Ahí va Liliel a abrir la puerta. Es… una especie de Leviatán. Liliel inclina la cabeza.
—¿M-Miguel?
Asiente con la cabeza.
—¿Qué tal he quedado? Por Dios, esto es complicado.
—Te ves... rara, no pareces... ¿qué tienes que parecer?
—El demonio que tenemos ahí dentro —Leviatán señala adentro—. ¿No me le parezco?
—Ehm... no.
—Ugh… a ver, deja entro y le veo a ver si así sale mejor. Con Belcebú no tuve tantos problemas.
Liliel la deja pasar.
El engendro Miguel!Leviatán entra y... levanta las cejas al ver a Gabriel gritando y pateando aún sobre una camilla.
—Miguel! —Remiel y Belcebú levanta las cejas.
—Ugh... se supone que no deberían reconocerme. ¿Qué hace Gabriel acostado ahí?
—Pues no sabemos qué está pasando ni quién es quién... —explica Sariel preocupada—. Todo esto es un desastre.
—Ugh! Remiel, ¡No sabes lo que duele esto! —protesta Belcebú—. Yo soy Gabriel, él es Belcebú.
—Ella le ha puesto esas cadenas a Gabriel, ... míralas bien —pide Sariel a Miguel, que se acerca a mirar a Gabriel aún más...
—Esto... está forjado en la fragua del infierno... —nota Miguel casi de inmediato.
—Claro que no, son cadenas de hierro como estas —mete el dedo por ellas y estira el cuello de la camisa que lleva porque así, si no le tocan la piel le duelen menos y luego se lleva las manos al estómago, que le ruge.
—Es que... ha sido más largo, primero Gabriel encadenó a Belcebú, luego le quitó las cadenas, luego Belcebú le puso estas cadenas encima a Gabriel y Remiel terminó encadenando también a Belcebú porque ¡es imposible saber quién es quién! —insiste Sariel.
—¡Yo soy Gabriel! —protesta Belcebú
—Demuéstralo —responde Miguel, frunciendo el ceño.
—No sé cómo —se rasca el pecho.
—Dinos algo que solo sepa Gabriel y no sepa Belcebú...
Se rasca la cabeza y los brazos porque todo le pica y le irrita y le gruñe el estómago.
—Vamos con... vamos con todos —se gira a mirar a Liliel y a los querubines—. No noto que le estéis dando amor. Empezad ya, esto no es porque sí.
Los querubines pegan un saltito porque... en efecto, vale, que no estaban haciendo nada aún.
—Hum... Miguel ¿no crees que fuera más seguro que Belcebú se quedara aquí hasta que haya que bajar? —pregunta Sariel.
—Belcebú se quedará aquí —insiste Belcebú—. Le he puesto unos guantes para que esto sea seguro.
—Que tal... si vamos a por Raguel, él sabía esto, tal vez sepa si sí es Gabriel o no —propone Remiel.
—Sí, me parece bien. Si eres Gabriel, Belcebú, estarás de acuerdo en que no confiemos en ti.
—Pero si sí soy yo, tenéis que tener fe.
—Ya, pero también cuidado...
—Yo necesito disfrazarme mejor —asegura Miguel, girándose a mirar a Leviatán con atención y empezando a chasquear los dedos.
Belcebú suspira y se rasca el cuello.
—Veámonos en unos minutos en la sala de juntas, Miguel... —pide Sariel.
Miguel asiente distraídamente aun arreglando su disfraz.
—Tienes que parecerte más a Leviatán—asegura Belcebú.
—¿No me lo parezco? ¿Qué me falta?
—Ven, acércate.
Ella le mira y entrecierra un poco los ojos, pero... ahí va a acercarse. Belcebú se acerca a Leviatán y se lleva la mano al estómago porque le gruñe.
—¿Qué pasa?
—No siento el amor, muchachos —riñe a los querubines y luego se vuelve a Miguel.
Uno de los querubines se acerca a Belcebú para darle amor.
—A mí no, ¡a ella! —señala a Gabriel, irritada.
Los querubines le miran desconcertados porque... ¿a ella quién? ¿A Miguel?
—¡A ella! —Insiste señalando a Gabriel.
La verdad dos de ellos decide irse a darle amor a Leviatán mejor... lo cual suena fatal.
Los otros vacilan porque... ¿por qué iban a darle amor a Gabriel? Miran a Miguel. Uno de ellos decide mejor ir con Leviatán también.
—Ehm... disculpa, Miguel... —empieza el otro.
—Eh, eh... dos aquí y dos ahí, ¿qué haces? —protesta Belcebú.
Miguel le mira con los ojos entrecerrados porque sí que parece Gabriel cuando protesta así, aunque parece especialmente irritado.
—Pues han dicho que a los demonios y si ella no quiere —explica el querubín a Miguel.
—Belcebú está ahí —hace señas—. No me obliguéis a encadenaros a ella.
—Miguel... —sigue alegando el querubín.
—¿Te está hablando Miguel o te estoy hablando yo, Laoviah?
—Pues… pues me estás hablando tú, Belcebú.
—Entonces ve donde te estoy diciendo.
—P-Pero Miguel, ¿ahora hay que hacerle caso a Belcebú? —pregunta todo consternado el querubín.
—No soy Belcebú, soy Gabriel.
—Eres Belcebú, este es Gabriel —señala a Gabriel.
—Mira... no sabemos quién es quién, mejor dale amor a Gabriel como pide a ver si se calma y deja de gritar.
—Dios te ugh! —protesta Belcebú. Miguel se tensa con eso porque... ¡por qué!
Belcebú vuelve a rascarse la cabeza y un brazo y paladea un poco porque la garganta. Y luego se acerca más a Miguel.
—¿Por qué no dices que Dios te Bendiga bien? —pregunta Miguel.
—Porque me duele, escuece en la garganta. Todo irrita aquí y me... duele el estómago y me pica todo. Y... Me duele mucho el estómago.
—Es decir, ¡eres Belcebú! En el nombre del padre… —empieza a bendecirla y explota en moscas otra vez para ESCÁNDALO de Miguel, que va a encerrar a las moscas en una caja de hierro.
Hasta Liliel chilla un poco.
—¡Miguel! —protesta.
—¡Esto es un ala médica! ¡Salid de aquí!
—¡Es Belcebú! —chilla Miguel.
—No me importa, ¡salid de aquí!
Ahí se va Miguel corriendo porque cuando Liliel se pone así da miedo, incluso a Miguel. Con un chasquido la caja de moscas la sigue.
Belcebú intenta volverse humana dentro de la caja y vuelve a estallar en moscas.
—Te voy a sacar de ahí, Belcebú… pero como me ataques…
La caja zumba y tiembla. Se sacude, pues.
Ahí está el chasquido que la desaparece y Belcebú cae al suelo de rodillas, humana de nuevo.
—¿Pero qué haces?
—¿Yo? ¡Tú! ¡Demonio!
—¡Te he dicho que soy Gabriel!
—¡No pareces Gabriel! ¡Gabriel no se hace ese asqueroso mosquerío!
—¡Es este cuerpo! Todo me duele y me pica, es horrible y ¡El estómago casi no me deja pensar!
—¿Cuál es tu salmo favorito?
El de Yellowstone.
—"No tengas miedo, María, Dios te ha concedidduuuuugh! Quema Miguel, ¡no puedo! ¡Ni siquiera puedo bendecir! ¡Ni siquiera puedo rezar!
Miguel parpadea.
—¿Qué me… que te da miedo?
—¿A ti? Un millón de cosas.
—¡Que mentira! ¡Y dije a TI! ¡A mí no me da miedo nada!
—Ah, a mi... La ira de Dios, por supuesto.
Miguel levanta una ceja.
—O sea, ¿te parece que YO le temo a más cosas que tú?
—Tú eres más fuerte que yo y por eso tienes más cosas a las que temer —sonríe y se le acerca tomándole de las manos para darle amor según ella y lo que le da es excitación sexual otra vez. Alguien debería decírselo. O a lo mejor no...
—Ugh! —Miguel traga saliva y se plancha contra la pared, apretando las piernas y soltándole de las manos, sonrojándose.
Belcebú parpadea con eso, porque esperaba sentir amor de vuelta.
—¿Qué pasa? ¿No confías en mí?
—Sí que te creo que seas TÚ, ¡pero no sé qué haces! —chilla un poco histérica.
—Pues... lo que hago siempre.
—DEFINITIVAMENTE no. ¿¡Cómo es que… que has hecho para estar aquí en… así?! —le revisa un poco, tomándole de la cara —. Pareces MUCHÍSIMO Belcebú.
—Es... una posesión angelical. Sí es como dijo Raguel, quiero ir a que todos lo vean —sonríe tan orgullosa.
—Estás… ¡ESTÁS POSEYÉNDOLA! Ave María Purísima.
—Uuuugh —aprieta los ojos con eso y algunas partes del pelo y de la ropa se hacen un poco moscas, pero enseguida vuelven a ser humanas.
—¡Ugh! ¡No hagas eso!
—¿Que no haga qué? Me duele cuando tú bendices también, esto es un infierno por sí solo. Y aun me duele el estómago —se vuelve a rascar.
—¡No hagas Ugh a Nuestra Señora! Y a todo esto, ¿Dónde es que te duele?
—No lo hago a ella es que me punza.
—A eso suena. A ver, te curo.
—El estómago, es horrible. Es lo peor.
Ahí le lleva la mano al estómago y la verdad es que si le alivia así que ella le devuelve excitación sexual como agradecimiento.
—Ugh! —protesta Miguel.
—Gracias por eso.
—¡Que haces con esas manos! ¡No son cosas angelicales!
La mira toda triste, la muy chantajista.
Miguel le da un montón de amor porque ha puesto esa cara y ella suspira sintiéndose mejor.
—Vas a tener que hacer esto a menudo.
—¿Hacer qué? —es que ni siquiera siente que lo está haciendo.
—Curarme y quererme.
Miguel le sonríe.
—Es difícil quererte siendo un demonio… —responde, igual lanzándole bastante amor porque… es Gabriel.
—No soy un demonio, solo me veo como uno —igualmente cierra los ojos porque si se le pasa bastante el dolor y la irritación.
—Eres un demonio que se hace MOSCAS. Vamos con los otros.
—Soy Gabriel.
—Sí, eso también… por eso te ayudo —le pone las manos en los hombros—. Y eres pequeñito y maloliente y mal vestido.
—Tengo que arreglar eso.
Se limpia el pelo y se lo peina con un par de chasquidos, también se cambia la ropa a un vestido color lavanda de tirantes con una falda grande como de los cincuenta. No tienes porque parecer sacado de Mad Men todo el tiempo.
¡No es ese el estilo de Belcebú! UGH.
No, ese es el vestido del Demonio "Hola, soy Belcebú y van a haber unos cuantos cambios por aquí a partir de ahora" Gabriel.
Te odia.
Puede que hasta tenga algún estampado floral muy suave... que parecen calaveras porque... la esencia. Así... Gothic Kawaii.
¡Más te vale que parezcan calaveras!
Pues no es porque ella haya querido.
A Satán Gracias que cuida un poco la imagen de Belcebú.
Leviatán levanta las cejas con eso.
—Ciertamente, ahora sí que te creo que eres Gabriel y tu excelente sentido estético.
—Gracias, aunque luego tendré que vestirme de negro.
—Sí, que mal gusto tienen qué asco.
—Tú... —le cambia un poco el pelo y la forma de la cara—. Vamos. Quiero que Azrael te vea.
—¿Alguna recomendación? Hace muchísimos años que no hablo con Leviatán.
—Yo... te ayudaré.
—Gracias… yo también voy a ayudarte aunque no me parece que tú no estés siendo convincente.
—Ya, todos creéis que soy ella, ya me habéis encadenado todos.
—Lo de las moscas….
La mira, parándose frente a la puerta de la sala de juntas.
—Es BASTANTE demoniaco, Gabriel...procura solo hacerlo si es absolutamente indispensable.
—No lo hago expresamente.
—Ah ¿no?
—Es como... cuando me duele de repente —abre la puerta, entrando y haciendo ruido con sus zapatitos que además tienen taloncito.
Si alguna vez alguien se preguntó cómo se vería Belcebú si fuera un ángel. Azrael y Sariel se giran a mirarle.
—Ya estamos aquí.
Remiel fue a por Raguel y Uriel. Sariel a por Azrael
y ahora están todos ahí.
Raguel levanta las cejas también mirando a Belcebú y a Miguel... levantándose.
Belcebú sonríe y tiene un escalofrío porque es que igualmente... de repente está empezando a notar que... aquí falta algo. (El amor es lo que te falta)
—Vaya... si de verdad...
Uriel se tensa de repente y Remiel parpadea porque... what the... o sea, ya le disculpareis, pero qué coño... con ese vestido.
Sariel se pone otra vez tensa como una cuerda... aunque mira qué zapatitos tan monos trae.
Belcebú se va al lugar habitual de Gabriel sintiendo esta silla enorme y vuelve a rascarse un poco la cintura y a mover los pies porque los zapatos no acaban de, pero bueno ya se acostumbrará.
Raguel le mira todo el andar, entrecerrando los ojos un poco.
—Compañeros, he... podido realizar la posesión angelical satisfactoriamente, como es evidente.
—La has convencido, entonces... ¿lo ha hecho ella? —pregunta Raguel.
—Las posesiones son intrínsecamente... demoniacas, Gabriel. Esto está MAL —se queja Azrael... mirando a Leviatán con cierto terror y sonrojo.
—Siendo que yo no soy un demonio, esto no es intrínsecamente demoníaco en ningún sentido, Azrael —Belcebú frunce el ceño.
—A mí tampoco me da buena espina. ¿Y si luego no puedes volver? —pregunta Uriel.
—Sí podrá volver —les trata de calmar Raguel.
Belcebú traga saliva con eso porque no está segura tampoco.
—He dejado a Belcebú encadenada en la enfermería. Aseguraos que no se... escape.
—En el cuerpo de Gabriel —explica Leviatán un poco incómoda con la mirada de Azrael—. ¿Cómo me veo yo?
—Mejor ahora, pero creo que aun te falta —Remiel la mira.
—¿Tú no estás... poseyendo a... ehm... e-el demonio que sea que estás poseyendo, no recuerdo su nombre? —pregunta Azrael a Miguel, sonrojándose más.
—Pero qué me fal... ¿qué?
Oooojos en blanco de Belcebú con eso.
—Le hemos visto todos pedirte matrimonio no hace ni una hora, Azrael.
Azrael se sonroja más.
—Bueno, que a mí me conoce todo el mundo, no se a que ha venido eso.
—Tú eres el que le ha ahogado de amor.
—Yo… seguí tus instrucciones.
—Pues síguelas de nuevo y ayuda a Miguel a parecerse a tu novio.
—¡No es mi novio!
Belcebú sonríe un poquito y Azrael se sonroja.
—Estaba aquí diciéndote lo perfecto que eras y lo mucho que te quería.
—Tú traías a la tuya cargada como monito.
—Esto no es de lo que hablamos —igual se sonroja un poco y de repente mira a Raguel con completa intensidad.
Raguel parpadea al notarlo con un escalofrío porque… la mirada de Belcebú…
—Tienes... tienes algo.
—¿Algo?
—Lo noto. Lo huelo —se acerca.
—¿Qué? No hueles nada.
—Llevas algo —cierra los ojos y trata de calmarse.
—¿Qué llevo? —Raguel se sonroja igual, poniéndose histérico también por la mala costumbre de… estar siempre a la defensiva con este tema—. No llevo nada, Gabriel, no inventes.
—Sí llevas. No sé el qué, pero hueles diferente.
—¡No! ¡No huelo diferente!
—Hueles diferente a ellos.
—¿¡Por qué habría de oler diferente?!
—casi chilla.
—No lo sé. Algo has hecho. ¿Hueles a sexo?
¡Le va a dar un infarto a Raguel! Uriel mira alrededor porque si Raguel huele a sexo, ehem...
—Gabriel! —le riñe, sonrojándose terriblemente.
Azrael se hace pequeñito porque... Dios mío. Reza un poquito en silencio.
Belcebú intenta controlarse, cerrando los ojos y echándose atrás, pero le gruñe el estómago, porque no es sexo lo que huele, es la carne ahumada que se ha comido con Aamón. Solo que no lo sabe.
Raguel es que no sabe ni dónde meterse ni como... refutar eso. Pero no ha... bueno...
—Dudo muchísimo que mi vida personal... tenga alguna relevancia en esta junta.
—¿El sexo... huele? —pregunta Sariel la pregunta que querría preguntar todo mundo—. ¿A qué?
Belcebú toma otra bocanada de aire por la nariz.
—Como algo que quiero
—asegura.
—Pues desconozco hace cuanto t-tiempo... —protesta Raguel, sonrojándose y apretando los ojos—. Pero no es conmigo.
ES que además me parece que entre más hablas, más hueles.
—Sí es contigo. Nadie más aquí huele así.
—Bueno pues... conmigo no vas a... ¿Gabriel, podríamos continuar con la junta en vez de esto?
—¿A qué huele? —insiste Sariel.
Es que Belcebú se le acerca más a la boca. Raguel frunce el ceño, porque... no, la boca no le huele a... nada de sexo.
—¿Qué haces?
Le va a meter la lengua a la garganta.
WTF! Sariel suelta un chillidito agudo. Uriel se echa para atrás y Remiel se acerca apartar a Belcebú de Raguel.
Leviatán levanta las cejas y casi salta hacia ellos, temiendo que Belcebú les haya engañado y le esté atacando.
De hecho, Uriel encadena a Belcebú y tira de ella apartándola. Raguel... dice otra vez que ya está grande para estos trotes.
—¿Estás bien? —pregunta Remiel preocupado.
Raguel mira a Remiel un poco turbado.
Belcebú respira pesadamente con las manos a las cadenas, ojos cerrados, intentando calmarse.
—E-Eso no ha sido un beso —asegura Raguel.
—No entiendo porque iba a querer besarte ella, ¿qué te ha hecho?
—N-No sé si así se besen e-ellos, pero me ha metido violentamente la lengua a la boca… —y Aamón no me hace eso así, piensa para sí.
—Pues... tú... eres el que sabe cómo son ellos.
Raguel baja el tono porque, aunque los demás parecen estar cuchicheando… igualmente le da vergüenza.
—Aamón no… hace eso así.
—No estaba besándole —replica Belcebú.
—¿Entonces? —pregunta Leviatán.
—Pues es que huele como... no sé a qué huele. Ugh. Vale, yo la controlo.
—Es que no sé a qué huelo… ¿a Aamón? No huele a nada tan llamativo.
—No lo sé, Raguel, ha sido un impulso... es que no sé cómo lo calma. No me extraña que esté loca.
—Quizás lo calma contigo… lo que no se es como no lo calmó antes con alguien más —valora Azrael.
—¿Por qué no estás ayudando a Miguel a que se vea como Leviatán?
—Estoy mirando el espectáculo que montas…
—Pues muévete que esto ya se ha terminado—protesta y... lo siento, Miguel, pero te desnuda de un chasquido.
WTF! Voy a decir que… en su expresión de máxima inocencia, Miguel ha hecho a Leviatán como Ken.
Azrael es el primero en notarlo, desde luego, sonrojándose.
Belcebú levanta las cejas y mira a Azrael porque quiere OIRLE decir sobre ello.
Uriel parpadea un poco porque... si alguien aun pensaba que Miguel ya se había acostado con Lucifer...
Sí, sí, ya es OBVIO que… no.
Ella dirá que era innecesario hacer el esfuerzo y que esto era más cómodo.
Sariel frunce el ceño a Belcebú porque… ¿¡es que no notan todos que son las cosas que haría un DEMONIO, no Gabriel?!
Igualmente todos esperan a que alguien más diga algo.
—¿Y bien? —Belcebú presiona a Azrael.
Azrael chasquea los dedos otra vez… y no solamente viste a Leviatán, le agrega lo que le falta.
Remiel carraspea un poco y Leviatán pega un grito y se lleva las manos DIRECTO a la zona en cuestión porque algo le ha salido ahí y le CUELGA.
Belcebú levanta las cejas con ese movimiento mira a Azrael de reojo.
—¿¡Qué has hecho?! —chilla el propio Leviatán.
—¿Anatómicamente... correcto? —la sonrisita de lado de Belcebú.
Azrael se sonroja un montón.
—¡Le he vestido!
—El asunto aquí es que el resto de demonios crean que es él.
—Y nadie le va a ver esas partes, obviamente —responde Azrael.
—Eso no lo sabemos.
—Pero si tú me las…. Ugh! ¿Qué es esto? —protesta Leviatán.
—¿Estás bien? —Uriel se acerca a Leviatán, preocupada.
—Pues es que ha puesto aquí algo ENORME.
—Tal vez corrección un poco idealizada —sigue Belcebú con eso.
—¡Yo no he puesto nada! —chilla Azrael.
Sariel se acerca con curiosidad y Belcebú se cruza de brazos con su sonrisita sardónica.
Mientras Raguel sigue pensando y mirándola.
Uriel tiene un poco de curiosidad, pero la verdad, no se atreve a tocar a Leviatán.
Belcebú vuelve a rascarse y apretar un poco los ojos porque el estómago, pero está ignorándolo porque está entretenida con esto.
Leviatán chasquea los dedos y se quita la ropa de la cintura para abajo.
Remiel levanta las cejas y Uriel se sonroja un poco... y lo primero que le pasa por la mente es que Asmodeo la tiene más grande. Sonrojándose más por ese pensamiento.
Sariel, que lo que está acostumbrada es a ver desnudos a pequeños querubines en imágenes alegóricas qué hay en algunas paredes del cielo da un paso atrás, arrugando la nariz.
La verdad, Gabriel es el que la tiene más grande, así que Belcebú solo inclina la cabeza con aire crítico en plan "venga ya, Miguel, no es ENORME" y luego piensa que pobrecito Lucifer.
Es que Gabriel si hizo un gran GRAN esfuerzo con eso.
La verdad, Raguel no les está haciendo ni caso, tratando de sumar dos más dos aún intrigado con que es lo que le huele.
¿Por qué pobrecito Lucifer?
Porque la debe tener pequeña si está a Miguel le parece enorme. Debe ser que la de Lucifer es pequeña
¡Nunca le ha visto ni va la… cosa!
Ya, bueno, pero Belcebú no lo sabe.
Frustración igual.
—E-Esto… es que además cuelga… es incómodo —Leviatán chasquea los dedos y se convierte en Ken otra vez.
Bueno, el caso aquí es que todos mirándole el pito a cómo cree Azrael que lo tiene Leviatán.
Ugh.
—Miguel, no. No podemos arriesgarnos.
—responde Belcebú.
—¿Arriesgarnos a qué? ¿Me estás diciendo que tú estás… completa de todos lados?
—Pues claro que estoy completa, ¡este es su cuerpo!
—¿Y ella está completa?
—¿Cómo iba a no estarlo?
—A lo mejor deberíamos aprovechar para ver que tiene ella ahí y saber porque te duele —propone Remiel, porque antes hablaban de eso.
—Hay quien dice que tiene dientes ahí abajo —asegura Leviatán—. Quizás esa es una buena idea.
—Excelente idea —Azrael se levanta.
—No tiene dientes ahí abajo, ¡no seáis indecentes! —riñe Belcebú poniendo las manos sobre su falda.
—Pues por algo te duele —Azrael chasquea los dedos y le quita la falda.
Belcebú y fulmina y se la pone de nuevo.
—He dicho que no.
—¿Te da vergüenza que la veamos todos?
Se sonroja un poco porque... sí, es algo que le gusta que sea bastante suyo.
—Lo que me molesta es tu falta de fe.
—Igualmente yo creo que deberíamos asegurarnos que estáis completos los dos, ¿qué tal que tenéis que participar en una de esas orgías que hacen en el infierno de las que todos hemos oído hablar? —propone Uriel.
—Iiiih! —exclama Remiel con eso que no lo había pensado.
Leviatán PALIDECE porque tampoco.
—Si eso pasa les inundamos de amor y nos largamos.
Belcebú traga saliva porque... ehm...
—No podemos... no podemos ir e inundar de amor a nadie. Por cierto, ¿porque nadie me quiere ya?
—Se supone que tenéis que infiltraros y pasar desapercibidos, deberíais mezclaros entre la gente y ver qué pasa en esas cosas y quién hace qué —Uriel impone con el ceño fruncido.
—¿Por qué no te preocupa la orgia?! —Sariel reclama a Belcebú porque no puede creer que no esté a punto de morir con la idea.
—Sí me preocupa, aunque si mancillo este cuerpo no es como que... o sea... ella es un demonio.
—Pero tú no y Miguel tampoco. Yo creo que deberían ir SIN esas posibles tentaciones —sentencia Sariel tan preocupada.
—Eso sería peligroso, que tal que alguien lo nota y les descubren —replica Uriel.
—Huyen. ¡No tienen por qué hacer esto solo para proteger al infierno!
—¡Está es la oportunidad perfecta para saber qué sucede en esos momentos!
—Estás de verdad sugiriendo que participen en una o-o… o… —es que ni se atreve a decir la palabra—. ¿¡Fiesta repugnante de esas?!
—No que participen, pero que vean que hacen ahí y como y quienes...
—¡A mí me parece muy peligroso!
Leviatán mira a Belcebú.
—Si se da el caso... veremos cómo procederemos —traga saliva Belcebú—. Yo sí creo que deberías estar completa ahí igualmente, Miguel.
—Ugh… Pero… ¿es que ustedes tienen eso mismo?
—¿Nosotros quienes?
—Ustedes, los hombres.
—Pues a mí me gusta estar completo, sí —asegura Belcebú.
—E-Es que Dios nos hizo... o sea, no ser completos si vamos a vernos como humanos es un poco... —explica Remiel.
—¿Que tú no estás… completa? —pregunta Azrael.
Uriel traga saliva y se sonroja porque recientemente ha descubierto que ella sí lo está. Un MONTÓN.
—¿Y-Yo? —pregunta Leviatán —. Pues… sí. Con lo indispensable.
—Es que una mujer es diferente —ahí va Belcebú: el experto.
—¿En qué aspecto? —pregunta ella.
—Pues es... hacia dentro, no hacia fuera.
—Ya, bueno… sí.
—Entonces es más fácil que no se sepa si acaso tienes algo raro.
—Ya…
—Aun sigo pensando que Belcebú podría tenerlo —comenta Remiel.
—Yo creo que hay algo mal en Belcebú si te duele —asegura Azrael. Belcebú mira a Remiel y Azrael.
—Y yo creo que lo que importa ahora es que Miguel sea un Leviatán convincente.
Raguel chasquea los dedos de repente, desencadenando a Belcebú. Ella parpadea y le mira, aliviada y agradecida sobándose el cuello ahora.
—Creo que se cuál es el problema… perdona por no haberte sacado las cadenas antes.
—What? La verdad es que duelen.
—Ya me imagino —asegura Raguel sin hacer mucho caso a eso—. Carne… ¿a eso huelo?
—¿C-Carne?
—Aamón preparó… antes de todo este lío.
Vuelve a olerle y es que vuelve a acercarse un poco enajenada. Raguel le pone una mano en el pecho. Chasquea los dedos y aparece un plato igual al que se comió con Aamón. (Claro que ese no está hecho con amor de demonio…)
Es que se le inyectan los ojos en sangre casi casi.
—¿Es eso? —sigue Raguel.
Se relame porque mira que bien huele y el estómago le gruñe otra vez.
—¿Ves? Sí que quieres…
—S-Sí que quiero.
—Pues come, hombre… no me extraña
Es que lo devora casi antes de que acabe la frase y todos levantan las cejas al verlo.
Sariel frunce el ceño porque ¡Gabriel NUNCA comería!
—Cielos…. —es que Sariel le va a encadenar otra vez.
Joder, Sariel, relájate que las cadenas duelen. Raguel frunce el ceño a Sariel y se las quita.
—Sariel, ¡cálmate! —ahí le tienes.
Gracias.
—¡Gabriel no come!
—¿Sabes que estas cadenas QUEMAN? —protesta Belcebú que ahora se siente mejor.
—¡Pero es Belcebú! —chillonea.
—Sariel, cálmate. Es Gabriel.
—No soy Belcebú, ¡me he cambiado con ella!
—Es que todo esto es raro y desordenado.
—Ellos son desordenados.
—¡Pero nosotros no!
—Es que... No puedo evitarlo.
Sariel mira a los demás poco convencida.
—Ehm... bueno, ¿puedo hablar contigo un momento? —pide Uriel a Leviatán que la mira y asiente.
La toma del brazo y se la lleva para allá. Ahí va a su lado mirándola de reojito.
—Tenéis que... organizar una orgía.
—Whaaat?
—Y ver qué pasa en ella.
—Pero Uri, ¿sabes lo… p-peligroso?
—Solo tenéis que ver lo que pasa, no digo que os metáis.
—¿Y cómo NO nos vamos a meter estando así?
—Pues acercándoos el uno al otro y fingiendo.
—¿F-Fingiendo que nos acostamos entre… nosotros?
—Yes.
—¡Uriel! ¡Eso… es difícil!
—Alguien tiene que hacerlo, esta es la oportunidad perfecta.
—Pero… U-Uriel. ¿Qué quieres que averigüemos?
—Como funcionan. Qué es lo que hacen.
—¿Pues qué van a hacer? Tener… sexo.
—Entre quienes.
—¿Pues e-entre todos?
—Eso no lo sabemos.
—Pero ¿N-No es ese el principio básico? O sea… Ugh —aprieta los ojos pensando en Lucifer.
—¡Pues es importante asegurarnos!
—P-Pero no crees que…
—What?
—Ha-Hay cosas que es mejor n-no saber…
—¿Por?
—Pues no sabemos que… q-que… tan traumático vaya a ser esto.
—¿Traumático por?
—Pues… imagina verlos a-a todos… no sé, no es algo que yo acostumbre ver. A-aunque es verdad que...
—Es para saber qué hacen y como y poder...
Leviatán la mira.
—¿Cómo poder qué?
—¡Pues poder saber qué esperar de ellos!
—Ha-Hablas de cuando t-tengamos que…
—¡Hablo de ahora en adelante!
—¿C-Cuándo tengamos que casarnos y… a-acostarnos?
—También.
—Uff… eso me tiene preocupada, Uri.
—¿Por?
—¿A ti… no? O sea… hacer todo eso con un DEMONIO. Todavía con un ángel…
—¿E-El... sexo o... la boda?
—P-Pues las dos cosas, p-pero el sexo…
—Por eso tenéis que organizar esto que te digo.
—¿Crees que eso nos sirva a-a la hora de…?
—O-Of course! Además, tal vez Lucifer sea más fácil en un ambiente más propicio.
—¿A-A qué te refieres?
—No va a estar rechazando a la gente en una orgía, ¿no?
Leviatán se sonroja. SONROJA.
—¡A mí no me ha rechazado nunca!
De repente el resto deja de discutir sobre si es por la comida o no y las mira con esos gritos.
—¡Ugh! ¿¡Qué nos ven?!
—Pues es que... ¿qué estáis gritando? —pregunta Remiel h Uriel se sonroja con eso.
—¿Quién rechazó a quién? —pregunta Azrael acercándose es un poco.
—¡Nadie rechazó a nadie! —protesta Uriel—. ¿Vas a acabar con esto o qué?
Azrael parpadea con la agresividad.
—Vale, vale… sí —chasquea los dedos otra vez y de nuevo viste a Miguel… ejem correctamente. Uriel carraspea.
—Y... ¿cómo tiene que hablar, qué tiene que hacer?
—Él es… un pesado insoportable —se sonroja.
—Pfff —la risita de Belcebú.
—¡Tú estabas comiendo!
—Se me acabó la comida.
Azrael chasquea los dedos y le pone un plato de algo que se ve MUCHO menos apetitoso.
—Igualmente puedo comer y oírte.
—No estoy diciendo nada más que Leviatán es insoportable.
—De una maneraaaa... —asegura con la boca llena.
—Ugh. No. De ninguna manera.
—"Es Un PeSaDo InSoPoRtAbLe" —le imita.
—¡No lo he dicho así! Y pensaría yo que tú mismo podrías objetivamente saber que TODOS ellos son pesados insoportables. ¿Lucifer no lo es, Miguel? —le mira, y se sonroja porque… es Leviatán.
Leviatán se sonroja con la mención. Bien, todos sonrojados.
—O… Claramente a ti Asmodeo no te parece insoportable… —Azrael mira a Uriel. Ella se sonroja de golpe.
—¡Ni a ti tampoco Leviatán!
—¡Claro que sí!
—¿Sí? Por eso le dejas hacer todo lo que quiere.
—¡No le dejó hacer todo lo que quiere!
—¿No? ¿Te abro los pantalones? —le amenaza mirando a dónde tiene el tatuaje que antes le ha enseñado.
—¡Uri! —se sonroja un montón, cubriéndose—. No le he dejado, lo ha HECHO.
—¿De qué habláis? —pregunta Remiel y Belcebú va a ser quien le quite los pantalones a Azrael para ver.
Noooo!
Oh, sí.
El grito que pega Azrael chasqueando los dedos para vestirse.
—¡Para!
—No voy a parar —chasquea los dedos y la desnudaba ella, que se tensa y lo desnuda a él del todo también.
—¡Chicos, chicos! —trata de mediar Raguel.
—¡¿Qué haces diciéndoles a todos?! —protesta Azrael a Uriel, vistiéndose otra vez con un chasquido.
Belcebú se viste ella también.
—¡Qué haces tú diciendo esas cosas de mi! —chilla Uriel.
—¿¡Qué cosas?!
—Pues lo de... A-Asmodeo...
—¡Solo dije que no te parecía… insoportable!
—¡Pero sí me lo parece!
—Really?!
—¡Sí!
—Pues no parecía…
—¡Como sigas por ahí les diré a todos! —le señala.
—Uri! No! —protesta.
—Espera, ¿ahora tenemos secretos? —pregunta Remiel.
—P-Pues… —vacila Azrael, mirándole y sonrojándose.
—Aparentemente, Remiel, eso es lo que hacen los demonios a los que no tienen suficiente integridad —sigue Belcebú volviendo a rascarse, toda digna.
—¿Disculpa, Gabriel? ¿Qué estás insinuando? ¿¡Que Uri y yo no tenemos integridad?!
—Por lo visto, estáis haciendo cosas misteriosas que tienes que esconder de vuestros compañeros.
—Estamos haciendo lo que TÚ dijiste, ¡que es mucho menos grave que lo que estás haciendo tú!
—Yo nunca te dije que guardaras un secreto misterioso en tus pantalones.
—No, Gabriel. Me dijiste que hiciera lo que me consiguió el secreto misterioso en mis pantalones.
—Y aun así tu decidiste que es necesario que siga siendo secreto.
—¿Quieres verlo?
—Sí.
Azrael le mira, desafiante… y chasquea los dedos solo para bajarse el pantalón lo indispensable. Belcebú le sostiene la mirada.
—Ahí lo tienes —le fulmina, sonrojándose.
—¡Es un tatuaje! —exclama Remiel y se lleva las manos a la boca—. ¡Están prohibidos!
—No tienes… ¡No puedes tener un tatuaje! —chilla Leviatán al mirárselo.
—Ya… Bueno, cómo poder sí que puedo. No sé qué pretenden que haga con él —Azrael se lo cubre otra vez.
—Un... tatuaje —repite Belcebú.
—Yo he dicho que es insoportable. ¿Ahora podemos concentrarnos en Belcebú?
—Y no has ido a quitártelo, así que te gusta.
—N-No puedo quitármelo.
—¿Por qué no?
—Porque no sale, no creas que no lo intenté ya.
—¿Y qué es?
—P-Podría ser peor.
Belcebú levanta una ceja porque eso no le responde.
—Bueno, vamos a…
—Debe ser algún símbolo demoníaco.
—¡Es una frase bíblica!
—Sí, seguro... bueno, ¿y sabes si Leviatán tiene alguno? Habrá que ponérselo a Miguel.
Nah, pero...Creo que Uriel le va a hacer un colgante a Miguel con el símbolo de Lucifer y no el de Leviatán.
Miguel no va a darse cuenta. Sariel aún piensa que esto está siendo súper desorganizadoooo.
Pues pon orden.
—¿Podríamos organizarnos un poco todos, por favor? Porque no vamos uno por uno.
—¿Uno por uno para qué? —pregunta Uriel.
—Pues de todos queremos ver cosas. El tatuaje que le hizo Leviatán, como es Belcebú, que tú cuentes lo tuyo, como hace Miguel como Leviatán.
La verdad, creo que todos se tensan un poco con eso.
—Uhm…. Creo que no hay tiempo p-para eso —Azrael se sonroja.
—Ahora lo que apremia es que Miguel parezca Leviatán —añade Uriel asintiendo.
—Ohh… Pero… —sigue Sariel mirando a Remiel por ayuda.
—La verdad, yo estoy con Sariel, todo esto... Estos secretos e intrigas, nos dividen más de lo que nos ayudan —asiente Remiel.
Raguel piensa que es ABSOLUTAMENTE evidente quien ya ha… contactado con su demonio y quien no.
Eso ya se lo dijo Aamón también.
—Yo creo que no hay ninguna necesidad de exponer a Belcebú en modo alguno. No veo aquí a nadie exponiendo a un demonio para nada —replica Belcebú.
—Se nota demasiado toda la influencia del infierno…. Nos están alejando a unos de otros… —agrega Sariel.
—Eso lo dices tú —protesta Azrael.
—Yo no tengo nada que contar en lo absoluto —asegura Uriel.
Sariel suspira porque Uriel suena súper culpable.
—Estamos todos de acuerdo en que él único que tiene que mostrar es Azrael —sigue Belcebú.
—La verdad es que ver como se presenta un demonio nos ayudaría un poco también al resto, ya sé que no es que estemos viendo a todos ni que sean todos iguales, pero la que tenemos aquí es a Belcebú... —asegura Remiel.
—Eso es verdad. Gracias Remiel… a mi también me toca una chica y no tengo ni idea —asiente Sariel.
Belcebú vuelve a tragar saliva.
—Es que no sé qué queréis ver no creo que sea muy diferente.
—¿Cómo sabes? —pregunta Azrael.
—Pues imagino —ojos en blanco.
—No, no… Es que dices que te duele, quizás sí sea como… diferente.
—¡Es que no es exactamente que duela!
—Tú dijiste…
—Dije que ardía.
—Pues ese es un tipo de dolor… —sigue Sariel.
—¿Te gusta, así como es? —pregunta Azrael.
—No deberías preocuparte demasiado —responde Belcebú a Sariel desviando la pregunta de Azrael.
—Pues es que ya bastante complejo es todo esto como para que además arda… —vacila Sariel.
—Bueno, este no es el momento para eso. Tenemos que irnos.
—Pero me tienen que enseñar a hacer esto… —interviene Miguel.
—Y a mí también esto otro —se queja Sariel que le parece que lo suyo es tan importante como ayudar a Belcebú.
—A ti que te enseñe Raguel que es el que tiene más experiencia —dispone Belcebú, mirando a Sariel.
—A… Ohh… pero Aamón no es mujer.
—Supongo que podría serlo... —comenta Uriel.
—¿Podría cambiarse? ¿Alguna vez ha sido mujer Aamón? —pregunta Sariel a Raguel.
—Aunque no me la imagino, con todos esos pelos y la barba y...
—Nunca ha sido mujer.
—¿Podemos centrarnos en esto ahora? —protesta Belcebú.
—Vale, vale… —Sariel frunce el ceño igual y se cruza de brazos.
—Miguel… es que tienes que portarte todo lo…—empieza Azrael sonrojándose un poco—. Insufrible e insoportable que puedas.
Belcebú le mira de reojo con eso y Remiel se acerca a ellos para ayudar también.
—Bueno, de hecho, todos son un poco insoportables...
—O sea realmente como si… nada ni nadie te mereciera y todo el mundo a tu alrededor fuera ESTÚPIDO —sigue Azrael sonrojándose un poco.
—Mmm… —Leviatán mira a Belcebú de reojo esperando…
—Ah, sí, eso sí que lo hace —asiente Remiel.
—¿Y no será porque tú eres un poco estúpido? —pregunta Belcebú.
Leviatán sonríe sin decir nada.
—¿Ahora vas a llamarme estúpido? ¿Saben qué? Si está Gabriel yo no ayudo —Azrael se cruza de brazos.
Ojos en blanco, porque si será quejica la princesa.
—Venga, Gabriel, no hay necesidad de ofender —media Raguel.
—Vale, vale...
—Bueno no es muy difícil ir al infierno y actuar como si todos fueran estúpidos… lo son —piensa Leviatán en voz alta.
—Yo también —especifica Belcebú.
—Aquí no se desmiente a nadie… —asegura Azrael entre dientes.
—Digo que me tendrá que tratar así.
—Bueno, eso tampoco debe ser muy difícil —Leviatán bromea mirando a Belcebú y sonriendo. Ella le fulmina un poco y Leviatán se ríe un poco.
—Bien, esa cara si es de Belcebú.
—No estoy seguro que puedas reírte mucho.
—De hecho, sólo si te estas burlando —agrega Azrael.
—Vale, pocas risas, sentirme superior. ¿Qué más?
—Aún estoy esperando yo también a que Azrael nos describa lo que le fascina tanto —Belcebú se encoge de hombros.
—¡No me fascina!
Ojos en blanco de Belcebú.
—¡No lo hace! Me… me… me… m-me…
—Enamora...
—Eso, enam… ¡NO!
Las risitas.
—¡Gabriel! —chilla Azrael sonrojado.
—Pues tú dirás.
—¡No he dicho nada de enamorarse! —chillonea aunque… ahí flota el amor.
Lo notarán todos menos Belcebú.
—Pues tú dirás, con lo que le has hecho a él.
Azrael se si roja más aún.
—¡Hice lo que dijiste!
—Porque todo tiene que ser siempre desmesurado contigo...
—Pues porque…. Belcebú parece muy suavecita contigo, pero Leviatán me hizo un TATUAJE.
—¿Suavecita? ¿SUAVECITA?
—Pues por lo que vimos hace rato… sí.
—No, bueno. ¿Y qué tal lo que vimos hace rato de ti? ¡Se hincó aquí y todo!
—¡Eso lo hizo ÉL!
—¡Para ti!
—Es tu culpa —Azrale se sonroja.
—¡Yo ni siquiera estaba ahí!
—¡Tú has dicho del amor y yo eso he hecho!
—¡Nunca te dije que lo inundaras así!
Creo que es Remiel el que le está explicando a Miguel qué decir y cómo hacer, mientras este par se pelean.
Es que no pueden evitarlo. Miguel agradece a Remiel la verdad, tratando de hacer lo que le dice.
Es que es la pelea infinita que hemos oído todos 5284 veces.
Leviatán se acerca a Uriel cuando Remiel le pide hacer una pausa. Ella, que estaba haciendo no sé qué con el móvil le mira.
—¿Puedo hablar contigo?
Asiente.
—He… estado pensando en lo que has dicho.
—¿Y?
—Quizás…. Quizás sí debiéramos hacerlo
—Claro que deberíais —asiente y sonríe.
—Puede ser… útil para nosotros en el futuro.
—Eso mismo.
—Pero necesito que me ayudes —la mira a los ojos.
—¿Y-Yo? ¿Cómo?
—¿Qué sabes tú de… esto?
—Ehm... poco. Muy, muy poco, por eso hay que... bueno, estudiarlo de primera mano —se sonroja porque de hecho acaba de notar que ya se ha tirado a Asmodeo como cinco veces y aún no ha hablado con él ni cinco minutos seguidos, de hecho.
—Pero… Ugh. Pensé que podías ayudarme —Leviatán aprieta los ojos.
—Pues... ehm... no sé cómo pensabas que podría.
—Pensé que… Ugh, no sé. Es que no sé NADA de estas cosas, Uri —confiesa—. Y todos ahora parecen tan…
—What?
—Avanzados.
—Nadie está avanzado de nada, ¿a qué te refieres?
—Todos están haciendo cosas súper complejas.
—Y cagándola estrepitosamente con todo lo que hacen.
—Eso también…. Pero si tengo que hacer como que me acuesto con Gabriel. Si nunca había visto uno de esos de… cerca.
—¿Uno de qué?
—Pues… un falo.
—Ehm... bueno, ahora tienes uno, ¿no? Vas a ver cómo se comporta.
—No va a hacer nada viendo demonios haciendo…
—Eso esperaríamos todos. No sé, tal vez veas algo que te guste.
—¡No empieces!
—Lo que digo es que pases un rato teniéndolo en vez de dejarte así toda... aséptica como estabas, tal vez eso te ayude a entender mejor como funciona y a que te eche menos para atrás.
—Ugh…. Es que has visto…. ¿Lo has visto? Y tengo que…. Ponérselo a Belcebú… ¿ahí?
—Pues eso... no es fingir para nada.
—¿Y se puede… fingir?
—La verdad, no estoy segura... Pero la parte buena es que es Gabriel.
—¿Y si viene alguien más a… querer hacerlo?
—Pues... lo verás claramente. La verdad, puede que esto te ayude. Por lo que sé es más obvio que lo de las chicas —Uriel la experta, apparently.
–¿Obvio?
—Pues los chicos. O sea... te será más fácil entender como leerlo si tú tienes uno igual.
—¿Cómo leerlo? Pero… ¿a qué te refieres?
—Pues a cómo reacciona. A lo que sientes, ¿sabes? No te preocupes.
Leviatán parpadea.
—¿Cómo no me voy a preocupar? ¿Cómo sabes todo esto?
—Eh... G-Gabriel me... contó. Y Azrael.
—¿Que té contó Azrael?
—Pues lo que le pasó con Leviatán. Supongo que con los chicos es más fácil.
—No entiendo.
—Pues entre ellos. ¿Sabes? Cómo que reaccionan parecido así que es fácil saber que buscar para saber si el otro piensa igual que tu —explica, la verdad, no quiere decirle que se le levanta automáticamente porque a lo mejor si Lucifer lo ve directamente esto la ayude un poco.
Leviatán parpadea… y parpadea otra vez.
—Tú no te preocupes, te darás cuenta, ¿vale? Pero no te lo quites.
—Mmm… vale —asiente un poco sintiéndose sumamente estúpida últimamente. Hasta Uriel sabe cosas que ella NO.
Pues habla con Remiel y veras que ni idea tiene.
—Aun no entiendo como sabes todo esto.
—Ehm... es lo que me dijo Azrael.
—Ya…—Leviatán levanta una ceja.
—Dijo que vio que... quería y se le echó encima.
—¿El demonio? ¿Vio que quería y se le echó encima?
—Sí... supongo que sí, eso me dijo.
—Bueno eso a mí no me va a pasar.
—Lo que pasa es que, si el demonio lo vio porque los dos son chicos, quizás tú puedas verlo también si alguien está... ya sabes, interesado.
—En… Leviatán. Y decirle a Azrael.
—Uhm... sí.
—Ya… E-Eso… no s. Es que para que quiere Azrael saber e-eso…
—Bueno... —se humedece los labios—. Es importante. Igual que si lo ves con alguien más.
—Mmmm pues es un demonio, seguro que sí.
—Quiero decir... si ves a alguien más con algún interés...
—¿En mí?
—¡En quien sea!
—Ya… todos, seguro tienen interés en todos. No sé si quiero ver eso.
—¿Crees? No me ha parecido nunca que... Belcebú por ejemplo tuviera mucho interés en... nada.
—En acostarse entre ellos.
Asiente.
—Pero pues hacían esas orgias para algo. Seguro que sí quería acostarse con… —Miguel iba a decir Lucifer, pero se detiene a sí misma.
—Ya. YA. Ya. ¿Quién no? —la detiene Uriel pensando que se refiere a Asmodeo y no quiere oírlo.
—UGH. ¡Yo! —responde pensando que se refiere como siempre a Lucifer.
—¡Me refiero entre los demonios!
—Ugh! Pues me da igual quien quiera acostarse con él ¡ni que fuera tan genial!
—¿Ahora resulta que tú también quieres? —Uriel frunce más el ceño.
—Deja de acusarme de eso otra vez. NO QUIERO.
—¡Yo no te he acusado de nada! ¡Tú eres la que está gritando!
—¡Me acabas de acusar de querer!
—¡Yo hablaba de los demonios!
—¡Pues quien va a adivinar!
—¡Tú! ¿¡Cómo voy a hablar de ningún ángel queriendo acotarse con demonios?!
—ES EL TEMA DE CONVERSACIÓN DEL MOMENTO.
Otra vez se vuelven todos a mirarlas.
—Nunca nos hemos peleado todos más de lo que nos hemos peleado hoy… —protesta Sariel pensando que esta influencia de los demonios es un desastre.
—Bueno, si ya habéis acabado con Miguel... —empieza Belcebú.
—¡No sé si ya hemos acabado!
—¿Qué te falta?
—N-No sé…
—¿No íbamos a ver a Belcebú? —sigue Remiel y ella aprieta los ojos.
—Cuidado Remiel, que si se lo pides mucho te grita… —Sariel tan ofendida aún.
—Sariii...
—¡Pues es que nos lanzas a esto y luego me callas por preguntar!
—Es que no quiero... me... da un poco de miedo.
—¿Miedo? —pregunta Leviatán.
—En realidad no estoy muy seguro de que sea lo que tenga... ahí dentro. Le propuse una vez meter las manos pero no... no le gusta —vacila, en susurritos.
—Bueno, hombre. Es que sugerirle meter las manos a donde sea yo tampoco te dejaba —replica Leviatán, aunque no agresivamente—. ¿No sería buen momento para revisar?
Niega
—Quizás no todos, pero alguna de las chicas… ¡a ver si es normal —Mira a Sariel y a Uriel. Uriel da UN PASO ATRÁS.
—Mira tú, Sari, que querías aprender…
—¿¡Y-Yo?!
Belcebú se le acerca a ella, que traga saliva y la mira, porque aún no está segura de que sea Gabriel.
—¿Entonces...? —pregunta Belcebú.
—¿Q-Quieres… E-enseñarme a mí?
—Si quieres...
Sariel traga saliva y asiente. Belcebú... lo hace también un poco en espejo.
—Dicen que tiene dientes ahí y picos… —advierte Leviatán.
—No los tiene.
—Supongo que… que ya te hayas acostado con ella y no te haya hecho daño, implica que no debe tenerlos —razona Sariel.
Belcebú se sonroja con eso porque...
—O los quito para ti.
—A lo mejor deberíamos hacer esto a solas.
Sariel asiente.
—What? ¡No! ¿Por qué? —protesta Remiel.
—¿Pues es que tu querrías que te viéramos ahí debajo todos? —protesta Sariel. Remiel mira a los demás.
—Se pierde un poco la parte educativa del asunto —apoya Azrael a Remiel–. Y es el cuerpo de un demonio, ¡no es Gabriel!
—Pero es que lo que ella quiere saber... no lo necesitáis el resto, los vuestros no son de forma femenina —sigue Belcebú.
—Pero es que los secretos... —sigue Remiel.
—De hecho, quizás el propio Azrael podría ayudarte a ti —propone Sariel a Remiel—. No son secretos, te contaré todo lo que vea cuando vuelva.
Remiel mira a Azrael que hace los ojos en blanco y se sonroja.
—Bien. Sariel... sígueme —Belcebú le hace un gesto.
Sariel asiente y ahí va tras él.
