Notas: A pesar de que he tenido muy claro este evento de la historia desde el inicio, ha sido mucho más difícil plasmarlo en palabras de lo que pensaba… Así que lo he terminado de forma un poco apresurada porque no quería atrasar la actualización, espero que no haya quedado mal a pesar de todo.
Durante los siguientes días fue complicado mantener el contacto de forma fluida con Sesshomaru. Él se había volcado completamente en sacar a su hija de su precaria situación, y yo había encontrado un trabajo a media jornada en una floristería, lo cual dificultaba que nuestros horarios coincidiesen. A pesar de todo, nos mandábamos algunos mensajes a lo largo del día para cerciorarnos de que el otro se encontraba bien.
Por otro lado, me sentía bastante más animada gracias a mi nuevo trabajo. Agradecía cada día todos mis años en el club de ikebana en el instituto, pues los conocimientos florales adquiridos me estaban resultando útiles para mantenerme en aquel puesto, aunque fuese de forma temporal. Aquello era mucho mejor simplemente quedarme en casa dándole vueltas a la cabeza…
Sí, las horas que pasaba en la tienda eran lo único que evitaba que pasase todo el día inquieta respecto a Kagome… Me había escrito algunos mensajes días atrás que no tenía ni idea de cómo contestar.
"¿Has podido hablar con Sesshomaru al final? ¿Ha ido todo bien?"
"¿Sabes si tiene algo de información sobre los ataques al templo?"
"¿Te importaría preguntarle si sabe si Inuyasha también ha logrado sobrevivir hasta esta época?"
Cada vez que lo recordaba sentía cómo se me encogía el corazón. Sabía que lo correcto sería decirle la verdad, pero algo me impedía hacerlo. ¿No sería realmente lo mejor que no supiera lo que había ocurrido, y conservarse intacta la hermosa memoria del chico del que estaba enamorada?
Ah, ya no sabía que estaba bien y que no…
Mientras terminaba de limpiar el establecimiento para realizar el cierre por aquella noche, sentí mi teléfono móvil vibrar dentro de mi bolsillo. Había sido una tarde muy ajetreada como para pararme a revisar mis notificaciones, y también lo había estado evitando debido a los mensajes de Kagome, que seguían esperando respuesta…
Sin embargo, no podía huir de una simple aplicación de mensajería por siempre. Me detuve un momento, apoyando la escoba contra el mostrador de la tienda, con el corazón en la garganta. Para mi sorpresa me encontré con varios mensajes de Sesshomaru. Normalmente no escribía tantos de seguido, lo cual llamó mi atención rápidamente.
"Tengo que hablar contigo, Kaori."
"Es importante."
"¿Puedo ir a recogerte cuando salgas del trabajo?"
"Estoy esperando fuera ya con el coche."
"¿Te queda mucho?"
Los mensajes habían llegado poco a poco a lo largo del día. Apurada por saber que estaba esperando, comencé a teclear rápidamente.
"¡Perdona, Sesshomaru, he estado tan liada que no he revisado el teléfono en toda la tarde!"
"Estoy terminando de limpiar el local."
"Espera, nunca te he mandado la ubicación del nuevo trabajo… ¿Estás seguro que estás en el sitio correcto?"
Esperé unos segundos mientras aguardaba su respuesta. En apenas unos instantes recibí una fotografía que mostraba la entrada de la floristería. A juzgar por la distancia desde la que se había tomado la fotografía, asumí de debía estar en el estacionamiento frente al edificio.
"Es aquí, ¿verdad?"
"Disculpa mi insistencia, tómate tu tiempo."
"Yo te espero aquí."
Recordé que era posible que sí le hubiera mencionado el nombre del local alguna vez, pero no me imaginaba a aquel demonio buscando en Google la ubicación de la floristería. Estaba casi segura de que había llegado hasta allí siguiendo su olfato. No pude evitar sonreír como una boba por el simple hecho de que hubiera ido hasta allí para recogerme.
Aunque me inquietaba la urgencia que tenía por reunirse conmigo, teniendo en cuenta que había sido imposible encontrarnos en los últimos días.
- Yo conozco esa cara. – La voz de mi jefa, una apacible mujer mayor que siempre vestía kimono y llevaba el cabello recogido en un moño, sonó tan cerca de mi oído que no pude evitar sobresaltarme. – Se trata de un buen mozo, ¿verdad? Yo también sonreía de esa manera cuando me casé con mi marido.
Me reí de forma nerviosa, recuperándome del susto. Aquella mujer se desplazaba de forma tan silenciosa que no la había escuchado llegar hasta mi lado.
- A-Aún nos estamos conociendo, señora Takahashi… - Si aquella mujer supiera que el supuesto "mozo" era mucho mayor que ella…
- Bueno, bueno… - Replicó ella con una astuta risa. – Ayúdame con estas cajas y ya terminamos por hoy, Kaori.
- ¡Sí!
Cargué varios recipientes cargados de macetas y fertilizantes hasta el almacén para dar por concluida la jornada. La dueña del negocio me despidió en ese momento con una sonrisa astuta.
Entonces salí con paso apresurado, buscando con la mirada el conocido auto blanco de Sesshomaru. No tardé en localizarlo en el estacionamiento de la acera de enfrente. Caminé hasta el vehículo y abrí la puerta del copiloto con total seguridad.
- Buenas noches, Sesshomaru. – Le saludé con la mayor normalidad posible, tratando de ocultar los acelerados latidos de mi corazón.
El demonio tenía el mentón apoyado en su mano, el codo sobre la ventanilla. Sus párpados se abrieron pesadamente mientras me devolvía el saludo con voz rasposa.
- Hmm… Buenas noches, Kaori… Siento haberme presentado aquí de forma tan repentina.
Era la primera vez que veía su rostro adormecido, y no podía parecerme más adorable. Traté de contener mi emoción por verlo en aquel vulnerable estado mientras me sentaba en el asiento del copiloto, cerrando la puerta tras de mí.
- Al contrario, me hace muy feliz verte después de tantos días. – Admití con una sonrisa. – Te ves muy agotado, ¿va todo bien?
El hombre exhaló un gran suspiro, llevándose la mano a la frente mientras se recostaba sobre el respaldo de su asiento.
- He estado demasiado ocupado estos días entre la universidad, investigaciones legales y mi hija en casa machacándome constantemente… - Admitió, visiblemente irritado. – No hay manera de librarme de este dolor de cabeza.
Posé con timidez los dedos sobre su hombro, en un intento de reconfortarle.
- Creí que te habías pedido unos días en la universidad. – Respondí, sorprendida.
- Al parecer, no es posible solicitar tantos días de asuntos propios con tan poca antelación, dado que necesitarían buscar a un sustituto. – Bufó, molesto. – Y si quiero abrir un proceso legal de adopción debo tener una imagen lo más impecable posible, no es el mejor momento para hacer nada que pudiera ser sospechoso…
- Comprendo… Entonces, necesitabas despejarte un poco de todo, ¿no?
Sesshomaru volteó el cuello entonces para mirarme de frente. Sus ojos dorados brillaban en la penumbra de la noche.
- No, lo que necesito es cerrar algún asunto de una maldita vez. – Reconoció, exasperado. – Towa no para de martillearme en todo momento con el tema de Kagome, y tú también me has comentado algo al respecto… Así que me gustaría reunirme con ella. Aún no tengo ni idea de cómo voy a lograr mandarla de vuelta al pasado, puesto que jamás he poseído poderes ni siquiera remotamente parecidos… Pero parece que no hay ningún otro candidato a héroe disponible en este momento. – Se quejó con tono claramente molesto.
No pude evitar sonreír de puro diversión al ser testigo de una expresividad hasta ahora desconocida en él. Normalmente él medía perfectamente cada una de sus palabras, por lo que era raro verle descompuesto y tan malhablado.
Después de todo, pasar tiempo con su hija debía de estar siendo una buena experiencia para Sesshomaru. Era bueno que dejara escapar tensión de aquella manera.
Tras preguntar a Kagome vía chat si no le importaba que nos pasásemos un momento para hablar con ella, Sesshomaru me pidió que le resumiera la situación en la que se encontraba la joven. También me advirtió que me abstuviera de mencionar a Towa durante todo el tiempo que nos reuniésemos con ella, puesto que, con la edad que tenía Kagome en ese momento, no conocía aún su existencia, motivo por el cual la hija de Sesshomaru no podía acompañarnos aquella noche.
Durante el trayecto en auto, el demonio me explicó en detalle todo lo que había estado discutiendo con Towa durante aquellos días, en busca de una solución al problema de la mujer de su hermano, sin obtener una conclusión certera al respecto. Al parecer, había estado experimentando con sus propios poderes, sin obtener una respuesta clara, lo cual se añadía a su cansancio acumulado. Era más que comprensible que se mostrase tan irritable bajo aquellas circunstancias.
Mientras terminaba de explicarme los detalles y advertirme sobre los temas que no debía sacar en presencia de Kagome, el demonio estacionó el auto frente al templo Higurashi para dirigirnos hasta allí a pie.
Subimos por las empinadas escaleras desde las que se había lanzado Towa a por nosotros noches atrás. Cada paso se me hacía pesado tras la larga tarde en el trabajo, pero sabía que aquello era importante y no debía demorarse más. Nos adentramos en el complejo sin encontrarnos con ninguna persona a nuestro paso, a diferencia de durante el día, cuando los creyentes visitan con afluencia aquel lugar. Pasado el edificio del templo, al fondo del recinto, se podía vislumbrar una casa con las luces encendidas, por lo que nos encamínanos hacia ella.
Justo antes de llegar, Sesshomaru se detuvo frente a un solitario árbol decorado con talismanes sagrados. Concentrada como estaba en aquel sitio, sus rasgos físicos comenzaron a transformarse, mostrado todas las características físicas demoníacas que solía ocultar. A pesar de que lo llamé en varias ocasiones, extrañada por la fijación que mostraba por aquel rincón del complejo, él permaneció en silencio sin prestarme atención.
Dándole su espacio, pensando que quizás estaba empleando sus poderes para algo en concreto, aproveché para mandar un mensaje a Kagome avisándola de nuestra llegada. La muchacha no tardó en hacer acto de presencia, saliendo de la casa corriendo como una exhalación.
- ¡D-disculpa la tardanza, Kaori…! Estaba terminando de darme un baño…
Sesshomaru se giró lentamente hacia nosotras al escuchar la conocida voz de la joven. A pesar de que la chica había sido avisada de su presencia, le observaba con los ojos abiertos como platos, como si no pudiera creer que realmente él estaba allí.
- Cuánto tiempo, humana. – La saludó él de forma sencilla, mostrando una pizca de nostalgia en su mirada.
Aunque él jamás lo admitiría, sabía que debía de estar pensando en su hermano en aquellos momentos…
- Sesshomaru. – Le llamó Kagome, todavía sin salir de tu asombro. – De veras estás aquí… - Le recorrió con la mirada de arriba a abajo, incrédula. – Es tan extraño verte vestir ropa de esta época… Estás muy distinto.
Esta vez Sesshomaru la obsequió con una tenue sonrisa, posiblemente producto de recordar tiempos pasados mientras interactuaba con ella. Debía de ser agradable volver a ver una cara conocida después de tantísimo tiempo. Incluso más del que Towa se había estado ocultando de él. Desde el período Sengoku habían transcurrido quinientos años…
- El tiempo no pasa en vano, Kagome. – Dijo él de forma enigmática.
La joven a mi lado pareció sentir un escalofrío, a pesar de que los días se estaban volviendo más cálidos.
- Y-y tanto… - Tartamudeó ella, confusa. – Creo que es la primera vez que me escucho llamarme por mi nombre, y no por algún apelativo despreciativo.
Sesshomaru carraspeó, visiblemente avergonzado por su comportamiento en el pasado.
- Me atrevería a decir que nuestros caminos se cruzaron en el momento más inmaduro de mi existencia. – Reconoció él, con las manos en los bolsillos, incómodo. – Siento mucho todo el daño que haya podido causarte mi yo del pasado por mi mal carácter.
Kagome se quedó incluso más boquiabierta si cabía tras aquella disculpa. Se pellizcó el brazo para asegurarse de que no estaba soñando.
- Si tu cara no fuera tan inconfundible, me costaría creer que eres la misma persona que conozco, Sesshomaru… - Musitó la chica que vivía en el templo.
- Bueno… Será mejor que vayamos directos al grano, humana. – Intervino él, sacando el foco de la conversación de sí mismo. – Kaori me había mencionado que querías ponerte en contacto conmigo. ¿Qué es lo que quieres de mí? – Su sutileza fue intencionada, dado de que Kagome no sabía aún que en algún punto ella regresaría al pasado, no podíamos empezar por ahí, motivo por el cual el demonio fingía no saber nada. Al menos de momento.
A pesar de la dureza de su mirada, sabía que Sesshomaru estaba tratando de ofrecerle su ayuda de la forma más amable posible, incluso si no le gustaba aquel papel. La chica me lanzó una mirada interrogante, barajando sus prioridades. Debía de tener muchas cosas que quería hablar con él.
- ¿Preferís que os deje a solas para hablar? – Inquirí, consciente de que mi presencia no aportaba nada realmente.
Sesshomaru observó a Kagome en silencio, dejando que ella tomase la decisión.
- Está bien que te quedes, no tengo ningún problema con eso… - Insistió ella, que no parecía entusiasmada por quedarse a solas con el demonio. – Lo que pasa es que… Me cuesta ordenar mis pensamientos ahora mismo, perdón… - La muchacha carraspeó ante de observar a al demonio con decisión. – Sesshomaru, necesito que me digas si… Sabes algo de Inuyasha. Incluso si no tienes relación con él, ¿sabes si también…? ¿Ha llegado hasta esta época?
El demonio pareció comenzar a sentirse incómodo con aquella reunión. Y no era para menos, yo misma sentí cómo me tensaba ante aquella pregunta. Me acerqué a la muchacha de ojos suplicantes en un intento de consolarla por el golpe emocional que iba a recibir.
- Murió hace mucho tiempo. – Fue la mentira piadosa que el profesor Taisho eligió para aliviar en la medida de lo posible el dolor de aquella chica. – Pero te amó con todas sus fuerzas hasta el último de sus días.
Aquella última parte era tan cierta que dolía. Kagome se estremeció ante la noticia, pero no se derrumbó. Aceptó aquel hecho del mejor modo que pudo, asumiendo que no volvería a ver a la persona de la que estaba enamorada.
- Ya veo… Supongo que tiene sentido, después de tantos siglos… - Murmuró ella para sí misma, con la voz temblorosa.
A pesar de que Kagome se esforzada por no derrumbarse allí mismo, era más que evidente que aquella noticia la había devastado. No podía soportar quedarme viendo cómo aquella chica se rompía frente a mis ojos.
- Esto no quiere decir que no vayas a volver a ver a Inuyasha, Kagome. – Dije, tratando de animarla. – Sesshomaru va a mandarte de vuelta al período Sengoku. – En aquel punto no pude evitar que se me escapara el verdadero motivo por el cual estábamos allí reunidos.
La expresión de la chica se llenó de esperanza al oír aquellas palabras.
- Pero… ¿Es eso posible?
El demonio carraspeó, lanzándome una mirada acusatoria. Quizás me había precipitado con mis promesas, pero no había podido soportar ver cómo el corazón de aquella chica se hacía pedazos frente a mis ojos.
- Aún tengo que cerciorarme de algunas cosas, pero… Debe ser posible. Después de todo, recuerdo tu regreso a aquella época. – Explicó sin entrar en detalles. - Inuyasha volvió a reencontrarse contigo, es todo lo que te puedo decir.
La emoción de Kagome se encontraba contenida en sus ojos, a punto de desbordarse.
- Pero… - Replicó ella, contrariada. - No puedo ir, mi familia aún corre peligro aquí...
Decidí no intervenir en esta ocasión, dejando que fuera Sesshomaru quien le explicase la versión alternativa de lo que había sucedido:
- Si te refieres al atacante del templo, ya me ocupé de él hace unos días. Se trataba un demonio de baja calaña en buscar de disminuir el poder sagrado de la zona, pues consideraba el templo y tus poderes una amenaza. – El demonio me lanzó una solemne mirada. – Kaori estaba tan preocupada por tu situación que vino a pedirme ayuda. El hecho de que tuviera el valor para volver a acercarse a mí a pesar del miedo que yo mismo le había suscitado para salvar a otra persona me pareció tan noble que no pude negarme a escucharla.
Su comentario me hizo sonrojar. No habíamos acordado aquel fragmento, pero supe que él lo sentía así de verdad.
Kagome se llevó una mano a la barbilla, pensativa:
- No sabía que pudiera haber más demonios en esta época, la verdad, no me he topado con ninguno antes… - Por un momento, temí que la joven pudiera sospechar de su relato.
Sesshomaru se encogió de hombros, restándole importancia:
- Con los avances de la tecnología humana, muchos yokai fueron cazados hasta el borde la extinción, por lo que la mayoría viven alejados de las grandes masas. – Explicó el demonio con el mismo tono que le había escuchado emplear con sus alumnos en clase. – Aunque otros, los más sociables, han optado por integrarse en la sociedad humana, intentando pasar desapercibidos, no hacerse notar. No es común que los demonios de esta época intenten atacar a las personas, pues eso levantaría sospechas y podía desencadenar una nueva persecución. Es mejor que nos crean extintos. Por eso, si algún descarriado hace algo estúpido que pueda delatar nuestra existencia, lo mejor es deshacerse de él. – Concluyó el demonio con voz firme.
Sonaba tan convincente que ni siquiera yo misma podía dudar de la veracidad de sus palabras. Kagome también se mostró convencido por las palabras de Sesshomaru. Tampoco tenía ningún motivo para mentirle, de todos modos.
- Claro… - La chica me observó de reojo con una sonrisilla. – Y a ti te interesaba seguir pasando desapercibido como humano por ella, ¿verdad? – El demonio asintió, sin dar más información al respecto. - ¿Eso quiere decir que habéis arreglado vuestras diferencias? – Inquirió Kagome con alivio genuino.
- S-sí, bueno, más o menos. – Contesté, aún algo avergonzada por las melosas palabras que me había dirigido el demonio en público.
Sesshomaru secundó mi respuesta en silencio, con un leve movimiento de cabeza. Entonces la chica comenzó a mostrarse más animada.
- Me alegro mucho por los dos… - Musitó la joven con la voz tomada por la emoción. – Sesshomaru… ¿Entonces es posible para mí regresar al período Sengoku?
El demonio exhaló un pesado suspiro. No debía de ser fácil cargar con todas las esperanzas de una chica enamorada.
- Aún no lo sé. – Respondió con sinceridad. – Me gustaría que me mostrases cómo podías viajar antes al pasado, es posible que entonces se me ocurra algo.
Kagome nos guio entonces diligentemente hasta un pequeño edificio anexo al templo. En su interior no había ninguna luz que lo iluminase, y nada más entrar nos topamos con unas escaleras que descendían hasta el piso inferior.
- Antes de que la perla de Shikon fuera destruida – Comenzó a narrar la joven mientras bajaba los peldaños frente a nosotros con cuidado. – podía viajar en el tiempo a través del pozo devorahuesos. – La joven se apoyó en el borde del marco de madera de aquel agujero que conducía al fondo de la tierra. – Sin embargo, desde que deseé que ese objeto maldito dejase de existir y éste decidiera devolverme de vuelta a la época que pertenezco, el portal dejó de funcionar.
Nosotros dos alcanzamos el pozo en el centro de la estancia unos segundos después que la joven, mientras ella nos explicaba el funcionamiento de sus viajes en el tiempo. Sesshomaru apoyó sus garras en la madera, estudiando su textura con detenimiento.
- ¿Sabes si este lugar fue construido con la madera del árbol ceremonial que se encuentra fuera?
Parpadeé, confusa. ¿Se refería al que había estado observando al entrar?
- ¿Te refieres al Árbol de las Eras? – La chica reflexionó unos instantes, posando la barbilla sobre su mano. – No estoy segura… Puedo preguntarle a mi abuelo. ¿Es importante?
El demonio comenzó a caminar de vuelta hacia las escaleras.
- Volveré cuando lo hayas comprobado. He percibido una energía bastante anormal proveniente de ese lugar… Así si el pozo está fabricado con el mismo material, es posible que esté relacionado.
Aquella teoría que había formado en el escaso tiempo que habíamos estado allí me pareció brillante. Era como si siempre fuera varios pasos por delante de la situación.
Aún no había sido testigo por completo del alcance de sus poderes, pero sabía que Towa había estado muy acertada al acudir a él: no había nadie más capacitado que él para ayudar a Kagome.
Tras hacerle algunas preguntas más a la joven del templo, se ofreció a invitarnos a cenar en su casa, pero Sesshomaru se negó elegantemente, sin ocultar su incomodidad. Dado que ya había caído la noche, el profesor Taisho se ofreció a dejarme en mi casa para evitar que caminase sola a aquellas horas.
Una vez montados en el auto, sin embargo, sentía que todo había pasado muy deprisa. No quería volver a casa todavía.
- Me ha hecho feliz que vinieras hoy a recogerme del trabajo, Sesshomaru. – Musité, tanteando el terreno.
El demonio me observó de reojo mientras conducía.
- A mí también. Hacía muchos días que no nos veíamos.
Era cierto, desde aquella fatídica mañana en la que había dado sepultura a su hermano no habíamos tenido ocasión de volver a encontrarnos en persona.
- ¿Te parecería bien que hoy pasáramos algo más de tiempo juntos? – Sugerí tímidamente.
¿Quizás sonaba muy desesperada de aquel modo?
Los ojos del demonio mostraron agitación, sin embargo. Ni una sola pizca de molestia o desagrado.
- Me encantaría, pero… Towa está esperándome en casa. – Chasqueó su lengua. – Debería comprarle un teléfono móvil para avisarla en situaciones como esta.
- C-comprendo… No está bien que la dejes cenando sola.
Con el coche estacionado, el demonio rodeó el auto para abrir mi puerta, ayudándome a salir.
- G-gracias, no hacía falta… - Tartamudeé mientras él tomaba mi mano.
- No es nada. – Respondió con evidente decepción en la voz.
Él también se veía reacio a dejarme marchar sin más. Antes de poder preguntarle qué le rondaba por la mente, el profesor se agachó para equipararse a mi altura, apoyando su frente contra la mía mientras me sujetaba la barbilla. Mis mejillas se sentían calientes por el repentino gesto. Sus ojos observaban directamente mis labios. Se quedó completamente quieto de ese modo, sin dar ninguna explicación.
- ¿S-Sesshomaru…?
El demonio mostró un atisbo de duda entonces.
- Disculpa… No debería hacer esto sin pedirte permiso. – Musitó mientras deshacía el contacto entre nuestras frentes.
- ¿Ha-hacer qué? – Inquirí, con el corazón en la garganta.
Sus sabios ojos dorados me observaron con ternura mientras acariciaba mi cabello.
- No he podido parar de pensar en besarte desde la última vez que nos vimos… Pero no estoy seguro de que esté bien hacerlo en este punto, o cómo te sientes al respecto, Kaori.
Yo tampoco sabía si estaba bien o no. Seguramente no era la opción más sensata, dadas las circunstancias.
Pero sí sabía lo que mi corazón deseaba.
Sin pensármelo dos veces, me aferré a la camisa de Sesshomaru para atraerle hacia mí y me puse de puntillas para alcanzar sus labios. Fue un fugaz contacto, suficiente para hacer que mi corazón diera un vuelco. Me sentía como una adolescente estúpida por reaccionar de aquella manera tan desmesurada por un simple beso.
- Esto… ¿Responde a tu pregunta, Sesshomaru?
El profesor Taisho, el cual había sido besado con la guardia baja, apenas estaba procesando lo que había ocurrido. Sin embargo, no tardó mucho en recomponerse, mostrándome una expresión cálida. Entonces posó sus grandes manos sobre mis hombros antes de inclinarse para besarme de forma afectuosa. Despacio, acariciando la sensible piel de mis labios y jugueteando con la punta de mi lengua.
Le observé embelesada cuando deshizo el contacto, dando un paso atrás. Me toqué los labios, aún sorprendida. El tímido calor generado por su contacto parecía seguir ahí. El demonio sonrió de forma sugerente entonces.
- Kaori, ¿cómo es posible que te hayas excitado por un beso? – Inquirió en un grave ronroneo.
Tragué saliva, apartando la mirada. Debía pensar que estaba muy desesperada.
- N-no me he… - Comencé a negar hasta que recordé su sensible percepción como demonio. Aunque quisiera, no podía ocultárselo, ¿verdad? - Es posible que tenga las hormonas revolucionadas, quizás me va a bajar pronto el período. – Me excusé torpemente, maldiciendo lo obvio que debía ser el deseo en mi mirada y la cadencia de mi respiración.
Sesshomaru me sujetó el rostro con su enorme mano, forzándome a mirarle. Acto seguido se acercó para susurrar contra mi oído.
- Está bien, no tienes que ocultarlo… Me complace saber que ambos sentimos lo mismo.
Le observé con incredulidad.
- ¿E-eso quiere decir… q-que quieres…? ¿Y que podemos hacerlo…?
Sus iris refulgieron de forma provocativa en la penumbra.
- Sí, ahora que has descubierto quién soy… Ya no tiene sentido mantener esos límites que impuse en un principio. – Un escalofrío recorrió toda mi columna. – Una pena que hoy tenga que marcharme…
El demonio me capturó entre sus brazos, besándome de nuevo de forma más apasionada, recorriendo mi lengua con la suya, succionándola de forma descarada. Gemí contra su boca, sintiendo mi cuerpo temblar por la excitación acumulada, pues había deseado que aquel momento llegase por tanto tiempo…
Cuando el contacto entre nuestras anhelantes bocas se deshizo, observé al demonio con la respiración agitada, deseando en lo más hondo que se quedase conmigo aquella noche.
Él me mostró una sádica sonrisa.
- Ahora que estás tan excitada… Espero que uses esos aparatos que tienes durante toda la noche… Pensando en mí. – Me retó de forma provocativa.
Contuve las ganas de llevarlo a rastras hasta mi apartamento para hacerle extinguir el fuego que había iniciado en mi interior.
- No sabía que te gustaba jugar sucio, Sesshomaru. – Refunfuñé.
Él me lanzó una mirada de lado mientras regresaba a la puerta del conductor.
- No sabes cuánto. Soy un demonio, después de todo.
La fachada de que era un caballero comenzaba a desvanecerse. Era una bestia tan sedienta como yo misma.
Y eso hacía que me gustase incluso más.
- ¿Realmente consideras necesario que yo esté aquí, Kagome? – Inquirí, insegura, de pie frente al Árbol de las Eras.
La muchacha se había vestido con el uniforme marinero que había visto fugazmente en nuestro primer encuentro. Al parecer, aquella imagen debía de haber sido extraída de los recuerdos de Rin, puesto que, al parecer, Kagome siempre había vestido de aquel modo en sus viajes al período Sengoku.
El único equipaje que llevaba con ella era un arco de madera y un carcaj cargado de flechas.
- Sí, me siento más cómoda así. – Me aseguró ella. – Aunque es evidente que Sesshomaru ha cambiado, no estoy segura de que me sintiera cómoda del todo con él si tú no estuvieras aquí.
La madre de Kagome le puso las manos sobre los hombros a su hija, estrechándolos con firmeza.
- ¿Estás segura de que quieres hacer esto, hija? – Murmuró con un nudo en la garganta.
Kagome asintió, volviéndose hacia su madre con una sonrisa triste.
- Es mi decisión, mamá. Quiero regresar con Inuyasha...
Volteé la vista hacia el Árbol de la Eras. Frente a él se erguía la figura de Sesshomaru, ataviado con un kimono de color azul. Había dicho que se sentía más cómodo con aquel tipo de vestimenta para la ocasión de aquella noche. Se había colgado las dos katanas que exhibía en su casa al cinto, y sostenía una de ella aún envainada entre las manos, observando fijamente el árbol.
- Ése es el hermano de Inuyasha, ¿verdad? – Inquirió un muchachillo, el hermano menor de Kagome. – No se parecen mucho…
- ¿Cómo sabemos que podemos fiarnos de una criatura maligna como él, Kagome? – Interrogó el anciano abuelo, con los pelos de punta ante la presencia del demonio en su templo.
La chica, rodeada de todos sus familiares, me dedicó una fugaz mirada antes de centrarse en la espalda de Sesshomaru.
- Es una persona de fiar, no tenéis de qué preocuparos.
Ante nuestros incrédulos ojos, el demonio de cabello plateado desenvainó su espada con un fluido movimiento. Arrojó la vaina a sus espaldas mientras se concentraba por completo en el tronco que tenía frente a sus ojos.
Entonces, un haz de luz azulado envolvió la hoja de la katana, justo antes de lanzar una poderosa estocada contra el árbol. El abuelo de Kagome dejó escapar un sonoro alarido, horrorizado ante la idea de que aquel símbolo sagrado sufriera daño alguno.
Sin embargo, el Árbol de las Edades permaneció en pie, como si nada hubiera ocurrido. Frente a él se abrió una alargada grieta que se abrió hasta dar forma a un portal de contorno ovalado. A través de aquel agujero podía observarse un espacio distorsionado, como si condujera hasta otra dimensión. El demonio chasqueó la lengua, frustrado.
Se volteó para observar con severidad a la chica del uniforme marinero.
- Kagome. – La llamó, serio. – El poder de la Tenseiga solo pude abrir la puerta hacia el Inframundo. La que debe conectar el portal a los poderes sagrado del Árbol de las Eras debes ser tú.
La joven asintió, descargando de su hombro el arco. Con seguridad, la joven tomó una flecha de su carcaj y apuntó directamente al portal. Sin que le temblase el pulso por un solo instante, disparó un tiro certeza hacia el interior de la puerta que había abierto el demonio.
En aquel mismo instante, la tierra comenzó a temblar y la grieta comenzó a soltar descargas eléctricas. Sesshomaru nos escudó, colocando su cuerpo entre nosotros y aquel peligroso agujero dimensional.
- Retroceded. – Nos indicó con seguridad, guardando en su cinto la katana llamada Tenseiga.
- ¡Sesshomaru, aléjate tú también, es peligroso! – Le rogué, dando un tembloroso paso hacia él.
- No te preocupes. – Me aseguró, desenvainando la espada de color hueso de su cinto. – Pienso estabilizarlo.
La segunda espada parecía atraer hacia ella todas las corrientes eléctricas hacia él, acrecentando la sensación de pánico en mi interior. Sin embargo, como si hubiera ensayado aquel movimiento varias veces, Sesshomaru trazó un arco de forma elegante, recogiendo todo el poder que emanaba el portal a su paso. Una vez el arma estaba cargada de electricidad, el demonio apuntó con la espada hacia el cielo antes de blandir el arma hacia el frente, en dirección a la grieta.
Aquella acción generó un haz de luz cegador que nos obligó a todos a cerrar los ojos por un momento, deslumbrados. Cubriéndome el rostro con el brazo para regular la intensidad de la luz que llegaba a mis ojos, abrí los párpados lentamente.
Junto al demonio entonces se abría un portal que mostraba un limpio cielo azul surcado por algunas nubes. No había rastro de contaminación ni emisiones humanas. ¿Podía tratarse del cielo del período Sengoku?
- No sé durante cuánto se mantendrá estable, Kagome. – Informó el demonio, serio. – Si quieres cruzar, debes hacerlo cuanto antes.
La madre de la joven rompió en llanto ante la realidad de que su hija estaba a punto de marcharse. El hermano y el abuelo rodearon a las dos mujeres, fundiéndose en un cálido abrazo. Yo me alejé en silencio, permitiendo que pudieran despedirse de forma íntima.
Me dirigí a Sesshomaru, el cual vigilaba el portal visiblemente tenso. Agarraba con fuerza la empuñadura de su espada, cuya hoja había sido desintegrada tras haber estabilizado el portal.
- Sesshomaru… Tu espada… - Musité, llena de pena ante aquel trágico suceso.
Después de todo, me había dicho que las katanas habían sido la herencia de su padre. No me podía creer que hubiera sacrificado con aquella serenidad una de ellas por ayudar a Kagome…
- Tampoco iba a darle más uso en esta época. – Me aseguró el demonio, sereno, aunque era evidente que aquella pérdida debía de dolerle. Después de todo, no parecía dispuesto a soltar aquella empuñadura sin filo.
Kagome se acercó entonces a nosotros, dejando a sus familiares llorando desconsoladamente tras ella.
- Gracias por todo, Sesshomaru, Kaori. – Nos agradeció la chica, con los ojos enrojecidos por las lágrimas.
- Te deseo lo mejor, Kagome. – Le respondí, emocionada.
- Date prisa, humana. Si se cierra, no habrá otra oportunidad. – La apremió el demonio.
Kagome nos dejó atrás, deteniéndose a un paso de cruzar el portal. Entonces se volteó para mirar al profesor Taisho.
- Sesshomaru… Quizás es mi imaginación, pero pareces muy atormentado por algo… ¿Quieres que le transmita algún mensaje a tu yo del pasado?
Observé al demonio enmudecida. Su expresión se había tornado en la más triste de las sonrisas.
- No es buena idea tratar de alterar las decisiones ya tomadas. – Sentenció. – Pero… Si le ves cometer cualquier estupidez, no dudes en reprochárselo a la cara. No te hará daño, así que no temas enfrentarte a mi yo de aquella época, si lo crees necesario.
Kagome asintió, asimilando aquellas palabras en silencio y finalmente cruzó el portal.
Apenas lo hizo, un nuevo destello emergió el portal. Lo siguiente que sentí fue los fuertes brazos de Sesshomaru rodeándome mientras rodábamos por el suelo, seguido de un escandaloso estruendo. Se escuchó entonces un grito ahogado del abuelo de Kagome:
- ¡El Árbol de las Eras…!
El tronco se había partido en dos, y me hubiera aplastado de no ser por la intervención del demonio.
Al mirar a nuestro alrededor comprobé que Kagome había desaparecido. Su madre y hermano seguían abrazados, con lágrimas en los ojos. El abuelo yacía arrodillado en el suelo. Aunque debía de sentirme feliz por ella… Aquella escena me partía el corazón.
Kagome había regresado al período Sengoku. Para siempre.
Notas: Bueno, aunque este final es algo agridulce, parece que se vislumbran momentos más cotidianos y alegres para esta pareja 3 También me ha hecho feliz reunir a Kagome e Inuyasha, aunque no vayan a aparecer como tal en esta historia, me alegra sentir que hecho lo correcto de alguna forma.
Como he comentado al principio, en esta actualización iba muy justo de tiempo y estas próximas dos semanas voy a estar de mudanza, así que voy a intentar que me de tiempo a escribir, pero no puedo asegurarlo… Avisaré de igual forma con algún tipo de comunicado en caso de no poder tener el capítulo listo en dos semanas.
¡Os leo en comentarios!
