Sí, de hecho las va a leer tarde o temprano... ehm... va a ponerse su broche, va a guardar las leyes y va a bajar a la tierra a su cita.
Creo que si le ha dicho que vayan a otro sitio. Puede que a un palacio de alguien a quien ha hecho largarse o algo así.
Oh. Va a ir muy contento y de buen humor porque... tiene ganas de verle.
Y el otro está ESTRESADO de la hostia.
Creo que aparece por ahí cantando un salmo que le gusta. Ignorance is a bliss.
Aamón no se ha... vestido de rosa, porque NO pero sí lleva como un pañuelo rosa encima de su túnica negra o algo así. Y un paquete bajo el brazo. No muy grande, del tamaño de una carpeta, bastante grueso. Envuelto en un lienzo y atado con una cuerda. Ah... y flores. También lleva putas flores. Probablemente todas maltrechas y muertas.
Cálmate, cálmate, otras cosas le van a gustar menos o le van a escandalizar más... las flores y un regalo le va na encantar. Raguel... no viene especialmente mejor vestido que de costumbre aunque de la primera vez a ahora, ha ido... esmerándose un poco más en el atuendo. Pero va vestido con cierta sencillez... tarareando con su bonita y (aún) aguda voz... Quizás sea lo primero que oigas.
Aamón se sonroja igual nada más verle, sintiéndose ridículo con todas esas cosas y vestido de rosa. Se promete a si mismo ir a torturar a Asmodeo al salir de aquí.
—E-Ehm... ¿R-Raguel?
—Oh... ¡Ahí estás! Este lugar es tan grande que pensé que tendría que ocupar alguna técnica para encontrarte —le sonríe sinceramente... mirándole de arriba a abajo.
Aamón se sonroja, paralizándose. Mira que bien empezamos. No es exactamente afecto lo que emana, es más... vergüenza y miedo aunque otras veces le veía y sentía afecto directo. O sea, otras veces seguramente no tenía miedo ni sentía vergüenza así que sí debía sentir el afecto. A cada vez más que a la anterior.
Raguel vacila un poco, notando cierta... Algo... Algo distinto esta vez.
—¿Va todo bien? —se le acerca del todo, llevándose una mano al pecho porque inconscientemente estaba empezando a acostumbrarse del todo al afecto que sentía a su alrededor y que generalmente le tranquilizaba del todo
—¿Qué? No. ¡Sí! Sí. Ejem... sí. ¿Por qué lo dices?
—No lo sé, siento que hay algo distinto —le pone una mano en el hombro para saludarle... y es que tras unas diez citas al parecer Aamón se había rendido a quitarse del todo.
—¡No hay nada distinto! —chilla un poco y chasquea los dedos para volver negra su bufanda y quitarse lo que sea que hubiera puesto para oler bien. Se le caen las flores y aun se marchitan más. Las recoge del suelo y se incorpora carraspeando un poco.
Raguel frunce el ceño, porque... se veía bien de rosa la bufanda.
—Son para ti. Y esto también...
Raguel parpadea. Le mira a los ojos y sonríe.
—No me preguntes por qué, por lo que más quieras. Y como hagas un solo comentario sobre olerlas te las comes —se sonroja un poco sin mirarle.
—¿Para mí? Ohh... gracias —extiende una mano para que se las dé, bajando la vista a ella y es que pobrecitas mías... Le da también el paquete—. ¿Y esto qué es? ¡Son regalos!
Aamón gira la cara.
—Aunque sé que no soy el primero que recibe uno... —comenta Raguel, el demonio se vuelve a mirarle.
—¿Eh?
—¿No vas a hacerme comer el regalo si... menciono los otros?
—¿Qué? —frunce un poco el ceño.
—Solo... Miguel me mostró su regalo —se ríe un poco porque está jugando.
—Ah, ya imaginaba que acabaría en tus manos.
—No sabía yo que fueras del estilo de demonio que da regalos, sinceramente
—No... No lo soy —como acabas de demostrar ampliamente. Raguel le sonríe—. O sea... esto es solo... Ella se lo merecía. Las necesitaba.
—Pero yo tengo un regalo... y Miguel también —y la verdad le haría una poca más de gracia si Miguel no tuviera uno—. ¿Qué es? Vamos a sentarnos para que lo abra.
—Lo dices como si no fueras a quedarte tú con ese papiro.
—Querían destruirlo —sonríe.
—Por supuesto, ella no va ni a leerlo, debí imaginarlo —protesta cruzándose de brazos..
—¿Para qué querías que leyera las leyes de Roma? —pregunta inclinando la cabeza—. A decir verdad... tenían cierto temor.
—Pues para aprender un poco como juzgar de modo imparcial.
—Lo creas o no, no son tan incapaces de hacerlo con todos nosotros... por lo que pienso que podrían eventualmente... aprender a hacerlo con ustedes.
—Sí, seguro... —pone los ojos en blanco, sentándose.
—Yo he aprendido, ¿no? —pregunta sentándose a su lado y mirando el regalo, sonriendo VISIBLEMENTE emocionado.
Aamón le mira de reojo sin responder a eso, el paquete pesa menos de lo que parece.
Raguel chasquea los dedos y aparece una vasija con agua en la mesita que tiene al lado, metiendo sus flores en ella que seguramente reviven solamente estando cerca de él.
—Huelen bien... —sí, se atreve a decirlo, acariciando un poco el paquete por fuera.
El demonio entrecierra los ojos mirándole porque ese comentario... está al límite.
—No te me enfades, Aamón... —le mira y le sonríe otra vez.
Ojos en blanco, aunque se sonroja un poco... y ahí empieza el suave afecto. Sin mirarle. Raguel respira, tranquilizándose al sentirlo sin siquiera darse cuenta de ello.
—Estuve pensando en ti esta semana... —explica buscando cómo se abre.
—¿Por? —parpadea un poco. Tiene una cuerda, si la desatas podrás quitar el lienzo.
—Supongo que porque la última vez que nos vimos pasaron bastantes cosas...
—Ah... sí. Ehm... ¿Y qué has pensado?
—Bueno, he pensado... varias cosas, en realidad —Así o más desesperante, ya lo sé. Quita la cuerda.
—¿Aja? —se echa atrás y pone una pierna sobre la otra.
—Aún tengo curiosidad...
—¿Por?
—Porque aún no acabo de entender del todo qué es lo que hiciste que ocasionó... eso —le termina de quitar la cuerda y quita el lienzo. Dentro hay una caja de madera oscura.
—Una posesión demoníaca.
—Aun no entiendo por qué esa posesión demoniaca podría... gustarme.
—Bueno... no lo sé.
Raguel le pasa una mano por encima a la caja.
—Sinceramente... me pregunto si mis propios sentimientos han hecho que me gustara más de lo que me gustaría la de cualquier otro demonio —sí, lo dice en voz alta—. Esto es una caja... ¿cómo se abre?
—W-What? —ahí le aceleras el corazón y la sensación de amor.
—Que cómo se abre esta caja, Aamón... ven aquí y ayúdame.
—Ah... uhm... —traga saliva y se incorpora un poco sin levantarse, estirando las manos para hacerlo—. Cuidado, dentro hay piezas pequeñas
—¿Piezas pequeñas? —pregunta y roza la mano de Aamón mientras lo hace, con tal cara de inocente...
—Sí, ve con cuidado, aquí —le toma la mano que le ha rozado y se la pone en el lugar correcto para abrirla. Dentro hay un Backgamon.
—Ohhh... ¿Esto es un juego de azar? —pregunta sorprendido.
—No. Es un juego de estrategia.
—De estrategia... —le mira levantando una ceja, sonriendo
—Blancas contra negras. Bien contra mal. Cielo contra infierno. Es una guerra.
—Empiezo a pensar que este era el regalo de Miguel y el pergamino era el mío —bromea riéndose un poco más y sacando las piezas.
—Ya me imagino que a ella le haría más gracia esto, pero... puedes intercambiarle.
—¿Para que venga ella a jugar aquí contigo? ¿Eso quieres? —hace una mueca.
—Solo las piezas blancas, las negras son mías —añade—. Sí, claro, por eso se lo he dado a ella, ¿no lo ves?
—No sé si confío en que me enseñes a jugar de manera tal que alguna vez pueda ganarte yo... —asegura—. Se te empieza a hacer fila en la cantidad de cosas que tienes que enseñarme.
—Ah, sí... eso. Verás, la primera regla de este juego es que las negras ganan siempre.
—Supongo que no me quedará más que jugar con las negras una partida si y otra no... —se ríe—. Esto usa dados... ¿sabes que tengo prohibido jugar con dados?
—En cualquier guerra el azar es un factor importante, porque es incontrolable. No se puede hacer sin ellos... pero si quieres puedo tirarlos yo por ti.
—Yo sé qué va a pasar exactamente si los tiras tú por mí —asegura poniendo el tablero en la mesa, junto a sus flores.
—Entonces tendrás que arriesgarte —los toma y se los tiende, sonriendo.
Se muerde el labio y envuelve la mano de Aamón con las dos suyas, que cierra el puño, dejándole.
—Gracias... —le mira a los ojos.
—No piensas hacerlo, ¿verdad?
Raguel se ríe un poco, suavecito sin soltarle la mano. Sintiendo su mano firme y algo rugosa dentro de las suyas ridículamente suaves y bastante delicadas.
—¿Arriesgarme?
—Jugar —pone la otra mano sobre las suyas y hace que les dé la vuelta, dejando los dados en su palma. Aunque no le suelta. Le acaricia un poco sin pensar.
Raguel sonríe más y se sonroja un poco sin quitar las manos.
—Solo si me dices cómo es que me he ganado un regalo tan bonito.
Aamón se sonroja y vuelve una oleada de amor, sin soltarle las manos.
—E-Ehm... —vale, no tiene excusa para eso. Bien hecho, Aamón. "Asmodeo me lo dijo" no parece algo lo suficientemente explicativo—. Pues... A-Alguien sugirió... ¿habrías preferido joyas?
Raguel le acaricia la mano de vuelta, en respuesta a la oleada de amor, tocándole los dedos un poco antes de echarse ligeramente al frente para besarle los nudillos, el demonio le mira hacer, perdiendo el hilo de la conversación.
—¿Joyas? —le mira con los labios casi sobre su mano—. No te veo dándome joyas.
—No me p-parece que sean... de tu estilo. Creo que son... demasiado... tienden mucho a la vanidad —explica haciéndose un poco de lío con sus ideas, mirándole porque Asmodeo le ha dicho que si quería un beso se humedecería los labios. Pero no lo hace. Pero le parece que lo quiere. Pero seguro se está equivocando.
Raguel le mira a los ojos y... no le suelta la mano, de hecho le acaricia un poco más los dedos, sonrojándose levemente. De hecho no tan levemente. Atrapado.
—¿Qué? ¿Sí las habrías preferido?
—No. solo es que... I-Indirectamente —se humedece los labios desviando un poco la mirada porque... si se ha hecho un broche en forma de búho.
Aamón le suelta de una mano y chasquea los dedos, cubriéndole de joyas. Collares, coronas, anillos, pulseras, brazaletes. Hasta pendientes le pone.
Raguel parpadea, descolocado del todo con eso, sin esperárselo. Todas son con motivos un poco... arañas y murciélagos y llamitas y coronas con cuernos y básicamente rubíes ROJOS por todos lados y calaveras. MUCHAS calaveras. Así en plan golden halloween.
Ya lo veo volviendo al cielo con esto. Aprieta los ojos riéndose un poquito.
—Aamón de mi vida, ¿qué es todo esto? —medio protesta.
El demonio sonríe de lado porque era bastante en burla, sí.
—Por cubrirte de oro que no quede, mí... —empieza y se le muere un poco en la boca sin saber qué decir. ¿Mi... qué? Tú te has metido en este lío.
Raguel le mira unos instantes en silencio, como retándole a que termine la frase.
—M-Mi... —repite nervioso, humedeciéndose los labios, por si acaso pensaba que había oído algo distinto y pensando a toda velocidad, casi se le puede ver pensando a través de los ojos—. E-Ehm...
Raguel parpadea lentamente.
No vas a decirle amigo. No. Me niego. Vale, no quieres decirle amor, pero no vas a decirle amigo. ¿Hermano? Si al menos fueras otro ángel y perdóname, pero es casi más raro que amigo. Ángel. ¿Puedes ser más básico? Compañero. De verdad. Compañero. ¿En qué te está acompañando exactamente?
Los segundos se hacen laaaaargos, pero Raguel parece empeñado en hacerle terminar la frase. Le mira los labios. Si acaso esto no era lo bastante complejo.
—M-Mi... M-M-Mi... —sigue repitiendo y se los humedece inconscientemente cuando nota que se los mira—. Mi —decide al fin.
Raguel levanta un poquito las cejas, divertido. Aamón traga saliva. Pero intenta mantenerse seguro sobre esto.
—¿Me ibas a llamar Miguel?
—¡No!
Hace una mueca, por lo visto los celos repentinos son cosa de ángeles
—Te cambio todo esto por un par de daditos de oro —cambia el tema sin mirarle
—Porque habría de llamarte... ni siquiera estaba pensando... vale —chasquea los dedos y lo hace.
—Gracias. Por un momento pensé que ibas a decir otra cosa, pero... no.
—Era un sobrenombre afectuoso.
Mira que fácil sonríe el ángel otra vez y le mira a los ojos.
—"Mi". Como una... broma, no lo sé. Pero si piensas que iba a llamarte Miguel, pues...
—Tú...
—¿Yo?
—Tu... algo. Pensaba que ibas a llamarme tú algo.
—¿Algo como qué? —ala, ayúdale y a la próxima tal vez lo diga.
—Imaginaba que dirías algo... como mi cielo. Siendo que de alguna manera... lo soy. El pedacito de cielo que está a tu favor —hablando de declaraciones de amor...
—C-Cielo —repite y se sonroja hasta las orejas. Raguel se sonroja también cuando lo dice él.
—¿Vas a enseñarme cómo jugar a esto entonces? —pregunta poniendo un dedo sobre el tablero.
—¿Tú crees que el príncipe del infierno puede ir por ahí llamando... cielo a... uhm...?
—Un Arcángel. Seguramente no. Pero considerando que dicho Arcángel va a jugar juegos de azar con ese príncipe...
—No es de azar, es de estrategia.
—Si tiene dados... es de azar.
—Tiene una parte, igual que la guerra de verdad.
—La Guerra no se "juega" con dados... lo que vaya a ocurrir es un camino trazado por Nuestra Señora. Aunque quizás ella desee evitar la guerra por medio de un amigable juego de dados...
—Además, conozco al tipo que apunta toda esa clase de cosas, le diré que haga la vista gorda.
—¡No voy a no anotar algo en esa libreta! —nunca digas nunca. Raguel se humedece los labios.
Aamón levanta las cejas, notándolo. ¿Ahora? Ahora es que quería... no, no, no, Asmodeo tenía que estar equivocado.
—P-Podrías estar distraído en otra cosa y no verlo.
—Oh, ¿cómo con que cosa?
Aamón traga saliva y le mira fijamente con bastante cara de circunstancias... o más bien con cara de... venga, humedécete los labios otra vez, venga.
Se muerde un poco el labio con esa mirada. Interpreta.
No es... ¡no es humedecérselos! Ugh. Asmodeo había dicho... ¡JODER!
Ni siquiera te dio instrucciones para mordérselos.
—Uhm... tal vez en... complacerme por el bien de la diplomacia. ¿Vale como causa atenuante? —gira la cara.
—Sí.
Aamón le mira de reojo y Raguel se encoge de hombros.
—Venga, vamos a hacerlo —propone el ángel.
—Pues... ¿Complacerme?
—Sí.
Aamón entrecierra un poco los ojos.
—Es... vale—explica, decidiendo otra cosa—. Lo primero para jugar a esto... hay un ritual en el que los... adversarios tienen que... besarse. Para demostrar las buenas intenciones y el juego limpio.
—Vale —sí, como si le hubieras dicho darse la mano.
—O-O sea, entiendo que en tú caso es obvio pero quizás valdría la pena que yo... oh —detiene la explicación al ver que accede así de fácil.
—Precisamente, me parece una regla muy justa
—Vale —se pone de pie y se humedece los labios, muy dispuesto aunque sin saber cómo hacer esto. Por lo visto plantearlo como un juego sí que funcionaba. ¡JA!
Raguel se levanta también y se le acerca sin ningún preámbulo
Aamón le mira, dejando que sea él quien se acerque ya que parece tenerlo tan claro.
Lo tiene clarísimo. Le extiende la mano para tonarle del antebrazo y se le acerca con intención de darle un beso en cada mejilla.
No. Aamón va a por sus labios cuando se acerca. Raguel no lo esperaba, pero no lo evita, sorprendido por un instante antes de relajarse un poco y ceder levemente al casto beso.
Pronto abre la boca para que deje de ser... casto. Eso... vale, eso es un poco inesperado. Raguel no la abre. Pero no se quita.
Intenta... capturarle el labio o... que la abra o... algo de lo que hizo Asmodeo. Cambia el peso de pie para conseguir una mejor postura.
Los ángeles no se besan así. No abren la boca. Mucho menos hay lengua involucrada. También, cuando los ángeles se besan, sienten el bonito amor del otro ángel... no como si alguien estuviera tirando de su ombligo desde dentro. Y estuviera haciendo que el corazón les lata al triple de velocidad.
Sin entender mucho como o por qué, entreabre un poquito los labios y da un pasito hacia Aamón.
Por lo menos hay mucho MUCHO amor.
Eso ayuda MUCHO. De hecho lo siguiente que ocurre es que el ángel le abraza.
Él también, intentando moverse.
¿Moverse hacia dónde?
De lado o algo para... algo, qué sé yo.
El beso, aun así, no es como el de Asmodeo lleno de lengua y... lujuria.
Ah, no de hecho, una vez abierto la boca no sabe bien qué hacer. Raguel, de hecho, con el corazón bastante acelerado, se separa del beso después de unos segundos sin dejar de abrazarle, para mirarle.
Aamón se va un poco atrás pero se separa enseguida también.
Vacila un poco con el corazón ridículamente acelerado. Le mira los labios y se le acerca otra vez, volviendo a besarle.
El demonio levanta las cejas porque no habíamos dicho dos besos... pero vale. Nadie va a quejarse, le vuelve a besar casi de inmediato, abrazándole del cuello.
Vuelve a ser por parte de Raguel un beso bastante casto, cerrando los ojos y concentrándose en lo terriblemente distinto que es este beso en comparación con cualquier otro beso que ha tenido antes.
Este es mucho más... caliente. Como tuviera un hilo de metal ardiendo conectando sus labios con su corazón y su corazón con sus brazos y sus piernas y sus pies, y su abdomen, y en medio de sus piernas. Y por alguna razón tiene esta enorme, casi podría decir necesidad, de mantenerse aquí, de no separarse, de abrazarle más.
Aamón NUNCA había sentido algo como esto en ningún momento en el infierno con nadie.
Raguel le acaricia un poco la espalda, de donde le está abrazando, moviendo un poquito los labios.
Y es que... necesita separarse y hablar de esto, pero no quiere. Quiere tumbarle y acomodarse y seguir aquí por días y días y días.
Raguel se toma su tiempo antes de separarse pero finalmente lo hace, ojos cerrados. Le respira encima porque esto se le ha salido un poco de control.
Aamón no quiere abrir los ojos. Créanme, Raguel tampoco. Ni siquiera sabe qué decir.
—A-Aamón... —susurra el ángel con voz bastante grave.
—Raguel —traga saliva. Vacila, sin una idea clara de que decir, valorando múltiples opciones y descartándolas todas—. Ehm... esto... ¿Estás... bien?
—S-Sí —hace una pausa —. No sabía q-que supieran ha-hacer...
—¿Hacer qué?
—B-Besar... —se le acerca otra vez y le da, si, otro besito suave en los labios.
—¿Por qué íbamos a... no...? —parpadea.
—No así —niega con la cabeza y mueve la mano, poniéndosela en el pecho. Claro, Raguel, estás siendo muy explicativo cuando te refieres a "así".
Él le mira a los ojos y el ángel sonríe un poquito, bastante embelesado con el completo ambiente amoroso qué hay en este momento entre ambos.
—¿Así... cómo? —le acaricia la mejilla hacia la oreja.
—Estoy seguro de que no necesitas poder sentir como yo para... sentirlo. ¿O quieres que te ayude?
—Quiero.
—¿Seguro de que puedes con ello? —le pica un poco haciéndole fruncir el ceño, así que sonríe, acercándose a él y poniéndole la nariz en la mejilla.
Aamón le mira de reojito, acariciándole la nuca y ahí va, directo a su pecho, a hacerle sentir lo que Gabriel llama afecto. El demonio tiene que agarrarse de él con fuerza.
No deberías haberle dejado hacer eso, comentaría Belcebú si acaso Aamón estuviera contándoles esta historia como realmente paso y no una versión suavizada y mejorada, porque una vez que ocurre, no hay devolución.
Ugh. Ya... ya. Maldita sea. De hecho...
—Me cago en la...
Raguel levanta las cejas.
—... puta —acaba el demonio, sujetándose de él y cuando para de hacer eso, tiene que soltarle de la impresión. Raguel se humedece los labios.
—Y-Yo te dije...
—¿Qué... ha sido... eso?
—Puede que no te acuerdes... —Raguel le mira con cara de circunstancias.
—¿Acordarme?
El ángel vacila porque no sabe cómo va a reaccionar si le dice la palabra con A.
—Es lo que siento.
—¿P-Por...?
—No parece gustarte —que complicadas preguntas.
—¿... mi? —acaba la pregunta en un susurrito.
"Oh" Piensa Raguel entendiendo la pregunta completa.
—E-Es lo que... sí. T-También es lo que siento que sientes tú... p-por mí.
—¿Y-Yo?
—Puedo sentirlo emanando de ti... igual que tú lo has sentido emanando de mí.
—¿P-Puedes? —es que palidece un poco.
—Me gusta.
—Y a mí... —se humedece los labios y baja la cabeza.
Raguel le da un besito en la mejilla. Aamón le mira de reojo. Bien, ya establecieron que se quieren... perfecto. Ahora consigue cómo tirártelo, porque aún estás muy pero muy lejos.
—¿Quieres... uhm... volver a hacerlo?
—¿Hacerte sentir amor? —le mira de reojo.
—Ah... sí, bueno. O-o sea... sí. P-Por favor.
Es que es tan monísimo. Es que le ha dicho por favoooooor. Raguel le da otro besito en la mejilla, apretándole contra sí y volviendo a soltar amor hacia él descubriendo lo fácil que le es hacerlo.
Pues... es que... Cierra los ojos y se hace un poco bolita contra él.
Y es que esto, así, no tiene absolutamente nada de malo. Estrujar y querer a un demonio no está prohibido bajo ningún concepto.
Apoya la cabeza en su hombro, metiéndose un poco ahí bajo su oreja, poniéndole un poco la piel de gallina al ángel, porque una cosa es no tener idea de lo que pasa y otra distinta es que realmente no pase.
Probablemente puedas sentir el amor de vuelta.
Raguel sonríe, porque el amor se le asoma a Aamón por las esquinitas, un poco tímido quizás, pero puede sentirlo.
De hecho es cada vez más fuerte. Creo que ya no quiere acostarse contigo, que con esto hay bastante.
Halaaaaaa. ¿Ahora va a tener que ser Raguel el que quiera?
Pues...
Unos segundos más tarde, Raguel gira la cara y le vuelve a besar los labios, castamente.
Aamón abre la boca otra vez y Raguel la entreabre un poquito también, apretándole con más fuerza.
Y esto se vuelve laaaargo y lánguido cómo hacer el amor metafísicamente. Como hacer el amor sin sexo.
Va a pasar un BUEN rato antes de que Raguel es separe.
No, Aamón va a chasquear los dedos y a invocar un millón de cojines y a hacer que se estiren en ellos porque quiere hacerse bolita con él.
—Mmmmm... —se le acurruca.
—Esto es lo que necesitaba que ni sabía que existía.
—Esto es lo que todo mundo necesitamos... —le acaricia un poco el pelo y los brazos.
—¿Y por qué no lo... ?
—¿No lo qué? —le mira a los ojos.
—Tenemos.
—Ustedes no lo acostumbran... —Raguel suspira.
—No.
—Deberían acostumbrar... es bonito.
—¿Hacéis esto... vosotros? —levanta las cejas y se separa un poco.
—No así... no. Definitivamente no —tira de el para que no se separe.
—¿Entonces cómo?
—Sí que sentimos amor, todo el tiempo, eso es verdad. Amor entre nosotros... pero por alguna razón es diferente.
—¿Diferente cómo?
—Porque por alguna razón el amor de un demonio no se parece al de un ángel —Claro, Raguel, Claro... tú sigue pensando que esto es genérico.
—¿Has sentido esto de... otro demonio?
El ángel niega con la cabeza.
—¿Entonces cómo sabes que no soy yo?
Levanta un poco las cejas sorprendiéndose con esa lógica. No, en efecto, el Arcángel Raguel, guardián de la justicia del cielo, no había pensado en ello.
Aamón le mira a los ojos.
—P-Podrías ser... tú. ¿Has causado esto en otro ángel alguna vez? —y es que el problema es... que entre ángeles, y más aún en la cabeza justa y supuestamente sin competencias de Raguel, él quiere a todos los ángeles por igual, les trata por igual y siente amor por igual venir de ellos. En un mundo completamente idílico e inexistente.
—Yo solo había sentido esto de...
—De...
—Una persona.
—Ohh... —sonríe de lado—. ¿De qué persona?
Aamón traga saliva y no le mira.
—Venga, cuéntame... me da curiosidad.
Niega. Raguel hace una mueca, y se le acerca, abrazándole.
—¿Moisés?
—No.
—¿Es alguien así? O... ¿algún humano que conociste una vez?
—Shut up —pone los ojos en blanco.
—Cualquiera que te conozca un poco descubrirá que... eres fácilmente querible. ¿Cómo lo sentiste? —Suspira sin querer presionarle.
—Ella.
—E-Ella. ¿D-Dios?
Aamón asiente sin mirarle. Raguel aprieta los ojos y le abraza más.
—Ahora puedes sentirlo de mí.
—Es diferente.
—Lo sé... lo siento, no puedo querer como ella. Yo solo soy... un Arcángel.
—Te prefiero.
—A-Aamón... no... —se separa y le mira otra vez como si le acabara de decir algo... TERRIBLE.
—Lo hago, no me importa. Te prefiero a ti.
—No deberías... y soy solo... yo soy insignificante y prescindible en comparación a ella, Aamón...
—No para mí. Ella es la prescindible e insignificante para mí.
—E-Entiendo que... después de caer... esa idea sea... —le acaricia un poco la cara porque aún le sigue pareciendo terrible que le diga eso—.Tentadora.
—No, es que no te lo imaginas —le mira.
—Explícame —le pide con cierto temor de escuchar este tipo de ideas.
—Yo no sabía que estaba sintiendo esto... hasta que me lo quitó. Y no he sabido lo que me quitó hasta que lo he vuelto a sentir. Ahora.
—No puedo imaginar un mundo sin... amor. No puedo... n-no... no quería lastimarte al hacértelo sentir otra vez.
—Lo que me lastimó fue que me lo quitara. Por eso te prefiero a ti.
—Quizás te lo quitó para que aprendieras a... valorarlo y me ha puesto en tu camino otra vez para que vuelvas a tenerlo.
—Ella no ha tenido nada que ver en esto.
—Aamón... soy un Arcángel y tú el Príncipe del infierno... esto no puede ser casualidad —Raguel suspira.
—Lo que no puede ser es su voluntad.
—Si ella lo permite, es porque lo quiere —igualmente se acurruca un poco mejor en el disfrutando esta nueva... cercanía. Los ángeles no hacían esto tampoco. Sí se abrazaban y besaban, pero eran actos breves... esto era nuevo y dulce e intenso y... le gustaba. Le gustaba tocar a Aamón.
—¿Tú crees que quiere que un bloody Arcángel sea mi amigo? —Veo que ya nos acomodamos en el amigo.
—Sí, creo que es lo que necesitas tú... o lo que necesito yo. O lo que necesitamos los dos —asiente.
No, es que nos hayamos acomodado pero no se atreve a decir...
Mejor, Raguel está perfectamente tranquilo con esto.
—Entonces vas a empezar a hacer esto con el resto del infierno, entiendo.
—¿Qué? —le mira, perplejo
—Esto es lo que necesitan todos los demonios.
—Ehh... quizás debería —frunce un poco el ceño teniendo bastante claro que no le apetece en lo absoluto que ahora entre los cojines este... Leviatán o Lucifer.
Aamón frunce el ceño porque a él MENOS le apetece tener que compartir esto. Le empuja un poco para que se separe. El ángel lo hace... no demasiado, mirándole.
—Tal vez deberías ir ahora, entonces —se incorpora quedándose sentado.
A Raguel le toma unos instantes entender lo que ocurre, poco habituado a la envidia y disputas por compartir. El cielo tampoco era así.
—No quiero ir ahora a ningún sitio en el que no estés tú.
Aamón se gira a mirarle. Raguel se incorpora también y le sonríe
—Estoy absolutamente fascinado contigo —explica, y levanta un poco las cejas al notarlo.
—¿P-Por? —vacila el demonio.
El ángel se revuelve un poco porque acaba de notar que por una vez tiene... una real y muy marcada preferencia. Ahora mismo prefería estar aquí que con cualquiera de sus compañeros ángeles... y eso era nuevo.
—Estoy disfrutando esto. No sé si es que no había sentido amor _así_ nunca antes o... que tú eres divertido y... no es que los ángeles no lo sean, solo es que... tú... E-El cielo no es así —termina por admitir.
—¿Y cómo es?
—Les quiero a todos por igual. Y todos me quieren... igual. No hay favoritos o necesidad de ser al que quieran más. No hacemos esto así... no es que algo nos lo impida desde luego, solo no... No es algo que piense, en sentir el amor de otro ángel. Ni siquiera pienso en ello. No pienso una semana si...
—¿Si...?
—Si vas a enseñarme a hacerte sentir esa explosión... y cómo va a ir y lo agradable que es pasar tiempo contigo.
—P-Puedo... puedo enseñarte a hacer eso.
Raguel le sonríe y Aamón traga saliva porque después de eso ahora le... duele mentirle.
—Pero es algo sexual —admite llanamente.
—¿Algo qué? —levanta las cejas y se gira a mirarle creyendo que ha oído mal.
—Sexual. Es placer carnal.
—O-Oh... —cae, el golpe de realidad a la cara de inocente que trae—. ¿D-De verdad?
—No quería decírtelo porque pensé que... no querrías hacerlo nunca más pero... N-No... No quiero mentirte.
Raguel le mira, absorbiendo todo lo que acaba de decir, que no es poco.
—L-Lo siento —se mira las manos. El ángel sonríe extendiendo una mano y poniéndosela sobre las suyas.
Aamón levanta la cara mirándole a él otra vez.
Le había dicho que no quería mentirle, un demonio. El príncipe de ellos, de hecho. Y no le había mentido. Eso estaba opacando lo escandalizante de la otra cosa del... ehm... sexo... que, vale, quizás era a lo que debía prestarle atención ahora mismo.
—¿E-Estas seguro? Porque lo que tú hiciste no se sintió sexual —dijo el experto.
Aamón le toma las manos y le mira acariciándole los dedos.
—No se sintió pecaminoso o como algo malo, al contrario —sonríe más con esas caricias.
—N-No. No estoy seguro. Tal vez sea otra cosa, no soy muy experto en esos temas
—Hmmm... Pero ¿por qué has dicho que fue sexual? ¿En qué te basas?
—Por qué... estas cosas suelen serlo con los demonios —decide mentirle porque no quiere ahora que empiece a sentirse mal por hacer cosas malas.
—Nada de lo que suele pasar con los demonios pasa contigo —Frunce el ceño un poco.
Aamón le mira otra vez porque prefiere mentirle a que sufra.
—¿Te gusta lo sexual?
Niega suavemente y Raguel levanta una ceja.
—Pensé que a todos los demonios les gustaba —le acaricia las manos rugosas—. Además me has dicho que te ibas a enseñarme a hacerte sentir bien y si era algo... sexual...
—No. Es... No. O sea...
—¿Qué ibas a enseñarme a hacer? —le aprieta un poco los dedos, en ese estado suyo de perfecta calma y tranquilidad.
—Es que... es algo que se siente bien, sí, pero... o sea... es difícil de explicarte. Es como... bueno, no lo sé, como... como...
Raguel se ríe un poquito.
—¡No te rías! —protesta un poco pero se le pega la sonrisa.
—¡Estas nervioso!
—¡Pues como iba a no estarlo!
—¿Por qué ibas a estarlo?
—Esto es difícil.
—Vamos a hacerlo fácil. Dime lo que piensas, y... vale, es posible no pueda hacer lo que quieres, pero si no sé qué es no podremos determinarlo.
—Lo que pasa es que no... Es que es como un trámite. Uno fácil y satisfactorio, pero nada especial.
—Quizás ese es justo el problema
—¿Qué quieres decir?
—Explícame ese trámite tuyo.
—Pues en el infierno se hacen... a veces... como protesta contra las leyes de dios... la verdad, ahora cada vez se hacen menos, pero... se junta todo el mundo en orgías colectivas.
—¿Y querías invitarme a una? Uy... eso sí se sale un poco de mi... —veo que el cinismo es marca clave de Los Ángeles. "Un poco".
—¿Invitarte?
—Ah, no es esa la propuesta
—¡No! Te estaba explicando el trámite... nuestro.
—Menos mal —risita otra vez.
—Aunque si quieres venir...
—Definitivamente no.
—Aburrido.
—Ahora aburrido... es el infierno y es una... actividad que no es para mí. Sigue explicando.
—¿Y qué hay de tu curiosidad?
—Quedará saciada con lo que me cuentes.
—E-Está bien —se humedece los labios.
—Así que más vale que sea una buena historia.
—¿Historia?
—O explicación, bueno...
—Bueno el... asunto es... un beso.
—¿Un beso?
—Pero no en la boca. ¿Los ángeles os besáis en sitios que no sean la cara?
—Las manos —levanta una ceja.
—¿Y ya está?
—No creo que haya una regla específica, pero sí.
—¿Crees que podríamos... probar a besarnos en otros lados?
—¿Eso te gustaría?
—Creo que... sí.
—¿Ves que no iba a decir que no necesariamente a todo? No es para estar tan nervioso —levanta la mano y le acaricia la mejilla sonriéndole sinceramente.
Aamón le sonríe y se le acerca al... cuello, bajo la oreja.
Raguel sonríe, cerrando los ojos y riéndose un poquito porque por lo visto alguien tiene unas pocas de cosquillas.
Le da un besito ahí y le acaricia con la nariz antes de separarse y mirarle otra vez. El ángel le mira y sonríe.
—Inclina la cabeza, anda...—pide para tener espacio. Él traga saliva y lo hace.
Raguel se le acerca esta vez y le da un beso también, acariciándole con los labios con suavidad, respirándole otra vez encima y provocándole un escalofrío. Le da otro besito suave ahora atrás de la oreja y le pone una mano en el pecho y siente su corazón.
