Capítulo 19. S.B.C.S.J.C.I.

Harry Potter estaba sentado en la mesa de Gryffindor, cenando solo, cuando de pronto sintió los murmullos y las voces…

Alzó la mirada para ver qué ocurría. Había un tumulto de alumnos saliendo del Gran Salón corriendo, mientras se hablaban entre sí. Algunos de su propia mesa, de Gryffindor, también salían en tropel hacia el vestíbulo.

Fue entonces, mientras miraba hacia allí, que sintió lo otro: las miradas dirigiéndose a él. No solo de algunos, sino de todos. Todo el colegio lo estaba mirando, mientras entraban y salían del Gran Salón muy excitados. Algunos lo señalaban con el dedo, mientras hablaban con sus amigos a toda velocidad, muchos de ellos riendo.

¿Qué mierda estaba pasando?

Harry se puso tenso. Muy tenso. Se puso de pie y dejó su cena en el plato. Tomó su mochila del suelo y empezó a caminar hacia la salida del Gran Salón, sintiendo como si estuviera en un extraño sueño.

Mientras atravesaba la mesa de Gryffindor hacia la salida, vio las miradas de absolutamente todos clavarse en él. Desde las otras mesas también: lo señalaban y le ponían mala cara, como si Harry tuviera algo asqueroso que no podía ver.

-¡Ahí está, ahí está Potter! -gritó un chico que acababa de entrar al Gran Salón, topándose de frente con Harry.

Harry lo esquivó y pasó de largo, tratando de abandonar la sala, pero alguien más se lo impidió.

-¡Oye, Potter! -le gritó Ernie Macmillan, de Hufflepuff, poniéndose delante suyo para impedirle avanzar-. ¡¿A dónde vas?! ¡No irás a ninguna parte!

-No sé que pasa, pero quítate de mi vista -le dijo Harry en voz baja, tratando de pasar a su lado, pero Ernie le bloqueó el camino otra vez, y entonces Harry vio que sacaba su varita del interior de su túnica.

-¡Atácalo, Ernie! -gritó alguien. De pronto, un círculo enrome de alumnos rodeaban a Harry y Ernie, hablando en voz tan alta que Harry no podía oír a nadie en particular. Su mente se sentía entumecida. Todos lo señalaban y hablaban de él, mientras le bloqueaban el camino, pero Harry no llegaba a distinguir las palabras de nadie.

-¡No tolero a los depravados como tú! -le gritó Ernie, que una vez más demostraba su insoportable actitud de persona moralista poniéndose contra Harry, tal como había hecho dos años antes cuando habían abierto la Cámara Secreta.

Pero Harry no pensaba en eso. Pensaba en las palabras del chico. ¿Depravado?

¿Qué carajos está pasando…?

Entonces fue que se dio cuenta de que Ernie había levantado su varita, animado por los gritos del enorme grupo de chicos rodeándolos, y que se disponía a atacarlo.

Harry sacó su propia varita del bolsillo, la apuntó hacia Ernie y lo lanzó volando por los aires antes de que este pudiera siquiera pronunciar su propio maleficio.

Entonces Harry volvió a tratar de abrirse paso hacia la salida. Pero su ataque hacia Ernie había sido un error, porque ahora había más alumnos sacando sus varitas y dirigiéndolas a él, y los gritos estaban poniéndose más agresivos…

-¡Vas a morir, Potter! -le gritó un chico de Ravenclaw que ni siquiera recordaba haber visto antes en su vida-. ¡Mi hermana ha sufrido abusos sexuales! ¡Odio a los tipos como tú!

¿Abusos sexuales…?

La mente de Harry estaba en estado de alarma total. Sentía que el mundo estaba colapsando delante de él. ¿Qué había pasado…?

Alguien más trató de atacarlo y Harry se defendió nuevamente, ganándole el duelo en solo un segundo. Pero luego otro maleficio fue lanzado hacia él, y entonces otro más…

Harry se encontró a sí mismo repeliendo encantamientos y lanzando maleficios aturdidores y de desarme a sus oponentes. En solo segundos, había pasado de estar cenando tranquilo a estar envuelto en un duelo contra unas diez personas distintas provenientes de todas las casas de Hogwarts, que de pronto lo odiaban con toda su alma.

-¡YA DÉJENLO EN PAZ, IMBÉCILES! -gritaron dos nuevas voces.

Fred y George se habían abierto paso hacia él y luchaban a su lado, defendiéndolo y lanzando maleficios contra sus agresores.

-¡Están defendiendo a un violador! -gritó una voz femenina.

¿Violador?

Harry se lanzó de cabeza contra unos diez chicos de quinto año y los empujó con todas sus fuerzas, pasando entre ellos hacia la salida y consiguiendo abandonar de una vez el Gran Salón. Pero el vestíbulo no se veía mucho mejor: estaba lleno de gente subiendo y bajando la escalera de mármol. La única ventaja era que estos no parecían haberlo visto a él aún.

Tratando de pasar desapercibido, Harry agachó la cabeza y se tapó la cara con una mano mientras corría a toda velocidad hacia la escalera de mármol. Pero entonces alguien más le bloqueó el paso…

Estaba por sacar su varita de nuevo, cuando vio quién era.

-Me das asco -le dijo Pansy Parkinson a la cara, y Harry sintió un nudo crecer en su estómago-. Pensé que… pensé que eras diferente.

Harry sentía como si flotara sobre un océano de confusión. Aquello tenía que ser una pesadilla. Una horrible, terrible pesadilla…

-Sabías que he sufrido abuso sexual en mi infancia -le dijo Pansy en voz baja, mirándolo con la más profunda decepción en sus ojos negros-. ¿Cómo tuviste la cara para invitarme a salir…? -negaba con su cabeza, mirándolo con un desgarrador desprecio-. No quiero volver a verte nunca más, Harry.

Y se marchó de allí, en dirección a las mazmorras.

Entonces, Harry oyó otra voz. Pero era como si la oyera lejos, a mucha distancia…

-¡Oigan, es él! -gritaba alguien-. ¡Es Potter! ¡Está ahí!

-¡AGÁRRENLO!

Harry volvió en sí, impulsado por su instinto de supervivencia. Salió corriendo a toda velocidad por las escaleras de mármol, pasando entre la gente, empujándolos y abriéndose camino escaleras arriba, huyendo por su vida…

Terminó de subir las escaleras a toda velocidad y entró al pasillo del primer piso resbalando en el suelo y casi golpeándose contra una pared. Se enderezó y se preparó para correr una carrera hasta los pisos superiores, cuando entonces las vio:

Las fotos.

"¿Este es tu Campeón?"

Se quedó inmóvil. Sus ojos se abrieron de par en par. Sintió que el mundo entero se hundía a sus pies…

Se vio a sí mismo en esas fotografías gigantes, en las duchas de mujeres de los vestuarios del campo de Quidditch. Vio su propio rostro allí y el resto de su cuerpo desnudo, desde distintos ángulos, mientras se masturbaba. Vio su propio pene en las fotos, mientras su mano subía y bajaba el prepucio a toda velocidad, espiando a Katie Bell, que se bañaba delante de él…

¿Cómo…? ¿Cómo era posible…? ¿Quién…?

Alguien lo empujó con todas sus fuerzas. Harry voló varios metros, resbaló y cayó al suelo, rodando por él.

Entonces alguien más se le acercó corriendo y le dio una patada con la suela de sus duros zapatos en medio de la cara, salpicándole sangre sobre el rostro. Sintió que su visión empezaba a vibrar y vio manchas de todos colores…

-¡Eso es por abusar de una chica inocente! -oyó que le gritaban.

Otras manos lo tomaron por debajo de los brazos, pero ya no tenía fuerzas para defenderse. El impacto de haber visto esas fotos provocó que no quisiera defenderse más. Dejaría que lo golpearan y que hicieran lo que quisieran con él…

Pero estas manos no lo atacaron, sino que lo pusieron de pie y tiraron de él hacia un extremo del pasillo, alejándolo del tumulto. Siguió oyendo voces que le gritaban cosas, pero ya no lo perseguían. La gente parecía no atreverse a atacarlo en presencia de esta nueva persona, que lo llevaba a la rastra hacia las escaleras que iban al segundo piso…

Era la profesora McGonagall. Lo estaba llevando lejos de los disturbios, escaleras arriba…

Momentos después, la profesora lo sentó en una silla frente al escritorio de Dumbledore, en la seguridad del despacho de este. El director no estaba allí.

-Quédate aquí, Potter -le dijo la profesora, que no lo miraba a los ojos-. Es una orden. Quédate aquí y espera a que el director venga.

Harry no quería obedecerla, pero no tenía alternativa. No sabía qué era peor: la condena social o el tener que mirar a Dumbledore a los ojos luego de que el director hubiera visto esas imágenes con sus propios ojos.

La profesora abandonó el despacho y lo dejó solo en él. Por fin, Harry no oyó nada más que silencio, aunque creyó oír los gritos de los demás aún a lo lejos… ¿o solo habían quedado grabados en su cabeza?

Su cerebro retumbaba con la conmoción de lo ocurrido y aún sentía sangre chorreando por su mejilla, pero no se la limpió. Se quedó allí sentado, esperando, como le habían ordenado…

Todo era un caos. Parecía una pesadilla horrible. De a poco, lo que había ocurrido ingresaba a su mente, pero de una forma tan lenta que tardó mucho tiempo en asimilarlo… Alguien lo había fotografiado desde el interior de su capa para hacerse invisible, y ahora las fotografías estaban por todos lados…

Pero, ¿cómo lo habían hecho?

Creyó recordar algo: había sentido algo dentro de la capa ese día. Como si hubiera un insecto allí, pero no le había dado importancia en ese momento. ¿Cómo había hecho alguien para reducirse al tamaño de un insecto, meterse bajo la capa con él y fotografiarlo en ese tamaño tan diminuto sin que él lo notara…?

No encontró respuestas. Pero las palabras de Pansy flotaron hacia su mente: Malfoy está planeando algo contra ti

¿Habría sido él? Pero no encontraba una explicación… Malfoy quería usar a Hermione… ¿Cómo encajaba eso con las fotos? Aún así, que Malfoy hubiera tenido algo que ver parecía ser lo único que hacía sentido.

El plan de Malfoy, pensó. El puto plan de Malfoy en mi contra…

Pero las nuevas palabras de Pansy llegaron a su mente también, frías como un puñal clavado en su mismísima alma: Me das asco… Pensé que eras alguien diferente.

En ese angustioso momento, la puerta del despacho de Dumbledore se abrió y entraron dos personas, provenientes de las escaleras en forma de caracol que se movían por sí solas.

Harry alzó la mirada y sintió que su alma abandonaba su cuerpo: Katie Bell estaba allí. La profesora McGonagall la había llevado también. Pero esta vez la profesora no abandonó el despacho, dejándolos solos, sino que se quedó allí con ellos, de pie firmemente detrás de la silla de Katie; como si temiera que Harry fuera a intentar lanzarse sobre ella para acosarla.

Katie no le dirigió la mirada. Parecía tan en shock como él. Harry se quedó mirando el suelo, en medio de ese tenso silencio, mientras los tres esperaban la llegada del director…

Oyeron voces en las escaleras tras ellos.

-¡…Si dejan subir a Ron, yo también lo haré! ¡Les digo que tengo información!

Harry quedó helado al reconocer la voz de Hermione.

La puerta se abrió una vez más y entraron aún más personas: Ron y Hermione estaban allí, y también Dumbledore, Snape y Hagrid.

-¡No echará a Harry de Hogwarts! -gritaba Hagrid, frenético-. ¡Tendrá que echarme a mí también, Dumbledore!

-Deberías estar orgulloso, Hagrid -se burló Snape, que parecía estar disfrutando mucho de aquello-. El niño ha durado un año más que tú en Hogwarts: hasta cuarto.

-¡Silencio! -bramó Dumbledore, al ver que Hagrid se disponía a contestar.

Harry volvió a quedarse mirando el suelo. No quería que Ron y Hermione estuvieran allí, incluso si habían ido a defenderlo como Hagrid. Se sentía más avergonzado de lo que hubiera estado nunca en su vida y se sentía aún más incómodo con su presencia.

-Profesor Snape -dijo entonces Dumbledore, sentándose detrás de su escritorio y tratando de hablar con su tranquilidad habitual-, ¿ha podido encontrar la forma de despegar las fotografías de las paredes?

-Sí, señor -dijo él, con un tono de voz que parecía de decepción-. Solo han usado una poción indespegable, fácilmente removible con poción antiadherente… Lamentablemente, tenía un caldero lleno en mi despacho, por lo que ya se lo di a Filch, que está quitando las imágenes en este momento, mientras hablamos… Una verdadera lástima, debo añadir. Creo que eran un excelente complemento a la decoración.

Sonrió de forma burlona. Dumbledore lo miró con total seriedad.

-¡Fue Draco Malfoy! -dijo la voz de Hermione entonces.

Harry finalmente alzó la mirada hacia ella. Hermione estaba llorando.

-¿Draco Malfoy? -preguntó Dumbledore, mirándola por encima de sus lentes con forma de media luna.

-¡Sí, eso trataba de explicarles! -dijo ella, que parecía histérica y no dejaba de llorar-. ¡Él pegó las fotos por todo el castillo! ¡Lo sé porque… porque…! -le costaba hablar por el llanto-. ¡Porque yo misma lo ayudé a hacerlo, sin saberlo…!

Harry se quedó observándola llorar. La imagen le estaba partiendo el corazón en pedazos, con un dolor más intenso que el de las patadas y empujones que le habían propinado los demás alumnos del castillo.

-¿Y usted por qué está aquí, señor Weasley? -preguntó Dumbledore, mirando a Ron.

Este pareció sorprenderse de que el director se dirigiera a él. Se quedó sin habla varios segundos, mirando a todos con los ojos muy abiertos. Finalmente se aclaró la garganta y dijo:

-Yo solo… Solo quería defender a Harry, eso es todo.

Harry sintió una oleada de calidez por su mejor amigo. A pesar de que había llamado "puta" a su madre, Ron había corrido al despacho del director para defenderlo.

-Profesor Snape, por favor vaya a buscar al señor Malfoy -pidió Dumbledore.

-Enseguida -dijo este, lentamente. Harry sintió sus ojos encima, pero no le devolvió la mirada. Snape abandonó el despacho, cerrando la puerta tras él.

Finalmente, Dumbledore se volvió hacia Harry. Se hizo un silencio total, solo interrumpido por el llanto de Hermione. Harry sintió que todos los presentes clavaban sus ojos en él.

-Harry -dijo Dumbledore, con una voz muy parsimoniosa que trataba de inspirarle confianza y seguridad, pero que no logró su efecto-, ¿has realmente hecho lo que puede verse en esas fotografías? ¿O acaso están alteradas mediante magia?

El silencio era sepulcral. Se sentía la tensión en el aire.

Harry sintió la presión sobre él. Sabía que todos estaban esperando su respuesta ansiosamente. Hermione estaba allí... Katie estaba allí… Y todos lo miraban expectantes, esperando su respuesta, esperando a que confirmara o negara lo que esas imágenes habían expuesto al mundo; esperando a que confirmara o negara si realmente había ido al vestuario de chicas con su capa para hacerse invisible y las había espiado desnudas, para luego masturbarse y acabar invisible sobre una de ellas.

Harry asintió lentamente, con la mirada fija hacia adelante, sin mirar nada en particular.

-Es cierto -confesó entonces-. Es verdad… Sí lo hice.

Katie se tapó la cara con ambas manos. Dumbledore lanzó un sonoro suspiro. Hagrid lanzó un quejido de angustia.

-Muy bien, entonces -dijo Dumbledore-. Agradezco tu sinceridad, Harry. Has cometido un error, pero has tenido la valentía de admitirlo y de enfrentar la verdad delante de las personas implicadas -señaló con una mano a Katie, que seguía en el más profundo silencio-. Incluso en este momento, en el que imagino que debes sentirte terrible y muy expuesto ante tus compañeras y compañeros, has tomado la decisión correcta y has confesado.

Hubo un breve silencio de expectación. Harry tuvo el absurdo pensamiento de que Dumbledore le daría cincuenta puntos a Gryffindor por su honestidad, y sintió unas repentinas ganas de reír. ¿Qué le pasaba? ¿Cuál era su problema…? Supuso que los nervios estaban acabando con él, haciéndolo enloquecer…

-Lamentablemente, las ofensas de tipo sexual, como esta, están claramente condenadas en el reglamento del colegio -prosiguió el director-. Y un acto de esta naturaleza tiene como único castigo la expulsión.

Las ganas de reír desaparecieron de golpe.

Hagrid protestó, pero McGonagall lo miró de forma severa y entonces guardó silencio otra vez. Parecía que Hermione y Ron querían decir algo también, pero no se atrevieron. La mirada del director indicaba claramente que no aceptaría discusiones.

-Volverás a Londres en tren esta misma noche -dijo Dumbledore entonces, con severidad-. Notificaré a tus tíos para que pasen a recogerte por la estación King Cross y le pediré a algún profesor que vaya a tu dormitorio por tus cosas. No creo que sea seguro que andes por los pasillos. Lamentablemente, algunos estudiantes han demostrado tener actitudes inmaduras y hasta violentas ante la situación -dijo, señalando el rostro ensangrentado de Harry-, así que lo más seguro será que te quedes en este despacho hasta que hayamos recogido tus cosas y te acompañemos a la estación de Hogsmeade.

-Harry puede ir a La Madriguera con polvos flú, desde este mismo despacho -discutió Ron, finalmente tomando la palabra-. No hay necesidad de enviarlo con sus tíos. Mis padres no tendrán problemas en recibirlo.

Harry tenía ganas de morir. No se merecía que lo defendieran así, y lo sabía.

-Agradezco su muy valiosa oferta, señor Weasley -le respondió Dumbledore, calmadamente-. Desgraciadamente, si un alumno es expulsado debe ser regresado con sus familiares. Harry tomará el tren hacia King Cross, donde lo esperarán sus tíos.

Hizo una pausa y se dirigió a Katie:

-Señorita Bell, entiendo que no sabía nada sobre lo sucedido, ¿no es así?

Ella asintió lentamente con la cabeza, sin mirar a nadie tampoco.

-En ese caso, me gustaría que sepa que estaremos a su disposición si desea levantar alguna denuncia formal contra Potter ante el Ministerio de la Magia.

-No, está bien -dijo ella.

Entonces, Katie giró la cabeza hacia Harry y cruzaron una mirada por primera vez en todo ese tiempo. Harry pensó que le dirigiría la misma mirada de asco que todos los demás, pero no fue así.

-Ni siquiera me importa lo que hizo Harry -dijo la chica entonces, volviéndose hacia el director-. Me gustaría pedirle que no lo expulse. No es para tanto, no es como que me haya violado. Solo me estuvo espiando, nada más. Supongo que le habré parecido atractiva, eso es todo.

La chica lo miró de nuevo y Harry tuvo la loca impresión de que le dirigía una pequeña y casi imperceptible sonrisa. ¿O era su imaginación? Hermione los observaba con el ceño fruncido.

-La entiendo, señorita Bell -dijo Dumbledore-. Pero la decisión sobre la suerte del señor Potter ya fue tomada.

-Yo solo quiero que quiten esas malditas fotografías lo antes posible… por favor -dijo Katie-. Y que castiguen a Malfoy, si es el responsable de ponerlas por todo el castillo. Él es el que verdaderamente me enfurece.

-Naturalmente -dijo Dumbledore-. Entendido. Si cambia de opinión sobre el señor Potter, sin embargo, sepa que siempre puede venir a informármelo, cuando guste. Y yo mismo le informaré al Ministerio de la Magia.

-De acuerdo -dijo ella, poniéndose de pie-. ¿Puedo irme ya?

-Sí, claro. Adelante.

Katie Bell se fue del despacho, cerrando la puerta tras de sí con mal humor.

-Minerva, por favor acompañe a la señorita Granger y al señor Weasley de regreso a la sala común de Gryffindor. Si desean despedirse de Harry, este es el momento.

Ron se acercó a él con las manos en los bolsillos. Dumbledore se puso de pie y caminó hasta donde estaba Hagrid para hablar con él, y Harry entendió que quería dejarlos despedirse tranquilos.

Harry iba a decirle a Ron "lo siento", pero este negó con la cabeza enseguida. Se entendían tan bien que no fue necesario ponerlo en palabras. Ron le estaba indicando que no necesitaba disculparse. En cambio, se acercó a él y le susurró al oído:

-Tranquilo, amigo. Todos están exagerando ahora, pero se les pasará. Hasta Katie reconoce que no fue tan grave… Yo, por ejemplo, he estado con Fleur pensando que ella no sabía quién era yo realmente, y eso es mucho peor, ¿no lo crees?

-¿Pensando? -le susurró Harry. Vio que a Ron se le formaba una sonrisa.

-Luego te cuento -le dijo.

Entonces, ambos amigos se abrazaron. Harry pensó que al menos aquello había servido para algo: Se sentía muy bien estar reconciliado con Ron.

-No te preocupes, amigo, vamos a lograr que vuelvas -le dijo este, dándole unas palmadas en la espalda-. En cuanto se calmen las cosas, haremos que regreses. Ya verás.

Harry no dijo nada, pero le devolvió el saludo y Ron se alejó de él.

Entonces, Harry sintió que le faltaba el aire. Hermione estaba acercándose a él ahora, lentamente… La chica aún lloraba.

Si antes había tenido vergüenza, no era nada comparado con lo que sentía en este momento. Hermione había visto esas fotografías… Había visto todo… Nada podía prepararlo para encontrarse cara a cara con ella luego de lo ocurrido.

Hermione llegó ante él. Harry no se atrevió a mirarla.

-Debo darte asco… -le susurró, cabizbajo-. Y tienes razón.

Ella no dijo nada. En cambio, lo apuntó con su varita al rostro.

Harry tuvo la absurda impresión de que lo atacaría. Se quedó quieto, esperando el impacto del hechizo… Pero Hermione acababa de lanzarle un encantamiento que se sintió como todo lo opuesto a un ataque: el dolor en su mejilla, producto de la patada que le habían dado, desapareció. Harry se tocó el rostro y se miró luego los dedos: ya no tenía sangre.

-No sé qué pensar sobre lo de Katie -dijo Hermione, también en un susurro-, pero quería decirte que lo siento... Lo siento mucho, Harry. Tenías razón sobre Malfoy… Él mismo me lo confesó… Tú quisiste advertirme y no te escuché... -empezó a llorar, más y más fuerte-. Y lo siento mucho… Siento haber usado tu oro para esto… y que terminaras expulsado… No lo sabía… Me engañó… Me engañó…

Hermione lloraba de forma desconsolada, sacudiéndose de pies a cabeza. Harry se moría de ganas de decirle algo, de abrazarla… pero al mismo tiempo sentía que no era digno de tocar a ninguna chica en ese momento, y mucho menos a Hermione.

Así que se quedó quieto, con los ojos cerrados y reprimiendo sus propias lágrimas.

Finalmente, McGonagall se llevó a Ron y Hermione, desapareciendo con ellos fuera del despacho. Dumbledore también salió para enviar una lechuza, y Hagrid se quedó haciéndole compañía.

-Caray, Harry, no puedo creerlo -murmuraba el semigigante, dándole palmaditas en la espalda-. Pero te entiendo, ¿sabes? Yo también me sentía atraído por muchas chicas a tu edad. ¿Quién no?

Harry deseaba que no dijera nada, pero era inútil.

-Recuerdo que una vez espié a una también mientras se daba un baño -agregó con una carcajada forzada.

-¿De verdad? -dijo Harry.

-Sí, claro. Madame Klementine… Yo tenía dieciséis años. Era tan hermosa, Harry, y era casi tan grande como yo. Y casi tan peluda como yo, ¡ja! Solía tomar baños en una laguna de aguas termales en medio del bosque, totalmente desnuda. Yo no era guardabosques de Hogwarts aún, pero estaba realizando un viaje por los bosques del norte… Recuerdo que la espiaba a diario, a través de los árboles… Aunque tuvo un final feliz, ¿sabes? Me descubrió una tarde de abril y me invitó a bañarme con ella… ¿Puedes creerlo? Acabamos haciendo el amor durante horas, hasta el amanecer…

La anécdota de Hagrid no ayudaba mucho, y jamás lo había oído hablar de sexo antes. En su mente infantil, Harry pensaba que su amigo aún era virgen. Aunque no tenía sentido, con su edad.

-Qué épocas, Harry… Luego de eso, íbamos a bañarnos juntos siempre, ¡a diario! Éramos los amantes del bosque. Hicimos el amor en todas las posiciones del Kama-sutra…

-Ya entendí -lo cortó Harry, perturbado.

Poco después, Dumbledore regresó al despacho.

-¿Encontraron a Malfoy? -dijo Hagrid, que ahora lucía enfadado-. ¡Espero que corra la misma suerte que Harry, ¿verdad, director?! ¡Lo que ha hecho…!

-Colocar pornografía en las paredes del colegio es, sin duda, motivo de expulsión también -dijo Dumbledore calmadamente, mirando a Hagrid-. Habrá que ver si confiesa, primero, o si tenemos pruebas suficientes. Eso será otra historia, Hagrid.

-¡Siempre lo mismo! -protestó él, furioso-. ¡La gente honesta como Harry es expulsada, y los mentirosos como Malfoy se salen con la suya! ¡Jamás hallará pruebas, Dumbledore, y el muchacho no confesará…!

Se detuvo al ver la mirada del director.

-Mi querido Hagrid, sugiero que dejemos esta discusión para otro momento -dijo Dumbledore-. Harry está siendo expulsado por su propio delito. Lo que ocurra con el señor Malfoy es un tema aparte y será discutido de forma aparte.

Hagrid gruñó por lo bajo, pero no discutió más.

-Ya he avisado a los tíos de Harry, y la profesora McGonagall está regresando de su dormitorio con su equipaje. ¿Tendrías la amabilidad de acompañarlos a la estación de Hogsmeade?

Hagrid asintió, cabizbajo.

-Claro que sí, profesor.

-Muy bien. Harry, ¿tienes tu capa para hacerse invisible contigo?

Harry sintió que le ardía la cara. Habían mencionado su capa, el arma que había usado para cometer su "delito", como lo acababa de llamar Dumbledore.

-Sí, profesor.

-Perfecto. Sería bueno que la uses mientras vas hacia la salida. No queremos más incidentes con los demás alumnos.

Harry asintió, amargado. Sacó la capa para hacerse invisible de su mochila y se la puso. Al poco rato, apareció McGonagall con su equipaje y emprendieron la marcha fuera del colegio.

Se sintió terrible ser escoltado fuera de Hogwarts, de forma invisible, huyendo del lugar donde había vivido los años más felices de su vida como un criminal, protegido por una escolta para evitar que los demás se abalanzaran sobre él para atacarlo y ejercer justicia a mano propia por sus horribles crímenes…

Pasaba junto a los alumnos que aún caminaban por los pasillos hablando la peor mierda de él, invisible, observando cómo Filch retiraba las fotografías con la poción de Snape de una forma tan lenta y desganada que parecía que quería tardar tanto como fuera posible en hacer el trabajo…

Y de pronto, el castillo quedó atrás y él avanzaba hacia las verjas exteriores del colegio junto a McGonagall y Hagrid, que tiraba de su baúl con una mano y llevaba la jaula de Hedwig con la otra. Y él, Harry, iba con su Saeta de Fuego bajo el brazo, oculto por la capa para hacerse invisible. Hogsmeade apareció ante sus ojos, en medio de la oscuridad de la noche…

Se despidió de Hagrid antes de subir al tren. McGonagall ya se había marchado, apenas dirigiéndole un frío "adiós".

-Nos veremos pronto, Harry, estoy seguro -le dijo Hagrid, que no dejaba de darle palmadas de ánimos-. Ya verás -agregó, asintiendo muy rápido con la cabeza-. Dumbledore no tardará en cambiar de opinión. Solo hay que esperar a que se calme todo… Ya verás.

Harry asintió, aunque por dentro sabía que Hagrid solo le estaba dando falsas esperanzas. Si Dumbledore considerara permitirle regresar, entonces no lo habría expulsado en primer lugar.

Se subió al tren, saludó a Hagrid por última vez y arrastró sus cosas hasta el primer vagón que encontró.

Todo el tren estaba vacío. Harry era el único pasajero.

Era la escena más triste del mundo: el expreso de Hogwarts totalmente desierto a excepción de él, moviéndose en dirección contraria al castillo por medio de un paisaje de campo que fue quedando tan oscuro a medida que se alejaban las luces de Hogsmeade, que pronto las ventanas se volvieron un cuadrado negro tras el cual no se veía nada.

Harry iba allí sentado, vibrando con el movimiento del tren, mirando a los demás asientos vacíos. Su cabeza giraba alrededor de todo lo que había ocurrido… El viaje, que normalmente se hacía largo por momentos, esta vez se pasó volando. Tenía la mente enredada en tantas cosas que, cuando las luces de la ciudad de Londres aparecieron fuera de las ventanas y lo rodearon por completo, sintió que no podía ser posible que ya hubiesen llegado.

Salió del tren. No había nadie más en la plataforma 9 y ¾. Iba él solo, arrastrando su baúl, su escoba y su lechuza por la plataforma desolada y oscura… Atravesó la barrera que conducía a la zona normalmente llena de muggles, pero que hoy estaba bastante vacía, debido al horario; y sintió la tristeza, el vacío y la soledad de la noche de la gran ciudad.

La oscuridad de la noche hacía ver a la estación King Cross como un lugar lúgubre y angustiante… Había un par de indigentes durmiendo en las esquinas, contra las paredes, y basura en el suelo.

Entonces los vio: tío Vernon y tía Petunia lo esperaban junto al auto, como al final de cada año escolar. Pero era tan depresivo que no hubiera otros alumnos por allí, sino únicamente algunos muggles que tomaban algún tren nocturno…

Harry se acercó a sus tíos, sabiendo exactamente lo que le esperaba. Y no se equivocó.

-¡Expulsado! -bramó tío Vernon, que estaba más furioso que nunca-. ¡Expulsado…!

Harry se subió en la parte trasera del auto mientras oía las quejas e insultos de sus tíos.

-¡…Sabíamos que no teníamos que recogerte de bebé! -gritaba tío Vernon, hecho una furia-. ¡Debiste ir a un orfanato desde el principio…! ¡Desde el principio! ¡Expulsado…!

Repitió tantas veces la palabra que Harry pensó que iba a enloquecer. Este se limitó a guardar silencio mientras Vernon conducía por las calles de la ciudad. No sabía qué hacer... ¿Qué haría de su vida ahora? ¿Viviría el resto de sus días en casa de sus tíos, soportándolos?

De ninguna manera. Aunque estuviera expulsado de Hogwarts, prefería huir y vivir como esos indigentes que había visto, durmiendo en el piso de la estación, antes que con ellos.

Pero entonces vio que tío Vernon se detenía ante un enorme edificio muggle rodeado de altos barrotes. Lucía como una prisión.

-¿Por qué nos detenemos? -preguntó Harry-. Aun no estamos en Little Whinging…

-¡JA! -gritó tío Vernon, sin pizca de gracia-. ¿Creíste que volverías a Little Whinging? ¡Loco!

-¡En tus sueños! -dijo tía Petunia, escandalizada-. ¡¿Qué dirían los vecinos?! ¡Por supuesto que no! ¡En cuanto recibimos la carta de tu director hemos contactado a esta institución, muchacho, donde pasarás el resto del año!

-¡Y bien merecido lo tienes! -gruñó tío Vernon-. ¡Ahora baja! ¡No pensarás que te acompañaremos adentro también! ¡Bastante hemos hecho Petunia y yo en traerte hasta aquí! ¡Baja y ve tú mismo allí dentro! Expulsado… ¡Pero claro que sí! Era solo cuestión de tiempo…

Harry no esperó seguir oyendo a tío Vernon decir "expulsado" más veces. Se bajó del auto y sacó su baúl, su jaula y su escoba del vehículo. Observó cómo tío Vernon daba marcha atrás y se alejaba a toda velocidad hacia la autopista, dejándolo solo allí, abandonado en medio de la noche en esa zona alejada y lúgubre de Londres, ante ese lugar viejo, oscuro y horrible.

Harry se volvió y se quedó mirando el siniestro edificio muggle. Había un cartel sobre las verjas de entrada que decía: "Centro de Seguridad San Brutus para Jóvenes Criminales Incurables (S.B.C.S.J.C.I.)".

-Tienen que estar jodiéndome -dijo Harry en voz alta.

El retrato de la Dama Gorda se abrió. Hermione caminó a pasos largos a través de la sala común como un rayo, con una expresión sombría en el rostro.

-Hermione…

Era Ron. Se acercó a ella, que se detuvo. Vio que ella tenía los ojos enrojecidos e hinchados.

-Déjame, Ron, me voy a mi habitación…

-Solo quiero hablar contigo un segundo -dijo él, tomándola del brazo.

Ella suspiró y asintió con la cabeza. Se alejaron hacia unas butacas en un rincón donde no había nadie. Haber sido amigos de Harry Potter había provocado que atrajeran algunas miradas en los pasillos durante ese rato, e incluso algunos murmullos de gente de Slytherin. No querían saber más nada con ser vistos por los demás.

-¿Estás bien? -le preguntó Ron-. Supongo que lo de Malfoy habrá sido…

-No quiero hablar de Malfoy -le dijo Hermione, cortante-. Así que, si eso era lo que querías…

-No, está bien -Ron se quedó con una expresión triste-. Solo quería decirte que no odies a Harry… Es terrible que lo hayan expulsado… ¿Qué va a hacer ahora? ¿A dónde irá?

-No tengo idea -dijo Hermione.

-Expulsarlo ha sido demasiado -dijo Ron-. La culpa no fue de Harry… yo más bien culparía a su padre.

-¿A su padre?

-¡Claro! ¿Cómo le regalas una capa para hacerse invisible a un adolescente? Te lo digo, Hermione, si mi padre me hubiera regalado una a mí yo habría hecho exactamente lo mismo.

-Imagino que sí. Todos los hombres son iguales.

Hermione miró con fastidio alrededor.

-Además, no fueron tantas -siguió Ron, tratando de defender a su amigo-. Harry solo espió a Katie y a las chicas de Beauxbatons…

Se detuvo al darse cuenta de que la había cagado.

-¿Las chicas de Beauxbatons? -dijo Hermione, con la mirada perdida.

-Emm… Bueno…

-Me voy a la cama.

Ron se quedó inmóvil, mirando cómo Hermione subía las escaleras hacia los dormitorios de las chicas.

Ahora sola, Hermione entró a su dormitorio y se tiró de cabeza en su cama. No había nadie más allí aún.

Así que ahí estaba el verdadero motivo por el que Harry la había espiado a ella, a Hermione, en la ducha. No se debía a que sintiera algo por ella, como le había dicho. Era simplemente su pasatiempo de esos días…

Nadie la había espiado por sentir algo por ella. Ni Harry, ni Draco. Este último, de hecho, jamás la había espiado en primer lugar. Sus tontas fantasías hacia él habían sido solo eso, fantasías. Draco solo había oído a Harry hablar con Ron y de ahí había sacado la idea. Seguramente Harry también le habría contado a Ron el detalle de que la había estado espiando al ducharse, y Draco sacó la idea de allí…

Y pensar que la noche anterior, a esa hora, estaba haciendo lo que ella creía que era "el amor" con él…

Empezó a llorar sobre la almohada, destrozada y desconsolada. Metió las manos bajo la almohada y sintió el tacto de su diario. Entonces lo sacó de allí, lo apuntó con su varita y quitó el encantamiento de sellado. Lo abrió en una página al azar y leyó el contenido:

Querido diario: He estado pensando en él otra vez. En Draco. Viene a mi mente por la noche, cuando me acuesto... Enseguida, empiezo a fantasear conque sus manos recorren mi cuerpo, empiezo a fantasear con el tacto de sus dedos sobre mi piel…

Hermione lanzó un chillido de dolor incontrolable. Perdió el control... Mientras lloraba a viva voz, temblando, arrugó las páginas del diario entre sus dedos y las hizo añicos. Los trozos de las hojas rotas fueron cayendo al suelo lentamente, flotando en el aire, destrozados como su corazón…

Se tapó la cara con ambas manos mientras temblaba con el llanto, un llanto mil veces peor que cualquier otro que hubiera tenido antes en su vida…

Las hojas del diario cayeron al piso, hechas pedazos.