Gabriel tiene que ir por Raguel, que, por cierto, está evadiéndole y hay un método infalible para encontrarle

Ah ¿sí?

Sí, pero solo funciona para Gabriel.

Ahora nos da curiosidad.

Toma un post-it de su escritorio y escribe "Hola, Raguel. Necesito que nos veamos cuanto antes, por favor responde. Gabriel."

Lo pone en un sobre y ahora es un mensaje oficial del cielo para Raguel. No puede NO ser entregado. Y adivina quién tiene la ayuda infalible para entregarlo. Providencial.

Vale, vale, Raguel está en la azotea.

Hay... una... azotea en... el cielo. OK, paradojas para no dormir. Se va para allá igual siguiendo a la providencia del mensaje.

Raguel se está escondiendo ahí, sí, más cerca de Dios. Gabriel abre la puerta y se frota un poco los brazos al entrar porque ahí hace más frío. Ahí está, sentado a la intemperie.

—¡Raguel!

El susodicho, que estaba trabajando en el cuaderno, pega un salto y hace una mancha.

—Oh, Gabriel.

—Te estaba buscando.

—Ya lo imagino —se gira a mirarle y le sonríe cansadamente.

—Siento que estabas como... evitándome —Le mira inclinando un poco la cabeza.

—Uhm —se humedece los labios, chasqueando los dedos para desaparecer el libro y poniéndose de pie pensando que ha estado evitando precisamente esta conversación por dos mil años. Y de hecho, es una conversación que ha tenido con muchos elementos en su cabeza en distintas épocas. Suspira.

—Lo cual es raro porque todos los demás estaban buscándome, por lo que me han dicho.

—Yo también estaba buscándote.

—Hubiera preferido que me encontraras tú.

Raguel se humedece los labios y baja la mirada

—Probablemente te debo una conversación...

—Sí.

Suspira.

—Podríamos tenerla aquí si quieres... casi nadie sube —le aparece una silla al lado de la suya. Aún parece lo bastante nervioso como para casi no hacer contacto visual con Gabriel.

—Hace un poco de frío.

Raguel aparece dos mantas gruesas. Gabriel suspira y... vale. Toma una.

—Quizás preferirías bajar a la Tierra... pero quizás también me entiendas mejor cuando lo entiendas todo.

—Mmmm... Tal vez.

—Tal vez no... —agrega bajito. Parece mayor ahora, más encorvado y frágil porque son un drama los ángeles a veces.

No nos vas a convencer con tus truquitos psicológicos.

¿Quién piensa eso?

Ehm... No queremos decirlo.

¿Aamón?

Ejem.

Si fuera Aamón el que estuviera ahí estaría diferentemente histérico Sin duda alguna.

Ya, ya.

—Veamos.

—Probablemente estés enfadado conmigo, Gabriel... me siento culpable por darte la información suficiente... —Raguel suspira y se mira las manos.

—Información suficiente.

—¿Qué quieres saber? —Raguel cierra los ojos.

—Unas cuantas cosas.

—Ajá...

—Me interesa saber... como sabes todo eso que sabes.

—Creo que vas a tener que ser un poco más específico.

—Navidad —Inclina la cabeza con cara de poca paciencia.

—Lo sé... porque yo lo he vivido —susurra antes de suspirar profundamente y cambiar de posición en la silla.

—Ya, ya lo he deducido eso.

—No he hablado nunca de esto con nadie —se humedece los labios.

—Eso también lo he notado. Dijiste que te habías resfriado y era muy raro porque nosotros no nos enfermamos.

—¿Qué podía decir si no algo así...?

—Hace... además hace mil años de esto. Ni siquiera dudamos de ti.

—Dos mil —puntualiza mirándose las manos —. No estoy orgulloso de haber mentido.

—¿Dos mil? ¿En serio?

—Mil novecientos ochenta y tres años de no bajar a la Tierra ni verle.

—Espera, ¿qué?

—Este año se cumpliría el ochenta y cuatro...

—¡Pensaba que llevabas dos mil años acostándote con él en secreto! O ella. Whatever. No sé ni quién es.

Raguel suspira otra vez y se pellizca el puente de la nariz.

—No tuve la valentía suficiente para ello.

—¡Valentía!

—Ya sé cómo se oye esto... y suena mal.

—No es valentía lo que me parece necesario para acostarte con un demonio en secreto.

—Eso es... exactamente lo que pensé por un tiempo —se vuelve a revolver en su asiento—. Especialmente cuando me di cuenta de lo que había estado haciendo.

—¿Entonces?

Raguel se vuelve a mover en su asiento.

—Esto empezó con mucha inocencia de mi parte... y visto en retrospectiva, creo que con mucha menos inocencia de la suya.

—¿Quién es?

("Belcebú", explica Raguel #enungiroinesperadodelahistoria.)

(Díselo, no te va a creer.)

(Nah. Raguel no está para bromas... está tremendamente agobiado.)

—El... príncipe de los avernos —sonríe un poquito, de lado, nostálgicamente.

—¿Me tomas el pelo? —levanta una ceja.

—No he dicho el actual... Belcebú no siempre ha sido el Príncipe de los Infiernos. Yo me enamoré... de Aamón.

Gabriel parpadea sin estar muy seguro de quien es Aamón, pero vale, ya investigará. O no, porque luego la desesperante falta de curiosidad de este tipo.

—La ira, es su pecado capital por excelencia.

—Oh... va contigo, ¿no?

Raguel sonríe un poquito y se sonroja levemente.

—Podría uno decir que así es... sí. Era una época... en el que todo mundo estaba bastante ocupado en otros menesteres, y yo decidí que era un buen momento para entablar relaciones diplomáticas con el infierno.

—No recuerdo eso...

—Tú estabas especialmente ocupado en entregar mensajes del cielo... de hecho consideraron mi misión como absurda e innecesaria. Pero, sin afán de sonar soberbio, de no ser por ello ni siquiera conocerías lo bastante a Belcebú como para... tener algo con ella.

Gabriel levanta una ceja

—Todas esas juntas oficiales... surgieron ahí.

—Mmmm...

—Al principio realmente no sabía que estaba haciendo. Solo era... amor.

—¿Cómo? —Le mira de reojo. Raguel se humedece los labios.

—¿Q-Que me estás preguntando exactamente, Gabriel?

—Pues cómo. Cómo fue eso de ser solo amor.

—¿Algún día Belcebú te ha poseído demoniacamente?

—¿Qué? No. ¿Por qué iba a dejarla hacer eso?

—Igual que la dejaste hacer otras cosas —frunce un poco el ceño porque Gabriel está actuando un poco como la santa inquisición aquí.

—No la dejé hacer nada de lo que ha hecho.

—¿Me estás diciendo que todo ha ocurrido contra tu voluntad? —Raguel le mira levantando una ceja.

—Sí.

Raguel vacila un poco y se sonroja. Quizás había juzgado todo esto de forma un poco prematura.

—Salvo eso.

—¿Salvo qué?

—El amor. A eso la obligué yo.

—Esto empezó así... con amor. Y con un desconocimiento de la humanidad un poco insolente de mi parte.

—¿Entonces le obligaste desde el principio?

—¿Obligarle? Yo no le obligue a... nada. Solo le recordé lo que era sentir amor y se lo hice sentir casa vez que me lo hizo sentir él.

—Sí, vale, dilo así si te parece menos violento —Se humedece los labios.

—Gabriel... Entiendo que estés enfadado conmigo pero estar pasivo agresivo no... Creo que vaya a llevarnos a tener esta conversación en los mejores términos.

—Estoy enfadado contigo, pero estoy hablando en serio.

—Le mostré lo que yo sentía por él, podía no haber querido sentirlo nunca más ¿Por qué te parece obligarle?

—Raguel...

—¿Qué? —le mira.

—El amor es adictivo, no había forma en que no hubiera querido.

—La adicción funciona para ambas partes... —Raguel suspira.

—Lo sé, pero yo nunca esperé recibirlo de vuelta, eso me tomó por sorpresa.

—Eso también me sorprendió al principio. Un amor... puro. Transparente.

Gabriel traga saliva, porque es... así, tal cual lo siente.

—Y una forma de querer que no había experimentado antes y que no he... —suspira—, no creo sentir nunca más. Lo disfrutaba, tanto como él.

—Y...

—¿Y en dónde está el pecado de amar y ser amado? El amor etéreo terminó por convertirse en... más roces, más besos... no vi nada de malo en ello. En retrospectiva ahora pienso que... me engañó, desde luego —incluso sonríe un poco—. Creo que solo quería sentirme más cerca, o... el engaño estuvo en no suponer que yo sería tan naïve...

—Más roces...

—Yo no sabía que eso, era... lo que era —Raguel se mira las manos.

—¿Cómo ibas a no saberlo?

—Sabes que los humanos no son mi principal área de interés.

—Aun así.

—Nunca me tome la molestia de averiguar exactamente qué implicaba... el acto sexual.

—¿Pero no haberlo visto NUNCA? Venga hombre

Raguel se sonroja

—Pues... no. Lo probé en... Ehm... ciertas ocasiones sin saber que eso era... ESO.

—Vaya...

Raguel le mira de reojo.

—Me cuesta creerlo, pero bueno.

—¿Por qué te mentiría?

—Porque tú apuntas las faltas, ¿cómo podías no saber qué era esto y que era una falta?

—Porque no sabía que lo que yo hacía lo era, Gabriel.

—Así que la ignorancia es tu excusa

—Seguí haciéndolo un tiempo aún después de saberlo —niega con la cabeza.

—¿Y?

—También me sentí solo, aislado y... perdido. Que era el peor de sus hijos y que nadie más había nunca transgredido sus normas...

—Ya... mientras por otro lado ibas con él y te sentías de fábula.

—Sí —traga saliva. Gabriel suspira porque no está aquí para juzgarle.

—¿Y cómo lo descubriste?

Raguel se pasa una mano por la cabeza, recordándolo.

—María Magdalena...

Gabriel levanta una ceja con eso... y sí. Fundido en negro.

Y ahí está Raguel, sonrientito. Le ha ofrecido precisamente a Gabriel a ayudarle a dejar un mensaje para Jesús en la tierra, justo porque ha quedado después de ver a Aamón

Gabriel ha accedido, claro, porque Jesús le trae como loco últimamente. Un montón de mensajes al día y ya va bien que le acompañe.

Tranquilamente, toca la casa que le han dicho que es, sonriendo balanceándose talón y punta, talón y punta.

María estaba lavándose atrás y se viste un poco rápido yendo a la puerta.

—Un momento

Raguel levanta un poco las cejas sin haberse esperado la voz de una mujer, pero espera con paciencia. Ella se acerca a la puerta y la abre, levantando las cejas.

—Oh, hola.

—¡Hola! Ehm... estaba... —vacila un poco mirando adentro.

—Pasa, creo que no... tengo a nadie concertado ahora, pero va a tener que ser algo rápido porque sí tengo clientes más tarde —le abre la puerta.

—Oh, bueno, no... de hecho tengo otra cosa que hacer después así que me va bien —le sonríe mirando alrededor.

—Bien —sonríe—. ¿Cómo te llamas?

—Raguel. ¿Tú?

—María. ¿Qué se te ofrece, Raguel?

—Pues, tengo un encargo...

—¿De qué?

—¿Sabes quién es Jesús ?

—¿El carpintero? Sí —Sonríe un poco.

—Me han mandado a buscarle.

—Puede que venga luego, por la noche —se pone el pelo tras la oreja, sonriendo más y sonrojándose un poco.

—Oh... ¿hasta la noche? —pregunta—. Cielos...

—No lo sé seguro.

—Hmmm... E-Ehm... bueno, es que necesito hablar con él y... ¿alguna idea de donde esté?

—Seguramente con los muchachos.

—Hmmm, no voy a encontrarle tan fácil. Ehh... ¿crees que pueda esperarle contigo?

—Creía que venías a verme a mí, la verdad.

—Ohh... —le sonríe —. Bueno, por qué no. Puedo venirte a ver a ti mientras.

—Quiero decir... tengo trabajo luego, pero...

—Oh... ¿algo en lo que pueda ayudarte? Puedo hacerte compañía mientras tanto.

—Bueno, ehm... ya te he dicho que tengo un hueco ahora.

—Muy bien —le sonríe y asiente... buscando donde sentarse y eligiendo la cama a falta de otra cosa.

—¿Qué... te apetece entonces?

—Apetecerme... hmm... pues no lo sé. ¿Hablas de comer?

—No, no exactamente.

—Ohh... bueno —se pone las manos en las piernas y tamborilea un poco, mirando alrededor. Nunca estaba muy cómodo con los humanos, no les terminaba por conocer lo suficiente —. Lo que tú quieras.

—¿Cuánto dinero traes?

—Oh... ¿Dinero? ¿Necesitas dinero? Hmmm... traigo... un poco, sí —le sonríe.

—Bueno, una chica tiene que pagar sus cuentas, ya sabes...

—Entiendo, entiendo —se mete la mano al bolsillo u saca unas cuantas monedas que no tenía antes ahí.

—Mmm... por esto puedo hacer un trabajo manual.

—Oh, eso está muy bien. ¿No? —pregunta pensando que quizás va a hacer algo con las manos y a vendérselo.

—Bueno, sí, pero ya sabes, por un poco más, puede ser con la boca. Y por un poco más aun... con otra parte. A algunos hombres les gusta. Y finalmente... tal como Dios manda por aun más.

—¿Con la... q-qué? —Parpadeo, parpadeo.

—Por detrás.

—¿Detrás de dónde?

—Detrás de mí, cariño.

—No entiendo... ¿quieres más dinero? —Mira atrás de ella.

—Sí quieres algo más interesante, sí.

—Creo que no sería bueno darte mucho más... —Parpadea y mete la mano en el bolsillo sacando más dinero.

—Tranquilo, tranquilo —lo cuenta—. Hay... hay suficiente.

—Me alegra... ahora, ¿qué es lo que dices que vas a venderme?

—Que divertido eres, porque no te tumbas y te relajas un poco. Deja que me cambie de ropa en lo que... te preparas.

Raguel parpadea.

—Quieres... ¿cambiarte de ropa? ¿Vamos a salir? —pregunta igualmente tumbándose un poco, para variar sin tener idea de lo qué pasa.

—No. Relájate, querido... y déjame hacer a mí.

—Ehhh... ¿Qué vas a hacer?

—Hacerte sentir bien —le guiña un ojo antes de salir de ahí.

Raguel piensa que esta amiga de Jesús es un poco fea y vuelve a mirar alrededor, pensando un poco en Aamón y en que va a llegar tarde.

¿Fea? ¡Serás imbécil!

No, no, quería decir rara.

Sí que lo eres, no importa ahora que intentes hacernos creer que querías decir otra cosa.

¡No! ¡De verdad que no! ¡Ha sido accidental! No le parece fea... ¡ni no fea! Le parece rara.

Whatever, la fea de María Magdalena vuelve prácticamente desnuda.

¡No es fea!

Raguel, que había tomado de por ahí un borreguito de madera, la mira de reojo cuando entra y levanta las cejas al notar que... trae realmente poca ropa.

—¿Te... inspira esto?

—¿I-Inspirarme? Ehh...

—Tranquilo, tranquilo... todo va a ir bien, solo dejate llevar —se le acerca, dispuesta a desnudarle ella.

—¿Q-Qué haces?

—Voy a hacerte sentir bien.

—¿P-Pero por qué?

—¿Por qué no? —le pasa las manos por los hombros para quitarle la ropa.

—Espera... es que no entiendo a qué te refieres con hacerme sentir bien —le medio deja hacer, sin entender que está pasando. Es decir, esto... era lo que se hacía con la gente cercana, como Aamón, para demostrar amor. Pero esta chica... no estaba haciendo eso.

De hecho, lo siento... pero, la fea no te quiere.

No es de extrañar (Después de llamarle fea)

—E-Espera... es que no entiendo qué haces.

Ni antes... y ni que tu fueras tan guapo, calvo de mierda.

¡Que ha sido un Error!

Claro, claro.

—No tienes nada que entender, de verdad.

—Sí que tengo que entender, no se qué haces.

—Es que eres... ¿virgen?

—¿Virgen? ¿Te refieres a... inmaculado? ¡Claro que lo soy! —¡JA!

—Oh... vale, eso dificulta un poco las cosas, pero no te preocupes, iré poco a poco.

—¿Pero esto que tiene que ver con ser Virgen?

—Pues no hay nada de malo en ello, un hombre puede pasarlo muy mal en su vida cuando no consigue compañía femenina.

—¿Pero exactamente qué es lo que quieres hacer conmigo?

—Pues... resolver tu condición y hacerte sentir bien —le quita la ropa del todo haciéndole tumbarse en la cama—. Oh, mira este muchacho. De lo que se están perdiendo las chicas.

Cielos. Raguel parpadea varias veces.

—Pero... ¿María has dicho que te llamas? No... e-esto no se... esto... esto es una cosa de amor.

Le toma con la mano para estimularle un poco. Estimularle. Todo muy técnico aquí.

—Sí, cariño. Pero no pienses en eso.

Raguel da un saltito porque ahí... solo le toca Aamón y no le gusta que le toque otra persona.

—¿Pero no ibas a venderme algo? Esto es una cosa que no... no. No entiendo que está pasando —se incorpora un poco porque además la chica parece sabe lo que hace con esa mano.

—Calma, calma —le hace tumbarse de nuevo—. Te prometo que no vas a acabar en mis manos, es solo para ponerte la protección.

—No, no... sí, sí sé lo que.. haces, ¡pero no sé porque lo haces!

—¿Pues por qué va a ser?

—Pues no sé... es decir, me gusta. Con Aamón lo hago todo el tiempo, pero... ¿por qué querrías tú hacerlo conmigo?

María se detiene y le mira porque vale que sea virgen y todo eso pero si le corta el rollo a cada rato pues... joder.

—A ver si nos entendemos, cielo... —"A ver, imbécil..."

—¿No tienes amigos con los que hacer esto? Acabas de conocerme —por favor, ten piedad de él, no le eches.

—¿Disculpa?

—Esto que estás haciendo es... una declaración de amor.

—No. El amor y el sexo son cosas diferentes. ¿Qué es lo que crees que has pagado?

—¿Qué? ¿Sexo? ¿Qué tiene que ver el s-sexo aquí? —Parpadeo, parpadeo.

—Sí, claro. Soy una meretriz. ¿Qué te creías? —¿Que como soy fea no podía dedicarme a esto?

—Una... ¿qué? —Discúlpale, en serio, no tiene ni idea.

—Meretriz. Prostituta. Mujer que tiene sexo a cambio de dinero ¿Dónde has estado toda tu vida?

—¿¡SEXO?!

—Pues claro. Mira, tío, si no quieres, no lo haré, pero no pienso devolverte la pasta.

—No, no... no. No. Pero tú... pero... pero... ¿¡que tiene esto que ver con el sexo?! ¡El sexo es malo, es un pecado!

—Oh, joder. Voy a matar a ese hombre cualquier día, en serio —protesta e igual puedes sentir un poco el amor ahora.

—¿A cuál hombre?

—Pues a Jesús. Te ha mandado él otra vez con sus predicaciones, ¿no es eso? ¿Sabes qué dice también? "Amaos los unos a los otros."

—Ya, sí... sí. Pero no. Me han mandado a mí a buscarle. Espera, que tiene que ver esto con el sexo, tienes que explicarme —le toma de la muñeca con suavidad —. Please.

—Cariño, esto es sexo. Si me dejas hacerlo lo verás.

—No, no es sexo.

—¿No? ¿Y qué es el sexo entonces?

—Una cosa que hacen los humanos que es pecado. Esto es... esto es otra cosa. Esto lo hago todo el tiempo y es bonito, pero no se puede hacer con cualquiera como tú querías. Aunque... has sentido amor.

—¿Y en qué consiste esa cosa?

—Ehm... —vacila, porque hablando con un humano debería saberlo —. Algo sucio y... peligroso. De hecho tú deberías saberlo, dices que cobras por ello

—Lo sé. Es esto. Es justo lo que te estoy diciendo.

—No... no. No. Porque yo no hago eso. Y sí hago... ¿e-exactamente qué ibas a hacer? espera.

—Ponerte un intestino de cerdo y... luego poner tu pene en mi vagina hasta que te corrieras.

—Eso no es sexo. A-A menos que... el intestino de cerdo... No sé ni que es eso —Parpadea... parpadea.

—Eso es definitivamente sexo. El intestino es lo que impide que me quede embarazada después de ello.

—Pero, no porque yo nunca me atrevería a tener sexo, eso es pecado. Pero... no. No es igual porque eso que tú me dices no es... un beso.

—Un beso es boca con boca y eso no va a pasar.

—No siempre es con la boca. Aamón tiene otra boca ahí abajo... con la que me da besos. Por el amor.

—Es así —le muestra... sus regiones vitales.

Levanta las cejas porque son igualitas a... la otra boca de Aamón

—Sí... S-Sí. Así —de hecho se separa bastante de ella un poco en shock, con los ojos muy abiertos

—Entonces, lamento decirte que tu novia es una mujer, con una vagina a la que te has estado follando. No eres virgen y se va a enfadar como se entere que estás aquí.

—¿¡Q-Queeeé?!

—Esto, no es una boca, cielo.

—N-No pero... tú no entiendes. ¡El sexo es otra cosa!

—Ojalá pudieras describirme qué es entonces

—Es... Es... ¡es amor! Es puro e... ¡inocente!

—Mira, el sexo se puede hacer con amor o sin él, pero eso no quita que sea sexo.

—No, no... ¡Es que tú no entiendes! ¡Son solo abrazos y besos!

—Mira, es muy fácil. Los abrazos son con los brazos, los besos, con la boca. Y cualquier cosa que implique esto —le pone la mano sobre las regiones vitales—. Es sexo.

—P-Pero...

—Así funciona. Si es con la mano es una paja. Si es con la boca es sexo oral. Si es por delante sexo tradicional y si es por atrás sodomía.

Manos a la boca. O sea está GENUINAMENTE impresionado y es que... él ha cooperado todo lo que han hecho, porque siempre se ha sentido BIEN. Ella le mira.

—No sé porque te habrá engañado ella pero...

—S-Soy un... soy un idiota —Levanta las cejas.

—Probablemente sea que le gustas pero... está casada con otro o algo así.

—No, no... no. No. Es un demonio... no. Esto es... ¡Esto es pecado! ¡Uno terrible!

—Mmm... bueno, tampoco es lo peor que podría pasar. Pídele que sea tu esposa y ya.

—Mi... ¿¡qué?! No puedo pedirle que sea mi esposo a... ¡él!

—¿Por?

—Porque no se puede, no... yo no puedo ni casarme y... ¡No somos compatibles!

—Mmmm...

—No... no deberíamos... cielos. ¡Voy a caer! —asegura un poco en pánico, buscando su ropa para vestirse, negando con la cabeza tan preocupado.

—Más vale que no le digas nada si quieres seguir como hasta ahora.

—¿¡P-Por?!

—Bueno, no creo que le guste que le digas que no puedes hacer esto más.

—P-Pero es que no puedo... —la mira agobiado poniéndose la túnica.

—Pues... ehm. Buena suerte.

—¿C-Crees qué...? Es que llevamos AÑOS haciendo esto... —aprieta los ojos—. Demasiados años —se sienta en la cama, agobiado.

—Pues... ¿Años? ¿En serio?

—¡Sí! ¡Muchísimos! Más de los que te imaginas —se lleva las manos a la cabeza.

—¿Y? ¿Cómo has vivido todos estos años sin saber esto? —le mira de reojo.

—P-Pues... No lo sé. No hablando mucho con nadie, ¿quizás? —se lamenta.

—Bueno, ¿y qué vas a hacer?

—Ir con él... y... es que yo no lo sabía, pero estoy seguro de que ÉL debe haberlo sabido, es... un... ugh. ¿¡Cómo es que nunca lo pensé?!

—Pues... buena suerte.

—¿Qué crees que debería hacer?

—Seguir como hasta ahora.

—¿S-Seguir como hasta ahora sin... decir nada?

—No sé, chico.

—¿Eso harías tú?

—Yo... tengo una relación complicada.

—¿Más complicada que la mía? ¿Por?

—Yo me acuesto con hombres por dinero.

—Tú... haces esto por dinero —casi como si se acabara de enterar.

—Te lo he dicho varias veces.

—E-Es verdad... es verdad. ¿Y... tienes una... relación c-con Jesús? —Ya, ya sé... Es que le da vueltas la cabeza.

Se sonroja y Raguel sonríe al sentir amor.

—Él es un hombre especial.

—Bueno... sí.

—Y estoy seguro de que... te considera una mujer especial.

—Mira, no sé qué te ha dicho pero... para con eso.

—¿Qué me iba a haber dicho? —Raguel levanta las cejas.

—Que soy especial y todo eso.

—¿No lo eres?

—No.

Raguel se humedece los labios pensando que... solo el hecho de estar con ÉL, de convivir con él y de quererle, la harán siempre una mujer especial.

—Mira, él no quiere... esa clase de relación. Y es mejor porque yo tampoco puedo tenerla así que... todo va bien sin que ninguno seamos especiales de ningún modo.

El ángel levanta una mano y le toca la cara con suavidad.

—Sigue queriéndole... es lo único que necesita.

Ella parpadea y pone los ojos en blanco apartando la cara y tocan la puerta.

—Debe ser mi cliente. ¡UN MOMENTO!

—Oh... a-a... Ehm... —se pone de pie para termina de vestirse—. ¿A qué hora puedo encontrar a Jesús aquí?

—No lo sé, ve a ver si está predicando en el templo. Sal por atrás.

Raguel suspira con eso, pero asiente, queriendo ir, sinceramente, a ver a Aamón.

—Gracias... probablemente me has salvado del todo la vida.

—¿De toda la vida? —se viste corriendo y le empuja un poco sin escucharle demasiado.

—Del todo la vida —se deja empujar.

—Ah, sí, sí, de nada —sigue empujándole.

—¿Puedes decirle a Jesús que su madre dice que... lo del vino no le ha parecido del todo bien?

—Ehm... nunca me he llevado muy bien con esa mujer.

—Oh... te refieres a... oh... ehhh... ¿igualmente podrías decirle? —Raguel parpadea.

—Sí, sí, vale. Nada de vino —le empuja de nuevo y cierra la puerta una vez está fuera.

Raguel aprieta los ojos... y para un poco de un lado a otro sin saber bien que hacer hasta que se va con un rayo a por Aamón, que está esperándole como siempre con el backgamon y cara de quiero muchos... besos. Ajá. Besos de amor. Sí.

Raguel llega pálido como la leche y tembloroso, pero recordado lo que ha dicho María Magdalena... que es qué quizás lo mejor sería seguir como hasta ahora.

Pecaaaaandoooooo

Ese es justamente el problema. JUSTAMENTE. Y una voz en su cabeza se lo repite con fuerza. Mierda, mierda.

—Hola —sonríe el demonio un poco tímidamente.

—A-A-Aamón —Raguel traga saliva y da un pasito atrás porque además el corazón se le acelera.

Se le acerca.

—Ehm... hello —Pasito atrás, pasito atrás.

Parpadeo, parpadeo. El ángel traga saliva y trata de sonreírle un poco.

—¿Cómo estás? —da un pasito hacia él y... se acerca, dándole un beso en la mejilla—. Ehm... me apetecería jugar.

Aamón se gira para que no sea en la mejilla. Raguel se sonroja y se congela un poco y vuelve a escuchar en la voz de Miguel este asunto de... PECAAAAAAAAAAADOOOOOOOOOOOO

—¿Qué pasa?

Le sonríe un poquito.

—N-Nada. Nada. ¿Qué iba a pasar? —se aclara la garganta y le da la vuelta, yendo a sentarse a la mesa—. ¿Qué tal estás tú?

Aamón se humedece los labios y se gira sobre sí mismo, mirándole.

—Bien —sonríe un poco otra vez.

—¿Sí? ¿Qué tal el infierno? —Le sonríe de vuelta tranquilizándose un poco con esta distancia.

—¿Yo qué sé y a quién le importa?

Raguel se ríe un poco. Aamón se acerca y se sienta.

—Todo el mundo me está gritando por que no hacemos nada con eso del nuevo profeta.

—No tienes que hacer nada —sonríe.

—Ya, ya, eso decís vosotros.

—Eso digo yo... —estira un poquito la mano hacia él y traga saliva cambiando de idea.

—De todos modos...

Raguel se revuelve en su sitio, pensando que... no va a besarle más. Nunca más. Se humedece los labios.

—¿Aja? —pregunta porque... no quiere no besarle más.

Aamón se encoge de hombros con su sonrisita de "todos creéis que no hacemos nada pero si hacemos."

El ángel le mira los labios con ojitos de corazón. No más besos. Ni más abrazos, ni más... eso que hacían cuando terminaban. Cómo podía ser tan estúpido, eso era... TERMINAR, servía eso para engendrar hijos. Claro que... ugh. Se revuelve en su lugar.

—¿A.. ja?

—Nada, nada —sonríe de lado pensando en las tentaciones a Jesús.

Traga saliva y mira el tablero... ¿sabría Aamón que... estaba cometiendo pecado? Quizás lo estaba haciendo a propósito para que cayera... aunque es que... no parecía.

Aamón prepara las fichas con cuidado pensando que mandó a Crowley a que le llevara a ver el mundo y seguro veía algo en ello que le corrompía.

Raguel le mira las manos. ¿Cuántas veces le había tocado... TODO con esas manos?. Se sonroja pensando en ello y volviendo a convencerse a sí mismo de algo que no tenía que convencerse otra vez. Le gustaban. Extiende una mano hacia él y le toca el brazo.

Aamón le sonríe y él baja la mirada y quita la mano. PECADO.

—¿Qué pasa?

—Nada, nada... no pasa nada. Vamos a jugar.

—Primero, un beso.

—U-Un beso —traga saliva, se sonroja un poco—. ¿P-Para qué?

—Porque luego te enfadas un montón.

—No voy a enfadarme hoy, créeme —Se sonroja un poco más.

—Eso dices siempre.

—Realmente no sé qué... por qué te parecen tan importantes los besos. Podríamos no darnos besos y no pasaría nada tan grave.

—¿Qué? —le mira parpadeando.

—Me refiero a que... no pasaría nada muy grave o sí, igualmente... podríamos jugar, por ejemplo, o hablar o...

—Bueno... no, no pasaría nada, pero... porqué... ¿por qué íbamos a no hacer eso? ¿No te gustan los besos?

—No es eso, solo creo que... también me gusta hablar —Cierra los ojos y se sonroja.

—No he dicho que no hablemos.

—Bueno solo estoy estableciendo un supuesto...

—Entonces... —sonríe.

—¿Qué pasaría?

—¿De qué?

—Si solamente no volviéramos a... tocarnos.

—Pues... no lo sé, ¿por qué estás pensando eso?

—Estaba pensando que... q-quizás no esté bien.

—¿Por qué no?

—Pues... —aprieta los ojos—. Olvídalo, vamos a jugar.

—Es que... no entiendo. Venga, un beso no te va a quitar más de unos segundos, puedes igualmente decirme todo lo que quieras después de ello.

Raguel traga saliva. Quizás un beso... solo era eso. Un beso. Los besos se podían. Y un... último beso... después de todos los que se habían dado...

—Dios... ten piedad de mí... —susurra. Aamón levanta una ceja—. Un beso, está bien.

Sonríe y ahí empieza el amooor. Raguel traga saliva, estirando una mano hacia él otra vez y soltándole una cantidad de amor INDECENTE al primer toque.

Así vas a lograr que no vuelva a querer besarte, di que sí.

Pues... ¡pues! No lo está haciendo a propósito.

Le va a besar así con... una extraña sensación como si fuera a ser el último beso. Raguel va a besarle exactamente con esa angustia.

Pues aun peor.

El problema es que no solo va a besarle, va a abrazarle, va a tocarle la espalda, a apretarle contra sí.

Pues aun PEOR. Lo vas a encender, querido.

Seguramente.

Así que bueno...

No sé cómo va a pararlo.

Pues... yo tampoco.

Quizás no le para, pero cuando termine va a estar sumamente preocupado.

Va a hacerle lo que le iba a hacer María Magdalena y no la dejó, por fea.

¡Basta ya con lo de feaaaa! Pues sí que se lo va a hacer y el problema es... cuando terminan. Que cuando tú estés tan feliz en el aprés le vas a descubrir que él está... llorando. (Porque los ángeles son dramáticos que te cagas)

¿L-Llorando?

Llorando, sí, desconsoladito, abrazado a él.

—¿R-Raguel?

—Lo siento... pero no podemos hacer esto más —solloza toooooodo agobiadito.

—¿Qué?

—Me han dicho algo terrible hoy —sigue abrazado a él. Raguel, en serio, ¿vas a ir por el... drama así?

—¿El qué? —le acaricia la espalda.

—Esto es SEXO, Aamón... —susurra así como si fuera una cosa ESPANTOSA. Aamón se queda congelado sin saber qué responder a eso. Chan chan chaaaaan—. Es un pecado terrible

—¿Q-Qué? O sea... ¿Quién...?

—¿Qui-Quién... ?

—¿Quién... te dijo?

—Una mujer... una mujer que cobra por ello.

—¿Qué? —parpadea.

—He... he estado con ella, le he dado dinero...

—¿Has... ido a tener sexo con una prostituta?

—¿Qué? ¡No! He ido a buscar a... he ido de trabajo.

—De trabajo, claro —frunce el ceño—. Muy propio de las labores celestiales ir con putas.

—Sí, sí, fui a llevar un mensaje —se separa un poco, limpiándose los ojos—. Ahora no irás a enojarte, ¿verdad?

—Ah, sí, eso pasa frecuentemente que hay mensajes de Dios para esa clase de mujeres —¡pues claro que va a enojarse!

Y si supieras que le... "manipuló para estimularle". Puede que hasta te lo cuente.

Dios...

—No, tenía un mensaje para alguien más... y ella es su mujer. Estás oyendo lo que te digo, ¡es grave!

—Las putas no tienen marido, no seas imbécil.

—¿Por qué me gritas?

—¡Porque has ido a acostarte con otra!

—¿Qué? ¡No! Fue un malentendido... ella estaba... ¡ni siquiera sabía qué hacía! ¡Ni siquiera sabía que había gente que hacía eso y cobraba! De hecho ni siquiera sabía que... estábamos... "acostándonos", deja de decirlo así.

—Así que te enteraste y fuiste a ver. Hasta el puto final —chasquea los dedos y se viste, furiosamente—. ¿Cuántas veces se la metiste antes de darte cuenta que era PECADO?

—Meterle... ¡¿qué?! ¡No le metí nada! ¿De qué estás hablando? No hice... solo me enseño que lo que tú y yo...

—No seas imbécil —protesta señalándole con el dedo, levantándose.

—¡No soy imbécil! ¿A dónde vas? ¿Por qué te enfadas tú conmigo?

—¡Porque has ido a acos... FOLLARTE a una PUTA!

El ángel se cubre la boca con las manos. Es can da li za do

—¡Aamón! No he... ¡yo no he hecho eso NUNCA!

—¡ACABAS DE CONFESARLO!

—No me grites —pide Raguel y pareciera que los gritos de Aamón hace que reaccione con más calma—. No he ido nunca a follarme a nadie.

—¿¡Cómo no voy a gritarte!? ¡Hace una semana no sabías ni qué era follarte a alguien! Y ahora te vas con PUTAS. ¿Sabes qué puñetera palabra deberías aprender? ADULTERIO.

—¿A-Adulterio? Aamón... por favor tranquilízate, que lo único que hizo María fue explicarme lo que está pasando entre tú y yo.

—Muy gráficamente, ya me imagino. Y además la tuteamos, claro. ¿Y qué más te explico la buena de tu amiga, María la puta?

—Me explicó algo que yo no sabía, que es que tú y yo hemos... —traga saliva —. Pecado.

Aamón le mira un instante en silencio, en la puerta.

—Por favor, no te vayas. Te aseguro que no me he follado a nadie —hace una pausa—... más que a ti, a-aparentemente. Dios me perdone.

Unos instantes más, es que no le cree.

—Ni siquiera sabía que eso era... eso. ¿T-Tú lo sabías? —es que le mira con su cara de confundido, agobiado, inocente... agobiado.

—¡No me vale que me digas que ni siquiera sabías lo que hacías! El puto adulterio está en los mandamientos, estúpido. ¡El sexo no!

—No he cometido ningún adulterio —insiste apretando los ojos y acercándosele un poco—. ¡No puedo creer que tú seas el enfadado aquí!

—Aunque ella sea una puta. Esto es adulterio, Raguel. No puedo creer que tú hayas venido después a mi lecho. ¿A qué? ¿A ver si era lo mismo? ¿O la chica no te había saciado lo bastante?

—No, no, no... no. ¡Estás perdiendo el foco! Ella solo me pidió dinero y me desnudó y... ¡Cielos! ¡Lo que hizo fue explicarme que tú y yo llevamos años teniendo sexo!

Aamón le FULMINA y está usando TODA su fuerza de voluntad para no salir del cuarto ahora mismo.

—No he hecho nada de lo que hago contigo con nadie más... nunca, ¿vale? ¡Ese no es el punto aquí!

—¿Qué me vas a decir tú si no? —pregunta en un tono calmado de esos que dan miedo y se gira saliendo del cuarto.

—Aamón. No. AAMÓN! —se va detrás de él—. ¡Te estoy diciendo la verdad! ¿¡Que más voy a decirte yo?! ¿¡Cuándo te he mentido?!

No lo vas a encontrar y van a aparecer unas cuantas putas muertas después de esto. No la correcta, pero sí unas cuantas otras.

Ugh. Raguel lo pasa mal los días subsecuentes... en todos los aspectos. Aislado, aterrorizado, sin tener a quien recurrir ni con quien hablar y teniendo que poner buena cara.