Aziraphale está comiendo pastelitos en la librería mientras Crowley le mira porque la manera en la que hace eso es cada vez más obscena.
Pero está comiendo eclairs de pistacho y chocolate. Igualmente... elige uno con una forma más fálica si puedes...
Exactamente. Rellenos de crema además. Hasta la boca abierta tiene Crowley, viéndole ensuciarse la comisura de los labios de crema y chocolate y dejársela ahí porque no lo ha notado, cerrando los ojos fascinado como el sabor.
—Mmmmm.
Y sacando la lengua menos de lo que debería. Venga, Angel, queremos ver tu juego de lengua.
Si son pacientes, en el siguiente bocado.
Crowley está completamente fascinado con la boca abierta, puede que lo haga eñél sin darse cuenta.
Saca la lengua y le da una lamida a la punta del pastelitos. Crowley da un saltito y gira la cara fingiendo volverse a su teléfono sin poder aguantarlo. Aziraphale levanta las cejas y le mira.
—Oh, ¿qué pasa, dear?
—¿Qué?
—Has pegado un salto —se relame el bigote y da otra mordida.
—Yo... no sé de qué hablas —fe repente, se oyen las campanitas de la puerta
Aziraphale sonríe de lado porque le gusta Crowley, en general y mírale que mono es... y... uuuuuuuugh, las campanitas. Bufa, porque ¿¡a ver ahora quién demonios es?! Y mira hacia la puerta así un poco... ugh. Hay un chico joven en el mostrador.
—Oh... un comprador seguramente... ehm... hello —pone el pastelillo en el plato, levantándose.
Crowley mira de reojo al chico y refunfuña un poco porque ¡estaba viendo el espectáculo!
Ya, ya, todos estábamos más felices con el espectáculo. El chico del mostrador le sonríe a Aziraphale.
—¿Es usted el librero?
—El librero... sí.
—Tengo una cosa para usted.
—¿Qué cosa? —sonríe un poco porque... eso implica que nadie va a comprar nada.
—Usted compra libros raros, ¿verdad?
—Sí —Ahora le brillan los ojos.
—Tengo uno SUPER RARO.
—¡Ohhh! Qué interesante. Déjame verlo.
El chico se lo saca de dentro de la chaqueta y lo deja sobre el mostrador. Es el libro de Raguel.
Ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooh
Aziraphale inclina la cabeza, sin reconocerlo del todo. De hecho sin reconocerlo en absoluto.
—Está escrito en un código secreto y está encuadernado en cuero y este es cuero bueno. Y tiene un montón de años porque tengo uno en casa con cuero muy parecido que era de mi bisabuela.
Aziraphale estira una mano con cuidado y lo toma humedeciéndose los labios. Tiene un escalofrío en cuanto lo toca.
—Además tiene muchas muchas más páginas de las que parece, no sé cómo, pero cuando las pasas una a una es como si no se acabaran nunca.
En cuanto lo abre, Aziraphale levanta las cejas al techo.
—Oh, my GOD... —susurra.
—Así que quiero al menos quinientas libras por él.
—Quinientas libras —Aziraphale levanta el libro—. ¿De dónde lo has sacado?
—Unos... ehm... ancianitos locos me lo han dado.
—¿Te lo han dado? —inclina la cabeza y entrecierra los ojos.
—Seh, decían que ya no les servía o no sé qué.
—Esa es una mentira —determina Aziraphale haciendo un gesto con la mano al meterla al bolsillo y apareciendo dinero en ella. Quinientas libras exactas.
—Claro que no.
—¿Si te doy doscientas libras más me explicas lo que realmente ocurrió?
—Que sean quinientas más.
—Solo si me convences —Aziraphale cambia el peso de pie.
—Quiero ver que las tienes.
—¿Las libras? —hace los ojos en blanco, vuelve a meterse la mano al bolsillo, vuelve a sacarlas.
El chico levanta las cejas porque... quizás debería alguien atracar a este tipo por la calle si va por la vida con miles de libras en los bolsillos.
Yo recomendaría que no lo hicieras pero sí, pareciera ser una buena idea. Aziraphale le sonríe amigablemente.
—Bueno, ¿vas a contarme?
—Me lo dieron diciendo que era un código para encontrar un tesoro. Y luego se besaron.
—Una de esas dos cosas que has dicho es mentira...
—No, es en serio que se besaron, era asqueroso.
—¿Asqueroso? ¿Por?
—Eran súper mayores, igual ni llevaban los dientes puestos. Ugh.
Aziraphale se ríe y se sonroja un poco igual, preguntándose si él y Crowley se ven así.
No, vosotros no os veis TAN mayores.
Ya, ya... igualmente se sonroja un poco, sin pretender parar.
El chico tiene un escalofrío, pensando que un beso sin dientes tiene que ser... súper asqueroso. Aunque para una mamada debe ir bien.
Los pensamientos. Raguel aclara que desde luego tienen dientes... ¿que no debían?
—No hablaba del beso.
—De veras daba cierta grimilla aunque era un poco hipnótico.
—Veo que has estado pensando en ello... ya me imagino, se estaban besando como si no hubiera mañana. O como si llevaran dos mil años deseándolo pero no pudieran hacerlo.
—Si bueno, como sea, ¿quieres el libro o no?
—El libro ya te lo compré. Lo que quiero es saber cómo lo conseguiste. ¿Vas a decirme la verdad o me quedo con las segundas quinientas libras?
—Te he dicho la verdad, ¡lo tenían ahí encima y se estaban besando!
—¿Y lo has robado?
—¿Qué te pasa, tío? ¿Vas a denunciarme?
—No, si me dices la verdad voy a darte mil libras.
—Pues te lo estoy diciendo.
—No es convincente.
—Pues es lo que hay.
—Pues... dado que no es convincente, serán únicamente las quinientas libras. Gracias —le sonríe.
—¿Qué? ¡No! ¿Qué te pasa, tío?
—Lo siento pero sé que no es verdad que te lo dieron para buscar un mapa.
—Se fueron y lo dejaron ahí, ¿vale? No sé a dónde fueron —ojos en blanco.
—Así que se les olvidó... —Aziraphale le sonríe.
—¿Les conoces o qué?
—Quizás. ¿En dónde dices que fue esto?
—En un bar aquí al lado, en Poland street.
—Bien... has ganado —Aziraphale sonríe de lado.
Ojos en blanco.
—Has hecho bien en traerlo aquí —Le pone el billete en el mostrador.
Va para tomarlos mientras el ángel sonríe un poco más. El tipo frunce el ceño pensando que ha pedido poco dinero, pero bueno, se los guarda.
¿¡Mil libras poco dinero?! Aziraphale da la vuelta al mostrador hacia él y casi le empuja para que se vaya. Shoo, shoo!
¡Pues se las ha dado sin protestar! Tal vez si hubiera pedido dos mil...
Te las hubiera dado sin protestar.
¿Veees?
—Bien, gracias por venir... ahora... —le arrea un poco hacia afuera
Se va, se va.
Aziraphale cierra la puerta y pone el letrero de cerrado, bajando las cortinas.
—Dios mío... ¡lo que me ha traído!
—¿Mjm? —Crowley no levanta la cabeza del teléfono. ¿De veras tienes que estar jugando otra vez con la cabeza colgando y los pies en el aire?
La verdad, Aziraphale no le hace mucho caso... yendo a su escritorio, completamente nervioso y excitado.
Pues Crowley tampoco, jugando, con la lengua un poco fuera.
—P-Podría buscar... tengo a TODO el cielo. Crowley...
—¿Mmm?
—Es que no sabes lo que ha traído... no sabes lo que es esto, es EL LIBRO.
—Claro, claro —sospecho que todos los libros son EL LIBRO y hemos oído esto infinidad de veces.
Sí... eso es verdad.
—Es un ÚNICO ejemplar, que narra la historia de TODOS nosotros. Voy a buscar mi nombre... ¡No! Podría buscar TU nombre.
—Mjm...
—¡No me estás oyendo!
—Que siiiií.
—¡No, no me estás oyendo! Todos los pecados de toda la historia del cielo están escritos aquí. TODOS.
—Todos, todos —como cualquier hombre casado, su cerebro está perfectamente preparado para repetir lo último que ha oído, EN CUALQUIER MOMENTO. Incluso sin haber estado ESCUCHANDO.
Aziraphale se gira a él...
—No te creo que no te interese el chisme.
—El chisme... —gesto vago von la cabeza—. Wait, ¿chisme?
Si, si no creas que no te conoce.
So... bueno, tienes su atención.
—Es... el libro. EL LIBRO —Le sonríe un poco al notarlo... bastante extasiado.
—¿Qué parloteas?
—¡El libro de los chismes del cielo! ¡No parloteo!
—¿Qué libro de chismes del cielo? ¿Eso existe?
—¡El libro de los pecados! En el que están TODAS las cosas malas que hemos hecho.
—Pero... ¿y qué hace en la tierra?
—Lo trajo Raguel... Y lo perdió por estar besuqueando a Aamón —sonríe con eso, medio malévolo. Crowley parpadea, incorporándose.
—Al menos yo regale mi espada... por una buena causa. El perdió el libro.
—Oh... ¿Y cuál es el plan?
—¡LEERLO!
—Sí, bueno... obviamente. Aunque yo no pienso aguantarte todo el libro, la mitad de ahí ni sé quién son, ni me importa.
—Ya, ya... ¿pero quieres leer alguno en concreto? ¿El... tuyo... ? —la sonrisa absolutamente... engolosinada.
—No va a estar ahí el mío, no soy un ángel —frunce un poco el ceño.
—Pero lo fuiste.
—Y dejé de serlo, ¿es que no ha cambiado de libro desde entonces? Ahí no cabe todo lo que ha hecho todo el mundo.
—My love, es EL libro. Es celestial, se lo dio Dios misma a Raguel para esto, CLARO que debe caber. Vamos a buscarme.
Crowley se le acerca y Aziraphale mueve las páginas y nota que, en efecto, el chico no estaba del todo perdido. Hay muchas más páginas de las pocas que se ven y es obvio.
—Cielos... creo que voy a tener que.. —chasquea los dedos y el libro se abre en la página de Aziraphale.
—Uuuuh —Crowley va a por él.
—Nooooo, ¿qué haces? —protesta un poco, sonriendo.
—Leerlo.
—Crowleeeeey!
—Pues tú lo has dicho.
Sinceramente, conociéndole y habiendo pasado toda la vida casi pegado con Aziraphale, es MUY fácil darse cuenta de que... Aziraphale no es un ángel convencional solo con leer las primeras cosas.
—Ya, sí... que lo iba a leer yo —la verdad ni siquiera está protestando tan fuerte, lo que quiere es saber qué pone.
Si nos dices lo que Pone, Crowley se lo lee.
La cuestión con los pecados de los ángeles... es que en una enorme proporción, tienen que ver con la percepción del propio ángel y lo que es pecado. Así que trata de encontrar el asunto de la espada ahí... Pero nadie sabe qué pasó con ella más que él. Y Adán. Y Crowley
Exacto. Así que no, la espada no está, pero si está Crowley y es de lo primero.
—Oh... Mira, aquí hay algo bueno... —se sienta mejor, acomodándose—. "Principado Aziraphale - Confraternizar con el enemigo."
—Ugh... debe haber muchísimos de eso —he hecho es de los que más hay. Y por mucho.
—De hecho llega un punto que está por fechas... pero no hay nada más que eso, qué aburrido.
Aziraphale se sonroja un poco con esa declaración.
—Aburrido —repite.
—Pues esperaba más detalles. No lo sé, algo descrito como... "Tuvieron una cita encantadora en el Albert hall." "Comieron creppes en Paris."
Aziraphale se sonroja más y se ríe un poco, bajito.
—A nadie le importaba eso, ¡menos a ellos! —vas a encontrar más adelante VARIOS sobre pensamientos impuros.
—"El principado Aziraphale se pasó toda la cita parloteando sobre los libros de..." ¡Eh, espera!
—¿¡Qué?!
Crowley pasa las páginas adelante y atrás, buscando
De hecho puede que el primero de los pensamientos impuros este en Roma con las ostras.
Está buscando la confraternación demasiado cercana con humanos... entre los millones de pecados de gula.
—Lord Belcebú debe estar puto encantada contigo.
—Shut up... —se sonroja—. No debería haber tantos de esos, Raguel se ha inventado varios.
—Hay más desde que abrieron el primer restaurante de sushi.
Sí, sí hay algunos pocos de... cercanía con humanos, pero, pocos para lo que imagina Crowley. Y casi todos redactados como "tentar a los humanos"
Aziraphale se relame los labios con la mención del sushi.
—Quizás deberíamos ir a cenar sushi.
—Tentar. Claro —ojos en blanco.
—¿Qué?
—Pocos de Ira encuentro para lo mucho que te enfadas conmigo.
—Es perfectamente justificada —insisto que este ángel... no es normal. Igualmente se ríe.
—Ya me imagino que a tu amigo le dan cosquillitas en los dedos al escribir sobre ira, pero mira esto... Vanidad, vanidad, vanidad... sí, ehm... Book Angel, ya sabemos que va a hacerse las uñas cada semana. Really.
—Y está semana no fui por tu culpa —se mira las uñas—. Y tú cállate que llenarías libros enteros con ese asunto de la vanidad.
—Ah, mira... aquí vienen las buenas...
—¿C-cuáles buenas?
—Avaricia: El Principado Aziraphale no quiere vender sus libros.
—Ugh...
—Pereza: el Principado Aziraphale hace un uso extremado de milagros mundanos.
—Ahí empezaron los problemas...
—Lujuria... —se humedece los labios
—Bueno, nos hacemos a la idea ya... —intenta quitárselo, porque está seguro de que la lujuria cada vez lleva más y más esas páginas, hasta un punto reciente bastante incontrolado.
Se lo aparta de las manos, riéndose para que no lo alcance.
—Voy a tener que explicarle al Book Angel sobre Freddy y Ozzy y el resto y la envidia. No puedo creer que no haya escrito nada sobre eso.
—Ughhh... —Aziraphale puede ASEGURAR que lo que ocurre es que aún no llega a ello. Celos desmedidos—. Vale, cállate ya...
—Y no hay nada de adorar falsos dioses. No me lo creo, con el DRAMA que hiciste cuando se quemó la Biblioteca de Alexandria.
—¡Eso no era pecado! —se le echa encima para quitarle el libro. Crowley se ríe, abrazándole y ahora ya sin poder evitarlo.
—¿Y qué hay de las mentiras a Gabriel? Tampoco he leído nada de eso.
—Esas... son cosas necesarias —Cierra el libro y lo pone entre ambos, sin quitársele de encima ni dejar de abrazarle.
—Claro, claro...
—Ya quisiera yo ver que diría una hoja tuya de un libro como ese actual —se sonroja más.
—Pecado por ser demasiado cool.
—Pecado por amar a un ángel.
—Nah —se sonroja.
—Eso no es pecado.
—Ehm... sí, bueno... exacto.
—Miles de hojas de vanidad y cientos de miles de ira contra un angelito.
—¡Anda ya!
—O puede que ese sólo sea un pecado constante.
—Como forma parte de mi personalidad no debe ponerlo... Eh, ¿crees que se lo cuenta al imbécil de tu jefe?
—¿Contar qué?
—Pues la vanidad.
—Ah, seguro... Ahora vamos a ir a ver el de Gabriel, DESDE LUEGO —igualmente no se mueve, mirándole a los ojos y sonriendo un poco—. Creo que lo que más te avergonzaría a ti no sería un libro de pecados... sino de actos de bondad.
—¿Qué? ¡Claro que no! —se sonroja.
—Y ahí sí, agárrense, porque la lista sería ETERNA.
—¡Eso es mentira!
—"Hoy jugué con unos niños pequeños y les di dinero para comida."
—No!
—"Hoy les compre juguetes porque no tenían."
—¡¿Pero qué te inventas?! —cada vez chilla más.
—¿Cuánto dinero das al mes para hospitales infantiles? Solo porque no hay manera de saberlo...
¡Le besa en "infantiles" solo para que se calle!
Aziraphale cierra los ojos y se ríe, devolviéndole el beso.
¡Ugh! ¡No te creas que has ganado!
No solo ha ganado. Sino de calle.
¡Que va! Igualmente se van a quedar ahí besándose y chismoseando y bebiendo vino y yendo a por sushi.
Y viendo los trescientos mil pecados de vanidad de Gabriel y de Miguel, que no se queda atrás.
De hecho Gabriel tiene más de Gula. Aunque no sea de comida, si no de ropa.
Uhhhh.
Porque no se compra la ropa por vanidad de verse bien o por avaricia, si no por gula de consumir y consumir y tener más y cambiársela.
Gulaaaaaa. Belcebú se ríe con su risita malévola.
Ojos en blanco. Aunque Gabriel insiste que la gula es solo con la comida, pero está equivocado.
Todo con tal de que no parezca que es Belcebú quien lo corrompe.
Porque de veras no le importa si se le pierde luego la ropa o se rompe, no es por TENER ropa, es por comprársela nueva. Saciar la ansiedad de otra prenda. No más prendas.
Es por consumir… ropa. Belcebú no sabía que se podía hacer eso así.
Él tampoco.
No sabía que funcionaba con la ropa. De hecho sospecho que vive un poco frustrada porque no come ni bebe.
Lo bueno es que él no se contiene porque tampoco sabe que es así
Gracias al cielo. O... a Satanás.
—Es curioso como todos ellos...—empieza Crowley, pensando.
Aziraphale mastica uno de los sushis, mirándole con interés.
—¿Te has fijado? Sobre todo los Arcángeles. Tienen un... pecado prevaleciente.
—Hmmm... Los que hemos visto, Raguel la ira. Gabriel la gula... Miguel y la... soberbia.
—Que además corresponde con el demonio asignado.
—Eso... implicaría que tú eres mi demonio correspondiente.
—Si tú tienes TODOS los pecados.
—Tú eres un demonio polifacético.
Crowley se ríe.
—Aun así, esto querría decir...
—Tal vez solo es una coincidencia.
—No existen las coincidencias.
—Entonces crees...
—Que Dios... No, no sé... es que es demasiada coincidencia que cada uno haya ido con la horma de su zapato.
—Tal vez los otros no lo harán —le mira.
—¿Quién va con quién?
—No lo sé, no me se los nombres... a ver, dime.
—Sariel.
La busca, pasando las páginas. Aziraphale da un trago a su sake, esperando.
—Pereza... eso es... Ugh, la de la caca. La odio.
—¿La de la caca? ¿Por qué la odias?
—Huele mal, siempre va cubierta de caca y se repega a todo el que pilla siempre.
—¿Caca?
—Mierda.
—O sea ¿literalmente hay un demonio que va cubierto de... heces?
—Sí.
—Ugh...
—Exacto.
—Espero no verle en la necesidad de conocerla... ¿qué hay de Remiel?
Vuelve a buscar...
—Avaricia. Creo que es el tío ese peludo. ¿Aamón?
—No, no... Aamón es el de Raguel. Es Mammón.
—Eso, Mammón.
—¿Pero será así?
—Pues no lo sé.
—¿Quién me falta? ¡Azrael!
Crowley busca a Azrael, pero no está muy seguro de cuál es el pecado porque creo que Raguel opina que es una envidia sana y... nnnn...
—Debería tocarle... ¿quién falta?
—Pues a ver, déjame un papel donde escribir.
Chasquido, aparece.
—A ver... Gabriel y Belcebú
Los apunta y la Gula al lado.
—Y la virtud, por favor.
—¿Cuál es?
—De Gabriel... la templanza.
—Mmmm... ¿Crees que ella es templada?
—¿Belcebú? No —¡Imaginen como sería... sin Gabriel, de poco templada! O sea la chica que desaparece a la gente de un chasquido...
—No sé, no suele emborracharse ni comer demasiado. Hay muchos que se emborrachan en los festejos.
—Mmmm pero de carácter templado... no sé. No sé si solo sea en su presencia. Raguel es la paciencia absoluta... y por aquí dice ira.
—De hecho no sé si hay más de ira o de lujuria, de él.
—¿En serio? Bueno...
—Pues no los voy a contar, especialmente porque solo los apunta así, sin detalles. Ni siquiera sé si esto es válido, quiero decir, ¿qué pasa si escribo yo uno? ¿O borro uno? ¿A caso lleva una cuenta? ¿Cómo puede saber que no se ha descontado? Como puedes defenderte si no hay un... contexto. Unas circunstancias explicadas. Tal vez un agente externo te obligó a actuar de esa manera. O sea... Gabriel te ha obligado a mentir alguna vez, ¿qué pasa entonces? No lo has hecho porque has querido, debería ser un pecado de Gabriel, aunque el mentiroso seas tú.
—No puedes... no puedes borrar tú ni escribir tú.
—¿Quieres verlo? —abre una página al azar, con el bolígrafo en la mano—. Y no me digas que es un asunto providencial.
—No, no... ¡No! Solo él puede, ¡es algo divino!
—Eso es lo mismo —pone la punta del boli en la hoja y automáticamente le quema un rayito eléctrico que lo hace soltarlo.
—No da lo... ahh! ¿¡Estás bien?!
—Ugh —se pone los dedos a la boca—. Es porque es una... cosa sacra o algo. Como la bloody agua bendita.
—¡Te estoy diciendo! Dame acá —protesta extendiendo las manos hacia él—. ¿¡Qué tal que te mata?!
Ojos en blanco.
—¡No me hagas esa cara! —le toma la mano.
—Pruébalo tú.
Se mete el dedo de Crowley a la boca. Crowley sonríe porque ya no le duele, pero... no se va a quejar de las atenciones angelicales… Besito... lamidita. Todo un poco erótico.
—¿Qué pasa si cometes un pecado ahora? Tendríamos que escribirlo.
—Raguel lo guardaría y lo escribiría.
—Mmmm ¿Y cómo lo sabría si no está aquí?
—Él lo suele saber, me parece que le llegan un poco como inspiración o confesión... —otro besito—. De hecho ya estoy cometiendo uno.
—Debe ser súper agradable, ¿qué pasa si está haciendo otra cosa?
—No lo sé... —besito en la palma de la mano—. Solo sé que no he confesado todos esos... y aparecen ahí. Pero no aparecen otros que sí he confesado.
—Imagina que está ahí... —atrae la silla de Aziraphale hacia si de un chasquido y le rodea de la cintura—. Con su demonio, en mitad de una situación... interesante —susurra y le acaricia los labios con la mano que le estaba besando.
Aziraphale levanta las cejas... y sonríe un poco tontamente.
—E-En mitad... de... —se emboba
—Y de repente... —se acerca más, apretándole de la cintura—. Sin venir a cuento... —susurra casi en sus labios.
Aziraphale traga saliva... completamente idiotizado y hay una larga lista de pecados que agregar a su lista en este momento.
—¿A-Aja?
—"El perezoso Principado Aziraphale se ha atado los cordones con un chasquido de dedos" —Crowley se separa y le suelta…
—Ughh!
—O se está comiendo su doceavo pastelito con el té.
El ángel saca el labio de abajo todo lloriqueante y Crowley se ríe.
—Pues sí, pobre Raguel —se separa, sonrojadito, cruzándose de brazos.
—A eso me refiero, no creo que funcione así.
—Jum —se separa del todo, moviendo sus silla y organizándose la pajarita del cuello.
—Entonces... —se vuelve a la hoja que estaba escribiendo antes—. Aamón y ¿cómo se llama el ángel del libro?
—Raguel —refunfuña un poco.
Lo escribe, mirándole de reojo y sonriendo un poquito de lado porque mira qué enfadado está porque se ha quedado sin beso.
Pues claro... eso fue cruel y despiadado.
Es un demonio.
—Tu favorito —insisto, varios, varios pecados.
—Todos los que no son tu son mis favoritos —escribe Ira y Paciencia y luego Miguel y Lucifer... Vanidad y Humildad.
—Además lo admites. Asmodeo, falta Asmodeo.
—Tu... favorito —le mira de reojo y lo escribe en el lado de los demonios—. También hemos dicho... la niña de la caca y el... este, el peludo.
—Mammón... Y no es mi favorito, mi favorito es Aamón.
—¿Con quién iba? Sí, eso ya lo veo.
—Con Sariel y Remiel.
—¿Con los dos?
—La chica sucia va con Sariel, Remiel va con Mammón.
Los escribe también.
—Falta Uriel.
—¿Con Asmodeo?
—Pues no hay más opciones...
—Leviatán... a ver...Uriel...
—Oh... podría ser con Leviatán.
Busca a Uriel en el libro y niega, sonriendo, la escribe con Asmodeo.
—¿¡Uriel?! ¡¿En serio?!
—Pensamientos impuros con otro ángel, dice aquí.
—¡¿Con otro ángel?!
—Eso dice —se lo enseña.
—¿¡Con quién será?!
—Yo qué sé... no sé ni cual es Uriel.
—La de los dorados en la cara... no sabía yo que tuviera algo así.
—Este tipo da un poco de miedo sabiendo todas estas cosas.
—Raguel sabe todo... y ese libro lo tiene TODO.
—Aún falta uno para Leviatán...
—¿Que Arcángel falta?
—No lo sé —le lee los que hay.
—Azrael.
—¿Con quién se lleva bien esta... Uriel? —Lo escribe junto a Leviatán
—Con nadie ¿O hablas de en el cielo? Con Miguel. Creo.
—A lo mejor es con ella con quien tiene las fantasías sexuales.
—Ugh... no sé. No me imagino a algún ángel teniendo fantasías sexuales con... otro ángel.
—¡No lo he escrito yo!
—No, si no digo que no... Pero... Ugh.
—Bueno... ya veremos, igual, si realmente acaban...
—Pues si tiene tantos pensamientos lujuriosos... Quizás sea el blanco perfecto para Asmodeo... ¿no? No sé. Quisiera saber tu... que es lo que...
—Bueno, yo decía en general todos... ¿o saber qué?
—Que es lo que tú tienes que me complementa —da otro trago a su sake y se acerca un poco sobre la mesa hacia él—. O que tengo yo que lo hace.
Crowley levanta las cejas y sonríe, porque mira que ha funcionado lo que ha hecho antes. Se echa adelante en su silla, sobre la mesa también para acercarse.
—Desde luego eso ha sido un error.
—Un error... —Aziraphale se sonroja un poco.
—Un error.
—¿De quién?
—De quien lo decidió.
Aziraphale se humedece los labios casi obscenamente (para variar) De "casi" nada, que te hemos visto comer pastelitos antes. Ojos en blanco... Se echa atrás, espalda recta.
—Vale.
—¿Eh? —se queda un poco echado adelante sin entender.
—Pues si así lo consideras, un error —cierra los ojos.
—¿Tú no?
—Desde luego
—Mmmm...
Ojos cerrados aún se echa de nuevo para adelante.
—Es uno de esos errores terribles y gordos, astronómicos, catastróficos.
—E-Exacto —parpadea mirándole.
—¿Eso crees? ¿Que no debió pasar? —Aziraphale abre los ojos y le sonríe.
—No, no es eso lo que he dicho.
—Has dicho que es un error en el sistema, que tú y yo no somos el ying y el yang.
—Aunque en realidad no nos parecemos en nada.
—Y, según tú, ¿tampoco nos influenciamos en nada?
—Por lo visto no estás de acuerdo.
—Yo creo que me influencias haciéndome cool, aunque no quieras admitirlo.
—¿Qué? ¡No!
—Y yo te hago... —sonríe—. Soft.
—¡Menos aun!
—Ven.
Se pone de pie y el ángel levanta las cejas sin esperar eso.
Pues va a dar la vuelta a la mesa. Claro. Largo que es, las cejas bajan a su lugar cuando nota eso, Aziraphale se mueve un poco para darle espacio.
—Tienes razón en algo.
—¿Qué? —se apoya en la mesa.
—Siéntate aquí —se echa atrás y da unas palmadas en sus piernas.
Crowley levanta una ceja un poco acusatoriamente y Aziraphale se sonroja, vale, inevitablemente.
—Sí, sí, aquí dije.
Ahí va, dejándose caer un poco igual. Te va a clavar el culo huesudo. Tiene bastante rellenito para que no le parezca grave.
Sonríe, poniéndole una mano en la espalda y acariciándole el pecho con la otra. Mira que vale que se engolosina con los pastelitos, pero no podemos decir que no pone una cara parecida contigo aquí arriba. Crowley le rodea el cuello con los brazos.
—Tú ya eras dulce antes... desde el primer día que te vi en la muralla.
—Ni de coña.
—Yo estaba ahí, darling.
—Y por lo visto lo entendiste todo mal.
—Nunca encontré a nadie más que me mirara como tú me miraste ese día... que no fueras tú. Ni siquiera ÉL, antes de que empieces —sonríe más.
—¿Q-Qué? ¡No te miré de ningún modo!
—Me miraste con estos ojos... esa media sonrisa y... ese interés. Nadie había tenido ese interés.
Crowley se sonroja.
—Digas lo que digas... Yo sí creo que eres mi otra mitad. Y si me influencias...
—Tú a mí no —Crowley se humedece los labios con eso.
—¿Nada de nada? —Hace los ojos en blanco y se ríe.
—¡No!
—Yo creo que sí...
—Ya podrías hacerme al menos más listo... y ni eso.
—Sí lo eres, lo bastante.
—Nah, que va.
—¿Y si te buscamos en el libro?
—No me vas a encontrar.
—No sé ni tú nombre.
—Exacto —sonríe.
—Y no vas a decírmelo.
—Nop.
—Anda ya, soy tu marido.
—Ni siquiera me acuerdo.
—Claaaaro —se ríe.
—Nah. No recuerdo el nombre de nadie, en serio, si no recuerdo el tuyo a veces.
—Ángel. Me llamo Ángel
—Nah, eso es un sobrenombre.
—¿Ah, sí? ¿Uno cariñoso?
—¡No!
Aziraphale se ríe, cerrando los ojos y Crowley le besa.
