto te iba a pasar.
Belcebú rechina un poco los dientes además porque... que maldito sentido tiene venir aquí hoy si Gabriel es así de... ¡insoportable con ella directamente! Se tiene que recordar a sí misma que esta es una misión de espionaje y que al infierno le conviene espiarles y que no, ¡no está aquí por él! Ugh. Ojalá se le caigan los huevos.
De todos modos no se atreve a moverse, ni a llamarla.
Ugh.
Se queda ahí, agarrado del marco de la puerta mirándola.
Belcebú está... apretando los ojos y tratando de poner sus sentimientos en orden antes de entrar con Miguel, de espaldas a Gabriel, sin notarle. Y no. No consigue que deje de escapársele amor por todos lados.
La verdad, Daniel la mira un poco WTF? Porque es el príncipe del infierno, no debería estar emanando...
Miguel no les presta atención, sentada en su escritorio repasando notas de algo.
Belcebú se recuerda a si misma que Crowley dice que es normal y que luego se arregla. Es cuestión de paciencia. Venga, que si sacas las alas y vuelas hacia él y le OBLIGAS a besarte solo vas a conseguir echar a perder todo el plan. Solo... ¡Deja de sentir esta mierda! Enfádate, venga, si está siendo un cabrón... A decir verdad, poco a poco y con un montón de esfuerzo, como si fuera el final de una vela, consigue ir apagando un poquito sus emociones. Le echa una buena mirada infernal a Daniel, que carraspea porque... uhm... bueno, esto es más inesperado que temible.
—¿Qué coño esperas para anunciarme?
—Ah, sí, sí. Ehm... Miguel, está aquí el príncipe del infierno.
Belcebú mira por un segundo a la oficina de Gabriel antes de entrar a la de Miguel
—Ah, sí... Gracias, Daniel, Dios te bendiga.
Gabriel se ha ido porque podría ser más frustrante, pero no se me ocurre como. A nadie se le ocurre como.
Mejor, porque ni lo ha notado, arruga la nariz con la bendición. ¿Hay una silla para ella aquí?
Sí. Ella u... otros.
Se sienta en la silla al otro lado de Miguel, desparramándose un poco y sin subir los pies al escritorio como hacía ya con Gabriel, pensando que estás juntas son muchísimo peores que con Gabriel, de hecho. Por más que se quejara entonces, era feliz y no lo sabía, estas juntas parecen sacadas del mismísimo infierno.
—Uhm... Lord... Belcebú —Miguel la mira.
—Miguel —hace un gestito con la cabeza y suspira—. ¿Qué tienes para mí esta semana?
—Pues veo que tenemos varias juntas atrasadas.
—He estado ocupada —le mira cruzándose de brazos.
—Ya... la... revuelta.
—La organización subsecuente, los juicios, la reestructuración...
—Ya. ¿Tienes un resumen de eso?
—No.
—Voy a necesitar uno.
—Hmmm... Puedo dictarte.
—Dictarme —repite como si le hubiera dicho "puedes bajar ahí y redactarlo tú misma"
—No voy a escribirte un reporte.
—¿Por?
—Porque yo no escribo reportes para el cielo.
—¿Y qué haces? ¿Cómo... reportas tu actividad?
—No tengo que reportar mi actividad a nadie.
—Supongo que nosotros tampoco te reportamos nada entonces.
—Por Satán... ¿no te enseñaron nada los que hacían esto antes que tú? —protesta echándose al frente—. Podemos cooperar, sí, pero no hay "reportes". El infierno no reporta al cielo y el cielo no reporta el infierno...
—No entiendo entonces el sentido de estas reuniones.
—En estas reuniones es el intercambio de... información —Belcebú hace los ojos en blanco.
—Bien, eso es justo lo que te he pedido.
—Lo que no va a pasar es que me pase toda una tarde escribiéndote un reporte solo porque tú no quieres escribirlo.
—¿Insinúas que antes venías aquí y DICTABAS los reportes?
—Insinúo que antes intercambiaba información, no la daba en forma de reportes.
Miguel frunce el ceño porque no acaba de creerla.
—Está bien, dame la información, entonces.
—A cambio de que me expliques por qué tengo que dártela a ti, que no tienes ni idea, en vez de darla como se lleva haciendo los últimos miles de años.
—Reestructuración de plantilla.
—¿Por qué?
—A petición de la junta.
—¿Con qué objeto? El infierno no está feliz con la idea, tengo que ocupar mi tiempo en explicarte a ti como es que funciona todo.
—Las altas esferas hemos votado y se ha decidido volver a nuestras tareas originales. Todo lo que tiene que ver con el infierno es mi responsabilidad, Belcebú.
—Quizás deberías ser más cuidadosa al elegir tus palabras...
—¿Por?
—Todo lo que tiene que ver con el infierno es mi responsabilidad —le imita—. ¿Estás intentando quedarte con mi puesto tú también?
—En relación al cielo —ojos en blanco—. Pensaba que era lo bastante obvio para no necesitar especificarte.
—Yo pensaba que eras lo bastante lista como para no pedirme informes y mira...
—Bien, ¿entonces?
—Aún no me explicas el motivo real de la reestructuración. Funcionaban bien las cosas como estaban
—Hay problemas personales implicados, por lo visto, ha sido una petición personal. Es probable que empiece a haber rotación constante en este puesto.
—¿Personales? ¿Qué problemas personales?
—No se han especificado.
—¿Y tú pretendes empezar a tener estos "problemas personales" también? —Ojos en blanco.
—Puede que los tenga, por lo visto tienen la raíz en la influencia maligna del infierno. Demasiada exposición continua desemboca en esto.
Belcebú la mira fijamente. ¿Influencia maligna? Y qué tal la estúpida influencia benigna de Gabriel hacia ella, que ahora no podía dejar de SENTIR AMOR.
Pues manda a otro tú también.
—¿Me estás diciendo que Gabriel ha cometido pecados por mi influencia?
—No. Pero... mira, no lo sé. No quiere hablar de ello, solo dice que la influencia del infierno le nubla la razón y teme no poder tomar las decisiones más convenientes.
—Así que no te lo ha dicho... —Belcebú sonríe de lado.
—¿Debería?
—Seguramente no —sonríe un poco más, maliciosamente.
—Bien, ¿qué hay de la revuelta entonces? —pregunta Miguel de nuevo. Belcebú es que... ¡joder con la falta de curiosidad de esta gente!
—Yo sí sé qué ha pasado.
—¿Entonces a qué vienen tantas preguntas?
—¿No quieres saber?
—Ya sé lo que ha pasado, acabo de explicarte.
—Acabas de explicarme que no tienes ni idea
—Acabo de explicarte que tu influencia maligna nubla el sentido de los seres celestiales.
—Esa es una explicación sumamente aburrida. ¿No quieres saber lo que DE VERDAD paso? ¿No quieres saber cuál es el pecado de Gabriel? ¿O qué le orillo a hacer esto?
—Solo quieres sembrar la duda en mí —la mira fijamente—. No va a funcionar.
—Es curiosidad... ¿No tienes una poca?
—No para dudar de mis semejantes.
—¡Él mismo les ha confesado! Ugh... es imposible hablar con ustedes.
—No es esto de lo deberíamos hablar.
—Lucifer ha sido bajado de rango.
Miguel se humedece los labios.
—Solo por ser él es que no fue condenado a la extinción. Leviatán si fue descorporizado durante la batalla.
—Ya...
—Querría saber si está nueva organización no está también relacionada con... miedo de Gabriel por lo que le... ocurrió.
—¿Qué le ocurrió?
—Bueno... todo ese asunto de la descorporización y...
—Gabriel no fue descorporizado, lo fuimos Azrael, Remiel y yo.
—Lo fue... hace tres semanas. Después de... ustedes
—No, Belcebú.
—Tú misma me escribiste que no le habías visto... ehm... y él estaba en una situación comprometida en el infierno debido justamente a Lucifer.
—A alguien se le habrá ido la mano alardeando ahí abajo.
—Estaba de rehén... yo misma...
—Escaparía.
—No, fue descorporizado.
—Belcebú, es inútil discutir.
—Me estás diciendo que no subió al cielo sin cuerpo, ¿¡sino que volvió y tenía el suyo?!
—Te voy a decir más. Subió con el mío y no volvió a bajar.
—¿Estás completamente segura de que Gabriel no ha sido descorporizado de la revuelta para acá? —Belcebú frunce el ceño.
—Creo que nos habríamos dado cuenta.
Belcebú parpadea incrédula... y es que entre esto y lo que le ha escrito Gabriel. Pero... ¡pero! Mira a Miguel fijamente unos instantes antes de... cerrar los ojos y decidir seguir con el plan lo antes posible... solo adicionándole unas cuantas cositas más.
Entrelaza los dedos con bastante fuerza de modo que no se le resbalen en posición relajada... y se deja caer, saliendo de su propio cuerpo, hacia el suelo... dispuesta a ir por ahí abajo hasta debajo de la silla de Miguel y atacarla para poseerla dejándola inconsciente.
Chan chan chaaaaan
Belcebú... se estira un poco en el cuerpo de Miguel y mira su propio cuerpo inconsciente y medio caído en la silla. Ahora tenía que conseguir que Gabriel se fuera.
Concedido. No está en su despacho, está ahí. En la puerta del despacho de Miguel, golpeando para que le den paso.
Ohh... ugh. Miguel levanta las cejas al verle y se acerca a la puerta, nerviosa. Él levanta las cejas porque normalmente no va a recibirle a la puerta.
—¿Todo bien? —susurra señalando hacia dentro.
No solo le recibe en la puerta, sino le empuja un poco para salir con él. Y se sonroja
—Sí... sí. De hecho ya está por irse.
—¿Ya? ¿Qué te ha dicho? —pregunta saliendo y mirándola a través del cristal.
—Quiero hablar contigo ahora que se vaya.
—Vale, vale, solo venía a ver si... necesitabas refuerzos o algo —carraspea un poco.
—Ella quiere verte... ha dicho que fuiste grosero.
—¿Grosero? —arruga la nariz.
—Se ha quejado. Blo... Ehm... p-por Dios. ¿Qué... bendiciones has hecho?
—¿A ella? Ninguna.
—Me ha dicho que... Ehm... estuviste de rehén en el infierno.
—¿Qué?
—¿No es verdad?
—Claro que no, ya os conté como fue lo de Halloween.
—Pero... me ha dicho que te han descorporizado.
—No tiene ningún sentido, ¿por qué iba a...? —frunce el ceño y mira hacia Belcebú... Le pone una mano en el pecho para que se gire a mirarla a ella. Lo hace.
—Para salvarte de una muerte segura porque te tenían de rehén.
—No me tenían de rehén, ¿porque iba a decirte que sí? No tiene sentido mentirte con esto.
Miguel se sonroja.
—C-Creo que ella cree que te tenían de rehén y a-acaba de darse cuenta de que... q-quizás era un truco .
—Mmm... Bueno. De todos modos eso no es lo importante.
—¡Que no va a ser lo importante! —refunfuña frunciendo el ceño—. Ehm... es decir, a ti que te parece... bendito... todo... que sea lo importante.
—Tú vuelve ahí y... uhm... estaré en mi despacho —vuelve a mirar a Belcebú.
—U-Un favor... ¿podrías... i-ir a... el... archivo a preguntar por algo que dejé pedido ayer? Te veo en tu despacho en unos minutos.
—¿El qué? —la mira a ella un instante y luego frunce el ceño porque Belcebú no se ha ni girado a mirarle ni cruzado de brazos o bufado o... movido en lo más mínimo.
Porque ya no te quiere.
—Unos... documentos. Ellos saben.
—Espera —la aparta un poco para ir hacia dentro a verla, suavemente.
—¿Q-Qué haces? —le detiene del brazo, un poco a la desesperada.
—Está... ¿Está bien? —se detiene y le pregunta en un susurrito, vacilando.
—S-Sí. Sí que está bien. Ya casi se va —insiste—. Ve por lo que te pido, anda
—Mmm... —la mira y se sonroja un poco porque está preocupado porque no le mire y todo eso pero no quiere admitirlo porque no sabe cómo explicarlo.
—¿Q-Qué pasa? —vuelve a intentar que la mire a ella
—Está actuando... raro.
—¿Tú crees?
—Sí —la mira, muy seguro.
—Quizás solo es que tiene prisa. ¿Ya estás listo para... navidad?
—No creo que... sea eso. En fin. Acaba con esto y nos vemos ahora.
—¿Pero sí vas al archivo?
—Sí, sí... No hace falta que me lo digas todo cinco veces.
—¡No te estoy diciendo cinco veces! —se sonroja un poco porque igual no está acostumbrada a que hagan lo que dice con diligencia y sin protestas. Gabriel pone los ojos en blanco—. V-Ven...
—¿Eh? —se acerca y ella levanta las dos manos y le arregla la corbata un poco... tragando saliva.
—Thank you, darling —la mira a los ojos, dejándola y sonríe un poco.
Y es que está muy cerca y podría... darle un besito. Se le reblandece el corazón con esa sonrisa, esa cara y lo que dice. A ella nunca le habla así.
Puede que se lo dé él. Porque el momento como que lo amerita. Uno así... casto y corto, sobre los labios.
El beso en los labios la toma COMPLETAMENTE desprevenida. Él se da la vuelta y se va como si nada.
Miguel se queda IDIOTA unos segundos. Alguien pasa por el pasillo y la saluda así en plan "Miguel" gesto con la cabeza sacándola del apendejamiento.
Y es que ahora... tiene que mover su cuerpo a la oficina de Gabriel... y esconderlo. Con ayuda de Satanás porque va a requerir un milagro infernal.
Crowley dice que lo haga pequeñito y se lo ponga en el bolsillo
No suena mal. De hecho puede que se lo haya dicho antes. Chasquea los dedos y eso mismo hace.
Gabriel se va al archivo y la verdad, les echa la bronca a todos porque nadie parece saber de lo que habla con "los documentos que ha pedido Miguel". Todos en administración son unos puñeteros inútiles.
Va a esconder el cuerpo pequeñito... en la oficina de Gabriel porque no confía en tenerlo encima. Entra a la oficina con el cuerpo en el hombro, tamaño así como... bebé y busca por ahí, joder, todo es blanco y brillante
Además es que me lo imagino así con la mesa ENORME con sobre de cristal brillante inmaculado y las patas metálicas cromadas en la que hay la pantalla del ordenador Apple blanco enorme, el teclado, el sobre de cuero blanco, una lámpara súper estilizada y larga de la que cuelga un rosario de plata y una orquídea con tres flores y nada más.
Debe haber un armario sí, en la única pared que no es ventanal que da a pasillo.
Se abre cuando Miguel tira del pomo y ella respira.
Dentro hay dos zonas, una con ropa... y papeles... y material de oficina.
Seguramente si rebuscas un poco encontraras la camisa ensangrentada y el látigo.
Sí, sí rebusca bastante. Intentando meter su cuerpo lo más lejos de la puerta posible.
Puede que salgan algunas cosas más entonces... Un doble fondo... con más ropa. Porque tiene MUCHA ROPA y zapatos.
Vale, se va a meter la camisa ensangrentada entre la ropa de su cuerpo para no olvidar robársela.
¡Un doble fondo! Oh, my... sonríe de lado y se guarda a sí misma en el doble fondo... olisqueando un poco, ¡porque todo huele a él!
Seguro hay estampillas de la virgen por ahí y botes de colonia, sí.
Se va a robar un bote de colonia también.
Te va a encontrar husmeando ahí dentro...
Es posible. La verdad, es posible. ¡Pero esta es una oportunidad única!
Carraspea un poco cuando entra y la encuentra ahí.
—¿Buscar algo?
—¡O-Oh! Oh... ehm... ehh... una... grapadora
Levanta una ceja y la saca del primer cajón junto al escritorio.
—Oh... claro.
—He hablado con los chicos de archivo, no tienen ni idea de lo que les hablaba. Aseguran que no has pedido nada, así que les he echado la bronca pero más vale que vayas a recordarles lo que quieres.
—Ohhh... sí, sí... iré.
Se sienta en la silla dejándose caer un poco.
—Bueno... ¿y qué te ha dicho, además de la historia del rehén?
—Que eres un idiota.
—¿Yo? ¿Te ha hablado de mí? —se incorpora
—¡N-No tanto! —se sonroja un poco.
—¿Qué? —parpadea
—S-Solo quería saber los motivos reales de este cambio.
—¿Y qué le has dicho?
—P-Pues...
—¿Aja?
—Que ella te nubla la razón.
—¿Qué? —Parpadea y se sonroja.
—Eso me has dicho que dijera.
—¡No te dije eso! ¿Le has dicho que es... ELLA específicamente? Ugh. Va a estar insoportable —se masajea un poco las sienes.
—Le he dicho que... Sí, que es ella. Se ha reído un poco.
—Sí, claro que se ha reído. Ugh —protesta. Miguel sonríe.
—Me ha dicho que sí sabía cuál era el problema personal que tienes
—No... No la creas, está intentando manipularte —se pone visiblemente nervioso.
—Te preocuparía que me dijera —sonríe.
—Sí, claro, su influencia podría afectarte. Y sus mentiras... no quiero que te ponga en mi contra.
—¿Has pecado por culpa suya?
—¿Q-Qué?
—Es una pregunta.
—Ya sé que es una pregunta, ¿crees que si así fuera no te lo habría dicho?
—Igualmente no me quiso contar
—Aunque lo hubiera hecho, probablemente solo te habría dicho mentiras para intentar difamarme —se relaja un poco.
—O más bien, no le quise preguntar porque no me da para nada curiosidad. Ehm... y no confío en ella para nada. ¿Crees entonces que ella te difamaría?
—Desde luego que lo haría, ya les conoces, viven para hacer esa clase de cosas.
—Porque ella es horrible y mala.
—No, porque le gusta crear caos.
—Caos —sonríe de lado.
—¿Qué? ¿No me crees?
—¿Crear caos exactamente cómo?;—se le acerca.
—Pues así. Mintiendo, haciendo que desconfiemos unos de otros... dividiéndonos.
—Tú no confías en ella, ¿verdad?
—Claro que no.
—Ella parece que trabajaba muy bien contigo.
—Lo hacía, eso no tiene nada que ver.
—¿Cómo qué no? Me ha contado que hacían las cosas de una forma particular.
—¿Cómo?
—Pues cosas... que no le gustan de cómo lo hago yo. ¡Porque es absurdo que yo piense que va a darme un reporte! ¿Cuándo te di... o reportes a ti?
—Solo tienes que grabar las reuniones, Miguel, son reportes auditivos.
—¿¡Grababas las reuniones?!
—¿Cómo iba tener reportes archivados si no?
—¡No sé! Y que... ¿¡están todas tus conversaciones ahí?!
—Sí.
—¡Eso no lo sabía! —se sonroja.
—¿No?
—¡No! ¡Nunca me dijiste!
—Bueno, lo siento... ya lo sabes para la próxima.
—Ugh... ¡Ugh! ¡Debería cuidarse!
—¿Quién?
—Ella, de lo que dice. Eh... y nosotros.
—Bueno, ella ya se cuida de lo que habla, está en el cielo.
—E-Está... no, ¡ya no!
—¿No?
—¿De qué hablas?
—Sabe que está en territorio hostil.
—¡No del todo cuando estaba hablando contigo! ¡Ugh!
Gabriel parpadea.
—Es igual... ¿qué es ese asunto de los besos, por cierto?
—¿Q-Qué asunto? —se sonroja pensando que se refiere a... con Belcebú.
—¡Pues... que te parezca tan... normal!
—No... ¡No sé de qué hablas!
—¡Sí que lo sabes! Te portas así como si... todo el tiempo lo hicieras.
—¿Disculpa?
—Ahora entiendo todo.
—¿Qué entiendes?
—¡Tanta practica que tienes!
—Miguel...
—Sí, ¡Justo!
—No sé qué estás insinuando ni que te ha dicho.
—¡Lo que has hecho!
—¿Lo que he hecho de qué?
—¡Los besos!
—¿Cuáles?
—Los que les... n-nos. Nos das —vale, vale, que se acuerda de que no es Belcebú—. Ugh, cálmate, vale, estás haciendo un drama
—Mira, no sé qué te haya dicho ella sobre eso pero... está claro que es parte de la mentira.
—No, no... no. Estoy hablando de... —se sonroja—. Ven.
Gabriel se levanta y ella se le acerca un poco, sonrojándose más.
—D-De lo que hablo es de... e-esto —se estira y le da un beso rápido en los labios
—¿Qué? —parpadea un poco.
—P-Pues... solo... recuérdame. Tú y yo hemos tenido alguna vez...
Gabriel levanta una ceja.
—Ehm... Solo tratando de entender la raíz de la... tradición.
—¿Tradición?
—Pues de besarnos todo el tiempo. ¿No es lo que hacemos?
—Como símbolo de amor y paz... ¿a qué viene esta pregunta ahora?
—A... ehm... p-pensaba en el... ehhh... evangelio.
—¿Qué del evangelio?
—L-La parte del amor y La Paz. Era una... reflexión —le mira, nerviosa
—¿Reflexión de qué?
—Ehhhh... Belcebú me dijo una cosa más. De Lucifer —suelta a la desesperada.
—¿Qué? —pregunta confundido, porque esta conversación es un caos.
—Le... no le volveré a ver por ahora.
—¿Por?
—Por idiota. Ha organizado la rebelión... está siendo torturado. Quizás si tú... interfirieras con Belcebú. Ella no te va a negar ser un poco benévola.
—¿Disculpa?
—Ehm... please?
—¿Desde cuándo me pides que... haga algo para que no le torturen? —hace cierta sonrisita molesta.
—¿D-Desde... ahora?
—Mmmm...
—¿Crees que me gusta que le torturen?
—Sí.
—Bueno pero... esta es tortura más seria que de costumbre... ¿no? —se ríe un poco falsamente.
—No lo sé, Miguel. ¿Estás preocupada por un demonio?
—N-No... of course not! Estoy... tú te preocupaste por Belcebú alguna vez, ¿no?
—¿Esa idea tienes de mí? —entrecierra los ojos y empieza a quitarse la chaqueta.
—No es necesariamente una idea mala —le mira hacer con suma atención.
—¿Eso crees? Estamos hablando de demonios —se empieza a desabotonar la camisa, quitándose la corbata y yendo al armario.
—Aún no has contestado si te preocupaste o no... ¡Espera! ¿Vas a cambiarte?
—Sí, claro que voy a cambiarme, vamos a tener que ir a recibir a todo el mundo.
—Ya, ya... Claro —y yo no debería ser Miguel... aprieta los ojos—. Yo te elijo la ropa.
—La tengo preparada —se quita la camisa colgándola en una percha con la chaqueta y la corbata.
—Te la paso —el armario la tensaaaa.
—¿Qué? ¿Por? —empieza a desatarse los zapatos.
—Para ayudarte... —piensa de repente en sus gemelos de mosca.
—Relájate, no necesito ayuda —se desabrocha el otro zapato y se los quita
Es que se lo come igual con los ojos, pero él no lo nota hasta que está doblando los pantalones con cuidado. Parpadea un poco.
—¿Pasa algo?
—N-No.
—Mmmm... —saca ooootro traje aún más blanco que el otro y ella sonríe de lado.
—Un poco más blanco y brillarás en la oscuridad
—¿Cómo? —la mira porque ese no es para nada un comentario digno de Miguel.
—Decía que... ese blanco me gusta.
—Gracias. ¿Tú vas a cambiarte?
—¿C-Crees que deba?
—Como quieras, ya sabes que a mí me gusta hacerlo. ¿Tienes que ir a por tu regalo del intercambio?
—Oh… el intercambio.
—¿Dónde lo tienes? Vamos, ve a por él —la insta, poniéndose los pantalones y la camisa.
—E-Es que no... Recuerdo donde lo puse.
—¿Qué?
—El regalo. No sé dónde está.
—Pues piensa donde lo pusiste, hay que llevarlos a la mesa con los demás —tengo que decir, a fin de describir esto como es debido, que a medida que se viste se nota que... NO lleva el cinturón de castidad de hierro ese horrible.
Claro, claro que no lleva... por qué habría de llevarlo con sus amigotes del cielo. Va a besarles a todos y sin cinturón pero a ella ni un besito! Tan frustrante como siempre.
—Debe estar en mi... oficina —es que además ella no deja de comérselo con los ojos.
No tanto eso si no que sus amigotes del cielo no le provocan lo que intenta evitar con el cinturón de castidad. Ya, ya... Es otra forma de verlo.
—Por eso lo digo. ¿Seguro que no pasa nada? Odiaría tener una mancha o algo así —se mira a si mismo. Le sonríe un poquito, sinceramente.
—No, no tienes una mancha ni nada. T-Te ves muy guapo —se sonroja un poco.
—Oh... —parpadea un poco—. Mmm... Vale, gracias —se vuelve al espejo de la puerta del armario.
Ugh, mierda. Belcebú por lo visto eso tampoco se lo dicen ellos. ¿Pero es que no lo ven?, se ve MUY guapo.
—¿Has hablado con el resto? ¿Dónde has quedado?
—P-Pensé que lo harías tú. Y-Yo estaba... c-con Lord Belcebú.
—Mmm... Vayamos a buscar a Raguel, supongo que estarán todos ahí... o en el salón.
Miguel vacila y asiente.
—D-Deja, voy por mi regalo... —y es que esto no es lo que estudiaron ni lo que planearon, pero Gabriel no parece sospechar nada y... con Miguel está cerca de Gabriel.
—Espera, ya casi estoy... voy contigo —le sonríe. Ella sonríe bobamente con esa sonrisa—. ¿Seguro que estás bien? —parpadea un poco.
—S-Sí. Sí. Bloo... Ehm... voy a buscar ese regalo —sacude la cabeza.
—Bueno, como... —se detiene un momento, mirando dentro de un cajón del armario. Se humedece los labios.
Ella estira un poco el cuello para ver que ve.
—¿Estás eligiendo gemelos?
—Quieras... ¿qué? —sale un poco del trance y la mira—. Eh... ehm... sí.
—¿No te habían regalado unos recientemente? —frunce un poco el ceño y se sonroja queriendo ponerle los suyos.
—¿Eh? Ah, sí. Los de las abejas...
¡No eran abejas! No, no lo dice, pero CASI.
—Ponte esos —se cruza de brazos.
—No, no puedo. No los tengo... —suspira eligiendo otros de unas estrellitas de hielo—. Se los di a Azrael cuando bajaron al infierno.
—¿Para... qué? —parpadea sin esperarse esa respuesta, la verdad.
—Eran... —vacila y no la mira, poniéndoselos—. Un salvoconducto. Para que Belcebú supiera que iban de mi parte y yo estaba a favor del plan del agua bendita. Pensé que ejercerían alguna influencia sobre ella y tal vez les protegerían.
—Pensé que eran un regalo.
—Ah, sí, sí lo eran. O sea... la idea era que... eran un objeto personal mío. O sea, no me los dio ella pero ella los vio, sabía que los tenía y que era míos.
—¿Quién te los dio? —Frunce más el ceño.
—A-Aun no lo sé. Fue el paquete ese... negro que llegó firmado con una Be. ¿Te acuerdas? Azrael me obligó a abrirlo ahí con él.
Parpadea repentinamente incrédula.
—¡Te los mandó Belcebú!
—Claro que no, Miguel. No seas ridícula. Los demonios no hacen regalos y mucho menos regalos caros.
Es que ahora no sabe... si creerle o no. O sea esta de puta broma, ¿verdad?
—¡Eran unas moscas envueltas en un regalo negro firmadas con una B!
—Miguel, no empieces tú también. Además, Belcebú me lo habría dicho si hubiera sido ella.
—Voy a buscar mi regalo —Frunce el ceño más aún.
—Vamos, yo ya estoy —va a un cajón del escritorio sacando el suyo.
