Capítulo 7. La chica de Ravenclaw

Miles de cosas pasaron por la cabeza de Harry en solo un segundo. Sintió ganas de reaccionar de cientos de formas distintas: enojándose, sorprendiéndose, sintiéndose un imbécil… Finalmente, optó por lo más sensato. Mantuvo su expresión inalterada, fingiendo normalidad, mientras trataba de acallar los gritos internos de su corazón. Y entonces, tan tranquilamente como pudo, luchando contra el fuego que lo quemaba por dentro, dijo:

-Por supuesto, Hermione. Tal como te decía recién, no pienso nada malo de ti. Claro que, te confieso, al principio me sorprendió un… un poco -le tembló la voz, traicionándolo-. Saber que estabas tan loca por… Bueno… por Malfoy.

Trató de que no se notaran sus sentimientos, pero era muy difícil. Ella lo miraba, sin decir nada.

-Pero luego pensé -continuó Harry, tratando de mantenerse en esa postura de sensatez-: Aquí no importa quién es o no es mi enemigo, porque no se trata de mí, se trata de Hermione. Y lo más importante es que ella sea feliz.

Ni él supo cómo consiguió decir esas palabras. Lo cierto es que, por dentro, lo que realmente quería era ponerse a gritar, totalmente sacado, cosas como "¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE TE GUSTE ESE ENFERMO DE MIERDA, ESE IDIOTA QUE ME HA HECHO LA VIDA IMPOSIBLE DESDE QUE PUSE UN PIE EN ESTE CASTILLO?! ¡¿CÓMO MIERDA PUEDE SER QUE ESTÉS LOCA POR LA PERSONA MÁS DETESTABLE DE TODO HOGWARTS?! ¿DE TODAS LAS PERSONAS QUE PODÍAS ELEGIR, DE VERDAD? ¿DRACO MALFOY? ¡MEJOR YA MÁTAME, HERMIONE! ¡MÁTAME DE UNA VEZ, LÁNZAME UN MALDITO MALEFICIO ASESINO Y ACABA CON MI DOLOR!"

Pero se tragó todas esas palabras, y en cambio, forzó un intento de sonrisa que solo le salió a medias.

-Ay, Harry… eres tan dulce -Hermione se había llevado las manos al pecho-. Por esto mismo no me molestó que leyeras mi diario. Si hubiera sido Ron me habría puesto furiosa, pero cuando me di cuenta de que lo debías haber leído tú… supe de inmediato que no se lo contarías a nadie, y que incluso era algo bueno, algo positivo, porque eres el único con la suficiente madurez para entender lo que me pasa por Draco sin reírte, sin molestarme… Ya sabes, como haría Ron, por ejemplo.

Revoleó los ojos y Harry asintió con esa sonrisa forzada, como insinuando que sabía exactamente a lo que se refería.

-Él jamás habría entendido -dijo Hermione-. Pero tú, Harry, tú eres tan buen amigo

Le tomó otra vez la mano, por debajo de la mesa. Pero, esta vez, Harry no estaba ni un poco emocionado por ello. Ni lo más mínimo. La palabra "amigo" seguía resonando en su cabeza. Su pene había perdido la erección con tanta rapidez como si le hubiesen puesto una foto de Crabbe desnudo ante los ojos.

-Y así fue que lo supe -siguió ella, continuando su inmundo discursito de amistad-. Supe que era algo muy, muy bueno que hubieras leído mi diario. Porque ahora contaría con tu ayuda. La ayuda que necesito en estos momentos. La ayuda de alguien maduro y comprensivo, de mi mejor amigo.

Oh, no… Pensó Harry, con horror. No solo lo dijo de nuevo, ¡sino que agregó el "mejor" delante de la palabra! Esto se está poniendo cada vez peor. ¡Por favor, ya mátame, Hermione!

Hermione continuó, yendo cada vez más y más lejos:

-Mi mamá me decía, "Hermione, debes tener amigas mujeres. Solo ellas podrán aconsejarte cuando seas adolescente y te pasen esas cosas de la adolescencia que nos pasan a todas las mujeres…" Pero yo le dije, "mamá, Harry y Ron son mis amigos, y sé que puedo contar con ellos para lo que sea". Y sabía que no me equivocaba. Bueno, quizás sí un poco con Ron, porque él es más… no sé como decirlo… más masculino. Pero tú…

-¿En qué puedo ayudarte? -la cortó Harry, al que ya se le había ido la sonrisa y la paciencia. Aquello de "más masculino" ya había cruzado una línea. Si Hermione quería mantener su amistad con Harry, tendría que cuidar muy bien sus próximas palabras…

-Verás, lo que siento por Draco viene desde hace rato. Desde primer año…

Hermione se enfrascó en un largo monólogo en el que le fue explicando a Harry con lujo de detalles todo lo que Malfoy la había atraído desde siempre. Cómo su actitud tan "masculina", "cool" y "atrevida" habían despertado en ella una atracción que jamás se había animado a compartir con nadie hasta ahora.

Harry apenas escuchaba. Su cerebro estaba semi-apagado. ¿Para esto había estado toda la tarde estudiando diagramas de cuerpos femeninos, mapas cuidadosamente dibujados por Fred y George sobre las zonas del cuerpo femenino que debía acariciar, besar y succionar? ¿Para esto había recurrido a tomar un giratiempos ilegal y realizar todo un complejo plan que le permitiera asistir a la cita con Hermione?

-…Es decir, sé que debo parecerte una tonta -decía Hermione ahora, completamente enfrascada en su discurso, sonriendo tontamente mientras su mirada estaba perdida en el techo del aula, seguramente pensando en Malfoy mientras hablaba-, pero es que él es el "chico malo", ¿me entiendes? Y no sé por qué, pero eso me… -le lanzó una mirada a Harry, sin dejar de sonreír, como evaluando si podía contarle aquello, y entonces continuó-. Me enciende tanto… ¿entiendes?

-Sí, claro, es perfectamente entendible -dijo él, hablando como un zombie, sin pensar realmente en lo que decía, y en cambio tratando de darle una respuesta adecuada para la conversación que estaban teniendo, esa maldita conversación de mierda-. Es algo muy común, en verdad. A todos nos atraen cosas distintas: a algunos chicos les atraen las chicas buenas, a algunas chicas los tipos malos…

-¡Exacto! -dijo Hermione, sin dejar de asentir-. Ay, Harry, estoy tan feliz de que me entiendas, de poder contar contigo para esto. Realmente necesitaba hablarlo con alguien.

Él asintió también, muy lentamente, con sus ojos apagados.

-Pero aún no te conté lo que me pasó ayer -dijo ella, tomando aliento-. Eso era lo principal de lo que quería hablarte.

-Sí -Harry arrugó el entrecejo-. ¿Qué pasó ayer, exactamente?

Realmente no entendía cómo Hermione no se había dado cuenta de que él había sido el que la quiso espiar. ¿Acaso ella pensaba…?

-Malfoy quiso espiarme mientras me bañaba -dijo ella entonces, como si le leyera la mente.

Harry se quedó en silencio, mirándola fijamente.

-Por supuesto -le dijo, asintiendo, como si aquello hiciera todo el sentido del mundo-. Malfoy quiso espiarte mientras te bañabas… Claro, eso es… Tiene mucho sentido, en verdad. Justamente, él es un "chico malo", como dices, y por eso… Pues, tiene mucho sentido que quisiera hacer algo así.

-¡Sí! ¡Es que tuvo que ser él! ¿Quién más si no? ¿Quién se atrevería a hacer algo tan malo, tan fuera de lugar? Es algo indecente, es una violación total a la intimidad, es…

Por la cara con la que lo decía, Hermione parecía pensar que era lo más maravilloso del mundo.

-Es algo que te encendió mucho, ¿verdad? -finalizó Harry, sin poder aguantar el comentario. Ella se ruborizó y miró hacia el suelo, aun sonriente.

-No imagino a otro chico que no sea él haciendo algo así -le dijo-. Jamás pensaría en que alguien decente, como no sé… como tú, pudiera querer hacer algo así.

Harry asintió de nuevo, muy nervioso.

-No, claro que no -le dijo-. Yo jamás espiaría a una chica en la ducha.

-¡Exacto! Porque no eres así, Harry, pero él…

-¿Dónde ocurrió? -preguntó Harry entonces, fingiendo interés por el tema.

-En la sala común. Sí, lo sé, sé lo que estás pensando. ¿Cómo hizo Malfoy para entrar en la sala común? Ay, Harry, no lo sé. Quizás es mi imaginación, que de tanto fantasear con él me hizo creer que era él. Pero vamos, Malfoy no tendrá problemas en meterse en una casa que no sea la suya. Podría robarle la contraseña a Neville en un segundo con un maleficio confundus. Y luego está el tema de que era invisible. Ya pensé en eso y llegué a una conclusión. No lo tomes a mal, Harry, pero tu padre pudo heredarte una capa para hacerse invisible y no creo que fuera tan adinerado como Lucius Malfoy. De seguro que a Draco le dieron cinco capas como la tuya, ¿no crees?

-Tiene perfecto sentido -dijo Harry, muy serio y destrozado por dentro-. Sí. Malfoy, siendo tan malvado, tan descarado, de seguro que habrá hecho todo eso sin que le tiemble el pulso, con una de las muchas capas de invisibilidad que le habrá regalado su padre.

Ni él entendía por qué estaba dándole rienda a la imaginación equivocada de Hermione. Supuso que la situación se le hacía tan indignante que el burlarse de ella en su cara, aunque ella no lo supiera, le provocaba cierta satisfacción.

-Sí… -ella se quedó pensativa-. Quise atraparlo. Le lancé un montón de maleficios aturdidores, pero los esquivó todos. Lo oía mientras huía de mí, por el pasillo del séptimo piso y luego escaleras abajo, seguramente volviendo a la sala común de Slytherin.

-Claro, habrá ido hacia allá -dijo Harry-. Y, por casualidad, no te quedaste despierta hasta tarde tratando de atraparlo, o esperando a ver si volvía, ¿verdad?

-No, claro que no, ¿por qué haría eso? -dijo ella, distraída-. Estaba claro que habría vuelto a su sala común, así que me fui a la cama de inmediato.

Harry cerró los ojos, tratando de reprimir las ganas de gritar. Es decir que se había quedado despierto hasta las tres de la mañana, evitando volver a la sala común demasiado pronto para no cruzársela, totalmente en vano.

-Bueno, supongo que eso significa que a él también le gustas -dijo finalmente-. Si te quiso espiar…

Ella pareció asustarse un poco ante esas palabras.

-¿De verdad lo crees, Harry? Es decir, podría estar totalmente equivocada. Quizás alguien más quiso espiarme, pero no lo sé. Es tan raro… ¿Por qué alguien más me trataría de espiar en la ducha? Pensé que él podría sentir alguna fijación extraña por mí. Ya sabes, yo soy la "sangre sucia" de la que se burla, y eso podría provocarle algún sentimiento de ese estilo por mí… Pero más allá de eso, no creo que yo le guste a nadie más. No soy tan bonita.

-Sí que lo eres.

-Gracias, pero no tienes por qué mentirme, Harry. En fin… Por dentro, muero de ganas de que haya sido él, para serte honesta. Ha encendido toda una nueva serie de fantasías en mí…

Harry no respondió. Negó lentamente con la cabeza, fingiendo que él también se preguntaba por la identidad del misterioso espía.

-Bueno, ya es tarde, será mejor que regresemos a la sala común -dijo ella, mirando la hora.

-Sí, tienes razón.

-Me ha gustado hablar contigo, Harry.

-Está bien. No hay problema.

Ella le sonrió y ambos se pusieron de pie. Harry ya había empezado a caminar hacia la salida cuando ella lo detuvo, tomándolo de la mano por detrás.

-Harry… ¿Crees que podrías ayudarme… con algo más?

Él se volvió hacia ella, esta vez con auténtica sorpresa.

-Sí, claro. ¿Con qué, Hermione?

-Te lo diré luego. Pero no le digas nada a Ron tampoco. Es solo entre tú y yo. ¿Podemos vernos mañana a esta misma hora, en este mismo pasillo?

Él lo pensó unos segundos y entonces asintió.

-Sí, claro. Luego me cuentas, entonces. No pasa nada.

Ella volvió a sonreír y salieron juntos al pasillo. Harry le inventó la excusa de que tenía que ir al baño y que luego iría para la sala común, para poder escapar de ella.

Se desearon las buenas noches y entonces Harry se puso a caminar solo por el pasillo del quinto piso, en la dirección contraria.

Qué decepción.

Se sentía tan, pero tan decepcionado, que tenía ganas de lanzar el giratiempos por la ventana más cercana y faltar a la cita con la chica de Ravenclaw. Aquello le había salido tan pero tan mal que de verdad no podía concebir lo mal que había salido. Jamás hubiera imaginado nada peor. Incluso hubiera preferido empezar a tener sexo con ella y sentir ganas de cagarse encima por la diarrea antes que esto. Cualquier cosa hubiera sido mejor que esto.

Tenía ganas de irse a algún otro lado, solo. De meterse en algún cuarto donde no hubiera nadie, a oscuras, y quedarse horas enteras allí, solo, mirando alguna pared, con la cabeza entre los brazos. No quería saber nada con la otra cita. Qué cosa tan horrible era volver al pasado: estaba obligado a hacerlo, porque no se había cagado encima, lo que significaba que ya había regresado al pasado, y por lo tanto ahora tenía que hacerlo para cumplir ciertamente con eso.

Pero tenía tan, tan pocas ganas…

Se metió en un armario de escobas y se encerró allí.

Ya hagamos esto de una vez, rápido, y luego me voy directo a la cama, pensó. Entonces sacó el giratiempos y le dio una vuelta.

Todo a su alrededor empezó a moverse, de forma extraña. No cambió nada dentro de ese cuarto de escobas, pero sintió algo extraño en su entorno, como si la luz que pasaba por debajo de la puerta cambiara y se moviera demasiado rápido…

De pronto, todo se detuvo. Miró la hora: Las nueve menos cinco. Había regresado al pasado.

Sacó la capa para hacerse invisible y se le puso. Salió del armario y empezó a caminar por el pasillo del quinto piso.

Casi se choca con Hermione, que venía caminando por allí.

Se pegó contra una pared y la vio pasar, entrecerrando los ojos con resentimiento. Allí iba ella, tan tranquila, a su encuentro con Harry, el que él pensaba que era una cita. Tan relajada y tranquila, afilando la daga en su bolsillo para luego sacarla en el momento apropiado y clavarla directo en su corazón…

Hermione dobló un recodo y se perdió de vista, y entonces Harry, invisible, caminó escaleras arriba hasta el sexto piso y luego hacia el pie de la torre Ravenclaw.

Cuando estuvo llegando, se quitó la capa.

A los pies de la escalera que conducía a la torre Ravenclaw había una sola persona, así que no había dudas de que tenía que ser ella, a pesar de que Harry jamás la había visto antes. La misteriosa chica que nadie conocía y de la que nadie había oído hablar jamás lo esperaba para la forzosa cita que ambos estarían obligados a mantener esa noche…

Entendió perfectamente por qué Fred y George habían dicho que era linda, aunque sin poder evitar cierto dejo de dudas. Se trataba de una chica de cabello rubio y desgreñado, cejas muy claras y ojos saltones, que llevaba unos pendientes extraños hechos de lo que parecían ser rábanos. Se había puesto un vestido amarillo lleno de lentejuelas que no parecía acomodarse a ninguna moda ni actual ni pasada que Harry hubiera visto. Aun así, si bien su aspecto causaba cierto impacto en una primera vista, al acercarse más Harry se dio cuenta de que, una vez asumida esa excentricidad inicial, era una chica muy, muy linda.

¿Cómo saldría aquello? La verdad es que ni le importaba. Aquella noche no podía ponerse peor, así que no tenía nada que perder, ni nada que ganar.

Por esto mismo, Harry no estaba ni un poco nervioso cuando llegó junto a ella. Se dio cuenta de que no recordaba su nombre. Ron se lo había dicho, pero ya lo había olvidado. ¿Lucía? ¿Luz? No… Entonces lo recordó. Luna. Luna Lovegood.

-Hola, Luna -la saludó, tendiéndole la mano.

Luna le sonrió y le estrechó la mano.

-Hola, Harry. No pensé que me conocieras. Bueno, seguro que no. Solo recordaste mi nombre, que te habrán dicho los hermanos de Ginny, ¿verdad?

-¿Conoces a Ginny?

-Claro, estamos en el mismo curso.

Harry se dio cuenta de que Ginny no había estado presente en el Gran Salón cuando Fred y George preguntaban a todo el mundo quién demonios era Luna Lovegood.

-Sí, bueno, estoy seguro de que te habré visto por los pasillos o en el Gran Salón alguna vez -mintió Harry, para hacer conversación.

-Desde luego, yo sé quién eres. Harry Potter -dijo ella-. Todos te conocen, claro.

Harry no sabía qué decir ante eso. Lo cierto es que nadie parecía conocerla a ella, porque le habían preguntado a todo el mundo y a nadie le sonaba el nombre de Luna Lovegood. Pero, ¿qué podía comentarle al respecto? Por lo que le dijo Fred más tarde, solo habían dado con ella luego de preguntar a varias personas de Ravenclaw y que una de ellas dijera: "Ahhh, debe ser Lunática Lovegood". Aquel apodo no parecía muy alentador, pero ahora entendía que debía tratarse de algo superficial, por la forma en que se vestía o aquellos extraños pendientes que llevaba.

-Debe ser genial ser famoso -dijo Luna, mirándolo con mucha curiosidad. Tenía un aire muy soñador y de abstracción en su mirada, parecido a como Lee Jordan lucía luego de fumarse dos cigarros de snargaluff.

-No tanto como crees -murmuró Harry-. Oye, lamento esto. Yo no quería jugar ese estúpido juego…

-Oh, por favor no te disculpes -dijo Luna rápidamente, adoptando una expresión distinta, como triste-. A mi me gustó la idea. De verdad, me emocioné mucho. Sé que quizás sea una obligación y nada más para ti venir a esta cita, pero yo estaba muy emocionada. Nunca antes tuve una cita. De hecho, nunca salgo a ningún lado. Siempre estoy sola. No tengo amigos.

La honestidad de la chica se le hizo brutal. Pensó que ninguna otra chica le habría dicho todo eso en tales circunstancias y en menos de un minuto de conversación. Así como él, Harry, se había sentido un perdedor con Hermione, pero había escondido todas sus emociones para no dañar su propia dignidad; pensó que cualquier otra persona habría escondido aquellas cosas, aunque fueran verdad.

De alguna forma, eso le generó una buena primera impresión de ella.

-Pues, ¿vamos entonces? -le dijo, tendiéndole la mano-. Preparé algo especial para la cita.

Y le sonrió. Luego de ese comentario, sintió la necesidad de hacerla sentir bien, de hacerla pasar un buen rato.

Luciendo muy feliz, Luna le tomó la mano y anduvieron juntos por el pasillo, hacia las escaleras más cercanas.

-¿A dónde vamos? -preguntó Luna-. Me preocupa un poco que nos castiguen por estar en los pasillos de noche. Sé que aun falta para la hora del toque de queda, pero…

-Ah, no te preocupes por eso -Harry rebuscó en el bolsillo de su abrigo-. Mira lo que tengo aquí.

Sacó la capa para hacerse invisible y se la mostró. Eso fue un error, comprendió poco después. Su intención había sido impresionarla un poco y usarla para evitar problemas, y además para evitar ser vistos por la versión del pasado de Hermione y de él mismo, que estarían en el quinto piso en ese momento; pero lo que acabó ocurriendo fue que Luna quedó tan fascinada que no dejó de hablar de la capa hasta que llegaron a los terrenos exteriores del castillo.

-…Y mi padre dijo que solo hay una capa para hacerse invisible en todo el mundo que es auténtica de verdad, y que fue pasada de generación en generación por Ignotus Peverell -decía la chica, mientras iban juntos por la explanada exterior, respirando el aire fresco de la noche, hacia el carruaje de Beauxbatons.

Todo lo que Luna decía parecía una ridiculez, pero a su vez le parecía divertido. Muchas cosas sonaban totalmente absurdas, pero era una chica divertida. No dejaba de tocar la tela de la capa y decir que era tan pero tan buena que, sin dudas, esa tenía que ser la capa de Ignotus Peverell que Harry había heredado de alguna forma. Lo que no tenía ningún sentido, por supuesto, pero decidió no discutírselo.

Llegaron al carruaje de Beauxbatons.

-Vaya… -dijo Luna, mirándolo muy impresionada-. ¿Aquí es la cita? ¿Cómo conseguiste que te permitan hacerla en el carruaje de Beauxbatons? Supongo que solo siendo Harry Potter puedes conseguir algo así, ¿verdad?

Harry no respondió. Se puso nervioso. Solo deseaba que Fred y George supieran lo que decían y que la idea de ir allí no hubiera sido una gran broma pesada, porque los mataría.

Sin embargo, en cuanto abrieron las enormes puertas ornamentadas de bronce, un elfo doméstico vestido con saco y corbata los recibió muy cortésmente, hablando en francés, por lo que no le entendieron nada; pero por sus gestos supieron que los estaba invitando a pasar.

-Gracias -dijo Harry.

-Muchas gracias, elfo -agregó Luna, sonriente.

El elfo los condujo por unos pasillos decorados con cuadros y estatuas. Era un lugar enorme, unas veinte veces del tamaño que parecía tener por fuera. Había salones gigantes que no tenían nada que envidiarle al Gran Salón de Hogwarts. Ahora Harry entendía por qué las chicas de Beauxbatons solían pasar la mayor parte del tiempo en su carruaje.

Se cruzaron a muchas de ellas, de hecho, mientras avanzaban tras el elfo. Harry temía que les dijeran algo, que les gritaran en francés o los miraran raro, pero todas les sonreían y los saludaban muy contentas.

-Oh, pog fin viene alguno de egllos por agquí -Harry oyó que una le decía a otra mientras les pasaban de largo.

El elfo tosió e hizo un esfuerzo por hablar inglés.

-Diculpen… monsieur et madame… ¿gustan de comegg?, o solo ils sont en chemin… quiero decigg… ¿O solo están ggde paso?

-Vamos a comer -dijo Harry-. Si tienen algún lugar lo más privado posible, por favor…

El elfo pareció tomarse la orden de Harry muy a pecho. Los llevó a una sala donde no había absolutamente nadie, pero que era bastante espaciosa, tenía algunas mesas y era totalmente elegante, con cuadros y tapices que aludían a magos y brujas franceses en las paredes, con una ostentosa alfombra y con una lámpara súper elegante colgando directo sobre su mesa. Al poco rato, aparecieron ante ellos unos veinte elfos domésticos sirviéndoles cualquier cosa que quisieran comer. Harry y Luna estaban solos en el restaurante francés más exclusivo y elegante del mundo, con toda la privacidad y comida que quisieran.

-Esto es increíble… -los ojos de Luna se salían de sus órbitas, incluso más de lo que ya era normal en ella.

Se pusieron a charlar mientras comían. De pronto, Harry descubrió que Luna tenía un buen sentido del humor. Lo hizo reír, y él a ella. Decía cosas muy absurdas y alocadas, que eran un tanto increíbles. Pero al mismo tiempo, cuanto más hablaba con ella más encontraba pequeñas cualidades en ella que iban haciendo que le cayera cada vez mejor. Como una caja misteriosa cerrada al mundo exterior, pero que al abrir iba entregando muchos tesoros.

Ambos charlaban prácticamente de cualquier cosa. Con Luna, no se sentía como estar "en una cita". No sentía nervios por lo que ella pudiera pensar de él, porque se dio cuenta de que a esa chica no le importaba una mierda lo que nadie pensara de ella, y no tenía miedo de decir todo lo que pensaba. Por lo tanto, él tampoco tenía por qué tenerlo.

Comieron hasta explotar, y tuvieron que insistirle a los elfos que no les trajeran más comida o explotarían. Al final aceptaron un postre cada uno, y luego de agradecerles mucho a todos se alejaron sencillamente caminando por el pasillo exterior de esa sala, atravesando el enorme carruaje.

-¡Mira eso, Harry! -dijo ella, señalando una decoración que colgaba de una pared, tomándolo del brazo-. Es hermosa. Esa clase de plantas son perfectas para los nargles.

Harry no tenía idea de lo que era un nargle, pero sonrió mientras miraba hacia allí.

-¡Bonne nuit! -les decían las chicas de Beauxbatons al cruzarlos por el pasillo, sonriendo y saludando. Harry supuso que estarían deseándoles buenas noches. Miró por un recodo y vio que muchas de las chicas iban hacia una habitación que tenía la puerta entreabierta, de la que salía mucho vapor…

Casi se le salen los ojos de las órbitas a él también cuando vio a una chica de Beauxbatons totalmente desnuda metiéndose en dicha sala, de espaldas a él. Comprendió que se estaban yendo a bañar, todas juntas, porque llevaban toallas y ropa limpia bajo el brazo. Quizás fuera porque se sentían en intimidad, siendo todas mujeres en ese carruaje, o quizás fuera simplemente porque en su cultura mágica no les molestaba el nudismo, pero lo cierto es que Harry vio a al menos tres de ellas pasar por el pasillo completamente desnudas hacia allí.

Harry se obligó a sí mismo a seguir de largo, a pesar de que sus pies querían detenerse y mirar aquello con más detenimiento. Sabía que Luna también las había visto y no quería quedar como un pervertido con ella. Pero lo cierto era que sus ojos habían girado hacia allí sin ningún tipo de control…

Lamentablemente, la escena quedó atrás muy pronto, y ahora Luna y él estaban caminando juntos por el recibidor del carruaje y hacia la salida.

-Ay, creo que algo me golpeó -Luna se masajeó el hombro.

-¿Estás bien?

-Sí, me habré chocado con algo -Luna miró alrededor. Siguieron caminando.

Un elfo les abrió la puerta y les hizo una profunda ovación. Harry y Luna le sonrieron, se despidieron y salieron a la oscura y fresca noche exterior.

-Mejor pongámonos la capa -Harry la pasó por sobre ambos, y entonces anduvieron juntos e invisibles por los terrenos de Hogwarts.

-Estoy muy llena -dijo Luna, que parecía haber pasado el mejor rato de su vida-. Fue tan lindo todo, Harry…

Lo tomó de la mano bajo la capa. Lo cierto era que habían estado charlando, comiendo, y el tiempo se le había pasado volando.

Había cierta química entre ellos, lo sentía. Sentía que Luna era alguien con quien era muy fácil hablar y decir cualquier cosa. Sentía que quería verla de nuevo. En ningún momento se había sentido incómodo. Todo había sido tan natural que Harry estaba sorprendido. Luna le caía excelente. De hecho, aunque parecía imposible, creía que esta chica había logrado lo que solo una hora atrás parecía imposible: aquella noche ya no era una decepción.

No. Ahora, esa noche había valido la pena. Volver al pasado había valido la pena. Aunque Hermione lo hubiera hecho sentir decepcionado y triste, Luna lo había cambiado todo.

Se sentaron juntos sobre un tronco caído cerca del linde del bosque prohibido. Seguían tomados de la mano, y se hizo un silencio que no fue incómodo. Ambos miraban hacia el cielo estrellado, sentados allí de la mano, dejando que el hermoso momento que acababan de vivir descansara sobre ellos.

Quizás nunca estuve destinado a perder mi virginidad con Hermione, después de todo, pensó Harry, sintiendo el tacto de la mano de Luna en la suya, y su pene endureciéndose al pensar en lo bonita que era ella, en lo mucho que se le antojaba tocarla, acariciarla... Quizás la vida estaba preparándome una sorpresa. Alguien más que no tenía idea de que existía, y que llegó para sorprenderme…

Recordó las palabras de Fred y George: El encantamiento que le habían aplicado al juego de parejas elegiría la mejor pareja para Harry, la mejor de todo el colegio.

¿Sería real? ¿Acaso Luna era la persona perfecta para Harry?

La miró de reojo, en ese silencio. Luna tenía unos labios hermosos, y se le antojaban tanto… Sentía tantos deseos de probarlos, de sentir su gusto…

Decidió seguir sus impulsos.

La noche era perfecta, el momento había sido perfecto, y Luna y él estaban sentados juntos en ese tronco caído, de la mano, bajo un cielo precioso.

Harry se volvió hacia ella y la miró fijamente. Ella le devolvió la mirada, con el brillo de la luna en sus ojos.

Y entonces, Harry se acercó a Luna para besarla en los labios.

-¿Qué haces? -Luna se alejó de él, abriendo los ojos exageradamente.

Harry se quedó allí, a medio camino, inmóvil. Le había corrido la cara.

-Pues… -no sabía qué decir. De pronto, se ruborizó completamente. Sintió que el rostro le ardía.

-Oh, no -dijo Luna, que también le había soltado la mano-. ¿Pensaste que… que yo…?

Harry se quería morir.

Por favor, trágame, tierra, pensó.

-Lo siento, Harry, pero no siento eso por ti -dijo Luna-. Lo pasé estupendo, no me entiendas mal. Pero creo que no estoy preparada para estar con un chico.

-Claro… -dijo él. Ya ni siquiera quería hablar. Solo quería que la tierra lo tragara y se lo llevara lejos de allí.

-Pensé que seríamos amigos -dijo Luna-. Mi sueño era tener un amigo.

-Un amigo -repitió Harry, asintiendo lentamente-. Claro, claro. Lo entiendo, no te preocupes.

-No es que no me gustes -siguió diciendo ella, como si pensara que era necesario dejarlo bien claro-. No eres feo, ni tienes nada malo.

-No tienes que explicarme nada, de verdad.

-Es que siento que eres el chico perfecto para tener como amigo, eso es todo.

Sí, parece que todas creen eso, pensó él, con fastidio.

-¿Qué me dices? -Luna le sonrió y le tendió una mano, recuperando su tono jovial-. ¿Amigos?

Harry reprimió los deseos más auténticos de su corazón: Irse de allí dejándola sola en el tronco de ese árbol, sin estrechar su mano ni responder a su estúpida propuesta de amistad. Pero, por segunda vez esa noche, se esforzó por reprimir sus deseos y dar la respuesta que requería la situación.

-Claro, Luna -dijo, forzando una sonrisa-. Amigos.

Un rato después, Harry se despidió de Luna a los pies de la escalera que subía a la sala común de Ravenclaw, luego de prometer que se verían de nuevo en la tarde en la biblioteca para estudiar y pasar "un rato de amigos". Ella salió de debajo de la capa para hacerse invisible y se perdió escaleras arriba. Harry estaba por volver a su habitación, cuando tuvo un plan.

Bueno, el verdadero plan era morir. Pero decidió mejor terminar la noche con el Plan B.

Se colocó la capa nuevamente y bajó otra vez hasta la planta baja, recorriendo todo el castillo a grandes zancadas. Llegó hasta los terrenos exteriores otra vez y anduvo hasta el carruaje de Beauxbatons.

Allí estaba de nuevo el enorme carruaje, estacionado en medio de la hierba. Sus ventanas estaban todas oscuras. Las chicas debían haberse acostado a dormir ya, todas ellas.

Sin embargo…

Harry tomó el giratiempos que aún colgaba de su cuello y le dio un pequeño giro. Uno muy, muy pequeño…

Las luces se fueron encendiendo en el carruaje de Beauxbatons, una tras otra. El lugar cobraba vida otra vez…

Harry anduvo hacia allí, oculto por la capa para hacerse invisible. No había retrocedido ni una hora en el tiempo, solo un pequeño rato, el suficiente.

Al entrar nuevamente al carruaje, oculto por la capa, vio algo totalmente extraño: Luna y él venían caminando hacia la salida, juntos. Harry pasó caminando por al lado de Luna y chocó con ella. No tanto por accidente, realmente.

-Ay, creo que algo me golpeó -Luna se masajeó el hombro.

-¿Estás bien? -preguntó el Harry del pasado.

-Sí, me habré chocado con algo -Luna miró alrededor, pero claro que no vio nada, porque el Harry del presente era invisible.

Mientras los Harry y Luna del pasado salían a la noche exterior, el Harry actual caminó por el pasillo del carruaje hasta que llegó al lugar que buscaba…

El vapor seguía saliendo por la puerta entreabierta. Las chicas de Beauxbatons seguían entrando a ese lugar, todas juntas.

Harry se ajustó la capa para hacerse invisible, respiró hondo y caminó hacia allí.

Fue un espectáculo visual impresionante: Casi todas las chicas de Beauxbatons estaban allí dentro, acomodando sus cosas, charlando, desvistiéndose… Había duchas contra las paredes, pero no tenían cortinas. Estaban allí, a la vista. Y todas juntas se desnudaron, se metieron bajo el agua caliente y se bañaron. Todas desnudas ante los ojos de Harry.

Pues, esta noche no salió como esperaba, pensó él, mientras miraba todos esos preciosos cuerpos desnudos. Todas eran hermosas, tenían pechos enormes y piernas fornidas. Todas tenían traseros grandes y marcados. Eran como un montón de modelos, todas juntas y desnudas para él. Sus ojos no sabían hacia dónde mirar, porque todo era bellísimo y todo lo calentaba y lo ponía durísimo. Pero algo es algo…

Mientras una chica rubia justo al lado de Harry empezaba a pasarse el jabón por sus enormes tetas desnudas, Harry sacó su pene fuera del pantalón y empezó a masturbarse.