Habían pasado varios días desde que había tenido ese sueño, y lo había dejado muy confundido. Alguien muy parecido a Candy se había acercado de la vereda por la que días antes había visto en sueños a la tía Elroy. Igual que con la tía, no se le pareció de momento, pero no tuvo más que ver ese cabello rubio amarrado en una espesa cola de caballo para saber que era ella.

Su último recuerdo de Candy fue de la chica en coletas de la que todos ellos, sin falta, se habían enamorado antes. Pero Candy sólo tenía ojos para Anthony y luego para Terry. Quizás a ese tiempo esperaba que fueran para Albert. Esperaba y oraba para que fuera así. Por lo pronto, sólo lo ocupaba ese sueño de ella caminando hacia el abismo, y el pánico que sintió, que lo obligó a seguirla, a seguir esa misma ruta que desde que había rescatado la hélice, no había cruzado. Pero qué significaba eso. Ella parecía hipnotizada, y no reparaba en el camino a la distancia, y menos en él. Y tampoco se había dado cuenta de que la seguía tan de cerca.

Al final de su caminata, que el agua salpicaba su rostro y le hacía cerrar sus ojos, de pronto se detuvo, y miró hacia lo profundo del abismo. No tardó mucho, que comenzó a nadar hacia atrás, con desespero, y en un momento, la detuvo del brazo, en especial porque algo parecía atraerla, sí, una fuerza invisible y misteriosa, que ella en principio no detectó, pero igual, la reclamaba. Entonces los vio, los mismos tiburones que custodiaron antes su nave. Quizás se acercaron para avisarle de algún modo que no siguiera esa ruta. Quizás quisieron ayudarla, igual que a él antes. Cuántas veces pensó que querían dañarlo, pero cuando lo ayudaron con lo de la hélice, su visión de ellos cambió.

En ese preciso instante, comenzó a gritarle y a llamarla con todas sus fuerzas, pero su voz sonaba como en la distancia, como con un eco lejano, y cuando pudo empujarla hacia él para que no cayera, entonces despertó. Ya era de día, y estaba, de nuevo, solo en la playa. Su acompañante se había ido hacia más de una semana, desde que su comunicador quedó irremediablemente averiado. Será que el mensaje llegó y fue detectado, pero no tenía certeza de que así fuera.

La tía le había dado fe en ese rescate. Sueño o premonición, la verdad es que tenia que confiar en lo que había visto y oído. Sin embargo, estaba harto y quería regresar a lo que fuera que encontrara. Quería ver a su hermano, a Candy, a Albert, hasta a Annie. Y sobre todo, quería ver a Patty. También tenía una deuda con Domi y su novia. Tenía que cumplirles a ambos.

Marie Helène, qué habría sido de ella. El día que había muerto Domi le envió una carta rápida para que no se sintiera desamparada. Pero se preguntaba qué habría sido de ella. En días recientes, esa promesa había regresado con fuerza a su mente, como nunca. Quizás era la posibilidad de que pudiera quizás cumplirle a su amigo. Él le había dejado sus datos, pero ni siquiera sabía si ella o si familia habían sobrevivido la guerra, o si estarían en el mismo lugar.

Domi le había pedido, quizás en un intento desesperado por no dejar sola a su novia, que no lastimara a Patty, y que abandonara la misión. Y aunque lo había pensado muchas veces, jamás se había atrevido. Y en ese momento, en que estaba quizás a punto de ser rescatado, ahora todo cobraba sentido para él. Así que se prometió que lo primero que haría era visitar a esa muchacha, que ya debía tener 22 o 23 años, incluso antes que ir a ver y hablar con Patty.

Más allá, Patty, qué habría sido de su vida. Quizás las cosas serían diferentes. Él siempre guardó su foto con él, el único recuerdo que tenía de ella. Pero a ese tiempo, ya sería una mujer, y a lo mejor, una mujer casada, una ama de casa y madre. A lo mejor sería toda una profesional. Patty era demasiado inteligente, la estudiante más inteligente del colegio. Quizás retó las expectativas del sistema, y en ese momento sería una profesional con estudios posgraduados. Él siempre estuvo orgulloso de ella, y la amó de algún modo, aún siendo jóvenes. En ese momento, sin embargo, él sabía que sus sentimientos por ella se habían transformado, pero como adulto que era, quizás esa visión de ella como adolescente ya no era igual, pero eso lo sabría cuando la viera, si es que llegara a verla.

Incluso, al ver esa imagen de una Candy sin coletas, más madura y hermosa, sin embargo, pensó que tal vez todos habían cambiado en ese tiempo. No era tanto realmente, pero sí para una persona que estaba lejos de los suyos, así que no podía esperar que las cosas fueran iguales. Tampoco podía esperar que Patty lo estuviera esperando, o incluso que él sintiera lo mismo por ella o ella por él, incluso si ella estaba disponible. Y sí, la había visto en sueños, pero no era distinta a la visión que tenía de ella de su imagen, a diferencia de Candy. Candy estaba hermosa, diría que ¿esperando un bebé? No sabía. De pronto le había parecido. Un bebé, pero de quién, ¿de Terry, el joven impulsivo igual que ella, que no supo darle su valor, y que, con la madurez quizás sí lo había logrado, o de Albert, quien la amó desde siempre, y que hubiera dado lo que no tenía por ella? Era cuestión de tiempo, quiso pensar. Pronto obtendría su respuesta…

….

Stear se pasaba las tardes mirando hacia el mar a la distancia. Hubiera querido que Sheila regresara con él, pero no lo había hecho, y le preocupaba que hubiera sido víctima de alguna bestia salvaje y que, por eso, no hubiera regresado. Sí, era una lástima haber perdido a su amiga. De pronto recordó a Pouppé, la mofeta mascota de Albert. Quizás ya había muerto, o sería una ancianita. Siempre recordaba los momentos que pasaron juntos, y cómo esa mofetita se la pasaba jugando con ellos. Sí, sentía que la extrañaba también.

Ya habían pasado diez días después de haber enviado la única señal que pudo sacar del aparato antes de que se destruyera. Y él no quería siquiera acercarse a esa cascada, porque no quería recordar ese fracaso si no hubiera resultado la encomienda. Esos diez días se le hicieron mucho más largos de los más de cinco años que llevaba allí, y ahora estaba, peor, bien solo.

Muchas veces, encendía la fogata, y simplemente permanecía en el área, especialmente si el cansancio lo atrapaba allí. Otras veces, cuando llovía, simplemente se resguardaba en la caseta, que cerraba con él adentro, no fuera que ahora que estaba solo, sin que le avisaran del peligro, una de las fieras que se supone, según la abuela, que lo ayudaría, estuviera en plan de cacería, con él como plato principal. Muchas veces se quedaba pesadamente dormido, pensando en que sería triste si, después de tanto tiempo y esfuerzo, todo terminaba mal, y si su esperanza fuera un sueño.

…..

Esa tarde misma, Candy, Georges, Archi y Roger Ardlay abordaron una de las barcazas de la comarca, perteneciente a pescadores locales. En la travesía hacia el mar, a cierta distancia de la orilla, se toparon con una visión que más parecía una pesadilla para todos ellos. Como dos docenas de islotes y cayos aparecieron en el horizonte. Según el acuerdo, sólo tres embarcaciones estarían disponibles para la labor de rescate. Tendrían que dividirlas por área, y aún así, no sería tarea fácil.

Candy no podía con los mareos y las náuseas. Su viaje a Francia fue completamente enajenante, pero ella se tragaba un buche de agua, respiraba y se sentía mejor. Ella no iba a dejar pasar la oportunidad de participar, y menos con eso del sueño, no se iba a quedar en tierra. De hecho, le contó a Albert en la travesía de la barcaza, y más que nadie, entendió la necesidad de que su esposa estuviera en esa búsqueda. Además, la marea comenzó a bajar tan pronto el sol empezó a ocultarse, y ella pudo manejar mejor su mareo.

"Si yo fuera un sobreviviente de un naufragio o, en el caso de su familiar, de un accidente aéreo, probablemente me quedaría cerca de la costa. Tienen que abrir bien los ojos, pues los sobrevivientes suelen establecer un SOS visible, aunque no siempre es tan fácil de detectar". Pero las islas y cayos no son tan pequeños como se podría pensar, y el sobreviviente podría estar en cualquier extremo por razones de seguridad. Tenemos que estar todos bien alertas", dijo el capitán de la barcaza, retirado como el ex Comandante Niven, pero dispuesto a ayudar, ya que conocía muy bien el área. "Son muchos islotes y cayos, aunque la buena noticia es que podemos descartar los que no sostienen vida. Tampoco se preocupen. Si su familiar está vivo y logró comunicarse es que tuvo suerte y está en algunos de los otros. También debemos considerar descartar algunas áreas en las que viven ciertos animales salvajes…"

"No", dijo de pronto Candy, lo que provocó que todos la miraran con extrañeza.

"Qué pasa, Candy", le preguntó Albert.

Entonces se le acercó a ella, como para que le dijera lo que pasaba por su mente en ese momento, y la razón del exabrupto, ya que ella parece que no quería que la escucharan.

"Dime, Candy, qué ocurre".

"No sé. Fue algo como instintivo", contestó ella tratando de reponerse de algo que no podía definir.

"Entonces quieres que busquemos también en esas islas. Eso nos multiplica el trabajo, y reduce la probabilidad de encontrar a alguien con vida".

"Albert, me conoces, y sabes que nunca mis reacciones salen de la nada. Creo, no, sé que Stear está vivo, y está en una isla bien particular que conoceré tan pronto la vea".

"¿Y los animales?"

"Recuerda los tiburones en el sueño. Aunque son criaturas del mar, pienso que fueron una señal del ambiente en esa isla. No sé, es como un presentimiento, como una conexión de ese lugar con su ambiente".

"Está bien, Candy, hablaré con el capitán".

Eso dejó más tranquila a Candy, que regresó mareada, pero también satisfecha, para descansar, porque el otro día comenzarían las labores de rescate.

6 de la mañana en punto, todos los equipos de rescate se reportaron a la cocina con su representante, para comenzar un largo día. En los tres barcos iban los primeros rescatistas, algunos miembros de las familias interesadas que fueron informados de los acontecimientos, enfermeras, entre ellas Marie Helène, y pescadores contratados para dirigir a los nautas. Se reunieron armas, equipos de emergencia y alimentos, además de dos mudas de ropa por persona, por si la labor se alargaba por alguna razón o novedad. En tierra, se estableció un comando que estaría pendiente de los radios y estaciones de telégrafo cerca de la estación de Jim, quien estaría dirigiendo la maniobra.

Las tres embarcaciones contaban con personal de apoyo de todo tipo. De hecho, cada uno contaba con a menos 20 a 25 tripulantes. Los Ardlay se subieron con Marie Helène a un bote llamado Esperanza. Aunque no era el más grande, sí le recordaba a Candy todos esos momentos en que la esperanza la llevó al camino, así que, aunque no era el más grande ni imponente, sí tenía una magia para ella especial. Los otros dos eran AVENTURA y EL SIGILOSO.

Nuevamente, las islas y cayos comenzaron a aparecer en el horizonte, y Candy los observaba con la primera esperanza de reconocer las particularidades de la isla que había visto en sueños. No, nada se le parecía, pero aún estaban casi a una milla náutica de distancia. AVENTURA Y EL SIGILOSO tomaron ruta hacia el este y el oeste respectivamente, mientras que ESPERANZA continuó hacia el sur. En un punto, cuando comenzaron a acercarse a la primera isla, Candy se dio cuenta de que la vista a la orilla no era igual entre una y otra, y lo consideró afortunado. Quizás podría reconocerla de este modo, pero una de las cosas que lamentó fue que no había forma de saber en qué punto cardinal se encontraba. No, no le había prestado para nada atención al asunto, además de que no era algo que pudiera conocer más que mínimamente de los tratados de astronomía y ciencias que había leído. Así que daba lo mismo si fuera el norte o el sur, el este o el oeste, ella no tenía la menor idea, pero no por esto perdía la fe.Y también bien sabía lo que estaba buscando.

Así pasaron la noche, a veces bajando alguno de los botes más pequeños, para cubrir más terreno, pero ya, a la hora de ocultarse el sol, y a punto de regresar, no había ninguna pista del sobreviviente. Sin embargo, era sólo el primer día, y habían revisado al menos tres a cuatro islas cada uno de los barcos. Todos regresaron a descansar y luego, esta operación se repetiría unos días más. La verdad es que no se podía decir que fuera un fracaso. Del intento, se rescataron al menos tres personas adicionales cuyos botes pesqueros habían zozobrado, pero ninguno de ellos había sido el que envió la señal, muy sofisticada para quien que no tuviera algún conocimiento mecánico, así que la búsqueda continuaría al día siguiente.

Continuará...