Tenía guardada esta breve historia que no sé porqué nunca llegó a ver la luz del sol. Hasta el día de hoy *guiño*
Disclaimer: Inazuma Eleven no me pertenece.
—¿Qué es lo que haces cuando te gusta alguien que no quieres que te guste?
Fudou no se arrepiente de hacer la pregunta sino hasta que esta termina de ser pronunciada y, una vez expuesta tal cual, se da cuenta de lo que acaba de implicar tan solo por hacerla. No es que conozca o siquiera se lleve demasiado con Kiyama, pero aún con la distancia real existente entre ambos, Fudou es lo suficientemente consciente del intelecto del hijo adoptivo de la todavía imponente familia Kira como para entender su mirada inquisitiva y empezar a sentirse sudando en lo que se pregunta si todavía sería posible para él desertar de la selección nipona y partir lo más pronto posible de la isla Liocott de vuelta a Japón.
Sin embargo, Fudou se ve en la obligación de acabar por admitir que, quizá, en ese momento se encuentra algo desesperado y de que, eso es parte de por lo que, incluso, espera con mucha paciencia por la respuesta, quedándose en un tranquilo silencio.
Hiroto no parece un mal chico, en general (no lo es, Fudou sabe que no pero no puede evitar ser un paranoico y hacer hasta lo imposible por desconfiar de hasta el tipo más ingenuo). Tampoco parece tonto (aunque habría que calcular el nivel de ingenuidad con el que contaba, que si era capaz de llevarse tan bien con alguien como Endou Mamoru era muy probable que resonara en algo de aquella ingenuidad que se cargaba el capitán siendo el mástil más firme que pudiera tener el barco en el que todos los integrantes de la selección japonesa iban montados). Y algo le decía que su mala suerte para acabar atrapado en las situaciones más ridículas iba muy bien acompañada de una discreta prudencia. Así que, suponía, que incluso si ese desliz suyo ya se había dado, podía contar con que Hiroto no fuera a estarlo contando a diestra y siniestra ni siquiera si llegara a ser interrogado como el testigo mandado a llamar en algún juicio cualquiera.
—Bueno, eso depende… —el pelirrojo comienza, e incluso si lo mira con curiosidad, a Fudou le tranquiliza que el otro no muestre intenciones de ir indagando demasiado ni de más al respecto y tan solo—, supongo que primero intentaría que me dejara de gustar, pero, pensarlo así, puede volverlo contraproducente...
Fudou no quita la mirada del balón con que hace dominadas mientras escucha, intentando fingir que aquello se trataba de nada además de una plática muy casual.
—Creo que... bueno, yo, empezaría por averiguar si le gusto a la persona que me gusta. Quizá, un poco, como, ¿intentar jugar con mis sentimientos…?
Tal respuesta lo saca de balance, confundiéndolo. —¿Cómo dices? —Y se atreve a observarlo en su perplejidad.
—Eh, sí, mira, como... —el rostro pálido de Kiyama Hiroto comienza a agarrar color en lo que se va atropellando sus propias palabras con otras más al acelerar, con prisa, antes de detenerse de forma abrupta para conseguir lograr explicarse—... como, averiguar por medio de coqueteos. ¿Me explico...? Jugando un poco con mis sentimien-...
—Ah. Ya. —Fudou atrapa el balón en sus manos, sin mirar siquiera—. Y yo que pensaba que eras más obtuso... —Con sorna, comenta en tanto decide empezar a alejarse, una sonrisa incrédula e irónica en partes iguales. Aquella respuesta le había dado una idea. Sí, ¿por qué no coquetear un poco con Kido y averiguar si le gustaba también? Hasta la fecha, no había hecho más que actuar en modo pasivo, confiando en su propio auto control, pero, ya se había dado cuenta de que eso tan solo lo hacia quedar mal parado; a veces (las peores), incluso como todo un tarado.
—¿Qué- Espera, obtuso dices... ¿qué? ¡Oye!
Escucha a Hiroto llamarlo y él tan solo se devuelve para mirarlo con poco interés. Una breve muestra de gratitud que el pelirrojo nunca llegaría a entender así.
—¡Entiendo el significado de eso! ¡Yo solo te estaba intentando ayudar!
Fudou continua a lo suyo, dándole la espalda, y, en una pausa, sonríe una de esas sonrisas tan suyas (irónicas, jocosas).
—¡Jamás pedí tu ayuda, obtuso!
Otra vez, una muestra de gratitud que Kiyama Hiroto nunca llegaría a entender (ni que Fudou Akio se molestaría en explicar).
