Capítulo 8. La habilidad veela

Harry estaba en clase de Pociones. Mientras Snape hablaba como cotorra de cosas que a nadie le interesaban, sintió a Hermione tocarle el hombro.

-Harry, lo he estado pensando -le susurró la chica al oído-. Y ya no quiero que seamos amigos.

-¿Ah, no? -le respondió él, con el corazón latiendo rápidamente.

-No…

Hermione se puso de pie, pasó una pierna por encima suyo y se sentó arriba de Harry cruzando las piernas por la espalda de él. Quedaron enfrentados, el pecho de él tocando el de ella, ella sentada sobre él. Se miraron a los ojos.

-Quiero que me hagas el amor, Harry -susurró Hermione-. Aquí mismo, ahora. ¡Ya!

Harry empezó a desvestirla delante de toda la clase. Se besaron en los labios con fuego saliendo de sus gargantas, se arrancaron las túnicas a jirones y Harry metió su pene dentro de ella allí mismo, en plena clase, mientras Snape observaba con atención.

-¡Ohhhhhhh! -gemía Hermione, saltando encima de él completamente desnuda, con las piernas cerrándose en el respaldo de su silla, tras él, y sus pechos bailando desnudos ante su cara. Harry sabía perfectamente que aquello era un sueño, pero lo estaba sintiendo como si fuera real. -¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡No pares, Harry! ¡No pares! ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh!

Empezó a eyacular. El semen salía disparado dentro de ella mientras se abrazaban desnudos, Hermione moviendo sus caderas rítmicamente para acompañar la penetración.

-¡Oh, por Merlín! -gritó Harry, extasiado, sin cesar el movimiento de penetración, a pesar de que ya había acabado, sintiendo un orgasmo totalmente placentero.

Snape inclinó la cabeza un poco de lado mientras los observaba con mucho interés…

Harry despertó. Aun estaba oscuro. Aquello había sido un sueño, definitivamente. Lo que no era un sueño era el hecho de que había eyaculado. Eso había pasado en la vida real, y ahora sus calzones estaban empapados de semen.

-Maldición -se quejó, sentándose en la cama. Todos los demás en el dormitorio dormían.

Tomó ropa interior limpia de su baúl, una toalla y caminó en puntitas de pie fuera de la habitación y hacia la sala común, para darse un baño…

No pudo volverse a dormir. Cuando llegó la mañana, bajó al Gran Salón a desayunar, solo.

-Buenos días -saludó Fred pasando por su lado, con una sonrisa-. ¿Cómo fue ayer, galán?

-Luego te cuento -dijo este de mal humor, pasándole el giratiempos. Fred lo tomó y le dio una palmada en el hombro.

-¿No? No te preocupes, tendrás más suerte la próxima.

Siguió de largo y Harry empezó a engullir su desayuno con mala cara.

-Así que aquí estabas -había llegado Ron, que se sentó a su lado y empezó a comer de inmediato con ganas-. ¿Cóghmo tge fue agyyer?

Harry le explicó brevemente que ambas chicas habían querido ser sus amigas y nada más, a lo que Ron puso una expresión de dolor, como si acabara de recibir un golpe en las tripas. Esta vez tragó antes de hablar:

-Auch. Qué mal, amigo -también le dio una palmada en la espalda-. Tendrás más suerte la próxima.

-Sí, claro -farfulló él, sin entusiasmo.

Llegaron las lechuzas y Harry vio, sorprendido, que Hedwig se acercaba a él con una carta. ¿Qué sería eso? ¿Acaso Sirius…?

Abrió el sobre con rapidez y se encontró un pergamino color rosa escrito con una tinta que, como también era rosa, era muy difícil de leer. Supo de inmediato que ese no podía ser Sirius. La nota era extremadamente corta:

Hola, Harry

Perdón mi inglés si no bueno. Solo decirte que yo necesitar hablar con tú. Esta noche. Sé que yo y tú nunca hablar, pero ven a dormitorio mío, número 35 del carruaje Beauxbatons, a las nueve da noche.

Cariños,

Fleur Delacour.

Harry se quedó estupefacto, con la nota en la mano.

-¿Qué demonios…? -Ron acababa de leer la nota y se había quedado boquiabierto-. ¿Fleur Delacour? ¿Invitándote a su dormitorio?

-No es nada -dijo Harry de inmediato, guardando la nota en su bolsillo con rapidez y luciendo serio y desinteresado-. Seguramente quiere hablar del Torneo de los Tres Magos. Eso debe ser. De hecho, debe tratarse de alguna cosa aburridísima.

Siguió desayunando como si nada. Decidió que no iba a permitir que ninguna chica volviera a ilusionarlo nunca. ¿De qué servía sentir expectación y nervios ante cosas como esta, si luego solo iban a querer ser sus amigas? Definitivamente, Fleur no querría más que discutir alguna estupidez del torneo con él. Se habría enterado que él estuvo en el carruaje la noche anterior, con Luna, se acordó de su existencia y habrá recordado que necesitaba decirle algo. Eso sería todo. Fleur Delacour era una chica mayor, y aunque lo hubiera invitado a su dormitorio, cualquier fantasía al respecto no sería más que eso: una estúpida fantasía adolescente.

-Me invitó a su dormitorio porque allí estará a esa hora, estudiando cosas del torneo o algo así, nada más que por eso -concluyó, serio-. De cualquier forma, no puedo esta noche. No voy a ir.

Ron se quedó aún más boquiabierto.

-¿Me estás jodiendo? ¿Fleur Delacour te invita a su dormitorio y tú…?

-Sí, oíste bien -dijo Harry, que no sabía si su mal humor era por el doble fracaso de la noche anterior, por no haber dormido bien dos noches seguidas, o por ambas cosas-. Que me espere, porque no voy a ir nada. Ni siquiera le responderé, no tengo ganas.

Ron no daba crédito a sus oídos.

-¿Y qué tienes que hacer hoy a las nueve para no poder ir?

Harry se quedó comiendo, pensativo, sin responder.

-Luego te cuento.

-¿Puedo ir yo por ti? -preguntó Ron entonces.

-¿Cómo dices?

-Sí, claro. ¿Recuerdas que ayer hablábamos de usar poción multijugos? Pues resulta que Lee Jordan tenía un caldero lleno, me lo dijo en un momento mientras tú hablabas con Fred y George. Dice que es un experto en hacer esa poción. Podemos pedirle un poco, así me transformo en ti y voy a ver a Fleur.

Harry se encogió de hombros.

-Sí, claro, no tengo problemas -accedió-. Pero no te hagas ilusiones, Ron. Ya te digo que debe ser por alguna estupidez del torneo.

Sin embargo, Ron parecía muy ilusionado de poder ir él a la invitación de Fleur, disfrazado de Harry. Estuvo de muy buen humor todo el día y no dejaba de preguntarle a Harry cosas sobre mujeres y sobre sexo, por si se le había escapado algún detalle de lo que les habían enseñado Fred y George el día anterior. Parecía estar convencido de que Fleur había invitado a Harry a su dormitorio para follar, lo que no tenía ningún tipo de sentido.

Pobre Ron, pensaba Harry, mientras estaban en la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y Ron se le acercaba con dudas que le surgían sobre el cuerpo femenino. De verdad piensa que tiene chances con Fleur… Bah, que yo tengo chances.

En un momento, luego de la clase, Hermione enfiló sola hacia el castillo para asistir a Aritmancia, y él y Ron se quedaron atrás con los más rezagados, cerca de la cabaña de Hagrid.

-Ven, Ron -dijo Harry entonces, llevándose a su amigo a un lugar apartado cerca del linde del Bosque Prohibido. -Tengo que contarte algo que pasó ayer.

Sabía que Hermione le había pedido que no le contara aquello a Ron, pero no le importaba. Ella lo había decepcionado, y no le daba ningún remordimiento de conciencia traicionarla con eso. Así como ella necesitaba contar con Harry para compartir sus sentimientos por Malfoy, Harry necesitaba contar con Ron para compartir sus sentimientos por el hecho de que Hermione gustara de Malfoy. Necesitaba desahogar la ira que eso le producía con alguien. La ira, la indignación y el asco.

-Te contaré una cosa, pero Hermione no puede saber que te lo dije… -empezó Harry.

-Hola, Draco, ¿cómo estás?

Rita Skeeter sonrió con sus labios pintados de un rojo intenso mientras le guiñaba un ojo a Malfoy.

-Muy bien, Rita, ¿y tú?

-Excelente, ahora que sé que nuestro negocio finalmente va a cerrarse.

Estaban solos en los terrenos exteriores de Hogwarts, cerca de las verjas de entrada, rodeadas de columnas con cerdos alados.

-¿Tienes el oro, entonces?

-Aquí está -con una sonrisa que solo abarcaba la mitad de sus labios y que no alcanzaba su mirada, Malfoy alzó una bolsita de tela marrón atada con una cuerda-. Mil galleons.

Rita extendió la mano, pero Malfoy no le pasó la bolsa.

-Quiero verlas primero.

Ensanchando su sonrisa, Rita sacó de su bolsillo un manojo de fotografías. Pero ella tampoco se las dio, sino que se limitó a sostenerlas a una distancia prudente, de forma que Malfoy pudiera verlas, pero no tocarlas. Las fue pasando una a una, lentamente…

Malfoy no pudo ocultar su sorpresa. Aquello era mucho mejor de lo que había imaginado. Era increíble: Se veía claramente la cara de Potter y su cuerpo desnudo en movimiento mientras se masturbaba, con Katie Bell a escasos centímetros de distancia, también desnuda. Incluso se notaba la textura de la capa para hacerse invisible y Katie Bell se veía un poco difuminada a través de la tela. Pero llegaba a distinguirse claramente que era ella, y que se estaba duchando. Se entendía perfectamente la situación a través de las fotos: Potter tocándose mientras la miraba ducharse, sin que ella lo notara. Se podía ver que él tenía puesta esa capa de invisibilidad, y que por lo tanto ella no sabía que él estaba allí.

Rita había tomado esas fotografías con una cámara reducida mediante magia mientras volaba como un insecto dentro de la capa de Harry, con él allí. En una fotografía, incluso, se veía cómo Harry sacaba su pene fuera de la capa para acabar encima del trasero de Katie…

-Es perfecto -decía Malfoy, como hipnotizado por las fotografías-. Son perfectas… Rita, esto es una auténtica joya.

-Claro que lo es -dijo ella, guardándoselas en el bolsillo nuevamente, con cautela-. Soy una profesional, Draco.

-Tengo planes excelentes para estas fotos -dijo Malfoy, relamiéndose solo con la idea-. Potter deseará no haber nacido. Este será su fin. Adiós a sus artículos en El Profeta, a sus torneos internacionales, a ser "El Niño que Sobrevivió"… A partir de ahora, todos sabrán que gracias a mí, gracias a Draco Malfoy, la mentira de Potter se terminó. A partir de ahora, cuando alguien hable de él, solo lo conocerán como "El Adolescente Violador"… O, quizás, "El Depravado que Sobrevivió"… No… "El Depravado que…" Bueno, tengo que pensar la frase. No importa eso ahora.

Rita lo miraba con una expresión que parecía de lástima.

-Eres realmente malo con las frases, Draco. Podría prestarte mi pluma vuelapluma para que te ayude, pero eso te costará otros cincuenta galleons.

-Olvídalo. Ten, aquí está el oro. Necesito empezar con esto hoy mismo. A Potter le quedan solo unas horas en este castillo.

Malfoy le pasó la bolsita a Rita, que la abrió y empezó a contar el oro que había dentro. Mientras lo hacía, Malfoy no le quitaba la mirada de encima. Lucía nervioso.

De pronto, Rita dejó de contar. Arqueó una de sus cejas, al tiempo que su sonrisa se le borraba de la cara.

-¿Sabes qué, Draco? -dijo, dejando caer varias monedas a la bolsa y alzando una mirada distinta hacia él, una mirada mezcla de molestia y fastidio-. No puedes robarle a un ladrón. Es una lección que tienes que aprender.

-No sé de qué hablas -dijo Draco rápidamente, aunque la incomodidad en su rostro lo traicionaba.

Rita le lanzó la bolsa de regreso.

-¿De verdad creíste que no reconocería un montón de oro leprechaun? Desde el Mundial de Quidditch, todos los magos mediocres están tratando de hacer negocios con este oro falso. Solo los imbéciles caen en la trampa. Imagino que tú mismo habrás asistido al Mundial y lo habrás recogido del suelo.

Malfoy no dijo nada. Lucía incómodo y enfurecido, como si aquella situación fuera indigna para él. Pareció que quería argumentar algo, pero finalmente se quedó callado.

-Te daré una sola oportunidad más -dijo Rita-. Tengo otras personas a quienes puedo venderle estas fotos, ¿sabes? No solo la familia Bell. Se me ha ocurrido que Potter estaría muy interesado en pagar por ellas.

-¿Po… Potter? -Malfoy cerró los puños con tanta fuerza que se le pusieron blancos.

-Sí, por supuesto -dijo Rita-. A mí me da igual que él sea recordado como héroe o como depravado. Yo solo estoy aquí por el oro, muñeco, y los Malfoy no son los únicos con oro en el mundo mágico. He oído que James y Lily Potter tenían una pequeña fortuna familiar antes de morir, que de seguro le han heredado al muchacho. Potter no dudará en sacar un poco de su oro de Gringotts para asegurarse de que estas fotos no se hagan públicas. Querrá asegurarse de destruirlas él mismo…

-No… -Malfoy lucía al borde de la desesperación-. No puedes hacer eso. ¡NO PUEDES HACERLO!

Estaba perdiendo el control. Se le cayó la bolsa al suelo, y las monedas de oro leprechaun rodaron por el césped.

-Pues entonces consigue oro de verdad la próxima vez que me llames, Malfoy -Rita ya no lucía jovial, sino enfadada-. Y no me hagas perder el tiempo.

Empezó a caminar hacia las verjas, resuelta.

-Te doy cinco días, Malfoy. Si no consigues el oro, visitaré a Potter.

Dicho esto, se convirtió en un escarabajo y se perdió de vista.

Malfoy se quedó allí de pie, solo en medio del camino de grava que conducía hacia los campos escoceses y hacia Hogsmeade. Temblaba de pies a cabeza.

-¡NOOOOOO! -aulló, furioso, con los ojos enrojecidos y escupiendo mientras gritaba-. ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!

Empezó a caminar por los terrenos del castillo, solo, pateando la maleza y dándole puñetazos a los árboles. Estaba fuera de sí. Nunca había sentido tanta rabia en su vida.

No podía permitirlo... No podía permitir que Potter se librara de aquello. ¿Cómo que Potter tenía una pequeña fortuna heredada de sus padres? ¿Por qué nadie le había dicho aquello? ¿Acaso Potter estaba en mejor situación económica que él, que Draco Malfoy, que tenía que mendigarle el oro a su maldito padre, que seguía rehusándose a dárselo?

No podía dejar que Potter ganara. Era el momento de actuar. Tenía que conseguir el oro de la forma que fuera. De la que fuera…

Mientras caminaba por el linde del Bosque Prohibido, sumido en esos negros pensamientos, oyó algo. Se escondió tras unos árboles y aguzó el oído.

¿Acaso ese era…?

Sí. Era Potter. Estaba allí adelante, con el mugroso Weasley. El maldito hijo de puta de Potter estaba allí adelante, el objeto de toda su ira y su frustración. Si tan solo pudiera lanzarle un maleficio imperdonable sin correr el riesgo de ser expulsado… El imbécil hablaba con Weasley, los dos solos, de algo que tenía pinta de ser muy privado, porque no dejaban de mirar alrededor, procurando no ser oídos.

Draco se escondió entre los árboles y la maleza y se acercó hacia ellos lentamente, oculto por la vegetación del bosque, hasta que llegó lo suficientemente cerca para poder oír lo que hablaban esos dos.

-No puedo creerlo… -decía Weasley-. ¿Está enamorada de Draco Malfoy? ¿Hablas en serio?

Draco alzó ambas cejas, sorprendido. Parecía que acababa de llegar en el momento exacto para oír lo mejor de la conversación.

-Yo tampoco podía creerlo -decía Potter-. Pero sí, Hermione dice que toda la vida estuvo loca por él, desde primer año…

¿Estaba oyendo bien? ¿Eso era real? De pronto, la frustración se fue y una sonrisa se formó en la cara de Draco. ¿La asquerosa sangre impura estaba enamorada de él?

-Lo peor es que piensa que él fue el que la espió en la ducha anoche -decía Potter-. Se está inventando cosas. Cree que Malfoy podría sentir algo por ella también.

-¿Está loca? -decía Waesley, que no daba crédito a sus oídos.

Weasley, acabas de decir algo coherente por primera vez en tu vida, pensó Draco. No existe forma de que yo pueda sentir algo por la asquerosa sangre impura.

-De todas formas, quiere verme esta noche -decía Potter, que lucía fastidiado-. Y estoy seguro de que será para hablarme de él otra vez. Se pasará toda la noche hablándome de sus sentimientos ocultos por Malfoy. Recuerda, no puede saber que te lo dije. Es su más profundo secreto, y no quería que nadie más lo sepa…

Potter y Weasley se alejaron de allí, caminando hacia el castillo, y Draco ya no pudo oírlos.

Sin embargo, ya no necesitaba oírlos.

No necesitaba más.

Aquello había llegado como un regalo caído del cielo.

La sonrisa fue ampliándose más y más en la cara de Draco a medida que un plan se formaba en su mente. Un plan perfecto, mucho mejor que el del oro leprechaun.

-Esto es perfecto -susurró, oculto tras un árbol, mientras la idea se iba formando en su cabeza-. Con este plan, no solo conseguiré el oro, sino que Potter lo pondrá de su propio bolsillo. Él mismo será quien pague por su propia destrucción, sin saberlo…

Empezó a trazar las ideas en su mente, cada vez más fascinado por lo brillante que era el plan que se le había ocurrido con esta nueva y valiosa información.

-Claro que tendré que tocar a la estúpida sangre impura para lograrlo -susurraba en voz alta, totalmente abstraído, elaborando su malvado plan-. Pero no importa… No importa… Puedo hacer el sacrificio… Puedo revolcarme un poco con una sangre sucia si eso me sirve para lograr mis objetivos.

Empezó a reír, cada vez más convencido de su idea.

-Y al final, Potter y Granger se odiarán para siempre. Todo el mundo verá esas fotos… La vida de Potter quedará completamente destruida, y también la de Granger. Será excelente… Sí… Simplemente excelente…

Lleno de satisfacción, Malfoy sacó una manzana verde del bolsillo de su túnica y le dio un fuerte mordisco.

Había una sonrisa en su rostro.

-¿Seguro de esto?

Eran las nueve menos diez. Harry y Ron estaban en su dormitorio, solos. Ron tenía un frasco con una poción en su mano, y revolvía el interior con su varita.

-Podrías perderte de algo estupendo -dijo Ron.

Harry seguía convencido de que aquella nota de Fleur no era nada. Tampoco moría de ganas de ir a ver a Hermione para oírla hablar de Malfoy, pero incluso eso era mejor que ser decepcionado por tercera vez.

-Seguro -le dijo-, ya bébela.

La poción tenía un cabello de Harry, que este acababa de darle. Ron bebió un largo trago y de inmediato puso cara de asco.

-Había olvidado lo asqueroso que era esto -murmuró.

De a poco, las facciones de Ron fueron cambiando. Su pelo rojo se hizo negro, se le hizo una cicatriz en la frente… Y entonces se convirtió en Harry.

-Es como mirarse al espejo -dijo Harry, asombrado-. Tienes una hora, ¿verdad?

-Puedo tener más si quiero, solo debo llevarme el resto del frasco y beberlo allí -dijo Ron-. No veo nada. ¿Tienes otro par de anteojos?

-Sí, espera -Harry rebuscó en su baúl y le pasó unos viejos-. Aquí.

-Perfecto -dijo Ron, colocándoselos-. ¿Y has visto los condones?

La pregunta se le hizo tan extraña a Harry. Realmente sintió lástima por Ron. Le recordaba al antiguo Harry, a ese que se ilusionaba por la invitación de una chica, pensando que acabaría en sexo… ese viejo y antiguo Harry… del día anterior.

-Sí, aquí está el paquete que me habían dado Fred y George -dijo Harry, pasándoselos-. Pero recuerda…

-Sí, sí -dijo Ron, cansado de oír a Harry repetir lo mismo-. "Seguro que solo quiere hablar del torneo". Lo sé. Pero por las dudas.

-Bien. Vamos.

Salieron juntos del dormitorio, Harry bajo la capa para hacerse invisible, de forma que la gente en la sala común no viera a dos Harry bajando la escalera juntos, lo cual sin dudas parecería rarísimo.

El verdadero Harry se separó del Harry falso en el quinto piso.

-Nos vemos luego -dijo el real, bajo la capa para hacerse invisible-. Suerte.

-¡Nos vemos! -Ron bajó el resto del tramo hasta los terrenos exteriores, luciendo idéntico a Harry. Cuando iba por el vestíbulo, un niño de primer año se le acercó corriendo.

-¡Harry, Harry! Oye, mi hermanito me pidió un autógrafo tuyo, ¿crees que…?

-Piérdete, mocoso -dijo Ron, sin reparos, apartándolo de un empujón. Salió hacia la noche exterior, dejando al niño boquiabierto y el borde de las lágrimas tras él.

Ron caminó por los oscuros terrenos exteriores, en dirección al carruaje de Beauxbatons. Qué extraño se sentía estar en la piel de Harry… Nadie jamás en la vida le había pedido un autógrafo a él.

Cuando llegó al carruaje, un elfo doméstico le abrió la puerta.

-Hola -dijo Ron, pasándole de largo y mirando la nota rosada que Harry le había dado.

Habitación 35… Habitación 35… ¿Dónde será eso?

Finalmente, luego de recorrer todo el pasillo principal del carruaje tres veces, saludando sonriente a las chicas francesas que pasaban por su lado de vez en cuando, Ron encontró la habitación número 35 y llamó a la puerta.

Fleur le abrió, y Ron sintió que se ponía extremadamente nervioso.

Era bellísima. Su cabello rubio caía sobre su rostro que parecía tallado por los mismos ángeles. Sus ojos azul grisáceo resplandecían como lanzándole un hechizo maravilloso. Su cuerpo era tan perfecto que no parecía real… ¿Acaso era solo su aspecto lo que lo hacía sentir así, o era porque era en parte veela?

Sin poder creer que Harry hubiera rechazado pasar un momento a solas con esa belleza en su propio dormitorio, Ron levantó una mano, saludando.

-Haggry -dijo Fleur, invitándolo a pasar-. Entra.

Ron entró a la habitación. Era un dormitorio sencillo, con varias banderas de lo que parecía ser un equipo de Quidditch de Francia. ¿Cuál era? Ron era fanático del Quidditch, seguro no tardaría en descubrirlo…

-Mmm… Es la bandera del París Quidditch-Germain, ¿verdad?

-¡Oh, sí! -dijo Fleur, sonriendo por primera vez-. ¡Me encaggnta!

-Es un gran equipo -dijo Ron, asintiendo-. Han ganado casi todas las ligas francesas. Excepto el año pasado, pero no fue su culpa.

-¡Claggro que no! -dijo Fleur-. ¡No fue nuegstrra culpa, el árbitro echó al buscadoggr injustamente! ¿Cómo íbamos a ganagg sin buscadogg?

-Sí, el suplente siempre fue un desastre. Lo conozco, antes jugaba para la selección de Austria…

Ron pensó que Fleur le caía estupendo. Sabía de Quidditch, era una Campeona…

Qué mujer… Pensó, admirándola. Quién pudiera…

Luego de hablar de Quidditch unos diez minutos, Fleur decidió explicarle a quien creía que era Harry el motivo de su nota.

-Esuggcha, Haggy, tenemos que hablar.

-Sí, dime -Ron tomó asiento al borde de su cama-. ¿Qué ocurre?

Se dio cuenta de que no se sentía nervioso. El ser Harry eliminaba los nervios de una forma estupenda. Porque, si bien no haría quedar mal a su mejor amigo, no estaba siendo él mismo en ese momento. No estaba personalmente expuesto ante una posible situación vergonzosa.

-Sabes que soy paggte veela, ¿verdad? -dijo Fleur, sentándose a su lado en la cama. Ron tragó saliva. El hecho de que se sentara a su lado y mencionara esa característica suya lo ponía un tanto nervioso, a pesar de la poción multijugos.

-Sí, creo que he oído hablar… Es decir, creo que oí eso en algún lado.

-Pues bien -continuó Fleur, ahora mirándolo seriamente a los ojos-. Las veelas teneggmos varias características que nos diferencian de oggtras brujas, Haggrry.

-Sí, claro -dijo Ron, asintiendo, fingiendo sabiduría.

-Una de eggllas -dijo Fleur-, es que podemos vegg a través de encantamientos de invisibilidad. O, también, de capas para haceggse invisible.

Ron asintió de nuevo. No entendía por qué Fleur le contaba aquello.

Ella se quedó esperando alguna clase de reacción, pero al ver que el supuesto Harry no mostraba reacción alguna, añadió:

-Te he viggsto ayer, Harry -tenía sus ojos azules clavados en los suyos.

-Ahh -dijo Ron, fingiendo que entendía de lo que hablaba.

Sabía que ayer Harry había estado en ese carruaje, con Luna, pero no entendía por qué Fleur hablaba de una capa para hacerse invisible. Hasta donde sabía, Harry y Luna no habían entrado allí ocultos, porque, aparentemente, la gente de Beauxbatons amaba que los visitaran, pero nadie sabía aquello porque nadie les entendía el idioma.

-Eggres un muchacho sucio, Haggry

Una sonrisa se formó en los labios de Fleur, y ahora Ron quedó desconcertado. ¿De qué estaba hablando? Si Harry le había dicho que solo habían cenado con Luna allí, y nada más. Ella solo quiso ser su amiga. No creía que hubiera habido nada "sucio" pasando allí.

-Pogg supuesto, no le dije nada a las oggtras chicas -continuó Fleur-. Soy la única veela, así que ellas no te vieggron. He decidido encuggbrirte.

Ahora Ron ya no tenía dudas: Fleur estaba hablando de algo que él, Ron, no sabía. De algo que Harry había hecho allí la noche anterior, algo distinto a simplemente a cenar con Luna.

Asqueroso depravado hijo de tu madre, pensó Ron, preocupado por lo que pudiera hacer Fleur para tomar represalias. ¿Qué coño hiciste, Harry?

-Muchas gracias -dijo Ron, que no sabía ni qué decir.

-Lo entiendo, Haggry… Eggres adolescente. Sientes cambios en tu cueggpo. Necesitas liberarte, desahogarrr esos deseos sexuales…

Por lo visto, Harry había estado espiando chicas bajo su capa para hacerse invisible otra vez.

Qué maldito enfermo psicópata, pensó Ron, con desánimo. La buena noticia era que Fleur parecía entender, y lo había encubierto. Aquello podría haber sido un desastre para Harry… ¿Quién hubiera pensado que Fleur podía ver a través de capas de invisibilidad? Menos mal que él, Ron, había acudido al encuentro para aclarar las cosas con Fleur y salvarle la vida a su amigo. Ahora Harry tendría que agradecérselo para siempre.

-Sé que nosoggtras somos heggmosas y debemos calentarte mucho, Haggy -continuó Fleur-. Y he decidido que me gustaggría ayudarte a que pieggdas la virginidad. A que te haggas hombre, Haggy. Quieggo que te acuestes conmigo, ahogga mismo. De esa foggma, te ayudaré a que finalmente puedas liberagg todo ese estrés sexual que llevas dentrrro, con una peggsona real. Yo sé mucho sobre sexo, y te moggstraré todo lo que debes saber.

Ron se quedó de piedra.

Oh, por Merlín, pensó, pasmado. Cuando te cuente esto, Harry… Te arrepentirás por el resto de tu vida.

Ron no tenía idea de qué decir, así que simplemente dijo:

-De acuerdo.

Fleur asintió, apuntó su varita hacia la puerta y lanzó un hechizo que Ron no entendió. Supuso que sería alguno que trababa la puerta del dormitorio. Acto seguido, la chica tres años mayor que él apuntó su varita a las cortinas de la ventana, que se cerraron.

Entonces, ella se puso de pie delante de Ron, sin dejar de mirarlo con esa expresión de seriedad. Se llevó ambas manos a la cintura de la túnica azul que llevaba puesta y empezó a tirar hacia arriba, pasándosela por arriba de la cabeza…

Su cuerpo desnudo empezó a revelarse ante Ron: primero las piernas, hermosas, trabajadas. Luego vio su calzón, una tanga color gris claro y semitransparente… Y entonces su estómago desnudo, sus pechos gigantescos haciendo presión contra un sostén que hacía juego con el calzón…

Ron se puso nerviosísimo. Su pene estaba durísimo. No podía apartar los ojos del cuerpo de Fleur…

-Mademoiselle… -dejó escapar, boquiabierto.

Fleur sonrió, terminando de quitarse la túnica por encima de la cabeza.

-Sólo grrelájate, Haggy -dijo la chica, acercándose a él, más y más… -Yo me encaggdo de todo.

Ron sacó el paquete de condones de su bolsillo, y Fleur rió.

-Qué adoggable -dijo, tomando el paquete y mirándolo-. No necesggsitamos eggsto.

Lo arrojó lejos, y entonces se llevó las manos a la espalda, desabotonando su sostén.

Ron se quedó allí quieto, mirando los enormes pechos de Fleur.

Te arrepentirás para toda la vida, pensó entonces, y hasta sintió un poco de pena por Harry. Pero entonces decidió dejar esos sentimientos detrás y disfrutar de la función que estaba teniendo lugar ante sus ojos, porque el sostén de Fleur acababa de caer al suelo…