Capítulo 14. La falla en el plan

Harry estaba de regreso en el castillo. Aún era temprano y muchos seguirían en Hogsmeade, disfrutando la tarde. Pero él, completamente solo, estaba en el Gran Salón merendando junto a unos pocos estudiantes que también habían regresado temprano.

Mientras se untaba una tostada con queso, oyó pasos acercándose a él.

-Hola, Harry.

-Hola…

Eran Fred y George. Inusualmente serios, tomaron asiento a ambos lados de él. Harry continuó untando su tostada, poniendo mala cara y sintiendo cómo el mal humor lo invadía.

-Queríamos disculparnos.

-Sí, Harry, discúlpanos -dijo Fred.

Harry no dijo nada. No tenía ganas de disculpar a Fred y George. Por culpa de ellos, ahora estaba peleado tanto con Ron como con Hermione.

-Por favor, Harry… -insistió George.

-Tienes que perdonarnos.

Harry siguió sin decir nada. Estaba a punto de responderles que no se preocuparan, que no pasaba nada, solo para sacárselos de encima, cuando Fred añadió:

-Sí, Harry, perdón por haberte emparejado con la persona incorrecta.

Harry se detuvo, perplejo. ¿De qué rayos hablaban?

-No sabíamos que nuestro chasco había quedado mal -dijo George-. Luna Lovegood no era la mejor pareja para ti, si no para alguien más, pero no sabemos quién.

-Sí, resultó que estaba mal el encantamiento. No debió haberte salido ella.

-Hemos tratado de descubrir para quién Luna era la pareja perfecta, porque evidentemente algo salió mal cuando encantamos el juego la primera vez, pero no sabemos.

-Estábamos sentados a una mesa con Ginny y unas amigas de ella mientras lo encantábamos. Y, por algún motivo, el nombre de "Luna Lovegood" quedó no solo en el doblez que te salió a ti, sino que quedó escrito en todos los pliegues del juego.

-Sí, así fue como nos dimos cuenta de que el encantamiento quedó mal.

-Eso y porque le hicimos el juego a otras tres personas y a todas les salió Luna Lovegood.

-Pobre Luna, tiene tres citas esta noche. Aun no le hemos dicho.

-Y si no asiste, tendrá una diarrea tan fuerte que podría acabar en San Mungo.

Harry no podía creerlo. ¿Fred y George no estaban disculpándose por decirle a todo el colegio que él se había acostado con Hermione, sino por haberse confundido con ese estúpido juego de parejas?

-De cualquier forma, ya lo hemos arreglado -continuó Fred-. Ahora nuestro juego funciona a la perfección. ¡Pruébalo! Ahora sí que te emparejará con la persona que sea la mejor de todo el colegio para ti.

-Con la que tengas más en común.

-Con la que tengas una conexión espiritual, y todo eso. ¡Tu alma gemela!

Harry, que no había dicho nada en todo el rato, se limitó a mirarlos brevemente y entonces retomó su tostada, acabando de untarla y llevándosela a la boca. No les respondió ni tampoco mostró interés en continuar la conversación. Actuó como si no estuvieran allí.

Los gemelos compartieron una mirada entre sí y entonces parecieron ponerse serios, ahora sí. Aunque con ellos era difícil saber.

-Está bien, Harry, en verdad veníamos a disculparnos por lo de Hermione, principalmente.

-Sí. Lo del chasco es cierto, y pensamos que era una buena forma de empezar la conversación, para aliviar la tensión. Pero ahora vemos que nos equivocamos.

-Perdón, Harry.

-Nunca quisimos que pasara esto. Solo se lo habíamos dicho a veinte personas.

-No pensamos que fueran a decirle a nadie. Bueno, una chica dijo que se lo diría a sus amigas de Slytherin, pero nada más.

Harry se tapó la cara con ambas manos. No sabía qué era peor, si el comentario sobre el chasco o las verdaderas disculpas.

-No deberías enojarte con Ron -añadió Fred-. Él no tuvo nada que ver. Fuimos nosotros los idiotas.

-Sí, es con nosotros con quien deberías estar furioso.

-Y sobre todo con Lee Jordan, ¿sabes? Él fue el que más abrió la bocaza.

-Pero estaba bajo los efectos del snargaluff, así que tampoco podemos culparlo tanto.

-Claro, claro, nadie tiene la culpa -dijo Harry, hablando finalmente con una frialdad glacial, lleno de resentimiento-. Le han contado a veinte personas algo que les pedí no decir a nadie, pero todos son inocentes… Les dije claramente que Hermione no era cualquier chica, y que si esto llegaba a saberse yo podía perder a una de las dos personas más importantes en mi vida. Ahora, gracias a ustedes, perdí a los dos.

-Nos sentimos terribles, Harry.

-Sabemos perfectamente que es nuestra culpa, y haremos lo que podamos para solucionarlo.

-Iniciaremos un nuevo rumor para que todo el mundo se olvide de lo tuyo. Inventaremos que Snape ha contraído spattergroit genital luego de acostarse con Filch.

-Y hablaremos con Hermione, Harry. Le diremos que tú no le dijiste nada a nadie, que lo que pasó fue que nosotros entramos a tu cuarto y te oímos mientras hablabas solo.

-O quizás podemos decirle que Ron lo oyó hablar dormido, y entonces…

-Olvídenlo -dijo Harry, dejando el resto de la tostada y poniéndose de pie-. No le digan más mentiras. Solo lo empeorarán. Ya está. Ya es tarde.

Y empezó a marcharse, con una furia que pocas veces había sentido.

-¡Harry, espera!

Los gemelos lo alcanzaron de una carrera.

-De acuerdo, de acuerdo, no insistiremos.

-Sí, sabemos que nos odias y tienes todo el derecho a hacerlo.

-Te dejaremos tranquilo, Harry.

-Toma, acéptanos esto, por favor, te lo regalamos -dijo Fred, pasándole el chasco arreglado, que tenía forma de boquilla-. Puedes usarlo para descubrir quién es tu alma gemela.

-Claro que, si resulta ser Hermione, solo te sentirás peor, pero…

Harry se dio cuenta de que los gemelos no servían para este tipo de situaciones. Todo lo que decían no hacía más que enfadarlo más.

-Te prometemos que esta vez el juego te dirá la verdad.

-Sí. Ojalá eso te suba el ánimo un poco.

-Y de nuevo, Harry, mil disculpas. Te debemos una grande…

-Ojalá puedas perdonarnos algún día.

-Hablaremos con Hermione de todas formas, aunque no quieras.

-Sí. Y no te enojes con Ron, de verdad…

-Cuídate, Harry.

Por fin lo dejaron en paz. Harry tomó el objeto de las manos de Fred, más que nada para sacárselos de encima de una vez, y les hizo un breve gesto con la cabeza. Entonces se marchó escaleras arriba.

Un rato después, Harry se encontró a sí mismo solo en su habitación. El sol, que finalmente había asomado un poco por encima de las nubes, estaba rojizo y anunciaba el atardecer. Se quedó mirando el chasco que le habían regalado.

Eso no lo animaba. Nada podía animarlo en ese momento. Ni siquiera la idea de que tendría una cita esa noche con Pansy. En este momento, ya no se sentía como algo emocionante. Se sentía extraño y difícil de creer, fuera de lugar.

Se puso a jugar con el chasco, abriendo y cerrando la boquilla en la cama, sin pensar en lo que hacía. Su mente estaba en otro lado.

Uno… dos… tres… cuatro.

Dejó la boquilla quieta, y se quedó mirando el interior. Había cuatro colores. Eligió el amarillo y continuó abriendo y cerrando las boquillas, distraído…

Uno… dos… tres.

Harry se detuvo, con el dedo arriba del tercer pliegue. Recién en ese momento se dio cuenta de lo que acababa de hacer.

El chasco estaba encantado. Ahora estaba obligado a ir a una cita esa noche con quien sea que apareciera bajo ese doblez o tendría una fuerte diarrea.

Se sintió un imbécil. ¿Por qué se había puesto a jugar al maldito juego? Se imaginó a sí mismo yendo al cuarto de Fred y George para pedirles prestado el giratiempos otra vez. Lo último que quería hacer era tener que cruzarse con ellos de nuevo.

¿Y si realmente le había tocado Hermione? ¿Y si Hermione era su alma gemela? De ninguna manera iría a buscarla para explicarle que había jugado al estúpido juego y que ahora tenían que salir juntos por su propio bienestar intestinal. Si le tocaba ella, tendría que faltar a la cita con Pansy y quedarse toda la noche en el baño.

Su dedo acariciaba el doblez de la hoja… ¿Sería verdad que ahora sí funcionaba? ¿De verdad le diría quién era la mejor pareja para él en todo el colegio? ¿Ese objeto sabía quién era su alma gemela…?

Harry abrió el doblez y leyó el nombre oculto allí abajo. Se quedó sin aliento.

El pergamino decía "Pansy Parkinson".

La oscuridad caía sobre el cuarto. La tarde llegaba a su fin. Sabían que deberían regresar al castillo antes de que cayera la noche o los castigarían.

Pero Hermione y Malfoy no podían detenerse.

Se besaban en los labios con una pasión que ya se había salido totalmente de control. Ninguno de los dos hubiera sospechado ni en sus más remotos sueños que sus cuerpos pudieran sentir semejante energía juntos. Era como si algo gigantesco y poderoso los tuviera prisioneros, la piel de ambos pegada entre sí y sin poder soltarse de la atracción de esa maravillosa gravedad.

Malfoy movía la pelvis hacia arriba y hacia abajo sobre ella. Las piernas de Hermione se abrían bajo él, una a cada lado, y él estaba enterrado dentro.

Su cuerpo caía sobre el de ella, aprisionándolo contra la cama. Luego lo soltaba. Se abrazaban fuertemente, se movían rítmicamente. Se penetraban con rapidez. Se besaban con desesperación.

La mente de Malfoy volaba por la habitación, girando en espirales. Mientras más la abrazaba, mientras más la hacía suya, más la sentía suya. Ella era suya, una criatura que deseaba poseer y que deseaba satisfacer.

Debo hacer bien mi papel, pensaba, mientras la penetraba contra la cama. Debe parecer que siento algo por ella, que estoy loco por ella. De esa forma, se creerá todo el cuento. De esa forma, la muy tonta caerá en mis garras y el plan funcionará a la perfección.

Le acarició la cara y el cabello, mientras la seguía besando en los labios y mirándola a los ojos.

-Eres hermosa, Hermione -le susurró-. Eres tan hermosa…

-Tú también -le dijo ella, en un gemidito muy suave, y lo acarició también: le pasó una delicada mano por la mejilla, por el sudado cabello rubio…

Se abrazaron con más fuerza y aceleraron el ritmo. Malfoy se movía sobre ella como un hombre poseído por extrañas fuerzas mágicas. Su pene entraba y salía en ella a toda velocidad mientras se abrazaban y besaban, mientras la saliva chorreaba por sus labios y sus cabellos se despeinaban juntos, mientras sus dedos se apretaban contra la piel de sus cuerpos desnudos, resbalando por el sudor de sus espaldas.

Ninguno hubiera disminuido ese ritmo aunque un terremoto sacudiera el suelo bajo ellos. Era más poderoso que nada más. El ritmo los mantenía con vida. El ritmo de la penetración era dueño de ellos.

Se tensaron. Sus corazones palpitaron aceleradamente a centímetros el uno del otro. Sus dedos se paralizaron. El orgasmo los inundaba. Juntos sintieron esa sensación tan placentera, el roce de su pene dentro de ella contra el interior de su vagina acariciando su interior hasta el más alto éxtasis.

Hermione inclinó la cara de costado y mordió suavemente la funda de la almohada, con los ojos cerrados. Malfoy apoyó su nariz en su cuello y respiró hondo su fragancia, mientras volcaba su semen a chorros dentro de ella.

Mantuvieron el ritmo un buen rato, mientras el orgasmo se pasaba y sus cuerpos se relajaban.

Ella abrió los ojos y los dirigió a él. Estaba sonriendo. Su sonrisa era preciosa.

Malfoy también le sonrió.

Se besaron en los labios, un beso que mantuvieron otro largo rato, mientras el sol bajaba y bajaba más…

-Tenemos que regresar -dijo Hermione en un suave hilo de voz, acariciándole la mejilla otra vez y mirándolo de una forma muy romántica, totalmente perdida en él-. Se está haciendo de noche. El paseo en Hogsmeade acabó.

-Sí, tienes razón -dijo él, asintiendo-. Será mejor que nos vistamos…

Se dieron otro beso, y Malfoy fue al baño mientras Hermione se vestía.

Una vez vestido, allí dentro, el chico se lavó la cara y se apoyó con las dos manos en el lavamanos, alzando la mirada hacia el espejo con la cara chorreando agua fresca.

Se miró a sí mismo a los ojos, y entonces se asustó.

Había algo extraño en el azul grisáceo de sus ojos.

¿Qué me pasa?, pensó, sintiendo un escalofrío recorrerle todo el cuerpo. ¿Qué es esto…?

No podía negarlo. No podía mentirse a sí mismo. Mientras se miraba a sí mismo a los ojos, no podía ocultarle la verdad a su reflejo.

¿Qué es esto… nuevo?

Había algo nuevo. Algo pasando dentro suyo. Algo distinto a los deseos de venganza y de orgullo que lo habían dominado todos los días anteriores. Algo distinto a los deseos de grandeza y de elevar su status como miembro de la casa Slytherin, acabando con los Gryffindor y con Harry Potter.

¿Qué es esto nuevo que sentí… mientras miraba a Hermione a los ojos?

Otro escalofrío recorrió su cuerpo, y ahora su mirada reflejaba algo totalmente nuevo: miedo.

Hice el juramento inquebrantable, pensó. ¡Esto no es un juego, maldita sea…! Puedes morir… Tu vida corre peligro… No es un juego…

Pero, al mismo tiempo…

¿Qué es esto… este sentimiento nuevo?

No.

Ningún sentimiento nuevo.

Hermione Granger era una inmunda Gryffindor. Una asquerosa sangre impura. Eso era lo que era. No era nada hermoso. No era ninguna criatura bella. Aquello era solo parte de un plan. Solo la parte desagradable de un muy elaborado plan…

Contrólate, Draco. ¡Contrólate! ¿Acaso te arriesgarías a incumplir un juramento inquebrantable? ¿Arriesgarías la vida por una sangre sucia?

Pero si aquello había sido malo, lo que vino después fue terrible.

Porque en ese momento apareció una nueva voz. Una voz que nunca había oído antes, surgiendo desde el interior más profundo de su cuerpo y discutiendo con la voz anterior:

¡No la llames "sangre sucia", imbécil!

Y la aparición de esta nueva voz, más que otra cosa, le causó el verdadero terror.

Malfoy siguió mirándose a sí mismo a los ojos, que estaban muy abiertos. Temblaba.

No…

La caricia que le había dado… La forma en que la había mirado a los ojos, con esa ternura, esa delicadeza… Entonces lo supo: aquello no fue fingido. No fue "cumplir con su papel". La voz que le dijo a Hermione "eres tan hermosa" fue esa misma voz. La nueva voz. El nuevo Draco…

¡No! Pensó, desesperado. ¡Por favor, no…! O moriré…

-¿Draco?

Era Hermione. Le había golpeado la puerta del baño.

-¿Está todo bien?

-Sí, claro, perdóname -dijo él automáticamente, apartando la mirada del espejo-. Ya he terminado.

Apagó la luz, para evitar volver a mirarse al espejo, y abandonó el cuarto de baño.