Capítulo 20. La chica Potterhead
-¿Te dijo cuándo llegará?
-En cualquier momento…
-¡Qué nervios…! ¿De verdad crees que estoy bien vestida?
-¡Sí, claro que sí! ¿Crees que mi maquillaje está bien?
-Sí, está perfecto, no te…
¡Pum, pum!
Llamaron a la puerta.
Luna y Ginny compartieron una mirada nerviosa, haciendo silencio.
-Tranquila -le susurró Luna, tratando de ofrecerle una sonrisa reconfortante-. Todo estará bien.
Ginny asintió, aunque estaba muerta de nervios.
Luna se acercó a la puerta y abrió.
-¡Hola! -saludó Melanie, con una sonrisa, e ingresó al dormitorio-. ¿Cómo están? Traje esto.
Abrió su mochila y sacó una botella de una bebida transparente de apariencia alcohólica.
-Muy bien, ¿cómo estás tú? -le preguntó Luna, muy sonriente.
-Tan bien como se puede estar, con la locura que es este castillo.
-¡Sí, ni lo digas! -dijo Luna, que no dejaba de sonreír.
-Hoy ha sido un día de locos, ¿no creen? -Melanie se sentó en una cama y metió la mano en su mochila para sacar tres vasos de cartón del interior-. ¡Perdón por no haber respondido antes a tu carta, Luna! La recibí recién hoy.
-¡Ah, claro! -dijo ella-. Es que mi lechuza está un poco vieja. Ya no se orienta como antes. De seguro ha viajado hasta Londres ida y vuelta otra vez. No sé por qué piensa que tiene que llevar todas las cartas allí... Ella es Ginny.
-Hola -saludó Ginny, que se comía a Melanie con los ojos.
La adolescente de séptimo llevaba una camisa blanca con una corbata con los colores de Gryffindor y una falda muy corta, apenas por debajo del trasero. Sus piernas eran increíblemente gruesas y con la piel perfecta, igual que su rostro y el resto de su cuerpo. Sus ojos azules miraban a Ginny ahora, y sus labios carnosos y rosados le ofrecían una sonrisa.
-¡Hola, qué bueno conocerte, Ginny! Luna me ha hablado de ti.
-¿Dijo algo bueno? -bromeó Ginny.
Melanie rió mientras destapaba la botella y empezaba a servir el líquido transparente en los tres vasos. Era tan simpática. Siempre sonreía y parecía positiva y agradable.
-¡Yo diría que sí! -dijo, pasándole un vaso a cada una-. Me encanta esto: Acabar un lunes tedioso de clases compartiendo un rato con alguien, tomando algo. Esto es vodka de fuego. ¿Habían probado antes?
-Yo no.
-No, yo tampoco.
-Les gustará -Melanie alzó su propio vaso para brindar-. ¡Por nosotras!
Las tres brindaron. Cuando Ginny se llevó su vaso a los labios y dio un sorbo, tuvo que disimular la cara de asco. La bebida era increíblemente fuerte. Luna aguantó apenas un sorbo un poquito mayor al de Ginny. Melanie, en cambio, le dio un buen trago a la bebida con total tranquilidad.
Ginny se fijó en sus pechos: eran tan grandes que tensionaban los botones de la camisa de la chica. Su cabello rubio lacio caía sobre ellos. Eran como dos montañas gigantescas y sexys… Hizo el esfuerzo y le dio un sorbo mayor a su vaso, pensando que eso la pondría en la clase de humor que necesitaba.
-¿Cómo consiguieron este dormitorio solo para ustedes? -preguntó Melanie, mirando alrededor-. Qué hermosa privacidad tienen. Algo que odio es compartir mi dormitorio de Gryffindor.
-Es que no tengo amigas, y todas se fueron de aquí para no tener que estar conmigo -explicó Luna, sonriendo y bebiendo un poco más de su vaso de vodka, para luego sacar la lengua con repulsión.
-¿Y cómo se conocieron? -preguntó Melanie, mirando a Ginny-. No hay tantas lesbianas en Hogwarts.
Estuvieron charlando un rato sobre cómo Ginny y Luna se habían conocido cursando asignaturas juntas y sobre cómo habían empezado a salir luego de que un encendedor guiara a Ginny hasta Luna en un momento en que ella estaba sintiéndose sola y triste.
-Es increíble… -murmuraba Melanie, que ya iba por el segundo vaso de vodka-. ¿Una luz te guio hacia ella?
-Una luz mágica -añadió Luna, que había bajado medio vaso y empezaba a sentirse un poco mareada.
Melanie abrió la boca con sorpresa, formando una "O" perfecta con los labios. Ginny la observó mientras se acariciaba el cabello distraídamente.
-¿Qué me dices de ti, Melanie? -le preguntó, alzando las cejas. Sentía el vodka de fuego aún en la garganta, acariciándola por dentro. -¿Estás en pareja con alguna chica?
-No, a decir verdad no -dijo ella-. He tenido parejas, claro. Pero, como les decía, no hay tantas lesbianas en Hogwarts. Que lo admitan, claro.
Lanzó una risita, y Ginny y Luna rieron también, compartiendo una mirada.
-Hace tiempo que no estoy con nadie… -dijo Melanie, y entonces Ginny vio claramente cómo los ojos azules de la adolescente se posaban sobre sus pechos. Ginny se puso nerviosa y le dio otro sorbo a su vaso de cartón. -Pero creo que lo mío no son las "parejas", ¿saben? Prefiero relaciones esporádicas… relaciones sexuales, claro. Sin compromisos.
-Sí, claro, totalmente… -dijo Ginny, asintiendo con la cabeza como si estuviera totalmente de acuerdo con ella.
Melanie se quedó mirando a Luna y se relamió los labios lentamente.
-¿No te molesta que haya besado a Luna, entonces?
-No, claro que no -dijo Ginny enseguida-. Nosotras también somos muy abiertas, en ese sentido.
-Sí, cien por ciento -dijo Luna, que también se tocaba el cabello rubio con los dedos-. Somos abiertas.
Melanie sonrió mientras le daba otro trago a su vaso.
-Qué bueno saberlo… -dijo entonces, y sus dedos empezaron a rozar el botón superior de su camisa. Luna y Ginny la miraron como hipnotizadas. El alcohol eliminaba la mayor parte de los nervios, y solo quedaba el placer de observar a una chica tan hermosa y sexy como Melanie hablándoles en ese tono de voz seductivo, mientras jugaba con los dedos sobre el botón de su camisa, como si estuviera esperando a que le dieran el pie para empezar a quitársela…
Luna se puso de pie y empezó a caminar hacia Melanie. No creía que hubiera sido capaz de hacerlo si no fuera por el vodka. Pero, por suerte, esa sensación de despreocupación total que le daba la bebida estaba allí para guiarla…
Se detuvo delante de Melanie, mirándola fijamente.
-Podemos hacerlo de nuevo -le susurró, mirándola a los ojos con detenimiento-. Besarnos…
-Si tú quieres -dijo Melanie, devolviéndole la mirada de forma seductora-. Y si Ginny quiere, claro -agregó, girando la cara para ver a Ginny.
-Por supuesto -dejó escapar Ginny en un fino hilo de voz.
Entonces, Melanie se puso de pie, colocó ambas manos en las mejillas de Luna y empezó a darle un suave beso en los labios…
Ginny observó cómo se besaban en silencio, sentada en otra de las camas. El ver a Luna y Melanie besarse así, con suavidad, despacio, la estaba encendiendo totalmente… Sin darse cuenta, se había llevado una mano a uno de sus pechos y se lo masajeaba, despacio, mientras las miraba… Sentía sus pezones duros bajo la tela de su camiseta.
Melanie se apartó de Luna y entonces caminó hacia Ginny. Se agachó sobre ella y le tomó el mentón con los dedos, mirándola fijamente con esos impresionantes ojos azules…
Ginny cerró los ojos y sintió los labios de Melanie apoyándose en los suyos. Abrió la boca y recibió la lengua de la chica en la suya. Empezaron a besarse, rozando sus lenguas entre sí y recibiendo el calor de la boca de la otra. Melanie tenía gusto a vodka y a goma de mascar de fresa, y Ginny pensó que era un sabor delicioso.
Cuando por fin se despegaron, Melanie le sonrió y se volvió hacia Luna otra vez. Le indicó con un dedo que se acercara, y Luna obedeció de inmediato.
-¿Alguna vez han jugado al Amarotia Erotikus? -les preguntó, sonriendo muy divertida.
Ginny y Luna se miraron entre sí y negaron con la cabeza.
-Oh, les encantará…
Melanie fue a buscar su vaso y el de Luna y los acercó. Los llenó hasta arriba y brindaron de nuevo.
-¡Por ser abiertas! -dijo, dejando escapar una risita. Ellas dos repitieron sus palabras y las tres bebieron. Ginny y Luna sintieron que ya estaban ebrias.
Melanie entonces sacó su varita mágica y la apoyó sobre el suelo, de forma horizontal.
-Miren, se juega así -dijo-. Una de ustedes debe apuntar a mi varita con la suya y decir el encantamiento, que es: Amarotia Erotikus.
-De acuerdo -dijo Luna, que al tratar de apuntar con su varita no logró atinarle al objetivo, por el efecto del alcohol. Melanie tuvo que sostenerle la mano para ayudarla a apuntar bien. -¡Amarotia Erotikus!
La varita de Melanie, en el suelo, recibió el encantamiento y empezó a girar sobre sí misma sobre el suelo, como si fuera alguna mágica versión del juego de "la botella". La varita finalmente se detuvo apuntando a Melanie con la punta. Pero eso no fue todo, sino que de pronto una sensual voz femenina salió de ella, diciendo:
-Melanie, deberás besar los pechos de Luna.
-Wow -dijo Luna, impresionada-. Me gusta este juego.
Sonriendo, Melanie se acercó a ella y obedeció las indicaciones de su propia varita. Se reclinó sobre el cuerpo de la chica de Ravenclaw y empezó a besar sus pechos por encima de su musculosa blanca que tenía el diseño de muchas estrellas de colores.
Luna cerró los ojos y reclinó la cabeza un poco atrás, disfrutando del tacto de los labios de Melanie sobre sus pechos.
Finalmente, la chica se apartó y se dirigió a Ginny.
-De acuerdo, Ginny, es tu turno.
Ginny apuntó su varita hacia la de Melanie, que seguía en el suelo.
-¡Amarotia Erotikus!
La varita volvió a girar sobre sí misma, y terminó apuntando a la misma Ginny. La voz femenina salió de ella otra vez:
-Ginny, deberás meter tu mano bajo la falda de Melanie y acariciar su vagina.
Luna observó con sus ojos aún más saltones de lo habitual mientras le daba otro sorbo a su vaso.
Melanie abrió un poco las piernas. Su falda era tan corta que pudieron ver su calzón allí dentro, metido un poco en medio de sus labios vaginales. Luna se llevó una mano a su entrepierna y se la acarició un poco mientras veía cómo Ginny metía lentamente su mano en medio de las piernas de Melanie.
Esta última cerró los ojos y se mordió los labios. Ginny había posado sus dedos sobre su vagina y se la acariciaba con los dedos, por encima del calzón. Luego de habérsela frotado varios segundos, quitó la mano. Sintió la humedad de Melanie en sus dedos.
-De acuerdo, me toca a mí -dijo Melanie entonces, que ahora tenía cara de estar muy excitada. Tomó prestada la varita de Ginny y la usó para apuntar a su propia varita, repitiendo el encantamiento.
Su varita giró de nuevo hasta detenerse apuntando a Luna.
-Luna, debes desvestir a Melanie hasta dejarla completamente desnuda -dijo la voz.
Luna se acercó a Melanie y empezó a desabotonarle la camisa. Pronto sus enormes pechos quedaron a la vista bajo un sostén color rosa. Luna luego le desabotonó la falda y empezó a bajársela por las piernas, descendiendo por las rodillas, luego por los tobillos y hasta quitársela por completo…
Ginny observaba el cuerpo de Melanie en ropa interior, totalmente caliente. Ahora Luna se había puesto detrás de Melanie para desabrocharle el sostén… Se lo quitó y reveló ante los ojos de las tres esos preciosos pechos desnudos de Melanie, colgando ahora a la vista, mostrando sus pequeños pezones rosados, que lucían duros.
Luego Luna se agachó y empezó a bajarle el calzón, hasta que también se lo quitó, dejándoselo sobre la cama.
Melanie estaba completamente depilada, con su piel casi como la de un bebé. Era preciosísima. Su cuerpo desnudo era perfecto, tal como Ginny lo había imaginado cuando se masturbó por primera vez, tanto tiempo atrás…
-De acuerdo, ahora te toca a ti, Luna -dijo Melanie, dándole otro sorbo a su vaso.
Luna apuntó a la varita y esta giró otra vez, deteniéndose delante de Ginny.
-Ginny, debes meter tu lengua en el coño de Luna.
Ginny obedeció. Se acercó a Luna, sonriente, y le bajó el pantalón, hasta quitárselo. Entonces le abrió las piernas y se arrodilló delante de ella. Melanie las observaba mientras acariciaba su vagina con sus dedos.
Ginny le corrió el thong rosado a Luna con los dedos y entonces abrió la boca mientras miraba hacia arriba, hacia sus ojos, acercando su boca a ella…
Luna sintió la lengua de Ginny meterse entre sus labios vaginales. Le acarició el cabello pelirrojo con los dedos mientras gozaba del momento… Poco después Ginny se apartó, con su saliva aún chorreando por la vagina de Luna…
-Bien, Ginny, te toca.
Ginny realizó el encantamiento y la voz habló de nuevo:
-Melanie, tanto Ginny como Luna deberán chuparte los senos mientras te masturban.
Melanie oyó las palabras mientras acababa su vaso hasta el fondo. En ese momento, Luna y Ginny se acercaron a ella y empezaron a besarle los pechos, uno cada una.
Melanie las sujetó por la cabeza, la pelirroja de Ginny con la mano izquierda y la rubia de Luna con la derecha. Apartó su propio cabello rubio hacia atrás e hizo presión a las cabezas de Luna y Ginny para sentir sus bocas abiertas sobre sus tetas y el calor del aliento de ambas sobre sus pezones… Sus enormes pechos se aplastaron con los labios de las dos chicas, que le chupaban las tetas con suavidad, mordiendo ligeramente sus pezones, recorriéndolos con sus labios…
Ginny y Luna empezaron a masturbarla. Una metió sus dedos dentro de ella, abriéndola y tocándola por dentro, mientras la otra frotaba los suyos contra su clítoris. El placer era extremo. El goce era infinito. Melanie abrió bien sus piernas y dejó que la penetraran con los dedos, con sus líquidos vaginales chorreando en la cama, sintiendo las manos de las chicas en todo su coño enrojecido, tocándola toda y dándole placer en los pechos con los labios al mismo tiempo…
…
Katie Bell se metió a su habitación y cerró de un portazo. Su cabeza estaba gacha y sus ojos apuntaban hacia arriba. Miraba a la única otra chica que estaba en ese dormitorio: su mejor amiga, Leanne.
-Katie…
-Por Merlín, me siento tan…
Katie cruzó la habitación y se sentó en su cama, tapándose la cara con ambas manos.
-Lo sé -dijo Leanne-. Debes sentirte tan…
Ella tampoco podía terminar la frase. La chica no pertenecía a ese dormitorio, pero solía ir allí como si fuera su propia habitación, para verse con Katie.
-Tan… -Leanne trataba de ponerlo en palabras, sin éxito.
-…Con tantas emociones al mismo tiempo -dijo Katie entonces, sacándose la cara de las manos. Negaba con la cabeza, con la mirada perdida. -No puedo creer todo esto.
-Lo sé -dijo Leanne-. Por un lado, debes sentirte avergonzada.
-Muy avergonzada -remarcó Katie-. No tienes idea de lo que se siente… Que toda la puta escuela te haya visto desnuda y en tamaño gigante, en todos los putos pasillos del castillo…
Se mordía los labios. No denotaba tristeza alguna, pero sí ira y una gran conmoción, como si no pudiera creer lo que había pasado.
-Sí, no puedo imaginar lo que debe sentirse -dijo Leanne-. Debes sentirte terrible por eso…
-La vida aquí será imposible estos días… Y no sé hasta cuándo… No quiero salir de este dormitorio hasta que hayan pasado por lo menos dos semanas. No quiero que nadie me vea… Harry debería haberme dejado de regalo su capa para hacerse invisible, ¿no crees?
-Y hablando de Harry… Está lo otro…
-Lo otro… -repitió Katie, asintiendo con la cabeza y aun mirando hacia el frente, hacia la nada-. Todavía no puedo creerlo… Tengo tantas emociones encontradas. Han pasado tantas cosas juntas…
-Tampoco puedo creerlo, amiga -dijo Leanne, mordiéndose los labios-. Es increíble que haya pasado esto… Tu gran secreto…
Entonces, Katie metió una mano bajo su cama y corrió su baúl. Lo abrió y empezó a buscar entre su ropa, hasta que encontró un álbum de fotografías que parecía tener al menos diez años de antigüedad. Lo abrió y se quedó mirando el interior: el álbum estaba repleto de fotografías de Harry Potter. Recortes de revistas, artículos de El Profeta, de Corazón de Bruja… Cualquier publicación donde Harry hubiera sido mencionado estaba pegada allí.
Katie recorrió las páginas con los dedos y entonces volvió a cerrar el álbum, mientras negaba con la cabeza, como si no pudiera creer lo que le estaba pasando. Al cerrar el álbum, fue visible una inscripción sobre su portada que decía: "Potterhead".
-Yo inventé este término -dijo Katie en un susurro, acariciando la palabra con sus dedos, que había sido coloreada con tinta de distintos colores y cuya inicial estaba en una tipografía con forma de rayo-. Las estúpidas de Romilda Vane y sus amigas me lo copiaron. Yo inventé la palabra "Potterhead".
-Lo sé, amiga -dijo Leanne-. Eres la más grande fan de Harry Potter, desde que te conozco. Es tan loco que pasara esto…
-Desde que era chica -dijo Katie, abriendo el álbum de nuevo para ver las fotografías de Harry que llenaban cada centímetro de cada página-. Desde que mis padres me contaron la historia del Niño que Sobrevivió, y cómo había protegido al mundo mágico del malvado Lord Voldemort… -sonrió, sumida en recuerdos-. Mi madre me contaba su historia cada noche, antes de irme a dormir…
Katie acarició una foto especialmente grande de Harry donde el chico montaba su Nimbus 2000, con unos once años de edad, pasando el dedo por el rostro del chico impreso en el papel.
-Yo sabía que teníamos casi la misma edad, y soñaba con entrar a Hogwarts y conocerlo -siguió contando Katie, abstraída en su historia y recorriendo las páginas de su álbum, una tras otra-. Pero como gran fan que era de él, sabía que no sería hasta segundo año que podría conocerlo, si es que él asistía. Porque él nació el 31 de julio de 1980, un año después que yo. Es Leo, igual que yo. Nació en el Valle de Godric, igual que mi madre… Tenemos tanto en común.
Leanne escuchaba y asentía, con cara de haber oído ese discurso antes por parte de Katie al menos unas mil veces.
-Es sangre mestiza, igual que yo -prosiguió Katie-. Claro que a él no le gusta etiquetar a la gente por su status de sangre, y a mí tampoco…
-Lo sé, lo sé -decía Leanne.
-…Ambos compartimos el mismo ascendente en Júpiter, según los mapas estelares que estudiamos en Astronomía. Su patronus es un ciervo, y su Boggart es un Dementor… El mío es Lord Voldemort, porque mi mayor miedo es que regrese y le haga algo malo a Harry…
-Lo sé, amiga, no tienes que demostrarme que sabes todo sobre Harry Potter. Soy tu amiga desde hace mucho tiempo.
-Cuando quedó en el equipo de Quidditch conmigo, no podía creerlo -dijo Katie-. Había sido el sueño de mi vida. Compartir el equipo con él… Había estado entrenando desde pequeña, porque sabía que James Potter había sido un gran jugador y era posible que Harry también lo fuera. Como estaríamos en años distintos, no compartiría clases con él. Por lo que, si quería poder verlo de cerca, entonces…
-…Entonces no había mejor plan que quedar con él en el mismo equipo de Quidditch -completó Leanne, que ya se sabía perfectamente todo aquello.
-Exacto -dijo Katie, obsesionada-. Pero casi quedo en Ravenclaw, cuando me puse el sombrero en primer año. Eso habría arruinado todos mis planes. Era obvio que Harry sería un Gryffindor. Tenía que quedar en Gryffindor sí o sí. Le supliqué tanto a ese sombrero que me pusiera en Gryffindor que estoy segura de que me puso aquí únicamente porque sabía que, si no lo hacía, me vería a diario en el despacho de Dumbledore insistiéndole para que me cambiara.
Leanne sonrió.
-Ha sido una locura total estar con él en el mismo equipo estos años -continuó Katie-. El año pasado, cuando ganamos la copa de Quidditch, me animé a ir hasta él y darle un beso en la mejilla. Me ganó la emoción, con la euforia. Hasta ese momento, había tratado de disimular, pero…
-…Y pensaste que a él ni le había importado ese beso -dijo Leanne.
-Pero ahora pasó esto… -finalizó Katie, negando con la cabeza otra vez-. No puedo creerlo… Cuando Harry admitió que las fotos eran reales, en el despacho de Dumbledore, me tuve que tapar la cara para que no vieran mi felicidad…
-¿De verdad, Katie?
-¡Sí! Aún me sentía humillada porque todos me hayan visto desnuda, pero ese momento fue más fuerte… Me ganó la felicidad, te lo confieso. Claro que duró poco, porque enseguida Dumbledore dijo que echaría a Harry del colegio. ¡Y por mi culpa! No podía creerlo… Me fui hecha una furia. No podía creer que lo echaran… ¡Y por mi culpa! -repitió, como si no acabara de creerlo.
-¿Y no podías decirle nada a Dumbledore, amiga? ¿Para que no lo expulse?
-¡Pero si le dije que no lo haga! -protestó Katie-. ¡Le dije al viejo de mierda… es decir, a Dumbledore, que no lo expulse! ¡Pero me dijo que la decisión ya estaba tomada!
-Qué hijo de puta… -dijo Leanne, negando ahora ella con la cabeza.
Katie cerró el álbum y volvió a guardarlo en su baúl.
-Esta noche ha sido demasiado -dijo entonces, con las manos en su pecho-. Harry me ha estado espiando… A mí… Pero, ¿de qué me sirve la felicidad de saber eso, si lo han expulsado del colegio? Y yo me he quedado aquí, con todos los imbéciles que ahora no dejarán de mirarme por los pasillos por ser la chica que salió desnuda en esas fotos…
-Todo estará bien, Katie…
-¿No puedo irme con él? Que me echen a mí también -se lamentó Katie-. ¡Quiero ir con Harry!
Bajó la voz mientras miraba a su amiga fijamente.
-Si Harry estuviera aquí, te juro que iría a su dormitorio ahora mismo para decirle que quiero que me espié en la ducha de nuevo, pero que esta vez lo dejaré cumplir todas sus fantasías conmigo…
Leanne rió.
-Tranquila, amiga. Tienes que reponerte de todo esto. Y ni se te ocurra huir de Hogwarts, ¿entendido? Yo creo que Dumbledore traerá a Harry de vuelta, ya lo verás. Y que la gente se olvidará de lo que vieron en esas fotos. Necesitas tiempo, solo eso.
-¿Tú crees?
-Sí, amiga. Tiempo. Solo eso. Has ganado algo bueno: Sabes que a tu gran Harry Potter le pareces atractiva, ¡y que quizás hasta esté loco por ti!
Katie se mordía los labios como si aquello fuera lo mejor que hubiera oído nunca.
-Por ahora, recuerda eso, y trata de no preocuparte por nada más… Todo estará bien.
-Gracias, Leanne… Eres la mejor.
Las dos amigas se acercaron a la otra y se abrazaron con fuerza.
…
Malfoy estaba en lo alto de la torre de Astronomía aún. La noche había caído profundamente, y el cielo antes despejado ahora se había cubierto de nubes y amenazaba lluvia. Los relámpagos empezaban a aparecer entre las nubes, iluminando su rostro de blanco.
El chico parecía estar perdiendo la razón. Miraba hacia la nada, respirando de forma entrecortada, mientras el peso de todo lo que había vivido lo aplastaba con fuerza…
-¡Así que aquí estás! -gruñó una voz tras él.
Malfoy ni siquiera se volvió. Oyó los pasos acercarse por su espalda y entonces un par de manos lo tomaron de la túnica y lo obligaron a volverse en el lugar, con violencia.
-Dumbledore te está buscando -le dijo Snape, mirándolo fríamente-. Hace horas.
-No quiero ir -replicó Malfoy, que continuaba con esa expresión tan rara, como si estuviera por enloquecer.
-Has sido tú, entonces -dijo Snape, escudriñándolo con la mirada-. Te han delatado, no tienes opción. Tendrás que dar explicaciones.
Malfoy negaba con la cabeza, totalmente perdido. Ni siquiera parecía estar allí presente…
-Confesaré todo -susurró entonces, y un relámpago resonó en el cielo, sobre su cabeza-. Haré que me expulsen. No quiero seguir estudiando aquí…
Snape lo sacudió por la túnica con fuerza.
-¡No seas idiota! -le gruñó, furioso-. ¡Enfrenta tus actos, Draco! Ve y dile a Dumbledore que no has sido tú. No tienen pruebas. Solo tienes que negarlo.
Pero Malfoy negaba con la cabeza, frenéticamente.
-¿No lo entiende, profesor…? -dijo, con sus ojos muy abiertos reflejando la luz blanca de los rayos, cada vez más intensos-. No quiero seguir en Hogwarts… Ya no puedo estar con ella… Todo terminó… El juramento inquebrantable me lo prohíbe... ¡NO PUEDO ESTAR CON ELLA!
Gritó aquello último de forma desquiciada, con su cabello agitándose por el viento. Parecía al borde de la locura…
Snape se quedó mirándolo con la cabeza en alto, mientras asimilaba esas palabras, él también con su cabello negro y largo agitado por el viento.
-¿Juramento inquebrantable…? -pronunció el profesor lentamente.
-¡La amo! -dijo Malfoy entonces, y las lágrimas cayeron por su rostro-. ¡La amo… pero no puedo estar con ella! No puedo… El juramento me lo prohíbe… No puedo seguir aquí, viéndola cada día… Necesito irme de aquí… Necesito que me expulsen del colegio, o voy a enloquecer…
Snape se quedó inmóvil mientras asimilaba toda esa información.
-No puedes romper un juramento inquebrantable, Draco… Jamás debiste hacerlo.
-Lo sé… Soy un estúpido… Un estúpido…
-Hasta el día en que alguna de las dos partes muera, el juramento seguirá activo -dijo Snape, negando con la cabeza-. No podrás hacer nada al respecto. Pero eso no quiere decir que…
Malfoy lo interrumpió:
-¿Cómo que hasta que una de las partes muera?
Snape se quedó frío, y entonces miró a Malfoy con una nueva expresión en el rostro: temor.
-Draco… -empezó.
-¿Es decir que si Montague muere…?
Malfoy dijo aquello con una extraña sonrisa y una mirada tan psicópata que Snape abrió más los ojos en la oscuridad de la noche, con sorpresa.
-Draco, necesitas olvidar a esa chica -le susurró el profesor, acercándose a él y mirándolo de una forma distinta, como si estuviera tratando con una persona distinta a la que creía, con mayor cautela-. No existe una alternativa. Si lo juraste, entonces jamás podrás verte con ella… Olvida lo que te dije…
Pero Malfoy miró al profesor a los ojos por primera vez, y tenía algo nuevo en su mirada: una oscura esperanza enfermiza.
-Es fácil para usted decirlo, profesor -dijo Malfoy, con una mueca de desprecio, mientras miraba a Snape a los ojos-. ¿Cuándo se ha enamorado usted? ¡¿CUÁNDO HA SENTIDO LO QUE YO SIENTO?!
Le gritó a la cara, con los relámpagos volviéndose más intensos sobre ellos, en lo alto de esa torre.
-¡¿ACASO USTED HA AMADO A UNA MUJER CON LA QUE NO PODÍA ESTAR?! -le gritó Malfoy a la cara, totalmente fuera de control-. ¡USTED NO TIENE IDEA DE LO QUE ESO SE SIENTE…!
Snape le devolvió la mirada con sus ojos negros lanzando chispas. Pareció que iba a replicar, pero se contuvo. Finalmente, le soltó la túnica y lo dejó allí de pie. En silencio, y sin dejar de mirarlo fijamente, el profesor dio un paso hacia atrás.
-Será mejor que vayas a ver a Dumbledore cuanto antes -le dijo-. Y si sabes lo que te conviene, le dirás que no tuviste nada que ver con lo sucedido, y luego olvidarás a esa chica… Y harás de cuenta que no te he dicho nada sobre los juramentos inquebrantables.
Malfoy le devolvió una mirada enferma, psicótica.
-No se preocupe, profesor, no diré a nadie lo que usted me dijo…
Se formó una sonrisa perversa en su rostro y sus ojos lanzaron un brillo macabro, iluminado por la luz de los relámpagos. De pronto, su rostro lucía muy parecido al del joven Tom Riddle en sus épocas de Hogwarts, a aquel mago oscuro que había admirado tanto...
-…Será nuestro pequeño secreto.
