(parte 2)

Con los barriles ya dispuestos sobre los espacios en las mesas que los de Durmstrang habían dejado para ellos, los chicos y chicas de las tres escuelas tomaron pilas de vasos de cartón color rojo, se formaron ante los barriles con su bebida favorita y empezaron a presionar las canillas para servirlos hasta arriba con alcohol. Había de todo: barriles de cerveza de manteca, de licor, de sangría de duendes, de whiskey de fuego… Algunos eran en verdad tanques de vidrio con tragos preparados en su interior, de colores y con trozos de frutas flotando dentro; otros eran de madera y eran enormes.

-Los chicos sí que se han pasado con la bebida -dijo Parvati, sirviendo un trago color azul que tenía un fuerte olor a vodka en un vaso de cartón y pasándoselo a Lavender. Empezó a llenarse otro para ella misma.

-¡Hermana, dame uno a mí también! -dijo Padma Patil, apareciendo en escena con un par de amigas de Ravenclaw-. ¿Qué tal está?

Lavender acababa de beber un sorbo y abrió grandes los ojos mientras asentía, sonriente.

-¡Delicioso! -dijo, dando su aprobación.

-¡Sírvenos tres! -pidió Padma a su gemela.

Las personas que hacían fila tras ella reían muy fuerte mientras bailaban al ritmo de la música, un reggaetón de una banda de magos de Escandinavia que nadie conocía allí, pero que sonaba muy bien. La letra de la canción estaba en finlandés.

-Aquí tienes, hermano -dijo Fred, apareciendo junto a Ron y dándole un vaso repleto de cerveza de manteca.

-Gracias -Ron lo tomó y le dio un sorbo. Fleur estaba charlando con George mientras ambos bebían vasos llenos de cerveza también.

-¿Y Hermione? -preguntó Fred, buscando con la mirada alrededor.

-Se fue -dijo Ron-. Mientras subíamos los barriles. Luego de que terminamos vi que había desaparecido.

-¡Pero si no ha llegado a probar la bebida! La fiesta recién empieza.

-Sí, pero dijo que solo vendría un rato y se iría, así que no me extrañó ver que ya no estuviera. No estaba de ánimos. Se habrá ido a dormir.

-Pensé que ya se le había pasado el enojo con George y yo por contar el chisme de que había perdido la virginidad con Harry. No he oído a casi nadie volver a llamarla la puta Granger.

-Sí, todos ya se han olvidado de eso -explicó Ron-. Parece increíble, ¿verdad? En menos de una semana todo el mundo se olvidó de seguir llamándola así. Por suerte, claro.

-¡Es que han pasado demasiadas cosas en solo tres o cuatro días! -dijo Fred-. Para el lunes todos olvidaron eso porque "El Sucio Potter" se convirtió en el nuevo tema de moda. Y no es para menos, ¿no? Con esas fotos por todo el castillo…

-¿Sabes algo de Harry? -le preguntó George.

-Sí. Hermione dice que consiguió trabajo en el Callejón Diagon y que está allí, pero no me dijo mucho más. Lo importante es que está bien.

Ernie Macmillan se había acercado a ellos con varios chicos de Hufflepuff y oyeron el final de la conversación.

-"¡Harry El Sucio Potter!" -dijo Ernie, muy serio-. ¡Bien expulsado que está!

Ernie había bebido solo un vaso de whiskey de fuego, pero había sido suficiente para que ya estuviera trastabillando por la proa del barco, mareado y con la mirada desenfocándose por momentos.

-Ernie, será mejor que te apartes de nuestra vista si no quieres terminar en el fondo de este lago nadando con las sirenas -le dijo Fred, calmadamente, dándole un sorbo a su cerveza de manteca.

-¡Potter es un violador! -gritaba Ernie, muy ebrio, apuntando su dedo hacia un punto del barco donde no había nadie en particular, como si Harry estuviera allí-. ¡Un violador! ¡Debería estar en Azkaban ahora mismo, no en el Callejón Diagon!

Ron dejó su vaso sobre la mesa, furioso, pero Fred lo detuvo.

-Tranquilo, hermano -le dijo, sin perder la calma-. Solo es un borrachín. No queremos pelear con él, ¿verdad que no? Estamos aquí para pasarlo bien. Ven, vayamos para la popa. Los chicos de Durmstrang están por lanzar un show de fuegos artificiales desde allí.

Ron, Fleur, George y él se alejaron, dejando a Ernie con sus amigos de Hufflepuff.

Parvati, Lavender y Padma se habían acercado al oír la conversación también y se pusieron a charlar con los de Hufflepuff.

-¿Y qué pasará con Malfoy al final? -preguntó Parvati-. Tanto que critican a Harry, pero dicen que Malfoy fue el que publicó esas fotos por todos lados. Debería ser expulsado también.

Ernie la ignoró y se puso a bailar al ritmo de la música, entrando en una nueva fase de la borrachera donde la ira fue reemplazada por ganas de bailar.

-Malfoy negó haberlo hecho -dijo Justin Finch-Fletchley-. Así que quizás sean solo rumores. Quizás no fue él.

-No sean idiotas -dijo Padma-. Claro que fue él. ¿Quién más odiaba tanto a Harry como para hacerlo?

-Es increíble que Dumbledore no lo haya expulsado -opinó Padma-. Expulsó a Harry por confesar, pero no a Malfoy. A pesar de que hubo una testigo que dijo toda la verdad sobre él, ¿verdad?

-Malfoy es un idiota -dijo Lavender, que bebía el trago color azulado-. No lo aguanto. Ojalá lo expulsen pronto.

Se alejaron de los Hufflepuff, que ahora bailaban en torno a Ernie, contagiados por los pasos de baile de este.

-¡Oigan, muchachos! -gritó Cedric, acercándose a sus compañeros de casa con un vaso tan lleno de vodka de fuego que la bebida transparente rebalsaba y chorreaba hasta el piso-. ¡Tenemos que conseguir chicas, vamos! ¡¿Qué están esperando?!

Tragó todo el vaso hasta el fondo, sin parar, y se quedó con casi tan poco equilibrio como Ernie. Al ver que sus compañeros no le hacían caso, aún bailando entre ellos, se alejó del grupo y se acercó él solo a unas chicas de Beauxbatons que bailaban juntas en un gran círculo.

Cedric se metió en medio y empezó a bailar con ellas, haciéndoles señas y riendo con su rostro de galán y sus blancos dientes brillando con las luces de colores que se reflejaban con la bola disco, que giraba en lo alto, flotando por sí sola en el aire.

Ellas lo aplaudieron y se pusieron a bailar con él, tomándolo de las manos y haciéndolo girar en medio del círculo, riendo también. A pocos metros de distancia, Krum bebía un trago de ron mientras lo observaba con expresión seria y ojos entrecerrados.

La fiesta se fue encendiendo. Con todos bebiendo alcohol a más no poder, el control se fue perdiendo demasiado pronto. Los bailes se fueron volviendo más alocados, la música retumbaba en sus oídos y hacía eco en la noche, los barriles llenos de alcohol fueron bajando y vaciándose cada vez más, mientras los vasos de cartón en las manos de todos los chicos y chicas se llenaban, se vaciaban y se llenaban otra vez.

No había forma de detener aquello. El barco estaba ardiente de fiesta, y esta vez nadie de Hogwarts podría detenerlos.

-¡Zarpemos, mi capitán! -gritó Karkaroff, ebrio, con un vaso lleno de ron chorreando en su mano. Se dirigía al capitán del barco, un mago canoso con un diente dorado que llevaba un sombrero antiguo y pantalones bombachos. -¡A altamar! ¡Zarpemos ahora mismo! ¡Continuemos esta fiesta en las aguas, como debe ser!

Karkaroff estaba muy ebrio. El capitán obedeció de inmediato, alejándose hacia su cabina con un vaso de whiskey de fuego en la mano.

Una de las chicas de Beauxbatons había escuchado y se volvió hacia Karkaroff, preocupada.

-¿Puede conducir bajo los efectos del alcohol? -le preguntó, observando al director con el ceño fruncido.

-¡Es un barco, querida mía! -le respondió Karkaroff, sirviéndose otro vaso de ron del barril más cercano-. ¡…Solo puede conducirse bajo los efectos del alcohol! -y rompió en carcajadas, como si acabara de contar el mejor chiste del mundo.

Los alumnos de Durmstrang tiraron de la rampa de madera para meterla en el interior de la embarcación y quitaron el ancla.

Entonces, para sorpresa de todos, el barco entero dio una sacudida y empezó a moverse despacio, internándose en el Lago Negro.

-¡Mierda! -gritó Ron, volcando medio vaso de cerveza de manteca sobre el vestido de una chica de Ravenclaw con la sacudida-. ¡Lo siento!

-¿A dónde vamos, amoggg? -le preguntó Fleur, sujetándolo del brazo con temor.

Todos se quedaron contemplando cómo el barco zarpaba aguas adentro, mientras sostenían sus vasos de alcohol y les daban sorbos ocasionales.

-¡La fiesta continuará en medio del lago! -explicó un chico de Durmstrang, haciéndose oír por sobre la música con su voz ampliada mediante magia-. ¡Que continúe la fiesta!

-¡FIESTA EN EL LAGO NEGRO! -gritó Roger Davies, totalmente ebrio.

-¡Siiiiiiiiii! -gritaron varios, haciendo eco de su grito de celebración. Todos aplaudieron y silbaron con emoción. La fiesta continuó, con todos bailando y riendo, yendo nuevamente hacia los barriles de bebidas y presionando las canillas para que la bebida cayera en el interior de sus vasos.

-Supongo que no poggremos irnos temprano si lo deseamos -comentó Fleur, observando cómo el barco avanzaba aguas adentro del Lago Negro.

-Tranquila -le dijo Ron, llenándose su vaso nuevamente-. Si quieres volver antes, amor, yo nadaré hasta la orilla e iré a buscar mi escoba voladora para luego pasar a recogerte en ella.

-Ohh, ¿haggrías eso por mí? -le preguntó ella, enternecida.

-Por supuesto, y mucho más también.

Fleur le rodeó el cuello en brazos y empezó a besarlo intensamente en los labios, esta vez con mucha lengua. Fred y George, que estaban junto a ellos, compartieron una mirada amargada y se alejaron hacia otra parte de la popa donde se había armado un baile de reggaetón mágico muy alocado entre varios chicos y chicas de Hogwarts.

-No podemos darnos por vencidos -dijo Fred, apretando los puños.

-Ya es tarde, hermano -dijo George-. Ron nos ganó. Tenemos que aceptarlo.

-¡Jamás! -dijo Fred, mirando alrededor-. ¿Dónde está Melanie Sanders…?

-No quiere saber nada con nosotros, olvídala.

-¡Mira, allí está! -dijo Fred, tirando de su hermano-. ¡Vamos por ella!

George sabía que Fred solo quería ir a tratar de conquistar a Melanie por décima quinta vez esa semana porque había tomado cuatro vasos llenos de cerveza de manteca, pero fue tras él de todas formas.

-Estás hermosa, ¿sabes? -le decía en ese momento Cedric a una chica de Beauxbatons llamada Chloé.

La chica, de cabello castaño claro y ojos grises, le sonrió exhibiendo unos dientes casi tan blancos y perfectos como los de él mismo. Estaban bailando juntos en la proa, tomados de las manos y habiéndose apartado del resto del grupito de chicas de esa escuela.

-Tú también eggres pggrecioso -le dijo ella, mirándolo fijamente a los ojos y pestañeando mucho.

-¿Qué me dices si continuamos con esta fiesta en alguno de los camarotes? -le susurró Cedric al oído, con un tono de voz muy sensual. Ella volvió a sonreírle de esa forma sexy y asintió con la cabeza, sin soltar su mano.

Anduvieron juntos por la proa hasta la puerta que daba al interior del barco y desaparecieron por ella, rumbo a los camarotes.

-¡Enciendan los fuegos arrrtificiales! -ordenó Krum en ese momento a sus compañeros de escuela. Obedientes, estos apuntaron sus varitas hacia la parte superior del barco, por encima de sus cabezas.

Cientos de fuegos artificiales de todos colores salieron despedidos al cielo nocturno y estallaron en él, con luces de todos colores que llenaron todo el campo visual. Todos en el barco gritaron con júbilo y señalaron hacia arriba.

-¡Increíble! -decían las voces, mientras los fuegos artificiales seguían estallando y reflejándose en las aguas del Lago Negro, bajo ellos. El barco continuaba avanzando hacia el centro del lago, haciendo estallar luces en la noche.

Ginny, Luna y Melanie bailaban juntas mientras bebían trago tras trago de sangría de duendes. La bebida era tan fuerte que ya estaban ebrias, muy ebrias, las tres. Y de pronto las luces de los fuegos artificiales vibraban de forma confusa.

-¡Chicas, ¿cómo están?! -dijo una voz masculina. Fred se había acercado a ellas, y tras él vino George. Los dos se pusieron a bailar a su lado, moviéndose al ritmo de la música.

Melanie miró a Luna y puso los ojos en blanco. Luego se acercó a Ginny y le dijo al oído:

-Tus hermanos no se cansan, ¿verdad?

Pero Ginny, que estaba más ebria de lo que hubiera estado en su vida, tuvo lo que pensó que era una brillante idea. Se acercó a Melanie y le dijo al oído:

-Oye, ¿qué te parece si jugamos un poco con ellos…? Podría ser divertido.

Lanzando risitas, las tres chicas juntaron sus cabezas y empezaron a hablar a toda velocidad.

-¿Qué crees que estén diciendo? -le preguntó George a Fred, mirando esa curiosa reunión con desconfianza.

-Quizás Ginny está jugando a nuestro favor -le dijo Fred, dándole otro sorbo a su vaso mientras miraba a las chicas con ojos entrecerrados-. Mmm… Sería muy bueno para ser verdad, ¿no lo crees?

-Conociéndola, debe estar convenciendo a Melanie de que nos lance por la borda -dijo George.

La reunión entre las tres chicas terminó y entonces Melanie se acercó a los gemelos, sonriente.

-Las chicas y yo tenemos una idea brillante -les dijo Melanie, mirándolos a ambos por turnos y exhibiéndoles esa sonrisa perfecta-. ¿Qué les parece si vamos a uno de los camarotes y seguimos la fiesta allí dentro?

Fred y George compartieron una mirada de asombro, con los ojos como platos.

-¿De verdad? -Fred no daba crédito a sus oídos.

-¡Podemos jugar a un juego sexual! -les dijo Melanie a los oídos, gritando para hacerse oír sobre la fuerte música que salía de los gigantescos parlantes tras ellos-. ¿Conocen el Amarotia Erotikus?

Al oír ese nombre, Fred y George se apartaron de ella de un salto y juntaron sus cabezas, esta vez teniendo ellos una reunión masculina propia, lejos de los oídos de ella.

-Es una trampa, hermano, estoy seguro -dijo George-. Estoy ebrio, pero no soy idiota. ¡No es posible…!

-¡Quizás Ginny la ha convencido! ¡¿No dicen que la familia es lo primero?! ¡Bendita sea la sangre que nos une, hermana!

-Espera, espera… -dijo George, pero entonces cambió de opinión-. Olvídalo. ¡Vamos! O me arrepentiré toda mi vida. Pero si resulta ser una trampa…

-¿Qué va a hacernos, violarnos? -dijo Fred-. ¡Por mí encantado! ¡Vamos, hermano! ¡Esta es nuestra noche! ¡Ron verá quiénes son los verdaderos conquistadores de la familia Weasley!

Acabaron su reunión y regresaron con Melanie, que movía los hombros y la cintura al ritmo de una melodía electrónica que había empezado a sonar, muy bailable.

-¡De acuerdo! -anunció Fred, asintiéndole a la chica-. ¡Lo haremos!

Entonces Melanie les hizo un gesto con la cabeza apuntando hacia la puerta que iba al interior del barco. Aun bailando, la chica empezó a caminar hacia allí. Ginny y Luna fueron tras ellos, sin dejar de reír y cuchichear.

-¿Ellas también vendrán? -preguntó George, confundido.

-¡Claro! -dijo Melanie, riendo y bailando mientras ingresaban al barco.

Desaparecieron los cinco, puertas adentro.

La noche avanzó y todos sentían como si el Lago Negro estuviera agitado por una fuerte marea que los mecía, mareándolos; a pesar de que la superficie del agua estaba lisa e inmóvil, como un espejo plano, sumida en una calma total.

En otra parte del barco, Roger Davies se besaba locamente con Lavender Brown. Junto a ellos, Parvati y Padma bailaban juntas, tomadas de las manos.

-¡Vaya! ¡Ustedes sí que son idénticas! -dijo Neville, acercándose a las hermanas mientras bailaba al ritmo de la música electrónica.

A pesar de lo básico que había sido el comentario, Parvati y Padma rompieron en carcajadas. El alcohol estaba actuando en sus venas.

-¡Eres tan lindo, Neville! -dijo Padma, que ya iba por su quinto vaso del trago azulado-. ¡¿Tienes novia?!

Parvati se quedó mirando a su hermana muy boquiabierta. Pero a Padma no le importó. Antes siquiera de que Neville pudiera responder, se había lanzado sobre él y lo besaba con fuerza en los labios.

Parvati se quedó contemplando cómo su hermana besaba a Neville con la boca muy abierta y su lengua siendo visible en el espacio entre sus labios, moviéndose muy rápido; y se llevó su vaso a sus propios labios para beber más de aquel líquido azulado, observando la escena como con curiosidad.

Cuando Padma por fin se despegó de Neville, este lucía totalmente estupefacto y no parecía ser capaz de hablar o moverse.

Padma se acercó a Parvati y le susurró algo al oído, y esta rió.

-¡Oye, Neville! -gritó Padma, acercándose a él de nuevo-. ¡Parvati también quiere besarte!

-¡No es verdad! -chilló ella, y rompió en carcajadas.

Las dos hermanas rieron como si aquello fuera lo más gracioso del mundo. Estaban muy alcoholizadas y les costaba moverse dos centímetros sin chocarse contra el cuerpo de otra persona. En especial porque la otra persona también estaba alcoholizada.

Y entonces ocurrió lo impredecible: Neville bajó todo el resto de su vaso de un largo trago, lo lanzó al suelo y avanzó hacia Parvati. Ella se quedó de piedra observando cómo el chico la tomaba con ambas manos de la cara y empezaba a besarla con una locura que rozaba la desesperación.

-¡Aaaaaahhhhhhh! -chilló Padma, feliz, aplaudiendo y riendo.

Neville y Parvati se separaron. Esta última pareció sorprendida por la movida de Neville en un principio; pero entonces sonrió, miró a Padma y luego a Neville y gritó:

-¡AHORA LOS TRES!

Tomó las cabezas de Neville y de su propia hermana y se las acercó a la suya. Los tres se besaron al mismo tiempo, con sus tres labios haciendo contacto a la vez.

Cuando se separaron, reían tanto los tres que sentían que sus pulmones explotarían.

Las luces giraban en torno a ellos. Se estaban divirtiendo como nunca en sus vidas. El alcohol se había asentado en su sangre y no iba a irse, y tampoco querían que lo hiciera.

-¡¿Qué estamos esperando?! -gritó Padma, sacando la lengua y alzando ambas manos al cielo-. ¡Vamos adentro a tener sexoooooo!

Tomaron a Neville de una mano cada una y las dos hermanas desaparecieron con él puertas adentro del barco, rumbo a los camarotes.

Era todo un descontrol. Las luces giraban por todos lados. Una chica de Hufflepuff se asomaba por la borda para vomitar sobre el lago. El cielo y las estrellas giraban en lo alto como locos. Los barriles se vaciaban. Los vasos de cartón caían al suelo, derramando alcohol en sus pies. Susan Bones se comía a besos la cara de Terry Boot contra una de las paredes del barco, mientras él le apretaba el trasero por encima de su vestido negro corto.

Era la fiesta de sus vidas.

Angelina Johnson, Katie Bell, Alicia Spinnet y Leanne bailaban juntas en un círculo con cuatro chicos de Durmstrang. Estos no dejaban de hablar de lo supuestamente fuertes y musculosos que eran los hombres de Durmstrang en comparación con los de Hogwarts, dándose aires.

-Hogwarrtz son pequeños y flacos -decía un chico llamado Harald.

Angelina, muy ebria, se acercó a él y le apretó los bíceps con fuerza.

-¡Sí están bien duros! -comentó, mientras lo miraba fijamente.

-¿Es lo único duro que tienen, o…? -bromeó Leanne. Las chicas rieron todas juntas.

-No me importaría tener esos músculos apretándome contra una cama -observó Alicia.

Angelina, que creyó que los chicos no habían oído, empezó a reír a carcajadas. Pero entonces vio que sí habían oído, porque el chico llamado Harald contestó:

-Mi camarote está aquí mismo, detrás de esta puerta, si gustan pasar -y señaló a la entrada más cercana que tenían al interior de la embarcación.

Alicia se puso roja y hundió la cara en el pecho de Angelina mientras reía a carcajadas.

-¡No nos dejen afuera! -dijo entonces Leanne, riendo también-. ¡Nosotras también queremos fiesta!

Los otros chicos de Durmstrang compartieron una mirada mientras se sonreían entre sí.

-No se prreocupen, chicas -dijo otro de ellos, llamado Aesir-. Habrrá fiesta para todas…

Y entonces, sin dejar de reír, se tomaron de las manos y las cuatro chicas se alejaron junto a los cuatro chicos puertas adentro, rumbo al camarote de Harald.

Mientras tanto, en la popa, los besos entre Ron y Fleur habían escalado tanto en intensidad que no lo aguantaban más.

-Quieggro que me hagas el amor toggda la noche, querido mío -le dijo Fleur al oído, lanzándole lo que se oyó como gemido sexual.

Estaban contra un rincón oscuro, en una curva de la pared del barco de la parte de atrás, cerca de unas ventanas circulares. Ron sintió que Fleur le metía una mano dentro del pantalón de jean y le apretaba el pene, que estaba engarrotado.

-Por supuesto, mi amor -le dijo él al oído también, con la voz entrecortada por la excitación-. Te haré el amor toda la noche, hasta el amanecer…

-No me agguanto -le susurró Fleur, que tenía el deseo sexual impreso en la voz-. ¿Tenggdrán algún camarote libre estos nórggdicos?

-Vamos a ver -dijo Ron. La tomó de la mano y la llevó puertas adentro, hacia los estrechos pasillos del interior del barco, donde estaban todos los camarotes.

La fiesta estaba a pleno. En su punto más alto. Lanzaron nuevos fuegos artificiales y rayos de colores, y la música que sonaba ahora era una tecno de una banda de magos llamada Varitas en Llamas.

-Vean cómo los prende esta mierda -le decía Lee Jordan a unos chicos de Durmstrang, convidándoles de su cigarro de snargaluff.

-Está muy bueno -decía uno de ellos, aspirando el cigarro y lanzando el humo por encima de la borda.

-¿Ven esas sirenas, allí? -decía Lee, apuntando con el dedo hacia las negras aguas-. Creo que me están haciendo señas… ¡Creo que quieren que vaya con ellas!

Sus ojos estaban rojos y muy abiertos.

-¿Están invitándonos a tenerrr sexo con ellas? -dijo otro de ellos, buscando con la mirada en el agua. También tenía los ojos rojos y parecía ido, como si su mente flotara en otro sitio.

-Yo no veo nada -dijo otro, con la frente arrugada bajo su gorro de piel.

El barco se detuvo en el centro exacto del Lago Negro, en un punto medio entre Hogwarts y Hogsmeade, y los de Durmstrang lo celebraron con una nueva explosión de cañonazos que lanzaron papelitos de colores por el aire otra vez.

Todos los chicos y chicas sobre el barco gritaron con júbilo y alzaron sus manos al aire una vez más. Todos bailaban con sus cuerpos acalorados y sudados, pisando charcos de alcohol, besando a quien sea que tuvieran delante…

Sin embargo, a cientos de kilómetros de distancia, en el lugar donde Hermione caminaba de forma solitaria en la oscuridad y la calma de la madrugada, el ambiente no podía ser más diferente.

El silencio reinaba en el Callejón Diagon. Era muy tarde y el sitio estaba desierto. No había negocios abiertos. No había nadie a la vista.

Hermione había corrido hacia la torre Gryffindor y, una vez en la sala común, se había metido directo a la chimenea con un manojo de polvos flú y había gritado "¡Callejon Diagon!", para luego ir a parar allí.

Ahora, sin embargo, toda esa determinación y convicción que había sentido al correr desesperada para viajar a Londres en medio de la noche empezaba a abandonarla lentamente... ¿Debería haber ido a buscar a algún profesor en vez de ir sola? Después de todo, Verity era una Mortífaga...

Pero no había tiempo. No sabía cuánto podía quedarle a Harry, si es que aún estaba con vida...

No. No podía pensar así. Harry tenía que estar con vida.

Aun así, los pensamientos en su mente eran oscuros… Esta chica hacía al menos un día que lo tenía a su merced, lista para asesinarlo en cuanto quisiera, en algún momento de distracción; lista para vanagloriarse de ser ella la Mortífaga que hubiera asesinado a Harry Potter, atacándolo en el momento menos pensado, en un instante de debilidad…

No. No había tiempo. Hermione tenía que encontrarlo lo antes posible, antes de que fuera tarde…

Mientras caminaba por las calles empedradas del callejón, con su vestido púrpura sucio por el humo de la chimenea y su cabello ahora desarreglado por haber corrido como loca, Hermione avanzó entre los negocios con su varita en la mano, buscando señales de vida. Buscando alguien que pudiera ayudarla, que pudiera saber dónde exactamente estaba Harry…

El plan de Verity estaba claro: ganarse la confianza de Harry. Por eso él había dicho que la chica lo había ayudado tanto, consiguiéndole empleo y toda la cosa. No iba a atreverse a atacarlo de buenas a primeras, quizás no era una chica con tantas habilidades mágicas para ganarle en un duelo.

No… El plan de Verity era que Harry confiara en ella, luego de ayudarlo tanto; y luego, en un momento de distracción, de debilidad, allí daría el golpe fatal.

¿Qué otra cosa podía querer una Mortífaga de Harry Potter, si no matarlo para vengar a su adorado amo, Lord Voldemort?

Vio luces adelante. Hermione corrió hacia allí, con sus zapatos de taco haciendo ruido contra la piedra del suelo. Era un negocio abierto... ¡Por fin!

Se acercó a la ventanilla. Se trataba de un drugstore de magos, que al parecer abría las veinticuatro horas.

-Hola, ¿qué tal? -murmuró el adolescente que lo atendía, un joven que leía una revista mientras mascaba goma de mascar. -¿Qué necesi…? -se detuvo al verla y adoptó una expresión de sorpresa, bajando su revista lentamente.

-¿Qué… qué ocurre? -preguntó Hermione, confundida por su expresión.

-¿Eres Hermione la puta Granger?

-¡Vete a la mierda! -le gritó ella, furiosa-. ¿Cómo carajos es que has oído eso tú también, aquí en Londres?

-Me mantengo muy bien informado, querida -dijo él, señalando su revista con un dedo-. Estoy al tanto de todo lo que ocurre en el mundo mágico, incluso en Hogwarts.

-Entonces sabrás quién es Harry Potter -dijo ella, escudriñándolo con la mirada.

-Por supuesto que sé quién es Harry Potter. De hecho, estuvo aquí anoche comprando condones -El adolescente no parecía tener el menor sentido de la confidencialidad.

Hermione se quedó inmóvil.

-¿Condones…? -se quedó allí, sorprendida, y entonces agitó la cabeza, espabilándose-. ¿Sabes dónde se está hospedando?

-En El Caldero Chorreante -dijo él enseguida, mascando su chicle-. Habitación 12.

Hermione se quedó boquiabierta.

-¿Sabes su número de habitación?

-Estoy muy informado, Granger -repitió él, con calma-. Hablo con Tom a diario sobre sus huéspedes. Potter está allí con la chica que trabaja en Florean Fortescue. Supongo que tienen una aventura, o algo. Fueron juntos hacia allí hace un rato, cuando salieron de trabajar. ¿Qué más quieres, querida? ¿Quieres saber con quién se anda revolcando el Ministro de la Magia? Está engañando a su mujer. ¿Sabías eso?

Hermione ya se alejaba de allí, corriendo en dirección al final del callejón.

-¡Con su secretaria, con ella la engaña! -gritó el adolescente, asomando la cabeza por la ventanilla-. ¡Por favor, vuelve! ¡Me aburro mucho aquí…!

Hermione abrió el muro de ladrillos y entró a El Caldero Chorreante. Como ya conocía el lugar por haber estado allí el año anterior, subió directamente por las chirriantes escaleras hasta llegar a la habitación número 12.

Apoyó la oreja contra la puerta, pero no se oía nada.

¿Qué hacía? ¿Golpeaba…?

No, claro que no. Verity podía estar a punto de atacar a Harry en ese preciso momento. No era el momento de golpear… Era el momento de actuar.

Hermione tomó aire y apuntó su varita hacia la puerta, en medio del sepulcral silencio nocturno.

Era hora de ser una heroína.

-¡ALOHOMORA! -bramó con todas sus fuerzas.

La puerta no solo se destrabó, sino que se abrió de un portazo y golpeó contra la pared tras ella.

Hermione entró a la oscura habitación con su varita en alto, apuntando hacia la cama.

Dos figuras se movieron en ella, dando un salto con brusquedad, buscando el interruptor de la lámpara con sus manos, sobresaltados.

-¿Qué es esto?

-¿Qué carajo esta pasan…?

-¡VERITY, SAL DE LA CAMA CON LAS MANOS EN ALTO YA MISMO! -bramó Hermione, histérica.

La luz se encendió y Hermione vio a Harry, que en esos pocos segundos ya se había puesto sus anteojos y había agarrado su varita, que ahora apuntaba directo hacia Hermione. Junto a él había una chica rubia que jamás había visto antes y que tenía que ser Verity.

Se notaba que ambos estaban desnudos. Se tapaban con las sábanas hasta arriba de los pechos en el caso de ella y hasta el ombligo en el caso de él.

-¿Qué es esto? -repitió Harry, mirando hacia adelante y sin bajar la varita. Lucía totalmente confundido y no reconocía a Hermione, como si sus ojos no se hubieran acostumbrado a la luz aún. -¿Qué…?

-¡QUE LEVANTES LAS MANOS, VERITY! -repitió Hermione, fuera de sí, dando un amenazante paso hacia adelante.

Entonces fue que Harry la reconoció, finalmente. Sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa. Quedó boquiabierto y empezó a bajar su varita lentamente, en shock.

Verity estaba pálida. Levantó ambas manos, aterrada, y la sábana se le cayó, revelando sus pechos desnudos.

-¿Hermione? -dijo Harry, que no podía creer aquello-. ¿Qué haces aquí?

-¡QUÉ SALGAS DE LA CAMA, ZORRA! -vociferó ella, que no se calmaba-. ¡AHORA MISMO!

Verity obedeció. Salió de la cama, desnuda y con las manos en alto.

-¿Qué pasa, qué es esto? -susurró la chica, temerosa de Hermione.

-¡NO TE HAGAS LA ESTÚPIDA, SÉ QUIÉN ERES! -le gritó Hermione, fuera de sí-. ¡ALÉJATE DE HARRY, PUTA MORTÍFAGA!

Harry se volvió hacia Verity, boquiabierto, y luego hacia Hermione otra vez.

-¿Mortífaga…?

-Esto es una equivocación -dijo Verity, muy nerviosa, con el labio inferior temblando.

-Sí, claro -ironizó Hermione, sin dejar de apuntarla directo al pecho-.¡ERES UNA PUTA MORTÍFAGA Y TE HE ATRAPADO JUSTO ANTES DE QUE EJECUTARAS TU OSCURO PLAN DE ATACAR A HARRY…!

Hermione se dirigió hacia Harry:

-¡Su propia madre lo dijo, Harry! ¡No le creas nada de lo que diga! ¡Por lo que más quieras, aléjate de ella!

-¿Mi madre…? -Verity entonces cerró los ojos y se quedó en silencio. Y entonces fue como si las piezas se acomodaran en el rompecabezas lentamente para ella, y la chica empezó a asentir muy despacio, como si finalmente comprendiera lo que pasaba. -Claro… Claro… Ya sé qué es lo que pasa aquí...

-¡No te hagas la inocente! -le gritó Hermione-. ¡Vendrás conmigo ahora mismo! ¡Iremos juntas al Ministerio de la Magia, y entonces te entregarás! ¡Harry, que no te engañe! ¡Es una Mortífaga! ¡Quiere asesinarte…!

Pero Verity abrió los ojos y miró a Hermione con una expresión calmada, hasta comprensiva. Aún estaba completamente desnuda ante ellos y con las manos aún en alto.

Y entonces dijo:

-Creo que me confundes con mi hermana mayor. Su nombre es Vicky… Mi madre debía estar hablando de ella. Tal como dices, estuvo experimentando con magia negra y huyó hace unos días de casa. Mi madre ha quedado destrozada.

Harry frunció el ceño, pasando la mirada desde una de las chicas hasta la otra.

-¿Quién? -preguntó, confundido.