(parte 3)
La fiesta se había ido de las manos. Terry Boot estaba en uno de los pasillos internos del barco sosteniendo la cabeza de Susan Bones con ambas manos contra su entrepierna, mientras le introducía el pene en la garganta a su voluntad. Junto a ellos pasaron caminando Michael Corner, de Ravenclaw, con una chica morocha de Beauxbatons llamada Adrienne; tomados de las manos y casi tropezando con Terry y Susan en su camino por el reducido espacio del pasillo, buscando un camarote libre para follar.
Cho Chang estaba apoyada contra la pared externa del barco en la zona de estribor, besándose a uno de Durmstrang gigantesco y musculoso mientras el chico le metía la mano por debajo de la corta pollera y le apretaba la carne de las nalgas con la mano entera, dejando parte de su trasero visible a los que pasaban por allí. Entre estos últimos, iban Colin Creevey con Ritchie Coote, ambos chicos tomados de las manos. Colin se sentó contra la mismísima borda y Ritchie lo empezó a besar descontroladamente sosteniéndolo por la espalda, mientras se metía entre sus piernas abiertas y los penes de ambos chicos se rozaban a través de la ropa.
Puertas adentro, Roger Davies estaba con Lavender en el salón comedor, donde no había nadie más, teniendo sexo sobre una larga mesa de madera. Lo hacían con ella sentada encima suyo y el acostado boca arriba, el vestidito de Lavender corrido y sus glúteos cerrándose contra el pene de Roger, meneando sobre este hacia adelante y atrás.
Al mismo tiempo, en uno de los camarotes, Cedric trataba de tirarse a la chica llamada Chloé. Sin embargo, estaba encontrándose con algunos problemitas…
-No entiendo qué pasa -decía Cedric, mirándose el pene. Hacía veinte minutos que la chica estaba corriendo su mano por este, arriba y abajo, arriba y abajo… pero nada. No se ponía duro.
-He oído que pueggde debeggrse al alcohol -dijo ella, que empezaba a cansarse-. Déjame pggrobar con eggsto…
Bajó la cabeza y se metió el pene de Cedric en la boca, chupándolo todo hasta que le quedó metido en la boca hasta la base.
Esto sí funcionará, pensaba Cedric, en desesperación. Esto tiene que funcionar…
Pero no. Su pene seguía tan flácido como el brazo de Harry Potter luego de perder todos sus huesos en un partido de Quidditch dos años atrás.
Chloé se quitó el pene de la boca luego de repetidos intentos y su expresión ya no era de comprensión. Frustrada, le dijo:
-Quizás no te paggrezco bonita.
-¡No, no es eso! -dijo Cedric, jalando su pene a toda velocidad con la esperanza de que este se pusiera erecto. Pero no había caso. Apenas se ponía un poco gomoso por unos segundos, y enseguida volvía a su estado de encogimiento.
-Cggreo que iré por unos cigarros -dijo ella entonces, abrochándose nuevamente el cierre delantero de su bustier negro semitransparente, que marcaba fuertemente el contorno de sus pechos-. Enseguida vuelvo -agregó, aunque eso último no sonó nada creíble.
-¡No! -gritó Cedric, al ver que la chica levantaba su bolsito de cuero negro del suelo y se dirigía a la salida del camarote-. ¡Espera…!
Pero Chloé ya se había ido. Cedric le dio un puñetazo al borde de la cama.
-No puedo creer que me hizo la de "voy por cigarros" -protestó en voz alta, solo.
En otra parte del barco, Millicent Bulstrode metía los dedos en la vagina de su compañera de Slytherin, Tracey Davies. Las dos chicas gemían con placer en un baño, en el reducido espacio junto al váter. Tracey tenía una pierna levantada, su corto vestido estaba arrugado contra su ombligo y su tanga turquesa estaba baja hasta los tobillos. Millicent le metía tres dedos enteros en el coño a toda velocidad, provocando que Tracey lanzara gritos de placer que se oían del otro lado de la puerta del cubículo, donde varias chicas entraban para arreglarse el maquillaje, mirarse al espejo o vomitar en el suelo; como en el caso de Fay Dunbar, de Gryffindor.
Mientras tanto, en otro camarote, cuatro adolescentes de Gryffindor y una de Ravenclaw jugaban a un juego sexual…
-Usemos mi varita -dijo Fred, colocándola sobre el suelo-. Y Melanie puede comenzar, ¿no creen?
Lucía muy ansioso. Melanie rió de forma provocativa y negó con un dedo.
-No, no, claro que no -dijo, recogiendo la varita de Fred del suelo y devolviéndosela-. Jugaremos con mis reglas…
Fred y George compartieron una mirada. Ginny y Luna reían juntas, sentadas al borde de una cama.
-Está bien, con tus reglas entonces -dijo George-. ¿Cuáles son?
-No lanzaremos el hechizo -explicó Melanie-, si no que seré yo quien dé las instrucciones.
-Mmm… está bien -Fred asintió, suspicaz. Estaba tan ebrio que veía a tres Melanies delante de él. -Bien… ¿Y qué tenemos que hacer?
-Fred -ordenó ella, con un tono de voz imperativo y serio-, tendrás que besar a George en los labios.
Luna y Ginny rompieron en carcajadas, al punto en que Luna se agarraba las costillas. Estaban demasiado ebrias ellas también, y eso multiplicaba las risas.
-¿Quieres que bese a George? -exclamó Fred-. Mira que estoy ebrio, pero ni siquiera así me he atrevido a tanto.
-Así es el juego -dijo Melanie, encogiéndose de hombros-. Si quieren jugar, deberán hacerlo con mis condiciones.
Fred y George se miraron con el ceño fruncido. Entonces tuvieron otra de sus silenciosas reuniones, murmurando en voz muy baja entre sí mientras definían una estrategia propia en secreto.
-Uuuy, qué misterio -bromeó Ginny entretanto, riendo otra vez.
Finalmente, los gemelos se asintieron entre sí y se dirigieron a Melanie otra vez.
-De acuerdo, este es el trato -dijo George-. Jugaremos a tu manera, Melanie, pero una vez por turno. Es decir que nosotros haremos lo que tú digas en tu turno, pero luego será nuestro turno y entonces tú deberás hacer lo que nosotros digamos.
-Sí -convino Fred-. Y otra cosa: Queremos que Ginny se vaya. Lo siento, Ginny.
-Sí, es muy raro tener a nuestra hermana aquí mirando.
-¡No quiero irme! -protestó Ginny-. ¡Me estoy divirtiendo mucho!
Las tres chicas ahora juntaron sus cabezas para tener una reunión privada entre ellas, murmurando en secreto entre sí y asintiendo también, mientras se ponían de acuerdo.
-Este es el trato -dijo Melanie, cuando se separaron-. Un turno cada uno. En el nuestro, nosotras decidimos. Pero en el de ustedes no decidirán, si no que lanzarán el hechizo y el encantamiento será quien decida. Y Ginny se queda. Es eso, chicos, o nada. No habrá más negociación.
Fred y George compartieron una mirada breve y entonces asintieron, finalmente.
-De acuerdo.
-Trato hecho.
-Bien entonces -dijo Melanie, sonriente-. ¡Queremos ver ese beso!
-¡Y tiene que tener lengüita! -añadió Luna, frotando sus manos entre sí con emoción.
Volvieron a reír tontamente. Fred y George respiraron hondo y se enfrentaron el uno al otro.
-No te preocupes -le dijo George, tomando coraje-. Será como besar al espejo.
Cerraron los ojos con fuerza, arrugando toda la cara con asco, y entonces se empezaron a besar en los labios con repulsión, tratando de tocar la boca del otro lo menos posible.
-¡Queremos ver esa lengua, o se termina el juego! -les gritó Melanie, que bebía sangría de duendes de su vaso de cartón mientras observaba.
Fred y George tuvieron que hacerlo. Metieron la lengua en la boca del otro, y a los pocos segundos la sacaron y se separaron. Empezaron a escupir en el suelo, con asco.
-Eso ha sido terrible.
-Besas fatal, George…
-¡No estaba poniéndole ganas! ¿Acaso tú sí?
-¡Tenía que lucir auténtico, ¿no?!
-¡Eres un asco, Fred!
Las chicas se morían de risa. Luna cayó al suelo riendo y se quedó allí, aparentemente desmayada, pero Ginny logró reanimarla poco después. Entonces los gemelos se dirigieron a ellas, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
-De acuerdo, es nuestro turno ahora.
-Está bien… -aun riendo, Melanie dejó su varita en el suelo, y Fred la apuntó con la suya.
-¡Amarotia Erotikus!
La varita empezó a girar en el lugar, apuntando a todos los presentes por turnos mientras giraba, más y más… pasó por Melanie, por Luna, por Ginny, por Fred, y finalmente se detuvo apuntando a George.
-George -dijo la voz femenina que salía de la varita-, tendrás que morder los pezones de Ginny.
-¡¿QUÉ?! -gritó George, al tiempo que Fred, Melanie y Luna rompían en sonoras carcajadas, mientras que Ginny se quedaba en silencio, con cara de asco, ya sin reír.
Mientras tanto, en otro de los camarotes, Morag MacDougal saltaba desnuda sobre el cuerpo de Dean Thomas, aferrándose al cabezal de la cama mientras sus tetas le bailaban en la cara. Al mismo tiempo, en uno de los baños del barco, Seamus Finnigan tenía a Daphne Greengrass, de Slytherin, de espaldas contra una pared y movía su pelvis como loco contra su trasero erguido, la chica apoyándose con ambas manos contra la pared.
En otro camarote, las gemelas Patil se habían arrodillado en el piso ante Neville, que no podía creer lo que veían sus ojos: Parvati le baja el cierre a su pantalón y al mismo tiempo Padma, a su lado, le masajeaba los testículos… ¿Aquello era real, o acaso se había desmayado por el alcohol y lo estaba soñando?
Parvati le sacó el pene erecto afuera y empezó a chupárselo. Padma bajó la boca para besarle los testículos, y entonces Parvati se quitó el pene de la boca y se lo pasó a su hermana, que lo agarró para chuparlo ella ahora…
Neville se mordió los labios con placer. Estaba en éxtasis, híper caliente. Nunca en su vida hubiera creído que fuera a perder la virginidad no con una sino con dos chicas al mismo tiempo. Su abuela no dejaba de repetirle que era tan fracasado que no debutaría hasta los treinta.
-Vamos a la cama -susurró Parvati, sonriéndole a su hermana con cara de perversión total.
Las dos chicas se desvistieron, bajándose la ropa mientras meneaban la cintura de forma sexy, y Neville no tardó en imitarlas. Saltaron los tres juntos a una de las camas desocupadas de los alumnos de Durmstrang y entonces empezó la verdadera fiesta…
Desacatado y perdiendo el control por completo, Neville tomó inesperadamente las riendas de la situación y colocó a Padma boca abajo mientras llevaba su pene a su trasero. Parvati, tras él, le apoyó las tetas contra la espalda y se las refregó allí. Neville empezó a penetrar a Padma a toda velocidad y llevó las manos hacia atrás para apretarle el trasero desnudo a Parvati mientras tanto.
Entonces cambió de posición y se lanzó sobre Parvati, poniéndola boca arriba en la cama y levantándole las piernas. La empezó a penetrar mientras sostenía sus piernas en alto, y Padma se acercó a ellos, se puso junto a su hermana y empezó a chuparle las tetas. Estaban los tres arruinadísimos por el alcohol e incapaces de entender nada.
Cuando Neville quitó su pene del coño de Parvati, Padma se lo sujetó y se lo volvió a chupar. Luego corrió la cara unos centímetros de lado y empezó a chuparle el coño a Parvati. Neville subió hasta la cara de esta última y le metió el pene en la boca, penetrándola por la allí, contra la cama.
Aun chupando el coño de su hermana, Padma cruzó una pierna por encima de su cuerpo, dejando su trasero apuntando hacia Neville. Este quitó su pene de la boca de Parvati, pasó una pierna por encima de ella también y empezó a cogerse a Padma por el trasero, a toda velocidad, desacatado, con sus testículos balanceándose en el aire a centímetros de la cara de Parvati, que sacó la lengua para darles una lamida mientras abría más las piernas, para que Padma pudiera chuparle el coño más adentro...
-¡De ninguna manera! -gritó Ginny entonces, tapándose los pechos con ambas manos, como protegiéndolos-. ¡Eso no va a pasar!
Melanie, que se desternillaba de la risa junto a Luna, le dijo:
-¡Lo siento, Ginny…! ¡Son las reglas…!
No podían parar de reír. El alcohol les hervía en la sangre, haciendo que sintieran como si flotaran en el dormitorio.
-¡Sí! ¡Estás obligada a obedecer, o el encantamiento hará que el juego termine! -dijo Luna.
-No es posible… -decía George, negando con la cabeza.
-No te preocupes, hermano -dijo Fred, dándole ánimos-. Son pequeños sacrificios. Ya lo verás, todo valdrá la pena. Cuando menos te lo esperes, nos tocará el premio mayor… Ya lo verás…
-Puta madre… -quejándose, George se acercó a su hermana y se la quedó mirando fijamente. Ginny le devolvió una mirada de asco, con la nariz fruncida. -Necesito más alcohol…
Melanie le pasó un vaso de sangría y George se lo bajó hasta el fondo.
-De acuerdo, aquí vamos.
George le levantó la camisa a Ginny hasta arriba de sus pechos, pero hizo que esta siguiera de largo para taparle la cara también.
-¡Oye, eso es trampa! -se quejó Melanie, con voz ebria.
-Claro que no -lo defendió Fred-. El encantamiento no dice nada de que no pueda taparle la cara.
Con la cara de Ginny oculta por su camisa, Fred le desabrochó el sostén a su hermana para que sus tetas colgaran libres ante su cara. Eran muy grandes. Si no hubiera sido su hermana, hubiera pensado que aquello estaba buenísimo… Entonces, cerró los ojos con fuerza otra vez y trató de pensar en alguna otra chica, pero no lo logró. Era extremadamente consciente de que esas eran las tetas de su hermana menor.
Abrió la boca y la dirigió a los pezones de Ginny…
Fred miraba con la lengua afuera, con repulsión. Luna tenía los ojos muy abiertos, curiosa. George mordió uno de los pezones de Ginny muy despacio con los dientes, y entonces se lo soltó y dirigió su cara hacia el otro pecho. Se lo mordió también suavemente y lo soltó enseguida. Ginny volvió a abrocharse el sostén a toda velocidad y se bajó la camisa, alejándose de él.
-Listo, ya está -dijo George, regresando a su lugar mientras se rascaba la lengua con los dedos, sacudiendo la cabeza-. Qué espanto… De acuerdo, ¡es nuestro turno!
-Claro que no -dijo Melanie-. Ese era su turno. Ahora es el nuestro.
-¡¿Cómo…?!
-Tiene razón, George -dijo Fred, dándole una palmada de ánimos-. No te preocupes, estoy seguro de que Melanie lo tendrá en cuenta a la hora de pensar en lo que nos hará hacer ahora, ¿verdad, Melanie? Imagino que harás que te demos unos besitos a ti ahora, ¿no es cierto?
Le guiñó un ojo, sonriente.
-Mmm… Mejor no -dijo Melanie, pensativa-. Fred, quiero que masturbes a George.
Luna y Ginny estallaron en carcajadas otra vez.
-¡No es posible! -protestó Fred-. ¡Solo están perjudicándonos! ¡Todo lo malo nos toca a nosotros!
-Solo tienen que hacer esto, y luego será el encantamiento quien decida -dijo Melanie, con una sonrisita provocativa-. Piénsalo, Fred… Podría tocar cualquier cosa cuando esa varita gire… cualquier cosa…
Se pasó una mano por sus gigantescos pechos, tocándolos por encima de la ropa, mientras lo miraba fijamente de forma sensual.
Fred se quedó mirándole los pechos con la boca entreabierta y un poco de saliva chorreando por sus labios.
-Saca ese pene, George -dijo entonces, ansioso-. Rápido, vamos. Lo haremos tan rápido que no sabremos lo que ha pasado.
George suspiró y se bajó el cierre del pantalón. Sacó su pene afuera, que estaba erecto, y las tres chicas se quedaron mirándoselo.
-¿Está durito por haber besado las bubis de Ginny? -preguntó Luna con curiosidad, peinándose el cabello rubio con los dedos.
-¡No! -le gritó George, ofendido-. ¡Claro que no…!
-¿Es porque sabes que Fred va a tocarte? -se burló Ginny. Las tres chicas rompieron en carcajadas.
-No las escuches, hermano -dijo Fred, que tomaba aire como si estuviera a punto de saltar desnudo en las aguas heladas del mar ártico-. Aquí vamos… Tres, dos, uno, ¡ahora!
Llevó su mano al pene de su hermano y empezó a masturbarlo rápidamente. Tenía los ojos cerrados otra vez y una mueca de asco. Luego de varios segundos, le soltó el pene y se restregó la mano contra el pantalón, como queriendo limpiar algo muy sucio de ella.
-Listo, ya está -dijo-. Ya nos toca a nosotros.
-Sí, ahora yo lanzaré el encantamiento -dijo George, guardando su pene y alzando su varita hacia la de Melanie, que seguía en el suelo-. ¡Amarotia Erotikus!
La varita giró a toda velocidad entre todos ellos y finalmente se detuvo apuntando a Luna.
-¡Oh, no! -chilló ella, asustada.
-Luna, tendrás que desnudarte y sentarte sobre Fred, que deberá penetrarte al menos cinco veces.
Todos los presentes quedaron boquiabiertos y asombrados.
-¡Noooo! -gritó Luna, con horror-. ¡Pero si no me gustan los chicos!
-Lo siento, Luna -la consoló Ginny, dándole una caricia en el hombro.
Luna empezó a quitarse la ropa, hasta quedar totalmente desnuda ante el grupo. Entonces avanzó en puntitas de pie hasta llegar a Fred, que se bajó el pantalón y los calzones hasta las rodillas, exhibiendo su propio pene erecto ante todos.
-Solo cinco veces -le aclaró Luna, mirándolo a los ojos. Se puso de rodillas sobre él y Fred condujo la punta de su pene hacia su coño. Luna empezó a sentarse lentamente, hasta que el pene del chico quedó dentro de ella.
-Uno…
Se fue levantando, subiendo hasta llegar a la cabeza del pene, con sus tetas desnudas rozándole el pecho al chico y su pelo rubio cayéndole encima.
-Dos…
Sintió su pene abriéndola por dentro. Luna se quedó sentada en él luego de la segunda penetración, con su trasero apoyado en sus piernas, y entonces volvió a subir.
-Tres…
Fred se sintió muy caliente. No era la chica con la que había querido hacerlo, pero aún así era definitivamente mejor que su propia hermana o hermano. Cuando terminó esa penetración, de pronto sintió unas locas ganas de poder seguir cogiéndosela más…
-Cuatro… Y cinco.
Luna se apartó de él y se alejó de regreso a la cama, junto a Ginny. No se vistió de nuevo, si no que se limitó a arrancar unas sábanas de la cama para taparse con estas. Ginny la rodeó con un brazo y le dio un beso en la mejilla.
-Pues bien, es nuestro turno -dijo Melanie-. Luna, ¿quieres hacer los honores?
Luna se quedó pensativa, mirando a Fred con los ojos entrecerrados.
-Mmm… ¡Ya sé! Fred tendrá que chuparle el pene a George -dijo entonces, rompiendo en carcajadas de nuevo.
-Ya la oyeron -dijo Melanie, volviéndose a los gemelos con una sonrisa.
Los baños del barco se habían convertido en prostíbulos. En cada una de las cabinas con retretes había una pareja distinta teniendo sexo, porque ya no había camarotes libres para todos. Cormac McLaggen estaba sentado en un retrete con una chica de Beauxbatons encima que meneaba las caderas sobre su pene, y en el cubículo conjunto Zacharias Smith se follaba a Demelza Robins contra la puerta, sosteniéndole en el aire por el trasero con sus piernas en torno a su cintura mientras la penetraba salvajemente.
En la popa, Anthony Goldstein había quedado tirado en el suelo luego de vomitar tres veces, y un amigo suyo de Hufflepuff trataba de reanimarlo con supuestos encantamientos para curar la borrachera, de los cuales ninguno funcionó.
Angelina Johnson en ese momento estaba en cuatro patas sobre una cama mientras chupaba el pene del tal Harald de Durmstrang. Tras ella, otro chico del grupo la penetraba por detrás, con sus manos sosteniéndole el trasero mientras la embestía rápidamente. Enfrente, en otra cama, Leanne y Katie Bell se besaban en los labios apasionadamente mientras otro de los chicos de Durmstrang se cogía a Leanne, sentado bajo ella, y le metía los dedos a Katie en el coño al mismo tiempo.
En otra de las camas de la misma habitación, Alicia Spinett estaba acostada boca arriba sobre el chico que se llamaba Aesir, que la penetraba por el ano, mientras el otro chico de Durmstrang la penetraba por el coño al mismo tiempo, con su cuerpo encima de ella. Los dos penes entraban dentro suyo simultáneamente a centímetros de distancia el uno del otro, abriéndola por ambos agujeros, con los dos hombres escandinavos sosteniendo su cuerpo desnudo por arriba y por abajo, chupando sus tetas, su cuello y sus labios a la vez, con sus manos por todo su cuerpo.
Los gemelos Weasley empezaron a protestar a viva voz:
-¡No es justo!
-¡No puede ser!
-Luna acaba de sacrificarse mucho por este juego -la defendió Melanie, seria-. Es solo justo que lo hagan, si quieren continuar.
-No lo haré -se negó Fred-. Hasta aquí he llegado.
-¿Estás seguro…? -Melanie volvió a acariciarse los pechos, de forma sensual.
Fred respiró muy hondo, mirándola mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad y el sudor caía por su frente…
-Tranquilo, hermano, no pasa nada -dijo George, sacando su pene afuera otra vez-. Hazlo rápido y sigamos con esto.
-Claro, es fácil para ti decirlo. Tú no tendrás que meterte un pene en la boca.
Finalmente, Fred empezó a agachar la cabeza, mirando el pene de su hermano mientras se le acercaba con una expresión de horror y asco. Las tres chicas se reclinaron hacia adelante, con las bocas abiertas, mirando atentamente la escena en el más profundo silencio…
Fred cerró los ojos cuando llegó a la punta del pene de su hermano, abrió la boca y pareció que iba a largarse a llorar. Entonces, acabó de bajarla y se metió el pene dentro.
-¡Uggggg! -dejó escapar Ginny, sacando la lengua con asco.
-¡Tienes que hacerlo al menos tres veces! -dijo Melanie, al ver que Fred quería finalizarlo enseguida.
Fred obedeció. No le quedaba opción. O aquello habría sido en vano...
Cerró los labios tanto como fue capaz en torno al pene de George y subió y bajó la cabeza tres veces sobre este. Cuando acabó, se apartó de él a toda velocidad y empezó a escupir en el suelo frenéticamente.
-¡Qué asco! -gritaba, mientras las tres chicas estallaban en carcajadas otra vez-. ¡Qué ascoooo!
Tuvo arcadas. No dejaba de escupir en el suelo, sin parar.
-¡Qué exagerado! -dijo Melanie-. Vamos, es el turno de usar el encantamiento. Me toca a mí.
Melanie apuntó la varita prestada de Ginny hacia la suya y pronunció el encantamiento. La varita en el suelo empezó a girar y finalmente se detuvo en George.
-George, tendrás que desnudar a Melanie usando solo los dientes.
-¡SIIIII! -gritó él con felicidad, dando un salto en el aire. Se acercó a su hermano y ambos chocaron los cinco, riendo de felicidad y también de ebriedad.
-¿Lo ves, hermano? -dijo George, que parecía al borde de las lágrimas-. Ha venido la luz al final del túnel… ¡Ha venido!
-Qué suerte tienes, George -dijo Fred, negando con la cabeza-. Desnudas a la chica hot y recibes una mamada del chico más hot del colegio, todo la misma noche.
-Solo ustedes podrían bromear con ello luego de acabar de hacerle sexo oral a su propio hermano -dijo Ginny, negando con la cabeza.
Melanie suspiró con resignación. Dejó que George se acercara a ella y empezara el trabajo. Fue más fácil de lo que creyó, porque Melanie tenía puesto únicamente un vestido color verde. Se lo quitó con los dientes, tirando hacia arriba y hasta pasarlo por encima de su cabeza, y la chica ya quedó en ropa interior ante ellos. Luego solo tuvo que desabrocharle el sostén con los dientes, lo que sorprendentemente le llevó solo un intento, y finalmente le bajó el calzón, lo que tampoco le llevó mucho trabajo.
-Wow, George, cualquiera diría que eres un profesional en esto -comentó Melanie, tapándose los senos desnudos con un brazo y la vagina con la otra mano. Fred se la comía con la mirada, al frente suyo.
-He aprendido a desabrochar un sostén con los dientes a los nueve años -dijo George, tomando asiento otra vez y cruzándose de brazos con una sonrisa de satisfacción.
-De acuerdo, es mi turno -dijo Ginny, que ya parecía tener algo en mente.
-Ginny, si me haces penetrar a mi hermano por el culo te juro que no volveré a hablarte nunca más en la vida -le advirtió Fred, con una mirada severa.
-No… Creo que ya han sufrido bastante -Ginny cruzó una mirada con Melanie, que asintió, como dándole permiso para continuar-. Ambos tendrán que chupar los pechos de Melanie, uno cada uno.
-¡Gracias, hermana, gracias! -dijo Fred, que parecía a punto de largarse a llorar de la emoción.
George hizo el gesto de un corazón con ambas manos, dirigiéndolo a Ginny.
Melanie se quitó el brazo y les mostró sus tremendos pechos, desnudos ante ellos, apretando uno con cada mano. Ellos compartieron entre sí la mirada que habrían adoptado si acabaran de ganar miles de Galleons. Eran gigantescos, naturales y preciosos. Sus pezones estaban duros y se alzaban hacia ellos mientras la chica los sostenía en alto…
Se acercaron a ella, como niños en una fábrica de dulces mágicos. La miraron brevemente a los ojos y entonces bajaron sus cabezas hasta colocar una frente a cada una de sus hermosas tetas…
Fred le chupó la izquierda y George la derecha. Le pasaron la lengua por los pezones, disfrutando del momento con todo su ser, mientras Melanie bebía su vaso de sangría de duendes de forma casual, como si no tuviera a dos gemelos Weasley succionando sus tetas en ese momento.
-Bueno, creo que es suficiente -dijo finalmente la chica rubia, apartándolos con suavidad de encima suyo. Los gemelos volvieron a sentarse, pero esta vez con sonrisitas idiotas en la cara.
-Ha valido la pena chuparte la verga, hermano -dijo Fred. Luna estalló en carcajadas, con su vaso de sangría de nuevo en la mano.
-Me toca lanzar el hechizo -dijo Ginny. Apuntó su varita hacia la de Melanie, en el suelo: -¡Amarotia Erotikus!
La varita de Malanie empezó a girar en el lugar y se quedó apuntando a un espacio en medio de Luna y Ginny.
-¿Es a mí o a ti…? -empezó Ginny, mirando a Luna con confusión, cuando la voz femenina habló de forma contundente:
-Ginny, tendrás que ponerte en cuatro patas en medio del suelo. Fred deberá penetrarte por la boca al menos quince veces mientras George te hace sexo anal la misma cantidad de veces por detrás. Luego Melanie tendrá que ocupar tu lugar, en cuatro patas, también penetrada de la misma forma por Fred y George. Esta vez, tendrá que ser la cantidad de penetraciones necesarias hasta que los gemelos eyaculen. Ambos deberán hacerlo en su cara.
Se hizo un silencio en el camarote, mientras los cinco se miraban entre sí.
-Tiene que estar jodiéndonos -exclamó Melanie.
En otra parte, Ron y Fleur hacían el amor sobre una cama. Fleur tenía las piernas muy abiertas, una de ellas colgando por el costado de la cama, y Ron estaba sobre ella moviéndose con todas sus energías, poniendo todo de él en hacérselo lo mejor posible.
-¡Ohhhhhhhhhhhhh! -gemía Fleur, extasiada, con las manos detrás de la cabeza y sus ojos cerrados. Su cabello rubio caía por la almohada y su cara estaba de lado en esta. Ron le sostenía su precioso cuerpo entre las manos y hundía su pene en ella a toda velocidad, poniéndolo todo, con su cabello pelirrojo empapado en sudor.
Mientras tanto, en la proa, Ernie Macmillan lanzaba objetos al Lago Negro por la borda, sin ningún motivo aparente.
-Ernie, has bebido demasiado -le dijo un chico de sexto de Ravenclaw que era prefecto, queriendo apartarlo de allí.
-¡YO SABRÉ CUANDO HAYA BEBIDO DEMASIADO! -le gritó él, enfurecido. Lo empujó con violencia y luego tomó un barril de cerveza de manteca que ya había quedado vacío y lo lanzó al lago, riendo a carcajadas.
Los chicos y chicas que bailaban por allí lo miraron con desprecio, negando con la cabeza y murmurando comentarios despectivos hacia él.
-¡TOMA ESO, LAGO DE MIERDA! -gritó Ernie, que deliraba de la ebriedad y estaba en medio de un brote de violencia.
-No es posible -dejó escapar Ginny, en un gemido de voz apenas audible-. No vamos a hacerlo… ¿verdad? No pueden obligarme. Es solo un tonto encantamiento.
Fred y George se acercaron y empezaron a hablar a toda velocidad en secreto. Luego se apartaron y se dirigieron a las chicas:
-Hay que hacerlo -dijo Fred, encogiéndose de hombros-. Es el juego, ¿no?
-¡No seré penetrada por mis dos hermanos! -dijo Ginny, en protesta.
-Tampoco nos hace gracia, hermanita -dijo George-. Pero es el precio que hay que pagar en este juego, ¿verdad?
-¡Ustedes solo quieren hacerlo porque les permitirá cogerse a Melanie luego!
-He tenido que chupar el pene de George esta noche, Ginny -dijo Fred-. A veces la vida exige sacrificios.
-Tus hermanos tienen razón, Ginny -dijo Luna-. Debes hacerlo.
Ginny miró a Luna con los ojos entrecerrados.
Luego de cinco minutos de discusión y de acabarse su vaso de sangría y también el de Luna, Ginny finalmente accedió.
-Quiero que sepan que, si no estuviera a punto de desmayarme por la borrachera, jamás haría esto -dijo Ginny, mientras se quitaba la camisa y el pantalón.
Ginny quedó totalmente desnuda. Las tres chicas lo estaban ahora.
-De acuerdo, es hora de un poco de incesto -dijo Fred, desvistiéndose también.
Fred y George quedaron desnudos por completo también y se pusieron de pie. Ginny se colocó en medio de ellos y se arrodilló en el piso, con su cabello pelirrojo cayendo suelto sobre sus pechos desnudos. Se puso en cuatro patas... Los cinco ahora estaban sin nada de ropa. Melanie bebía de su vaso mientras observaba con mucha atención.
-Que sea rápido -dijo Ginny, con sus tetas colgando bajo ella y su trasero pálido erguido hacia George. Abrió la boca y cerró los ojos, sacando la lengua, lista para recibir los penes de sus hermanos en la boca y en el ano.
Fred y George compartieron una mirada nerviosa, de pie delante y detrás de ella.
-Quince veces -dijo Fred con seriedad, con cara de estar preparándose para hacer la cosa más terrible de su vida-. Quince veces, hermano, y luego viene el premio mayor… ¿Estás listo?
-Estoy listo -dijo George, con cara de sufrimiento.
Fred tomó su duro pene y lo metió en la boca de Ginny. Por detrás, George condujo el suyo hacia el agujero anal de su hermana, abriéndoselo con la cabeza e introduciéndolo en ella lentamente…
-Uno… Dos… Tres… -contaban los gemelos.
Ginny recibía el pene de Fred en su boca, que lo metía tratando de tocarla lo menos posible. George, entretanto, metía su pene hasta la mitad en el ano de Ginny y luego lo sacaba…
-Ocho… Nueve… Diez…
Luna y Melanie observaban como hipnotizadas. Los gemelos tenían los ojos cerrados y trataban de acabar con ello lo antes posible.
-Trece… Catorce… Y quince. ¡Listo!
Ernie Macmillan lanzó otro barril al agua, riendo como un enfermo.
-Oye, respeta la naturaleza, hermano -le dijo Lee Jordan, que estaba a su lado con ambos brazos colgando de la borda y con un cigarro de snargaluff nuevo en la mano, relajado.
-Sí, hermano, debes cuidar este bello lago que te ha dado la naturaleza -dijo otro chico que fumaba allí con Lee, con los ojos enrojecidos y profundas ojeras.
-¡ESTE LAGO ES UNA PUTA MIERDA! -gritó Ernie. Tomó otro barril y se disponía a lanzarlo también cuando el barco entero dio una fuerte sacudida.
Todos resbalaron en el lugar, cayendo de lado. Varios de los adolescentes que bailaban en la proa cayeron al suelo, y en los baños del barco más de una pareja que tenía sexo resbaló y se golpeó contra los retretes.
-¿Qué ha sido eso? -preguntó Cho Chang, apartándose un poco del chico de Durmstrang, que en ese momento tenía la mano entera metida dentro de su calzón, y se bajó un poco el vestido.
Ginny resbaló y cayó al suelo. George la ayudó a ponerse de pie y luego la soltó con rechazo, como avergonzado de tocarla.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Melanie, mirando hacia el techo.
-Seguramente nada -dijo Fred a toda velocidad, poniéndose de pie también-. Habrá sido la marea.
-Sí. No fue nada, sigamos -convino George, que ya estaba saboreando lo que se venía… Melanie, en cuatro patas, delante de él…
-Mierda, se me cayó el cigarro -dijo Lee, asomándose por la borda para mirar hacia el agua, donde había caído su cigarro de snargaluff.
En ese momento, el barco entero sufrió una sacudida muchísimo más fuerte que la anterior, tan violenta que uno de los parlantes cayó hacia adelante en la proa, golpeando con fuerza en medio de la pista de baile.
-¡AAHHHHHHHHHHHHH! -gritó Lee Jordan, que cayó hacia adelante por la borda y fue a parar de cabeza al lago.
Había gritos por todos lados. Los adolescentes ebrios luchaban por ponerse de pie. Esta vez casi todos habían caído al suelo.
-¡¿Qué está pasando?! -gritó Karkaroff, entrando de una corrida a la cabina del capitán.
-¡NOS ATACAN! -gritó el mago canoso con pantalones bombachos, que estaba de pie ante el timón-. ¡EL BARCO ESTÁ SIENDO ATACADO!
Entonces, todos los que estaban en la proa quedaron boquiabiertos por el horror: El enorme calamar gigante de Hogwarts emergió del lago lentamente, exhibiendo su cabeza puntiaguda y mirándolos con su ojo que brillaba con ira; con su cuerpo lleno de tentáculos apuntándolos de forma amenazante, emergiendo del agua de forma siniestra ante la embarcación.
-¡HA SIDO EL IMBÉCIL ESTE! -le gritó Fay Dunbar, señalando a Ernie con el dedo-. ¡Ha sido él, calamar gigante! ¡No nos hagas daño a los demás!
Pero el calamar volvió a golpear el barco con sus enormes tentáculos, furiosamente, sin paciencia para entablar diálogos.
-¡LEE, ¿DÓNDE ESTÁS, HERMANO?! -gritaba un chico de Durmstrang, buscando a Lee Jordan con la mirada en las negras y profundas aguas del lago-. ¡HOMBRRE AL AGUA, HOMBRRRE AL AGUA! ¡SOCORRO!
-No pasa nada, solo es la marea -dijo Fred, en el camarote, queriendo convencer a los demás de que todo estaba bien, a pesar de que los cinco habían caído al suelo luego de la última sacudida-. Te toca, Melanie.
-Sí, solo es la marea -dijo George, queriendo seguir adelante cuanto antes.
Las chicas no parecían muy convencidas, pero asintieron con la cabeza.
-De acuerdo… -dijo Melanie.
La chica se puso de pie. Sin decir nada, ocupó el lugar de Ginny, poniéndose en cuatro patas sobre el suelo. Sus tetas, mucho más grandes que las de Ginny, colgaron hacia el suelo también. Su trasero, más duro y firme que el de la pelirroja, apuntaba a George con esas nalgas que parecían talladas por los mismos ángeles. Su cuerpo era perfecto, y estaba allí esperando a que Fred y George, finalmente, pudieran hacerlo suyo…
Melanie sacó la cola hacia George, exhibiendo su agujero anal ante él, y abrió su boca mirando a Fred, sacando la lengua ella ahora…
-¡MALDITO CALAMAR DE MIERDA! -gritó Ernie Macmillan, asomándose por la borda y agitándole el puño al calamar gigante con burla-. ¡NO TE TENGO MIEDO, PUTO MOLUSCO ASQUEROSO!
Entonces, el calamar gigante levantó un tentáculo de unos diez metros de largo y lo dirigió con todas sus fuerzas contra uno de los costados del barco…
Melanie miraba fijamente a Fred a los ojos, esperando a que le metiera su pene en la boca…
Fred lo sostuvo en alto y empezó a dirigirlo hacia ella, sintiendo que aquel era el momento más feliz de su vida; mientras George, del otro lado, con la misma sensación, acercaba la cabeza de su miembro hacia el ano de la chica.
Estaba a solo milímetros de penetrarla…
¡PLAAAAF!
El tentáculo del calamar gigante penetró directo en el camarote donde estaban, arrasándolo por completo, lanzando a los cinco volando por los aires mientras el camarote entero dejaba de existir en solo un segundo.
Sintieron que sus cuerpos eran aplastados por la fuerza de un huracán, desapareciendo en medio de un estropicio de madera destrozada y camas que volaron por los aires con ellos.
-¡AAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!
Los gritos se oían por todo el barco. Los adolescentes corrían por doquier…
El caos reinó.
-¡NOS HUNDIMOS! -gritó el capitán del barco, junto a Karkaroff en su cabina-. ¡El calamarrr ha destrrrozado el lado izquierdo del barco! ¡Nos hundiremos en solo minutos!
-¡Activa el encantamiento de inmersión submarina, imbécil! -le gritó Karkaroff-. ¡Este barco está perfectamente preparado para viajar de forma submarina!
-¡Lo sé, pero no puedo activarrrlo! -gritó el capitán, que tenía un vaso de cartón en la mano y trastabillaba en el lugar, incapaz de aferrar el timón correctamente.
-¡¿Por qué demonios no puedes?! -aulló Karkaroff, furioso.
-¡Es que estoy muy ebrio para recordar cómo es! -dijo el capitán, rompiendo entonces en carcajadas.
Los adolescentes gritaban y corrían por el barco, mientras este empezaba a inclinarse de lado. El agua empezó a filtrar por el gigantesco agujero que el calamar había abierto en el costado, filtrándose en los camarotes y desbalanceando el barco, que empezó a sumergirse lentamente en el lago…
-¡AUXILIO! -gritaba Ritchie Coote, desesperado-. ¡COLIN HA CAÍDO AL AGUA! ¡COLIN HA CAÍDO…!
Angelina Johnson abrió los ojos y se encontró a sí misma bajo un montón de escombros de madera destrozada. Algo se había clavado en su pierna y le impedía moverse.
-¡AYUDA! -gritó con todas sus fuerzas, al ver que el agua empezaba a subir rápidamente por el suelo del camarote semidestruido. Trató de moverse, pero estaba enterrada en escombros. Pronto el agua la taparía por completo… -¡AYUUUDAAAAA!
La música se apagó. Todo lo que se oyó fueron los gritos de los chicos y las chicas y el murmullo del agua filtrándose en los niveles inferiores del barco…
Las luces se apagaron, todas a la vez.
Y entonces todos tomaron consciencia, en la medida en que la ebriedad se los permitía, de que el barco de Durmstrang estaba hundiéndose lentamente en las heladas aguas del Lago Negro…
