Hola a todas!
Tuve ganas de actualizar esta historia, también quiero actualizar intercambio de reinas y lo haré en cuanto tenga inspiración. Por otro lado, sé que esta historia no es muy popular, pero, estoy satisfecha con el resultado. En cuanto a cuándo empieza el Dramione, ya empezó, está ahí solo que creo que debo desarrollar más el principio. Debo decir que esta historia no tiene vocación de ser una larga, por lo que, espero pronto satisfacer el interés de mis queridas lectora. Sin más que decir, el capítulo:
CAPÍTULO 5. Hermione Granger.
Cuando el cielo oscureció ella traspaso las puertas del hospital y se sentó en una banca al costado de estas. Minutos después el oji verde apareció y sin previo aviso plantó un beso en su mejilla muy cerca de la comisura de sus labios, aquello la hizo temblar y sorprender.
-Creo que mi pasatiempo favorito en adelante será hacerte sonrojar – dijo divertido - ¿cómo olería yo? – Preguntó sentándose a su lado mirando el cielo nocturno. Ella sonrió.
-Olerías a café, quirófano y pizza – contesto riéndose. No esperó que él le preguntara algo que había pensado esa mañana.
-Creo que tienes razón – sonrió girando el rostro para verla fijamente – quiero que tu poción de amor huela así – susurró mientras posaba su mirada en los labios de la chica.
Hermione no sabía que debía sentir o hacer ante aquello. Decidió cerrar los ojos y esperar, unos segundos después sintió los labios de Elliot presionar levemente los suyos para después separarlos y acariciar suavemente su mejilla con el pulgar.
-Un paso a la vez – le dijo tomando su mano y jalándola para que se levantara - ¿Qué te apetece cenar? – preguntó cambiando de tema drásticamente.
Hermione sintió su corazón palpitar. Por primera vez en muchos años se planteó dejarse llevar y permitirse ese tipo de sentimiento.
Hogwarts, 1992.
La biblioteca estaba vacía y silenciosa. Miró a los lados revisando que no hubiera ningún ojo curioso y siguió caminando hasta el fondo del lugar, después de unos pasos acelerados estuvo frente a la mesa que solía utilizar la castaña para estudiar, descargó su mochila y sacó un grueso tomo. El libro en cuestión era bastante viejo. Lo había tomado prestado de la biblioteca de Malfoy Manor – a escondidas – después de investigar durante todas las navidades. Le era inevitable no preocuparse a pesar de que quería desterrar el sentimiento.
Aun cuando trataba de evitarlo, en sus ojos veía miedo combinado con rabia cuando encontraban algún hijo de muggles petrificado. Pese a sus comentarios ácidos, dichos intencionalmente, él también había empezado a preocuparse. Ella podría ser la siguiente tal como un día lo dijo cuando encontraron el primer mensaje escrito con sangre en una de las paredes del castillo.
Sacó su varita y con un leve movimiento marcó el tomo como todos los libros propiedad del colegio, luego lo dejó sobre la mesa. Ella no tardaría en llegar, ese día sus clases empezaban más tarde. Volvió a ver hacía los lados y luego caminó a esconderse detrás de una gran estantería que le daba perfecta visión a la mesa.
Tal como lo había predicho, media hora después la castaña había llegado a la mesa. La vio observando el libro con curiosidad y luego tomándolo entre sus manos revisando el índice. Ella abrió los ojos de golpe en un gesto de sorpresa para luego empezar a pasar rápidamente las páginas hasta llegar a la que había llamado su la atención.
Draco compuso una sonrisa ladeada. Buena niña, pensó. Tal como lo había previsto la curiosidad intelectual y el amor por los libros la hizo tomar uno abandonado en la mesa que siempre usaba. Su trabajo estaba hecho. Se giró para salir de la biblioteca, pero, antes de lograr su cometido tropezó con una silla quejándose por el golpe. Escuchó unos pasos acercarse y maldijo por lo bajo.
-¿Malfoy? – pregunto la castaña clavando su mirada en la mano de él que sobaba su rodilla - ¿Estás bien? – articuló acercándose. El rubio retrocedió poniendo una mano frente a su pecho en una clara señal de fastidio.
-No te importa, sangre sucia, ocúpate de tus asuntos – escupió con veneno – aún espero con ansias tu turno con el Basilisco – dijo componiendo su mejor media sonrisa sarcástica pre ensayada.
-Entiendo – la escuchó susurrar bajito apreciando un brillo de tristeza en sus ojos. La vio girarse sin decir nada más para luego desaparecer de su línea de visión.
Granger, espero que ese libro te ayude. Por favor no te dejes petrificar. Tampoco puedes morir, pensó sintiendo un leve temblor de miedo. Le aterraba ese escenario.
California, 2004
¿Acaso en todo ese maldito país hacía calor? – se preguntó abanicándose con la mano mientras bufaba. Salió del callejón en el que había aparecido y como la primera vez tomó un taxi.
-¿A dónde? – preguntó con un dejo de fastidio el hombre moreno al volante.
-Al campus de Stanford – comunicó mientras bajaba la ventanilla en un intento de conseguir aire fresco.
-¿Algún lugar en específico? – volvió a preguntar. Harry se quedó callado, siempre le hacían preguntas que lo confundían. Podía afirmar que era más mago que muggle.
-¿Lugar específico? – contra preguntó.
-Amigo, Stanford es enorme ¿Está bromeando conmigo? – le dijo con fastidió arrugando el ceño y dedicándole una mala mirada.
-Supongo que a la escuela de medicina – el hombre se giró sin decir nada y emprendió camino al tiempo que le subía al radio y tarareaba la canción que sonaba.
Harry cerró los ojos y echó la cabeza hacía atrás. Encontrar a Hermione no estaba resultando fácil. Se suponía que solo debía ir a la dirección y era todo.
-¿Extranjero? – preguntó el hombre mirándolo por el retrovisor al parecer con un mejor ánimo.
-Si – respondió llanamente. No estaba de humor para entablar una conversación.
Durante el resto del trayecto se mantuvo con los ojos cerrados y callado en un claro gesto de no querer hablar. Una vez se detuvo el vehículo Harry le extendió un billete de 50 dólares y salió de auto haciendo caso omiso de los llamados del conductor quién le decía que esperara su cambio.
Harry alzó la vista y contempló el campus. Era enorme, ahora entendía por qué el taxista había insistido en preguntar a qué lugar iba. Avanzó al interior mirando hacia los lados ¿A quién podría preguntarle? Decidió parar a cualquier persona.
-¡Disculpa! – llamó a una chica de largo cabello rubio quien ante su voz se detuvo y lo contempló - ¿Podrías indicarme dónde está la oficina administrativa de la escuela de medicina? – pidió amablemente.
-¡Claro! Si me sigues te llevaré, me dirijo hacía allí – respondió con una sonrisa mientras iniciaba la marcha - ¿Estudias aquí? – preguntó la mujer rompiendo el silencio.
-No ¿Tú si? – interrogó pensando que podría ser útil.
-Apenas iniciaré este año – le respondió feliz – tomé un año sabático – le contó. Harry pensó que el también debería tomarse uno – por cierto, soy Alena.
-Es un placer, Alena. Soy Harry – el azabache le extendió la mano y ella la tomó suavemente.
-¿Vas a postularte? ¿Cuántos años tienes? – preguntó mirándolo de arriba abajo.
- No, vengo a buscar información para una amiga – dijo detallando el paisaje a su alrededor compuesto por múltiples edificios y zonas verdes – tengo 25 ¿Tú?
-19, pensé que eras mayor, tu mirada no es la de un universitario de 25 años sin preocupaciones – comentó distraída.
Harry solo sonrió. No, él no era un joven de 25 años común, era uno que había acabado de luchar una guerra, en donde miles de vidas se habían perdido y que aún estaba lidiando con las consecuencias.
Ni siquiera he podido hacer el luto, pensó.
-Bien, aquí estamos – habló la rubia mientras sacaba de su bolso un esfero y un trozo de papel y escribía sobre él – Es mi número – explico sonrojada – llámame un día – él tomó el pedazo de papel y luego la vio huir nerviosa. Sonrió, hace mucho no estaba envuelto en situaciones tan normales. Recordó cuando le dieron unos chocolates con poción de amor. Guardó el papel en el bolsillo para luego entrar a la oficina, se acercó al mostrador donde una mujer de unos 30 años estaba concentrada viendo unos documentos.
-Buenos días ¿Podría ayudarme? – habló llamando la atención de la castaña.
-Bueno días, sí dígame en qué puedo ayudarlo.
-Necesito información sobre una de sus estudiantes – explicó recostando su cuerpo en el mostrador.
-¿Tiene autorización? – preguntó seria la mujer.
-¿Autorización? – contrainterrogó confundido.
-Es información personal no puedo entregársela si no está autorizado – respondió como si fuera algo obvio.
-Entiendo – dijo el mago mientras con disimulo tomaba su varita y murmuraba "imperio", como en la ocasión anterior, los ojos de la mujer se dilataron un poco y su mirada parecía perdida – necesito información sobre uno de sus estudiantes – volvió a pedir.
-¿Cómo es el nombre?
-Jessica Adams – contestó. La mujer empezó a teclear en el computador frente a ella y luego volvió su mirada al azabache.
-Lo siento, no registra alguien con ese nombre – Harry arrugó el ceño frustrado.
-Debió empezar a mediados de 1999 – la castaña volvió al computador mirando atentamente la pantalla.
-No, no hay nadie con ese nombre en la clase del 99 – respondió de nuevo. Harry apretó el puño pensando cómo más podría buscarla.
-¿Tienen algún registro de los estudiantes de la clase del 99?
-Sí, todos los expedientes de cada uno – respondió monótonamente.
-¿Con todos sus datos?
-Sí
-¿De casualidad también tienen fotos? – la mujer solo asintió y Harry se sintió feliz. Estaba hecho, solo tendría que revisar los expedientes.
-Muéstramelos – ordenó.
-Por aquí – le indicó abriendo la puerta junto al mostrador. Harry la siguió hasta el interior por un largo pasillo hasta llegar a otra puerta. Era una habitación grande con estantes llenos de carpetas. Ella se movió entre las estanterías hasta detenerse en una en específico – son estos – señaló una estantería completa de carpetas. Debían ser más de 100. Suspiró ¿Por qué pensó que iba a ser fácil?
No podía quedarse allí revisando, en algún momento alguien pensaría que era extraño y no pensaba utilizar la maldición con alguien más, tampoco obliviarlos. Decidió copiarlos todos. Con un movimiento de varita otra estantería idéntica apareció frente a él. Puso su mochila en el piso, la cual tenía un encantamiento de expansión, el cual le había enseñado Hermione años atrás y una tras otra metió cada carpeta. Cuando hubo terminado, volvió a ordenarle a la mujer que le indicara el camino de regreso.
Le dio un último gracias acompañado de una brillaste sonrisa y recorrió el camino de regreso a la vía principal para tomar un taxi que lo llevaría a su traslador.
Odiaba que su amiga fuera tan inteligente y perfeccionista, su búsqueda estaba resultado bastante difícil.
Hogwarts, 1992
El aire le estaba faltando en los pulmones, sin embargo, continuó corriendo, girando aquí y allá para encontrar el camino a la enfermería. Cuando estuvo frente a las grandes puertas las abrió tan solo un poco asegurándose de que nadie lo viera, cuando supo que el salón estaba vació caminó seguro. Revisó cada cama hasta llegar a la de ella. Frente a él se encontraba Hermione Granger, Petrificada.
Estúpida Granger, le había dado la información y aun así había caído, podría estar muerta. Suspiró con resignación mientras acariciaba las manos de la chica y detallaba su rostro. Su cara reflejaba miedo y sorpresa.
-¿Era tan difícil ser cuidadosa? – preguntó.
Estuvo allí al menos media hora, antes de irse le dio un beso en la frente y le dio una última mirada triste.
-Te prometo que haré lo que sea para despetrificarte – murmuró para luego emprender camino de regreso a la puerta.
Wisengamot, 2004.
-Empezaremos la audiencia de la rea número 405, la señora Narcisa Malfoy – leyó Kingsley, el recientemente nombrado ministro de magia. Harry estaba en un asiento a un lado, callado esperando su turno para hablar. La mirada de la mujer se desvió hacía él y como respuesta el azabache solo asintió con una pequeña sonrisa que la invitaba a la calma – Señora Malfoy, se le acusa de financiación del terrorismo, darle resguardo al grupo terrorista denominado "Mortifagos" y de mantener privados de la libertad a varios miembros de la comunidad mágica en la mansión Malfoy – terminó de leer los cargos dirigiendo la mirada a la rubia - ¿Cómo se declara? – preguntó.
-Inocente – respondió con voz firme.
-Puede explicarse – la instó el moreno.
-Jamás financié el terrorismo, las cámaras de Gringost de los Malfoy eran manejadas por mi difunto esposo Luicius Malfoy. De mis cámaras personales de Gringost no salió ni un galeón, podrá verificarlo usted mismo en el informe que ha allegado el banco – explicó tranquila como si no se encontrara en un juicio – Jamás di resguardo a Voldemort, lo hizo mi difunto esposo, yo no tenía voz ni voto y, en cuanto a los miembros de la comunidad mágica recluidos en la mansión, ayudé a varios de ellos a escapar, en otros casos me aseguré de mantenerlos en un buen estado de salud. Mi única culpa es no haberlos salvado a todos. También ayudé a Hermione Granger, Ron Weasley y Harry Potter a escapar de la mansión en 1998 – concluyó sin abandonar su mirada altiva.
-¿Alguien está dispuesto a declarar en su favor? – preguntó a la sala.
-Luna Lovegood, señor ministro – se escuchó la voz cantarina de una rubia menuda.
-Adelante, señorita Lovegood.
-Estuve en la mansión Malfoy en 1998, escapé con Harry, Hermione y Ron – contó dulcemente – antes de eso la señora Narcisa fue muy amable, hizo que se me quitaran los grilletes y se aseguró de que estuviera a salvo – contó para luego componer una sonrisa.
-¿Algo que agregar?
-No, señor ministro – respondió dedicándole una mirada ensoñadora.
-¿Alguien más desea intervenir?
-Harry James Potter – alzó la voz el azabache ante la sorpresa de todos – Deseo dar mi testimonio y allegar los recuerdos dejados por el fallecido Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.
-Muy bien, señor Potter, por favor acérquese al estrado y presente los hilos de memoria – instó el hombre mientras con su varita conjuraba un pensadero.
El oji verde hizo lo que se le ordenó, los recuerdos eran vistos por cada miembro del Wisengamot.
-Señor Kurt – llamó a un hombre sentado al otro lado de Harry – por favor revise estos hilos de memoria y asegúrese de que no hayan sido alterados – ordenó. Era un inefable. Vio al hombre calvo caminar al estrado y tomar los tubos con el humo gris flotando dentro de ellos – Proceda a dar su testimonio – le indicó al azabache.
Harry contó a detalle cada una de las ocasiones en la que Narcisa Malfoy participó activamente de la guerra, sirviendo de apoyo a la Orden del Fenix y para respaldar su testimonio entregó también sus recuerdos. Los miembros del tribunal salieron de la sala y fue hasta una hora después que ingresaron de nuevo.
-Bien, el Wisengamot votará para determinar la sentencia de rea número 405, la señora Narcisa Malfoy – indicó – Los que estén a favor de hallarla inocente levanten la mano – 30 manos se alzaron en el aire – los que estén a favor de declararla culpable – 15 manos se levantaron – Habiendo votado, este honorable órgano juzgador ha decidió declarar inocente a la señora Narcisa Malfoy Black, ordenando su inmediata libertad y el libre acceso a sus cámaras personales en Gringots, sin embargo, todos los bienes en cabeza de la familia Malfoy, incluyendo sus cámaras en Gringots seguirán congelados. Esta sentencia debe cumplirse de inmediato – terminó agitando su varita para firmar el pergamino y entregárselo al oficial de la prisión.
El hombre procedió a liberar del hechizo de cadenas a la mujer dedicándole una mirada inconforme. Harry se acercó a la rubia y puso una mano en su hombre dándole un pequeño apretón.
-Me alegra que sea libre de nuevo, Narcisa – hablo con una sonrisa – Andromeda debe estar esperándonos – informó mientras le ofrecía el brazo el cual la mujer tomó con una sonrisa.
-Muchas gracias, Señor Potter – le dijo con una sonrisa sincera.
-Solo Harry – le pidió. La mujer que ahora salía de su brazo no solo era la madre de Draco, desde las tinieblas había cuidado de él, había sido amable y durante ese tiempo Harry le había tomado un gran cariño.
-¿Draco? – preguntó preocupado.
-Estoy gestionando su juicio – respondió serio – hago todo lo que está a mi alcance.
-No lo dudo – la rubia suspiró mientras la tristeza se adueñaba de sus ojos - ¿Hermione? – la mujer sintió como el cuerpo del chico se tensaba -¿No la has encontrado? Pensé que Draco sabía a donde había ido.
-Lo sabía, solo que Hermione no se quedó allí y tampoco usó el dinero que le dio Draco – la mujer arrugó el ceño y luego compuso una sonrisa ladeada.
-No me sorprende de la señorita Granger – murmuró.
-A nosotros tampoco, nos está dando problemas.
-La encontrarán, Draco no va a rendirse.
Hogwarts, 1993.
Maldita ave, cómo disfrutaría ver rodar su cabeza ¿Cómo se atrevía a lastimar al único heredero de la gran casa Malfoy? Caminó a paso afanado saliendo a los terrenos del castillo seguido por Crabe y Goyle, los simios que había decidido aceptar como "amigos". En su caminó se topó de frente con el trio dorado. La castaña iba a la cabeza con el ceño fruncido, al verlo se acercó a él con sus ojos chispeando indignación.
-¡Eres una maldita rata! – le gritó con el ceño fruncido.
-Ese animal merece morir, es peligroso – respondió desinteresado.
-¡Tú eres una cucaracha, un niño mimado que cree merecer todo por su estúpido apellido! – le gritó mientras su respiración se agitaba - ¡Hagrid te dijo que no te acercaras de esa forma!
-Hagrid también es peligroso, padre hará que lo remuevan de su puesto como profesor – las mejillas de Hermione enrojecieron y sus ojos se volvieron como dos dagas, luego lo sintió.
Un golpe directo a su nariz sintió un líquido caliente descender por sus fosas nasales y un dolor punzante en su cara.
-¿Pero qué diablos hiciste, sangre sucia? – la vio levantar la mano de nuevo y aquello lo hizo salir corriendo - ¡Vas a pagar por esto!
El rubio corrió hacía el catillo indignado. Granger tenía una buena derecha. Cuando entró por las puertas del castillo se encontró de frente con una mujer rubia de porte elegante, su madre.
-¡Madre! – susurró con sorpresa, llevándose su mano derecha a su sangrante nariz en un fallido intento de ocultarlo.
-Querido – saludó con voz plana – señores – se giró dirigiéndose a sus amigos – ¿podrían dejarme a solas con mi hijo? – pidió más a manera de orden. Los dos grandulones solo asintieron para luego alejarse a paso rápido.
Su madre empezó a caminar, él sabía que debía seguirla sin que ella dijera palabra alguna. Lo guio hasta un aula vacía y le ordenó con la mirada entrar.
-Madre ¿Qué haces aquí? – preguntó nervioso.
-La señorita Granger parece tener bastante fuerza – dijo con lo que le pareció un tono divertido.
-Madre, no es lo que parece…
-Te lo merecías, hijo – le respondió - ¿Ahora la odias? – preguntó tornando su rostro serio – o ¿Seguirás robando libros de la biblioteca de la mansión? – el rubio abrió y cerró la boca sin saber que decir. Se sentía desnudo ¿Cómo había notado eso su madre?
-Madre ¿Cómo…?
-Conozco mi casa Draco, nada se mueve en la mansión sin que lo sepa – le dijo como si fuera algo obvio – sabes que debes mantenerte al margen – reprendió tomando su varita y apuntando a su nariz.
-Dijiste que la sangre no importaba, madre – escuchó un click y el dolor de su nariz reacomodándose.
-Y no importa – respondió mientras limpiaba la sangre – pero no es tu mundo, siempre debes pensar primero en ti y en lo que te conviene.
-No podía dejar que algo le pasara – espetó con convicción. Si estaba en sus manos, no iba a permitir que Granger saliera herida, incluso después del puñetazo que probablemente era merecido.
-Me preocupa, Draco – le dijo mirándolo con tristeza – debes alejarte de la señorita Granger.
-No estoy cerca – murmuró con tristeza – solo no quería que le sucediera algo, no quería que fuera asesinada por esa cosa – le contó a su madre dejándose ver vulnerable.
-¿La quieres? – preguntó seria. Draco se tensó ¿La quería? ¿La admiraba? No sabía, solo sabía que no dejaría que saliera lastimada si él podía evitarlo – Sepulta tus sentimientos en el fondo. Si la quieres a salvo no te atrevas a quererla – ordenó su madre arreglando su uniforme y abriendo la puerta del aula para que fueran al encuentro de su padre.
New york, actualidad.
-No me has dicho qué película quieres ver – escuchó que susurraban en su oído erizándole los bellos de la nuca.
-No lo he pensado realmente – respondió girándose en la fila del café para encararlo – Bueno días para ti – le dijo con sorna dándole una pequeña sonrisa.
-Buenos días – murmuró para luego darle un fugaz beso en la mejilla que la hizo sonrojar.
-¿Y bien? –
¿Bien? – lo miró confundida.
-La película.
-¡Oh! Eso.
-Sí, eso – le dijo divertido.
-Decidiré en el cine – contestó girándose para hacer su pedido a la dependiente – Ahora, señor Stone, tengo que trabajar – se despidió saliendo de la cafetería sin esperar respuesta.
Llevaban un mes ¿Saliendo? No había pensado en qué nombre darle. Solo le había dado un beso o más bien un leve roce de labios, en general solo eran besos espontáneos en la mejilla. Normalmente salían a comer o a cine o cualquier actividad, todo menos ir a la casa del otro. Para ella era aún territorio vetado, demasiado personal. Se sentía bien tenerlo cerca, Elliot era una persona de carácter afable, normalmente sonriente y espontáneo. Le gustaba tenerlo cerca, sin embargo, los avances a una posible relación eran lentos.
Cada vez que Hermione pensaba en dar un paso adelante la imagen de su pasado aparecía. Recordaba al rubio que la mandó lejos de la guerra, a su amigo pelirrojo muerto y dejado atrás en el campo de batalla como un cuerpo más, en Harry y sus ojos sin vida cayendo a los pies de Voldemort y, por último, en sus padres, de los cuales desconocía su paradero o siquiera que estaban vivos. Todo eso la hacía sentir culpable, encogía su corazón, formaba un nudo en su garganta y mantenía sus pies en la misma posición. Descarta dar un paso más.
El resto del día estuvo pensativo, reflexionando acerca de qué debería hacer, cómo debía superarlo, porque sabía que debía hacerlo, si no lo hacía los esfuerzos del rubio serían en vano.
-Ha estado muy distraída, doctora – escuchó la voz de la residente que había escogido como su sombra.
¿Lo crees? – respondió dedicándole una mirada.
-Parece ensimismada – reflexionó - ¿Hay algo que la preocupe? – preguntó para luego poner una cara de arrepentimiento.
-Estoy pensando en lo que dejé atrás – respondió sincera – y en cómo soltarlo completamente ¿Cómo avanzarías? - dijo deteniéndose y sonando seria.
-No sé a qué se refiere exactamente, pero, me preguntaría si hice daño a alguien y si mi respuesta fuera negativa, me perdonaría. Todo se resume en perdonarse por lo que sea que la atormente – le explicó - ¿Cree que debe personarse?
Hermione lo meditó, jamás lo había visto desde esa perspectiva ¿Sería eso lo que no la permitía avanzar? De ser así ¿Exactamente que se estaba reprochando? Arrugó el ceño y se mordió el labio inferior tratando de encontrar una respuesta y luego el aire le falto. Se culpaba por haber sobrevivido, por escapar sin mirar atrás. Sus ojos se cristalizaron.
-¿Es posible perdonarse por sobrevivir? – murmuró con voz pastosa.
Antes de que la chica respondiera su beaper sonó. La buscaban en urgencias urgente. Sacudió la cabeza y se obligó a dejar su respuesta para después. Corrió por los pasillos hasta que llegó a la sala, venía entrando una camilla con alguien en ella, había mucha sangre.
-¿Qué tenemos? – preguntó.
-Paciente de unos 24 años. Tiene unos cortes profundos, ha sido imposible parar la hemorragia, presenta taticardia – contó el camillero.
Lo llevaron hasta un cubículo donde ella lo examinó. Tenía lapsos de conciencia. Ella apretó la boca en una línea temblando. Otra Sectusempra. Aquello empezaba a asustarla. Ella disimuladamente tacto la ropa del chico. Cuando llegó a los tobillos la sintió. Su varita dentro del pantalón en una posición estratégica. Se quedó sin aire momentáneamente.
-¿Qué sucede, Kate? – escuchó la voz de Elliot quién se acercó a la camilla con el ceño fruncido – ¿Has podido detener la hemorragia? – preguntó retirando la gaza que cubría la herida en su pecho. Hermione se obligó a respirar profundo, recobrando el control.
-Hay que cerrarlo – murmuró pidiendo los instrumentos para hacerlo. Hermione sabía que era una pérdida de tiempo. Pensó en tomar la varita que tenía en su tobillo, pero ¿Cómo sacar a Elliot de allí?
-¿Dónde estoy? – murmuró el hombre en la camilla. Era de tes clara y cabello castaño ensortijado – ella se acercó.
-En el Hospital Central – respondió – ¿Puede decirme su nombre? – preguntó mientras veía como Elliot preparaba la anestesia.
-Suéltenme, me asesinaran – dijo sacudiéndose violentamente, obligando a Elliot a levantarse para sostenerlo contra la cama.
-Tiene que calmarse, señor – instó mientras miraba a los lados – tú – señalo a la interna – pide sangre O positivo, rápido – Hermione abrió los ojos ante la petición y se tensó.
-No, no puedes hacerle una transfusión – dijo acercando la mano a su brazo para apretarlo suavemente y dedicarle una mirada dura.
-¿De qué hablas? Necesita una, está perdiendo mucha sangre.
-No puedes – insistió.
Ante la conversación el chico en la camilla dejó de moverse y clavó su mirada en la mujer, la estaba estudiando. Él no era medimago, pero, algo le decía que la sangre muggle no serviría y que necesitaba salir de ahí para intentar salvar su trasero.
-Kate, creo que deberías apartarte – le dijo con tacto solo consiguiendo que ella apretara más su agarre.
-Por favor, no lo hagas – le pidió frunciendo el ceño, desviando su mirada a la pantorrilla del hombre para después morderse el labio.
Ese gesto no pasó desapercibido por el hombre ¿Acaso era bruja? Se obligó a concentrarse en su rostro. Era una mujer de cabello negro y ojos grises, le resultaba conocida y desconocida a la vez. Se esforzó por estudiar sus rasgos y luego lo descubrió.
-Hermione Granger – pronunció a viva voz – eres Hermione Granger – La castaña se tensó visiblemente y aquello no pasó desapercibido por su compañero.
-está equivocado, ella es la Doctora Katherin Bushnell – informó Elliot sin quitar la mirada de la pelinegra – debe estar un poco confundido por la pérdida de sangre – Hermione se había quedado sin aire. No lograba recordar a alguien con esas características físicas que pudiera reconocerla.
-No, ella es Hermione Granger – dijo esbozando una media sonrisa que a ella le recordó a Draco – Sabes que hacer Granger, vamos, puedes salvarme – murmuró con la voz entre cortada. En ese momento la sangre llegó, Elliot le indicó a la residente que procediera a aplicarla - ¡Hazlo! ¿Vas a dejarme morir? – Hermione vio con desesperación la bolsa con el líquido rojo. Sus manos temblaron mientras desviaba su mirada al lugar donde estaba la varita – Eres una maldita cobarde, Granger ¿Dónde está tu orgullo Gryffindor? – escupió cada vez con menos energía. Elliot estaba sumamente concentrado en todo lo que decía el hombre frunciendo el ceño ¿Por qué le decía Hermione? Y ¿Por qué ella parecía alterada?
-Empezaremos con la trasfusión – informó el oji verde dando luz verde a la residente para que permitiera el paso de sangre. Cuando el líquido rojo entró en su cuerpo los monitores se dispararon haciendo que Hermione volviera al presente.
-Es un buen disfraz Granger, pero, te encontrarán – susurró antes de que sus signos vitales se apagaran.
Ella tragó espeso mientras sus manos temblaban ¿Quién diablos era? ¿Cómo la había reconocido? ¿La estarían buscando para asesinarla? Pasó saliva con dificultas mientras una gota de sudor bajaba por su frente.
-¿Hora de la muerte? – preguntó su compañero.
-Las 18 horas – respondió mecánicamente la castaña.
-¿Cómo lo sabías? – le dijo serio su amigo. Ella no debía preguntar a qué se refería, sabía exactamente que le preguntaba.
-No sé de qué hablas – habló con dureza mientras se quitaba los guantes manchados de sangre y salía del cubículo. No sabía quién era, lo que si sabía era que pudo haberlo salvado.
