La mañana era fresca y el grupo se dirigía al pueblo vecino, era la aldea de las flores. El destino había sido fijado luego de que un viajero hablara de la aldea con Kagome, ella amaba escuchar a los aldeanos viajeros mientras que a Inuyasha lo fastidiaba de sobremanera y luego de insistirle de forma negativa a la mujer y a sus compañeros terminó accediendo a su solicitud.

Un estornudo en la miko alertó al hanyou así que dejo que su rata de fuego descansara en los hombros de la sacerdotisa. Miroku y Sango se miraban cómplices antes el gesto de Inuyasha, incluso Inuyasha no se percataba de lo sobreprotector que era con la mujer; entonces sonriendo para sus adentros y aclarándose la garganta estornudó, el semidemonio soltó un respingo y Sango lo miraba intentando por todos los medios no reírse ante la mala broma del monje.

-Inuyasha creo que también pesqué un resfriado - dijo con fingido malestar el monje, el hanyou bufó.

-keh! Miroku, no creas que soy tonto - soltó cruzándose de brazos - te conozco lo suficiente para saber que estás molestándome, mejor dile Sango que cuide de ti - lanzó de regreso Inuyasha quien estaba junto a Kagome, todavía reposaba sus garras cuidadosamente en los hombros de la pelinegra

-Oh Inuyasha pero es que ... - Sus palabras fueron cortadas con el filo de la velocidad del viento y en cuestión de un parpadeo Inuyasha lo tenía sujetado del cuello de forma juguetona pero con una ligera incomodidad.

-¿Que crees qué haces monje? - masculló el hanyou con un tic en su puño - puedo ver tus intenciones...

-Ya dile que te gusta - Interrumpió acorralando a su compañero solo con la intensa mirada azabache - ¿Le has confesado tus sentimientos? - continuaba analizando la clara vergüenza en el rostro de Inuyasha - Ya la besast... - El puño en su cabeza no se hizo esperar

-Estás loco!? Guarda silencio! - exclamo evidentemente sonrojado, para luego reír junto a Miroku

Las féminas veían con curiosidad lo que sucedía entre ellos, Shippo se mantenía cruzado de brazos satisfecho y sonriente por lo que sus orejitas de kitsune le permitían escuchar, Kagome miraba extrañada la situación mientras que Sango se limitaba a sonreír, ella intuía lo que podrían estar hablando pero era mejor no inmiscuirse en ese tema hasta que regresó la mirada a Kagome y la vio concentrada en algo o un lugar, entonces paseo su vista y acompaño a la miko con la mirada.

Frente a ellos estaba el pueblo de las flores, que se dejaba ver alegre gracias al bullicio de sus habitantes, al peculiar aroma que poseía le fascinaba a Kagome y a Sango, quienes lo miraban hipnotizadas.

-¡Inuyasha, Miroku! - llamo Sango obteniendo la atención que quería - Vámonos, hemos llegado.

-keh! - farfullo Inuyasha

-Hermosas mujeres, allá voy - suspiro el monje sintiéndose flotar de felicidad, todo su cansancio por la caminata de dos días se había esfumado con solo saberse en su destino, hasta que el golpe de una roca mortal lanzada por Sango lo regreso a su realidad - Pero Sanguito...

-Nada ¡nos vamos! Y mas le vale que se comporte como el monje que es - Regañaba a Miroku la mujer, sus tres compañeros lo miraban y sonreían, ellos nunca cambiarían.

Shippo descansaba en el hombro del monje y Kirara iba dormida en los brazos de Sango, conversaban amenamente mientras se dirigían colina abajo, Kagome y el peliplata caminaban con particular lentitud a causa de Inuyasha que se mostraba ligeramente incomodo con la decisión, la miko comprendió enseguida.

-¿Te sientes mal? - pregunto la miko sujetando el haori, sabia que él le confesaría lo que pasaba por su inquieta mente.

-Kagome...tu mejor que nadie sabe como detesto visitar las aldeas... - soltó deteniéndose, mirando por el rabillo del ojo como sus amigos se alejaban lentamente de ellos, la sacerdotisa de detuvo a pocos pasos de él.

-Inuyasha...

-Escucha, soy un monstruo para los humanos y estoy acostumbrado a que me vean de esa forma...

-Tú no eres un monstruo - Respondió la mujer con seguridad interrumpiendolo, el hanyou la miro cruzándose de brazos, dejando escapar un gruñido - Estás con nosotros y somos humanos...tu también lo eres...

-Lamento decepcionarte pero yo no soy un humano aunque tu creas que lo soy por ser un hanyou...detesto sus miradas compasivas y como se estremecen cuando intento acercarme para ayudar - dijo dolido, solo con Kagome podia sincerarse de la manera en que lo hacia, solo ella podia hacerlo sentir seguro, ella sonrió

-Para mi tu eres solo Inuyasha... en mi mundo serias un héroe de cuentos - sonrío con el pecho inflado de evidente emoción - Tu historia junto a tessaiga sería increíble, muchos niños amarían escucharla - confesaba imaginando lo fascinante que seria un cuento sobre el hanyou mas poderoso y humano de todos.

-Kagome creo que te has vuelto tonta - bromeo girándola y empujándola ligeramente sin soltarla - Mejor vamos con los chicos, solo por esta ves me quedare en el pueblo con ustedes, no quiero que te enfermes, pero que sea Miroku quien se encargue de todo.

-Miroku ya lo ha hecho - sonrío dejándose llevar - incluso a planeado un exorcismo, ya sabes como es el - respondía mientras una gota de incredulidad bajaba por su nuca

La pareja alcanzó a los chicos que los esperaban colina abajo; una vez que Inuyasha estuvo mas cómodo emocionalmente ingresaron al pueblo de las flores, un lugar nuevo, hermoso, alegre, lleno de anécdotas y de un bullicio en sus calles que contagiarían a cualquier forastero que caminara en los pasillos de sus calles.