Miguel se da la media vuelta sin esperarle, saliendo... y maldiciéndole entre dientes, chasquea los dedos en cuanto sale de su oficina. Te acaba de echar una buena MALDICIÓN por los próximos mil años.
Y Gabriel casi se cae porque le toma por sorpresa y le da directa al corazón, como si acabara de darle un mini-infarto. Tiene que sujetarse de la mesa.
Mírate los gemelos y hablamos.
La verdad, no lo hace porque no piensa que haya hecho nada con ellos.
Muy bien, ya lo descubrirás. Tienes mil años para hacerlo. No importa que putos gemelos te pongas. TODOS se harán ESOS gemelos de moscas.
Después de parpadear un poco porque eso le ha parecido una maldición pero... ¿quién iba a echarle una aquí? Mira alrededor y sale tras Miguel con su paquete en la mano.
Miguel que... entra a la oficina y abre con un chasquido todos los cajones Gabriel levanta las cejas, en su puerta.
Ya. Ya la he regañado. Se asoma a ver dónde es que puede estar.
—Veo que definitivamente no sabes donde lo has puesto. Tal vez podríamos invocarlo. ¿Qué es?
—U-Un regalo.
—Ya lo sé, me refiero a ¿en qué consiste?
—V-Velas.
Chasquea los dedos para invocarlo y... no aparece porque no son velas. Mierda.
—Ugh.
—¿Estás segura?
—N-No. He... Dado muchos regalos últimamente.
—¿A quiénes?
—A... otros ángeles. Shhh... Me distraes.
—¿Por?
—Por... buena conducta.
—¿De qué hablas?
—Ugh, vale, olvídalo. Lo compré hace tanto que no recuerdo qué compré.
—Pero si se hizo el reparto hace nada —frunce el ceño.
—Ugh... la verdad es que... —rebusca por los cajones, tiene que estar por aquí—. ¡No quiero decirte que es!
—¿Por? ¿Me lo haces a mí?
—Quizás —No sé si está ahí, tal vez ya lo llevó con los otros.
Ugh.
—Oh, ¿de veras? —le ilusiona un poco.
—No he dicho que sí —me ENCANTARÍA darte a ti, pero no tengo esa suerte.
—Vale, vale, no te presiono. Solo intento ayudar.
Miguel le mira... y le sonríe otra vez. Aun querría saltarle encima y abrazarle con brazos y piernas y apretarle contra sí.
Él le sonríe con complicidad, levantando las manos, inocente.
Ojalá pudiera hacer que estuviera así de relajado y contento a su alrededor... antes lo estaba un poquito. Diferente. Pero al menos le gustaba pasar tiempo con ella. Se ríe un poquito.
—Anda, cierra los ojos.
—¿Por?
—¡Porque quiero buscarlo y no quiero que veas! —camina a los cajones que están cerca de él.
Ojos en blanco, pero los cierra. Ella sonríe un poco más y da un pasito hacia él. Miguel es más alta que ella. Le puede mirar de más cerca.
—No te oigo buscar —asegura con los ojos cerrados.
La hace reír un poco y girarse al cajón, sonrojadita, trasteando un poco y al no encontrar nada, tomando un lo que sea qué hay ahí y convirtiéndolo en un regalo... envuelto en negro. Ugh, es que hasta a ella misma le duelen casi los ojos con el contraste que hace. Con el resto de cosas.
Tiene que chasquear los dedos otra vez y hacer un sobre esfuerzo para que sea blanco con ughhh dorado.
Gabriel sigue ahí, ojos cerrados, esperando.
Es que es tan mono.
Medio apoyado en la mesa, jugueteando con su paquete.
Miguel se le acerca y le hace un cariñito en la cara sin poder evitarlo. Gabriel deja de revolver su paquete y se gira hacia ella, que sonríe pensando que le ha echado de menos mucho más de lo que pensaba.
—Ya estoy.
Abre los ojos y la mira, ella le pone una mano en el pecho.
Parpadea porque eso... Miguel no lo hace, igual que el cariñito que sigue, o la mirada medio embobada.
—¿Me... puedes dar un abrazo?
—¿Por? ¿Te sientes mal?
—No —Ugh, Ugh, ¡eres una tonta!
—¿Es por lo de Lucifer? —la molesta un poquito sonriendo de ladito y abriendo los brazos igual.
—Ehhh... sí. Justo por eso —es que no, no puede no meterse ahí y abrazarle de vuelta, hundiéndole la nariz en el cuello.
Levanta las cejas porque un sí era lo último que esperaba.
Ya, ya... ya.
Igualmente la cubre de afecto, sin regatear, al notar que lo necesita.
Fuck
Pues es Miguel, ¿por qué no iba a hacerlo?
Ya... ya. ¿Más afecto del que le suele dar a ella?
No. Distinto, de hecho. Este se siente más fraternal. De protección, como un padre.
Igualmente es un poco embriagante, aunque sí lo siente distinto.
Ah, sí, embriagante lo es porque es Gabriel.
Y a ella le vuela la cabeza
Eso también. Le da un beso también, donde llegue.
Maldita sea.
—Venga, ni siquiera deberías preocuparte, no creo que le hagan nada tan horrible.
Menos mal que habla porque ella ya iba a besarle/comerle el cuello.
—¿A-A quién?
—Pues a él.
Le cuesta unos instantes caer en la cuenta de que... es verdad, hablaban de Lucifer.
—Lo merece.
—Va, no seas dura ahora —se ríe un poco
—¿No crees tú que lo merezca?
—Nah, no más que los demás. Tampoco creo que le hagan nada especialmente más cruel que al resto.
—¿Por qué crees eso?
—Ya sabes cómo son... un desastre organizativo y Lucifer es listo. Seguro logrará sortearlo un poco.
—Igualmente conoces a Belcebú...
—No es tan dura como finge ser.
—¿Perdona?
—Créeme —le acaricia la cara y el pelo.
—¿La echas de menos? —Cierra los ojos dejando que le haga.
Gabriel traga saliva y se le acelera el corazón, cambiando un poco el tipo de afecto, sin poder evitarlo.
—Ella sí lo hace... intentó convencerme de que las juntas fueran otra vez contigo.
Gabriel aprieta los ojos y Miguel traga saliva.
—Ella solo... ella sabe que si corto el contacto con ella, deja de ejercer su influencia.
—Yo creo que tú también ejerces tu influencia sobre ella. De hecho, creo que mientras las juntas sean conmigo va a mandar a alguien más.
—Miguel... —la riñe un poco.
—Vale, no hablemos de ella si no quieres. Ni pienses en ella si te va a poner triste... —le abraza otra vez
—No es eso. No puedes esperar... no quieres que mande a Lucifer, saldríamos de un problema para entrar a otro. Si cambia de persona me ocuparé yo otra vez.
—¿No crees que ella va a enfadarse si haces eso?
—No lo sé. Sé que se lo va a tomar personal... y tal vez debería. Esto es personal.
Le aprieta más contra sí.
—¿Y solo vas a ignorarla hasta la eternidad?
—No creo que... No creo que hasta la eternidad pero...
—Seguro se lo toma personal y monta un drama —Miguel suspira.
—¿Y? ¿Crees que estamos en peligro?
—No, no creo que sea peligrosa. Más bien creo que... no va a rendirse. Me lo dijo, de hecho.
—¿Y qué crees que hará?
—Insistir... e insistir. E insistir. Hasta encontrar la forma de que vuelvas a querer verla.
—Ojalá no lo hiciera —suspira.
—¿P-Por?
—Porque me cuesta.
—Yo creo que lo haces muy bien... Mucho mejor de lo que a ella le gustaría.
—Bueno, eso espero o al final se saldrá con la suya —le sonríe. Ella trata de sonreír un poco también.
—Anda, hay que... hacer las cosas esas navideñas.
—Sí, sí, no necesito a Azrael poniendo los ojos en blanco porque vamos tarde.
—Ohh, acabo de recordar que debo mandar un correo antes de ir. ¿Te... adelantas?
—¿Un correo?
—Sí, sí... una cosa para Belcebú.
—Yo me encargo del correo, Miguel.
—Ohhh... Ya, sí, no ese correo. Y no para Belcebú.
—Mmmm...
—Solo tengo que llamar al infierno y mandar el balance de las almas que nos deben por los muertos de Belcebú. ¿No quieres que nos manden las mil almas que nos deben?
—Sí, sí, claro, pero... es que vas a llegar tarde.
—Lo voy a hacer si sigues liándome.
—¿No puedes llamar luego?
Piensa que debería llamar a Crowley y salirse de este cuerpo... pero es que Gabrieeeeel
—Ugh... vaaaaale.
Él sonríe habiéndose salido con la suya y le toma la mano llevándola hacia fuera. Se deja tirar sintiendo maripositas en el estómago. Tan tonta.
Pues sí, pero es que... no puede evitarlo.
Ya, ya...Igualmente, es que no tardan en llegar al sitio donde hay un montón de ángeles... y Belcebú empieza a ponerse genuinamente nerviosa.
De hecho, deben llegar primero con el resto de Arcángeles y ahí empieza la fiesta del saludo y los besos y las bendiciones.
Ahí va Miguel con su carita de idiota enamorada de Gabriel, apretándole la mano y dejando que tire de ella, olvidándose por un momento del montón de preocupaciones que debería tener.
Sí, claro. Gabriel la lleva a dejar los paquetes bajo el árbol con los demás y luego a buscar al resto.
—Ehm... ¿y qué es lo que toca primero?
—¿Cómo que qué?
—Ehm... pregunto si has cambiado el orden este año.
—No.
—Vale, vale... —los ángeles habían dicho que primero eran los besos, ¿no? El saludo y las felicitaciones y esas cosas.
Gabriel sonríe, porque le gusta mucho esta fiesta. Ella se emboba un poco con esa sonrisa
—¡Feliz Navidad! —entra tan contento a la sala donde ya están el resto de Arcángeles, abriendo los brazos.
—Ugh...
Uriel, que es la que está más cerca es la primera en acercase a abrazarles. A los dos.
Miguel se teeeeensa sin saber qué hacer.
Pues espérate, que luego viene el resto.
Aprieta los ojos sin quitarse pero sin terminar por abrazar a nadie más que a Gabriel, que está dando abrazos y besos ya a todos.
Miguel nota los besos en los labios. De hecho Uriel es la primera. De un par o tres de segundos, aunque no abren los dientes si es lo que preguntas.
Miguel levanta las cejas sin esperarlo... y es que va a poner cara de asco casi de golpe. Porque por más que se ha preparado para besar a todo el cielo... esto... es más complejo de lo que parece. Ugh. ¿Quién quiere besar a un ángel?
Ahora mismo... Remiel, a ella.
Levanta las cejas. Ugh. Por Satán, por Satán! Además... es como estar en una burbuja de amor constante... de otros ángeles. UGH.
Así pues, Remiel es el que la besa.
Vale, vale... vale. Vale. Sé un demonio adulto, Belcebú, esto no es tan asqueroso. Remiel frunce el ceño al separarse.
—¿Estás bien?
—C-Claro. ¿Por?
—Te siento... mal —lo que no siente es que emanes amor. Ah, no, no... Afecto. Ejem.
Ugh.
—No, no... e-estoy bien.
—¿Estás enfadada conmigo?
—No, no estoy enfadada contigo.
—Lo parece.
—¡Pero si te acabo de dar un beso!
Uriel se acerca a ella para felicitarla y besarla también ahora que ya ha acabado con Gabriel y también se echa para atrás preocupada.
—What? —pregunta empezando a esterarse más.
—Pareces... ¿Qué ocurre?
—¿Lo sientes tú también? —pregunta Remiel.
—Nada, no ocurre nada. De verdad, estoy bien —busca a Gabriel con la mirada, que ahora está riéndose y besando a Sariel.
Bien, los celos además no ayudan para NADA. Es que tanto Uriel como Remiel dan un paso atrás preocupados y se les acerca Sariel
—¿Qué pasa?
—Miguel está...
—¡Estoy bien!
—No, no, ya verás, acércate tú también —pide Remiel. Sariel la abraza para besarla y levanta las cejas.
—Oh, pero ¿qué pasa? —pregunta agobiada.
—No lo sabemos —responde Uriel y están empezando a alertar a todo el mundo.
—De verdad que no me pasa nada, pregunten a Gabriel. ¡Gabriel!
—¿Qué pasa? —se les acerca cuando le llaman.
—Miguel, ¡algo va muy mal con ella!
—¿El qué? —la mira.
—¿La has besado tú? Bésala —le pide Uriel.
Miguel traga saliva y es que solo de verle aquí cerca ya está soltando amor y los otros tres levantan las cejas.
—Pues claro que la he besado, pero puedo hacerlo otra vez si es lo que queréis.
—Pero no, está... parece enfadada con... ¿nosotros? —explica Sariel.
—¿Por qué dices eso?
Sariel mira a los demás.
—Se sentía como... vacía. Miguel, ¿estás bien?
—Yo no la he sentido vacía —comenta Gabriel
—¿Ven? Todo está bien —insiste Miguel.
—Mmmm... —Uriel no está segura porque ella no la ha sentido. Y Remiel y Sariel tampoco, diga lo que diga Gabriel. Y eso es raro. De hecho se le acerca un poco y... aunque ahora sí se siente. Se siente raro.
—D-De verdad... quizás sólo estoy un poco indispuesta —Miguel mira a Gabriel por ayuda.
—Igual creo que es una buena idea —sigue Remiel.
—¿El qué? —pregunta Gabriel.
—Que la beses tú. Parece que así reacciona.
—¡Reacciono igual que con el resto! —Miguel se sonroja.
—¿Qué pasa? —pregunta Raguel que estaba hablando con Azrael.
—Es Miguel... le pasa algo —explica Remiel.
—¿Qué te pasa? —pregunta preocupado y Miguel traga saliva.
—Nada, en serio no me pasa nada. Exageran lo que sea que digan.
—No le pasa nada —sigue Gabriel también—. Yo la noto como siempre.
—No, no, ya verás. Sepárate, Gabriel. Sal del cuarto —pide Uriel. Ojos en blanco de Gabriel.
—Me parece terrible que estén haciendo experimentos —protesta Miguel
—Pues es que algo te pasa —sigue Uriel y ahí va Gabriel a separarse.
—¡No me pasa nada! —Miguel le mira irse y traga saliva con cierto temor. Así que baja la sensación de afecto. Todos dan un paso atrás.
—Venga, en serio... esto... ¡Dejen de actuar así!
—Es Gabriel, ¿lo veis? —Uriel se lleva las manos a la boca.
—Hoy estaba con Belcebú, ¿no es eso? —pregunta Remiel cuando Gabriel vuelve a entrar—. ¿Y si le ha hecho algo?
—No, no. ¡No me ha hecho nada!
—¿Qué le pudo haber hecho? —pregunta Sariel preocupada
—Hmm... —Raguel frunce el ceño.
—No tengo ni idea —Remiel niega con la cabeza.
—Oigan, nadie me ha hecho nada. Estoy igual que siempre... bueno, quizás Belcebú me contó algunas historias que me perturbaron —suelta medio a la desesperada.
—¿Historias? ¿Qué historias? —pregunta Raguel. Miguel mira a Gabriel en busca de AYUDA.
—Pues historias sobre lo que acaba de pasar ahí abajo y... lo horrible que fue.
Gabriel se acerca a ella otra vez.
—Yo no le noto nada raro —le pasa el brazo por los hombros un poco protectoramente y ella se le recarga encima.
—E-Eso es lo que hace el infierno, dividirnos y... ehm... asustarnos sin necesidad —asegura Miguel medio copiando lo que ha dicho Gabriel hace un rato.
—Eso es verdad —asegura Remiel.
—No se preocupen por mi... mejor pensemos en cómo pasar bien el día de hoy.
Sariel mira a Uriel de reojo sin estar convencida y Ella la mira también porque tampoco lo está
—Pero si algo te pasa... podemos ayudarte, Miguel. Hoy tienes que estar reconciliada con nuestra Señora.
—Tal vez debería ir con Gabriel todo el día para que se sienta segura... —propone Remiel inocentemente. La SONRISA de Miguel.
—Esa es una buena idea —se le acurruca más sin poder creer su buena suerte perfecta. Es toda la suerte del año gastada en esto.
—Si a ti no te importa... —sigue Remiel mirando a Gabriel.
—No, claro que no. O sea, tal vez cuando el coro, pero aparte de eso...
Raguel mira a Gabriel con cara de circunstancias.
—Cuídala... espero que Belcebú no le haya hecho daño —le susurra.
Gabriel mira a Raguel un poco consternado.
—Hablamos más adelante —le pide, sonriéndole y dándole un beso porque hoy estamos besucones.
Gabriel le mira aun preocupado porque que es que... que le haya pedido que la cuide de esa manera.
Sariel se acerca a Uriel.
—¿Qué crees que esté pasando?
—No tengo ni idea pero esto es muy raro. ¿Crees que se ha enamorado de él o algo así?
Sariel levanta las cejas.
—¿¡De Gabriel?!
—¿Cómo lo explicas si no?
—Pero ¿por qué dejar de querernos a nosotros? —pone ojitos.
—Ya, eso es lo que no se entiende...
—Quizás así funciona el amor, porque con él... es muy intenso. Mírala.
—Ya lo sé, pero no era así esta mañana.
—¿Entonces...? No la vi hoy... pero lo que sea, es algo extraño.
—¿Pues cuál es tu teoría?
—Que le hizo una maldición o algo así —el chisme.
—¿Y por qué con... Gabriel?
—¡No sé! Es muy raro... pero ella de verdad se siente MUY distinta. Es raro que a Gabriel no se lo parezca. Hay que... observarla.
—Bueno, claro que a él no se lo parece, con él solo se ha intensificado.
—¿Crees que debiéramos hablar con él y decirle... algo?
—Va a decirnos que no es cierto.
—Gabriel siempre la protege demasiado... —Vemos que los espíritus de los hombres que pecan te han contagiado un poco de su discordia.
—¿Tú crees? Siempre se han llevado muy bien.
—Sí, sí, eso es cierto... tanto que quizás... tengas razón. Eso... ¿recuerdas... algún caso así?
—¿Alguien que haya dejado de querer?
—O alguien enamorado de otro... de nosotros.
—El amor es algo complicado —Uriel gira la cara.
—¿Eso es que sí? —Sariel levanta las cejas.
—Tú... ¿conoces a alguien?
—¿Enamorado?
—Que lo haya estado.
—No que yo recuerde. ¿Tú sí?
—N-No —vacila.
—Oh, venga... cuenta —levanta una ceja.
—No, no... lo digo en serio.
—Sé que no debería pero... ¿no te da curiosidad?
—¿El qué?
—El amor... así. Aunque sea complicado.
—N-No. Tiene que ser doloroso.
—¿Doloroso? ¿Por?
—Si el otro no te... corresponde.
—Oh... sí. Preferiría que el otro me correspondiera. ¿Te... te ha pasado alguna vez?
—No —gira la cara otra vez.
—Ohh... Uri —la abraza.
—Olvídalo —Aprieta los ojos y sacude la cabeza un poco.
—Pero ¿de quién? ¿Cuándo? ¿Cómo no me contaste?
—Olvídalo, ni siquiera tiene importancia.
—¡Sí la tiene! ¿Cuándo fue? ¿Con quién? ¿Cómo sabes que no... No?
—Sariel...
—Uriel... andaaaaa. Tienes que contarme.
—No tiene importancia, ni siquiera me acuerdo bien.
—¡Dudo que no te acuerdes de quien! ¿No confías en mí?
—No es esto de lo que tenemos que preocuparnos ahora...
—Pero es una buena historia.
—No, no lo es.
—A mí nunca me ha pasado... y tú dices que duele.
—No sé si sea el mismo caso con Miguel.
—Él parece igual que siempre —Sariel suspira y mira hacia Gabriel.
—Él siempre ha estado muy unido a ella
—Pero... ¿así? Espera... ¿dices eso porque es Gabriel?
—Digo eso porque es verdad.
—¿Pero crees que pudieran...? Es decir... sabemos lo que dicen de Belcebú y... Gabriel parece ahora mismo en un momento un poco vulnerable.
—Pues mejor con ella que con ese demonio, ¿no?
—Totalmente... en realidad creo que podría ser bonito, ¿no?
—No si ella deja de querernos a los demás.
—Miguel no puede dejar de querernos de verdad —Sariel se muerde el labio.
—Pero lo has sentido tú también.
—Sí... sí. Pero... ¿cómo puede dejarnos de querer de un día a otro?
—Raguel parecía...
—Preocupado...
—Quizás sepa algo.
—Deberíamos hablar con él.
Así que Uriel se gira buscándole para acercársele. Él está por ahí con cara de preocupación para nerviosismo de Belcebú.
—Raguel —se acerca ella mirando a ver si Sariel la sigue. Ahí está detrás de ella.
Raguel les sonríe, menos efusivamente que un rato atrás.
—¿Todo bien? Estábamos hablando sobre... qué puede haberle pasado a Miguel. ¿Tienes alguna teoría?
Raguel suspira.
—No —niega con la cabeza—. Parece que tuviera miedo de todos menos de Gabriel.
—No estaba así esta mañana... ¿qué puede haber pasado?
—Nada bueno.
—Crees que... ¿Crees que Belcebú podría haberla maldito?
—Pero ¿por qué? —pregunta Sariel.
—Nunca maldijo a Gabriel y justo ahora descorporiza a Remiel y Azrael... y ahora esto con Miguel...
—Belcebú parece estar enfadada —asiente Sariel.
—Tal vez Gabriel debería... O sea, sé que ha dicho que no quiere, pero... es que si él es el único que puede controlarla, tal vez debería... sacrificarse un poco por los demás —propone Uriel y Raguel aprieta los labios un poco.
—Gabriel se está preparando para ello... tenemos que ayudarle a que lo haga.
—¿Tú crees? Yo aún creo que está intentando esconderse...
—Esconderse y respirar, luego volver fortalecido. Eso espero, al menos.
—¿Cuándo? ¡Mira lo que le ha hecho Belcebú a Miguel ahora! Todo porque él no... —protesta Uriel y luego aprieta los ojos sintiéndose súper dura con Gabriel.
—Y él no parece notarlo —agrega Sariel.
—Él cree que está haciendo lo mejor para todos... no siempre acertamos a la primera —insiste Raguel, mediando.
—Ni siquiera podemos decirle... ¿Crees que solo esperar y protegerla va a funcionar? ¿No deberíamos hacer algo? Tal vez si la llevamos a sanación le puedan quitar la maldición.
—Gabriel la está cuidando... le he pedido que ponga especial atención.
—Pero deberíamos advertirle de todo esto, ¿no?
—Hablaré con él.
—Raguel... —le llama y se humedece los labios, vacilando—. Creo que... Creo que ella...
Raguel mira a Uriel en tensión.
—Podría estar enamorada de él —susurra sin mirarle.
—Miguel... ¿de Gabriel? —el levanta las cejas y les mira.
Uriel asiente.
—Oh... ¿cómo lo sabes?
—Uhm... i-intuición.
Raguel la mira a ella pero Uriel no le mira.
—¿Qué crees que debamos hacer? —le pone una mano a la espalda y le acaricia.
—No lo sé.
—Yo creo que Gabriel tiene sentimientos fuertes por otra persona.
—¿Por quién?
—Alguien indebido.
—Es ese asunto de Belcebú. Azrael también vino diciendo lo mismo y aun peor cuando se negó a seguir viéndola —ojos en blanco.
—Es una cosa delicada.
—Sería mucho mejor que se enamorara de Miguel —interviene Sariel
—Sí, bueno, aunque no es muy justo que empecemos a tener preferencias unos por otros.
—No. No. eso no puede pasar —a Raguel le salta el ojo con la idea.
—Exacto —Uriel se cruza de brazos y se gira a mirarles hablando con Azrael y Remiel.
