Capítulo 6. Las 2 citas
-Ron, ayúdame.
Harry estaba desesperado. Acababan de salir de Adivinación y, mientras bajaban por la trampilla que conducía fuera del aula, decidió contarle su problema. Necesitaba la ayuda de su amigo.
-¿Qué pasa?
-Vamos por aquí y te cuento.
Lo llevó por un pasillo donde no había nadie, y mientras se dirigían a la siguiente clase de esa mañana le contó todo sobre la cita con Hermione.
-¿Me estás jodiendo?
-Espero que no te moleste -Harry lo miró de reojo-. ¿A ti acaso… Hermione…? Es decir…
-¿Qué si me gusta Hermione? ¡Para nada, amigo! Por mí fóllatela. Qué va.
Pero lo cierto es que el tono de voz de Ron dejaba lugar a dudas.
Harry decidió ir al grano:
-¿Qué hago, Ron? ¿Cómo hago para encontrarme con ella y no empezar a cagarme encima por la diarrea?
-Sí, eso sería terrible -dijo Ron, pero se le escapó una risita.
-¡No te rías! ¡Esto es serio!
-Sí, lo siento. Oye, vamos a hacer esto. -Ron se quedó pensativo unos instantes, y entonces asintió, como llegando a una conclusión.
-¿Qué? ¿Hacer qué? -dijo Harry, con desesperación.
-Sí, es la única forma… Es que tienes muchos problemas, Harry. En primer lugar, tú no sabes tener sexo.
-¡Exacto!
-Y tienes solo unas horas para aprender, o pasarás un momento de mierda con Hermione.
-¡Eso mismo me pasa! -asintió Harry, feliz de que alguien lo entendiera. Había hecho bien en contarle aquello a su mejor amigo.
-Por otro lado, también pasarás un momento de mierda si no vas a la cita con la otra chica, porque literalmente te cagarás encima por la diarrea -dijo Ron, sin poder contener otra risa.
-¡Vete a la mierda! -estalló Harry, furioso por la tomada de pelo.
-¡Perdón! Lo siento, lo siento -Ron trató de contener la risa-. Era solo una broma.
-Estoy tan estresado, no sé qué hacer.
-Ven, te llevaré al lugar indicado. Faltemos a clases, da igual.
-¿A dónde me llevarás?
-Yo no puedo ayudarte, porque tampoco tengo idea de sexo -dijo Ron-. Pero conozco a las personas indicadas. Confía en mí…
Cuando Fred y George abrieron la puerta de su dormitorio para recibirlos, un montón de humo blanco escapó al pasillo exterior. Harry apenas podía ver dentro del dormitorio por el humo. Empezó a toser.
-Vengan, entren rápido -dijo Fred, empujándolos dentro con brusquedad-. O el olor escapará al pasillo.
-¿Qué hay, hermanos? -los saludó Lee Jordan, sentado en una cama. El chico negro y con rastas de Gryffindor tenía los ojos totalmente rojos y asentía con una sonrisa extraña en el rostro. Tenía algo en la mano que lucía como un cigarro de marihuana.
-¿Se están drogando? -preguntó Ron, atónito.
-Cierra el pico, pendejo -dijo Fred, que también tenía los ojos un poco rojos, aunque no tanto como Lee-. Es un cigarro de snargaluff. Totalmente natural, nosotros mismos cortamos las hojas de la planta en el invernadero nueve. Si lo quemas tiene un efecto relajante, eso es todo. ¿Qué hacen aquí? ¿No deberían estar en clases?
-También ustedes -dijo Ron, tosiendo también por el fuerte olor del humo de snargaluff.
-Nosotros nunca vamos a clases -dijo George, encogiéndose de hombros-. ¿Cómo van los preparativos para tu cita de esta noche, Harry? -le sonrió, mientras Lee le pasaba el cigarro y le daba una pitada-. ¿Has pensado algo romántico ya?
-Sí, de eso se trata -respondió Ron por él-. Necesitamos su ayuda.
Explicó la situación de Harry, mientras este se iba poniendo más y más nervioso.
-No te preocupes, Harry -dijo Fred, cuando terminaron de escuchar-. ¿Eso es todo, entonces? No pasa nada. Pan comido.
-¿Pan comido? -dijo Harry, sin dar crédito a sus oídos-. Si cancelo la cita que me arreglaron ustedes, me cagaré encima durante mi cita con Hermione. No puedo cambiarle el horario a ninguna de las dos chicas, y de ninguna forma faltaré a la cita con Hermione. ¿Cómo haré para asistir a dos citas al mismo tiempo? Además, aunque de alguna forma lo lograra, no tengo idea de cómo tener sexo, y Hermione piensa que sí. ¿Qué tiene de pan comido? ¡Esto es un desastre! ¡Y en parte es culpa de ustedes!
-Wow, relax, hermano -murmuró Lee-. ¿Quieres fumar un poco de esta mierda? Te hará bien.
-No, gracias.
-Qué mal agradecido -comentó George, negando con la cabeza-. Tienes a dos chicas esperando por ti gracias a nosotros, Harry. Pero entiendo tus preocupaciones y vamos a ayudarte. No te preocupes.
-Sí, Harry, tranquilo -agregó Fred-. De verdad que no es nada. George y yo hemos sobrevivido a situaciones mil veces peores que esta, te lo aseguro.
-¿De verdad?
-Claro, amigo, somos expertos en cosas de mujeres. Una vez asistí a una cita con una chica que estaba enamorada de George diciéndole que yo era George. Me creyó, y luego de tener sexo le dije la verdad, que yo era Fred. Casi me mata. Así que George se hizo pasar por mí y fue a hablar con ella para reconciliarse y enamorarla. Tenían mucha química entre ellos, así que la chica quedó tan emocionada por las palabras de George haciéndose pasar por mí que creyó que acababa de enamorarse de mí ahora, cuando en realidad era George el que la estaba conquistando. Luego volví a verla fingiendo que era yo con el que había hablado antes, y dijo que ahora me amaba a mí. Tuvimos sexo de nuevo y entonces le dije la verdad, que era George con el que había hablado, no yo. Se enfureció tanto que me empujó por las escaleras de los dormitorios de las chicas totalmente desnudo, que para colmo se volvieron un tobogán. Caí desnudo en medio de la sala común. Por suerte era tarde y no había mucha gente, pero Colin Creevey y sus amiguitos me vieron correr desnudo hacia los dormitorios de los hombres mientras esta chica seguía tratando de lanzarme un maleficio aplasta-testículos por detrás.
Hubo unos instantes de silencio luego de que finalizara su anécdota.
-Impresionante -admitió Harry finalmente.
-Esto es lo que haremos -dijo George-. Tenemos la solución para el tema de que ambas citas sean al mismo tiempo, así que olvídate de eso.
-Pero, ¿cómo…?
-Dije que lo olvides -insistió George-. Vamos a centrarnos en lo importante: enseñarte a tener sexo.
-Yo no me ofreceré de voluntario -bromeó Lee, mientras Fred le pasaba de vuelta su cigarro y este lo apuntaba con la punta de su varita para encenderlo más.
-Empecemos por lo difícil -dijo Fred, yendo hasta su baúl y rebuscando en su interior-: Esto.
Sacó un paquete de algo que le lanzó a Harry. Este lo atrapó al vuelo y se quedó mirando qué era aquello.
-Condones -dijo Harry, asintiendo-. De acuerdo.
-Los magos no usamos condones, Fred -dijo Ron, como si estuviera explicando algo obvio.
-Sobre todo tú, porque eres virgen -le dijo Fred-. Escúchame, Harry. Es cierto, los magos no usamos condones. No somos susceptibles a las enfermedades de los muggles y, si una bruja queda embarazada, simplemente elimina el embarazo con un encantamiento muy simple que todas se saben. Así que nadie usa esto.
-Sí, papá solía decir que si no fuera por ese encantamiento en lugar de siete seríamos cuarenta -dijo George.
-¿Y para qué tienes esto en tu baúl? -dijo Harry, levantando el paquete de condones en alto.
-Porque no todas las chicas de Hogwarts son de familias de magos -explicó Fred-. Y te aseguro que las que vienen de familias muggle no estarán dispuestas a coger contigo si no te los pones.
-Son muy paranoicas al respecto -dijo George-. Así que será mejor que aprendas a usarlos si no quieres acabar siendo atacado con un encantamiento aplasta-testículos.
-Hermione es de familia muggle, así que no pierdas tiempo y aprende a ponértelos.
-De acuerdo… -Harry trató de abrir uno de los paquetes, pero no pudo-. Está súper difícil de abrir. ¿Cómo hago?
-Esto será más difícil de lo que creímos -murmuró George, lanzándole un vistazo a Fred.
Una hora después, y luego de ir al baño repetidas veces, Harry logró colocarse el condón.
-De acuerdo, ahora pasemos a la siguiente parte -comentó Fred, mientras Lee armaba un nuevo cigarro, ya que ya se habían acabado el anterior-. El calentamiento…
La tarde fue pasando en la habitación de Fred y George, mientras estos sacaban hojas de pergamino y dibujaban cuerpos de mujeres en ella, sacando flechas por todas partes y haciendo varios diagramas. Harry jamás hubiera pensado que el cuerpo de una mujer tuviera tantas cosas, estaba sintiéndose tan mareado que le dieron náuseas.
-Y por aquí está el "punto G" -decía George-. No es necesario que lo busques ahora. Es para cuando tengas más experiencia.
-Sí, ahora solo concéntrate en lo básico -decía Fred-. Cuando Hermione tenga las piernas así -señaló otro de sus diagramas-, será más fácil acceder al punto G.
-De hecho, con solo meter el dedo y hacer este movimiento, estarás tocándolo -agregó George, haciendo un movimiento con su dedo índice.
Ron miraba desde la cama más cercana, con el ceño fruncido.
-De acuerdo, creo que ya tengo suficiente información -dijo Harry, agobiado-. Dejémoslo aquí, chicos.
-Bien, creo que será suficiente para que Hermione piense que has hecho esto antes al menos unas tres veces -reflexionó George-. No olvides masturbarte antes de la cita, ¿vale?
-Sí, sí, vale.
-De otra forma, no durarás ni cinco minutos -dijo Fred-. No la primera vez. Es súper importante.
-De acuerdo.
Harry se paseaba por toda la habitación, tratando de ordenar su mente. Ya estaba oscureciendo. De pronto, se dio cuenta de algo terrible.
-¡Muchachos!
-¿Qué ocurre?
-¡Aun no sé cómo haré para solucionar el problema de las dos citas a la vez!
-Sí, solo han hablado de cómo tener sexo -dijo Ron-. Pero la idea era que ayudemos a Harry con el tema de las dos citas simultáneas.
-Nos hemos concentrado en lo verdaderamente importante -dijo Fred-, que es no quedar como un virgen delante de Hermione. Lo de las dos citas simultáneas es lo más sencillo de todo.
-Sí, eso será muy fácil -dijo George-. Nada más fácil que asistir a dos citas a la vez. Fred y yo lo hacemos todo el tiempo.
-Sí, solo tienes que decirle a tu gemelo que vaya a una y tú vas a la otra -explicó Fred.
Lee Jordan estalló en carcajadas. Ron y Harry se quedaron serios.
-¿De verdad? -dijo Harry-. ¿Esa es tu solución, Fred? -se estaba enfadando de nuevo-. Pues, por si no lo has notado, ¡yo no tengo un puto gemelo!
-Relájate, Harry, solo estamos bromeando.
-¿Y si tomas poción multijugos? -sugirió Ron-. Yo podría convertirme en ti e ir a una de las citas.
-Sí, ya lo pensé -dijo Harry-. Pero no funcionará, porque el encantamiento que me pusieron Fred y George no podrá ser burlado por esa poción. ¿Verdad?
-Sí, exacto -dijo George-. No puedes engañar a nuestro encantamiento. Debes ir tú a ambas citas, Harry. A menos que Ron vaya a la de Hermione, pero no creo que eso sea de tu interés, ¿no, galán?
-No -dijo Harry-. ¿Cómo hago entonces?
-Con esto.
Fred volvió a dirigirse a su baúl, buscó nuevamente en él y sacó un objeto dorado que colgaba de una cadena. Ron se incorporó en la cama, con los ojos abiertos como platos.
-No es posible…
-¿Tienen un giratiempos? -dijo Harry, boquiabierto.
-Wow… -añadió Ron.
-Estamos jugándonos el culo al darte esto, Harry -dijo Fred, mirando el objeto con mucho cariño-. Confiamos en que lo cuidarás con tu vida.
-Debes prometerlo -añadió George-. El giratiempos es nuestra posesión más valiosa. Fred y yo lo usamos todo el tiempo.
-Sí, solemos regresar al pasado y encontrarnos con nuestros "yo" del pasado para pasar el rato con ellos -explicó Fred-. Es increíble. Nunca habíamos experimentado qué se siente mirar a los ojos a una persona que luce idéntica a ti.
Lee volvió a reír con ganas.
-Ya te hemos confiado en el pasado otros de nuestros grandes tesoros, Harry, como el Mapa del Merodeador -dijo George, poniéndose serio-. Pero esto está a otro nivel. Será mejor que lo cuides con tu vida si no quieres morir. Y en cuanto acabes nos lo devuelves.
-No literalmente en cuanto acabes -bromeó Fred-. Puedes acurrucarte con Hermione un ratito primero -se rió.
-¿Cómo coño consiguieron un giratiempos? -preguntó Harry, tomando el dorado reloj de arena con mucho cuidado de las manos de Fred.
-De la misma forma en que conseguimos todos nuestros grandes tesoros -explicó George-. Lo robamos del despacho de un profesor.
-Sí, de McGonagall -dijo Fred-. El año pasado, antes de las vacaciones de verano.
Harry pensó a toda velocidad. O sea que ese giratiempos era el de Hermione, el mismo que ella había usado el año anterior y luego le había regresado a McGonagall al acabar el año escolar.
-No se dio cuenta de nada, porque pusimos una copia falsa que hicimos mediante magia en su lugar -explicó George-. Cada vez se nos da mejor crear copias falsas de objetos mágicos. Quedó igualito.
Harry pensó que Hermione sería expulsada si McGonagall o el Ministerio se enteraban de que lo que había devuelto era una copia falsa, pero decidió que no era el momento para plantearse aquello. En este momento, Harry necesitaba ese giratiempos.
-De acuerdo, entonces ya está solucionado -dijo Harry, colgándoselo al cuello-. Les prometo que lo cuidaré.
-Es importante que vayas primero a la cita de la chica de Ravenclaw -dijo Ron, desde la cama-. Así anularás el encantamiento de Fred y George, y luego cuando vuelvas al pasado no te cagarás en medio de la cita con Hermione.
-No, no es cierto -lo contradijo Fred-. No es así como funciona el giratiempos.
-¿Cómo que no? -discutió Ron.
-Si Harry sabe que luego de su cita con Hermione volverá al pasado para ir a la cita con la chica de Ravenclaw, entonces jamás se cagará en la cita con Hermione, aunque aun no haya vuelto al pasado.
-Exacto -dijo George-. Así funciona el viaje en el tiempo.
-¿Pero cómo coño es eso posible? -discutió Ron-. Si Harry aun no volvió al pasado, ¡entonces se cagará encima!
-No, porque al regresar al pasado yo ya cambié eso -le explicó Harry, de acuerdo con Fred y George-. Y por lo tanto ahora en el presente, aunque aún no haya vuelto al pasado, este momento de mi vida ya fue modificado por mi yo del futuro. Así es como funciona.
-Muy bien, Harry -dijo Fred-. Cualquiera diría que ya has viajado en el tiempo antes.
Harry y Ron compartieron una mirada de complicidad.
-Respecto a tu cita con la chica de Ravenclaw -dijo George-, recuerda que debe ser muy romántica para que el encantamiento funcione y no te dé la diarrea. Como mínimo una cena. También es importante que no te cruces con tu "yo" del pasado, sobre todo con Hermione allí presente, porque arruinarás la cita con ella. Así que esa otra cita tiene que ser en un lugar lo más lejos posible del baño de prefectos del quinto piso, donde te verás con Hermione. Y yo ya tengo el lugar perfecto para ti, Harry.
-¿Cuál?
-El carruaje de Beauxbatons.
-¿Cómo así?
-Hay un mito aquí en Hogwarts de que no puedes meterte en ese carruaje porque es privado de ellas, pero no es así -explicó Fred-. Ellas no tienen problemas en que los de Hogwarts vayamos a visitarlas. De hecho, les encanta. El carruaje es gigante por dentro, casi del tamaño de todo un piso de Hogwarts. Está aumentado mediante magia. Hay elfos domésticos por todas partes, y ni bien te ven te ofrecen ir al salón comedor y servirte la comida que quieras. La decoración es toda francesa y muy elegante. Es el lugar perfecto para una cita, y jamás te cruzarás con Hermione o con tu "yo" del pasado allí.
-¿Y por qué nadie de Hogwarts más que ustedes sabe que se puede ir ahí? -preguntó Ron-. ¿Por qué todos creen que el lugar está prohibido para nosotros?
-Porque nadie les entiende nada, Ron, ya que hablan en francés.
-Sí, pero con George nos hemos metido y lo hemos descubierto. Es el lugar perfecto para tu otra cita, Harry.
-Está bien -Harry intentaba recordar todo aquello, pero la información era tanta que sentía que su cerebro caería colapsado por el peso de todas las indicaciones.
-De acuerdo, manos a la obra -dijo George-. Tienes mucho que hacer, Harry. Debes bañarte, cambiarte, y no te olvides de masturbarte. Y también nosotros tenemos mucho que hacer. Hemos pasado toda la tarde con ustedes cuando se suponía que trabajaríamos en nuestros chascos.
-Sí, ya lárguense de aquí -dijo Fred.
-Gracias por todo -dijo Harry, mientras se marchaba con Ron.
-Cuando gustes, Harry -George le estrechó la mano con fuerza-. Suerte con eso. La primera vez es algo que recordarás para siempre. Ten, no te olvides los condones.
Le dio un paquete a Harry, que este se guardó en el bolsillo.
-Sí, es verdad -dijo Fred, mirando hacia el vacío con expresión soñadora-. Aún recuerdo mi primera vez, en un jacuzzi de Hogsmeade un sábado por la noche, con veinte prostitutas, botellas de cerveza de manteca por todos lados…
-Qué suerte para ti que la recuerdes -dijo George-. Yo ya no pude recordar más nada luego del sexto tequila.
-Adiós, mocosos -Fred les cerró la puerta en la cara.
…
A las nueve menos cinco, Harry ya estaba en el pasillo del quinto piso. Se había bañado, perfumado y puesto su mejor ropa muggle. Y entonces la vio: Hermione venía caminando hacia él por el extremo opuesto del pasillo, con una ropa muggle que le quedaba muy bonita, aunque bastante sobria, y con el peinado habitual. No parecía haberse preparado mucho, de hecho. Lucía como siempre.
Bien, pensó Harry, con alivio. Hubiera sido horrible que viniera más arreglada que yo. Me habría sentido más nervioso.
-Hola, Harry -lo saludó, sonriente, al llegar a él-. Me gusta tu ropa. ¿Acaso te has puesto perfume?
-Siempre uso perfume -mintió él, tratando de que no pareciera que se había preocupado demasiado. Tenía que aparentar normalidad, como si aquello fuera de lo más cotidiano para él. -¿Quieres que entremos?
Se refería al baño de prefectos, del que ya sabía la contraseña, pero Hermione, que asintió, empezó a caminar en sentido contrario. Confundido, Harry fue tras ella.
Hermione entró a un aula vacía cualquiera, que quedaba más allá de ese baño.
-Aquí estará bien. Podremos hablar tranquilos, sin que nadie nos oiga.
Harry entró tras ella, sin entender. ¿No irían al baño de prefectos? Quizás eso era demasiado apresurado. Tenía que calmarse, ir paso por paso. Fred había dicho que no se apresurara. Primero tenían que charlar y aclarar sus sentimientos mutuos, y luego irían al baño de prefectos para consumar sus emociones y hacer el amor.
Harry cerró la puerta del aula y caminó tras Hermione hasta el extremo más lejano de la entrada. Iba con calma, con las manos en los bolsillos, tratando de aparentar tranquilidad.
Esto no es nada, se repetí a sí mismo. Eres un galán, haces esto todo el tiempo. No estás nervioso. Esto es algo completamente normal para un galán como tú.
Trató de convencerse de todas esas mentiras mientras caminaba tras ella. El aula estaba vacía y la única luz eran unas pocas velas casi consumidas en la parte donde normalmente se sentaba el profesor. Casi a oscuras, se sentaron juntos en uno de los pupitres más apartados. Harry sintió que se ponía duro.
¡No! Pensó con desesperación. ¡Aun no, idiota! ¡Es demasiado pronto para que estés duro!
Y eso que se había masturbado no una sino dos veces antes de la cita, por las dudas.
-Aquí nadie nos oirá -le susurró Hermione.
La oscuridad parcial de esa aula, el crepitar tenue de las velas, y el hecho de estar sentado junto a ella en una zona tan íntima y apartada, ellos dos solos en medio de esa aula donde no había un alma… Su pene estaba firme y duro como una roca contra su pantalón. Pero lo bueno era que, con tanta oscuridad, Hermione no podía notarlo.
-Discutamos eso que me dijiste, entonces -dijo Harry, tratando de romper el hielo-. Decías que, anoche, te ocurrió algo…
-Sí -dijo Hermione, que también sonaba nerviosa, y ahora parecía haberse alegrado de que Harry iniciara la conversación.
-Y dijiste que fue algo que te gustó mucho… ¿verdad? -dijo Harry, que inconscientemente estaba tratando de que su voz sonara seductora, hablando casi en un susurro, como ella.
-Sí, de hecho… -Hermione respiró hondo-. Y tengo que discutirlo contigo, Harry, porque sé que tú has leído mi diario.
Aquella era la confirmación que Harry necesitaba. La que había estado esperando.
Este es el momento, pensó Harry, su corazón golpeando con fuerza contra su pecho. El momento de la confesión, de la verdad. Aquí nos diremos todo lo que nos pasa al uno por el otro.
-Es verdad -confesó Harry, asintiendo lentamente-. Lo leí.
-¡Lo sabía! -dijo ella, que lo miraba fijamente a los ojos-. Sabía que no podía haber olvidado aplicarle el encantamiento de sellado. ¡Jamás lo olvido! Y tú estabas sobre mi cama cuando entré al dormitorio.
Él no dijo nada más. No le pidió disculpas, porque no sintió que fuera necesario. Gracias a eso ahora estaban juntos, en esa cita. No había nada de qué disculparse.
-Ahora que lo leíste, sabes todos mis secretos -susurró Hermione en un hilo de voz, mientras lo miraba fijo a los ojos con la débil luz de las velas en sus preciosos ojos café-. Sabes cada detalle más íntimo de mí, de mi vida, de mis emociones… de mis pensamientos sexuales. De las cosas que me hacen pensar en sexo, que me hacen sentir deseo… que me ponen caliente…
El pene de Harry estaba tan duro que pensó que en cualquier momento rompería su pantalón por la presión. Hermione hablaba en un susurro totalmente seductivo, incluso más que el que había usado con él durante el desayuno. Parecía casi un gemido.
Harry pensó que, en verdad, él no sabía todos esos detalles, porque no había leído todo el diario. Solo la última página, de hecho. ¿Cuántas cosas privadas habría escrito Hermione allí? La idea solo lo ponía más y más caliente…
-Ahora sabes todo -finalizó Hermione, y lo tomó de la mano por debajo del pupitre. El corazón de Harry saltaba contra sus costillas, como un martillo golpeándolo duro en el pecho. -Y sabrás, porque es algo que he repetido miles de veces en ese diario, desde la página uno, quién es el chico que me vuelve loca, el chico que despierta todas esas fantasías en mí, el chico en el que pienso mientras me toco…
En verdad, Harry no había leído el nombre del chico en el diario, pero la forma en que Hermione lo tomaba de la mano bajo la mesa, la forma en la que lo miraba, y el hecho de que fuera obvio que él, Harry, la había querido espiar en la ducha la noche anterior, eran más que suficientes. Harry tenía que relajarse. Estaba a punto de perder su virginidad, y tenía que recordar las indicaciones de Fred y George. Tenía que calmarse, ir lento, respetar cada momento y no querer avanzar apresuradamente hacia el final.
La miró él también, tratando de lucir tan seductor, tranquilo y experimentado como fuera posible.
-Sí, Hermione -le dijo entonces, tratando de poner cara de hombre maduro-. Lo he leído todo.
Ella se mordió los labios unos instantes.
-¿Y qué piensas, Harry? ¿Es muy malo?
Él pensó con cuidado su respuesta.
-No hay absolutamente nada de malo -le dijo, negando con la cabeza-. Todo lo que sientes es normal, Hermione.
-¿De verdad no piensas mal de mí?
La pregunta le sonó algo extraña.
-Claro que no -le dijo-. ¿Por qué pensaría mal de ti? Yo también siento lo mismo que tú. Las mismas cosas.
Ella se quedó considerando esas palabras unos instantes. Le soltó la mano para acomodarse el cabello, pensativa.
-Es decir, sí, claro -le dijo-. Tú también tienes mi edad, Harry, y claro que te pasan las mismas cosas. Me refiero al deseo sexual, a tocarte... Pero, hablando específicamente del chico que puse en mi diario, el que me vuelve loca… ¿No crees que esté mal?
Harry sonrió, algo tonto.
-No, no creo que esté mal -le dijo, acomodándose el largo cabello él también y enfocando sus ojos verdes en ella.
-Me alegra tanto saber que piensas eso -dijo Hermione, sonriéndole ella también-. Por un momento pensé que te pondrías furioso.
Harry ahora estaba confundido. Frunció el ceño, mientras consideraba lo que Hermione acababa de decir.
-¿Furioso?
-¡Claro! -dijo ella, muy nerviosa-. Es decir, estamos hablando de tu enemigo de toda la vida, alguien que yo misma he fingido odiar desde hace años. Es mi más profundo secreto, y no sabía qué pensarías tú al enterarte de esto, ¡al enterarte de que estoy loca por Draco Malfoy!
