Ranma ½ no me pertenece.

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Fantasy Fiction Estudios

Presenta

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Un relato escrito durante la semana del

Rankane Week 2023

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Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma

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No todavía

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Fue un día atroz, Ranma era un tonto. Todo seguía igual, nada había cambiado y Ranma era un tonto.

Se enjugó las lágrimas que habían escapado de su férreo control con la manga de la blusa. Apenas entró en la casa se arrancó los zapatos de manera descuidada y se calzó las pantuflas. Se quedó quieta, con el cuerpo doblado sobre las piernas extendidas y las manos en las rodillas. Apretó los dientes y trató de calmarse, irguió el torso aspirando una bocanada de aire, que exhaló muy lentamente. No iba a llorar, no le daría esa satisfacción.

—Hola, Akane, ¿cómo te…?

Akane pasó de largo como si no hubiera visto a su hermana mayor. Kasumi se llevó una mano a la mejilla.

—Los tortolitos debieron haber tenido otra romántica discusión —dijo Nabiki, que salió de la cocina con una bola de arroz a medio comer.

—Ay, Nabiki, esas las compré para la cena —la regañó muy suavemente.

—Lo siento —respondió encogiéndose de hombros. Se echó a la boca lo que quedaba y se chupó los dedos.

Akane entró en su habitación dando un fuerte golpe a la puerta y tiró su cartera sin mirar dónde. Dio dos vueltas completas sobre la alfombra delante de la cama, con las manos empuñadas. Se detuvo y miró hacia la ventana.

—Ranma… —murmuró mordiéndose el labio inferior.

En su frustración se llevó una mano a la cabeza y se arrancó el bonito cintillo de madera con flores de colores que sostenía su cabello. Alzó la mano en alto con deseos de tirarlo al piso.

—¡Eres un tonto!

Pero detuvo la mano a mitad de camino. No podía hacerlo. Dejó caer los hombros y con un gesto de resignación llevó el cintillo a su pecho, donde lo sostuvo celosamente. Después de todo, había sido un regalo.

—Eres un tonto —repitió en un susurro, ya sin fuerzas para seguir enojada.

En un tono de voz muy triste, pero también cargado de ternura.

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Ranma masticó lentamente el pescado con la espalda erguida, rostro serio y evitando mirar a cualquiera en la mesa. En especial a Akane, que estaba sentada a su lado, con la misma actitud, nariz respingada y ojos puestos únicamente en la comida. Ninguno de los dos se percataba de que actuaban hasta en los pequeños gestos como si uno fuera el reflejo del otro. Mientras que el resto de la familia comía en silencio con los ojos clavados en ese par de tercos.

—Kasumi, ¿puedes decirle a tu hermana que me alcance la soya? —dijo Ranma.

—Oh, bien. Akane, ¿quisieras…?

—Kasumi, puedes decirle a ese idiota que si quiere la soya, la tome él mismo.

—¡Oh!... Oh, sí —Kasumi se llevó ambas manos a las mejillas—. Ranma, Akane dice que…

—¿Así que soy un idiota? —preguntó Ranma mirando a Akane.

—Sí —contestó ella encarándolo.

—¿Y por qué, ahora?

—Si tú no lo sabes…

—No lo sé, demonios, ¡claro que no lo sé!

—Entonces, averígualo. O podrías preguntarle a una de esas lindas chicas que te hicieron hoy el almuerzo.

—No sé de lo que me estás hablando.

—¿Lo vas a negar?

—¿Y qué culpa tengo yo de lo que hagan esas locas? Ya deberías conocerlas mejor, no sé por qué te sigues enojando conmigo…

—Pero te lo comiste.

—No lo hice.

—No mientas. ¿Ranma Saotome negándose a un plato de comida gratis?

Ranma se pasó la mano por la cabeza.

—Bueno, porque antes tenía hambre y…

Akane masculló una maldición y se paró de la mesa. Corrió escaleras arriba y se escuchó el fuerte portazo que dio al encerrarse en su habitación.

—... me comí primero el asqueroso obento ¡que tú me hiciste esta mañana! —Alzó la voz aunque sabía que ella ya no lo iba a escuchar—. ¡Estaba satisfecho y además con retortijones, maldita sea! —bramó golpeando la mesa con fuerza, haciéndola saltar un segundo después de que todos alzaran los platillos—. No probé nada de lo que hicieron ellas, boba —susurró y suspiró cansado—. Solo tu comida, nada más.

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Ranma, de pie en el jardín, miraba hacia la ventana de Akane. Era una noche muy fría y había olvidado sacar una chaqueta, pero no podía pensar en nada más que en la cara que debía tener esa boba, llorando desconsolada por culpa de otro estúpido malentendido y de sus propios celos, abrazando y mordiendo la almohada mientras gemía susurrando su nombre. Apretó el puño con un gesto dramático.

—Lo siento, Akane, sé que debes estar sufriendo por mi culpa…

—¿Quieres guardar silencio? —preguntó Akane asomada a la ventana. Vestía pijama, tenía una manta en la espalda y lo miraba con muy poca paciencia.

—¿A-Akane?

—Y no estoy sufriendo, señor egocéntrico, intento estudiar, a diferencia de otros que pierden el tiempo.

—¿Estás…? —Ranma titubeó, perdiendo el valor ante la dureza de Akane—. Digo, yo, tú… —Tosió intentando aclarar la voz—. Eh… ¿Sigues enojada?

—No.

Ranma giró los ojos jugando con los dedos.

—Así que sí lo estás.

—¡Qué no lo estoy!

—¡Pues te veo bastante molesta!

—¡Y te digo que no lo estoy, porque no me importa lo que hagas, con quién o qué hayas comido esta tarde!

—¡Yo solo comí lo que tú me hiciste!

—¡Eso…! Ah… —Akane titubeó. Se sonrojó hasta las orejas y se sintió de pronto avergonzada, después de que todo su enojó reventara como un globo pinchado por una aguja, para desaparecer en un instante—. Lo… ¿Lo dices en serio? ¿No estás mintiendo solo para…?

—Akane, ¿te mentiría acaso?

Akane lo miró detenidamente. Ranma intentó sonreír para disimular sus nervios y antes de que ella pudiera replicar, y con razón, se impulsó sin mucho esfuerzo para treparse al borde del tejado. Caminó con cuidado hasta la ventana de Akane.

—¿Podemos hablar? —preguntó en un tono más suave y conciliador.

—Supongo, si es lo que quieres —respondió ella evitando sus ojos, cruzando los brazos sobre el marco de la ventana.

Ranma se dejó caer sentándose en las tejas, con la espalda apoyada en el vidrio del lado cerrado de la ventana, de piernas cruzadas y con las manos todavía en los bolsillos.

—Lo siento —dijo mirando también en la dirección opuesta.

—Ni siquiera sabes lo que hiciste, ¿para qué te disculpas?

—Tienes razón, si yo no hice nada. Y, además, ¡sí me comí lo que tú cocinaste! —reclamó indignado como un crío.

Akane dejó escapar un largo suspiro.

—Pero eso es lo que me molesta, que nunca haces nada.

—No te entiendo.

—Ranma, ¿cuántos años llevamos así? —Akane bajó el rostro—. Siempre es igual: ellas aparecen cuando quieren, nos interrumpen, dicen lo que se les da la gana y tú…

—¿Y yo qué?

—Jamás les has dicho que paren.

Ranma se quedó perplejo.

—Pero lo he hecho, muchas veces, todas las veces.

—¿En serio?, porque yo nunca te he…

—Es que siempre te vas antes de que pueda sacármelas de encima y no escuchas nada más. Además, no es como que yo tengo la culpa de todo lo que sucede. ¿No fue ayer que Kuno nos fastidió en el cine? Él sigue molestándonos a la primera oportunidad, y no es el único de tus pretendientes que se frota las manos esperando a que me suceda algún desafortunado accidente. ¿Les has dicho tú algo, acaso? —Resopló entre dientes y se encogió de hombros—. Ya me estoy cansando de golpearlo todas las veces, porque parece que se vuelve más idiota.

—Sabes que no atiende razones —se quejó Akane. Suspiró suavemente y descansó la cabeza en los brazos—. En su mundo de fantasía cree que me hechizaste o algo por el estilo, y cualquier cosa que le diga no lo va a hacer entrar en razón.

—Lo mismo me pasa con Shampoo y Ukyo, ¿crees que siquiera escuchan lo que les digo?

—¿Y Kodachi?

—Ni siquiera la menciones, en una de esas la invocas o algo peor.

Akane dejó escapar una pequeña risita.

—Ranma, lo siento, creo que exageré un poco.

—¿Sólo un poco?

—Está bien, me enojé por una tontería, ¿feliz?

—Aún no sé si deba perdonarte —dijo el muchacho, que cruzó los brazos y alzó el mentón—, después de todos los esfuerzos que hice para comerme tu asquerosa comida…

Juntó los labios de golpe, un escalofrío recorrió su espalda y maldijo entre dientes por su estupidez.

Akane reaccionó, y furiosa quiso cerrar la ventana, pero Ranma se le adelantó girando el torso y estirando los brazos, atrapando el borde del marco con ambas manos, deteniéndola a un centímetro de aplastarse los dedos.

—Espera, Akane, yo no…

Forcejeo para abrir un poco la ventana.

—¡Vete, Ranma, no quiero verte!

Akane la cerró otro poco.

—¡No quise decir eso!

Ranma consiguió abrirla de nuevo.

—¡Pero lo hiciste!

Akane la volvió a cerrar a medias.

—¡Akane, perdóname!

Ranma tiró con más fuerza consiguiendo abrirla otro poco.

—¡Déjame en paz!

Akane empujó más fuerte, pero Ranma no cejó y la ventana comenzó a crujir, temblando entre los dos.

—Akane, ¡te amo!

Ella soltó las manos. La ventana se abrió del todo, dando un sonoro golpe, y Ranma se fue de espaldas, sosteniéndose con manos y pies de las tejas para no resbalar por el borde del techo.

—¡Eso fue peligroso! —reclamó el muchacho.

—Y tú hiciste trampa —replicó Akane, con las mejillas ardiendo y los ojos vidriosos, reflejando la luz de las estrellas—. No puede ser que cada vez que quieras salirte con la tuya, te aproveches de eso.

¿Eso? —Ranma fingió inocencia. Se acercó gateando a la ventana, dónde se acomodó de costado sobre las tejas, apoyándose en un brazo. Con la mano en el mentón y sus rostros muy cerca, le dedicó una provocadora mirada a Akane—. ¿Te refieres a decirte que te amo?

—No te aproveches de tu suerte, Saotome. —Akane apartó el rostro fingiendo estar ofendida.

Ranma sonrió mostrando los dientes.

—Akane.

—¿Qué quieres?

—Hace frío, ¿podemos continuar nuestra pequeña conversación adentro?

—No —respondió sin dudar.

El mentón de Ranma resbaló de su mano.

—¡¿Qué?!

—Que no vas a entrar en mi habitación.

—Pero…

—No.

Ranma entrecerró los ojos.

—¿Por qué?

Akane inclinó un poco el rostro y comenzó a jugar con los dedos sobre el borde de la ventana.

—No podemos…

—¿No podemos qué?

—Ranma, no te hagas, no voy a dejar que mi novio entre en mi habitación a estas horas de la noche.

—¿Y qué tiene de malo?

—¡Todavía no estamos casados, tonto! —contestó avergonzada.

—¿Qué?... Pero, un momento, Akane, ¿acaso crees que yo quiero…? —Perdió la voz a la vez que su rostro enrojeció desde las mejillas hasta la frente.

—No lo digas en voz alta o te mataré.

Ambos guardaron un incómodo silencio.

—Akane —susurró Ranma, intentando aclarar su voz—, qué imaginación tienes.

—Y tú eres un pervertido.

—¡Yo no soy…! —Se contuvo de responder sin pensar y respirando profundamente intentó aclarar las ideas—. Akane, pero si ya he entrado a tu habitación antes, muchas veces.

—Eso confirma lo pervertido que eres, intentando aprovecharte a la primera oportunidad.

—¿Akane?

Ella le sacó la lengua y se rio de la cara que puso. Ranma se sintió burlado.

—Así que era una broma.

Akane se puso seria.

—No era una broma, Ranma, no vas a entrar.

—Pues, para tu información, no había pensado en hacerte nada.

—¿Hacerme qué, Ranma? —preguntó Akane, retrocediendo el cuerpo, temerosa.

—Dije que nada, demonios, ¡nada! ¡Tú fuiste la que sacó el tema! —Ranma, en su frustración, se frotó la cabeza con ambas manos—. Akane, de verdad, me estoy congelando, ¿puedo entrar?

—No me importa y no, ya te lo dije. —Akane cruzó los brazos en un gesto de firmeza—. Eres mi novio y no puedo dejarte entrar a estas horas, porque podrías…

La voz de Akane se perdió en un murmullo ininteligible.

—¿Podría hacer qué, Akane?

—Tú lo sabes.

Ranma se sentó sobre las piernas, cruzó también los brazos e inclinó el cuerpo acercando su rostro al de Akane.

—No, no lo sé —le dijo casi en el oído—, dímelo tú.

Las mejillas de Akane se encendieron furiosamente. Evitó sus ojos, pero no hizo ningún nuevo intento por retroceder. Ranma se sonrió y acercó otro poco sus labios a la oreja de Akane.

—Akane —susurró—, no dejarías que tu novio se congele acá afuera, ¿verdad?

El aliento de Ranma le provocó a Akane un delicioso cosquilleo en la oreja, seguido por un irrefrenable escalofrío. Apretó los dientes.

—Ranma… —murmuró con la voz temblorosa.

—¿Sí, Akane?

—Espera aquí.

Akane dio un veloz paso atrás y le cerró la ventana en el rostro, justo cuando él quiso avanzar y sus labios dieron con el frío cristal. Ella regresó y la abrió tan rápido que no tuvo tiempo de reclamar, cuando le pasó un bulto enrollado que presionó contra su pecho.

—¿Qué es esto?

—Una manta —respondió Akane, todavía con el rostro acalorado—, para que te envuelvas.

—Pero…

—Cúbrete antes de que te enfermes.

Ranma parpadeó confundido, en especial por la honesta ingenuidad de la chica, que no dejaba lugar a dudas de que estaba hablando en serio. Masculló algunas protestas y, resignado, desenrolló la manta y la estiró, envolviendo su cuerpo con ella.

—¿Te sientes mejor ahora? —preguntó Akane un poco preocupada.

—Sí, eso creo —respondió de mala gana.

Ella sonrió encantada y se volvió a acomodar en el marco de la ventana, tiró de los bordes de su propia manta y se acercó hacia el lado de la ventana donde estaba Ranma.

Ranma se quedó acurrucado de piernas cruzadas, envuelto y con un gesto de frustración. De soslayo miró a la chica a su lado, que con una mano en el mentón lo parecía estar disfrutando, y mucho. ¿De eso se trataba, se estaba desquitando? No, era Akane, ella de seguro creía en lo que estaba diciendo, y entenderlo únicamente aumentó más su sentimiento de derrota.

—Akane, ¿de verdad no me vas a dejar entrar?

—Ya te lo expliqué.

—Pero antes me dejabas entrar.

—No te dejaba, tú entrabas sin avisar. Además, era distinto.

—¿Por qué?

—Porque ahora somos novios.

—Pero antes estábamos comprometidos.

—No juegues, Ranma, sabes muy bien que ese compromiso fue una tontería de nuestros padres, y antes éramos unos niños.

—Y ahora no, ¿eso quieres decir?

Ella se encogió de hombros.

—Ya tenemos veintidós, vamos a la universidad, no es lo mismo.

—Para mí sigue siendo lo mismo. —Se encogió de hombros—. Yo no he cambiado, tú tampoco has cambiado.

Akane meneó la cabeza. Ranma era terco, porfiaba siempre como un niño cuando quería tener la razón. Y a pesar de todo, eso también le gustaba a ella.

—Akane, ¿y si prometo por mi honor que no te haré nada?

—¿Quieres que ahora te responda con mi bokken?

—No, muchas gracias, me quedó bastante claro.

—Me alegro.

Pasaron un par de minutos sumidos en completo silencio, interrumpido por el eco lejano de algún automóvil al pasar.

—Hace frío.

—Lo sé, Ranma, es otoño.

Akane se acercó otro poco y se estiró para asomarse y tratar de recostar su cabeza en el brazo de Ranma. Éste, notándolo, suspiró resignado y se movió más hacia el centro de la ventana, quedando junto a ella, haciéndole más fácil que descansara en él.

Los sonidos de la ciudad se tornaron más y más lejanos. Las luces de las casas de alrededor comenzaron a menguar, como si el viento apagara las titilantes llamas de las velas, dejando iluminado únicamente el horizonte de luces que era la vista hacia el centro de edificios más altos. Pero allí, en un sector más residencial, el silencio lo impregnaba todo de secretos y suspiros. Las estrellas resplandecían en una noche particularmente clara y ambos parecían estar distraídos en ellas, o en sus propios pensamientos.

—Es una lástima, no se ven ni la mitad de bien que en la montaña —se quejó Ranma.

Akane asintió. Estaban más cerca ahora, con Ranma casi recostado en la entrada de la ventana y ella hundiendo la mejilla en su brazo.

—Es culpa de la contaminación lumínica de la ciudad.

—Espero que no se te ocurra darme una clase de eso ahora.

Ella respondió con una suave risa.

A Ranma le parecía extraño el silencio, estaba tan acostumbrado a las interrupciones que inconscientemente daba miradas hacia los costados, como si esperara que algo fuera a suceder en cualquier momento. Akane lo percibió, la tensión que parecía nunca abandonarlo. Torció un poco los labios preocupada y extendió su mano hacia el exterior. Ranma se sobresaltó un poco al sentir los dedos de Akane tirando de la manta a la altura de su manga.

—Está todo muy quieto, debe ser pasada la medianoche —dijo Akane, como fingiendo no darse cuenta de lo que hacía.

Ranma se sonrió y un poco avergonzado sacó su mano de debajo de la manta y estrechó la de Akane. Ella fue la que ahora se sobresaltó con el repentino contacto, en especial cuando los dedos de Ranma la forzaron a abrir los suyos, entrelazándolos.

—Sí, bastante. Es de no creerlo.

Ella no se resistió a tan íntimo contacto y se quedaron así, un buen rato con sus dedos entrelazados, mirando las estrellas.

—Podríamos… Si tú quieres… Quizás… Ir tú y yo un día a acampar —dijo Ranma, apenas reuniendo el valor para murmurar sus palabras—... juntos.

No obtuvo respuesta.

—Mmm… ¿Akane?

Al girar el rostro, descubrió a Akane durmiendo sobre su brazo. Su primera reacción fue la de querer despertarla, pero se abstuvo de hacer cualquier movimiento, incluso de hablar. Sus dedos estrecharon un poco más fuerte los de Akane, pero con delicadeza, para no lastimarla.

La brisa nocturna meció delicadamente los mechones del muchacho, también el cabello de Akane, que danzó sobre su rostro dormido. ¿Cuántas veces la había visto así? No pocas, pero era la primera vez que, sin apuros ni miedos de por medio, podía observarla con detenimiento. Tuvo fuertes deseos de acariciarla en la mejilla, pero su mano seguía enredada con la de ella.

Se quedó así, un buen rato mirándola en silencio.

Tenía tantos recuerdos, tantos pensamientos, tantos sentimientos agolpados en su corazón, que sería imposible narrarlos todos en una sola historia. Porque recopilaban una vida juntos y también una vida separados. Y una posible vida que, en su imaginación, comenzaba a crecer y a crecer, y a crecer…

Una extraña idea cruzó la mente de Ranma. Un deseo, o una ambición, la de poder ver ese rostro dormido cada día y cuando él lo quisiera.

—Akane —susurró—, ¿estás dormida?

No obtuvo respuesta.

—Boba, si seguimos aquí vamos a acabar resfriados.

Ella no respondió.

—¿Y si te tomo en brazos para llevarte a tu cama, cuenta como entrar en tu habitación o no?

Tampoco ella respondió. Su pequeño cuerpo se movía al compás de la suave respiración.

—Akane…

Apretó los dientes. Movió la cabeza de lado a lado. Ni siquiera así, sabiendo que ella no podía escucharlo, tenía el valor suficiente para poder decirlo. Le había costado años conseguir decirle que la amaba sin sentir que su cabeza estallaba en pedazos. ¿Y ahora, lucharía otros cinco o diez años más para decirle lo otro que tanto deseaba hacer desde el principio?

—A-Akane…

Trató, pero sus palabras se ahogaron en su garganta. Carraspeó suavemente.

—¿Sigues dormida?

Apretó los dientes. Parecía un idiota hablándole a pesar de que sabía que no podía escucharlo. ¿A qué le tenía miedo?

Respiró profundamente. Quizás, si lo intentaba ahora, cuando ella no podía responder, tal vez como una especie de entrenamiento, quizás…

Giró el rostro y lo alzó observando las estrellas. Si no la miraba sería más sencillo, a lo menos como una práctica. Para cuando fuera de verdad…

—Akane, ¿te casarías conmigo?

—Sí —respondió ella.

Ranma abrió los ojos y aterrado giró la cabeza lentamente. Akane estaba despierta y mirándolo de vuelta con una encantadora sonrisa en el rostro.

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Fin

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—¿Ahora sí me dejas entrar?

—No.

—Pero si ya estamos comprometidos… de nuevo.

—Pero no estamos casados… aún.

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Cuando supe de este divertido evento, organizado por la página de Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma, lamenté tener que restarme. Han sido tiempos muy duros en lo laboral, en especial para los que nos dedicamos a mantener nuestros pequeños negocios a flote, lo que me quita más que tiempo, concentración y paz mental. Los proyectos se siguen acumulando junto con mis historias pendientes de terminar, a las que vuelvo constantemente en mis desorganizadas sesiones de escritura. Créanme, no he olvidado ninguno de mis fics pendientes, viven conmigo siempre.

Sin embargo, de vez en cuando tengo un pequeño descanso gracias a la bendita terquedad de mi esposa Randuril, que nunca me permite darme por vencido y siempre inventa maneras de que siga escribiendo. A veces con pequeños desafíos maritales de escritura, ya han visto algunos resultados antes, pues producto de esos momentos es que hemos publicado varias cositas por ahí.

De igual manera fue gracias a un desafío de Randuril que escribí este oneshot, y ella me dijo que lo compartiera para participar, aunque sea con tan poquito, de esta fiesta del fandom. Y aquí está el resultado, espero no estarme oxidando demasiado y les haya gustado.

Gracias, muy en especial, por haberme invitado también al evento. Deseo, la próxima oportunidad, honrarles con una participación completa como se merecen.

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Nos vemos en la próxima conjunción de los astros, de una constelación lejana.

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Noham Theonaus