Pues... Queremos ir al cielo con Raguel.
Vaaaale. Aamón le sueeeeelta.
Pero la casaaaaaa.
Pues estaban ahí, ¿no? O estaban mirando más.
¡No! Estaban ahí... a la Aziraphale y Crowley. Compro esta casa AHORA.
Pues ya está.
Raguel le da un beso y le acaricia un poco la nuca aún y le... asegura que volverá en la tarde. Que si cenan, porque es verdad que Raguel no come, en efecto, pero... después de tanto tiempo de bajar a la tierra con Aamón bien que puede comer.
—¿Quieres que prepare algo?
—Carne Ahumada... hace mucho que no cómo y a ti se te daba muy bien. Esto... me gusta.
—Carne ahumada, vale. Trae algo con que acompañarla cuando vuelvas.
—Vale, traeré tomates como te gustan. Y algo de queso —suspira y es que automáticamente se siente transportado a otros tiempos.
—Me refería al jerez que te gusta —se ríe.
El ángel le sonríe un poco, recargándose en la puerta y Aamón le mira desde la cama.
—Te quiero.
—No me querrás tanto si me dejas aquí así —mueve las piernas haciendo un... demonio en las sabanas.
—Llevamos días ahí... ¡días! —se sonroja un poco.
—Ahora resulta... ¿dónde ha quedado tu pasiva-agresividad pidiéndome orgasmos?
—Creo que... no sé cómo es que sigo caminando, mi amor... sinceramente me parece que si yo estoy así, tú debes necesitar tomar aire antes de que te pueda pedir orgasmos de nuevo.
—¡Para nada! —tan ofendido, es mentira. Raguel se ríe—. ¡Hablo en serio!
—Cena. Estaré aquí a las ocho.
Oooojos en blanco.
—Y más vale que a esa hora ya estés en mejores condiciones.
—Estoy en perfectas condiciones. Más te vale que bajes o iré a por ti y me los comeré a todos por el camino.
—Puedes comértelos a todos si quieres... porque bajaré.
—Me refiero a los ángeles.
—Eso imaginé... lo digo porque no vas a requerirlo.
—Más te vale.
—No, no vas a requerirlo, cielo. Traeré pan también...
Asiente. El ángel sonríe otra vez, con ojos de corazón.
—¿Estás bien?
—No, porque estás ahí de pie en vez de estar aquí.
—Y tú eres un dramático. Quiero carne Ahumada y esa no se va a hacer con los dos en la cama —Raguel sonríe de lado.
—Puedo sacar un poco de humo y... —se pasa una mano por la cadera.
—Te ves guapísimo —Raguel se ríe.
—Pues vengaaaa.
—¡Deja de liarme! —se ríe—. Voy a bajar en solo unas horas. Duerme... y descansa y más vale que estés aquí cuando vuelva.
—Vaaaaale, vale
Puede que Aamón vaya a sentarse sobre hielo un rato.
Raguel le manda un beso y chasquea los dedos poniéndole una flor en la mesita de noche, un letrero de amor en el espejo del baño, le ha llenado la tina de agua con hielo y le ha puesto una bonita pomada de camomila por ahí.
Eres un ángel, ya podrías haberlo curado.
La verdad es que... sí. Ya lo curará. Es que lo pensamos cuando tú lo dijiste.
No pasa nada, no le duele tanto
La cosa es que ya imaginarán el perfecto buen humor del que llega.
Pues claro. La única histérica ahí es Uriel.
Perdona, chata, pero es que...
¿Qué?
Nada, nada, no es que sea tu culpa, lo... lamentamos, pero Raguel es que hasta silba y baila un poco, sonriendo con sus ojitos.
Ah, pensaba que ibais a decir que había más gente histérica.
Ehh... sí, bueno, Miguel. Azrael. A ti al menos alguien te toco ahí abajo. A estos dos, manáis
¡No lo hizo! Bueno, sí, pero no sirvió de nada. Igual ahora está por ahí escondida.
Lamento decirle que... Asmodeo ha ido a buscarla.
No, porque está escondida con Miguel MUY OCUPADA.
¿No la ha encontrado entonces? Está deambulando en el cielo hace tres días.
Ugh! Alguien debería encerrarlo de nuevo.
Pues es que... Nah, ¿quién? Él ha dicho que es amigo de Gabriel y le dio permiso de estar ahí.
Y Gabriel no está, pero bueno, luego resolveremos eso... ¿qué pasa con Raguel?
Raguel va con Daniel y le pide convocar una reunión urgente con todos los Arcángeles. Vacila un poco en si... invitar a alguien más. Pero venga, bastante revuelo va a haber con invitar solo a los Arcángeles.
Y ahí va Daniel a convocarla, vale, aunque Gabriel no está.
—¿No está? ¿Y dónde está?
—En la tierra, creo. Azrael estaba con él cuando bajó, creo que fue con Belcebú.
—Ohh... Ugh. De haber sabido...Me quedo en la tierra. ¿Se fue hoy?
—No...
—¿Cuándo entonces?
—Hace... ¿un par de días, o tres? No estoy seguro.
—Oh... le llamaré. Creo que le interesará estar en esta reunión, aunque... termine enfadado.
Daniel le mira, parpadeando. Raguel saca su teléfono y... después de picarle un poco, consigue... llamar a Gabriel.
Que aún está comprando ropa... no sabemos si su teléfono... si Belcebú lo desapareció.
Seguramente si no lo desapareció a la primera, en cuanto sonó más de cinco veces lo desapareció.
¿Podremos hacer esta junta sin Gabriel? Al final ya le ha llamado mentiroso a él... quizás hasta mejor sería...
Quizás hasta tenga suerte y suba por... gracia divina.
—Mándale un mensaje igual, y... una oración. Y diles a los otros que les espero en la sala de juntas "Jerusalén" —decide Raguel cuando ve que no contesta, colgando.
Daniel se encoge de hombros porque eso ya lo ha hecho, como al resto. Asiente. Raguel le sonríe, porque DE VERDAD está de buen humor.
—Oh, y otro favor. ¿Cuándo sean las siete me avisas, por favor?
—Ah... sí, vale. Pondré un despertador.
—Muchas gracias, Daniel. Creo que no siempre apreciamos todo lo qué haces por nosotros. Dile a Miguel que te dé un día libre... que lo he mandado yo, que lo mereces —le cierra un ojo.
Parpadea y... le sonríe y como es el único aquí que trabaja su día libre va a ser vuestro día del infierno.
—Bien... hablamos a las siete...
—Gracias, Dios te bendiga.
—Dios te bendiga a ti también —y ahí empieza a saludar a todo mundo que encuentra, sonriendito.
Entre ellos, Remiel porque... hace días que no le ve y ¡todos se están volviendo locos!
Quiero decir además que... estuvimos pensando en Asmodeo suelto en el cielo y todos deben estar un poco... Ehm... ¿no hace calor últimamente aquí arriba?
Raguel le sonríe porque aunque diga que Gabriel es un poco su consentido, miente. Siempre se pone muy contento con Remiel.
—¡Raguel! ¿Dónde has estado?
—Ahh... en la tierra. Me voy a ir a vivir un tiempo ahí.
Es que se le corta la carrera, pero Raguel le sonríe.
—Eres el primero en saberlo. Voy a venir todos los días, solo... voy a estar bajando.
—Pero... ¿por qué?
—Voy a vivir con Aamón.
Parpadeo. Parpadeo. Parpadeo.
—¿Por?
—Porque... me hace ilusión —se sonroja un poco
—¿I-Ilusión?
—Muchísima. Un día podrías venir a... conocerle, si quieres —sonríe más y carraspea —. Bueno, Ehm...
—Sí que quiero.
—Gracias, sé que esto debe ser raro —Raguel le sonríe.
—Me preocupa, prefiero ir a ver yo mismo que sí estás bien.
—Remiel, no tienes por qué preocuparte... lo agradezco, pero no hay motivo alguno para que te preocupes.
—Bueno, tal vez también opine eso cuando vaya ahí y lo vea.
—Estás preocupado.
—Sí, siento que todo el mundo está perdiendo la cabeza últimamente.
—Lo siento, Remiel. Debí decirte entonces... y habrías pensado entonces que había perdido la cabeza.
—Es que no sabes...
—¿Qué no se?
—Todo lo que está pasando.
—¿Qué está pasando? Cuéntame
—Miguel estaba encerrada en el infierno y Gabriel trajo a Belcebú aquí, estando poseído, estaba encerrado en una celda para que ella no nos atacara a todos y Uriel está escondiéndose de Asmodeo por todos lados que por cierto está andando por aquí libremente porque le hemos dado asilo político. Azarel ha subido lleno de cadenas de demonio y está súper enfadado y por lo visto Belcebú ahora está enamorada de él. Dicen que a Miguel la trajo un demonio y que ahora no tiene armadura y que Asmodeo podría infectarnos a todos de no se sabe qué porque Uriel no ha sido capaz de acabar de curarle.
Raguel parpadea varias veces.
—Yo traje a... Aamón trajo a Miguel, se lo he pedido yo.
—Oh...
—Asmodeo... no debería estar circulando por ahí —aprieta los ojos—. Uriel tiene que controlarle... ¿Y dices que Belcebú poseyó a Gabriel y... estaba en una celda?
—¿Uriel tiene que controlarlo? Ha venido hace un rato a esconderse a mi despacho.
—De hecho me parece que Uriel puede controlarle.
—¿Cómo?
—Eso es algo que ella tiene que descubrir.
—Tal vez tendríamos que ir a decírselo.
—He convocado una junta para decirles justo eso.
—Ah, sí, he visto el mensaje de Daniel.
—¿Cómo vas tú con... este asunto?
—¿Qué asunto?
—El del demonio.
—Ah... hum... igual
—¿No has hecho nada?
Niega.
—Bueno, lo que... les contaré hoy puede se te sirva.
—¿Qué es?
—Hay una correlación entre mi libro... Y un demonio para cada quien. Ahora se los explicaré a detalle.
—¿Ah sí? Oh, vale... pues vamos.
Raguel asiente y de la nada casi se comen a Asmodeo en un recodo.
—Oh... tú —parpadea Remiel.
—Oh... el ángel de la lujuria —le suelta a Raguel.
Remiel mira a Raguel con eso, que se sonroja.
—Asmodeo... —saluda Raguel bajito.
—¿Todo bien con mi... novio?
—¿Tu novio? —pregunta Remiel.
—Aamón... —Asmodeo se cruza de brazos y sonríe—. Me han pedido que monte una farsa de que su novio era mi novio...
—¿Por?
—Ehm... era necesario.
Remiel mira a uno y a otro con una ceja levantada.
—Raguel tenía un... asunto con él. Y ha acordado conmigo que si le ayudaba.
—¿Qué asunto?
—Aamón estaba... —le mira de reojo y luego a Asmodeo—. Estaba... te cuento luego.
Remiel se encoge de hombros y asiente, mirando a Asmodeo de reojo.
—Me ibas a ayudar con Uriel.
—¿Ayudarle? —sigue Remiel que creía que estaban pasando un millón de cosas y por lo visto estaban pasando aun un millón más de las que parecía.
—Asmodeo... —protesta Raguel.
—Ah, pensé que esto era algo del saber común.
—Pero como... Uriel no quiere... —vacila Remiel.
—Uriel no sabe que quiere. Pero eventualmente sabrá que quiere —le explica Raguel.
—Uriel quiere —determina Asmodeo.
—No, ¡claro que no! —protesta Remiel.
—Oh, vaya que lo hace —se ríe Asmodeo.
—Pero si no para de decir que no.
—Justamente... eso le va también —insiste Asmodeo sonriendo—. Pero está... a punto.
—Cuidado con esa boca —protesta Raguel.
—¿A punto? —Remiel parpadea con eso, sin esperárselo.
—Asmodeo, no sé cuáles sean tus habilidades, pero... no digas esas cosas.
—Igual has dicho que me ayudarías —protesta el demonio.
—¡Lo haré!
—¿Pero por qué necesitas ayuda? —pregunta Remiel.
—No la necesito, pero si me lo prometen lo quiero.
—¿Lo ves?, es por eso que no debemos hacer tratos con demonios. Luego todos son así.
—Bueno, todos somos un poco así, en realidad —media Raguel—. No son realmente tan peores que nosotros ni nosotros tan mejores que ellos.
Remiel le mira con una cara como si le hubiera dicho una blasfemia.
—Vaya, tú ya podrías trabajar para el infierno... —asegura Asmodeo—. Creo que no les conoces bien del todo.
—¿Que yo podría qué? —Remiel indignado.
—No, no... él. Lo digo porque nos hace promoción, aunque si tú quieres... —le hace un cejas cejas a Remiel—. Aquí el ángel lujurioso puede ayudarte a decidir.
—¡Claro que no! ¿Por qué le llamas así?
—Porque le he visto casi morir de la lujuria...
Raguel se sonroja.
—¡Eso no es posible!
—¿Por qué crees que no es posible?
—Porque Raguel es... casto y puro, como todos los ángeles.
—Pfff... Se ve que no le has visto junto a Aamón. Es además un celoso irredento.
Remiel mira a Raguel de reojo, que está mirándose los pies con una atención...
—No digas mentiras de los demás, no está bien.
—Pregúntale a él si esto es mentira.
—¡Sé que lo es!
—¡Pregúntale a él! —insiste Asmodeo—. ¿Por qué habría yo de inventarme algo así?
—Es amor, no es lujuria —se defiende Raguel
—Bueno... como sea. Vuelve a tu celda, ahora tenemos reunión de Arcángeles.
—Vale, vale... vuelvo ahí... pero aún tienes que ayudarme —le sonríe a Raguel yendo hacia allá.
Remiel casi que le empuja un poco, cuando llega Uriel del otro lado.
Asmodeo la mira y sonríe. Ella va mirando el teléfono, escribiendo y borrando algo, mordiéndose el labio
—Hola, guapa —Asmodeo se le aceeeerca.
Pega un salto y casi se le cae el teléfono, pero acaba por atraparlo después de mover las manos como loca. Asmodeo se ríe un poco con eso
—¡T-Tú! ¿¡Qué haces dando vueltas por aquí!? —le riñe, nerviosa.
—Esperando que dejes de estar ocupada.
—Pues... ¡aun lo estoy! Así que no molestes.
—¿Puedo darte un beso?
—¡Desde luego que no!
—Te has puesto el dorado de nuevo...
—¿Y... y eso qué?
—Me gusta.
—¡No me lo pongo para gustarte a ti!
—Aunque no lo hagas... me gusta.
—Pues... no me importa.
—¿Que me guste no te importa?
—Exacto.
—¿Y qué me excite pensar en donde más las tienes tampoco? —pregunta en un susurro.
Ella se sonroja con eso y se las va a volver a quitar.
—Oh, venga ya... ¡No voy a dejar de pensar en eso!
—¡Pues hazlo!
—¿Pensar en eso? —le acaricia un poco el brazo.
—¡No! ¡Para! —salta apartándose y mira a los otros dos acercándose a ellos, buscando ayuda
—Asmodeo... —empieza Raguel. Uriel se esconde un poco tras ellos—. Ve, por favor, a tu celda.
—Eso —Remiel asiente frunciendo el ceño.
—Vaaaale, vale —el demonio levanta las manos. Uriel le mira también desde detrás
—¿A dónde dices, Uriel, que vaya?
—A...
—¿Ajá?
—No puedes venir a la reunión, es una reunión de Arcángeles.
—¿Te espero en tu oficina?
Ella aprieta los ojos.
—Vale, ahí te veo. Sé dónde está y todo. Estaré pensando en ti.
—¡Tienes un cuarto propio!
—Nah, pero a ese cuarto no vienes tú.
—¿Y eso qué?
—Pues quiero verte.
—Ya me estás viendo ahora.
—Luego, quiero verte luego y a solas —es que es peor si te dice eso frente a todos.
Se sonroja y se esconde más.
—Eh, eh... tampoco me la acoses —le riñe Raguel.
—Esta así todo el tiempo —ella le acusa.
—No le estoy diciendo nada terrible.
—Ahora no, ¡pero antes sí lo has dicho!
—Y te gustó.
—¡No!
—Sí que te gustó, SÉ que te gustó.
—¿Gustarle qué? Asmodeo...¿ podrían hablar de esto más tarde? —sigue Raguel.
—¡No lo hizo! ¡No para de decir cochinadas!
—Créeme, no me has oído decir cochinadas.
—¡Sí te he oído!
—¡No las bastantes!
—¡Desde luego que más que bastantes! ¡Más que demasiadas!
—Ya te diré más... —le guiña un ojo—. Voy a mi cuarto.
—¿Qué cosas te ha dicho? —Raguel se gira a Uriel, que se sonroja con eso y más con la pregunta.
—C-Cosas inapropiadas, no quiero ofenderte repitiéndolas.
—Cosas secretas entre ella y yo —sigue el demonio.
—¡NO SON SECRETAS!
—Sí que lo son, unos secretos entre amantes.
—¡No somos amantes! ¡Antes preferiría morirme que amarte a ti!
—Ahora te veo.
—¡Preferiría desaparecer entre las peores llamas del infierno! Preferiría yo misma estar condenada toda la eternidad a los peores castigos, ¡Hasta ser un demonio, preferiría antes que amarte a ti ni un poco!
—Todas esas pasiones tan... infinitamente intensas.
—¡Ninguna pasión!
—Me estás gritando de tal forma que hasta parece que... me tienes ganas.
—¡Precisamente te estoy gritando para que entiendas lo contrario!
—¿Que no me las tienes?
—¡Exacto! ¡Ni yo ni nadie!
—Nah, pero bien que me las tienes.
—¡Desde luego que no!
—En serio, chicos, ¿ustedes le creen cuando grita así?
—¡Sí que lo hacen! —vuelve a chillar ella sin siquiera dejarles contestar.
—Estas chillando como si de verdad...
—Quisiera que pararas. ¡Sí!
—Nah, como si quisieras que te tomara entre mis brazos y...
—¡NOOOO!
—¿No?
—Nada entre tus brazos. Raguel, Remiel, por favor...
Raguel se humedece los labios realmente sin saber muy bien que decir
—Tenemos una junta, Asmodeo.
Uriel asiente agradecida.
—Ella es la que me lía —protesta Asmodeo levantando las manos.
—¡Te he dicho que te largues veinte veces y que no doscientas!
—Y luego has empezado a poner pegas.
—¡No puse ninguna pega a que te fueras!
—Voy a esperare a tu despacho entonces.
—¡La pega es que me esperaras ahí!
—¿No tienen junta?
—¡Sí!
—Pues apresúrense que llegarán tarde.
—Uriel, vamos —pide Raguel.
—¡No van a hacer la reunión sin nosotros, idiota! —igual se va tras ellos.
Asmodeo sonríe un poco igual pensando en los doraditos y Raguel mira a Uriel se reojo, que se calla por fin, siguiéndoles.
—¿Estás bien?
Asiente, nerviosa... y luego niega.
—¿Sí o no?
Niega.
—¿Te ha hecho algo terrible?
—N-No...
—¿Quieres contarnos que ha pasado?
—Me... me dice cosas incomodas.
—¿Te gusta?
—¡NO!
—¿Te disgusta?
Asiente un poco suavemente. (Ya se nota)
—Mmmm... bueno, hablaremos de él más tarde —le sonríe abriendo la puerta de la sala de juntas.
Remiel y ella entran. Ya está Miguel ahí dentro, tratando de llamarle a Gabriel. Uriel se acerca a ella.
