(parte 2)

El cielo estaba oscuro, a pesar de que apenas había pasado el mediodía. Había dejado de nevar, pero las espesas nubes cubrían todo. Habían encendido las luces de las farolas de la calle en Hogsmeade, esa Hogsmeade cubierta de nieve.

Malfoy caminaba lentamente por la nieve, sus zapatos hundiéndose y dejando sus huellas marcadas tras él. A su lado, iban Crabbe y Goyle. Había una sonrisa malévola en su pálido rostro. Su cabeza estaba cubierta por una gorra estilo rusa con orejeras largas.

-El plan marcha a la perfección -les dijo a sus amigos en voz baja-. Para el lunes todo habrá concluido, tendré el oro para pagarle a Rita, y luego Potter pasará la vergüenza de su vida y será expulsado del colegio y marginado de la sociedad mágica para siempre. Nivel "Cámara Secreta". Ya verán.

Goyle se rascaba una oreja, estrujándose las neuronas alrededor del plan de Malfoy.

-Oye, Draco -dijo-. ¿En qué parte de tu plan es que consigues los mil galleons?

-Sí, yo tampoco lo entiendo -admitió Crabbe. Como habían pasado por Honeydukes, tenía un nuevo arsenal de golosinas y chocolates en su mochila, y revolvía en ella tratando de decidir qué delicia comer a continuación.

-Ya lo verán -dijo Malfoy, misteriosamente, sin dejar de sonreír.

Se detuvieron a los pies de una casona antigua de esa calle del pueblo, y Malfoy rebuscó en su mochila, solo que en su caso no eran golosinas lo que buscaba.

-Miren esto -dijo entonces, sacando un trozo de pergamino que fue desdoblando, más y más. Crabbe y Goyle se arrimaron para observar: se trataba de una especie de mapa, no muy bien logrado, y no se entendía bien qué era lo que representaba.

-¿Qué es? -dijo Crabbe, llevándose a la boca un palito de regaliz.

-Un mapa -explicó Malfoy, en voz baja, mientras lo recorría con la mirada-. De Hogwarts y Hogsmeade.

-¿Esto es Hogwarts? -dijo Crabbe, inclinándose más para mirar. Lo cierto era que la forma mal dibujada apenas tenía un mínimo de parecido al castillo. Un tanto alejada de esta forma, había otra con calles que evidentemente representaba Hogsmeade.

-Sí, es Hogwarts -dijo Malfoy-. Es un mapa de Hogwarts y Hogsmeade que mi padre y sus amigos hicieron en sus épocas estudiantiles. Este verano decidió dármelo. Es una auténtica reliquia familiar. Lo llamaron El mapa de los sangre pura. Porque ningún mestizo podría hacerlo. No tienen la magia suficiente.

-Increíble -dijo Goyle, revolviéndose la mugre de la oreja con el dedo meñique-. Lo usarás para encontrar el camino de regreso al castillo, ¿verdad?

Malfoy miró a su amigo como si este fuese un idiota. Entonces recordó que su amigo era un idiota, y su expresión se normalizó.

-No, Goyle -explicó, calmadamente-. Hemos venido muchas veces a Hogsmeade y el camino de regreso es muy fácil. No se trata de eso.

-Ahhh…

-Verás, el mapa funciona si lo combinas con un encantamiento de rastreo. Le aplicas el encantamiento a la persona que quieras rastrear, y entonces…

Apuntó con el dedo a un único punto que había en todo el mapa, que estaba allí en Hogsmeade, a unas pocas cuadras de distancia de ellos, y tenía una leyenda que decía "Hermione Granger".

-Anoche, cuando estuve con ella, le apliqué el encantamiento -explicó Malfoy-. Con esta clase de magia, que mi padre está seguro de que nadie más ha logrado ni perfeccionado jamás, puedes ver la ubicación real de una persona… de a una por vez, porque no funciona con más de una… luego de aplicarle ese encantamiento de rastreo. Y entonces…

-Vaya, Draco, eres un genio -lo interrumpió Goyle, boquiabierto por la sorpresa-. Has encantado a Hermione Granger para convertirla en un punto de tinta y la has encerrado en este mapa para que viva dentro de sus páginas para toda la eternidad, y luego pedirás oro por el rescate y de esa forma conseguirás los mil galleons, ¿verdad?

Malfoy se quedó en silencio durante varios segundos.

-Olvídenlo -sacudió la cabeza-. Ustedes vayan a Cabeza de Puerco y espérenme allí, ¿está bien? Cuando termine, me reuniré con ustedes para contarles cómo me fue.

Se alejó de sus amigos, caminando solo mientras observaba el punto en su mapa, avanzando con determinación en la dirección en la que estaba Hermione.

La puerta de la casa de té de Madame Tudipié se abrió, haciendo sonar la campanilla que colgaba encima de esta. Aquel lugar era mucho más íntimo que Las Tres Escobas: cada mesa estaba cuidadosamente apartada de las otras y separada por plantas en macetas o algún otro elemento decorativo, de forma que las parejas que asistían gozaban de una mayor privacidad. Además, no había demasiada gente dentro. Todos sabían que aquel lugar era exclusivo para parejas que buscaban intimidad.

Cedric entró al local, muy nervioso. Se había puesto la capucha de la campera, a pesar de que ya no nevaba. Miró alrededor con cuidado y se la quitó, luego de asegurarse que nadie dentro lo hubiera reconocido.

-Buenas tardes -dijo una bruja rubia con rulos, de unos veinte años, acercándose a recibirlo-. ¿Desea una mesa para dos?

-Ya me están esperando, gracias -musitó él, sonriéndole cortésmente y pasando por su lado. Anduvo cabizbajo, buscando por las mesas con la mirada y tratando de tocarse la cara todo lo posible como una estrategia para taparse la cara y que nadie allí lo reconociera…

-¿No es ese Cedric Diggory? -dijo una voz suave, en una de las mesas. Ginny estaba sentada allí, y acababa de murmurarle aquello a Luna, que se sentaba frente a ella.

-Sí, creo que sí -respondió ella, mirando a Cedric de forma soñadora.

Cedric, que iba de espaldas a ellas, finalmente encontró la mesa que buscaba y se sentó enfrentado a Viktor Krum.

-Vaya, mira eso -susurró Ginny, en un tono de voz lo suficientemente bajo para que nadie pudiera oír-. Cedric con Krum.

-Qué increíble -comentó Luna, llevándose su té a los labios mientras los miraba con disimulo-. Me alegra que todos empiecen a ser abiertamente gays. Y dos Campeones, sobre todo.

-Sí, a mí también -Ginny sonrió, clavando ahora sus ojos castaños en Luna-. Gracias por venir conmigo aquí.

-Para nada -Luna le devolvió la sonrisa-. Gracias a ti por venir conmigo. Se siente casi como tener pareja.

-¿Cómo que casi? -Ginny se estiró para tomar su mano, por arriba de la mesa-. Tú eres mi pareja… ¿No es así?

-¿De… de verdad? -Luna parecía maravillada de oír aquello-. ¿Eso crees?

-Es decir, si tú quieres, claro.

-Sí, claro que quiero -Luna sonrió-. Quiero ser tu pareja.

Ambas se reclinaron hacia adelante, tomadas de la mano, y se dieron un tierno beso en los labios.

Krum había estado mirándolas de reojo, mientras recibía su té de las manos de la camarera rubia.

-Muchas grrracias -murmuró, haciéndole un gesto con la cabeza. Entonces se dirigió a Cedric. -¿Qué opinas, Cedric? Tú y yo… aquí…

-Wow, debo decir que esto es… -Cedric miraba alrededor, con los ojos muy abiertos. Parecía que aquello era demasiado para él. -No sé qué decir. Es todo tan rápido, ¿no es así?

Rió, pero su risa sonaba muy nerviosa. Todo el tiempo miraba alrededor, como preocupado de que alguien los viera.

Krum, en cambio, lo observaba fijamente a él, serio.

-Pues en mi tiegrra existe un dicho que dice: "el que tenga miedo de mogrirr, mejorr que no nazca".

Cedric volvió a lanzar su risa nerviosa, tomando un sorbo de su té.

-Bueno, pues, debes admitir que no es fácil, ¿no es así? Todo esto… Ya sabes… Estar aquí, públicamente, con… bueno, con un hombre.

Krum asintió, mientras lo miraba con la misma seriedad.

-Sí, es difícil, lo sé -comentó en voz baja-. Tampoco ha sido fácil pagrra mí, cuando tuve mi pgrrimerr novio… En mi tiegrra, son muy digsscrriminadores, ¿sabes? Pegrro me las he agrreglado. Y también deberrías tú. No temas ser quien eggrres.

-Hace calor aquí, ¿eh? -comentó Cedric, quitándose también la chaqueta de cuero negra que llevaba bajo la campera.

-Miggrra, allí -Krum señaló con la cabeza la mesa de Ginny y Luna, que se llegaba a ver entre medio de las hojas de unas plantas-. Migrra qué bien que egstán esas, juntas.

Cedric las miró, pasándose los dedos por el cabello, muy nervioso. Las dos chicas estaban besándose en ese momento, por encima de la mesa. Mientras las observaba, Cedric empezó a respirar muy nervioso.

-Es la hermana de Fred y George…

Cada vez parecía más y más nervioso.

-¿Egstás bien…?

-No… No -Cedric se puso de pie de un salto entonces. Miró a Krum con una expresión de temor, y entonces dijo: -Lo siento.

Y, acto seguido, se dio la vuelta y se marchó de allí, casi corriendo, sujetando su chaqueta y su campera bajo el brazo. No dio más explicaciones, ni dijo nada más. Solo eso. Solo un "lo siento" y luego se marchó hacia la fría tarde.

-¡Espegrra! -Krum se había puesto de pie también-. ¡Cedrrric!

Pero Cedric ya se había marchado, haciendo sonar la campanilla de nuevo.

-Hola.

-Buenas, niña.

-¿Me da uno de esos paquetes de cigarros de fresa?

Stan Shumpike, un adolescente con muchos granos en toda la cara, se reclinó hacia adelante para observar a la chica que le hablaba, atentamente. Era el dependiente de un kiosco de artículos varios en una pequeña esquina de Hogsmeade esos días, y la chica señalaba una vitrina llena de paquetes de cigarros de magos.

Stan lanzó una carcajada.

-¿Crees que soy idiota, niña? Se nota de aquí a Castelobruxo que no tienes edad para fumar.

-¿Podrías, solo por esta vez, venderme un paquete? -pidió Hermione, mirándolo fríamente.

Stan apuntó con el dedo a un cartel que decía La venta de cigarros está prohibida para menores de edad.

-He tenido un muy mal día… -empezó Hermione, pero entonces Stan la interrumpió.

-Oye, espera… -la miró atentamente-. Yo sé quién eres.

Hermione se horrorizó.

-¡Claro! ¡Eres la chica de la que todos hablan, Hermione Granger!

Hermione quedó boquiabierta. Aquello no podía ser cierto.

-He oído a al menos veinte clientes hablar de ti esta mañana -le dijo Stan, sonriéndole mientras mascaba chicle-. La puta Granger, decían.

-Te voy a meter esos cigarros por el…

-¡Oye! Yo no fui el que dijo esas cosas -se defendió él-. Solo estoy repitiendo lo que otros dicen. No es mi culpa que tengas fama de ser una cualquiera. Por algo será que lo dicen, ¿no es así?

Y empezó a reír a carcajadas. Hermione tenía ganas de sacar su varita y lanzarle un maleficio, pero se contuvo. En cambio, dijo:

-Sí, tienen razón… Es que sí soy muy fácil, ¿sabes?

Stan la miró de arriba abajo, ampliando su sonrisa.

-¿Ah, sí?

-Sí… -Hermione le sonrió de forma seductora-. Quizás, si me vendes uno de esos cigarros…

-Ya veo, ya veo… -murmuró Stan, relamiéndose los labios mientras le recorría todo el cuerpo con la mirada-. ¿Qué harás si te los vendo?

-Bueno, pues… -Hermione alzó ambas cejas, esbozando una sonrisita-. Déjame pasar allí atrás y te lo muestro.

Stan se puso más serio. Miró por encima de ella que no hubiera nadie pasando por allí, y entonces asintió, rápidamente.

-De acuerdo, niña. Pasa. Rápido.

Levantó el mostrador del kiosco, permitiéndole entrar a la parte del vendedor. Hermione se metió allí y observó cómo Stan abría la vitrina de los cigarros y sacaba un paquete con sabor a fresa.

-Muy bien… -dijo el adolescente, sonriendo y llevándose las manos al cinturón de su pantalón de jean. Se lo empezó a desabrochar-. Arrodíllate ahí, amiguita…

Hermione entonces cambió su expresión, pasando de fingida sensualidad a una ferocidad atroz.

-Mejor tú arrodíllate, pedazo de grasiento infeliz.

Hermione le dio un rodillazo en medio de las bolas con todas sus fuerzas.

-¡AAAAAAAYYYYYYY! -chilló Stan, cayendo al suelo de rodillas mientras se sujetaba los testículos y gemía de dolor.

Hermione cogió el paquete de cigarros, pasó por debajo del mostrador otra vez y se marchó de allí.

-¡Son catorce knuts! -se oyó el grito de Stan tras ella, aun gimiendo de dolor, pero Hermione se fue sin pagárselos.

Se alejó por las calles de Hogsmeade, sola. Era todo lo que quería en ese momento. Pasear sola por las calles, sin que nadie la molestara. Caminó hasta llegar a la orilla del Lago Negro del lado del pueblo mágico, la orilla opuesta a Hogwarts. Y pensar que solo cuatro años atrás cruzaba ese lago por primera vez para ir al castillo en unos botes, tan inocente… Ahora, en cambio, todos la conocían como la puta Granger.

Y todo, ¿por qué? Por haber perdido la virginidad, literalmente dos días atrás.

Eran todos tan inmaduros. Tan estúpidos. Tan imbéciles…

Todos. Nadie se salvaba. Harry, Ron… Todos eran iguales… Unos completos idiotas.

Sacó el paquete de cigarros del bolsillo y lo abrió. Ni ella sabía de dónde había venido ese impulso por fumar, pero de pronto sintió que quería hacerlo. Era la clase de imagen que uno hubiera esperado de la puta Granger, ¿verdad? Fumando a orillas del lago, sola, luego de salir del cabaret donde se había acostado con unos cincuenta magos, todos gordos y calvos…

Mientras pensaba en eso, amargada y triste, se dio cuenta de que no tenía fuego.

Sintió ganas de reír. Todo ese esfuerzo en engañar a Stan había sido en vano, porque no tenía encendedor.

Se quedó allí, con su cigarro apagado en la boca, observando las negras aguas del lago, negras como su corazón.

Y entonces…

Una luz se encendió a su lado.

Hermione giró el rostro y se encontró cara a cara con Draco Malfoy. El chico de Slytherin no solo la había encontrado allí, en esa perdida orilla del lago en medio de la nada, colina abajo y lejos de todo el mundo y de las calles del pueblo; sino que su brazo estaba extendido hacia ella y en la mano llevaba un encendedor prendido.

-¿Fuego? -le preguntó, mirándola fijamente.

Sin quitarle la mirada de encima, Hermione acercó su cigarro al fuego de Malfoy, dio una pitada y este se encendió.

-Gracias -murmuró, aspirando el aroma a fresa y largando el humo.

Sin embargo, luego de eso comenzó a toser, estropeando un poco el momento.

Malfoy sonrió.

-¿Me convidas uno? Solo traía el encendedor, pero no tengo cigarros.

-Sí, toma.

Hermione le pasó un cigarro. Volvió a mirar hacia adelante. Los dos se pusieron a fumar juntos, mientras observaban las ondas que se formaban en la superficie del Lago Negro al ser empujado por el viento hacia la orilla. A lo lejos, tras el agua, se alzaba el castillo de Hogwarts, imponente y con sus luces brillando en medio de la oscuridad, allí en la distancia.

Ese castillo que alguna vez le había parecido hermoso, pero que hoy era un infierno. Un inferno donde tendría que vivir todos los próximos días, siendo la puta Granger. Enfrentando aquello completamente sola…

-Supongo que has venido a ver si tengo turnos disponibles, o algo así -murmuró Hermione, con la mirada perdida a lo lejos-. Para coger.

-¿Qué? -el tono de Malfoy pareció de auténtica sorpresa.

-No te hagas. Ya sabrás lo que todos andan diciendo de mí.

-No… No he oído nada… Tampoco me importa si alguien dice algo de ti. O de mí. Me da igual lo que piense la gente.

-Sí, claro…

Hubo un breve silencio.

-Entonces, ¿no te has enterado?

-No.

-Quizás te lo diga, ¿sabes? Así puedes reunirte con tus amigos de Slytherin a planear cómo burlarte de mí en todas las clases de esta semana. Si te lo cuento ahora, tendrás el resto del sábado para organizarlo todo.

Malfoy le dio una pitada a su cigarro y lanzó el humo, pensativo.

-¿Sabes, Hermione? No soy lo que tú crees.

-Sí, claro -repitió ella.

-Es decir, sí, sé que he sido una mierda contigo y con tus amigos. No negaré eso. Pero creo que no entiendes lo que me pasa en el fondo.

Hermione se volvió hacia él.

-¿Y qué es lo que te pasa en el fondo?

-¿Qué no es obvio? -dijo Malfoy-. ¿Por qué crees que te espiaba en la ducha? ¿Por qué crees que ayer fui allí, contigo…?

-No lo sé… ¿Porque ya habías oído los rumores, y querías ver por ti mismo qué tan puta soy? Supongo que te funcionó, después de todo.

-No he oído ningunos rumores. Y no creo que seas ninguna puta. Y hace meses que estoy espiándote, ¿sabes?

-Vaya, qué alivio, Malfoy. Saber que me espías mientras me ducho hace meses es tan tranquilizador… Ahora sí que me siento tranquila contigo.

Malfoy rió.

-Solo trato de explicarte que no ha tenido nada que ver con lo que sea que estén diciendo de ti…

-Dicen que soy una puta porque me cogí a Harry Potter -dijo Hermione, mirándolo seriamente. Malfoy se quedó serio de súbito. Había auténtica sorpresa en su rostro. Hermione se dio cuenta de que él no sabía nada. -¿Qué te parece eso?

-Pues… me parece una estupidez -Malfoy le dio otro pitido al cigarro, sin quitarle los ojos de encima-. Algo infantil… Todos nosotros estamos dejando de ser vírgenes a esta edad… Eso no nos hace ser nada de lo que te hayan dicho…

-Pues mucha gente, en especial los de tu casa, creen que eso me hace una puta.

-Porque son unos pobres infelices que aún no han perdido la virginidad ellos mismos, y se burlan de lo que no comprenden porque es más fácil que admitir que ellos aún no están preparados, porque no son lo suficientemente maduros -dijo Malfoy, encogiéndose de hombros-. Yo tengo mucha experiencia, ¿sabes? Así que, en todo caso, deberían criticarme mucho más a mí que a ti…

A Hermione no se le escapó esa confesión de Malfoy. Mucha experiencia…

-No seas absurdo… Tú eres hombre, es diferente.

-Infantiles y también machistas, entonces -dijo él, encogiéndose de hombros de nuevo.

Hermione volvió a mirar al lago, frunciendo el ceño.

-¿De verdad esperas que me crea esto, Malfoy?

-No sé de qué hablas.

-Todo esto. Esta nueva persona tuya, o lo que sea que es.

-Soy el de siempre, esto no es nada nuevo.

-Pura mierda. Es totalmente nuevo. Estás fingiendo que tienes alguna clase de madurez que ambos sabemos que en verdad no tienes.

-Es lo que trataba de decirte… -Malfoy suspiró y miró hacia la distancia, en el horizonte-. ¿Nunca te ha pasado que te gusta alguien… y entonces actúas como un idiota? ¿Y no sabes por qué lo haces?

Hermione no dijo nada de inmediato. Luego de un largo silencio, dijo:

-¿Qué intentas decirme?

-Lo de anoche cambió todo, eso trato de decirte.

Ahora la miraba a ella de nuevo, y Hermione respiraba más agitada. La conversación había llegado al punto que ella había temido, y la tensión se sentía en el frío aire de la tarde.

-Lo de anoche fue un error -susurró Hermione-. Solo otra equivocación más en mi camino.

-Me duele que digas eso -dijo Malfoy-. Pensé que Hermione Granger era una chica auténtica y honesta consigo misma, la clase de persona a la que le importa un bledo lo que digan los demás… No la clase de persona que trata de cambiar lo que piensa y siente en base a los comentarios de otros…

-No sé que tratas de decirme, Malfoy…

-Trato de decirte que anoche no fue un error, y que tú no eres una puta, y que a nadie con un poco de cerebro le importará qué cosas hayas hecho con quién. Yo tengo cerebro, por ejemplo, y por lo tanto lo único que me importa es que me gustas, Hermione…

Otro silencio largo.

-Me gustas, y no quiero que te alejes de mí por lo que sea que los idiotas andan diciendo…

Todo aquello le salió casi con honestidad, tenía que admitirse a él mismo. Al menos, era auténtica la ira que le provocaba aquello que estaba enterándose que había pasado. Esos imbéciles burlándose de ella bien podrían haberle arruinado todo el plan. Pero no iba a permitirlo tan fácilmente…

-¿Alejarme de ti? ¿Cuándo estuve contigo siquiera, Malfoy? Entiéndelo… Lo de ayer fue un error. ¿Está claro?

Malfoy la sujetó del brazo y tiró de este, para acercarla él. Hermione sintió que su corazón se aceleraba. Su piel se ponía de gallina.

-Sí, de acuerdo -susurró Malfoy, con sus labios a pocos centímetros de los de ella-. Fue un error, entonces… ¿Qué te parece si cometemos otro ahora mismo?

Y entonces empezó a besarla. Hermione le respondió, devolviéndole el beso. Le pasó los brazos por detrás del cuello y ambos se besaron apasionadamente a los pies del Lago Negro.

Harry se marchaba de Hogsmeade. Aquella tarde había sido demasiado para él.

Mientras avanzaba solo por el camino nevado que conducía de regreso al castillo, pensó en lo terrible que era todo, en lo terrible de estar vivo… Aquel día había emprendido ese camino en sentido contrario con sus dos mejores amigos entre risas, y ahora estaba peleado a muerte con ambos, sin posibilidades de reconciliación en ningún horizonte próximo.

La amargura lo carcomía. Era más fuerte que el frío, era el horror de todo aquello que le helaba los huesos…

Iba cabizbajo, pensando en eso, sin siquiera preocuparle por dónde iba. Su mente estaba en otra parte, completamente lejos de ese camino nevado. La tarde era tan oscura que parecía que fuera de noche. Las nubes eran tan espesas que no dejaban pasar un ápice de sol. Había una niebla que cubría todo, y el viento se había hecho más fuerte, con nuevos copos de nieve cayendo sobre su cara.

No veía por dónde iba, ni le importaba. Avanzaba solo y triste, cabizbajo y con un profundo dolor…

¡ZAS!

Se dio de lleno contra alguien.

-¡Oye!

-¡Ay!

-Lo siento.

-¡Apártate de mí!

-¡Eso intento!

-¡¿Qué mierda haces?!

No entendía nada. Su mente apenas llegaba a concebir lo que estaba pasando. Sabía que había chocado de frente contra alguien, una chica que venía en la dirección opuesta. No solo se habían chocado muy fuerte el uno con el otro, sin poder verse en medio de la niebla, sino que ahora no podían separarse el uno del otro. Sus pechos estaban pegados juntos.

-¡TE DIGO QUE TE QUITES! -bramó la chica, furiosa. Harry no podía ni reconocerla, porque estaba tan cerca de ella que solo veía la cortina de cabello negro de ella tapándole la visión.

-¡Eso intento! -repitió Harry-. ¡Pero estamos pegados, o no lo sé, no puedo…!

Y entonces lo entendió.

-Oh, no…

-¿Cómo que "oh, no"? -dijo la chica-. ¿Qué es "oh, no"? ¿PUEDES HACERME EL FAVOR DE APARTARTE DE MÍ?

-¡ES QUE NO PUEDO! -gritó Harry, exasperado-. ¡Si me dejas explicarte…!

-¿Qué mierda quieres explicarme?

Entonces le vio la cara, y sintió aun más frío que momentos atrás.

No… Aquello no era posible… Esa tarde ya era lo suficientemente mala segundos atrás. ¿Por qué…? ¿Por qué todo le pasaba a él?

-¡¿Qué coño tienes que explicarme?! -le gritó Pansy Parkinson, con su rostro furioso pegado al de él-. ¡¿Por qué mierda no te me quitas de encima, Potter?!

-¡Porque te chocaste conmigo de frente, y has roto un paquete de Fluido de pegado de cuerpos que llevaba en el bolsillo delantero de mi campera!

Pansy, que venía sola por ese camino, puso una expresión de total confusión ante aquellas palabras. Pero luego, su expresión fue cambiando, muy lentamente...

Entonces, la chica empezó a reír a carcajadas, a más no poder.

Ahora Harry era el confundido.

-¿Fluido de pegado de cuerpos? -repitió Pansy, sin poder dejar de reír-. ¡¿Me estás jodiendo?! -más risas. Harry intentó nuevamente despegarse de ella, pero era imposible. Habían quedado pegados; el pectoral izquierdo de él, que era donde estaba su bolsillo, contra el seno derecho de ella. Se notaba que el paquete del producto se había destruido con el choque y el contenido se había derramado, pegándolos juntos.

-Se adhiere a la piel, incluso a través de la ropa -recitó de memoria Harry, recordando la descripción leída por Hermione un rato atrás-. Si entra en contacto con la piel de dos magos o brujas, pegará ambos cuerpos el uno con el otro… Maldición.

-¡Ya sé lo que es el fluido de pegado de cuerpos! -dijo Pansy, gritándole y escupiéndole en la cara, que estaba a unos tres centímetros de la de ella-. ¡Sé todo sobre artículos sexuales, Potter! ¡Esto tiene que ser una puta broma!

Dejó de reír.

-¡¿Qué mierda hacías con eso en tu bolsillo, imbécil?!

-Es una larga historia.

-¡Bah! No tengo todo el día. Ven aquí.

-¿Ven a-dónde?

Harry sintió a Pansy empujarlo fuera del camino y hacia unos arbustos llenos de nieve que se extendían alrededor, a unos metros de distancia.

-Pansy, ¿qué estás haciendo?

-¿Eres tan idiota como pareces, Potter? -le dijo ella, mientras hacía fuerza para obligarlo a caminar hasta los arbustos-. ¿Tienes un producto sexual en tu bolsillo y ni siquiera sabes cómo funciona?

-Sí, sí sé como funciona -dijo Harry, que mostraba resistencia-. Pero…

-¡¿Y qué mejor idea tienes, genio?! ¿Ir a la enfermería y explicarle a Madame Pomfrey que andas comprando artículos sexuales para mayores de edad y luego usándolos en chicas que te cruzas en el camino de Hogsmeade, contra su voluntad?

-Eso no es lo que…

-¡Te estoy ofreciendo el camino fácil, idiota, y ambos nos libraremos de esto pronto! ¡Ahora métete en estos arbustos y saquemos un poco de semen de ti, si es que eres capaz de producirlo!

-Claro que soy capaz…

-¡Perfecto! ¡Ojalá seas tan precoz como pareces, porque estoy apurada! ¡Vamos, métete!

Se metieron juntos bajo un arbusto cercano, ocultos por sus hojas y por la nieve.

Esto no puede ser real, pensó Harry, mientras Pansy se acomodaba encima de él y empezaba a bajarle el pantalón de un tirón.