Raguel espera que puedan perdonarle el golpe así que el Jueves espera a Aamón en la librería y Crowley le fulmina. Aziraphale no se lo puede creer.

—Ehm... hola...

—Fuera de aquí —sisea Crowley

—O-Oh... p-perdona... yo... —Raguel vacila, en la puerta.

—No, es que... no. No después de lo del otro día.

—L-lo siento. Aamón solo pierde el control y... Los celos lo invaden

—¡Aun así!

—L-Lo siento.

—Yo lo siento más, Raguel... tenía toda la intención de ser buenos amigos, pero... — interviene Aziraphale.

—Que te disculpes no evitara lo que hizo... o que lo vuelva a hacer.

—Y no solamente fue girarle a Crowley la cara... —aclara Aziraphale—. Creo que al menos hoy deberían verse en otro sitio.

—¡No solamente hoy!

Aziraphale se muerde el labio y Crowley le mira.

El principado asiente en plan, sí, sí, tienes razón, así que el demonio se gira a Raguel, cruzándose de brazos. Raguel suspira.

—Entiendo, gracias, chicos...

Crowley asiente. Aziraphale cambia el peso de pie.

—Igualmente en un tiempo quizás podamos... hablar —se despide con ello. Crowley se humedece los labios y mira a Aziraphale de reojo—. N-No estaría mal... del todo. Pero con reglas —puntualiza Aziraphale acercándose a Crowley.

Ojos en blanco de Crowley.

—No tengo ningún problema contigo... es tu novio el idiota.

—No es mi novio.

La MIRADA. Raguel traga saliva.

—Está bien... e-es lo justo.

—Nos secuestró. Me encerró en el infierno y lo secuestró a él.

—¿Aamón? ¿Por? —se muerde el labio.

—Pregúntale a él.

—Le preguntaré... —así que Raguel se da la vuelta y se pasa una mano por la calvita yendo a la calle y buscando su teléfono para escribirle a Aamón, que debe estar preparándose para irse asegurándose un poco paranoicamente que nadie le siga.

"Tenemos que cambiar el lugar para vernos."

"?"

"Por lo visto NO podemos ir a la librería otra vez. Estoy afuera, ¿ya vienes?"

"Sí."

"¿Te espero aquí?"

"Sí."

"Vale... no te tardes."

No lo hace, en un par de minutos está ahí. Raguel sonríe cuando le ve venir.

Aamón sonríe también... y se sonroja un poco. Raguel le hace un gesto con la mano acercándose a él. Trae una ropa como la de la vez pasada pero de un color un poco diferente.

Se pasa una mano por el pelo sin ver nada más que a él. Alguien en un coche pega un frenazo para no atropellarlo y le grita, pero ni le mira

Raguel pega un gritito cuando ve que casi lo atropellan y se acerca a él, agobiado que le abre los brazos, así que se le echa encima sin pensarlo y él le abraza.

—Hola —le aprieta contra sí, cerrando los ojos y hundiéndole la nariz en el cuello, con esa sensación de llegar a casa que tiene cada vez que le tiene entre brazos.

Suspira sonriendo y le aprieta contra sí.

—¿Cómo estás?

—Ahora bien.

Raguel sonríe y le da un besito en el cuello.

—¿A dónde vamos?

—No sé, ¿qué ha pasado con tu amigo?

—¿Aziraphale? ¡Tú has pasado! —protesta, riéndose—. Además de girarle la cara de un golpe a Crowley, me han hablado de secuestras...

—Ah... sí. Un poco —se sonroja con eso.

—¿Por?

—Necesitaba... ayuda.

—¿Para hacer qué?

—C-Cosas.

—¿Qué cosas necesitaban secuestrar a nuestros aliados?

—Cosas importantes... Venga, en serio, nada... Cosas del... Infierno.

—Vale, vale... cosas —Raguel se separa un poco y le toca la cara con la mano. Aamón le sonríe y el ángel sonríe también porque verle y tocarle es siempre... como si fuera un sueño—. ¿Quieres ir a beber algo? ¿A sentarnos en algún sitio y hablar?

Asiente.

—¿Qué has hecho estos dos días... además de cosas del infierno? —Se separa del todo y le toma del brazo, para caminar así.

—Nada muy interesante.

—¿Has traído lo que te he pedido?

—¿Eh?

—La... foto.

—Ah... No. Lo olvidé por completo —Aamón carraspea y Raguel se detiene.

—Voy a ir al infierno a preguntar —sentencia frunciendo el ceño.

—¡No! No. Belcebú... nos ha hecho una auditoría.

—¿Aja? —pregunta soltándole y cruzándose de brazos.

—No me cree.

—¿Qué es lo que no te cree?

—Que tú... quiere una prueba de que sí estoy haciendo esto.

—¿Haciendo qué?

Aamón se acerca y le da un beso… Raguel levanta las cejas, pero no tarda nada en entreabrir los labios y ponerle una mano en el pecho, cerrando los ojos y devolviéndole el beso.

Se quedan ahí un ratito.

Raguel sonríe como tonto cuando se separa y Aamón le sonríe.

—¿Besarme es parte de sus obligaciones, señor príncipe del infierno?

—Definitivamente.

Cariñito en el pecho.

—Rotundamente. Sin ninguna duda. Sin discusión.

—Mmm... —sonríe más y se besan un ratito más—. ¿Q-Qué... decíamos?

—Esto.

—E-Esto.

—¿No?

Asiente. Perdona, se le ha ido un poquito la cabeza.

—D-Decías de las obligaciones.

—Ah, sí.

—Y los besos...

—¿Aja?

—Y-Y l-la chica de Gabriel. Belcebú. Has dicho algo de ella.

—Ah... ¡Ah! La auditoría —le hace entrar a un bar.

Es que ni se entera de que están caminando, solo mirándole tontamente. ¿Tú no estabas enojado e ibas a bajar al infierno y no sé qué? Aamón le sigue sosteniendo de la cintura.

—¿Qué les auditó?

—Pues si estábamos seduciendo ángeles —pide dos cervezas así con gesto rápido y le lleva a una mesa que le gusta.

—Seduciendo... tu no me estás seduciendo —QUE VA.

—¿No?

—Tú me estás... conquistando.

—Oh... No era eso lo que esperaba.

—¿Ah, no?

—Esperaba que dijeras que... ya lo había hecho o que eres tú quien lo hace —le sonríe.

—¿Yo... Seducirte a ti?

Asiente.

—Ojalá pudiera —se ríe un poquito.

—Con tus ojitos pequeñitos y tú encanto...

Raguel le pone una mano en la pierna y se le recarga, Aamón le sonríe y se echa un poquito hacia él.

—No creo que "seducir" fuera la palabra.

—¿Conquistar?

—Más bien... —Le acaricia la pierna.

El demonio inclina un poco la cabeza y pone una mano sobre la suya.

—Atraerte como un imán. No sé ni cómo funciona, pero Gracias a Dios, lo hace.

—Eso sin duda —le aprieta un poco la mano y se ríe.

El ángel se le recarga aún más encima y le da un besito en la mejilla. Vale, el demonio levanta el brazo para que se apoye debajo.

—¿Me decías que Belcebú no te cree?

—Ah, sí... Bueno, quiere pruebas.

—Ya está como yo... Te cambio esa prueba por las fotos que dices haber olvidado —Raguel sonríe un poco, aunque suspira.

—Le he dicho que te pediría el teléfono, porque no quería...

—Dáselo. Pero enséñame fotos como te pedí.

—Mmmm... ¿Qué le vas a decir?

—Lo que necesites que le diga... ¿qué necesitas? —le mira a los ojos ignorando del todo al chico que le ha traído las cervezas.

—Pues que me quieres.

Raguel se sonroja y se ríe un poquito.

—O sea... —se sonroja también—. No le digas que sabes que ella me ha pedido que haga esto. ¡Aunque sepas que no lo estoy haciendo por eso! Probablemente ella crea que ti lo haces porque Gabriel te lo ha pedido...

—No lo hago porque Gabriel me lo haya pedido... lo hago desde mucho antes de que Gabriel supiera siquiera que era posible. Lo que no se es... por qué decírselo a ella.

—Ella quiere... asegurarse que hacemos lo que ordena, por la estúpida revuelta.

—No, eso lo entiendo, mi vida. Lo que no se es qué pretexto usar... ¿o va a preguntármelo?

—No lo sé.

—Bueno, prometo decírselo siempre y cuando... me enseñes las fotos. Si no le diré que no te conozco —sonríe.

—¿Porque tanta insistencia? —aprieta los ojos.

—Porque si no lo veo... no voy a creérmelo. Es por pura... paz mental —le acaricia la pierna.

—Pero... ya tienes paz mental, ¿porque no ibas a creerlo?

—Lo que no quiero es hacerme ilusiones, Aamón... Venga, sabes bien por qué quiero verlas, no te hagas del rogar.

—¡Lo que me parece es que dices que no confías en mí!

—En quien no confió es en mí. Solo... venga, deja que le ponga cara a mis celos —le sonríe un poco, sin dejar de estar echado en él.

Aprieta los ojos otra vez porque es que... ¡es que!

—No va a pasar nada grave.

—Sí que va a pasar.

—No, no va a pasar... anda, confía en mí.

—¡Ni se te ocurra ir a buscarle o llamarle o nada!

—Vale.

—Me lo JURAS.

—Te doy mi palabra.

—Quiero un juramento.

—Aamón, te lo prometo.

—No es lo mismo una promesa que un juramento.

—Pensaría que viniendo de mi... no puedo jurarte que nunca le iré a buscar, qué tal que un día te haces daño o que necesito su ayuda.

—Habrás de buscar otra manera —se humedece los labios.

—No voy a irle a buscar o a llamarle no porque algo me obligue a hacerlo, sino porque elijo respetar lo que pides. Eso es mejor, ¿no?

—¡No!

—No voy a ir a buscarle ni llamarle a menos que sea una real urgencia... e-eso podría jurarlo.

—Si hay una urgencia, yo la resolveré solo como he hecho los últimos dos mil años —protesta un poco cruelmente.

Raguel cierra la boca con eso, bajando la mirada y recordándose a sí mismo un poco toda su posición.

—Lo siento... cuando me enteré que estabas buscándome de nuevo, nunca pensé que fuera a ser así.

Raguel se humedece los labios.

—N-No tienes que enseñarme nada que no quieras —murmura quitándole la mano de la pierna.

—Pensé... No, no, espera —le aprieta para que no se separe.

El ángel le mira de reojo dejando de moverse y escuchándole.

—Pensé que sería diferente, como ver a un extraño. Que no tendríamos nada en común y ni sabríamos como hablar. También pensé que volvería a mí toda la rabia y el rencor del principio, que reaccionaría queriéndote hacer todo el daño que me hiciste. Iba a gritarte. A decirte que ya no... que ya no te quería, que eras idiota y que ya no me importabas y que te lo habías perdido por tonto, por irte y por no volver ni una sola vez —se le humedecen los ojos oooootra vez.

—Lo siento... Venga, no ha sido así y te agradezco enormemente la oportunidad de no... gritarme y mandarme lejos. Venga, entiendo que tengas una vida... justamente por ello es que quiero hacerme a la idea —le aprieta la pierna.

—Es que... es que no fue así para nada. Fue como si no hubiera pasado ni un día, como si... todo hubiera vuelto a la normalidad. Debiste hacer algo de ángel para que te perdonara TODO en el mismo segundo en que te vi —ya vuelve a estar llorando.

—No hice nada de ángel... —levanta la otra mano y le toca la mejilla—. Eh, eh... no llores. Estoy aquí y agradezco enormemente que me hayas perdonado.

Aamón se limpia los ojos intentando no hacerlo.

—Te quiero —le acaricia la pierna y le da un beso en la mejilla.

El demonio se sorbe los mocos, en serio, tienes que dejar de llorar todo el rato.

—Venga, solo te estoy pidiendo una foto. Prometo no ir a descorporizarlo.

El demonio traga saliva y saca su teléfono.

Raguel sonríe por un momento... hasta que nota qué coño es lo que le acaba de pedir. Aamón busca las fotos en el teléfono, no es que tenga muchas, pero no sabe dónde las guardan.

—¿T-Te ayudo?

—No.

Se revuelve un poco y el demonio traga saliva cuando finalmente las encuentra, enseñándole una de las primeras.

Raguel... palidece porque una parte de sí mismo esperaba que... no existiera. Que no hubiera nadie. Y aquí estaba... Aamón en una foto con...

—E-Es A-Asmodeo...

Aprieta los ojos. Raguel suelta el aire, mirándoles con atención, aun terriblemente ofuscado con el asunto de que... sea Asmodeo y es que la cara que pone Aamón en la foto. Mira a Aamón de reojo... mira la foto. Traga saliva.

—Bueno, ya la has visto.

—No. Ni siquiera pareces... ¡Asmodeo es el demonio de la lujuria!

—Ya sé quién es Asmodeo.

—¿Estas... c-con él?! Ni siquiera parece que...

—Sí.

—¿Y-Y le quieres? ¡Es Asmodeo! Es... c-con razón no has querido ni t-tocarme —Ya, claro, "no te ha querido ni tocar".

—¿Perdona?

—O quizás solo has querido tocarme porque el té ha... c-contaminado con su l-lujuriosamente. Aunque aquí ni siquiera parecen estar... ¡m-mira tu cara! —¿recuerdan la tremenda irritación?

Aamón esconde el teléfono apretando los ojos.

—No. ¡No! No te creo.

—¿Disculpa?

Raguel se cruza de brazos y es que debes poder notarle la IRA hervirle adentro.

—No te creo, no estás con él.

—¿Porque no?

—Ni siquiera le miras —absoluta NEGACIÓN.

—Bueno, p-porque... era una foto y miraba la cámara.

—Pues no te creo. No te creo que estés con Asmodeo... tráelo aquí.

—¿Qué? No!

—Pues... me has traído una foto terrible. No. Te. Creo. Solo estás intentando hacerme el idiota, seguro tienes otro novio por ahí y nada más me has mostrado a Asmodeo en una foto cualquiera para que te deje en paz.

Aamón aprieta los ojos y le muestra otra, la del abrazo. Raguel la mira, casi solo de reojo y... se le encienden aún más los ojos, que para ser tan pequeños, es capaz de pelarlos lo bastante como para que hasta se le vean. Bufa.

—Ya, claro.

—Ya. Basta de esto —lo apaga.

—Pues vale, Aamón. ¿En qué consiste que Asmodeo sea tu novio? ¿Qué te abrace y hagas cara de asco?

—¡No hago cara de asco!

—Mira, puedes decirme muchas cosas peor no que no te conozco. Estás ahí con Asmodeo mirándole con cara de asco.

—¡Claro que no!

—Ni siquiera pareces mirarle bien, Aamón...

—¿Cómo tendría que mirarle?

—Con amor.

—¡Lo hago!

—Por favor, parece una foto de trabajo.

—No es verdad, le estoy abrazando. ¡Igualmente olvida eso!

—Estás abrazándole casi con asco... por el amor de Dios y siendo él el demonio de la lujuria, en serio, no sé de qué me quieres convencer o qué es lo que tratas de decirme, pero...

—¡No estoy poniendo cara de asco!

—¡Sí la estás poniendo! —levanta un poco más la voz de lo habitual, incluso haciendo que se callen algunos del bar.

—N-No... Grites.

—¡No estoy gritando! —lo dice al mismo volumen... antes de apretar los labios y cruzar los brazos con más fuerza.

—Sí que estás.

—¡Pues como no quieres que grite con lo que me estás diciendo!

—Te estoy diciendo lo que me has dicho que te dijera.

—Te he pedido que me convenzas, ¡y esto es todo menos convincente! ¿Qué haces con él? ¿Todas las cosas que hacía conmigo y más? Toda clase de perversiones.

—Joder...

—Eso mismo digo yo.

—Tú me pediste una foto, pues ya has visto dos.

—Bien. Gracias.

—De nada.

—¿Y qué se siente amar y ser amado por... —aprieta los ojos—. La lujuria encarnada? —pregunta Raguel incluso un poco... venenoso.

—No voy a hablar más de esto.

Raguel cierra los ojos y es que la tremenda rabia que le da. Agradece a Dios que Asmodeo no esté aquí ahora mismo porque podría descorporizarlo lo mínimo en un santiamén.

Aamón se toma su cerveza con el ceño fruncido.

—No le amas.

Ojos en blanco.

Es que el ángel quiere sacudirle.

¿A Aamón o a Asmodeo?

Ahora también a Aamón un poco hasta que confiese que no le quiere... Y debes poder tú sentir la estúpida ira que se le escapa...

La siente, la siente.

—No me pongas esa cara.

—Sí la pongo, estás iracundo.

—¿¡Y qué se supone que debo de estar?!

—Pues tú querías verla, así que...

—Creo que me voy —bufa.

—¿Q-Qué?

—No para siempre, pero estoy enfadado y no quiero quedarme aquí y descorporizarte a ti o a un humano a falta del... mequetrefe... ese.

—Ragueeeeel... —aprieta los ojos.

—Es que quiero matarle... ¡y matarte a ti también!

Aamón suspira. Raguel le mira de reojo... traga saliva y se le acerca para darle un beso.

El demonio se lo devuelve, mientras el ángel le empuja, enfadado y un poco bestia, profundizando el beso.

Le abraza y de golpe el Arcángel se separa del beso, enfadaaaaado, enfadaaaaaado, enfadaaaaaaaado.

—¿Te besa así?

—No... —parpadea.

—¡Ugh! —protesta separándose más y pensando "seguro le besa mejor"—. N-Nos vemos... el martes.

—R-Raguel... —aprieta los ojos.

—No te voy a dejar, solo creo que voy a matar a alguien.

—¡No mates a nadie!

—Voy a matarle a él.

—¡Lo has prometido!

Se cubre la cara con las manos, el demonio le abraza y le atrae hacia sí.

—Voy a estar bien.

—Ya lo sé.

—Solo estoy... enfadado. Había olvidado...

Aamón le abraza más contra si.

—A-Ahora se me pasa... solo... e-estoy enfadado.

—Ya lo sé —aprieta los ojos—. Te quiero. Te prefiero.

—Ugh... —aprieta un poco los puños.

—No protestes por eso, mi amor.

Y es que tiene la palabra "DEJALO" en la lengua, queriendo escupirla. Aamón le acaricia la espalda.

—Ugh... siempre me... ugh

—¿Te qué?

—Me cuesta, esto me cuesta y me... enojas.

—¡Por eso no quería mostrarte esto!

—Aún así... creo que... lo requería —sentencia... suspirando profundamente, calmándose un poco.

—No, no creo que lo requirieras.

—Necesitaba ponerle una cara al...

—¡No había necesidad!

—S-Sí. Sí. Con una cara lo entiendo. No eres mío.

—De verdad no deberías... Mira, vamos a dejarlo, Belcebú quiere que vayamos a por... un ángel cada uno.

—Ya... y por eso estás aquí.

—Y yo te prefiero a ti.

—¡Entonces déjale!

—Lo... lo haré. Lo haré.

—Vamos a hablar de otro tema —le mira... y traga saliva.

Asiente. Raguel estira la mano y toma su cerveza.

—¿Qué has... estado haciendo tú en el cielo?

—Lo mismo de siempre... el libro. La contabilidad.

—¿Qué vas a hacer con lo del libro?

—¿Con qué del libro?

—Pues escribiste todo esto sobre nosotros, pero ahora es algo que está bien.

—Que no estaba mal ya lo sabía yo hace tiempo, cuando no le ha importado nunca —suspira.

—Entonces... ¿vas a borrarlo? Tal vez podrías darme esas hojas.

—¿D-Darte las hojas?

—En las que está escrito eso.

—Pensaba dejarlas ahí...

—Tal vez deberías reescribirlas.

—¿Reescribirlas? ¿Y-Y... poner qué?

—Pues lo mismo pero en un tono menos culpable.

—No se supone que debiera arrancarle hojas al libro...

—Ya, bueno. Tampoco se supone que no tengas que tener claro y bien definido lo que es bueno y lo que es malo.

—En teoría esto no sólo era malo, era muy malo...

—Y ahora resulta que no, por eso lo digo.

—Además yo... lo exageré un poco —se pasa una mano por la calvita.

—¿En qué sentido?

—Al principio no, al principio era todo muy sutil.

—Bueno, al principio éramos muy... —se humedece los labios y gira la cara

—¿Éramos muy qué? —Raguel sonríe un poquitín.

—Ya sabes... —se sonroja un poco, protestando y mirándole de reojito.

—No, no sé.

—Sí que sabes, ¡no te hagas el tonto!

—No sé a qué te refieres exactamente —pone su mejor cara de angelito y repentinamente la furia disminuye notoriamente.

—¡No me mires así que igual no te creo! —le pica la mejilla.

—Es la única cara que tengo... y quiero oírte describirlo.

—Lo que digo es que me costó...

—Engañarme.

—¡No! O sea... bueno, sí. Un poco —aprieta los ojos. Raguel se ríe, bajito—. Buf... —protesta y le da un codacito para que no se ría, sonriendo.

—Sinceramente no me refería a ese... periodo —asegura sin dejar de reírse.

—¿No?

—No, de eso no escribía nada mientras pasaba.

—¿Entonces? Lo escribiste todo después así en un resumen...

—Sí...

—¿Sí? No estabas ahí... —se pone en posición de escribir—. "Querido diario, creo que me estoy enamorando de un demonio..."

—N-No —Raguel se sonroja—. No funciona así.

—¿No? —le mira de reojo.

—No hablo con el libro

—Vale, sin el "Querido diario" uhm... "Raguel cree que se está enamorando de un demonio."

El Arcángel se ríe otra vez.

—¿Eso no es un poco injusto? —nota de repente.

—¿Injusto?

—Pues nunca lo había notado, pero... claro, tú sabes lo que piensas tú, pero no lo que piensan los demás, así que si ellos piensan algo malo nunca acaba en el libro.

—Los ángeles suelen decirme lo que piensan.

—Pero no puedes estar seguro, mira Aziraphale.

—Los demonios ejercen una pésima influencia.

Aamón sonríe de ladito con eso.

—Pero las entradas no son así. Está el pecado, lo primero. Cada uno tiene una hoja.

—Aja...

—Yo listo el pecado cometido, la forma de pecar, y si hay notas, las agrego. En tu hoja por ejemplo pondría: Tentación - Obra - Tentar al arcángel Raguel a arrancar hojas del libro.

Aamón se humedece los labios mirándole con cara de tentarle a un par de cosas peores que eso.

—¡Hablo de ahora! —se sonroja.

—Ya...

—No siempre liste todos mis pecados contigo, así que en mi caso hay muchas entradas posteriores... —se mueve un poco y de un bolsillo interno LO saca.

Aamón levanta las cejas porque no esperaba que lo llevara encima. Lo lleva encima siempre. Es lo que por lo visto aún no saben.

—Pensé que habías dejado de hacer eso.

—No lo puedo dejar en ningún sitio, ¿sabes la tentación que representa para cualquiera?

—Pero son ángeles.

—Y tienen miedo de caer.

—Pero no ROBARÍAN algo.

—Quizás lo leerían —abre el libro, que parece más una libreta que un libro.

—Leer no es pecado.

—Y una vez leído, querrían modificarlo. El libro es duro, requiere muchísima disciplina.

—Y tú les dirías que no —hace para quitárselo.

Raguel suelta un gritito, pero Aamón es más rápido. Sonríe y lo aparta de su alcance.

—Aamón, ¡ten cuidado!

—Ya hemos pasado por esto, darling.

—¡No le hagas nada!

La sonrisa traviesa y va a abrirlo, Raguel se le echa un poco encima. El demonio se ríe porque esperaba que hiciera eso, abrazándole para detenerle.

—¡No veas mis pecados!

—¿Por qué no? —sonrisita.

—Son m-mis pescados —Porque un 99.9% tienen que ver contigo.

—Si me los confiesas tú mismo no los leo... —susurra.

Traga saliva y se sonroja. Las ultimas diez hojas deben ser "desear al hombre de tu prójimo". Aamón mueve los dedos haciéndole cariñitos y le sonríe.

—C-Creo que te haces u-una idea.

—Para nada... —le mira con los ojos entrecerrados y se humedece los labios.

—T-Tienen q-que... —Se sonroja un poco más tragando saliva.

Aamón se gira al libro para presionarle más. Raguel estira una mano y le gira la cara hacia él.

—Ver con cosas que no te interesan

—Eso sí que no me lo creo...

—C-Cosas... d-del cielo —se sonroja porque la mentiiiiira.

—Uuuuh —susurra y se acerca a darle un besito suave.

Raguel cierra los ojos y tras un poquito Aamón se separa sonriendo.

—N-Necesitaría agregar unas cuantas cosas en el libro.

—¿Cómo qué?

—C-Creo que no tienes i-idea... de lo mucho que...

—¿Que qué?

Abre los ojos y le mira. Sonrisita.

—Q-Que... —Le MIRA.

Ooootro beso. Raguel cierra los ojos y levanta la mano tomándole de la mejilla.

—T-Te...

Ooootro, así no va a acabar la frase nunca. Le acaricia más al cara y se lo devuelve, claro.

Se separa otra vez y el ángel protesta un poco.

—No me estás diciendo nada.

—Deseo.

—¿Deseo?

Aprieta los ojos. Claro... como él no era Asmodeo... no le causaba lujuria, sino los besos eran castos y... de amigos. Traga saliva y le empuja un poco.

Aamón parpadea.

—E-Ehm... B-Bueno —se sonroja, girando la cara.

—¿Bueno qué?

—B-Bueno... y-ya te lo he dicho... —se sonroja más.

—No has dicho nada, solo me has besado.

—¡Dije todo!

—¿Escribiste besos en tu libro?

—N-No.

—Eso es lo único que has hecho.

—¡No! ¡Te dije!

—Repítelo.

—Que te... que me... que...

—Me...

—¡Deseo!

—Oh... eso es... oh, ya veo —se ríe un poco jijiji. Raguel gira la cara, entendiendo que... él no. Claro—. Los pensamientos impuros, claro

—No, Aamón, no son sólo los... pensamientos impuros.

—Ya, ya, la lujuria y todo eso.

—¡Que no! —protesta irritado otra vez.

Parpadea con ese tono porque él estaba todo juegos y risas. Raguel se sonroja un poco y se cruza de brazos habiendo reaccionado exageradamente.

—Venga, no te enfades.

—Pues es que... no eres deseable, ese es el problema. Y no lo hago poco.

Hace otra risita y le roba un beso. Raguel se sonroja más, se gira a mirarle y... sonríe, sin poder evitarlo.

—Me caes mal.

—No puedes odiar a tu único creyente.

—No, no te odio.

—Ni tampoco puede caerte mal.

—Sí puede —levanta una mano y le peina un poquito, poniéndole unos pelitos tras la oreja.

Aamón le mira y le sonríe y... hace lo posible por... adorarle para desprender tanto amor como es capaz, aunque no sepa hacerlo realmente o si está funcionando. Tras algunos años depurando la técnica, no se le da mal. Aun sin ser capaz de controlarlo como un ángel

Raguel sonríe más y suspira, sintiéndolo perfectamente bien.

—Eso es trampa... —le susurra.

—¿El qué? —sí, claro, ahora finge que no lo sabes.

—S-Sabes perfecto a que me refiero.

Aamón se le acerca intentando retener el sentimiento y los pensamientos, recordándole cerca, abrazándole en la cama en el après le...

—M-Mucha trampa... —cierra los ojos, disfrutándolo—. Te quiero, aunque seas tramposo.

Se acerca a besarle otra vez y s que le responde con completas ganas. Y va a ir alguien a carraspearles. El camarero o algo.

No me extraña, han tardado, pero es que... los viejitos dando un show... Raguel se separa, sonrojado y Aamón parpadea.

—Ehm... disculpen. Les traigo la cuenta.

—G-Gracias.

El camarero recoge los vasos y asiente

—¿Has pedido tú esto o nos está echando? —protesta Aamón cuando se ha ido.

—Nos está echando y no me extraña. No es la primera vez qué pasa.

—Buf...

—¿Recuerdas esa vez que trajeron a los guardias?

—Por lo menos esto es más sutil...

—Un poco más sutil, sí —se ríe.

—Anda, vámonos a otro sitio —se levanta.

—No tenemos otro sitio —igual le sigue.

—Pues encontraremos otro. Un hotel, o algo.

—No es la primera vez que esto pasa...

—Ya lo sé —suspira.

—Así es como nos hicimos de la primera casa, de hecho...

—Es verdad —sonríe y deja... menos dinero del que toca, como siempre. Solo para que se enfaden.

Raguel le toma de la mano y agradece a todos mucho todo lo que han hecho dejando una propina de más dinero del que debería. Balanceándolo todo.

Ugh. ¡No hagas eso, no se van a enfadar!

Ya, ya... ¡balance!

Ugh. Vale con la propina llega JUSTO para lo que hay que pagar, no más.

El ángel le abraza un poco, por la espalda, cuando salen, sonriendo de lado porque parece estar refunfuñando.

¡Pues es que!

Ya, ya... Belcebú te entiende.

Refunfuño refunfuño pero pone las manos sobre las de Raguel y se le recarga un poco.

—¿A dónde vamos? —le aprieta un poco contra sí.

—A un lugar que diga Hotel, donde haya una cama y pueda yo acostarme contigo.

—Pero... Asmodeo —Raguel se humedece los labios y le aprieta un poco más, con el corazón acelerado.

—UGH CONTIGO.

—Te vas a ir a la mitad... —susurra —. Como todas las otras veces.

—¡No!

—Vamos.

Sonríe otra vez.

—Yo te dije que haríamos siempre lo que tú ordenaras.

Aamón se tensa con eso otra vez y Raguel le mira de reojo, sintiéndolo.

—¿Hotel has dicho?

—¿Y-Y si...?

—¿Ajá?

—No sé si... q-quizás...

—¿Qué?

—¿Y si volvemos a la librería?

—Ahí no hay una cama y te detestan.

—Ya, pero... Tal vez debería disculparme.

—Bueno, podemos ir otro día.

Traga saliva.

—Además, prefiero... —Raguel le aprieta contra sí.

Aamón le mira de reojo y es que debes sentir que ha bajado la sensación de amor.

—¿Qué pasa? —le mira de reojo también.

—N-Nada. Nada —que está en pánico, eso pasa.

—No me digas que nada, te conozco —se detiene y le suelta un poco para ponerse frente a él.

No se atreve a mirarle a los ojos.

—Aamón —le pone las manos en los hombros.

—N-No pasa nada, de veras.

—Mírame.

El demonio lo hace solo un segundo, culpablemente. Raguel baja los brazos, quitándole las manos de sus hombros.

—Ohh... —susurra, porque además, el amor... es mucho menos intenso. Aamón entra en pánico de nuevo por una cosa completamente distinta.

—¿Q-Qué hice mal?

—I-Irte —susurra sin querer, a causa del pánico y se le estruja el corazón al oírle—. E-Ehm... ¡Nada! Nada.

Raguel baja la cabeza y gira la cara.

—L-Lo siento, A-Aamón...

—No, no, venga —le toma las manos.

—E-Es que no puedo volver el tiempo a-atrás...

—Ya, ya... perdona —le acaricia la cara.

—Nunca voy a dejar de lastimarte —aprieta los ojos.

—Claro que sí.

Niega con la cabeza.

—Ragueeel...

Traga saliva.

—Vamos, no pasa nada. Vamos.

—Cada vez que lo recuerdas... dejas de quererme —niega con la cabeza, porque sí pasa.

—¡No!

—Sí, yo lo siento, Aamón. Siento como solo... dejas de irradiar amor.

—¡No! No es verdad —es que se pone más nervioso aun sin saber qué hacer.

—¿Qué hago, Aamón?

—¡Nada! ¡Solo... nada! E-Estoy bien.

—No estás bien... no estás nada bien. Te conozco.

—Que sí, iría contigo al fin del mundo... aunque ya fue el fin del mundo y pensé que iba a verte entonces y luego no fue pero... es igual, lo que digo es que vayamos.

—Yo lo que creo es que no quieres hacer... esto.

—¿Q-Qué?

—Conmigo. Quizás solo por...

—¡No! Claro que quiero.

—Aamón... si no quieres, no es necesario que... —niega con la cabeza.

—¡Sí que quiero! —le abraza de la cintura.

—Mmmm... Bueno —se sonroja.

Le besa y Raguel aprieta los ojos y le responde el beso, ahora preocupado.

No estés preocupadoooo.

Mucho. Es que, Aamón no parece muy feliz.

Pues...

Y él sí se fue y... le abraza del cuello.

—A-Aamón... q-quizás sea... mejor n-no hacer esto por ahora. Hasta que tú te...

—¿Que yo qué?

—Sientas más cómodo y te separes y...,

—No, no, no, no...

Raguel traga saliva, porque igual piensa que se le puede ir...

—V-Vale. Ojalá algún día me perdones.

—Pero sí te he perdonado —Le abraza más contra sí.

—Pero tienes miedo —susurra—. Estoy aquí

—Lo sé —traga saliva.

—¿Q-Qué hay del... demonio?

—¿Qué demonio?

—El que tienes.

—¿Yo? —parpadea.

—Ugh, eres muy tonto. ¡Asmodeo, Aamón!

—¡Olvídate de él!

—No quiero olvidarme yo, ¡quiero que te olvides tú! a-aunque... —Pareces haberte olvidado ya—.Vamos, vamos a un sitio más privado

—Yo me olvido... me olvido.

—Quiero hacerte olvidar yo. Vamos.

Aamón sonríe un poco y se humedece los labios, nervioso. Raguel le mira, sonrojado y nervioso también, pero repentinamente muy seguro.

—Puedes decir no en cualquier momento...

—Y-Ya... —vacila.

—O... O podemos ir a la librería y jugar, y pasarlo bien juntos y ser grandes amigos, Aamón... ese era el trato inicial —suspira el ángel.

El demonio aprieta los ojos.

—Yo haré lo que quieras —le da un besito en los labios y Aamón se tensa otra vez.

Raguel cavando su propia tumba sin enterarse.

Sí.

¿Cómo va el amor? Que es el indicativo silencioso aquí

Bajando otra vez.

Los ojos de Raguel todo desconsolado.

—Entre más intentó hacerte sentir bien... menos me quieres —susurra.

—¿Q-Qué? —es el miedo.

Raguel suspira, soltándole un poco y haciendo que se tense un poco más aún.

—Mmm, bueno... —Raguel aprieta un poco los labios y desvía la mirada.

—¡No, no! —vuelve a abrazarle, nervioso. Raguel le abraza de vuelta un poco. El mareo—. ¡No te vayas!

—No me voy a ir a ningún lado —le asegura con voz grave y suave.

—¡No parece!

—Si me voy a algún sitio, te llevaré conmigo —Le aprieta más fuerte.

Aamón respira rápidamente un par de veces.

—Espera... —se separa solo lo bastante para meter una mano entre ellos, hasta su pecho... y... le alivia. Trucos de ángel—. ¿Mejor?

El demonio parpadea con eso, luego respira profundamente y asiente.

—Necesitamos un plan.

—¿Un plan?

—Quiero que tengamos claro exactamente qué hacer en caso de que un día no me encuentres.

—Subiré a por ti.

—Sí. Sube por mí. Por favor. Sube y bésame... no necesitas más —le aprieta contra sí.

—L-Lo haré.

—Pero... no quiero irme. En lo absoluto.

—¿Seguro?

—Quiero quedarme todo el tiempo posible... y si se puede un poco más, un poco más.

Aamón sonríe.

—Y si puedo después de eso... otro rato. Otro rato. Y... cuando me vaya, lo que voy a hacer es pensar en cuando volvamos a vernos.

—Qué tonto eres —ahí va otra vez el amor

—Lo soy, pero no por querer eso... estoy enamorado.

Se riiiiíe.

—De ti —por si acaso.

—¡Más te vale!

—Tú no estás solo enamorado de mí...

—¡Sí que lo estoy!

—¿Ah, sí?

—¡Pues claro!

—¿Mucho, de mí? —sonríe.

—¡Sí!

—¿Y Asmodeo?

—Ehm... no.

—¿No?

—Bueno... ya sabes. Es diferente.

—C-Claro. Diferente —se humedece los labios con eso... y le cambia la cara, como si le hubieran echado una cubeta da de agua encima.

Uuuugh.

Aunque hagan uuuuugh.

—¿Vamos a ir al hotel o prefieres... lo diferente?

—¿Lo diferente?

—Si prefieres largarte con Asmodeo —protesta un poquito, celoso, aunque le transfiere amor con una mano.

—¡No! ¡Deja de decir eso!

—¡Pues entonces ven conmigo!

—¡Pues vamos!

—Pues... llévame.

Aamón se humedece los labios y le toma de la mano. Raguel se la aprieta.

—Llévame a donde quieras, Aamón.

El problema es que no sabe a dónde llevarle. Sí, sí... Si por eso tenían una casa.

—Compremos una casa otra vez.

—¿Ahora?

—No, no...

—¿Entonces?

—Bueno, o sí... ¿se puede comprar una casa así?

—No tengo ni idea.

—Bueno, habrá que pensarlo. Quizás pueda... regalarte una. Le preguntaré al principado.

—¿No dices que se ha enfadado? —Parpadea con eso.

—Contigo, no conmigo.

—Ah... bueno, claro.

—El demonio parecía especialmente enfadado.

—Ya, ya... por supuesto, los ángeles os tomáis las cosas diferentes.

—¿A qué te refieres?

—A que cuando os enfadáis, no os andáis con chiquitas.

—Me lo está diciendo el demonio de la ira...

—Se lo está al que le descorporizó porque perdió al backgamon.

—Ughhh! ¡Eso fue tu culpa!

Se ríe.

—Perdí el control.

—Exacto.

—Por tu influencia. Lo siento...

Se ríe de nuevo.

—Nunca me ha vuelto a pasar... ¡En el cielo ni siquiera me enojo!

—¿No?

—¡Desde luego que no! Si soy el Arcángel de la Armonía, la Equidad, la Justicia, la Paz.

—Será que nunca juegas backgamon.

—¡Sería un escándalo jugarlo!

—Anda ya, si no es nada.

—El cielo no juega juegos de azar. Aunque a Dios no le importa.

—No es un juego de azar, es de estrategia.

—Y de azar. Aun así, a Dios de verdad no le importa, hay cientos de entradas en el libro que... —palidece—. ¿Dónde está el libro?

Aamón parpadea porque no recuerda haberlo traído.

—¿A-Aamón? Sí lo has traído, ¿verdad?

—Ehm... —chasquea los dedos para intentar invocarlo, pero las cosas sacras.

—¡Dios mío! —empieza a correr hacia el lugar. ¡Ni siquiera sabe hacia dónde!

Aamón se busca en los bolsillos antes de seguirle.

¡No pueden perder el librooooooo! El absolut de Raguel que no deja de correr.

Aamón vuelve hasta el bar en el que estaban, se lo habrán dejado sobre la mesa.

Sí, sí, ahí va. Así que preguntan a los camareros y le dicen que no lo han visto

Raguel, empieza a tener un ataque de PÁNICO.

Aamón parpadea porque no esperaba eso.

Aziraphale hace un suave y divertido... "ja!"

Reírse de tus compatriotas no es muy angelical

Se ríe de la situación. De hecho si alguien le pregunta... no, Raguel tampoco va a caer por eso.

Sigue sin serlo.

No son divertidos... (Vuelve a hacer "Ja!" Pero para sus adentros)

Crowley se ríe de él porque tiene que hacerlo para sus adentros. ¿Aunque no hay algo sobre malos pensamientos?

(Shut up!)

Raguel es que está planchado contra la pared del restaurante, manos en la boca, hiperventilando. Sí, aunque no tenga que respirar... esta hiperventilando igual.

Aamón sigue mirando por alrededor de toda la mesa y en casi cualquier rincón del pub.

—Lo perdí... lo perdí. Lo perdí. ¡Está perdido! Es terrible. Es lo peor que he hecho. ¡Es lo peor que ha hecho nadie! Merezco que me eche... ¡lo merezco! —la letanía.

Aamón se le acerca para abrazarle.

—¡Tú lo perdiste! ¿¡Qué estabas pensando?! —le reclama... y le abraza igual.

—No sé.

—Va a MATARME —tiembla.

—Nadie va a hacerte nada, ella ha muerto.

—No ha muerto, ¡el que voy a morir soy yo!

—No vas a morir, cálmate, tiene que estar en algún lado.

—¿Y si no está? ¿Y si ELLA lo tiene?

—Ella está muerta, no ha bajado aquí a robarte el libro, no seas ridículo.

—No a robármelo... ¡y no está muerta! Quizás vino a tomarlo al ver que yo lo dejaba... lo siento, de verdad lo siento, ¡Dios mío!

—Pues ya te lo devolverá.

—Quizás decida que ya no soy digno de este trabajo —tiembla otra vez.

—Eso sería lo mejor que podría pasar.

—Noooo... —se le esconde en el cuello —. No puedo volver.

—¿Qué?

—Al cielo, no puedo subir sin el libro.

—¿Por qué no?

—¡Porque no puedo! Es... todo lo que tengo ahí arriba y lo que hago, ¡y lo que soy! Y lo notaría ella de inmediato.

—Ni siquiera viene a verte.

—¡Porque no lo necesita!

—Pero quizás tú sí.

—¡Eso no importa!

—Sí que importa, venga, cálmate.

—El libro es lo ÚNICO que hago importante y trascendente.

—No es verdad, venga.

—Es mi única tarea.

—Pero no es lo único que eres.

—No puedo subir sin Libro. Tengo que encontrarlo.

—Podemos seguir buscándolo si quieres.

—¿¡Si quiero?! ¡Claro que quiero! ¿Qué pretenderías?

—No lo sé, que empezaras uno nuevo.

Empieza a hiperventilación otra vez.

—Vale, vale, no, no. Vamos a buscarlo.

—Pero... ¿¡dónde?!

—No lo sé. Nadie puede habérselo llevado, ni siquiera está escrito en un idioma que ellos entiendan. ¡Debe tenerlo ella! ¡Va a descuartizarme! A-Aamón... —se separa un poco y le mira a los ojos—. T-Te quiero.

—Pues... ¿quieres ir y pedírselo? Le das las gracias por... recuperarlo y ya está.

—Si voy, va a matarme —niega con la cabeza y se le humedecen los ojos.

—Es que si lo tiene ella no sé dónde quieres buscarlo.

—¿Y si no lo tiene ella? ¿Y si está aquí? ¿Si alguien se lo llevo? Entonces no me matará.

—¿No se supone que si te arrepientes ella te perdona?

—Pero esto es tirarlo TODO. Afecta a TODOS.

—No es tirarlo todo si lo tiene ella.

—¿Y si no lo tiene? Ella... es dura. Y castiga. ¡Lo sabes!

—Sí, pero...

—Pero ¿¡qué?! Cielos... ¿¡Cómo pude olvidarlo!?

—Venga... vamos a preguntar a ver si alguien de por aquí...

Raguel asiente, con su carita de extrema consternación, tomándole de la mano.

—Prométeme que si está en la tierra vamos a encontrarlo.

Aamón asiente.

—¡Prométeme que me ayudarás aunque odies al libro!

—Que sí, que sí.

—¡No me digas "que sí, que sí" así!

—¡Pero si ya te he dicho que sí!

—¡No te enojes!

El demonio bufa.

—V-Vamos a... n-no se ni siquiera a dónde

—Pues a preguntar a ver si alguien...

Asiente tirando de él y le sigue.