Raguel levanta las cejas sin esperar ese beso así tan... así. Se sonroja un poco, aunque... abre la boca porque... nunca había visto un beso así entre... un ángel y un demonio.
Y espera, que el amor que hay ahora de repente, que no había hace un minuto.
Se lleva las dos manos al pecho al sentirlo casi de golpe y... no les puede quitar los ojos de encima. Así... se veían él y Aamón hace... solo unas horas. Cielo e infierno chocando en una batalla. Traga saliva.
Bueno, yo no creo que sea una batalla esto ahora mismo. Ni siquiera estoy segura que Crowley pueda hacer... hatesex realmente, pero bueno.
No, no... Solo está calificando al beso. Aziraphale dice que sería una "batalla" como la de la escultura que tiene en su casa Crowley
Ah, esa está bien, porque creo que es el demonio el que gana en esa.
Igualmente creo que... antes del hatesex... mucho antes del hatesex, Azirpahale le acaricia la mejilla y el pelo y... todo se vuelve más dulce.
Sí, por eso, el beso ya no era de hate.
Porque además SIENTE el amor de Crowley, ni siquiera... porque sea un ángel, sino porque Crowley es dulce y suave y... sí, no hay cómo.
Raguel termina suspirando... y extrañando especialmente a Aamón. Podrían estarse besando ellos dos así ahora y Aamón... no quería su amor. Porque tenía otro.
Ay... El drama.
Y que conste que no lo quería porque se fue.
Justamente. No lo quería, se fue, le dejó ahí. Tampoco va a... o sea... estaban haciendo eso cuando intentó llamarle a Aziraphale.
Carraspea y estira una mano hacia ambos... no le odien, aliviándoles repentinamente.
¡Pues no es que fuera realmente a tirárselo ahora mismo!
Pues uno no sabe... Raguel conoce las hormonas. Se sienta ahí con cara de inocente después de aliviarles
El problema es que... vale, esto ya no es sexual, pero... sorpresa sorpresa. No necesita serlo para seguir.
Ugh, Raguel aprieta los ojos. Porque DESDE LUEGO que sabe lo que eso implica, se pasó como trescientos años haciendo esto justamente.
Pueden llegar los refuerzos si quieres.
Pues... parece ser la única opción. Igualmente toma la copa del whiskey que les había llevado Aziraphale y la huele antes de darle un traguito y ahí llega Gabriel, abriendo la puerta de golpe.
—Aziraphale!
Ojos en blanco, tan protagónico. Aziraphale está seguro de que prácticamente deja la piel besándole a Crowley y es su alma la que se plancha contra la pared del fondo.
Crowley se paraliza un poco, la verdad.
Aziraphale se levanta como si le hubieran atrapado durmiendo en misa. Vamos, que hasta Raguel pega un salto.
Crowley parpadea, soltándole y Gabriel se acerca a ellos casi pisando a Raguel, sin verle.
—G-G-Ga-Gabriel.
—Aziraphale, necesito saber cómo encontrar a alguien entre los humanos.
—A-A... e-encontrar a... alguien. C-Claro, Gabriel.
—¡Y rápido!
—N-No es simple, no. ¿T-Tienes algo?
—¿Algo?
—A-a algo para buscarle, me refiero a... una pista.
—Ha chasqueado los dedos y desaparecido de repente. ¡Estaba con un demonio peligroso!
—Ohh... debe estar en el infierno —responde Aziraphale que suele ser lo que a él le pasa—. ¿Le pusieron una bolsa en la cabeza?
—¿Qué? ¡No! ÉL desapareció irresponsablemente para que no le siguiera.
—Y sigo vivo —interrumpe Raguel.
—Y no me contesta al tele... —se da la vuelta porque no le había ni visto, como si acabara de aparecerse.
Raguel le sonríe un poco tristemente.
—Y aquí estoy.
—¡Y aquí estás! —repite Gabriel levantando las manos.
Raguel suspira, porque no quería verle. Aunque le alegra verle... y que no esté preocupado.
—Lo siento.
—¿Que lo sientes? ¿LO SIENTES? ¡Bueno! ¡Pues más te vale!
—No ha pasado nada, estoy... bien, no he muerto...
—Ah, bueno, pues vale. Pues muy bien. Pues ya está. Todo arreglado. Si no ha muerto, Gabriel, pues para que preocuparnos de que hayas ¡HECHO EXACTAMENTE LO ÚNICO QUE TE DIJE QUE NO HICIERAS! —le grita.
Crowley mira a Aziraphale dando un par de pasos hacia él ahora que ya no es el foco de atención a ver si quiere que se vaya... o se esconda o... algo ya que parece que Gabriel no le ha visto a él tampoco.
Raguel cierra los ojos.
—No me grites...
Aziraphale le hace un gestito a Crowley de que se suba al cuarto, mejor.
—¿Que no te grite? ¿QUE NO TE GRITE?
Crowley asiente tomando lo que queda de la botella y girando con las caderas directo hacia ahí.
—Gabriel... no estoy teniendo la mejor de las tardes. No me provoques.
—Ah, yo tengo que no provocarte a ti. ¿Qué pasa si te llega a hacer algo ese demonio?
—Quizás hubiera sido lo mejor.
—Sí, claro, ¿quién no querría ser descorporizado cruelmente por demonios?
Raguel suspira otra vez.
—Es un plan perfecto de domingo por la tarde.
—No iba a descorporizarme. Le conozco. Y creo que puedes dejar el sarcasmo de lado.
—Eso dices, pero hace dos mil años que no le ves. ¡Y sigue siendo un demonio!
—¿Y qué quieres que sea? ¿Un oso hormiguero? —masculla Crowley por ahí atrás porque no puede contenerse.
—No creo que le conozcas ya EN LO ABSOLUTO.
Raguel traga saliva. Aun podía sentirle, entre sus brazos. Huesudo y delgado como siempre. Olerle. Con muy poco esfuerzo sentía sus manos rugosas en sus mejillas. Sus labios sobre los suyos. Él le conocía bien, los chistes y la irritación de su voz.
—Gabriel...
—¡Raguel!
—Le confiaría mi vida.
—¡Eso es escandaloso!
—E-Es mi —vacila y baja la mirada—... a-amigo.
—Es tú... ¿Amigo? Qué amigo va a ser, estará intentando destruirte.
—¡Gabriel, basta!
Ojos en blanco.
—¡Nadie está intentando destruirme! —aprieta los ojos sintiéndose en general del todo destruido.
—Ya, claro. Como sea. ¡No se te ocurra volver a desparecer así! Y... dame tu teléfono —tiende la mano hacia él.
—No —Raguel frunce el ceño.
—No te estoy preguntando —frunce el ceño también.
—¡No voy a devolverte el teléfono!
—¡No puedes ir así por los sitios si no eres más responsable! ¡Que me lo des te digo!
—¡Voy a ir por donde quiera, cuando quiera y como quiera!
—¡No puedes comportarte así de rebelde y esperar que te proteja y me preocupe por ti!
—¡Entonces no lo hagas si no quieres! Estoy harto de hacer las cosas como esperan los demás, harto, ¡mira a donde me ha llevado esto!
Gabriel levanta las cejas, lentamente se humedece los labios y se le ensombrece la mirada.
—¿Le estás dando la espalda al cielo, Raguel? —pregunta muy lenta y seriamente.
—Después de todo el sacrificio, Gabriel... Yo solo pedí UNA cosa para mí. UNA —se lleva las manos a la cara, desmoronándose.
—No te he impedido bajar, ¡lo único que quiero es que tengas cuidado!
—Si alguien ha destruido algo aquí... soy yo.
—Préstame tu teléfono, venga. En serio... —pide en un tono más dulce, acercándose y poniéndole la mano a la espalda para confortarle un poco.
Raguel lo busca en su bolsillo y se lo da. Gabriel lo pone en sonido FUERTE y se lo devuelve.
—Mira, tienes como veinte llamadas perdidas mías. Quiero que respondas al teléfono cuando lo oigas.
—¿Llamadas perdidas? ¿Son todas tuyas? —pregunta deseando que... Aamón... fuera quien le hablara para confortarme.
—No, hay una de un numero raro, será alguien que se ha equivocado, ya la he eliminado. (Creo que ha estado haciendo pruebas antes y ha sido sin querer)
—¿Un número raro? ¿¡Cuál número!? ¡No la borres!
—Seguramente es publicidad. Pasa mucho. No contestes si no conoces el número del que te llaman. De hecho, voy a ponerte un desvío de llamadas para todos los números que no tengas guardados.
—¡No! Gabriel... no. Por Dios, entiende que Aamón...
—Ya está. No te preocupes, lo tenemos todos. Miguel se lo inventó y va muy bien, así no tienes que preocuparte de que te molesten —le sonríe.
—Por favor... si me llama, de donde sea que me llame, quiero saberlo y poder contestar a su llamado.
Ojos en blanco.
—Pues que te dé su número o no la recibirás. Tienes guardado también el de Belcebú... creo que voy a borrarlo, ¿o lo quieres?
—No tenía un teléfono. Ha obtenido uno y... me había llamado a este número.
—Bueno, pues la próxima vez te lo apuntas y lo metes en la agenda o no recibirás la llamada.
—No quiero que funcione así, quiero recibir todas sus llamadas.
—Van a estar molestándote con cosas que no te importan.
—Cuando tenga claro su teléfono me pones esto, ¡por ahora no me va a poder llamar!
Ojos en blanco y le devuelve el teléfono.
—Gracias, Gabriel...
—Igualmente, fugarte para acostarte con un demonio no es la mejor de las ideas.
—No me he acostado con él, no me acostaré con él.
—Ya, claro. Volvamos al cielo a hablar de esto.
Raguel suspira, porque no quiere hablar de esto. Ya bastante es lo que ocurre como para tener que convencer a Gabriel de ello y que, para colmo, no le crea.
—Vamos al cielo, pero no estoy seguro de que quiera yo hablar de ello.
—No creerás que te voy a creer ahora. Después de mentir durante Dios sabe cuánto.
Raguel le mira intensamente.
—Vamos al cielo.
Aziraphale tiene a mal hacer una pequeña tosecita sin querer y Raguel se gira a él, recordando que está aquí, desde luego.
—Ohh... Aziraphale. Ehm... gracias por todo, dile al Demonio Crowley que... bueno, que gracias igual.
Gabriel pone los ojos en blanco.
—S-sí, sí... claro. Cuando le vea... si es que le veo.
—Por cierto, Gabriel. Me han dicho que están casados. Quizás pueda explicarte como lo hiciero para resolver tu potencial boda con Belcebú.
—¿Qué?
Aziraphale pa li de ce, dando un pasito atrás. Maldita sea, Raguel. Gabriel mira a Aziraphale con una ceja levantada.
—Y-Yo siempre dije que no había pecado alguno en lo que hacía —susurra Aziraphale bajando la mirada hacia sus manos.
—Ese... ¿era el motivo?
—Decía la verdad. Estoy unido a él a los ojos de Dios en Sagrado Matrimonio.
—¿Ah, sí? —Gabriel se ríe un poco. Aziraphale frunce el ceño, levantando la vista sin esperar... risas.
—Sí.
—Vaya... ¿Y cómo es posible ese milagro?
—Se lo pedí y aceptó —Aziraphale cambia el peso de pie—. Y-Y nos casamos frente a Ella. Libre y voluntariamente aceptamos estar juntos hasta el fin de nuestros días.
Gabriel mira a Raguel, que sea Raguel el que le dé el desencanto.
—¿Se casaron frente a Dios? ¿Cómo? —pregunta Raguel un poco descolocado, imaginándolo un poco textualmente.
Es que Gabriel no acaba de creer que eso sea lícito.
—Ella nos ha dicho que si dos de nosotros estamos reunidos en su nombre...—Aziraphale vacila—. Lo estábamos. Nos aceptamos el uno al otro en las buenas y en las malas, e-en unión física y espiritual, como esposos.
Raguel mira a Gabriel también.
—No creo que sea así como funcione.
—¡Si es así como funciona! Necesitas voluntad y la bendición de Dios.
—¿Y te la ha dado?
—A-A su manera.
—¿Y qué manera es esa?
—No me lo ha impedido, para empezar.
—Se llama libre albedrío, Aziraphale.
—No, no es libre albedrío. Es algo que yo quería hacer y Crowley también.
—Mmmm... Aun así, hay unas normas. Unos protocolos para que esto no puedan hacerlo dos niños por las buenas.
—No es que hayamos hecho dos niños esto por las buenas, ¡fue una decisión importante!
—No válida
—Es válida, ¡una boda necesita a los contrayentes y a Dios! ¡Es lo más importante!
—Pero no lo único —vuelve a reírse como si esto fuera una mala broma.
Aziraphale le mira con el ceño fruncido y los puños apretados porque además... se está riendo.
—Vamos, Raguel.
Raguel mira a Aziraphale con un poco de pena, la verdad
—Es válido. Es tan válido como cualquier matrimonio. Dios nos unió, ¡tú no puedes separarlo! —sigue Aziraphale, apretando los puños.
—No seas infantil, Aziraphale.
Se tiene que morder el labio para no contestarle, y echarle porque es lo que quiere, echarle de su casa, de su vida, del universo. Que se largue y no verle nunca más.
—No. soy. Infantil.
—Vamos, Gabriel... creo que es mejor subir —Raguel le toma del brazo—. Ya... habrá oportunidad de analizar esto mejor, Aziraphale. Quizás se pueda hacer algo.
Gabriel asiente porque eso era lo que les estaba diciendo.
—Gracias por todo —agrega Raguel antes de ser él el que se lleva a Gabriel de ahí con un rayo.
Antes de que Aziraphale lo mate, porque la verdad, parece que está a PUNTO. Y mira que Raguel reconoce bien la ira.
Aziraphale... es que en cuanto se van...
—ESO ES, ¡LÁRGATE! LÁRGATE Y NO VUELVAS NUNCA MÁS! ¡TE ODIO! ¡Y SÍ ES VÁLIDA Y NO ES GRACIOSO Y DEJA DE REIRTE!
So brave
Ya que... se ha ido, claro.
Crowley...Está arriba bebiendo y esperándole.
Ya, ya... pensamos que se asomaría con los gritos. De hecho es posible que hasta le lance una copa al lugar donde estaba parado, completamente enfadado.
Ni de coña, ¿y si siguen ahí? No, gracias.
Va a subir todo enfadado después de esto.
Pues ahí está Crowley, con poca ropa, la luz suave, sirviendo Whiskey y con todos los cojines de la cama ahuecados. Aziraphale bufa en el umbral de la habitación.
—¿Queeeeé? —sonríe.
—Es... es... es... ¡Se ha reído!
—Algo he oído
—Cree que es infantil.
—¿Infantil?
—Eso ha dicho, que nos hemos casado como... críos.
Crowley levanta las cejas.
—Que es infantil y ridículo y no es válido... y se ha reído —se sienta en la cama.
—Ya te dije que diría eso.
—No debería decirlo... porque no es verdad. Es válido, ¡es perfectamente válido!
—Sí, pero ellos siempre tienen... esas ideas
—¡Si fuera él el que lo hizo así sería válido y correcto!
—Probablemente. Es un imbécil.
—Se ha reído, Crowley. Le he dicho... le he dicho lo que hicimos y lo que significaba para mi y... se ha reído. He unido mi vida a ti... ¡Y se ha reído! —se le recarga encima—. No me digas que me lo has dicho.
—Y a quien me importa lo que diga él —le abraza.
—A mí no... —es mentira, la verdad—, no quiero casarme contigo de otra forma. Para mi estamos casados, para siempre, en una unión sagrada que nadie puede dividir.
Crowley le sonríe un poco y le acaricia la espalda.
—Le odio.
—Es un hijo de puta y te trata fatal sin motivo.
—No le llames así —se esconde en él un poco—. Debí echarle como quería.
—No, porque me lo habría perdido y eso sí que iba a ser un problema.
