De repente, Uriel tiene que... parar lo que sea que esté haciendo porque el teléfono.

Asmodeo, que está sonriendo, embobado, le hunde la nariz en el cuello y trata de que siga.

Ella se lleva el teléfono al oído, escuchando. Y parpadea. Una. Dos y tres veces. Habiéndose parado del todo. Cuelga.

—Tengo que irme.

—¿Qué? ¿Por? —Asmodeo parpadea.

—Al cielo. Tenemos problemas —le aparta

—¿De qué tipo?

—De los gordos. No debería estar contándote esto —se viste y le aparta del todo.

—Oye, oye... espera —le toma de la muñeca.

—Asmodeo, no me sigas…

—E-Es que no te puedes ir así, por favor.

—Y no se te ocurra subir al cielo. No te va a gustar.

—Pero ¿qué pasa? ¿Por qué no?

—No puedo decírtelo. Te avisaré cuando todo pase —le hace una oleadita de amor—. No subas —y le empuja de nuevo para que la suelte.

—Espera, espera... te dejare ir, solo... un minuto que te tardes no hace la diferencia —irradia amor por ella aún más y de golpe con esa oleadita de afecto. Levanta una mano y de la pone en la mejilla

—Sí que hace. De verdad —vuelve a apartarse todo lo que puede.

—Es que... no quiero que te vayas.

—Asmodeo, basta.

—Solo dame un beso.

—No puedo —le aparta bastante fuerte esta vez y se va con un rayo al cielo.

Y Asmodeo siente como si le arrancaran un trocito.

Uriel empieza a bendecir todo el cielo como si fuera un templo sagrado corriendo al despacho de Miguel, que de malas que estaba de por sí...

—¿Te lo han dicho?

—¿Qué?

—Liliel acaba de llamarme. Azrael y Gabriel son baja en sanación y hay dos demonios sueltos por aquí si no es que más. ¡Esto es una invasión!

(¡Si serán dramáticos todos!)

—¿Qué? Cómo es que a mí no me han... ¡dicho eso!

—Vamos, tienes que movilizar a las tropas. Voy a bendecir todo lo que pueda pero me va a tomar un rato. Iré por los otros mientras los buscáis.

—Uriel... Uriel. Hay que... inundar todo de amor.

—¿Qué?

—Amor.

—¿Amor? V-Vale. Se lo diré a todos.

—Todo el que puedan todos, ya hemos visto.

Asiente y pues... igualmente Miguel va a sacar a las tropas y desde luego, Uriel va a buscar a todo el mundo, Raguel incluido, que se ha bajado enfadadísimo un rato atrás.

¿Quizás Daniel le ha visto?

Va a estar buscándole como loca sin encontrarle mientras sigue bendiciéndolo todo. Olvidaos de volver a subir un demonio aquí arriba en los próximos mil años y espérate a ver cómo es que... terminan estos dos pobres

Exacto. Pero es que Liliel se ha acojonado. Esperemos que Asmodeo le haya hecho caso a Uriel

En serio Liliel, vas a meterles en tu maquinista y a estar perfectamente bien en un segundo

¿Dónde tienen a Leviatán y Belcebú?

Pues no lo sé, Liliel les ha quitado a los ángeles, los ha dejado en el pasillo y ha llamado a Uriel y luego debe estar llamando a Miguel y a los demás.

Raguel incluido, no sé si va a querer subir.

La verdad, ha llamado la primera a Uriel pensando que Asmodeo había huido o algo y que había ayudado a entrar a los otros dos.

¿Están encadenados o algo?

Liliel no los ha encadenado. No sé qué se hayan hecho uno al otro.

Las cadenas entre ellos no suelen servir de demasiado, pero seguro que se han seguido peleando en plan... cocodrilo/mosca/rayodesintegrador/moscas/fuego.

Y... Gabriel va a enfadarse.

Pues probablemente ese sea el menor de los problemas ahora mismo, querida.

También. Es que va a venir Miguel otra puta vez armada y con... la aplanadora de amor por delante y todos sus soldaditos para apoyarla

Sí... todo esto para DOS demonios. Yo no sé Leviatán pero Belcebú se detiene.

Leviatán parpadea con la sensación del amor, la verdad y Belcebú piensa por un estúpido momento que es Gabriel pero no.

La verdad, no sé si los van a descorporizar a ambos.

¿De amor?

Pues... No sé. La verdad es que a Leviatán, que ya estaba afectado, no le va a ayudar esto.

No, a ninguno. Menos aún si son cientos de putos ángeles haciendo esto. Creo que si pueden explorar de amor.

O a lo mejor va a ser Miguel la que tendrá problemas ahora.

¿Miguel? ¿Problemas con el amor de todos los demás?

Pues como Azrael los tenía con Leviatán.

¿Sintiéndose maaaaal? Debía estar Lucifer aquí.

Me refiero a porque a lo mejor los dos se le enganchan a ella.

Eso... va a pasar. Esto va a ser un desastre.

Belcebú... mira que está acostumbrada al amor de Gabriel, pero nunca había sentido tanto, tan intenso, tan fuerte, tan... desbordante. Mira a Miguel con la boca abierta.

Leviatán tiene que hasta acercarse. Es que... la miran como si fuera Dios y Miguel además es que la veo... se le ha ido la olla del todo, la verdad.

Pues como bichitos hacia la luz, porque su armadura... y es tan bonita y brillante. Y no os va a cortar la cabeza a los dos como si fuerais de mantequilla ni nada, por imbéciles.

Y es que... irradian amor.

La verdad, Leviatán quiere a Miguel de vuelta ahora mismo.

Pensamos que quería de vuelta su cabeza.

Ah, también a ser posible. Aunque no sabría qué hacer con ella porque no sabe curarse.

Pero no, creo que la cabeza siga en su sitio. Miguel... es que no sabe cuándo parar, de hecho sigue... y sigue... y sigue.

Leviatán la abraza.

No. No. Shu. Miguel le empuja, porque la verdad solo quiere ver cuánto aguantan.

Sí, así en plan abraza-arboles. Pues es que no sé qué esperas que pase, ¿que exploten en serio?

Y de golpe... ella se detiene. Creo que lo que quieres es que te maten, Miguel.

El grito desgarrador de ambos. Belcebú se cae de rodillas, abrazándole de las piernas y Leviatán de culo, sentado al suelo.

Miguel se siente más poderosa que nunca, sinceramente.

—Podría acabar con ustedes dos... ahora mismo... —Miguel sonríe de lado. En serio necesitas que, ehm, alguien se acueste contigo pronto.

Sus tropas opinan que... hum... esto es un poquiiiiito incómodo.

—¡Miguel! ¿Pero qué es lo que estás haciendo?! —sí, es Raguel.

Los dos demonios agonizan en el suelo.

—¿Qué es esto?! ¿Qué hacen?

Hay varios murmullos alrededor "invasión" "invasión" "infusión" (siempre hay alguien que no se entera pero que no va a negarse a un té y unos pastelitos. Especialmente con Belcebú por aquí.)

—Lo que debimos hacer desde el principio —asegura Miguel.

Leviatán casi no puede respirar, retorciéndose.

—¿Dónde están Gabriel y Azrael? —pregunta Raguel.

P-Please —Belcebú se arrastra hacia Miguel.

—¿Dónde están los demás? ¿Has sacado todo el ejército por DOS demonios, uno que era nuestro prisionero por justa razón y la otra, invitada de Gabriel?

—¡Uriel me ha dicho que era una invasión!

—¡Es una invasión! —grita un querubín ayudando a Miguel—. Hay dos Arcángeles noqueados, Raguel.

—¿Qué dos arcángeles noqueados?

—¡Gabriel y Azrael!

Raguel piensa que ya no está para estos trotes.

—Y te parece que eso es... es que mírales, por el amor de Dios —Raguel señala a Leviatán y a Belcebú, porque esto es un desastre.

—Encerrémosles.

Belcebú le abraza un pie a Miguel, temblando. Leviatán está a estas alturas completamente tumbado en el suelo estirando la mano sin apenas alcanzarla

—Retira al ejército, Miguel.

—Pero Raguel...

—Estoy pidiendo aquí, una sesión extraordinaria del pleno de Arcángeles, para abrirte una investigación por Conducta Abusiva y Uso de Fuerza Innecesaria.

Todo el mundo contiene el aliento con eso.

What?! —Miguel parpadea, incrédula.

Y el millón de murmullos

—¿Pero cómo te atreves?

—Tú, tú, tú... y tú —Raguel señala a cuatro querubines—. Lleven a los dos demonios a sanación—. Y mientras tanto, TÚ...—señala a Miguel—, vas a ir con los demonios también a darles una fuente de amor constante... hasta que sepamos que hacer con ellos.

Eso es un poco cruel con los demonios, O sea, en sanación les... pues destruyen todo lo malo.

No... O sea... si pero... no. Vamos, es que es lo más parecido al ala médica del cielo.

—Raguel, pero...

—Y cómo se descorporicen, Miguel... te aseguro de que va a quedar asentado... ¡y la investigación será más dura! —la mira con fiereza, frunciendo el ceño.

Los querubines se ocupan de llevarse a los demonios como Raguel ha dispuesto.

Miguel vacila... pero sí que mira al ejército y hace un gesto muy enérgico para que rompan filas y ahí va detrás de los demonios, enfadada...

Todos tan enfadados.

Supongo que... tanto Azrael como Gabriel estarán mejor ya en sanación ahora que lleguen.

Sí, supongo que sí.

Miguel... la verdad, no está soltando mucho amor, sinceramente... de hecho está soltando bastante Ira, Aamón estaría bastante orgulloso de ti Raguel.

Gabriel parpadea un poco aún bastante descolocado.

Pobre hombre, además... O sea es que no me extraña que no tenga idea de nada de lo que ha pasado.

Miguel se les acerca a Azrael y a él, para preguntarles cómo están.

—¿Qué... está pasando?

—Leviatán te ha poseído... —responde Azrael, sentándose un poco y tosiendo—. Moscas...

—¿A... a mí?

—Sí... luego ha pasado algo con moscas. Leviatán... no sé qué ha pasado.

—Les han atacado a ambos Belcebú y Leviatán —interviene Miguel.

—¿Qué?

—Les han atacado, he tenido que defenderles —el mundo según Miguel.

—¿Pero por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Qué hacías tú ahí? —mira a Azrael.

—Ha venido a verme en tu cuerpo, para... besarme y hacer cosas raras.

Belcebú llora en la cama en la que la han puesto...

—A... ¿qué? —Gabriel vacila un momento con esos lloros.

—Besarme... intentó violarme de nuevo.

Ni caso le hace mirando de donde vienen los lloros, se levanta un poco.

Es que... no se puede ni mover, respirando con dificultad ahogada en... la falta de amor. Está segura de que va a morirse... además va a morirse sola y sin amor.

Creo que Leviatán está en coma.

No me extraña, es que para cómo empezó esto...

Igualmente ahí se acerca Gabriel a ella.

Es que ni lo nota, sollozando

—¿Pero qué ha pasado? —Le toma de la mano.

Ella... es que ni se la aprieta, débil. Si le das una oleadita de afecto puede que te dé terror.

Le da un poco a través de la mano.

Pues... es que va a abrir los ojos y se te va a ir encima como zombie.

Levanta las cejas y abre los brazos sin poder evitarlo y ella se le... trepa como si fuera un árbol, sacando fuerzas no sé de dónde.

Gabriel la abraza y la sostiene un poco contra sí, parpadeando, antes de girarse a los otros dos. Miguel hace los ojos en blanco.

—Estaba protegiéndote...

—¿Pero que le ha pasado?

—Pues he hecho lo que tenía que hacer para detenerles.

—¿DetenerleS? ¿A quién más?

Miguel señala a Leviatán.

—Pero... o sea... ¿qué era? —Gabriel se acerca a él con Belcebú encima.

—¿Lo que hacían? Moscas y cocodrilos y fuego infernal.

—No, lo que hiciste tú —le pasa las manos por la espalda a Belcebú, curándola.

La verdad... es que es amor y Belcebú no sabe si... le gusta o si puede soportarlo. Quiere más. Se le cuelga más a Gabriel, medio ciega, sin siquiera oír lo que pasa.

Él solo está intentando calmarla. Al menos ya no solloza. Miguel se aclara la garganta.

—Lo único que se me ocurrió hacer dadas las circunstancias.

Azrael se levanta y levanta las cejas al ver a Leviatán ahí... acostado.

—¿Que qué fue?

—Ehm... love —Miguel... se aclara la garganta.

—Es lo que... ¡dijiste en la sala de juntas!

Miguel hace los ojos en blanco.

—Fuck, Miguel!

—¡No había otra forma de pararles!

La verdad, Gabriel no sabe ni qué hacer.

Azrael se le acerca un poquito a Leviatán. De hecho, la verdad... Miguel se siente un poquito culpable. Ojos en blanco. Nadie te cree, psycho.

Gabriel vuelve a sentarse con Belcebú entre sus piernas, abrazada y... es que no sabe qué hacer.

—Raguel me... ha dicho que les diera una fuente continua de Amor.

—Pero... no se supone que hay que...

—Creo que... dejarles sin amor del todo es... un poco cruel —señala Azrael mirando a Leviatán... y dándole un poquito de amor en el pecho.

Está KO.

—Pero se supone que hay que dejar que se les pase —sigue Gabriel.

—Leviatán parece... muerto —comenta Azrael.

—No me extraña, ya le habías dado tú bastante y ahora...

—De verdad... no están viendo el potencial de esto. Podríamos TERMINAR con ellos —insiste Miguel, neciamente.

—No les estás matando, Miguel, mírales.

—Pues una vez se les tiene así... les rociamos con agua bendita.

—Para eso más vale que se la eches directamente.

—No, no... esto es... más ordenado.

—Esto es más cruel, ¿qué te pasa?

—¡No me pasa nada! De esta forma no se defienden... y es amor, no veo la crueldad.

—Miguel, suenas FATAL incluso para ser tú —protesta Azrael—. ¡Yo al menos lo hice sin querer!

—Cómo vas a no verla, míralos —de todos modos Gabriel decide hacer lo del amor constante y suavecito.

Belcebú... se le repega como estampa solo por ser una fuente de amor, respondiéndole con amor de vuelta y es que la tendencia de Gabriel es darle más, porque pobrecita... y ella se lo está dando de vuelta. Sigue acariciándola para calmarla.

Ugh.

Ya pero... qué más va a hacer.

Belcebú va a querer más.

Noooo, más no. No pidas más que sabes que no puedes.

Sí que pide más y más... gimoteando.

Vale, un poquito, pero solo un poco.

Y la otra irradia amor como una fuente. Maaaaás, quiere más.

Belcebuuuuuuú. No, pórtate bien.

Porfitas.

Ugh, vale, solo un poco.

Sí, sí... más.

No, ya está. Esta es la intensidad.

Noooo.

No, sí. Al menos hasta que venga Raguel y diga si no puede ser más.

Raguel no tiene ni idea de nada.

Sí que tiene, él sabe.

Noooo, solo un poquito más.

Vaaaale vale, pero ya. No más. ¿Dónde está Raguel? Se baja de la camilla para ir a buscarle con Belcebú encima. La lleva colgada como si fuera un monito.

Ella se le acurruca encima. ¿Un poco más de amor?

No, más no, este es el flujo.

Solo un poquitooooo

No, ya está.

Pero Gabrielitooooo

Que noooooo.

Pero te ha llamado Gabrielitoooo

Yaaaaa pero no se puedeeeee

Nadie va a saberlo.

Sí, él va a saberlo.

Noooo, no le diremos.

¡Gabriel va a saberlo!

Tampoco se lo diremos a él si no quiere oírlo. Raguel... está en su despacho tratando de organizarse porque lo que acaba de hacer con Miguel parece complicado y necesita estar muy claro para presentarlo en la junta de Arcángeles.

Gabriel llega con ella colgada del cuello. ¿Tal vez debería hacerla más pequeñita y así sentiría más amor por centímetro de piel? O por lo menos podría meterla dentro de una camiseta grande y evitar que todos les miren.

Ugh, eso sería útil. Raguel levanta la vista cuando les siente como una fuente de calor irradiando amor.

—H-Hola.

—Ah, ya estás de pie... uff, ¿c-como están los... Ehm... enfermos?

—Mírala.

Raguel se acerca... aprieta los ojos.

—La han... destrozado.

—He llegado a tiempo para que no les destrozara de verdad. Miguel... está fuera de control.

—Voy a tener que bajar al infierno a hacerme pasar por ella en lo que se recupera o van a... van a destruir el statu quo.

—Eso... puedo ayudarte con eso, probablemente... He pedido una investigación para Miguel

—¿Una investigación?

—Una investigación seria por abuso del uso de fuerza.

—P-Pero... Raguel —Levanta las cejas con eso porque eso es... mucho.

—¡Sacó a TODO el ejército en contra de ella y Leviatán!

—Ya, pero... si estaba asustada...

—No estaba asustada, está enfadada.

—Esto es muy serio, Raguel... vamos... vamos a hablarlo todos juntos

—Eso he pedido.

—Pero... hum... bueno, vale. ¿Cómo cuanto amor puedo darle a ella antes que sea demasiado?

—¿No crees que ya ha tenido bastante? —pregunta preocupado.

—Me está pidiendo más todo el rato.

—Claro, sospecho que podrías darle amor y amor y amor hasta morir.

—¿Entonces?

—Es que no lo sé... creo que tendrás que ver si realmente mejora o no... tampoco puedes quitarle el amor del todo. Le pedí a Miguel que lo dosificara.

—Ellos están en sanación. Leviatán no reaccionaba.

—Ughhh... ¡es que esto es peligroso! Ves como Miguel necesita un apercibimiento.

—Bueno... vamos entonces.

Raguel asiente llevándose unas cuantas cosas en las manos y Gabriel se levanta aun sosteniendo a Belcebú del culo.

Belcebú se le aprieta contra él.

—¿Estoy viéndome demasiado... duro, Gabriel?

—Pues es que...

—¿No has visto... cómo está?

—Pero es Miguel...

—Pues justamente, si la dejamos...

—Bueno, vamos a ver que nos cuenten las circunstancias.

—Vamos, he pedido esta sesión para ello... solo, he hecho una acusación formal.

—Me parece un poco agresivo.

Raguel suspira.

—Te parece agresivo de mi parte intentar ponerle un alto a Miguel que pretende casi descorporizar a todos los demonios del infierno... mira lo que le hizo a Belcebú. ¿Por qué parezco yo últimamente el único loco que quiere protegerles?

—No, no... —abraza a Belcebú un poco más fuerte—. Pero...

—Es que me da la sensación, Gabriel, que últimamente en todo soy yo contra todos ustedes.

—No es así.

—Tan agresiva es su conducta con Belcebú y Leviatán como lo son todos yendo a mi casa en armadura y con las espadas de fuera... Miguel está fuera de sí.

—Eso fue porque nos asustamos.

—Gabriel... no pueden cada vez que se asustan actuar sin sentido alguno. ¿Qué están enseñando a todo el cielo?

—Solo es que todo esto es más tenso y peligroso de lo que hemos hecho nunca.

—Eso no es del todo cierto... ¡Yo hice esto hace dos mil años y no pasó nada!

—Raguel...

—¿Vas a reñirme otra vez?

—No, pero es que... no son todos así.

—Es verdad, pero no vas a decirme que para los que no son así, la solución es emborracharlos de amor y dejarles morir.

—No les está dejando morir.

—¿Sabes? Me rindo... Es la última vez que peleo una batalla por Belcebú. Cada quien que se rasque con sus uñas.

—No, no... No es eso, solo quiero saber... quiero saber bien como ha sido todo antes de juzgar.

—¡Es que solo he pedido una investigación!

—Pero sabes que eso es bastante serio y suena bastante mal.

—¡También es bastante serio lo que hizo!

—Vamos, vamos a oírlo.

Raguel entra a la sala de reuniones adelante de Gabriel y ahí está... prácticamente todo mundo

Gabriel entra aun con Belcebú encima, creo que va a hacerse un portabebés para sujetarla con los hombros porque pesa un poco.

Puedes hacerla un bebé, de hecho.

Sí, es un poco lo siguiente que hace porque por mucho que sea fuertote y ella pequeñita sus buenos cuarenta o cincuenta kilos si los pesa.

Siempre se queja... Belcebú insiste que tiene huesos pesados.

No, pero es que lleva mucho rato.

Raguel traga saliva mirando a Miguel, que le FULMINA, estirándose en su silla y cruzándose de brazos.

Uriel sigue preocupada porque no ha acabado de poner todas las bendiciones. Cielos, menos mal que Gabriel está cargando a Belcebú.

Raguel se aclara la garganta mirándoles a todos.

—Creo que saben todos lo que hago aquí.

—Pues la verdad, no mucho... hemos recibido un mensaje un poco incendiario... —explica Uriel.

—Ya...

—¿Ya está controlada la invasión? —pregunta Remiel que estaba en otro lado y se ha asustado un poco.

—No hay ninguna invasión.

—Pero Liliel dijo que... —de repente mira a Azrael y Gabriel—. ¿Estáis bien?

—Ya, bueno... más o menos —responde Azrael.

Gabriel le sonríe un poco y asiente porque... bueno.

—Ha sido bastante traumático todo.

—¿Pero qué ha pasado?

—Aun así, ustedes dos están sentados aquí y... los demonios...

—Uriel me ha venido a buscar, había demonios en el cielo... yo hice mi trabajo —asegura Miguel.

—Pues es que Liliel ha llamado diciendo que había dos Arcángeles inconscientes y demonios peleándose —explica Uriel.

—Y no entiendo por qué razón alguien me ha traído aquí a mí por hacer mi trabajo.

—Bueno, Miguel... porque sabes bien qué es lo que Dios nos ha encomendado y no es hacer esto —Gabriel señala a Belcebú.

—No estás seguro de ello, quizás es precisamente eso.

—Sabes que no es eso.

—Lo que tú crees... tampoco.

Gabriel suspira.

—Al menos no para todos. Así que había que aclararnos. No sé si haya salido bien o mal pero hoy aprendimos algo, ¡e insisto en no saber por qué se me castiga por ello!

—¡Pues porque no era la manera, Miguel!

—¿Y qué querías? ¿Descorporizarlos?

—Hombre... podríamos haberlos encerrado o algo —propone Remiel.

—Claro, en medio de bocanadas de fuego infernal. Yo solo usé un arma nueva... y funcional.

—Funcional hasta que dejas así al príncipe del infierno, ¿qué vamos a hacer ahora? —pregunta Gabriel a Miguel.

—Ir a por los otros, eso es lo que deberíamos hacer —La verdad, Lucifer... Yo tendría miedo.

—Miguel, ¡no podemos destruir el statu quo del infierno!

—¿¡Ahora pensamos así?!

—Hace tiempo que pensamos así, por eso no intervenimos en la revuelta..

—No intervenimos en la revuelta para no inclinar la balanza a uno u otro sitio. Esta es la forma de GANAR. ¿Que no queremos ganar contra el infierno de una vez por todas?

—¿Te parece que esto es ganar? No les has reducido... Gracias a Dios.

—Porque Raguel me detuvo, frente a todo mi ejército, acusándome

—¡Porque estabas actuando de manera poco profesional!

—Bueno, yo creo que la situación lo amerita un poco —asegura Uriel.

—Tenía a TODO EL EJERCITO atacando a DOS almas.

—No sabíamos cuántos había.

—Es que eso lo entiendo, sacar al ejército lo entiendo, revisar cuantos hay... pero cuando ves que son dos ¡no pones a todo el ejército a atacarlos! Miguel, admite que se te pasó la mano —protesta Raguel.

—No me lo parece —insiste Miguel, NECIA.

La verdad es que hasta Uriel tiene que aceptar que... o sea, es que imagina que hubiera estado Asmodeo aun ahí.

Es que... Gabriel se lo está tomando no tan mal, si Raguel está así de enfadado no quiero ni pensar cómo estaría si hubiera tocado a Aamón.

—Pues... si no te lo parece no me queda más que proponer un acuerdo en lo que respecta a los... príncipes del infierno. O al menos a MI demonio —apunta Raguel, ceño fruncido.

No se lo está tomando tan mal porque que Belcebú le está dando amor de vuelta ahí hecha bolita con él. Abrazada como un koala.

—Espera, ¿cómo que tú demonio? —protesta Uriel

—Aamón.

—Sí, ya sé quién es, no me refiero a eso.

—¿Entonces?

—¿Por qué Aamón iba a tener un trato especial?

—Lo que estoy proponiendo es que cada quien se responsabilice en su totalidad de las acciones de su demonio. Desconozco si los demás quieran esto o no, por eso lo estoy proponiendo yo y para Aamón, tú puedes proponer lo mismo para... el apropiado. Nadie hace nada en contra de Aamón y si hace algo malo toda la responsabilidad recae sobre mí.

—Pero... —Gabriel vacila porque Belcebú es tremenda.

—Eso es lo que yo pido. No quiero ver jamás a Aamón así —señala a Belcebú.

—¿Pero toda la responsabilidad?

—De Aamón, aquí en el cielo, la tomo toda. O de cualquier cosa que pueda tener que ver con nosotros. Sí.

Todos se miran entre ellos.

—¿Alguien quiere hacer lo mismo por su demonio?

La verdad... se miran todos unos a otros porque ninguno se fía mucho.

—No deberías hacer eso, Raguel —asegura Miguel.

—Confío en Aamón. Si se sale de control, lo controlaré yo, no tienen que preocuparse ustedes por él.

—Pero igualmente, es que... toda la responsabilidad... —sigue Remiel, que de hecho ni siquiera conoce a su demonio.

—De un DEMONIO —repite Miguel que piensa que es una locura.

—Pues... es que si alguien puede ponerlo bajo control soy yo, no ustedes.

—Mira, es que tal vez tu demonio sea muy suavecito y todo eso —sigue Gabriel.

—Mi demonio es el demonio de la ira, Gabriel...

—Sí, bueno, pero tú estás diciendo que quieres responsabilizarte de todo.

—De todo aquello que nos afecte o nos amenace. Si viene aquí arriba Aamón a intentar atacarles, ustedes me llaman a mí y yo lo arreglo. Igual podríamos pensar contigo Gabriel. ¿No prefieres tú controlarla en vez de que Miguel venga a inundarla de amor?

—Eeeeeeh... —es que verás...

—¿De... verdad?

—Pues es que... —o sea, ¿no te llegó el memo de su novia la loca?

—Ya, ya... Belcebú. Entonces debo ser yo el que está exagerando con las acciones de Miguel... solo por favor, aléjense de Aamón.

Gabriel aprieta la loca contra si porque no es eso. La loca le aprieta de vuelta.

—¿No será que esto tiene que ver con que tú eres el que tiene la relación desde hace más tiempo?

—Seguramente.

—Aun así, ni aun siendo el día tres quisiera yo que ninguno de ustedes dejara a Aamón así.

—Nadie quiere que dejen a nadie más así, especialmente si ahora tenemos que ir a... arreglar el infierno.

—¿¡Vas a ir al infierno?! —pregunta Miguel escandalizada.

—Claro que voy ir al infierno, ¿Cómo voy a dejar esto así?

—¿Y qué vas a hacer? Vas a ir con Belcebú así, la van a matar ipso facto.

—No lo sé, hay que... hay que hacerles creer que todo funciona bien.

—Podrías... —empieza Raguel y luego vacila humedeciéndose los labios. No, este no es el foro para decir "Poseer a belcebú"

Gabriel le mira y la verdad, preferiría que usara el "podríamos"

—Podríamos hablar de esto más tarde.

—Pero habría que discutir que hacemos, no sé si sea buena idea que baje yo solo...

—Al infierno con Belcebú en brazos es una pésima idea. Quizás... deberíamos...

Todos le miran.

—Quizás es momento de cambiar la guardia en el infierno —declara Raguel.

—¿La guardia?

—Quizás, Gabriel... necesitarías que Belcebú tuviera más bajo perfil para resolver esto...

—Si tuviera más bajo perfil no necesitaríamos ir.

—Justamente... quizás sea la oportunidad de que algún otro demonio tome el control.

—¿No habíamos quedado en que no queríamos eso? —frunce el ceño.

—Ya sé que no lo queremos, solo me pregunto si no las circunstancias nos llevarán a esto...

—¿Y a quién crees que habría que poner? A Aamón, claro.

—Absolutamente NO.

—Ya... seguro que no.

—Gabriel... no. Odio que sea el príncipe del infierno, lo que quiero es... que todo mundo le deje en paz para hacerle caso yo. No sé, hay otros múltiples... posibles.

—Pues no parece.

Raguel le mira.

—Podríamos bajar disfrazados... con un buen disfraz. Te explicaré cómo al rato.

—Yo quiero bajar con ustedes—interrumpe Miguel.

—¿Para qué lo repitas? No. Se supone que vamos a arreglar esto —sentencia Gabriel.

—Tú, Miguel, ¿por qué estás tan enfadada? —pregunta Raguel inclinando la cabeza.

—¡Pues porque me acusan de esto y no me dejan hacer mi trabajo!

Raguel mira a Gabriel de reojo porque esto parece más complejo que solo esas dos cosas. Gabriel asiente porque hay más.

—Estabas enfadada desde antes.

Miguel bufa un poco sintiendo las miradas de todos.

—Estoy harta de esta estupidez con los demonios.

—Íbamos a arreglar eso —protesta Gabriel.

Raguel mira a Gabriel.

—Te dije que lo haría, ni siquiera has confiado en mí ni por un instante —sigue él.

—¡Esto no tiene que ver con eso, Gabriel!

—Le has hecho esto a Belcebú porque no querías que le dijera. La excusa perfecta.

—¡Le he hecho esto a Belcebú porque Belcebú te ataco junto con Leviatán!

—Yo la hice subir.

—¡Te dejaron inconsciente, en sanación! Yo no fui a atacarla mientras estaba contigo hablando civilizadamente, fui a defenderte, ¡a defendernos a todos! Uriel fue por mí, asustada. ¡Estabais tú y Azrael heridos en Sanación!

Uriel asiente a eso porque también se asustó y... sabía que iban a hacer algo horrible a cualquier demonio que encontraran, por eso le dijo a Asmodeo que no subiera.

—Discúlpenme, pero si viene cualquier demonio y me deja KO, agradecería enormemente que alguien hiciera ALGO para evitar que diga dejando KO a más ángeles.

—"Algo" no es necesariamente "esto".

—¡Lo que sea necesario!

—Eso tampoco es necesariamente esto.

Miguel le mira y la verdad es que por primera vez, se le suaviza la mirada.

—No... Esto no ha sido contra ella en particular.

—Pues pareciera.

—De verdad nos hemos asustado... —susurra ella. Gabriel se pasa una mano por el pelo.

—Vamos a resolverlo mejor... —Raguel se levanta y todos miran a todos un poco sin saber bien que decir.

—¿Cómo? —pregunta Remiel

—Bajando al infierno. Y ustedes haciendo el trabajo habitual desde aquí arriba.

—¿Vas a bajar también tú?

—No sé, voy a... hablar contigo en privado primero.

—¿Por qué tenéis que hablar en privado? —pregunta Uriel frunciendo el ceño.

—Porque mira luego los líos en los que nos metemos por no hacerlo.

—Esto no tiene que ver con lo de antes —protesta Uriel.

—Igualmente son tiempos desesperados que requieren medidas desesperadas.

—Pues vamos —sentencia Gabriel.

—De verdad, todos tenemos que calmarnos y recordar que somos hermanos... y no estar unos en contra de los otros —recomienda Raguel mirándoles a todos—. Los quiero.

—Pero entonces dinos tu plan en vez de irte con Gabriel —protesta Uriel.

—No es un plan convencional... —Raguel aprieta los ojos.

—¿Por?

—Porque la situación no es convencional. Necesita parecer Belcebú.

—Pues a eso podemos ayudarle todos

—¿Pero en serio se va a... disfrazar? —pregunta Remiel.

—Gabriel podría poseer a Belcebú.

—Los ángeles no pueden poseer a nadie, Raguel.

—Quizás eso no sea del todo cierto.

—¿Cómo no va a ser cierto?

—Es posible poseer a un demonio —Raguel suspira.

Es que el escándalo. Ya, ya, si ya lo sabe.

—Eso creo.

—¿Pero cómo? —pregunta Gabriel.

—El demonio tiene que echarte de tu cuerpo.

—¿P-Pero... como vas a dejar que un demonio... haga eso? —pregunta Remiel.

Raguel le mira... y es que se acaba de dar cuenta de lo mucho que confía ciega e infinitamente en Aamón y lo muy raro que es eso en general por lo visto.

Pues es que... sí. Puedes hacerte un grupo de apoyo con Aziraphale.

—Bueno yo no dejaría que un demonio cualquiera lo hiciera, pero si TUVIERA... dejaría a Aamón.

—Pero ¿Belcebú no le poseyó intentando hacerse con el control del cielo hace un par de días? —pregunta Remiel, que siente que últimamente están pasando demasiadas cosas que no acaba de entender.

—Es el mejor disfraz que hay.

—Raguel, ¿estoy entendiendo bien? ¿Tú hablas con conocimiento de causa? —pregunta Miguel

—¿Cómo sabemos que Aamón no es el que te está influenciando ahora para esto? —pregunta Uriel.